Cualquier interesado puede observar las numerosas representaciones de la Adoración de los Reyes Magos que, especialmente en templos pertenecientes al románico, encontramos de manera habitual. Un hecho que, como es lógico, tiene su explicación.
La Epifanía, o Adoración de los Reyes Magos, aparece descrita en un pasaje del Evangelio de San Mateo (2, 1-12), sin embargo, no aparecen en el relato de la infancia de Jesucristo que está en el Evangelio de Lucas.
Desde la época de los primeros cristianos, siempre se consideró de suma importancia el culto a los Reyes Magos. La inclusión del ciclo de los Reyes Magos en las representaciones artísticas se convirtió en habitual por el mensaje que transmitía, tanto en su lectura iconográfica, como, conforme pasaba el tiempo, en mayor medida en su lectura simbólica.
La Epifanía narra cómo unos Magos de Oriente se ponen en camino desde tierras lejanas para encontrar al Rey de los judíos, cuyo nacimiento les había sido revelado por una estrella.
Para la Iglesia Católica, la fiesta de la Epifanía del Señor, que se celebra el 6 de enero, se relaciona con el momento en que Jesús fue dado a conocer a los Reyes Magos.
Uno de los episodios que mayor fortuna ha tenido en la historia del arte ha sido el de la Adoración de los Magos, circunstancia a priori paradójica si consideramos los escasos datos que proporciona el relato de San Mateo, único de los cuatro evangelistas que recoge el extraordinario suceso.
Epifanía es una palabra griega (epiphaneia) que significa mostrarse o aparecer. O sea, “hacer luz sobre algo”. Pero la epifanía es también un acontecimiento religioso.
La Adoración de los Magos es un episodio más, y muy secundario, dentro de lo que podría ser una serie narrativa alrededor del tema del nacimiento e infancia de Jesús. Sin embargo es una de las primeras imágenes que la cristiandad primitiva puso en circulación, convirtiéndose en vehículo de una conceptualización teológica fundamental.
El esquema formal de la Adoración de los Magos ha sido relacionada por diversos autores con diversos relieves de la Roma Imperial, sirva de ejemplo la escena de la escena del “Legado de los sármatas ante Marco Aurelio, presentando ofrendas con manos veladas”, de la Columna de Marco Aurelio.
Por otro lado, la civilización medieval ha sido definida en varias ocasiones como la civilización de los gestos. Es necesario tener en cuenta que en la sociedad medieval la comunicación se producía principalmente de manera oral, especialmente hasta el siglo XIII. La comunicación escrita había sido reducida a un tanto por ciento muy pequeño de la población, eminentemente a personajes procedentes del mundo eclesiástico y en menor medida de las clases altas. Por tanto, el lenguaje oral y, junto con él, los gestos, tuvieron una gran importancia como medios de transmisión y comunicación. Contratos, rituales de vasallaje, sermones y prácticamente todos aquellos actos importantes de la civilización medieval eran acompañados de gestos.
La escultura románica, al igual que sucede a la pintura, estaba ligada íntimamente a la Iglesia. Su función no era decorativa, sino que debía instruir y excitar la piedad de los fieles recurriendo a sus sentimientos y temores, impresionándoles fuertemente.
Desde el punto de vista político, la adoración y presentación de dones, es una continuidad de la refrendación de la conducta que los romanos imponían a los pueblos vencidos bajo la forma de “procesión tributaria”. Así que la Adoración de los Magos, va a dejar de ser un aspecto secundario, infantil y casi anecdótico dentro de la serie narrativa del nacimiento de Jesús, para convertirse en una de las primeras imágenes que la cristiandad primitiva pone en circulación y que, a través del Arte románico. Esta representación acabará convertida en vehículo de una conceptualización teológica fundamental pues la inclusión de su iconografía acabaría por significar, no solo la evocación de un suceso en la vida de Jesús y la trascendencia del reconocimiento de su divinidad por parte del resto de los pueblos extraños al judío, sino que resultaría particularmente apta para ser usufructuada como espacio para la exaltación del poder temporal, generosidad de los donantes y reafirmaciones dogmáticas.
El Neoplatonismo defendido por San Agustín generó durante gran parte de la Edad Media la certeza de que el mundo natural es sólo una apariencia intermedia tras la que se oculta la verdadera realidad transcendente de Dios. En este contexto, el arte debe rechazar la representación de la Naturaleza tal como se percibe por los sentidos y se exige extraer las verdades ocultas y el orden lógico que se esconden tras las formas físicas.
De esta manera, las formas que adopta el románico se basan en una idea del arte desarrollado por y para la inteligencia humana, no para sus sentidos. No pretende, como otros estilos anteriores y posteriores, copiar fielmente la naturaleza circundante, sino conceptuar la belleza de una manera abstracta y racional.
El culto a los Reyes Magos, aunque nunca fueron incluidos en el santoral, fue muy importante desde los primeros cristianos, similar al de los santos, con sus nombres admitidos por la Iglesia como nombres de pila, convertidos en patronos de varias ciudades, invocados por los peregrinos, con sus iniciales inscritas en las casas y en las campanas de las iglesias para mantener alejadas las tormentas, conjurados para proteger a animales y personas de demonios y fantasmas y para evitar maleficios, incendios e inundaciones.
En la Edad Media la Epifanía no sólo se representó como tema aislado, sino también como ciclo. De hecho, a partir de los apócrifos se creó una leyenda en torno a los Reyes Magos configurando una serie de escenas que junto a la adoración formaban su historia: la aparición de la estrella a los reyes, la cabalgata y su encuentro, la visita a Herodes, la advertencia en sueños por el ángel y el regreso de los reyes a sus tierras.
El ciclo completo de los Reyes Magos está formado por:
- “El anuncio a los Magos”. Momento en el que los Magos ven la estrella e interpretan que ha pasado algo importante. Habitualmente se representan subidos en una montaña. La estrella puede tener una cabecita de ángel o éste puede estar al lado, guiándoles. También puede aparecer el Niño Jesús anunciándoles su propio nacimiento. En las representaciones más antiguas es más habitual que los Magos vayan a caballo porque en Europa no se conocían los camellos. Los caballos aluden a su condición de peregrinos.
- La escena del “Encuentro de los Magos con Herodes”. En el Evangelio de San Mateo también se dice que mientras los Magos estaban de viaje, Herodes el Grande fue informado por sus astrólogos, que habían interpretado las señales del cielo, del nacimiento del Rey de Reyes, y que como el monarca creyó que iba a destronarle decidió matar al niño. Así, cuando se enteró de que los Magos iban a visitarle les convocó en su palacio y les pidió que cuando supieran dónde había tenido lugar el nacimiento le informaran de ello para que también él pudiera ir a adorarle.
- “La Adoración de los Magos a Jesús, o Epifanía”. Es la más importante del ciclo por ser una de las cuatro Teofanías o manifestaciones de Cristo como hijo de Dios eligiendo a unos gentiles para indicar la universalidad de su mensaje.
La actitud normal del Niño es la de bendecir sentado en el regazo de la Virgen, a menudo entronizada, aunque en obras a partir del siglo XIV puede mostrar una actitud más infantil con sentido narrativo. Los Reyes adoran al Niño. En el ámbito bizantino el primer Rey suele hacer una prosquinesis poniéndose de rodillas o tumbándose en el suelo, reverencia oriental que aún se conserva en la oración musulmana. En occidente esta postura no tuvo éxito y se hace una genuflexión, con una rodilla en tierra, postura tomada de la posición de respeto de los vasallos a sus señores. Pero la representación va evolucionando y la visita termina coincidiendo con el propio nacimiento, aunque al Niño se le sigue representando más crecido. San José aparece en un papel secundario, puede estar de pie o sentado apoyándose en su bastón. Su alejamiento de la Virgen y el Niño, incluso dándoles la espalda, simboliza que él no es el verdadero padre.
- En la cuarta escena, se “les aparece una advertencia del ángel a los Reyes, anunciándoles las intenciones de Herodes”. Una vez que han adorado al niño emprenden el camino de vuelta y cuando están durmiendo se les aparece un ángel que les anuncia las intenciones de Herodes. En el Sueño de los Reyes éstos siempre aparecen acostados en la misma cama y con la corona puesta.
- El ciclo, a veces, puede completarse con “La Furia de Herodes” y con “Los Magos volviendo a Oriente en barco”.
Superados los recelos que, contra las imágenes, y especialmente contra su culto, se había mantenido con anterioridad, en el siglo XI se fue buscando y finalmente se logró una síntesis en la que el icono, en todas sus dimensiones de materia y forma, de contenido y de marco espacial, quedó perfectamente integrado. Fue una síntesis entre su carácter esencial de imagen sagrada y su función de decoración arquitectónica. Los creadores de la imaginería románica se inspiraron en fuentes diversas. Desde luego, en la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento; en los relatos evangélicos, tanto canónicos como apócrifos.
No se puede hablar de la iconografía románica sin referirse a la mentalidad simbolizadora que penetraba el pensamiento y el quehacer de los líderes de aquella época y del pueblo cristiano en general. Para ser exactos deberíamos distinguir entre lo que es un código de signos propios del hombre románico y un universo de símbolos en el que vivía inmerso. Todo un mundo moral y espiritual se expresaba mediante un código convencional de posiciones y gestos del cuerpo humano y de cada uno de sus miembros.
Pero, además de esa semiótica específica, existía un universo de símbolos con los que construía su lenguaje la sociedad cristiana de aquel tiempo. Comenzando por los simples signos y esquemas geométricos -el círculo, el triángulo, la cruz, etc.- y siguiendo por los seres de la naturaleza o de la historia, todo para el hombre románico irradiaba significaciones que hoy escapan a nuestra experiencia perceptiva.
Desde la época de los primeros cristianos, siempre se consideró de suma importancia el culto a los Reyes Magos. De ahí, la inclusión del ciclo de los Reyes Magos en las representaciones artísticas se convirtió en habitual. En un primer momento, la representación iconográfica de la Adoración de los Reyes Magos presenta como único motivo de preocupación compositiva la solución desequilibrada del número de personajes, una vez resuelto este tema, mediante la ubicación de la Virgen y el Niño con San José en uno de los extremos, el mensaje recupera el equilibrio estético sin afectar a la disposición procesional continua de los Reyes que se acercan para el ofrecimiento de dones.
La forma más habitual de representar la Epifanía en el arte medieval es: la Virgen sedente muestra al Niño en su regazo a los Reyes Magos. A menudo uno de ellos ya se postra ante el Niño mientras los otros esperan con sus presentes. Además de las figuras, también forma parte de la escena la estrella que los sirvió de guía, la cual puede disponerse sobre el Niño y en ocasiones es señalada por uno de los Magos, mostrándosela a otro con el que establece de este modo comunicación. El Niño generalmente bendice a los regios visitantes, aunque en obras tardías, a partir del siglo XIV, puede adoptar una actitud más infantil que aporta un sentido más narrativo.
La escena transcurre en la gruta de Belén, aunque las fuentes evangélicas no precisan claramente el lugar ni el tiempo en que sucedió. En las obras más antiguas los Magos visten a la moda oriental con túnica corta, pantalones denominados shawar ajustados a las piernas y tocados con el gorro frigio o pileus por considerarse que eran magos oriundos de Persia. Al adquirir su consideración de Magos un matiz peyorativo, se los transformó en Reyes, vistiéndose como tales, según la moda de la época, y tocándose con corona que puede cambiarse por un lujoso tocado en las obras clasificadas en fechas más tardías. A este respecto hay que hacer notar que en los últimos siglos de la Edad Media la escena adquiere un carácter cortesano y su indumentaria se hace más extravagante y sofisticada. Como representantes de las distintas razas y del tributo que le rinde al Niño toda la humanidad, se los vinculó con los descendientes de los hijos de Noé: Sem habría partido a Asia, Cam a África y Jafet a Europa. El Rey que venía de Asia era el de más edad, el maduro era el procedente de Europa y el más joven el originario de África. Los presentes que ofrecen los Reyes al Niño son, como se narra en el Evangelio Armenio de la Infancia, oro, por su condición de Rey; incienso, por su condición divina, y mirra, por su condición humana. Estos presentes le son ofrecidos al Niño con las manos veladas en señal de respeto en las obras más tempranas, y posteriormente en cofres y recipientes de gran lujo adaptados a la moda del momento.
En el siglo XIV hace su aparición la figura del Rey negro, el venido de África, Baltasar, reforzando el mensaje de la universalidad de la salvación. La justificación de esta nueva manifestación, en la iconografía cristiana, y del porqué no se había representado anteriormente, se remontó al Antiguo Testamento cuando uno de los hijos de Noé, Cam, se burló de su padre que estaba borracho y desnudo. Noé maldijo a su vástago y a toda su descendencia. Éste fue enviado a África -como el resto de sus hermanos fueron mandados a los diferentes continentes conocidos con el objetivo de repoblar el mundo después del diluvio-. Cam fue maldecido no sólo por su padre de esa burla cruel, sino también por Dios, Yahvé, que hizo que en el continente que él habitara no creciera semilla de cereal en abundancia, y así fue. Es por esto que durante la Edad Media la raza africana fuera maldita, y ésta no fuera representada.
Algunos autores consideran que la primera representación con la cara morena del Rey Baltasar fue la realizada por Benozzo Gozzoli para la Cappela dei Magi, a mediados del siglo XV. Aunque, probablemente la primera representación del rey negro sería la realizada por Hans Memling, en la Adoración de los Reyes Magos, tabla central del Tríptico de la Epifanía (c.1470) Museo del Prado. Madrid.
En cuanto a los reinos hispanos, el Rey Baltasar empieza a aparecer con la piel negra a finales del siglo XV, como se puede observar en pinturas de frescos como las de la Iglesia de San Salvador de Gallipienzo en Navarra (actualmente en el Museo de Navarra), o en el caso del Tríptico del Nacimiento de Jesús del Maestro del Tríptico del Zarzoso, en temple sobre tabla, en el que la escena de la Epifanía aparece en la parte superior derecha. Esta obra se encuentra actualmente en el Museo del Prado, y respeto a su autor se ha supuesto que pudo ser de origen francés o flamenco.
Por otro lado, la Virgen María está convertida en trono vivo del Niño Jesús, de superior tamaño al resto de personajes, hierática, representada casi como una emperatriz.
En el caso de San José sucede algo peculiar, pues durante los primeros siglos cristianos apenas se le tiene presente en la iconografía católica. Hay que tener presente que los evangelios canónicos no lo incorporan en esta escena, mientras que los apócrifos si lo harán. San José, suele aparecer en segundo plano. Suele mostrarse de pie o sedente, y casi siempre representado como un anciano para resaltar la paternidad putativa de Cristo, y con barba, símbolo de la madurez y sabiduría, apoyado en su vara que representaría el pasado. Sus ojos suelen aparecer cerrados, en señal de sueño o aceptación de la fe, o abiertos simbolizando la aceptación del misterio que acaba de contemplar.
Para algunos autores, el hecho de que San José en algunas ocasiones aparezca alejado de la Virgen y el Niño, simboliza que él no es el verdadero padre, o dándoles la espalda mientras guarda los regalos de los magos, y en muchas representaciones apoya una mano en su rostro, gesto que simbolizaría la duda acerca de su paternidad.
La estrella también adquiere también un significado central. Es el símbolo del mismo Cristo, y resume por sí sola todo el ciclo de la Natividad-Epifanía. Ello queda también demostrado por el simple hecho de que a veces la estrella es representada mediante el anagrama de Cristo, o Crismón, es decir, la combinación de las dos letras griegas X y P.
La estrella, mencionada ya en el Evangelio de Mateo -“la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño”-, puede aparecer representada físicamente o sugerida por la señalización hacia el cielo de uno de los magos, gesto que Emile Mâle considera influencia del drama litúrgico.
Para finalizar, cabría hacer mención a elementos que en ocasiones complementan la escena de la Adoración de los Magos. Así, pueden aparecer ángeles, enfatizando la divinidad del Niño; los caballos de los magos, aludiendo a su condición de peregrinos; el donante o donantes que encargaron la obra; santos, normalmente vinculados al lugar donde se dispone la representación; los camellos de los magos, el buey y el asno, el cortejo de los magos como reyes, que puede ser desde un solo paje hasta enormes comitivas; u otras escenas bíblicas que enlazan narrativa o simbólicamente con la Epifanía, como la Anunciación o el Pecado original de Adán y Eva.
Por otro lado, es en la plena Edad Media cuando la representación de los Reyes adorando al niño se generaliza. No se puede olvidar que estamos en plena época feudal, y por lo tanto las relaciones sociales se basan en el homenaje de signo vasallático. El superior en la escala social es el señor; y el vasallo tiene que mostrarle sus respetos y fidelidad. No podemos olvidar tampoco la dialéctica Teocracia-Cesaropapismo, ya que el Papa y el Emperador del Sacro Imperio lucharon desde el siglo IX por situarse en la cabeza del Imperio. Al mismo tiempo, el Emperador tenía pretensiones de dominio sobre los diferentes reinos como heredero del imperio romano de occidente. Ambos hechos, conllevaron el acercamiento del papado y de los distintos reinos, que necesitados a su vez de legitimización en su lucha contra la nobleza, aceptaron ser vasallos del Papa.
Es entonces, cuando en la Europa occidental se generaliza la representación de los Reyes adorando a Jesús y María, metáfora de las monarquías adorando a la iglesia: vasallos del Papa como poseedor del poder espiritual; frente a los Reyes que poseen el temporal. Hasta ahora hemos hablado del significado de los Reyes Magos y de un mensaje iconográfico valido para todo el mundo medieval en general. Peregrinación, ofrenda o vasallaje, son ideas que se repiten a lo largo y ancho de Europa. Pero en el caso del Camino de Santiago la metáfora de los Reyes Magos y los peregrinos a Compostela es perfecta.
Con aquellas realezas medievales, que pronto se fueron haciendo autoritarias y luego absolutistas, fácilmente se comprende que tuviese un perfecto ambiente histórico la frase apocalíptica de que Cristo es el Rey de Reyes… Para expresar este nuevo mensaje nada mejor que la de la Adoración de los Magos, pero éstos ya convertidos en Reyes. Con ellos se plasma el cómo los Reyes de la tierra, ahora representados por estos Reyes Magos, adoran al Niño Dios y a Él le prestan homenaje. Éste es el profundo sentido iconológico de tales representaciones. Estas escenas de la Adoración de los Reyes Magos manifiestan que Cristo es el Rey Supremo a quien adoran y a quien se someten los Reyes de la tierra y, con ellos, sus súbditos. O, lo que es lo mismo, le adora y le rinde homenaje toda la humanidad. Trono, manto real, corona y centro son los cuatro grandes símbolos de aquellas realezas, que los artistas al presentar al Pantocrátor solo prescindirán del cetro, y en el caso de los Reyes Magos al trono, un atributo improcedente en la escena. Si habrá un interés en coronar igualmente a la Virgen y a los magos, ahora éstos trasformados en reyes.
Se buscará más incidir en el acto de la adoración de la postración, que en el de la entrega de presentes. Se pasa de la genuflexión a la prosquinesis, que remite a la pervivencia de rituales de coronación, retomando una tradición persa, que introducida por Alejando Magno, acabaría instalándose en la cultura helénica de la que pasaría a Bizancio.
Importa más legitimar el papel vasallático que el de intercambiador de dones. Para ello, se desprovee a los Magos de sus gorros frigios y pantalones anaxyrides para reconvertirlos de sacerdotes de Mitra y magos en sentido original, en Reyes, y se los pasa a representar con vestidos regios tocados de corona y con diferente procedencia y edad, con lo que el impacto visual de la composición transmite de modo diáfano la idea de universalidad del hombre y la cesión de todo poder terrenal, de todos los Reyes mundanos, ante el de Jesucristo.
En una próxima entrada intentaremos hacer un acercamiento más ilustrativo y didáctico a lo expuesto en este post, mediante la exposición y explicación de varias obras del arte románico presentes en las diferentes rutas del Camino de Santiago.
Nuestra Recomendación:
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