El 23 de febrero celebramos el día de Rosalía de Castro en honor al nacimiento de esta representativa figura literaria, icono gallego y nacional del galleguismo, del romanticismo, del feminismo y precursora de la poesía moderna.
María Rosalía Rita de Castro nació un 23 de febrero de 1837 en Santiago de Compostela. Hija de un sacerdote y de la hidalga María Teresa de la Cruz Castro y Abadía. Fue inscrita como hija de padres desconocidos, aunque criada por sus tías paternas y más tarde por su madre, que acaba reconociéndola como hija natural y por la que Rosalía manifestó un profundo amor. Esta situación marcará el contenido de su obra de la que se desprende siempre un estado de soledad y angustia.
De todos y todas son conocidas sus obras. Su rostro ha sido representado en todo tipo de artículos: bolsas, platos, fotografías, camisetas, sellos e incluso billetes de 500 pesetas.
Podéis leer algo más sobre Rosalía en nuestro post: Rosalía de Castro. Símbolo de la cultura gallega.
Su personalidad también ha sido estudiada minuciosamente. No olvidemos que estuvo casada con Manuel Murguía, historiador y escritor español impulsor, junto con Rosalía, del Rexurdimento y creador de la Real Academia Galega.
A su marido, que falleció mucho después (Rosalía fallece en 1885 y Murguía en 1923), se le atribuye el que haya trascendido una imagen de Rosalía como escritora de sufrimiento y eterno lamento, lo que definiríamos como una melancólica. En la actualidad la imagen que ha trascendido de Rosalía está en entredicho. No en vano desconocemos el motivo por el que Murguía, antes de morir, destruye las cartas que su esposa le había dirigido a lo largo de los años.
Posiblemente esta naturaleza melancólica “manipulada” con toda la buena intención por Murguía es fruto de los tiempos. Con el afán de convertir a su mujer fallecida en un icono poético, Murguía intentó que Rosalía transcendiera como tópico del romanticismo: delicada, estática, melancólica y enfermiza (estas particularidades también podrían ser aplicada a Bécquer y otros contemporáneos de la época).
Este chiclé de Rosalía que se nos ha transmitido ha encontrado voces discordantes por parte de reconocidas estudiosas de su figura como María Jesús Lama, profesora de la Universidad de Barcelona, quien define a Rosalía por su fuerza de carácter luchador y su lucidez intelectual, lejos de la imagen cándida y eternamente apenada que ha transcendido por influencia de su marido.
Sin embargo, de los recuerdos de su hija Gala, Rosalía era una mujer alegre a la que le gustaba tocar la guitarra. Sólo cuando tuvo motivos fundados le invadió la tristeza como fue la muerte de su hijo o los últimos años aquejada por su enfermedad que finalmente desembocaría en su prematura muerte por cáncer de útero.
Los hijos de Rosalía de Castro
Pero… ¿Cuál fue la descendencia de Rosalía de Castro? ¿Qué pasó con sus hijos e hijas?
Rosalía de Castro y Manuel Murguía tuvieron 7 hijos: Alejandra; Aura; los gemelos Gala y Ovidio; Amara; Adriano Honorato y Valentina.
Pese a tan amplia prole quiso el destino que la familia no superarse la generación de sus hijos.
En su casa de Padrón, hoy museo, se conserva una foto familiar con todos los hijos vivos, ya que Valentina nació muerta y Adriano Honorato ya había muerto fruto de un accidente casero cuando tenía apenas 18 meses. Al parecer se cayó de una mesa en un descuido de su cuidadora.
El accidente que ocasionó la muerte de Adriano Honorato fue llevado con discreción certificándose la causa de la muerte como difteria, enfermedad extendida en la época entre la población infantil. Su sepelio se realizó prácticamente en la clandestinidad.
Sin embargo, Rosalía no logró ocultar su dolor como madre. Dos años después del fallecimiento de su hijo publicó su poema “Hijo mío” (1878), en la obra “En las orillas del Sar”.
(versión 1885):
Era apacible el día
y templado el ambiente,
y llovía, llovía
callada y mansamente;
y mientras silenciosa lloraba yo y gemía,
mi niño, tierna rosa,
durmiendo se moría.
Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!
Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!
(…)
Su última hija Valentina nació muerta y fue enterrada junto con su hermano y su abuela en el cementerio compostelano que, por aquel entonces, estaba ubicado en Santo Domingo de Bonaval.
El resto de sus hijos sobrevivió a Rosalía (fallecida en 1885), pero ninguno de ellos dejó descendencia.
Su hija mayor, Alejandra (1859-1937) era una excelente dibujante que también cultivó la pintura. Su figura quedó eclipsada por la fama de sus padres y por el hecho de ser mujer. Asistió a clases de dibujo en la Real Sociedad de Amigos del País de Santiago de Compostela, que fueron de los primeros centros gallegos que ofertó unas mínimas enseñanzas de dibujo para el alumnado femenino. Contando con el apoyo de su padre Alejandra piensa desplazarse a Madrid en la búsqueda de un mayor aprendizaje, pero la adversidad frena su carrera al enfermar su madre y tener que hacerse cargo de sus hermanos menores.
Alejandra, frustrada su carrera, se vuelca en su hermano Ovidio a la hora de enseñarle a pintar y dibujar. Ovidio, en su condición de varón, sí recibirá una educación completa y reglada reservada en aquel momento para los hombres. Pese a su corta vida, Ovidio llegará a exponer sus obras y a frecuentar los círculos de artistas.
Aura (1868-1942), la segunda de sus hijas pasó desapercibida desde el punto de vista histórico. Solamente se encuentran documentos en relación con su boda con el murciano Francisco Prats, interventor municipal y periodista ocasional.
Los gemelos Ovidio (1871-1900) y Gala (1871-1964) llevaron una vida muy distinta tanto en su trayectoria como en su duración. Ovidio, prometedor pintor ve truncada su carrera con apenas 30 años por la tuberculosis. Se forma en Santiago y en Madrid. Su obra más impactante para mí, aunque posiblemente no la mejor teniendo en cuenta que destacaba como paisajista, es el retrato de su madre muerta.
Ovidio contaba con 14 años cuando su madre falleció. No sabemos si fue en ese momento cuando la inmortalizó o a si fue a lo largo del tiempo cuando decidió plasmar esa imagen que difícilmente puede olvidar una mente infantil y que quedaría grabada en su memoria hasta el final de sus días.
El único hijo varón superviviente auguraba una corta vida, según escribió el periodista Waldo Álvarez Insua en un artículo necrológico publicado a su muerte “Débil era su cuerpo, menguadas sus carnes, todo en él denotaba fragilidad física y auguraba muerte”.
Formó parte de la “generación doliente” de la que formaban parte Jenaro Carrero, Parada Justel y Joaquín Vaamonde dentro de la pintura galaica. Dicha generación no era otra que la del 98 pero reducida a los nacidos en el entorno de 1870 que no llegaron a superar el cambio de siglo a causa de la tuberculosis, pasando a la historia como la gran oportunidad perdida para la creación de una escuela galaica.
Amara (1873-1921), la más pequeña de los hermanos supervivientes, nació en la calle Príncipe en A Coruña. Contaba con apenas con 12 años cuando falleció su madre. Llevó una vida bastante apartada en la que apenas salía a la calle salvo para asistir a la cercana iglesia de San Nicolás. Falleció en diciembre de 1921 debido a un colapso cardíaco, siendo enterrada en el cementerio de San Amaro junto con su padre y gran parte de sus hermanos.
Finalmente, la longevidad de Gala (1871-1964) le llevó a ser la última representante de la familia Murguía de Castro. Gala se casó con el publicista madrileño Pedro Izquierdo en la iglesia de Pastoriza.
Gala es nombrada miembro honorario de la Real Academia Galega y acude a los actos conmemorativos de sus padres.
La familia Martínez Castro en la ciudad de A Coruña
Recordemos que a Manuel Martínez Murguía se le concede en el año 1870 el puesto de bibliotecario en el Palacio de Capitanía, por lo que se desplaza con su esposa Rosalía de Castro y sus dos hijas, Alejandra y Aura, más dos asistentes a la ciudad de A Coruña.
Su primer domicilio en esta ciudad será en la Calle Padilla, 3-2º (hoy en día Calle Príncipe). Y en esta casa nacerá una nueva descendiente, Amara, en el año 1873. Rosalía también quedará encinta viviendo en este domicilio de sus gemelos Gala y Ovidio, quienes nacerán en Santiago. Tras cuatro años, al cambiar de destino su marido la familia Martínez Castro abandonan la ciudad de A Coruña, rumbo a Santiago, con Rosalía de nuevo embarazada, en este caso de su próximo hijo Honorato.
En el año 1894 vuelven, una vez fallecida Rosalía en Padrón, a la ciudad de A Coruña, alojándose entonces en la Calle Panaderas, 6-2º la familia compuesta por Murguía y sus hijas Aura, Alejandra, Gala y Amara. En el año 1889 llegar de Madrid su hijo Ovidio también muy enfermo y que terminaría falleciendo este domicilio.
Habría un nuevo domicilio de la familia, en este caso en San Agustín, 14-1º, donde permanecerían entre los años 1921 y 1964. En esta vivienda fallecerá Amara, en 1921, Murguía en 1923 y Alejandra en 1937.
En el año 1959, tras el fallecimiento de Aura en Madrid (1942), sus cenizas son traídas a la ciudad, por barco desde Sevilla.
De esta manera la única descendiente que sobrevivió fue Gala, hasta su fallecimiento en el año 1964.
Nos encontramos así con que no queda descendencia de esta familia, por lo que su patrimonio fue repartido entre el Ayuntamiento de A Coruña, la Diputación Provincial de A Coruña, la fundación Rosalía de Castro y la familia Barros.
Recordemos por último, que los restos de Rosalía descansan en la Iglesia de Santo Domingo de Santiago, y el resto de la familia, su esposo e hijos, en la misma tumba, en el cementerio coruñés de San Amaro.
Y para finalizar
La última representante de la familia malvive de las pensiones concedidas por el Centro Gallego de la Habana y otros organismos públicos a instancias de la Diputación de A Coruña.
Gala defiende el carácter alegre de su madre, frente al carácter melancólico que de ella ha transcendido derivado, posiblemente del contenido de su obra. Pero no olvidemos que su obra está influenciada por la corriente romántica del momento donde afloran los sentimientos, las emociones y el dramatismo.
Aunque le gustaba decir que el secreto de su longevidad era no haberle inoculado en su cuerpo ninguna inyección, Gala fallecía a los noventa y dos años en su domicilio coruñés de San Agustín.
En su testamento cedió los derechos de propiedad de Cantares Gallegos y Follas Novas y las obras más significativas de su padre a la Real Academias Gallega. El resto de las obras se las deja a la Diputación Provincial de A Coruña y al Ayuntamiento para que sus beneficios fuesen para los niños necesitados de escritores gallegos relevantes y para los niños enfermos de tuberculosis; no en vano ella había sido una niña necesitada, hija de escritores relevantes y su hermano gemelo había muerto de dicha enfermedad.
Con el fallecimiento de Gala, moría así no sólo la última hija de Rosalía y su marido, sino que se extinguía la línea de los Murguía-Castro, puesto que ninguno de sus hijos tuvo descendencia. Mágoa!
Como curiosidad en torno a Gala, existen testimonios que señalan que Manuel Murguía, poco antes de expirar, le había manifestado a su amigo César Vaamonde Lores su preocupación por su hija Gala, puesto que con cincuenta y un años estaba embarazada, lo que suponía algo más que un riesgo para la salud de madre e hijo. De esta cuestión, nada más se supo, pero le sirvió al escritor gallego Pedro Feijoo como hilo conductor de su novela “a memoria da choiva”, cuya lectura es muy recomendable para conocer a Rosalía de Castro de una forma entretenida pero con un importante trabajo de documentación en su haber.
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Referencias
https://acorunhadasmulleres.gal/alejandra-murguia-de-castro/
https://www.proquest.com/docview/1783935220
Rosalía Castro, vista a través de los recuerdos de su hija. María Victoria Fernández España Publicado en La Voz de Galicia el 28 de julio de 1948
A memoria da choiva. De Pedro Feijoo. Novela