La Catedral de Santiago, uno de los tres mayores santuarios de peregrinación de la cristiandad, tiene la huella indisoluble del maestro Mateo, el genial escultor de la Catedral de Santiago.
Sobre la Catedral en sí, poco comentaremos en esta entrada, pues sobre ella ya hemos publicado, hace escasas semanas una dedicada en exclusiva: La Catedral de Santiago. Historia, Fe y Leyenda.
Pero para contextualizar esta publicación, hagamos un …
Rápido repaso a la construcción de la Catedral de Santiago
La catedral románica de Santiago se había iniciado en 1075; su construcción se desarrolló en varias etapas, acorde con el devenir histórico de la diócesis y del reino. Tras construirse la mayor parte de la cabecera en las décadas finales del siglo XI, se concluye en esta época la mayor parte de la girola y de las capillas radiales que rodeaban al edículo sepulcral, y Diego Gelmírez, obispo y señor de Santiago le proporcionó al edificio un impulso decisivo durante el dilatado periodo en el que ostentó la Mitra de Santiago, primero como obispo (1100-1120) y después como arzobispo (1120-1140). Durante la época gelmiriana se concluyó lo que faltaba de la cabecera del edificio, se construyeron los dos brazos del crucero, con sus respectivas capillas, y aproximadamente la mitad del brazo mayor de la cruz basilical. Sus sucesores continuaron los trabajos, aunque de manera mucho menos enérgica. Por una evidente carencia de recursos, o quizá por falta de voluntad política, la obra catedralicia estuvo casi parada durante algún tiempo o, por lo menos, sus trabajos se ralentizaron.
Fue Fernando II, rey de León quien, en el mes de febrero del año 1168, a un joven escultor, el maestro Mateo, le encargó la dirección y supervisión de la edificación de la fachada principal de la basílica de Santiago, así como el resto de las obras pendientes de rematar. Hay que tener presente que si León era la capital política del reino, Compostela era la capital espiritual, meta de una peregrinación internacional que prestigiaba el reino que tuviese en su territorio a un centro religioso y cultural tan importante como la ciudad de Santiago.
Se encarga expresamente la ejecución del Pórtico de la Gloria, ubicado en la fachada occidental de la Catedral. Una inscripción con el año 1188 y su nombre dan fe de su autoría. Esta obra, considerada ejemplo del protogótico, tendría importantes repercusiones en la historia del arte y el desarrollo de la escultura. En este monumental conjunto se alterna la influencia francesa con elementos típicos de la cultura hispánica y gallega.
Este proyecto ha llegado muy alterado a nuestros días, revestido, en ocasiones, de barroco; modificado en su sentido y funcionamiento originales o, en otros casos, destruido y sustituido por nuevas obras. Fundamentalmente, a través de la arqueología, se han recuperado importantes piezas de estas obras mateanas desaparecidas; otras, siguen, todavía, ocultas; también hay algunas que, en determinados momentos, salieron de la catedral y se conservan en diferentes lugares y, por último, varias fueron recolocadas en distintos lugares, en algunos casos, presentando importante peligro de deterioro o pérdida.
Biografía del Maestro Mateo
Hay muy poca información biográfica del maestro Mateo. Se sabe que era gallego, posiblemente con formación inicial compostelana, gran conocedor del arte europeo de la segunda mitad del siglo XII, también en el arte bizantino e italiano. Se cree nació en la década de 1140, y que seguramente habría completado su formación artística trabajando en Francia, lugar donde empezaba a desarrollarse un nuevo estilo, el gótico, protagonista de las catedrales que por entonces se erigían por aquellas tierras.
Los autores del siglo XVIII lo mencionan como arquitecto de Fernando II, que le encargó la terminación de la catedral compostelana en 1168.
Hay dos hipótesis que se han venido planteando acerca de su origen. La primera: que fuese un artista galo afincado en la Península Ibérica, como era frecuente en esa época. La segunda: que fuese oriundo de Compostela y hubiese completado su formación en Francia, quizás en un viaje emprendido con algunos canónigos, siguiendo una tradición instaurada por el arzobispo Gelmírez. En este caso, su amplio conocimiento de este arte abundaría en la idea de una estancia prolongada. Independientemente de su presunto origen galo o hispano, su capacidad para asimilar y sintetizar en un estilo personal todas esas corrientes artísticas es indicativa de su genial personalidad.
En el siglo XIX, Murguía planteó que fuese “gallego y tal vez lucense”, porque en un documento (del año 1155) se cita a un maestre Mateo propietario de unos terrenos en Lugo; además supuso que fuese hijo de Raimundo, maestro de obras de esa catedral. Poco después, López Ferreiro localizó otras menciones a Mateo en documentos compostelanos y cuestionó aquella identificación, que parece referirse a un título literario. Años más tarde, a partir de los documentos lucenses y compostelanos, se quiso reconstruir su genealogía (Filgueira Valverde), pero tales identificaciones no resultaron convincentes.
En todo caso, cabe suponer que debió comenzar su aprendizaje desde lo más básico, esto es en las canteras, para conocer el corte de la piedra, sobre todo si su destino era ser la materia prima para las esculturas. La piedra como elemento vivo tenía vetas más débiles o mudanzas de grano o de color que el cantero debía conocer. Los sillares tenían que colocarse en el muro en el mismo sentido que habían tenido en la cantera, pues, de otro modo, las presiones del muro los desmoronarían.
No se tiene constancia de trabajos anteriores del maestro Mateo, pero sin duda debía contar con un gran prestigio para alcanzar la confianza del rey Fernando II, y hacerle el encargo de las obras para la Catedral de Santiago, con total libertad para el desarrollo de su labor.
El Maestro Mateo y la catedral de Santiago
Respecto a sus atribuciones y funciones, hay que tener presente que en la Edad Media la labor de un maestro de obras era muy amplia, pues abarcaba muchas tareas, todas ellas con consideración de oficio artesano, que no de artista.
Como decíamos anteriormente, la labor del maestro Mateo se concreta en la dirección de los talleres de constructores y artistas que tenían que materializar la obra, supervisando todos los trabajos de arquitectura, escultura y pintura necesarios para la conclusión del frontis principal de la basílica. Mateo sería, por lo tanto, una suerte de Fidias gallego, un arquitecto-gerente más que un simple escultor, imagen tradicional de este artista, sin duda ganada por ser el conjunto escultórico del Pórtico lo más llamativo y popular del cierre occidental compostelano.
Su cargo de diseñador y director le permitió crear un taller unido y vertebrado, profundamente creativo y firmemente asentado en las mejores tradiciones estilísticas y culturales del occidente medieval. Este extenso y completo equipo estaba formado por: técnicos en cálculo, geómetras, canteros, escultores y pintores, un elenco que recogía la tradición local de los talleres catedralicios, aportando lo más granado de las diversas corrientes estilísticas que germinaban por aquellos años en las rutas de peregrinación. La mayoría de integrantes de su equipo serían gallegos, pero seguramente también contó con la presencia de expertos y destacados artistas venidos más allá de nuestras fronteras. Algo que no resultaría extraño en unos tiempos en los que se habían formado diferentes equipos itinerantes de artistas, organizados en gremios, que iban recorriendo territorio europeo, allá dónde existiese trabajo para ellos. Este cosmopolitismo artístico, sumado al talento de Mateo para aglutinar y dirigir a un ecléctico elenco de modos y estilos, incrementó la creatividad del taller, logrando para Compostela una obra original y de gran fuerza, capaz de recapitular el arte cristiano-occidental de su tiempo: el románico de los caminos de peregrinación.
Para lograr el supremo objetivo de concluir la basílica apostólica de Occidente, el maestro Mateo gozó de abundantes medios humanos y técnicos derivados de la rica tradición artística compostelana, procedente en buena medida de los talleres catedralicios, activos desde 1075 y de gran creatividad en los inicios del siglo XII. Algunos de los artífices que dieron vida al Pórtico -posiblemente él también- serían hijos, nietos, bisnietos o tataranietos de los canteros y escultores que trabajaron a las órdenes de los maestros Bernardo el Viejo, Esteban o el maestro de Platerías. Mateo se formó, sin la menor duda, en tan fecunda tradición, aunque supo trascenderla, aportando al rico matraz compostelano las innovaciones y matices que revelan su obra y su legado.
En su calidad de maestro de obras, su trabajo requería que tratase el trabajo con el padre del gremio en cuestión. Recordemos que dentro de un mismo gremio había oficiales y aprendices; los aprendices que ascendían a oficiales después de un tiempo de prueba tenían derecho a utilizar su propia marca “de cantero” en los sillares tallados. Al cabo de la jornada, el maestro del gremio pagaba a tanto el sillar acabado después de comprobar con la escuadra la perfección de su talla.
Otra de sus tareas sería la confección del dibujo de los planos arquitectónicos de la Catedral. Había cartapacios que pasaban casi secretamente de un maestro a otro con los tipos de cortes de piedra y los diseños de nervaturas y bóvedas. A la hora de plasmarlo todo a escala, el maestro Mateo echaría una lechada de yeso en el suelo del taller y, una vez seca, dibujaría sobre ella el plano con un punzón ayudándose de compases, cuerdas de cálculo y reglas. De esa obra a escala se obtendría la forma y el corte de los sillares de factura más compleja, así como arcos, dovelas, nervaduras y otros elementos de la nueva técnica gotizante.
Por otro lado, contamos con sendos testimonios valiosos: un diploma real (1168) y un epígrafe en los dinteles del Pórtico de la Gloria (1188), que identifican a un “magistrum Matheum” y permiten fechar el extraordinario conjunto arquitectónico que éste dirigió en la catedral compostelana. En el documento de 22 de febrero de 1168, Fernando II concedió al maestro Mateo, “que ostenta el lugar principal y el oficio de superintendente de las obras de Santiago, una pensión vitalicia de 2 marcos de plata semanales (100 maravedís anuales)”. Con ello se beneficiaba al Maestro y al taller, que trabajaba a su cargo, para que agilizasen y terminasen la fábrica catedralicia. Ese mismo año, el Monarca otorgó idéntica cantidad a Benito Sánchez, superintendente de obras de la catedral de Ciudad Rodrigo. En todo caso, es seguro que Mateo era ya un artista de reconocido prestigio.
La inscripción de los dinteles de la puerta central del Pórtico de la Gloria conmemora su colocación el 1 de abril de 1188 “por el maestro Mateo, que dirigió la obra desde sus cimientos”. El texto reza así:
“+ AN(N)O: AB INCARNACIONE: D(OMI)NI: Mº C.º LXXX.º VIII.VO: ERA I.ª CC. XXVI.ª: DIE: K(A)L(ENDAS): / APRILIS: SVPER: LIMINARIA: PRINCIPALIUM: PORTALIUM: // ECCLESIE: BEATI: IACOBI: SVNT: COLLOCATA: PER: MAGISTRVM: MATHEVM: / QVI: A: FVNDAMENTIS: IPSORVM: PORTALIUM: GESSIT: MAGISTERIUM”.
El documento real y el epígrafe confirman que las funciones desempeñadas por Mateo fueron propiamente arquitectónicas. En esta época, el arquitecto adquiere una cierta condición de trabajador intelectual.
Mateo realizó su trabajo entre los años 1168 y 1211, levantando los tres tramos finales de las naves mayores de la Catedral de Santiago, así como los seis últimos tramos de las tribunas y creando todo el frontis occidental de la misma: la Cripta, que debía salvar el gran desnivel del terreno que habría entre el piso de las naves y el exterior, y que constituye una prodigiosa infraestructura para el Pórtico de la Gloria, su tribuna, la fachada (hoy desaparecida) y las dos torres que la franqueaban que, en buena medida, todavía siguen en pie. Este conjunto monumental, una suerte de compendio arquitectónico y escultórico del arte occidental del siglo XII, y por fortuna conservado en buena parte, constituye el ejemplo artístico y cultural más importante y significativo de la Europa de los caminos de peregrinación.
Sorprende la gran consideración social del maestro Mateo en abril de 1188, puesto que es únicamente su nombre el que aparece en un epígrafe sobre los dinteles del Maestro Mateo, sin comentario alguno al arzobispo Pedro Suárez de Deza (1173-1206) o al rey Fernando II, verdadero patrocinador de las obras, quien había fallecido en enero de 1188.
«En el año de la Encarnación del Señor, 1188, día de las calendas de abril, los dinteles del pórtico principal de la iglesia del Bienaventurado Santiago fueron colocados por el maestro Mateo, que dirigió este portal desde los cimientos»
A partir de mayo de 1188 Mateo y su taller continuaron el trabajo colocando las esculturas del tímpano y las arquivoltas del tríptico que conforma el Pórtico, levantan las bóvedas nervadas del nártex, concluyen la tribuna, al tiempo que van levantando la fachada animada por amplios vanos y un gran rosetón central, además de las dos torres laterales.
En 1200 Mateo estaría próximo a los sesenta años y es posible que todavía tuviese fuerzas para dirigir las obras del coro pétreo que construyó su taller para los canónigos, situándolo en la nave central de la basílica, compartimentando su espacio y conformando un espacio independiente, aunque con una significación simbólica de carácter apocalíptico que reforzaba el propio mensaje alegórico del Pórtico de la Gloria, en buena medida inspirado por el Apocalipsis de San Juan, hermano de Santiago el Mayor.
En 1211, año de la consagración de la catedral, el maestro Mateo tendría unos setenta años, una edad posible de alcanzar en la época. Su recuerdo continuó vivo en Compostela gracias a la obra que le daría fama imperecedera, pues en el siglo XV todavía había memoria en la ciudad de unas casas que habían sido suyas.
A la sombra del gran maestro se fue formando, desde 1168 hasta algo más allá de 1200, un grupo de artistas que trabajaron durante décadas bajo su dirección. Hay en el Pórtico un estilo naturalista tradicionalmente atribuido a la mano del maestro principal y que se ejemplifica en las imágenes pétreas del profeta Daniel y el Santiago del parteluz; dos piezas que muestran una posible influencia directa del arte francés de vanguardia, sobre todo de la escultura de la fachada de Saint-Denis de París (1140), edificio que pudo recibir la visita del maestro compostelano, puesto que la Iglesia de Santiago mantenía desde fines del siglo XI fuertes relaciones con las iglesias francesas. No sería impensable, por lo tanto, que el joven Mateo, si se tiene en cuenta su posible origen compostelano, formase parte de alguna delegación eclesiástica en viaje a Francia. En este periplo tendría oportunidad de conocer directamente, o a través de dibujos y croquis, el nuevo arte auspiciado por el abad Suger de Saint-Denis.
La tradición francesa en la cultura compostelana fue especialmente fecunda en época de Gelmírez, influencia que sin duda continuaría en el ambiente artístico vivido por Mateo en la Compostela de las décadas de 1150-1160, época en la que germinaría su talento y principiaría su actividad. La apertura de miras de este artista y el mestizaje cultural que promueve, junto con la alta calidad de los escultores y canteros que integran su taller, van a configurar las señas de identidad más características del estilo mateano, en concreto de la personalidad del Pórtico de la Gloria y de todo el arte derivado de él. Por otra parte, la variedad estilística de la obra mateana es buena prueba de la vitalidad cultural de la ciudad de Santiago en el siglo XII, meta de la peregrinación occidental.
Al taller del maestro Mateo cabe también atribuir los yacentes del Panteón Real y la escultura de Santiago del altar mayor de la catedral. Su estilo se difundió ampliamente por Galicia y Castilla. Durante los siglos del gótico y en determinados momentos de vacío artístico se hicieron nuevas reinterpretaciones del arte neomateíno, especialmente en la diócesis compostelana.
Del recuerdo de la figura de Mateo, por la magistral obra que había dirigido en la catedral de Santiago durante muchos años, hay testimonio en el Tumbo de Tenencias (n.º 1) de la catedral, compilado hacia 1325. Allí se mencionan las “casas que foron de Maestre Matheu”, pese a que éstas habían desaparecido en un incendio (1328). Según López Ferreiro, su residencia se alzaba frente al pórtico septentrional de la catedral, en el ángulo que forma el antiguo monasterio de San Martín con el palacio arzobispal.
El Pórtico de la Gloria fue y sigue siendo uno de los monumentos más célebres de la cristiandad medieval. Su contemplación inspiró a otros artistas y literatos a lo largo de los siglos. En el XIX fue consagrado por la Inglaterra victoriana como una obra maestra de la historia del arte universal.
Si deseáis ampliar información sobre el Pórtico de la Gloria, os remitimos a nuestra publicación El Pórtico de la Gloria. Catedral de Santiago,, del pasado 27 de octubre.
Del impacto que el Pórtico de la Gloria ha provocado en cuantos se acercaron a contemplarlo, repoducimos dos rotundos testimonios:
A finales del siglo XV, un peregrino armenio, el obispo Mártir, resumió acertadamente el contenido del Pórtico de la Gloria: “De todo lo que ha sucedido desde Adán y de todo lo que acontecerá hasta el fin de los tiempos”. Allí se representa el Juicio Final y la Gloria, inspirados en las visiones de Mateo (24, 29-31; 25, 31-46) y del Apocalipsis (4-5).
La humanización de los personajes reproducidos en las hermosas esculturas dejan patente su humanización, con variados gestos, anuncia el comienzo de una nueva época. Ese naturalismo de las figuras impresionó a la poetisa Rosalía de Castro, que escribió estos versos: “¿Estarán vivos? ¿Serán de pedra / aqués semblantes tan verdadeiros, / aquelas tunicas maravillosas, / aqueles ollos de vida cheos?”.
¿El maestro Mateo representado en el Pórtico de la Gloria?
Como la mayoría de los lectores sabrán, la tradición ha vinculado al maestro Mateo con la escultura arrodillada en el pilar central del Pórtico de la Gloria que mira al altar mayor. Fue bautizada por la devoción popular como el “Santo dos Croques” por la costumbre de dar con la cabeza en la frente de la imagen para alcanzar su sabiduría. Sin embargo, su identificación con Mateo parece ser una invención del escritor romántico Antonio Neira de Mosquera en el siglo XIX, que trasladó a Compostela una “leyenda atribuida al arquitecto de San Marcos de Venecia” (M. Mateo Sevilla). Una adición, de hacia 1400, al Códice Calixtino reconoce en esta figura a la matrona Compostela (“de muliere nomine Compostela”). Como señala Villaamil y Castro, en el siglo XIX todavía se le llamaba “santa o santiña de la memoria”. Más recientemente se ha querido identificar esta figura arrodillada con el “meus peregrinus” (Núñez Rodríguez). Lo cierto es que poco se sabe de esta escultura y tampoco se ha dado una explicación convincente a la inscripción incompleta que permanece sobre su hombro derecho: “FEC…”.
¿Quién es entonces esta figura que da la espalda al mundo y se encara con el altar mayor?
Algún autor ha sugerido que, dada su vestimenta noble, podría representar a Fernando II, el rey mecenas de Mateo, sepultado en la catedral en 1188, pero es dudoso que el escultor lo representara imberbe y joven. Dejemos, por tanto, que sea la dama Compostela, antes citada, quizá una personificación de la ciudad o del orbe cristiano que venera a Santiago.
Además, y respecto a la presencia del maestro Mateo representado en alguna de las esculturas, una leyenda sostiene que el maestro Mateo se representó en el propio pórtico en la figura del Ángel que porta la columna de la flagelación (la columna como símbolo de la arquitectura), pero que el arzobispo, escandalizado o celoso, le hizo alterar las facciones.
– ¿Cómo te atreves a representarte en la Gloria? -le reprochó.
– Después de hacer esta obra he pensado que Nuestro Señor me recompensará con ella -replicó el artista.
Difusión del estilo del maestro Mateo
El estilo del maestro Mateo experimentó una fuerte difusión por toda Galicia, llegando además allén de las fronteras gallegas, llegando, por ejemplo, a Zamora. Esta difusión fue posible gracias a la labor de sus discípulos y colaboradores. Esta difusión se produjo todavía en vida del maestro y cuando su taller se encontraba en plena actividad, prolongándose hasta mediados del siglo XIII.
Los primeros artistas que salieron de este taller fueron, quizá enviados por el propio Mateo, a proseguir las obras de la catedral de Orense en cuyas portadas del crucero y en los capiteles de éste es inequívoca su intervención. Gracias a ellos pudo consagrarse su altar mayor en fecha tan significativa para el arte mateano como 1188. Aquí se originó un activo obrador que supo aglutinar fórmulas del arte cisterciense de Oseira e incluso de San Vicente de Ávila, lo que, según el profesor Pita, convirtió a Orense “en una gran encrucijada del arte protogótico”. Todavía a mediados del siglo XIII este taller debía de seguir fuertemente influenciado por Santiago al realizar el Pórtico del Paraíso, inspirado en el de la Gloria, pero en cuya ejecución aparecen artistas de filiación burgalesa, como ha señalado Moralejo. De un taller tan importante como éste salieron maestros que difundieron por su diócesis soluciones, y sobre todo recetas ornamentales de tradición mateana. Los ejemplos son muchos, entre ellos Santa María de Vilanova y Santiago de Allariz, San Juan y Santiago de Ribadavia, San Pedro de la Mezquita, El Monasterio de Cristina de Ribas de Sil… Quizá a través de estas tierras, maestros mateanos llegaron a Benavente: San Juan del Mercado y Santa María del Azogue, y hasta la propia Zamora en donde ciertos elementos de algunas de sus iglesias tienen un regusto mateano, influjo que es innegable en el sepulcro de la Magdalena. Todavía más al sur podrían encontrarse ecos de este estilo.
También de Santiago salieron los artífices del Monasterio de Carboeiro, en tierras del Deza, único templo que en Galicia levanta su cabecera sobre una cripta de filiación borgoñona y desarrolla una curiosa girola. Su autor debía de ser un aventajado discípulo de Mateo, y sus profundos conocimientos arquitectónicos así lo señalan. Del maestro debió de aprender también su flexibilidad ante la formación y maneras de hacer de las gentes de su taller, lo que explica las diferentes orientaciones de ciertos capiteles y las columnas que no llegan al suelo en las naves. También en esta obra se ve cómo la labra de motivos típicos mateanos, pierden calidad en manos de colaboradores. La comparación de la maltrecha portada sur y la principal es significativa.
Portomarín también reclamó a artistas del taller de Mateo para levantar su espléndida iglesia de San Juan, en la que se consigue una simbiosis entre templo y fortaleza en la que sobresale su imponente volumen y la exquisitez de las portadas. Este obradoiro, que admite fórmulas no mateanas, irradiará su estilo a artistas que trabajan en las orillas del río Miño, y a través de él debieron de encontrarse con otros salidos de Orense. Así se explican construcciones tan singulares como San Esteban de Ribas de Miño, cuya fachada se monta sobre una cripta, y en el interior del ábside se realizaron nichos en el espesor del muro.
La catedral de Santiago tampoco se sustrajo a la actividad de los colaboradores de Mateo. A ellos se deben obras como la portada de la Corticela, con su epifanía basada en la del trascoro, aunque con variaciones en los caballos. También se les deben las estatuas yacentes del panteón real, que representan al difunto como un durmiente, fórmula que alcanzó cierta pervivencia. La mejor y quizá la más antigua es la de Alfonso IX, fechada por el profesor Moralejo hacia 1211, por lo que estima que pertenece a Fernando II. Le sigue la del conde don Ramón de Borgoña, que podría corresponder a Fernando, hijo de Alfonso IX muerto en 1214.
Como resultado de su estilo y técnicas, algunas de las formas e iconografías que perduraron en el arte medieval gallego tras el trabajo del taller del Maestro Mateo en Santiago de Compostela son:
- Naturalismo en los cuerpos humanos y de animales
- Gestos y emociones, posturas de giro de cabeza y piernas
- Personajes cuyos cabellos tienen rizos acaracolados
- 24 ancianos del Apocalipsis con instrumentos, redomas y mirándose entre sí (conversando)
- Mochetas de tímpanos con ángeles mostrando libro o filacteria y girando la cabeza
- Arpías
- Flores de aro
Mateo, cuya importancia le otorga categoría de “maestro” más que de “artista”, se presenta como un escultor, un arquitecto, un pintor, un intelectual, un escenógrafo y, sobre todo, un director de escena que hizo del pórtico de la catedral un gran cabaret, en el que se cuenta la historia de Jesucristo y de Santiago. Luces, colores, actores y naturalidad… Mateo acababa de inventar el musical más espectacular del Románico.
“El estilo del Maestro Mateo es una especie de barroquismo escultórico medieval”, señala el profesor Alfredo Vigo. “Centrado en dar aspecto realista a los rostros y gestos que acentúan la dramaturgia de cada figura, como esas enormes barbas”. Las edades de los personajes se manifiestan por la longitud de las barbas: los patriarcas, más largas, los profetas y apóstoles más cortas. Las de estos dos tienen más peluquería, la de los patriarcas (Abraham e Isaac) son salvajes. Visten ropas que se abultan y se mueven, que se hinchan y bailan. Parecen moverse. La policromía ayuda. El impacto en el ciudadano medieval debía ser increíble. “Debió ser una representación teatral, como un drama sagrado, la visión de la gloria de Jesucristo. Espectacular”, comenta Vigo.
Por último señalar una noticia de última hora, y es que en los trabajos de rehabilitación de la Catedral de Santiago habían sido halladas distintas piezas pertenecientes al proyecto del Maestro Mateo en la catedral tales cómo relieves de torres, arcadas y plafones del coro pétreo y también un nuevo conjunto escultórico de época medieval, absolutamente inédito, en el que se desarrolla, en sucesivos relieves que aún conservan restos de policromía, el relato de la Matanza de los Inocentes. Asimismo, se recuperaron importantes piezas y restos arqueológicos reutilizados, como materiales constructivos y de relleno, en las diversas reformas que llevaron a cabo en estos espacios.
Fue durante los trabajos llevados a cabo entre 2017 y 2021 en el programa de restauración en la monumental escalinata barroca de acceso a la portada occidental de la catedral y en la llamada Cripta del Pórtico de la Gloria o “Catedral vieja”, situada en los cimientos del propio Pórtico cuando se descubrieron estas nuevas piezas que “eran usadas como escombro, allí tiradas”. El alzamiento y relevo del pavimento permitió este hallazgo, que ya venía precedido de otros descubrimientos anteriores que animaron a llevar a cabo un levantamiento con fines arqueológicos de ese pavimento, a pesar de que el resultado final fue inesperado ante la importancia de las piezas reveladas. Según Javier Alonso de la Peña, arquitecto encargado del proyecto del templo, su colocación donde fueron encontradas corresponde al siglo XVII, momento que coincide con la retirada del coro pétreo en la Catedral.
Ahora mismo se encuentran expuestas en las instalaciones del Palacio de Gelmírez.
Estas piezas pueden observarse en la visita a la exposición “Descubrindo a Catedral. Novos achados arqueolóxicos 2017-2021″.
Sin duda, el maestro Mateo ocupa un primordial lugar en la historia del arte y su genialidad es intemporal.
Lectura recomendada
Referencias
El maestro Mateo y el Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago. De Yzquierdo Perrín, R.
Cuadernos de Arte Español. El Maestro Mateo. De Yzquierdo, R.
Maestro Mateo. De Castiñeiras González, M y otros
La iglesia del Paráiso: el Pórtico de la Gloria como puerta del cielo. De Castiñeiras González, M.