En el monte de Santa Tecla, en A Guardia, provincia de Pontevedra, esto es, en el extremo más sudoccidental de Galicia, a unos 344 metros de altitud, hallamos uno de los mayores poblados castreños del noroeste peninsular. Nos referimos al Castro de Santa Tecla.
Colina sagrada de la civilización precristiana, con su privilegiada situación, el castro domina todo el contorno de la desembocadura del río Miño, y se asoma al mar. Tiene por tanto una situación estratégica, reforzada por las defensas que le otorgan los escarpes naturales y una sencilla muralla. La elección de la ubicación, obviamente, está vinculada al deseo de favorecer su defensa, a que a su alrededor unas pendientes que oscilan entre un veinticinco por ciento y un cincuenta por ciento de desnivel. En los alrededores existen buenas zonas de pesca, marisqueo y tierras cultivables.
Desde su cima podremos observar una panorámica: la separación entre España y Portugal, dividida por el río Miño, el océano Atlántico con un horizonte sin fin, islotes portugueses como la Ilha Á Ínsua, la costa de A Guarda…
Historia del Castro de Santa Tecla
La Citania de Santa Tecla está considerada como uno de los ejemplos de cultura castreña – romana más importante del Noroeste peninsular. Sus orígenes se encuentran en la Edad de Bronce, y vivió su mejor momento entre los siglos I a.C. y I, momento a partir del cual sufrió un lento proceso de abandono, que tal vez fue interrumpido con preocupaciones esporádicas temporales en época tardorromana, tal y como atestiguarían las casas rectangulares y las murallas defensivas. En consecuencia, se estima que hace más de 3.000 años, los pobladores del neolítico eligieron este lugar para asentarse y desde entonces hasta el año 300 d.C , no dejó de estar habitado.
El castro fue excavado inicialmente en el año 1914, y se trata de un yacimiento de gran valor. Tiene una extensión de 700 metros, de norte a sur, por 300 metros de este a oeste. Se trata de uno de los castros de mayores dimensiones del Noroeste. Incluso pudiese haber sido de mayores dimensiones, ya que una carretera, la reforestación y algunas construcciones en la cumbre han podido causar destrozos. Con estas dimensiones cabe interpretar que pudo haber acogido una población de entre 3.000 y 5.000 habitantes, cifra muy alta para la época.
El castro ha vivido momentos de luces y sombras desde sus primeros registros a mediados de 1800, en la actualidad es una pieza imprescindible para el turismo de Galicia y por ello se ha elaborado un plan estratégico de recuperación del entorno de la zona para que los visitantes aprecien el entorno como se encontraba en el momento de la creación de la fortificación.
Lo que hoy se ve del castro de Santa Tecla son un gran conjunto de viviendas y estancias comunales. Lo excavado no abarca lo que era Santa Tecla. El descubrimiento a finales del siglo XIX fue seguido de una primera campaña arqueológica entre 1914 y 1923. Le siguió la labor de Cayetano de Mergelina y Luna, entre 1928 y 1933. Dejó una gran impronta en A Guarda y ha pasado al callejero local. En esta etapa se descubrieron buena parte de los edificios sacados a la luz. Sin embargo, la Guerra Civil llevó a que el monte se abandonara. Una carretera cercenó al yacimiento de manera antinatural, atravesándolo por el medio. Por su parte, las plantaciones de árboles en la zona también dañaron al castro de Santa Tecla.
Las reconstrucciones de viviendas que se ven se ejecutaron afínales de los 60 y principios de los años 70. La forma elegida para los techos es algo arbitraria, ya que no está probado que fueran cónicos o tuvieran esa estructura. El problema reside en que se han vuelto icónicas de la cultura castreña. En todo caso sirven para hacerse una idea de cómo eran las casas de Santa Tecla. De tamaño parecido, se reparte juntas pero sin tocarse. Algunas tenían vestíbulos, muestra de influencias externas. En piedras que servían de parte superior de las puertas se han hallado grabados geométricos, por ejemplo de trisquel.
Las reconstrucciones permiten tener una perspectiva bastante envolvente de lo que es estar en una de estas viviendas. No es tan espectacular como la de la Citania de Sanfins, pero es suficiente para ver la obra de techumbre vegetal, y tener la sensación de poco espacio que dan las casas de los castros. Es evidente que la mayor parte de la vida tenía que hacerse en el exterior, siendo la cabaña simplemente un lugar de descanso, y abrigo.
Estructura y contenido del Castro de Santa Tecla
El Castro de Santa Tecla presenta una estructura urbana en base a callejuelas estrechas y pequeñas plazas. Se ha deducido que sus habitantes debían formar una sociedad más o menos igualitaria ya que las casas tienen aproximadamente el mismo tamaño, sin destacar especialmente ninguna sobre otra. Sí se han detectado lo que parecen ser almacenes, puesto que tienen una construcción menos elaborada y se han hallado en su interior restos de vasijas, molinos, cantos, etc… Este castro gozaba además de un sistema de canalización del agua de lluvia, bien mediante canales excavados en la roca y cubiertos con losas, bien con canales situados bajo el pavimento de las calles.
Existió un camino de ronda, paralelo a la muralla, típico de los asentamientos castreños, muy evidente en época romana. De este camino surgen distintas vías radiales que cortan el poblado en sectores. Son verdaderas calles de cerca de dos metros de ancho de las que parten otros pasajes secundarios que llevan a los conjuntos de viviendas, almacenes y talleres, acabando en la puerta de las viviendas principales. Es un auténtico sistema capilar que en su momento debió ser incluso algo laberíntico. Se ha dicho que este urbanismo desordenado aparentemente podría cumplir una función defensiva en caso de conflicto, forzando a las tropas atacantes a combatir casa por casa en un laberinto atiborrado de enemigos. Las calles están pavimentadas y hasta disponen de un sistema de canalización.
En cuanto a las casas, predominan las construcciones circulares, aunque también podemos observar alguna de planta ovalada y cuadrada, estas últimas, como decíamos antes, de clara influencia romana. Algunas de las construcciones tenían vestíbulo, construidas con muros de piedra y cubiertas con madera y paja con un pilar central. No tenían ventanas y el único acceso era por la puerta. El grosor de sus paredes es bastante uniforme y con un mejor acabado cara al exterior. Estas viviendas se asientan directamente sobre la roca madre y sus muros estarían recubiertos con un mortero de cal y arena.
Como curiosidad cabe reseñar que, según algunos autores, la mayoría de las viviendas no tenían esquinas, y se optaba por una forma circular, porque según la mitología de sus habitantes, el hecho de no presentar esquinas evitaba que los espíritus quedaran retenidos en el lugar.
En el interior, algunas de las viviendas presentan bancos adosados, el pavimento en algunos casos es de tierra pisada y en otros de losa. En muchos de los umbrales de entrada se pueden ver los goznes, agujeros en los que se ajustarían las puertas.
Otros edificios menos elaborados se cree que funcionaban como almacenes. Un conjunto de canalizaciones cinceladas en la roca y cubiertas con losas aseguraba el suministro de agua y evitaba inundaciones por lluvias. Dado que falta todavía mucho por excavar, el tamaño y la cantidad de habitantes son predicciones por confirmar. En todo caso, si que es seguro que se trataba de una población extensa y abierta al mundo exterior.
El recinto se encuentra amurallado con dos puertas. A primera vista parece que el carácter defensivo es claro, aunque parece que la muralla servía más como un elemento de delimitación que de protección. No se han hallado hasta el momento fosos, parapetos o terraplenes que indiquen de forma más afianzada la necesidad de defensa del castro. Una muralla marca el perímetro de este poblado aunque parece que la disposición y objetos encontrados durante más de un siglo de trabajo, apuntan a que no estaba destinada a aguantar grandes asedios y batallas. Así, sería más un enclave comercial que guerrero. Por ejemplo, el castro de Baroña, en la ría de Noia, estaba mucho más preparado para resistir. Lo mismo ocurre con castros de Asturias, El Bierzo, León o Zamora. En esta dirección señalan los artefactos extranjeros hallados, como por ejemplo, una vajilla de vidrio cuya factura recuerda al norte de Italia.
Actividades económicas dentro del Castro
También los restos de actividades comerciales y agrarias, que darían sustento a una localidad que acogió sin problemas la llegada de Roma. Los intercambios con los latinos fueron abundantes durante los dos siglos en que más prosperó el lugar. Su facilidad de acceso al mar y la posibilidad de una navegación de cabotaje y también fluvial provocaría el aumento de este comercio que indica, además, una gran capacidad adquisitiva por parte de los habitantes de Santa Tecla. Una vez que el castro pasó a manos romanas, quedaría dentro del entramado comercial del Imperio.
Lo que no podía igualar a Baroña en defensa lo ganaba con su capacidad de acceder a recursos. Además de obtener beneficios del mar, como demuestran los concheros o depósitos de despojos marinos, eran capaces de cultivar. Asimismo, canalizaban agua dulce con facilidad.
Quizá es más evidente en otros castros más a pie de playa, pero está claro que este lugar ofrece las condiciones idóneas para ser un punto estratégico comercial en las rutas navales. Está dentro de ese conjunto de asentamientos del atlántico gallego que hicieron de eje de comunicaciones entre el atlántico y el mediterráneo.
Su posición elevada sobre la línea de costa y sobre la desembocadura del Miño, es el sitio perfecto para un gran puesto comercial. Se ha refrendado esta suposición con la obtención de multitud de ánforas, vidrios, etc de factura romana provenientes del sur. La sal jugaría también un papel importante como mercancía, así como aceites y otros bienes de origen foráneo.
Este comercio ya había comenzado en época púnica, a la que se atribuye la llegada de cerámicas griegas a la costa gallega. Además el Miño es una vía navegable de incuestionable valor para la penetración hacia el interior del territorio galaico desde la costa, que se ha documentado arqueológicamente.
En cuanto a los modos de vida romanos adoptados por los pobladores del castro, y relacionado con este aspecto comercial cabe destacar la importante colección numismática del museo, compuesta por más de un centenar de piezas sobre todo de época de Augusto y Tiberio que fueron encontradas durante las excavaciones. Nos indican la importancia de las élites del castro favorecidas por su trato con Roma.
La vida cotidiana se llevaba a cabo en la vivienda, en torno a un fuego central rodeado por bancos corridos. Al frente de los castros se hallaría un grupo privilegiado, que se beneficiaría de los bienes y objetos suntuarios procurados por actividades como la agricultura, la ganadería, la caza, el marisqueo o el comercio.
Su esplendor duró hasta que sus habitantes decidieron romanizarse del todo. Así lo indica el abandono progresivo del siglo II. Aunque parece ser que nunca quedó vacía del todo hasta inicios del medievo, con un repunte durante la crisis del siglo III y la caída del imperio romano, no se recuperó. La estrategia del emperador Vespasiano de dar la ciudadanía a los hispanos y sus ciudades surtió efecto. Los lugareños fueron a enclaves romanos a vivir. Mientras las provincias ya plenamente romanas prosperaban en todo el país, de Cáparra y Regina Turdulorum a Astorga, el castro de Santa Tecla se vació.
La investigación de cabañas, pero sobre todo de los concheros, nos hablan de cultivos de cereales y leguminosas, pero también de la recolección masiva de frutos silvestres, como bellota. En los concheros se han documentado diversas especies marinas tanto de peces como de mariscos, así como útiles de pesca (anzuelos), etc., lo que nos permite conocer que gran parte de la dieta de los habitantes de Santa Tecla procedían de la pesca de costa y de la recogida de marisco y no sólo eso, sino que su amplio conocimiento de la zona y de las especies disponibles allí hicieron que seleccionaran los lugares en los que marisqueaban y pescaban. La mayoría de los restos pertenecen a lapas, mejillones y peces costeros.
Respecto a la ganadería, ocuparía un papel esencial, pero no determinante para estas poblaciones. Se han encontrado restos de cabra, bóvidos, équidos y gallináceas, destacando la ausencia de la cría del cerdo. Sobre la caza, no hay pruebas que demuestren que se practicaba; aunque se han hallado restos de jabalí y de ciervo, son escasos y no permiten hablar con certeza de actividad cinegética en cuanto que tampoco hay restos materiales asociados.
El Museo Arqueológico de Santa Tecla (MASAT)
Ocupa el edificio diseñado como restaurante por el arquitecto porriñés Antonio Palacios. Por suscripción popular la Sociedad pro Monte compra y adapta el inmueble inaugurado como Museo en 1953 y en él se depositaron los materiales almacenados hasta ese momento en un céntrico local de A Guarda. Ofrece el MASAT una completa colección de labras y esvásticas, de monedas romanas, de objetos cerámicos, vidrio… y como piezas singulares destacan un espléndido remate de torques decorado con finas filigranas y el cabezón do Trega, el hallazgo más emblemático de las excavaciones realizadas recientemente.
En la plástica de los objetos que se pueden ver en el museo muestran un ensalzamiento de la figura del guerrero, pero ese guerrero está al servicio de Roma, sobre todo en unidades auxiliares, que a su vez participan en operaciones militares para someter otras partes del Imperio. Un ejemplo. La orfebrería, que encargan esas élites, es de fuerte sabor indígena, pero sólo es posible gracias a la riqueza acumulada por su colaboración con las superestructuras de ocupación del mundo romano. Es la paradoja del final del mundo castreño en toda su extensión.
El entorno del Castro de Santa Tecla
Las gentes del Neolítico dejaron petroglifos. Se trata de grabados geométricos en piedra que se integraron en cierta manera con la población posterior. Se pueden encontrar elementos parecidos, por ejemplo, en el faro de Punta Nariga de Costa da Morte.
En Santa Tecla podemos encontrar más de30 de estos grabados rupestres en roca. La mayoría representan espirales, formas de animales o figuras geométricas. De todos los petroglifos de la zona, el más destacable es Laxe do Mapa o Laxe Sagrada. Este consiste en círculos concéntricos que, al parecer, forman el mapa del monte sobre la roca central.
En el monte de Santa Tecla encontramos además:
- El vía Crucis, una sucesión de cruces a lo largo del camino hasta llegar a la ermita. En realidad hay dos. Uno del Siglo XVII con cruces de piedra bastantes sencillas, y otro del Siglo XX que son las cruces que tienen medallones de bronce con escenas del calvario de Jesús. Una muestra de la gran tradición religiosa y devoción á mártir de Iconio son las diferentes festividades religiosas como la romería del 23 de septiembre en honor a la Santa o la centenaria procesión del Voto el último sábado de agosto. En ella los fieles recorren las estaciones del moderno Vía Crucis, obra del escultor valenciano Vicent Mengual, que substituye al antiguo de factura mucho más sencilla. Delante de la ermita se levanta un interesante cruceiro del siglo XVI dedicado a san Francisco que recuerda la presencia de esta orden religiosa en A Insua, pequeña isla portuguesa emplazada en plena confluencia del río con el mar.
- La ermita de Santa Trega, que es una sencilla edificación del siglo XII en estilo románico. Posiblemente la monja Egeria tras regresar de su peregrinación por Oriente, introdujo la devoción por la Santa entre los ermitaños del Baixo Miño en la Alta Edad Media. Aunque la existencia de una ermita está documentada ya en el siglo XII, fueron las reformas y ampliaciones de los siglos. XVI y XVII las que le confieren su aspecto actual. Excavaciones realizadas en 1994 permitieron descubrir varios sepulcros visigodos que demuestran la religiosidad del lugar.
- El mirador del pico San Francisco, lugar privilegiado para ver Portugal, el estuario del Miño, el valle de O Rosal y el océano Atlántico.
- Camiños do Trega. Una red de caminos empedrados y de senderos homologados como ruta de senderismo “PR-G 122 Camiños do Trega” permite conocer más detenidamente el Monte. Son un total de siete caminos unidos entre sí hasta completar una distancia total de poco más de 7 km. Estas sendas permiten contemplar sosegadamente los recursos y valores que el monte esconde.
Y para finalizar dos notas más:
Para llegar hasta el Castro de Santa Tecla, partiendo de A Guardia, se puede subir el monte en coche, o a pie por una ruta de senderismo. La distancia aproximada es de unos 3 kilómetros.
El Castro de Santa Tecla fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional en el año 1931 y también tiene la consideración de Bien de Interés Cultural.
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Leyendas galegas. El panteón galaico
Merlín, el poderoso mago de la leyenda artúrica.
Referencias
Aproximación arqueológica al poblado galaico-romano de Santa Trega (A Garda, Pontevedra) a través del material vítreo en Gallaecia. De Caamao, J.M.
Citania y Museo arqueológico de Sta. Tecla. De Martínez Tamuze, X.
El urbanismo en el poblado castreño de Santa Tcla. De Patiño Gómez, R.