Una de mis pasiones es la lectura de novela de intriga, policiaca o histórica.
Otra de mis pasiones es visitar los monasterios de mi amada tierra gallega. Esos monasterios medievales de corte románico, rodeados de hermosos bosques escondidos por la niebla e impregnados de humedad, donde las piedras te susurran su historia.
La última novela de la viguesa María Oruña El bosque de los cuatro vientos combina la intriga, la leyenda, la historia y el telón del monasterio de San Estevo de Ribas de Sil. Siendo así, no me podía resistir a leer esta novela de, por otro lado, una autora a la que he seguido en todas sus obras con admiración por su destreza en la escritura.
Pero lo que yo creía ficción, ha resultado que es una realidad afianzada por un gran descubrimiento en estos últimos días.
Pero… adentrémonos en Santo Estevo de Ribas de Sil antes de dar paso a la historia que nos ocupa.
El monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil se encuentra en el municipio ourensano de Nogueira de Ramuín, en la orilla meridional del río Sil. Forma parte de la Ribeira Sacra, llamada así desde la Edad Media por albergar la mayor concentración de iglesias y monasterios románicos de toda Galicia. Esta zona se ubica en el interior de Galicia, entre las provincias de Ourense y Lugo, y es famosa por sus vinos, caldos derivados de sus vides centenarias que forman parte de su paisaje y que son “bañadas por el sol y besadas por el río”.
El origen de Santo Estevo es desconocido, aunque existe alguna que otra teoría. El primer documento que menciona este monasterio es del año 921. Desde el siglo X acogió a la orden benedictina bajo el mandato del ora et labora (reza y trabaja).
Se ignora el motivo por el que entre los siglos X y XII se convirtió en un retiro para los obispos que decidieron pasara allí sus últimos días. Fueron nueve los obispos, que fallecieron en el monasterio y alcanzaron la santidad. Su estancia ha quedado reflejada en la iconografía del monasterio. Así en su entrada principal encontramos un escudo heráldico con las nueve mitras.
En el siglo XV se da paso a la remodelación y ampliación del edificio que continuó en los siglos XVII Y XVIII. Este es el motivo de un originario edificio románico, con elementos góticos, renacentistas y barrocos, perfectamente diferenciados.
Como todos los edificios monásticos, Santo Estevo no se libró de las desamortizaciones históricas, en las que fueron expropiados los bienes de la iglesia para su venta en subasta pública. El edificio pasó a ser propiedad del Estado y fue abandonado a su suerte. La aprobación de la Ley de Patrimonio Histórico de 1985 amparó su declaración de Bien de Interés Cultural y dio lugar a algunos proyectos de restauración que no llegaron a materializarse, hasta que en el año 2004 finalmente se convirtió en Parador de turismo lo que ha evitado el deterioro del edificio.
Una pequeña pincelada de Arte:
El monasterio de Santo Estevo, presenta una planta cuadrada en su conjunto, con tres claustros: el de los caballeros, el más grande, el claustro do Viveiro o claustro pequeño y el de los obispos, el más antiguo. Este último posiblemente uno de los pocos claustros románicos de toda Galicia, aunque con galería gótico-renacentista en su piso superior del siglo XVI.
Los monasterios benedictinos articulan sus dependencias en torno al claustro siguiendo el modelo de Cluny. En Santo Estevo, debido a su orografía de su terreno el claustro de los obispos fue situado en el costado norte comunicado con la iglesia.
El claustro de los obispos es el más antiguo del conjunto arquitectónico y se denomina así porque fue el que acogió los restos de los nueve prelados. Su construcción es de inicios del siglo XIII, aunque el piso superior se corresponde con el siglo XVI. Posiblemente las tumbas de los prelados se situaban en el lado sur entre los contrafuertes del muro, pero no se han conservado ya que en el siglo XV sus restos son trasladados al altar mayor de la iglesia acorde con el reconocimiento de su santidad.
El claustro grande o claustro dos cabaleiros, se construyó entre los siglos XVI y XVII. Consta de una planta rectangular y tres alturas de sobria decoración de estilo renacentista. A raíz de la restauración emprendida en el edificio, la parte norte se cubrió totalmente con un panel de cristal, no exento de polémica en su día. Podríamos decir que la restauración de este edificio en los años 80 marcó un antes y un después en la rehabilitación de estos edificios.
El claustro pequeño o claustro do viveiro, también de estilo renacentista, es de planta cuadrada y consta de 2 alturas.
La iglesia conserva una inscripción en el fuste de una columna donde se indica la fecha de construcción (1183) aunque el proyecto fue interrumpido y retomado en el siglo XV, lo que explica el su mezcla de estilos (románico en su distribución, gótico en sus arcos apuntados y su cubierta).
Construcción pétrea de sillares graníticos con contrafuertes en los muros laterales para contrarrestar el empuje de la bóveda de crucería añadida en el siglo XVI.
Como curiosidad, la cabecera dispone de absidiolos laterales más altos que el central, algo no habitual. Destacan también el conjunto de esculturas en los capiteles, ménsulas y metopas.
En el interior, el tramo de la nave más cercano al ábside es de época románica, mientras que los tres tramos de los pies son del XVI.
El gran retablo del altar mayor se atribuye al escultor Juan de Angés el Mozo, datado en el siglo XVI La figura de Santa Catalina, situada en el tercer cuerpo, es uno de los arquetipos de la escultura manierista gallega.
Destaca también el retablo de piedra que podemos contemplar en el interior. Se trata de los restos de un frontal o tímpano en el que se representa, en una de las caras, a los 12 apóstoles con Jesucristo en el centro con una corona y una cruz procesional. El apóstol Santiago aparece con cuatro vieiras, como símbolo de peregrinación a Santiago de Compostela. En la otra cara se representan arcos de medio punto apoyados sobre columnas con la figura de Cristo en el centro.
Una leyenda hecha realidad
El poder económico y la fama que alcanzó el monasterio de Santo Estevo se debió, fundamentalmente, al haber sido este el lugar elegido por nueve obispos que, a lo largo del siglo X para su retiro y terminar allí sus vidas. Esta historia, mencionada en un texto del siglo XI, fue confirmada por otro texto del siglo XVI que identifica a estos prelados y sus diócesis de procedencia: Ansurio y Vimarasio, de Orense; Gonzalo Osorio y Froalengo, de Coimbra; Servando, Viliulfo y Pelayo, de Iria; Alfonso, de Astorga y Orense; y Pedro, del que no se conoce su diócesis. Señala el texto que estos obispos fueron enterrados en el claustro que hoy lleva su nombre y, posteriormente, trasladados sus restos al altar mayor de la iglesia, donde se conservan en sendas urnas en ambos lados del altar. La de la derecha con los restos de 4 prelados y la de la izquierda con los restos de 5 prelados.
Forma parte de la leyenda que los anillos de estos obispos, elevados a la categoría de santidades, fueron guardados en una arqueta de plata y venerados como reliquias.
Esta es la historia que se relata en la novela de “El bosque de los cuatro vientos”, de María Oruña, donde un “investigador de objetos de arte desaparecidos” se obsesiona con la búsqueda de estos nueve anillos a lo largo de su estancia en el monasterio. En este tiempo intenta averiguar que fue de los anillos a los que se les ha atribuido un poder sanador a lo largo de los tiempos, llevándose a las casas de las mujeres de la zona que iban a dar a luz para salvaguardar el parto.
La narración se desarrolla a dos voces en dos planos temporales, en el presente y en la década de 1830, a través de otra protagonista, Marina, enlazando así dos historias separadas y unidas en el tiempo, una que conmueve y otra que intriga, para acabar en un final inesperado donde todo un pueblo es partícipe de un gran secreto.
Pero lo curioso y sorprendente de la historia, es que tres meses después de haberse publicado esta novela, se produjo el hallazgo. Mientras se realizaban unos trabajos de restauración en el retablo relicario izquierdo del altar mayor de la iglesia del monasterio, Vania López, la restauradora del proyecto en la que se basó María Oruña para crear el personaje de Amelia en la novela, encontró una bolsita de seda con bordado en hilo de oro que contenía 4 de los nueve anillos de los obispos.
Acompañando a los anillos se encontró un papel y un pergamino datado en 1785. En el pergamino se señala estos cuatro anillos son de los que quedaron de los nueve Santos Obispos. Son los que han quedado. (sic) Los demás desaparecieron. Por ellos se pasa agua para los enfermos y, … dicen, sanan muchos.
Se trata de anillos episcopales, de factura sencilla, de plata fundida con otro metal.
La escritora, según sus declaraciones, siempre creyó en la existencia de los anillos porque tenía documentado todo el proceso de la historia de la iglesia y de los obispos. Con ello, la escritora gallega da por cerrado el círculo de una historia “que estaba dormida”, fruto de una laboriosa investigación que incluyó visitas, llamadas puerta a puerta y conversaciones con los vecinos y el Obispado.
Pero el misterio continúa. Una vez confirmada la realidad de lo que se consideraba leyenda, ¿dónde están los otros 5 anillos? ¿qué esconde este maravilloso monasterio gallego?
Nuestra Recomendación:
Bibliografía:
- Arteguias.com
- San Esteban de Ribas de Sil en el origen de la restauración actual en Galicia Polémica y Restauración por Concha Fontenla
- 20 minutos (02.12.2020)
- La región (020.12.2020)
- EFE (03.12.2020)
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