En el extremo norte de Galicia, en el municipio coruñés de Sada, y más concretamente en la parroquia del mismo nombre, se encuentran las Torres de Meirás, construcción más conocida como “Pazo de Meirás”.
En primer lugar, recordemos que se conoce como Pazo a un tipo de palacio o palacete, generalmente situado en el campo, y que constituía la residencia permanente o temporal de la nobleza gallega.
Pues bien, las Torres o Pazo de Meirás conforman un pazo señorial con una dramática historia detrás y que sería declarado Bien de Interés Cultural en el año 2008, pese a la oposición de los herederos de la familia Franco. La categoría de BIC (Bien de Interés Cultural) incluye el compromiso de los propietarios a tener que abrir al público el inmueble, al menos, tal y como dicta la ley, 4 días al mes. La familia del fallecido dictador se opuso en numerosas ocasiones a cumplir con los mínimos días de apertura al público, pero la justicia rechazó sus argumentos.
Litigios legales en torno a la propiedad del Pazo de Meirás
En el año 2010, el Tribunal Supremo confirmó la clasificación de BIC otorgada por la Junta de Galicia al Pazo de Meirás. El 25 de marzo de 2011 las puertas del pazo de Meirás se abrieron por primera vez a los visitantes.
En julio de 2019 la Abogacía del Estado presentó una demanda judicial para que la familia Franco devolviera el pazo de Meirás por “fraude” en la compra. La reclamación incluye el documento hasta ahora desaparecido en el que consta que el pazo fue comprado en 1938 por la Junta pro-Pazo a las herederas de Emilia Pardo Bazán, lo que demuestra que el contrato de compraventa formalizado en 1941 a favor de Franco, y que le sirvió para inscribir la propiedad a su nombre en el Registro de Betanzos, sería “fraudulento”.
El 2 de septiembre de 2020, el Juzgado de Primera Instancia número 1 de La Coruña sentenció que el pazo era propiedad del Estado, declarando nula y sin efecto la “donación personal” a Franco y a su familia del Pazo. Dos meses después se cumplió la sentencia, y desde el 10 de diciembre de 2020 dejó de ser propiedad de la familia Franco y pasó a ser patrimonio del Estado.
Tras recurrir la familia Franco la sentencia ante la Audiencia Provincial de La Coruña, esta ratificó el 12 de febrero de 2021 que el pazo de Meirás y sus fincas son propiedad del Estado y que los Franco debían desalojar la propiedad, pero a diferencia del juzgado de Primera Instancia, reconoció a la familia el derecho a ser indemnizada. En concreto, la sentencia hace referencia a los gastos de rehabilitación y mantenimiento del inmueble, que sufrió un devastador incendio en 1978, como también a las múltiples reparaciones y mejoras que los Franco habían llevado a cabo a lo largo de cuatro décadas, sin los cuales el estado actual de la propiedad sería “ruinoso”. La sentencia también reconoce que no hubo mala fe por parte de la familia Franco, quien durante todo este tiempo ocupó la propiedad de manera pacífica, reconociendo su desconocimiento de la invalidez del título de propiedad que había heredado del exmandatario. La cantidad que deberá abonar el Estado a la familia se definiría en la fase de ejecución de la sentencia.
Historia del Pazo de Meirás
Pese a su aspecto cuasi medieval del edificio, este Pazo se construyó a instancias de Emilia Pardo Bazán, en el año 1893, tras recibir la propiedad en herencia.
Lo cierto es que más que un Pazo, son unas torres que se edificaron sobre las ruinas de una fortificación del siglo XIV por Ruy (o Roi) de Mondego, señor de las Mariñas (su sepulcro se conserva incrustado entre las losetas del suelo de la capilla),
Casa y tierras quedarán indisolublemente unidas por el vínculo que funda, en el año 1630, el sacerdote Pedro Patiño de Mondego, y que hereda su sobrina, Marta Patiño de Lourido. Son estos, a la vez que al antiguo caballero, los primeros nombres que hoy asociamos al pazo de Meirás.
Posteriormente el Pazo va perteneciendo sucesivamente a varias familias: Dejo, Taibo, Ribadeneyra, y desde el siglo XVI a los Patiño de Bergondo.
Sufriría serios daños por parte de las tropas francesas, en el año 1809, durante la Guerra de la Independencia, a consecuencia de que su propietario entonces, Miguel Pardo Bazán, era un estudiante de ideas liberales, por lo que los franceses le castigaron destruyendo su propiedad.
Después vendrá la reforma, con la retirada del escudo heráldico. “Ni piedra de armas tiene, porque la hizo quitar de la fachada un mi abuelo, un liberal vestido en masón, que era entonces el abrigo más caliente del liberalismo”, recordaría, años después, Emilia Pardo Bazán.
En la cronología de Meirás, entre don Miguel –el progresista destructor de blasones– y doña Emilia –la escritora transgresora de roles–, ocupó la granja el hijo del primero.
Pasados los años y tras varios enlaces matrimoniales, las propiedades pasaron a manos de la familia Pardo de Lama, y de ellos, mediante herencia llegaría hasta Doña Emilia Pardo Bazán.
Pardo Bazán es, junto a Rosalía de Castro, uno de los símbolos del feminismo de Galiza. Sobre ellas podéis ampliar información en nuestros posts: Emilia Pardo Bazán, el reto de la modernidad, y Rosalía de Castro. Símbolo de la cultura gallega.
La afamada escritora coruñesa se casó en la capilla del pazo —al que llamaba “Granja de Meirás”—, con José Antonio de Quiroga y Pérez de Deza, el 10 de julio de 1868, y pasaba varios meses al año, habitualmente en verano, en Meirás, el resto lo hace en Madrid. Para ella, la finca le inundaba de connotaciones cálidas y bucólicas. Al respecto en sus “Apuntes autobiográficos”, escribe: “Tengo a dos pasos el bosquecillo cuyas calles en cuesta se abren difícilmente paso por entre macizos de aralias, paulonias, castaños de Indias y retamas de perfume embriagador cuando están florecidas […]. Por las tardes ofrece dilatado horizonte la ancha calle de camelias, que domina toda la extensión del valle y el mar de Sada, caído entre dos montañas como un fragmento de espejo roto”.
Durante su estancia en el Pazo, Doña Emilia tenía un deseo y es que la casa estuviese a la altura de su rango, esto es, que a diferencia de los que defendía su difunto abuelo, doña Emilia quería lucir blasones. Quería crear un escenario en el que mostrar su doble condición de noble con título –a pesar de ser de reciente adquisición– y de mujer escritora, independiente y emancipada de cualquiera tutela masculina. Ni granja ni pazo. Un castillo, con sus amenas, su inmenso vestíbulo y una torre entera, la mayor, reservada para los usos exclusivos de la escritora. En el pazo, fabulaba la nobleza que quiso representar, compensando con la arquitectura la falta de sustento social.
El edificio sería pues el fruto del diseño en su aspecto exterior y en los ornamentos pétreos, de Emilia Pardo Bazán, dejando incluso un sepulcro en piedra dentro de la Capilla para que en él reposasen sus restos una vez fallecida. Este deseo no se cumpliría tras su muerte, pues el sepulcro sigue vacío y sus restos reposan en la Iglesia de la Concepción de Nuestra Señora, en la esquina de las calles Goya y Núñez de Balboa, en Madrid.
Aquí vivía Dña. Emilia más de cuatro meses al año (el resto en Madrid y A Coruña). Trabajaba en la torre que llamó “de la Quimera”, la más alta del edificio, donde tenía instalada la biblioteca que continuó ubicada en la misma torre mientras la familia Franco habitaba el pazo.
Tras el fallecimiento de Doña Emilia, en 1921, y el asesinato en Madrid, en el año 1936, de su hijo Jaime y el nieto de la condesa, también llamado Jaime, por milicianos republicanos, la propiedad queda en manos de su hija Blanca Quiroga de Pardo Bazán y de Manuela Esteban-Collantes, viuda de Jaime. Parece ser, aunque no hay constancia documental de ello, que las dos deciden donar el Pazo a la Compañía de Jesús para que fuese destinado a noviciado, pero dicha orden no mostró mucho interés en aceptar la entrega si estaba condicionada a un fin determinado. Según otros autores, la viuda de Jaime Quiroga estaría pasando una difícil situación financiera y tenía la hipoteca con el Banco Pastor, del que era Presidente Pedro Barrié de la Maza, personaje que como veremos luego tuvo gran incidencia en el cambio de titularidad del Pazo de Meirás.
El pintor y alcalde de A Coruña Fernando Álvarez de Sotomayor viajó hasta San Sebastián a visitar a la viuda de Jaime Quiroga y “negoció la compra y el acuerdo”, en nombre de la Junta Local de Iniciativas, con la intención de donarlo luego a Francisco Franco. Pero parece ser que éste rechazó la oferta, por lo que Pedro Barrié puso en marcha la iniciativa “Junta Pro-Pazo del Caudillo”, cuya finalidad era recaudar fondos para adquirir la propiedad y cederla (más bien regalarla) al Jefe del Estado. Esta Junta estaría integrada por el gobernador civil y varios alcaldes de A Coruña, entre otras autoridades. Así encontramos a Pedro Barrié de la Maza, Alfonso Molina Brandao, Fernando Alvarez de Sotomayor, Jacobo López Rúa, José María Rivero de Aguilar, José Casteleiro Varela, Joaquín Barcia Goyanes, José María Marchessi y José Luis Bugallal. Los fondos se obtenían mediante “donaciones voluntarias”, “retenciones en salarios”, “aportaciones municipales”,…
La Junta Pro-Pazo compró finalmente el Pazo de Meirás el 3 de marzo de 1938 y confirmó su intención de donárselo a quien ocupara la jefatura del Estado, Franco en ese momento, quien tres años después hizo una compraventa para quedarse el palacete título personal. Ese primer documento, que ahora ha recuperado la Abogacía del Estado, no está anotado en el Registro de la Propiedad, donde la casa pasó por herencia a manos de Carmen Franco y ahora sus herederos la tienen a la venta.
La compra se realizó por 406.346 pesetas a Manuela Esteban-Collantes, e incluía además de la finca (de unas tres hectáreas de terreno) y las construcciones, el mobiliario y el legado de la escritora.
Cuatrocientas seis mil pesetas. Es la cantidad que aparece en la operación fraudulenta de compraventa que orquestaron el dictador Francisco Franco y sus asesores en 1941, para obtener algún documento que demostrara la apropiación del Pazo de Meirás. Sin embargo, esta venta, tal y como os contábamos con anterioridad, se ha reconocido hoy día como fraudulenta.
Franco pasó todos sus veranos en el Pazo de Meirás, desde 1939 hasta 1975, año de su muerte.
Tras la muerte del dictador, el Pazo de Meirás estuvo abandonado, y sufrió un incendio el 19 de febrero de 1978 en una de sus emblemáticas torres (muchos sospechan que fue intencionado para hacer desaparecer documentación) y estuvo abandonado hasta principios de los años 90, cuando los Franco realizaron reformas. En este incendio se perdieron y resultaron dañados numerosos enseres. Parte de los que se salvaron fueron donados a la Real Academia Galega y otros todavía permanecen en el Pazo.
¿Cómo es el Pazo de Meirás?
Las Torres de Meirás se sitúan próximas al centro de una gran propiedad, en la zona elevada de una ladera que domina un amplio valle. La finca está rodeada por un fuerte muro de piedra que, en el momento en que se construyó, no incluía tres parcelas que fueron añadidas posteriormente a la propiedad, entre las que se encuentra la de la Casa de las Conchas.
Si nos fijamos en el enrejado de la puerta de acceso debemos saber que proceden del Alcázar de Toledo y en ellas todavía permanecen huellas de los impactos de bala recibidos en su día.
El actual Pazo, edificado con granito, presenta un estilo romántico. Está formado por tres torres, la del “homenaje” y otras dos más bajas que sirven de residencia. Las torres son almenadas y están unidas por un cuerpo de edificio más bajo que ellas.
Destacan las elegantes ventanas de una de las torres, formadas por una triple arcada apoyada en columnas y balaustrada corrida del segundo piso, y los huecos en esquina de la siguiente planta bajo dinteles de cantería rematados en arco labrado en la misma pieza y apoyados sobre tres esbeltas columnas con capiteles.
El balcón cubierto de la Torre de la Quimera es otro de los elementos singulares de esta fachada. Está soportado por tres poderosas ménsulas o modillones, con balaustrada de remate macizo sobre pequeñas columnas, en las que apoya la doble arcada que soporta la cubierta y en la que no faltan los elementos decorativos de épocas anteriores.
En la fachada norte se encuentran unas dependencias que podrían haber sido añadidas en algún momento para ampliar las torres y dotarlas de un área destinada a la servidumbre.
Resulta curioso comprobar como la luminosidad y belleza de los jardines, contrasta con un interior abigarrado y oscuro, como ella lo describió y, por conservar, conserva incluso la moldura de hierro para los parrales que describe en “La Quimera”: “… la sala baja de la torre, de anticuado mobiliario, de paredes cubiertas por bituminosas pinturas. Era en la terraza, bajo la bóveda de ramaje de las enormes acacias, de las cuales, no con violencia de remolino, sino con una calma fantástica, nevaban sin cesar miles de hojitas diminutas, amarillo cromo. Bajo la alfombra de la menuda hojarasca que moría envuelta en regio manto áureo, desaparecía el enarenado del suelo completamente. Los sillones de mimbre que ocupaban Minia y Silvio se adosaban a la baranda de hierro enramada de viña virgen, sombríamente purpúrea…”.
En el vestíbulo de las Torres vemos la unión entre dos conjuntos diferenciados: la mansión de estilo afrancesado y las torres “medievales”. Llama la atención la presencia de decenas de cabezas de ciervos y otras piezas de caza mayor, maquetas de barcos, grandes cuadros, angelotes,… A reseñar la presencia de detalles curiosos como la vidriera del vestíbulo con todos los apellidos de la familia de Emilia Pardo Bazán o el busto de Franco ubicado justo debajo.
En su interior posee, entre otras dependencias, una Capilla con un hermoso retablo barroco dedicado a San Francisco y que fue trasladado aquí desde el Pazo de Santa María de Sada, al sufrir éste un incendio. En esta capilla encontramos cosas curiosas como el sepulcro vacío destinado a acoger los restos de Emilia Pardo Bazán, pero sobre todo dos obras que fueron expoliadas en la Catedral de Santiago y son las esculturas pétreas de Isaac y Abraham, realizadas por el Maestro Mateo para el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. El Ayuntamiento compostelano intentó recuperarlas por vía judicial, pero en febrero de 2019 una jueza falló a favor de los Franco y declaró que los descendientes del dictador como legítimos propietarios. El asunto está recurrido, pendiente de resolución definitiva.
También es posible encontrar interesantes piezas arqueológicas, blasones, escudos, fuentes, cruceros, acumulados fundamentalmente por el general Francisco Franco durante su estancia estival en el mismo. Así se encuentran hasta 37 objetos de gran valor como dos “sillas de canónigo” procedentes de un coro lígneo o varias lápidas funerarias embutidas en el pavimento. También hay una bula del Papa Clemente VIII.
La construcción tiene en total tres bibliotecas: la de Franco en la planta baja, la del despacho del primer piso, y la de Pardo Bazán en la Quimera. Según los datos del inventario, albergan entre 9.000 y 13.000 libros, en la mayoría volúmenes de ediciones de los siglos XIX y XX. Las temáticas son muy variadas y diversas, destacan los técnicos, al mezclar literatura, historia, filosofía, arte y libros de viajes, que a buen seguro conservaba allí la ilustre escritora coruñesa, con textos sobre la historia militar o el “autodenominado Movimiento Nacional”. En la declaración que tramita la Xunta de Galicia para proteger como Bien de Interés Cultural lo que resta del legado de Pardo Bazán, tiene registrados 3.200 volúmenes, entre ellas primeras ediciones de Voltaire.
En la fachada principal se ve el Balcón de las Musas, que servía de inspiración para la obra literaria de Emilia Pardo Bazán cuando estaba en el Pazo.
Durante la Dictadura, la torre y los principales motivos ornamentales del pazo de Bendaña en Dodro fueron trasladados al Pazo de Meirás. A las propiedades iniciales que correspondían al Pazo, se le añadieron algunas cercanas, gracias a un proceso de expropiación forzosa de los terrenos colindantes, llevando así la superficie del edificio y de las tierras que lo rodean a 6,6 hectáreas. Y es que ya en las primeras visitas Carmen Polo pidió que se ampliara la propiedad para que el terreno fuera más rectangular. Así que se expropian terrenos. Los mayores del lugar recordaban cómo se los llevaban en camiones militares para que firmaran que renunciaban al derecho que tenían sobre esas tierras.
Por otro lado, decir que la finca fue ampliada en superficie y tuvo numerosas reformas con dinero público.
Si nos centramos en los objetos que se pueden ver en el exterior, encontramos hasta 81 objetos singulares, entre fuentes bancos, pináculos, bolardos, frisos en bajorrelieve, blasones, labras heráldicas, esculturas, un reloj de sol, tres hórreos, un cruceiro, una réplica del parteluz del Pórtico de la Gloria e incluso cuatro pilas bautismales, alguna del siglo XII, que la esposa del dictador hizo retirar de la iglesia medieval de San Xulían de Moraime en Muxía, para su uso… como macetero.
En medio de la vegetación, a la intemperie, también aparecen colocadas cincos estatuas de piedra seculares representando a Santiago peregrino y los santos Cristóbal, Andrés, Pablo y Francisco. En otra parte de los jardines destaca un conjunto pétreo antiguo compuesto por banco, mesa, muro, dos pináculos y un mural, todos ellos con motivos xacobeos. Hay también múltiples blasones, algunos simplemente tirados entre las hierbas, cuya procedencia se desconoce y habrá que determinar
Pero también h ay cosas singulares que ver en el exterior encontramos varias zonas de interés, como “O Paziño”, una pequeña construcción que fue cada de juegos infantiles para Carmen Franco, dotada incluso con un pequeño hórreo, una cocina bilbaína y agua caliente, algo totalmente inusual en una construcción para este fines en ninguna propiedad por entonces. Una dotación para juegos, con mayores recursos que las cocinas de muchas familias en la Galicia de la década de los años treinta.
También la “Casa de Josefa Portela”, una de las propiedades incorporadas con posterioridad a 1938, vivienda y terrenos también saqueados, expropiando y expulsando de su casa a una mujer viuda con 5 hijos a la que le dieron siete días para abandonar su hogar sin recibir nada a cambio.
Incluso una pista de tenis que mandó construir Franco y que hoy se encuentra en total abandono, afeando el lugar.
En cuanto al contenido de mobiliario y enseres que todavía permanecen en el pazo, el juzgado de Primera Instancia número 1 de A Coruña ordenó la realización de un inventario de los objetos que tiene el Pazo. Se encargó a dos arquitectos, un arqueólogo y una historia del arte. Es una relación de 697 objetos en un inventario de 163 páginas, 1.021 fotografías y 80 archivos de vídeo. Esto sin contar alfombras, tapices, ni lo que pudiese guardarse dentro de armarios y muebles, pues no pudieron abrirse. Del expolio hablan cuestiones como lo que aparece en el informe realizado por Patrimonio Nacional, en el que se afirma haber encontrado en hojas de cortina y en una galería tejidos que “vistieron la sala de recibir de la Reina Victoria Eugenia en el Palacio Real de Madrid”.
Hoy en día el Pazo de Meirás está abierto al público, aunque las visitas requieren inscripción previa, son guiadas y no libres, y solamente se puede acceder al exterior, al vestíbulo principal y a la Capilla.
Documentos de interés
Contrato supuesta venta fraudulenta Meiras:
https://elpais.com/elpais/2019/07/11/album/1562846577_798795.html#foto_gal_12
Inventario bienes Meirás:
https://issuu.com/prisarevistas/docs/4_5940358705773021097
Página web del Pazo de Meirás, por el Concello de Sada
https://pazodemeiras.sada.gal/
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Referencias
Meirás. Un pazo para el Caudillo. De Pérez Lorenzo M.
https://www.huffingtonpost.es/entry/curiosidades-pazo-neiras_es_5f4f6c88c5b6fea87462ae10.html
https://memoriadesada.com/imaxe/torres-de-meiras/
https://pazodemeiras.sada.gal/