José de Ribera, el Spagnoletto, así llamado por ser un español que vivió prácticamente toda su vida adulta en Nápoles, además de por su menguada talla, fue un grandioso pintor y grabador del siglo XVII, y sin duda, una figura clave e imprescindible de la Historia del Arte.
Estamos hablando del máximo exponente de la escuela tenebrista dentro del Barroco español. Pintor versátil trató en sus pinturas, además de temas religiosos, temas mitológicos, aunque de estos últimos tuvo menos encargos. Hizo retratos de caballeros y damas, pero no demasiados. También pintaría algunos Paisajes aunque escasos.
Ribera se debió sentir muy orgulloso durante toda su vida, que fue por lo demás extraordinaria, de su procedencia española, como lo demuestra el hecho de que en Italia se hiciera conocer por “El Español”.
De su carácter cabe reseñar una historia que de él se cuenta y que aconteció cuando Ribera fue preguntado por un amigo, si no le gustaría regresar a España, contestó…
“En cuanto en lo de volver a España no se, me han dicho que allí se pierde el respeto a los artistas cuando están presentes, pues dolorosamente, España es madre amantísima para los forasteros y madrastra cruel para sus hijos”.
Biografía de José Ribera
Su nombre completo era Joan Josep. Sus padres fueron Simón Ribera y Margarita Cucó. Nació en el seno de una familia humilde, el día 12 de enero del año 1591 en la villa de Xátiva, en la Comunidad Valenciana.
Era el segundo hijo de un modesto artesano zapatero, y se desconocen testimonios sobre su infancia y sus primeros pasos artísticos, dándose hoy día por infundada la creencia de que fuese discípulo de Francisco Ribalta. Posiblemente empezaría a formarse en algún taller local y continuaría en Valencia con algún maestro de renombre.
Contrajo matrimonio en Nápoles, con Caterina Azzolino, hija del acreditado pintor y escultor siciliano Gian Bernardo Azzolino.
Los últimos años de la vida de Ribera están marcados por la enfermedad y las penurias económicas que le obligan a solicitar préstamos a sus clientes.
Fallecería en Italia, concretamente en Nápoles el 2 de setiembre del año 1652, a los 61 años de edad.
Trayectoria artística
Se desconoce la fecha exacta de su traslado a tierras italianas, aunque se suele situar entre los años 1607 y 1609. Si se tiene constancia de que el Españoleto estaba ya en Italia, activo como pintor, en el año 1611 en la ciudad de Parma, en concreto al servicio del duque Ranuccio Farnesio. Hay que darse cuenta de que con apenas 20 años ya alcanza importantes encargos en un centro de tanto prestigio como era Parma. En esa época pinta un San Martín para la Iglesia de San Próspero.
Se sabe también que en el año 1613 Ribera está en Roma, junto a su hermano pequeño Juan y dos pintores zaragozanos. En esta ciudad forma parte de la Academia de San Lucas, lo que implica un importante prestigio. En esta ciudad pinta la serie de los “Cinco Sentidos”, en la que da muestras de haber asimilado el estilo naturalista imperante en la ciudad romana en aquellos tiempos.
En todo caso, sería en estos años iniciales como pintor, en los que José Ribera entra en contacto con una serie de artistas nórdicos, seguidores del estilo pictórico de Caravaggio, basándose en una técnica apretada y un dibujo preciso.
En 1616 se encuentra en Nápoles, virreinato español en esos momentos. Entrará en el taller del caravaggista Gian Bernardo Azzolino, donde permanecerá un corto periodo de tiempo. En esta ciudad, la iglesia católica y los ricos españoles que vivían en ella fueron su mejor clientela. Este hecho hizo posible que un gran número de sus óleos y grabados llegaran a Madrid, la mayoría actualmente albergados en el Museo del Prado, que cuenta con más de cuarenta obras suyas. Sus obras llegaron a España de forma temprana, sirviendo de influencia tanto en técnica como en temática a los más importantes pintores españoles de la época, Diego Velázquez y Bartolomé Esteban Murillo, entre otros.
En el año 1617 Ribera recibe encargos del Duque de Toscana, no en vano en esos momentos se le consideraba ya como el mejor de los artistas presentes en dicha ciudad.
En la década de 1620-1630 su prestigio crece, y se afirma con su actividad de grabador que produce algunas estampas magistrales. En los primeros años de esta década es cuando Ribera pinta menos cuadros y se centra más en los dibujos y grabados al aguafuerte. De esos años son obras maestras del grabado tales como “San Jerónimo leyendo”, “El poeta” y “Sileno ebrio”, entre otros.
En 1624, a la muerte del duque de Osuna, con quien mantenía una estrecha relación, su sucesor el duque de Alcalá nombrará a Ribera con el título de Pintor de Corte, en función de la potestad que su investidura como virrey de Nápoles le otorga.
En este momento, Ribera mantiene la influencia de Caravaggio como también se pone de manifiesto en “el Martirio de San Andrés”. Su taller se ha convertido en el más prestigioso de los napolitanos y en él trabajarán un buen número de ayudantes, entre ellos Lucas Jordán, conocido como “Luca fa presto” por la rapidez con la que trabaja y la facilidad para imitar a su maestro. Ribera no trabaja más que seis horas por la mañana, dedicando las tardes a sus quehaceres mundanos. Vive rodeado de lujo y se le describe de la siguiente manera: “plantada arrogancia, si bien de talla poco lucida; moreno, de encendida tez, frente descubierta a medias, ojos negros, de párpados carnosos, bajo la arcada de tupidas cejas; nariz chata, roma y fuerte, ancho de pómulos, cuello corto y grueso fuste y áspera melena”. Ya firma como “Español” pero su pequeña estatura (apenas un metro y medio) motivará su cariñoso apelativo: “spagnoletto”.
En 1626 recibe la Cruz de Caballero de la Orden de Cristo, condecoración vaticana, para cuya imposición vuelve a Roma por unas semanas. Es en este año, también, donde se encuentra el primer cuadro firmado por Ribera, se trata de El Sileno Ebrio.
La década de 1630 sería la más fructífera en su producción artística, realizando importantes encargos como las series de “los filósofos”, “los apostolados” o el extraño retrato de “Magdalena Ventura con su marido”. En todos ellos continúa con su estilo naturalista heredado de Caravaggio.
A partir de 1632 junto a obras tenebristas, en la ortodoxia caravaggiesca más estricta con modelos vulgares que emergen de una sombra densa, aparecen otras composiciones que disponen de celajes tratados con tonos claros y argentados. La paleta se va haciendo más clara y la pincelada, siempre espesa, se va haciendo más libre. Desde el “Jacob con los rebaños de Labán” se va haciendo evidente este nuevo aspecto de su arte, coincidiendo con el neovenecianismo que inunda la pintura romana de estos años y con la presencia de obras flamencas, rubenianas y vandickianas en Nápoles de las colecciones de la nobleza.
A fines de 1633 el conde de Monterrey le hace a Ribera un encargo fundamental en la evolución pictórica del artista. Se trata de una serie de obras para la iglesia del Convento de Agustinas recoletas de Monterrey en Salamanca entre las que destaca la “Inmaculada Concepción”. En este gran lienzo se aprecia la influencia de los Carracci, iniciándose una nueva etapa en el estilo de Ribera caracterizada por el colorismo y la difusa luminosidad que recuerdan a la Escuela veneciana.
En torno al año 1634 se constata en su obra un acusado tenebrismo, con violentos contrastes de luz, un plasticismo duro, un crudo realismo en los detalles y cierta tendencia a la monumentalidad. A partir de este momento, optó por una pictoricidad más libre, un colorismo más rico, así como temas y formas más amables, asimilando influencias venecianas y boloñesas. En su producción final parece advertirse un repliegue hacia formas de su período juvenil, retornando al tenebrismo y los contrastes lumínicos.
En los años de la década de los cuarenta continúa su actividad con algunas obras importantes, pero al mismo tiempo, comienza a ser evidente la participación de colaboradores en un amplio y bien organizado taller, que participa en obras de menor empeño y realiza frecuentes copias y variantes de las obras del maestro. A la vez, las noticias sobre el estado de su salud comienzan a dar señales de alarma.
En el año 1644 recibe la dignidad de Caballero de la Orden de Cristo, de manos del papa Inocencio X.
En el año 1645 no hay ninguna obra firmada coincidiendo con la información de que, en períodos más o menos largos, no puede manejar los pinceles y las obras que salen del taller incluso firmadas, son obra de los oficiales.
Conclusiones
Las pasiones del alma junto a la devoción fueron los motivos por excelencia en las representaciones y lecturas del arte del Barroco. La luz, la sombra, el gesto, las expresiones de dolor o de sufrimiento estaban a la orden del día en las composiciones. Por esto mismo sucede, que cuando se contempla una pintura tenebrista, si el autor no ha sido identificado, la cascada de nombres de posibles puede ser infinita. Sin embargo, si algo tienen a favor los expertos, es que el dominio de la pincelada de pintores como Caravaggio y Ribera dan como resultado una calidad incomparable con otros; por lo que a la hora de descartar, el círculo de artistas se reduce bastante.
Ribera era un artista muy dedicado al estudio, que no paraba de trabajar a lo largo de toda su vida, tanto en su faceta de pintor como en la de dibujante, faceta en la que fue desarrollando unas habilidades técnicas realmente extraordinarias.
Estudió la obra de Caravaggio de quien tomó el contraste entre luces y sombras, a lo cual añadió su gran afición a los colores. También se interesó por la obra de Correggio y durante su estancia en Roma pudo admirar la obra de Rafael y Miguel Ángel.
Influida por Caravaggio, su pintura presenta unos marcadísimos contrastes tenebristas, con abundancia de negras sombras, suavizados en su madurez por la inclusión de un colorido y una luz estudiados de los maestros venecianos. Poseedora, además, de unas calidades tan cercanas al realismo que se hacen táctiles en telas y pieles, su obra se caracteriza por una fuerza sorprendente y un verismo que no omite ningún aspecto de la realidad, por más cruel o desagradable que sea.
Su contacto con la pintura flamenca de Van Dyck y Rubens abre paso a una pintura más barroca, propia de la etapa de sus filósofos y apóstoles, donde se aclara la paleta y se interioriza la figura humana.
De su origen español conservó siempre el gusto por la temática religiosa, con figuras aisladas de santos, abundando los penitentes y mártires, de rostros atezados, frentes arrugadas, plasmados con crudo realismo, así como milagros, martirios, episodios del Nuevo Testamento, vírgenes con Niño, etc. Pero también cultivó el género mitológico, el retrato y realizó las series de los Filósofos, así como representaciones de mendigos y tipos populares.
De amplia tradición italiana, el trabajo de Ribera supo empatizar con una época en la que los caballetes descendieron muchas veces al foso de los vicios y las deformidades.
Además, el empeño del yerno del también pintor Giovanni Bernardino Azzolino por callejear constantemente -en pos de alcanzar una perspectiva que se alejara de las comodidades de los retratos cortesanos- le otorgó al Españoleto una singular riqueza en matices, capaz de vertebrar un sentido muy agudo para representar la psicología de los hombres y mujeres.
Ribera no solo fue decisivo para la pintura italiana sino también para su propia patria, a través de las muchas obras enviadas por los virreyes a las colecciones reales, mecenazgo que duraría más de treinta años.
Fue una de las personalidades más fuertes del siglo XVII y su influencia es detectable en todo el orbe católico e incluso en la Holanda protestante, llega hasta Rembrandt. Su larga permanencia en Nápoles le hace uno de los configuradores del “naturalismo napolitano”, con discípulos como Francesco Francanzano, Aniello Falcone, Salvator Rosa y Luca Giordano.
Ribera fue un virtuoso de la pluma, la tinta y el lápiz, un auténtico maestro, “sin duda, antes de Goya, Ribera es el gran dibujante español”, afirma Miguel Zugaza, director del Museo del Prado. De hecho, destaca sorprendentemente que un caravaggista como él cultivara el dibujo con esta precisión y con una producción inusual para los seguidores del padre del tenebrismo.
Además, sus grabados, pronto se hicieron famosos en Europa, estando constatado que hasta el propio Rembrandt los alababa.
Su fama y éxito en vida fue perdurable, y se reavivó en el Realismo del siglo XIX, influenciando y siendo referente importante para los maestros realistas, como León Bonnat, entre otros. Sus cuadros, así mismo fueron copiados por pintores de la talla de Manet y Matisse.
Del hecho de que las obras de Ribera son obras maestras, consideradas casi únicas, cabe decir que una de sus piezas más singulares, “Chica con pandereta”, alcanzó el récord en una subasta en Sotheby’s en Londres. Se vendió por 6,13 millones de euros.
Y para finalizar, decir que la vieja polémica sobre si debe considerársele un pintor italiano o español, carece hoy día de sentido. Lo cierto es que de muy joven se traslada a Italia, y vive la mayor parte de su vida, con diferencia, en Nápoles, que en ese momento era territorio español. Por lo tanto es innegable que su aprendizaje superior e influencia fuera de pintores italianos, pero su procedencia era sin duda española. Él siempre tuvo muy presente y a gala, ser de su ciudad natal Xátiva, ser valenciano y español. En este sentido algunos cuadros los firmaba con fórmulas como éstas: “Josephus Ribera, Valentinus, civitatis setabis, hispanus, me fecit” José de Ribera, valenciano, de la ciudad de Xátiva, español, lo hice).
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Referencias
José de Ribera y su arte. El españoleto y su patria. De Sarthou Carreres, C.
José Ribera. De Morán Turina, M.
José de Ribera. Dibujos. Catálogo razonado. Edición de Gabriele FInaldi
https://caravaggismo.blogspot.com