Fruto de uno de nuestros últimos desplazamientos (cumpliendo con todas las medidas restrictivas vigentes) hemos redescubierto la grandeza del monasterio de San Pedro de Rocas. Un singular y espectacular recinto, excavado en la roca natural, por lo que en él no podremos encontrar ligeras estructuras góticas ni armoniosas proporciones renacentistas.
Este antiquísimo monasterio es un superviviente de los recintos que acogieron los asentamientos de los primeros eremitas en tierras gallegas. Se trata pues del conjunto monacal más antiguo de Galicia y el único donde se conserva parte de su estructura original, unas cuevas artificiales excavadas en la roca, que sirvieron de capilla y cabecera a una iglesia medieval. Se trata en definitiva del único eremitorio altomedieval de Galicia, y que ha tenido continuidad como cenobio y después como monasterio.
Se encuentra en plena Ribeira Sacra, en el municipio de Esgos, en la provincia de Ourense, a unos 21 kms de la capital de la provincia, y constituye, sin duda, una visita altamente recomendable para todos los amantes e interesados por este tipo de construcciones. Se encuentra en el monte Barbeirón, rodeado de formaciones rocosas que pudieron darle nombre a este lugar. Lugar situado a 650 metros de altitud.
La RIbeira Sacra de extiende por tierras de las provincias de Lugo y Ourense. El rio Sil, afluente del principal río gallego, el Miño, en su discurso encajado y serpenteante va trazando la frontera entre las dos provincias antes citadas.
La historia de este monasterio se inicia en épocas anteriores al siglo VI, siendo primero un eremitorio y más tarde un monasterio. Según las inscripciones de la lápida fundacional, conservada actualmente en el Museo Arqueológico provincial de Ourense, el monasterio fue fundado en el año 573 por siete varones (en la placa se citan cinco de los nombres: Ufrasio, Eusanio, Quinedio, Eatio y Flavio; hay un tercer nombre “Ruve” que no se sabe si es un apellido o un sexto nombre) que habían heredado este lugar, lo escogieron este bello enclave para retirarse a una vida en oración.
El primer paso fue cuando paso de ser un eremitorio para ser un cenobio, cuya principal diferencia es que en un eremitorio vivía un solo eremitas mientras en el cenobio eran varios, aunque la oración seguiría siendo la principal actividad.
En el siglo VII se produjo la invasión musulmana y como consecuencia de las persistentes rafias que los conquistadores árabes hacían sobre los lugares de culto, los monjes abandonaron San Pedro de Rocas por miedo a lo que les pudiese pasar.
Durante los siglos VIII y IX se puede considerar que el monasterio vivió un período oscuro, siendo prácticamente recubierto por la maleza y ocupado exclusivamente por la Naturaleza.
El monasterio resurgiría en el siglo IX con la aparición de la figura de un noble, cazador, Gemodus. Según la leyenda (¿o realidad?) fue Gemodus quién, persiguiendo un jabalí, accidentalmente descubrió unas capillas excavadas en la roca, y decidió quedarse como eremita, hasta que otros cazadores lo imitan, compartiendo la misma experiencia, nombrando a Gemodus como abad y fundando una comunidad monástica. Enterado de la existencia de este lugar, Alfonso III el Magno procedió a la concesión de donaciones de las tierras y los bienes materiales para el mantenimiento del monasterio. Esta actuación aparece recogida en un documento firmado, en el año 1007, por uno de sus sucesores, el rey Alfonso V y en el que se refrenda la existencia del caballero Gemodus.
En el siglo X, el monasterio pasa a depender primero del monasterio de Santo Estevo de Ribas do Sil, y más tarde del de San Salvador de Celanova, aunque los monjes, de alguna manera, siguieron manteniendo su independencia. Incluso llegaron a poner en marcha en sus dependencias una escuela. En este siglo, Alfonso III de Asturias, el Magno, implanta la regla benedictina, lo que supuso la agrupación de monasterio, y dota, al entonces cenobio, de grandes donaciones.
En el siglo XI un incendio destruye una gran parte del monasterio.
En el siglo XII se producen obras de restauración promovidas por el prior Aloito.
En el año 1159 el rey Alfonso VII les concedió dos privilegios reales que supusieron un cambio enorme: la cesión de varias casas y un coto.
Fue en el siglo XIII cuando el monasterio tuvo la comunidad más numerosa, compuesta por trece monjes.
A partir del siglo XIV empieza un período de decadencia. Don Munio, abad de Celanova, renuncia a esta abadía y se retira en San Pedro de Rocas como eremita.
En el siglo XV se produce la reforma benedictina, apoyada por los Reyes Católicos. Pasa a depender de nuevo de Celanova.
En el siglo XVII, concretamente en el año 1640 un nuevo incendio vuelve a consumir el conjunto monacal y se construye el que vemos hoy en día, el cual pasó a ser casa rectoral una vez abandonado por los monjes.
En el siglo XIX se produce la desamortización de Mendizábal (año 1836) por lo que pasa a ser parroquia.
Una nueva iglesia y varios derrumbes provocan que la parroquia cierre a principios del siglo XX. Es cedido además a la “Ciudad de los muchachos de Bemposta” que le devuelven algo de vida.
En 1923 es declarado Monumento Histórico-Artístico, por lo que se empieza, aunque tímidamente a poner medios para su conservación.
A partir 1928 todos los monasterios de la Ribeira Sacra quedan en el olvido.
1950 despierta un interés por el monasterio lo que lleva a realizar obras de restauración en algunos de ellos.
En el año 1988 aparecen las tumbas al levantar el empedrado del suelo.
En 1999 fue declarado Bien de Interés Cultura, dentro del catálogo de monumentos del Patrimonio histórico de España.
En el año 2018 el recinto fue declarado, junto con 100 hectáreas que lo rodean, Bien de Interés Cultura Paisaje Cultural.
En la actualidad está cerrado al culto, y en parte de sus dependencias acoge un museo y un centro de interpretación de la vida monástica en la Ribeira Sacra.
En cuanto a la lápida, considerada en ocasiones como “fundacional”, hay que decir que se trata de una inscripción hecha en una losa de granito en la que figura un texto repartido en cuatro líneas, rodeado por una soga que, partiendo del lado derecho, divide el espacio central en dos partes, con dos líneas de texto sobre y bajo ella. La soga remata en el espacio izquierdo en una cruz.
El texto es el siguiente:
† [H]EREDITAS : N
EVFRAXI : EVSANI
QUINEDI : EATI : FLAVI
RVVE : ERA DA C XA I
De ella destaca en primer lugar la fecha: año 611 de la era hispana, que sería nuestro año 573. La palabra de apertura, Hereditas, hace pensar que se trata de una donación al supuesto cenobio entonces existente, hecha por los nombres que figuran tras la N –¿Nosotros?–, como mínimo cinco: EUFRAXI, EUSANI, QUINEDI, EATI y FLAVI, pues queda poco claro que es exactamente RUVE, si un sexto hombre, o el apellido de FLAVI –¿o de todos ellos?–, o algo que no se sabe exactamente de qué se trata. Al interpretarse el texto como donación y, en función de su evidente antigüedad, no cabe duda de que puede tomarse como la dotación inicial del primer monasterio de Rocas. Que se hubiese plasmado en una inscripción apuntaría a su importancia, contribuyendo así a esta posibilidad.
Veamos con más detalle lo que podemos encontrar.
El conjunto monacal está formado por el edificio de la casa rectoral del siglo XVII, las dependencias monacales originales excavadas en la roca en el siglo VI, las capillas laterales del siglo XII, dos naves transversales, un campanario del siglo XV y un cementerio el siglo XIX. Junto al edificio de dependencias se encuentra la iglesia, verdadera joya de este conjunto.
La casa rectoral o Casa prioral
Posiblemente se encuentra en el solar donde estaba ubicado el primitivo monasterio que desaparición al ser destruido en uno de los múltiples incendios que asolaron este lugar. Data del siglo XVII, se trata de un sobrio edificio que fue rehabilitado en el año 2006 para convertirlo en Centro de interpretación de la Ribeira Sacra. Es una edificación de planta casi cuadrangular, de piedra granítica con cantería lisa (piedras del antiguo monasterio) y balcones con rejas de hierro que se apoyan en ménsulas típicas del barroco gallego, en sus dos esquinas delanteras. Es una arquitectura práctica.
Algunas de las ventanas abocinadas, así como el tejado y la puerta de acceso son del siglo XX.
En la casa rectoral y la iglesia se hallan ocho sepulturas antropomórficas excavadas en la roca. La orientación de las tumbas es suroeste oeste, a excepción de una de ellas que está orientada sur norte. Una de las tumbas tiene grabada una cruz y todas ellas tienen un rebaje para que encajase la lápida sepulcral. Se cree que en este lugar estuvo ubicado el claustro del antiguo monasterio en donde los monjes realizaban sus enterramientos.
Como decíamos anteriormente, esta estructura es actualmente la sede de un magnífico museo etnográfico y de interpretación, de entrada gratuita. En él se exponen diversas temáticas de la historia y vida monacal y algunas muestras de la cultura etnográfica de la zona de la Ribera Sacra y el municipio de Esgos, al que pertenece.
La iglesia
La iglesia, como todo el recinto, es el resultado de sucesivas superposiciones y añadiduras que se fueron incorporando a lo largo de los siglos.
Se trata de uno de los templos cristianos más antiguos (siglo VI) que se conocen. Se trata de una iglesia de tres naves y con la cabecera excavada en la roca. Es el lugar más importante del conjunto arquitectónico.
La iglesia primitiva nace a partir de las cuevas que los eremitas, retirados en este lugar buscando una ida de soledad y oración, fueron excavando en la propia roca. Dichas cuevas trazaron los tres ejes de las tres naves que forman la iglesia y, como es frecuente, de mayores dimensiones (más ancha y más larga) la central que las laterales. La cubierta es de bóveda de medio cañón, con una abertura en el techo de la nave central, para que entre la luz desde el exterior.
También podemos ver unos sepulcros esculpidos en los que se representan figuras yacientes. En el suelo de la iglesia y el atrio están excavados en la roca numerosos sepulcros. En el suelo hay cinco tumbas, una de ellas con forma antropomorfa.
La cabecera de las naves está formada por ábsides en semicircunferencia. En el central se conserva el altar (una pilastra hace las veces de altar). En la pared de la capilla de la izquierda, un reducido espacio de 5×3,4 metros, se abre un hueco en el que se supone que estaba el sepulcro del caballero Gemodus, del que antes hablamos. En él se descubrió una pintura mural al fresco, datada entre 1175 y 1200, que muestra imágenes de los apóstoles sobre un mapamundi. El mapa describía la diáspora apostólica, aunque los problemas de humedad lo han deteriorado. Esta es la única representación románica que se conoce de un mapa del mundo mural.
Unas hornacinas en arco de medio punto adornan varios puntos de las capillas. Se sabe que la capilla de la derecha estaba dedicada a san Antonio Abad.
Con el crecimiento de la comunidad y la población el monasterio tuvo que ampliar su reciento, añadiendo una nave transversal en la entrada de la iglesia. En un lateral se lee una inscripción en que se relata que la obra se hizo bajo el mandato del prior Gonzalo de Penalva en el siglo XV. En esta época, la iglesia tendría cuatro altares y un coro superior de madera (destruido en el año 1936)
En el siglo XVI se añade una espadaña de dos huecos, erigida sobro un monolito de roca natural de 20 metros de altura, a la que se accede por una escalinata tallada en la piedra. Dicha roca fue perforada en forma de arco para abrir paso a un camino. Esta estructura da nombre a este lugar.
Detrás de la espadaña se construyó, ya en el siglo XIX, un cementerio que sería utilizado por los habitantes del entorno.
La fachada actual está fechada en el siglo XIX. Se hizo imitando el estilo de la casa prioral ya existente en esa época
A la descripción arquitectónica e histórica, cabe como es habitual, y más en tierras gallegas, mencionar algunas de las leyendas asociadas a este recinto.
En primer lugar, se cuenta que cada monje debía labrar su propia tumba como acto de reflexión.
Pero lo más singular lo encontramos en todo lo referente a la fuente de San Bieito, una fuente que no surge de un manantial, sino que es un surtidor natural, adonde viene el agua, por entre peñascos, de la recogida de aguas sobre la ladera por una formación natural. Pero en todo el territorio que ocupa el monasterio se pueden observar canales excavados en la roca que van recogiendo agua e incluso llega a discurrir entre las sepulturas. Esto ha dado pie a estimar que existió algún tipo de culto al agua.
Se dice que las aguas de la fuente de San Bieito tienen la propiedad de curar las verrugas, para ello hay que meter las zonas afectadas y rezar un Padrenuestro.
Otra leyenda señala la existencia de un túnel que se encuentra obstruido por una viga de oro y que quien intenta apropiarse de la misma acaba convertido en alquitrán.
También se cuenta que en este monasterio se castigaba a las mujeres pecadoras con la “pinga” esto es, dejándole caer una gota de agua muy lentamente y de forma constante hasta que se volvían locas y morían.
Para todos los que os acerquéis a visitar la Ribeira Sacra, además del maravilloso y sobrecogedor paisaje, los impresionantes monasterios y construcciones populares gallegas (cruceiros, petos dás ánimas, hórreos, etc), la sorprendente gastronomía y calor humano de sus habitantes, también podéis encontrar rutas de senderismo que os trasnportarán a unos tiempos, el medievo, en que el silencio, la naturaleza y las difíciles condiciones de vida de la época elevaban la espiritualidad la máximo. Desde el Monasterio de San Pedro de las Rocas parte el conocido Camino Real (forma parte de la ruta del sendero PRG-4) que continua hasta Esgos en donde destaca su calzada y el famoso “Peto de Meiroa”, que nos cuenta que esta ruta fue en un pasado muy transitado.
Y esto es todo por hoy.
Libro recomendado:
Fuentes: