Seguramente muchos ya lo conoceréis, pero permitidme que hoy os hable y recomiende el Castro de Viladonga, un yacimiento de época tardorromana, entre los siglos II y I d.C.
Este Castro se encuentra en el Noroeste de la Terra Chá lucense, concretamente en el municipio de Castro de Rei, y es uno de los mejores conjuntos arqueológicos y museísticos que tenemos en Galicia.
Empezaré por contextualizar el Castro. Entre los siglos VII y I antes de la Era cristiana, es decir, durante la Edad del Hierro pero con cierta continuidad en época romana, se desenvolvió en el Noroeste de la Península Ibérica la cultura llamada de los castros o castreña, caracterizada, entre otras cosas, por este tipo de poblados localizados en general en sitios prominentes y con sistemas defensivos diversos según su situación. La población de los castros la constituye sobre todo una base de gentes indígenas del Noreste, a la que se unen una serie de influencias, procedentes de la fachada atlántica y de Centroeuropa, en especial (aunque no únicamente) de filiación céltica. Esta conjunción entre lo autóctono y lo foráneo, junto con algunas aportaciones de origen mediterránea, es lo que da lugar a la Cultura Castreña de Galicia, de carácter y evolución muy singular.
Aquella población vivía de la agricultura y del pastoreo (y del marisqueo y la pesca en las zonas costeras), conocía la metalurgia del bronce y del hierro y dominaba también las técnicas de la orfebrería del oro, se estructuraba en una sociedad basada en familias agrupadas en unidades más amplias ligadas al castro o castellum, y debió de tener una vida espiritual e ideológica muy activa. De todo esto quedaron abundantes restos materiales en todo el Noroeste, además de las informaciones de los escritores romanos coetáneos y posteriores (que hay que interpretar en su justa medida).
El yacimiento de Viladonga es claramente un castro característico del tipo del noroeste. Tiene estructura de poblado circular. Consta de varios recintos de murallas y fosos, dos antecastros o aterrazamientos y una amplia croa o corona central (a veces también denominada acrópolis interior), lugar en el que se encuentran la mayoría de las construcciones descubiertas hasta ahora: viviendas, corrales y almacenes, algún edificio de uso social o comunal etc., agrupadas todas ellas formando conjuntos o “barrios” que se articulan en torno a dos calles principales y un camino o ronda paralelo a la muralla principal. La muralla en realidad está compuesta de varias, con sus fosos correspondientes.
Las construcciones forman algunas veces conjuntos o unidades complejas (incluso con un patio interior); otras componen grupos de dos o tres viviendas, junto con una o con varias dependencias anejas a modo de alpendres o almacenes, áreas para trabajos domésticos y artesanales, cuadras o patios para animales, etc. En otras ocasiones se trata de construcciones completas pero aisladas, usadas como vivienda o como lugar de uso comunal o social. También hay restos de otras construcciones incompletas o de muros sueltos. Asimismo, se pueden ver otros elementos como hogares, pilas o surcos hechos en la roca natural, agujeros para hincar postes, etc. En el antecastro situado a la izquierda del camino de entrada a la acrópolis puede verse la boca de una cueva o galería excavada en la roca, posiblemente de prospección minera o acuífera.
Los trabajos arqueológicos no comenzaron hasta 1971, promovidos por Ramón Falcón y dirigidos por Manuel Chamoso Lamas. Esta primera fase de excavaciones llegaría hasta 1978. Entre 1978 y 1982 se produjo un intervalo en los trabajos en el Castro, hasta que en esta última fecha, ahora bajo la dirección del gran Felipe Arias Vilas, se iniciaba la segunda fase de excavaciones, que todavía perdura pues el yacimiento no está, ni mucho menos, agotado ni se puede dar por concluido el estudio e interpretación de sus estructuras y materiales. En esta segunda etapa, la atención a los trabajos en el Castro se conjuga con la potenciación de las actividades de su Museo monográfico.
Es importante destacar que el mundo de los castros no desaparece por completo después de la conquista romana del N.O. por Augusto, si bien sí acabaría provocando el final de la Cultura Castreña propiamente dicha. Es decir, muchos castros efectivamente se abandonan y sus gentes van a ocupar los valles y las zonas más llanas y abiertas, así como las ciudades y otros asentamientos de nueva planta, pero otros poblados castreños pervivieron durante la época romana, en ocasiones hasta tiempos tan tardíos como los siglos IV y V d.C., conservando características propias al tiempo que iban asimilando influencias foráneas, de carácter material y también ideológico. La amalgama de elementos castreños y de aportaciones romanas es lo que llamamos Cultura Galaico-romana, a la que pertenecen diversos tipos de yacimientos arqueológicos, y entre ellos castros como el de Viladonga.
Merced a la excavaciones se encontraron un gran número de joyas y utensilios: collares y anillos de oro, azabache, hierro y bronce, torques y anillos de oro, cuentas de collar y otros adornos diversos, así como diversas muestras de apliques, broches, fíbulas y otros arreos de caballería, compases y balanzas, herramientas y armas de piedra, hierro y bronce, dos tableros de juego en pizarra y una gran cantidad de cerámica, así como innumerables elementos constructivos y abundantísimos molinos manuales, sobre todo de tipo circular.
Si os animáis a visitarlo, el Castro se visita e poco más de media hora, encontrando un magnífico complemento en el Museo del Castro, situado a los pies de la muralla. Las instalaciones del museo albergan con detalle lo que has visitado en el Castro, tanto objetos hallados por los arqueólogos como explicaciones para entender mejor la vida durante ese periodo de tiempo. Todo el conjunto realiza una interesante función didáctica para los visitantes y los escolares que acuden a ver este bonito e interesante lugar. Las salas del Museo también tienen maquetas del poblado, para poder entender mejor la historia y evolución del Castro de Viladonga.
Y si os desplazáis con familia y os apetece, podéis complementar el viaje con otras actividades para toda la familia. Hablamos del parque Marcelle Naturaleza, un pequeño recinto donde los animales se encuentran en régimen de semilibertad. Acercarse para conocer el nacimiento del Miño, que según dicen tiene dos orígenes: Fonmiñá y O Pedregal de Irima, éste lugar en concreto es en realidad una morrena glaciar en el que el que estas palabras escribe estas descendió, para regocijo de sus acompañantes, y de manera accidental, cual pasajero en trineo, pero sin más trineo que sus propios pantalones. Por si fuera poco, una ciudad tan espectacular como Lugo, y que tantas opciones y actividades tanto naturales, culturales, como lúdicas nos ofrece, se encuentra apenas a 23 kilómetros.
Un saludo. Hasta la próxima.
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