Entre los movimientos que vieron la luz, y luego desaparecerían, durante la Edad Media europea, hay uno con un atractivo especial. Nos referimos al movimiento de los cátaros. Con este post vamos a intentar hacer una exposición, lo más breve posible, sobre su origen, organización, creencias, caída y mitos y leyendas en torno a ellos.
El movimiento cátaro, o albigense, tuvo especial relevancia en el siglo XII, y aunque es mencionada habitualmente como una herejía, lo cierto es que realmente se trataba más de un movimiento cultural original y pacífico.
El término “cátaro”, proviene de una palabra griega, καθαροσ, “katharos”, cuyo significado es “puro”, y que está en la base del término “catarsis” (purificación), y del alemán ketzer (hereje). Otra corriente de opinión considera a los cátaros como un movimiento de renovación espiritual por ello la propaganda del catolicismo romano hacía remontar el término del latín “cattus”, el gato negro asimilado al Príncipe de las Tinieblas.
El catarismo, arraigó en algunos rincones del viejo continente hasta el siglo XIV. Francia, Renania, Italia, Bélgica, Inglaterra, Cataluña y la Corona de Castilla son los puntos del mapa en los que tuvieron presencia.
Contexto en la aparición del catarismo
Para hablar sobre el catarismo, el gran movimiento herético, de carácter gnóstico, de la Europa medieval, es necesario introducir los movimientos heterodoxos que le precedieron, pues sin estos, no sería posible entender cómo se fue fraguando la sociedad medieval en torno a la religión. Hasta finales del siglo XI y principios del XII, no hubo en Europa movimientos heréticos de gran transcendencia. Es con llegada de nuevas condiciones de vida, como el desarrollo urbano, la centralización pontificia, etc, cuando se va a originar un escenario favorable, para el desarrollo de doctrinas heréticas desde la perspectiva de la Iglesia católica.
Casi finalizado el siglo XI, la sociedad medieval de la Europa occidental experimentó un auge de los movimientos heterodoxos. Estas manifestaciones religiosas, que la Iglesia católica denominará como herejías, se ven impulsadas por una serie de cambios. Entro estos, podemos citar las nuevas condiciones de vida, pues el comercio empieza a experimentar un auge. Con el comercio, se empiezan a desarrollar las ciudades, las cuales necesitan mano de obra, lo que provocará una gran migración del campo a la ciudad.
Las ciudades, más propensas a los cambios que el ámbito agrario, empiezan a ser más críticas con las condiciones de vida del clero. Todas estas condiciones, confluirán para conformar un caldo de cultivo perfecto para la aparición de nuevas doctrinas heterodoxas.
El florecimiento del comercio en el siglo XI provocó grandes cambios en la estructura social y económica de la Europa del Medioevo. Nacieron ciudades que albergaron al creciente número de artesanos y comerciantes. Estas presentaron un ambiente propicio para nuevas ideas. La disensión religiosa echó raíces en Languedoc, foco de la civilización más tolerante y próspera de la Europa de aquel tiempo. Su capital, Toulouse, constituía la tercera metrópoli más rica del continente europeo. Llegó a ser también el centro donde florecieron los trovadores, algunos de los cuales incluyeron en su lírica temas políticos y religiosos.
¿Quiénes eran los cátaros?
Resulta muy difícil, dado que lo que se conoce de la doctrina cátara procede sobre todo de las refutaciones y de las reflexiones de sus enemigos, precisar los orígenes de este movimiento y las etapas de su difusión. De esta manera, buena parte de lo que sabemos viene de indicios indirectos como los interrogatorios a cátaros por la Inquisición.
El origen de este movimiento se ha intentado explicar en base a diversas interpretaciones:
- Posible surgimiento como un movimiento herético procedente de Oriente
- Un movimiento de contestación social, de carácter popular, o más bien de sectores vinculados al desarrollo urbano y comercial
- Un intento por retornar al cristianismo primitivo…
- Una doctrina que permitía a la pequeña nobleza asegurar su independencia frente a la Iglesia y los grandes magnates…
- O, puede que los grupos cátaros nacieran en occidente, de la predicación de los bogomilos, un grupo religioso dualista muy numeroso en los Balcanes en los siglos X y XI.
Los cátaros crearon adeptos en los lugares donde el clima religioso aparecía ya turbado: en el norte de Francia (Borgoña, Campaña, Flandes). También en los países del Rin y, en mayor número en Italia del norte, a lo largo de las rutas comerciales que ligaban estas regiones con el oriente bizantino, donde recogieron la herencia del antiguo movimiento de los palatinos. Pero, el sur de Francia, donde se los llamó albigenses, fue el lugar de su dominio.
Tuvo su desarrollo fundamentalmente en el suroeste de Francia, durante los siglos XII a XIV. La iglesia oficial consideraba a esta herejía como una expresión de satanismo o de culto al diablo.
Los cátaros eran cristianos que renegaban de la liturgia, la jerarquía y la Iglesia y que se presentaban como una alternativa a la iglesia oficial.
La doctrina cátara nace como reacción a los desmadres cometidos por algunos sacerdotes católicos al principio de la Edad Media. Promovía un cristianismo alternativo, mucho más sobrio y recto. Pretendían volver a la iglesia de los Apóstoles, rechazando los sacramentos de la Iglesia y reprochando al Papa y al clero su opulencia y corrupción.
A principios del Siglo XII, el Languedoc, en el sudoeste de Francia, fue la cuna de un renovado espíritu de libertad cívica. Este discurso tuvo mucho éxito entre la burguesía y la nobleza de esta zona. Las ciudades progresistas de la zona, comenzaron a establecerse como una especie de comunas con gobierno propio, pero siempre conservando en Toulouse su centro.
Hacia 1168, la llegada de un obispo llamado Nicetas desde el Levante mediterráneo para “ordenar” los primeros obispos cátaros nos indica que se trata de una corriente herética de origen sirio que llega a Europa con las nuevas rutas abiertas con las Cruzadas. Sin embargo, su éxito se debe a que respondía a las inquietudes de los hombres y mujeres del momento.
Su éxito en Francia es imputable primeramente a la impopularidad y a la poca dignidad de gran parte del clero del Languedoc. Los laicos sentían poco respeto por sus curas, y los caballeros claramente consagraban sus hijos al clero. Por otra parte, una atmósfera de tolerancia política y social favoreció los progresos de la cultura cátara.
Desde un punto de vista doctrinal, el catarismo ha sido vinculado a diversas corrientes religiosas y de pensamiento:
- Maniqueísmo y dualismo oriental, por cuanto contemplan la existencia de dos principios, el Bien y el Mal, en constante lucha. El Mal, Satán, habría creado el mundo y lo material, mientras que el Bien se identifica con lo espiritual.
- Neoplatonismo, que también pone el acento en el mundo de las ideas, en lo espiritual, frente al mundo terrenal, frente a lo material.
- Bogomilismo, comparten algunas posturas respecto a los sacramentos, como el rechazo al bautismo de los niños.
- Paulismo, en una interpretación maximalista de las enseñanzas del apóstol San Pablo respecto a la castidad, el celibato y la santidad de estas virtudes.
La sociedad occitana y sus peculiaridades
El establecimiento de la iglesia cátara occitana se detecta primeramente en la zona de Albi, en la parte este de Tolosa y en el territorio de Agen. Posteriormente su expansión se hará efectiva a través del territorio francés. Poco a poco, el catarismo fue difundiéndose debido a cierta tolerancia e indiferencia por parte de la nobleza y burguesía occitana de modo que los cátaros se encontraron con una absoluta permisividad de predicación.
Otra peculiaridad sustancial que ayudó a su arraigo la encontramos a través del rol femenino de la mujer occitana, ya que fue de vital importancia para la consolidación de la corriente cátara en estas demarcaciones. De esta manera y con toda probabilidad, la solidaridad de las mujeres occitanas hacia la causa del catarismo pueda definirse por la verdadera búsqueda de una experiencia espiritual que facilitaba a dichas mujeres alcanzar el alto grado de perfectas dentro de la comunidad cátara sin que ello implicase una drástica ruptura con sus vínculos familiares y sociales. Las casas de las perfectas básicamente fueron hogares de la educación y de expansión de la fe cátara. Las familias de dichos pequeños burgos o castra solían enviar, ya desde muy jóvenes a sus pequeños retoños con las mujeres perfectas. Consecuentemente la conversión de la mujer occitana en pro de la fe cátara facilitaba que el resto de la familia, ya fuesen hijos, antiguos maridos o sus mismos vecinos se impregnasen poco a poco de la religión de los perfectos. La historia de la iglesia cátara occitana no puede entenderse, pues, sin la presencia de las damas cátaras, fuesen nobles o no, ya que en las actas inquisitoriales son definidas corrientemente con el apelativo de donna, domina o na.
Algunos posibles motivos del éxito de los cátaros
Por un lado, el catarismo se trataría de una doctrina fácil de asimilar. Hombres y mujeres que realmente predicaban y vivían en la más absoluta austeridad. En frente, se encontraría el clero católico, cuya vida opulenta se alejaba del dogma bíblico, sumado a la poca cercanía con respecto al pueblo a la hora de predicar.
La ausencia del cobro del diezmo, hacía que los señores no viesen tan mermados sus derechos frente al poder espiritual.
Predicaban dentro de las ciudades, y lo más importante para el pueblo, en su misma lengua.
La mujer, consideraba por los clérigos católicos como impura, a la vez que origen de todos los males, podía recibir el consolamentum, sacramento que limpiaba todas los pecados e impurezas, por lo que la mujer se situaba a la misma altura que el hombre en cuanto a pureza de espíritu.
Las creencias de los cátaros
Como los maniqueos, los cátaros creían en la existencia de los principios: el del bien y el mal, siempre en constante lucha. Siendo el mundo terrenal obra directa del espíritu del mal, los cátaros predicaban el desprecio de todo lo que fuera material. Para que el alma pudiera liberarse del mundo recomendaban la práctica del ascetismo y evitar en particular el matrimonio, que perpetúa la carne.
En el plano doctrinal, el catarismo es un dualismo al que durante mucho tiempo se le ha atribuido una relación -ahora discutida- con el maniqueísmo. Los cátaros oponen el Dios del Antiguo Testamento, que en realidad es el diablo, al Dios del Nuevo Testamento. Así, toda la creación, incluida la carne, es una obra demoníaca. Jesús no era Dios encarnado y no murió realmente, porque Dios no se habría rebajado a encarnarse en esta carne impura: en realidad sólo era un enviado de Dios destinado a mostrar a los hombres el camino de la salvación. Por esta razón, los cátaros rechazan el símbolo de la Cruz. Los albigenses también creían en la reencarnación, hasta que el alma estuviera preparada, tras varias vidas terrenales, para encontrarse con Dios.
Sólo practican un sacramento, el consolamentun, una forma de bautismo que también equivale a una ordenación, ya que los hombres y mujeres que lo han recibido constituyen el clero cátaro. Viven en comunidades en ciudades y pueblos, practican el trabajo manual y hacen voto de pobreza y castidad. El compromiso de los “hombres buenos” y las “mujeres buenas” incluye también la predicación, en lugares públicos o en los hogares. También siguen una estricta lista de prohibiciones dietéticas: todo alimento de origen animal está prohibido, y el ayuno es muy frecuente.
Además del consolamentun, otro de los sacramentos conservados por los cátaros, era una especie de confirmación, conocida como melhorament, que consistía en inclinarse tres veces seguidas delante del perfecto, pidiendo su bendición y la de Dios, a fin de perseverar en el camino hacia la perfección y la salvación. Se trataba de una práctica, mediante la cual los creyentes presentaban sus respetos a los miembros de la Iglesia. El ritual constaba de tres prosternaciones, de forma pública, por parte del creyente. Esto hacía del ritual un práctica peligrosa, pues se hacía pública la adoración a la Iglesia cátara. El ritual también incorporaba un diálogo junto con dos invocaciones finales:
- Feligrés: “Señor, ruega a Dios por este pecador y que Él me conduzca a buen fin”
- Cátaro: “Dios te bendiga, te convierta en un buen cristiano y te conceda un buen fin”
El aparelhament, por su parte, era el equivalente a la penitencia y la endura, el ayuno. Dado el radical rechazo de los cátaros a todo lo material, el ayuno más perfecto, el que garantizaba la salvación, era aquel que se llevaba al extremo de morir de inanición, lo que fue practicado por algunos de los fieles a este movimiento.
Veamos las principales características del catarismo:
- Reniegan del bautismo. Creían que es necesario tener conciencia de entrar a formar parte de la Iglesia.
- Predican por parejas. Cumplir el Evangelio era también predicarlo. Lo hacían por parejas y de forma itinerante. Los cátaros no estaban siempre en un lugar físico concreto, Dios estaba donde ellos estaban.
- Creen en la reencarnación. Entienden que “el alma no muere, pasa de cuerpo a cuerpo”.
- Presentan otra visión del origen del mal en el mundo. Se trata de una nueva vía de salvación del alma y de una nueva reflexión. Defienden que la maldad viene de otro Dios que no tiene nada que ver con el cristiano, sino que surge de una creación demoniaca.
- La mujer tiene un papel destacado y puede predicar.
- Cuentan con una formación sólida. Cabe destacar que tradujeron la Biblia al catalán, al castellano y al francés.
- Su tesoro: el Santo Grial. La leyenda cuenta que esta iglesia guardaba el Santo Grial en el Monasterio de Montségur, en Cataluña (España).
- Se conservan cinco documentos, de los cuales tres hacen referencia a ceremonias: La Cena Secreta, El libro de los dos principios, El ritual occitano de Lyon, El anónimo y Summa Catharis.
- Su herencia: la predicación. A pesar de ser considerados herejes en su momento, el catolicismo comparte con ellos la importancia de la predicación.
Entre las particularidades más destacadas de los cátaros, están las referentes a su alimentación. No comían carne de animales de sangre caliente, puesto que creían que en una próxima reencarnación podrían reencarnarse en uno de ellos, a excepción de los peces, que sí estaba permitido su consumo por considerarse animal de sangre fría. Esto propiciaba a que la alimentación principal de los cátaros fuese vegetariana.
Los cátaros practicaban el ayuno y rechazaban el acto sexual con fines de procreación, a fin de no traer nuevas almas al mundo, ya que creían que permanecerían prisioneras dentro de un cuerpo físico y material. En cambio, en su desprecio hacia el cuerpo físico y la carne del cuerpo, aceptaban las relaciones sexuales libres, así como la homosexualidad, ya que pensaban que el espíritu también participaba del disfrute del cuerpo. Como excepción a dicha práctica sexual se encontrarían los llamados Perfectos, quienes hacían voto de castidad.
Sentían desprecio hacia la Iglesia Católica así como a sus sacramentos, debido a las actuaciones y abusos llevados a cabo por los obispos y clérigos de la Edad Media. Rechazaban el culto a la cruz, ya que consideraban que representaba un instrumento de suplicio y no un símbolo de salvación. Aceptaban el suicidio como una forma de liberación del espíritu, por lo que no lo consideraban pecado. A tal efecto, en los momentos más difíciles y adversos, podía llevarse a cabo una práctica suicida, conocida como la endura, donde los cátaros morirían por ayuno total voluntario.
Modelo de organización de los cátaros
Desde 1167 se habrían organizado diversos obispados cátaros, como el de Albi, Toulouse, Carcasonne y Agen.
Los cátaros celebraron en el año 1174 el concilio de San Félix de Caraman, donde se reunieron los obispos cátaros del norte de Francia, Albi y Lombardía, y representantes de las iglesias cátaras de Carcasonne y Toulouse, siendo presidido dicho concilio por un papa, el oriental Nicetas o Niquinta de Constantinopla.
Se organizaban en comunidades, no trabajaban de otra manera más que con sus manos, y estaban acogidos a normas severas de contención alimentaria y sexual. A la cabeza de todas las comunidades había siempre un anciano en caso de los hombres. Al frente de las mujeres, una anteposita, es decir, una priora. Tanto el anciano como la anteposita solían ser las personas más antiguas de la comunidad. Entre sus funciones se encontraba, entre otras, presidir los ritos o administrar la comunidad.
Por regla general, todos los componentes de la Iglesia vivían en comunidad, estando separados hombres y mujeres, en una casa religiosa u ostal. Estas casas siempre se encontraban dentro de los pueblos. Los ostales podían funcionar también como hospedajes. Eran por tanto, comunidades bastante más abiertas que las católicas.
La forma con la que vestían en tiempos tranquilos era bastante austera, pues la vestimenta no iba más allá de un hábito negro de burel, pelo largo y barba. Las mujeres vestían de oscuro y ocultaban sus melenas con una toca, algo común en la Edad Media.
Los cátaros habrían tomado como modelo la organización eclesial católica romana, pero se organizaban según la función religiosa o administrativa que desempeñasen. De esta forma podemos hablar de varios rangos en su jerarquía:
- Obispo
- Diácono
- Perfecto
- Hijo mayor e hijo menor, sustituto del obispo primero y del hijo menor el segundo.
- Creyente
El obispo era la máxima figura entre los cátaros. Responsable de su diócesis y de la ordenación de nuevos religiosos. A diferencia de la Iglesia católica, los obispos cátaros eran autónomos e independientes y no reconocían ninguna autoridad superior (un Primado o Papa). Cada obispo, aconsejado por sus asesores (llamados “hijo mayor” e ”hijo menor”), se encargaba de la gestión de su diócesis.
Los perfectos. Eran elegidos de éntrelos diáconos. Pasaban un período de noviciado de entre uno y tres años. Tras este período recibían una especie de bautismo espiritual, que servía como sacramento de ordenación, el consolamentum. Este rito se hacía mediante la imposición de manos y obligaba a quien la había recibido a practicar un riguroso ascetismo, renunciando a lo material y lo mundano. Los perfectos buscaban la supremacía del dios del bien, para lo que renunciaban a todo comercio carnal: ni comían carne, ni practicaban relaciones sexuales.
El diácono sería una especie de predicador, e incluso se le considera el equivalente al sacerdote católico. Era el responsable de tutelar la disciplina y la administración de las casas religiosas.
Los creyentes eran los más numerosos. Estos eran seguidores de la doctrina, pero que aún no habían recibido el consolamentum. Recibían una pequeña iniciación por parte de los Perfectos. En dicha iniciación de corte esotérico, les eran revelados determinados conocimientos, viéndose obligados a practicar la humildad, a no mentir ni jurar, así como demostrar amor por el prójimo. Periódicamente se sometían a una especie de confesión pública y penitencia. Todo ello, con la esperanza de recibir el consolamentum antes de morir (era una especie de sacramento de extremaunción). Con ello conseguirían liberarse de la prisión carnal, que era el cuerpo, para poder llegar al paraíso. Los creyentes no llevaban la vida de renuncia de los perfectos.
El secreto de los cátaros
Los mártires cátaros fueron torturados y quemados vivos, no por herejes, sino por iniciados. Y ello no obstante, los supervivientes lograron conservar la semilla del conocimiento secreto, y difundirla a generaciones posteriores, a través de diferentes colectivos sociales y sociedades secretas.
Los cátaros sostenían que nada humano —carnal y material— puede ser puro o bueno; y por ello no aceptaban que el Hijo de Dios fuera un hombre como los demás. Finalmente solucionaron esta antinomia estableciendo que Jesús sería un Ángel a quien Dios ordenó salvar al mundo a través de sus enseñanzas. Era el Salvador, el Enviado. Negaban su sacrificio en la Cruz y, por supuesto, el valor simbólico de esta última (así como la Eucaristía, o la transustanciación del cuerpo de Cristo en la hostia sagrada). María sería la Sofía (la Sabiduría).
Una de las mayores paradojas del catarismo consiste en su permisividad hacia los adeptos por lo que se refiere a la moral sexual. En pocas palabras, si alguien no podía rechazar el placer, era preferible la unión libre (la promiscuidad o la relajación sexual) al vínculo matrimonial.
Además, siendo los cátaros enemigos de la materia, empleaban las fuentes y las cuevas, tan asociadas a antiguos cultos paganos, como espacios sagrados donde celebraban sus ceremonias.
En definitiva, el catarismo es una doctrina compleja y contradictoria, lo que hace más inverosímil que tantos miles de Perfectos y Adeptos prefirieran aceptar con serenidad de ánimo el martirio, antes de abjurar de sus creencias.
La persecución de los cátaros
Si el catarismo alarmó a la Iglesia Católica más que otras herejías de la época, hasta el punto de convocar la primera cruzada en tierras cristianas, fue porque estaba mucho más extendido y crecía más rápidamente, hasta el punto de convertir a miembros del clero católico. Este éxito se debió en particular a la benevolencia de las autoridades occitanas, así, por ejemplo, Raimundo VI, conde de Toulouse, es famoso por haber tolerado y luego protegido a sus súbditos cátaros, aunque él mismo no era cátaro.
La Iglesia también considera que el catarismo es peligroso porque desaconseja la procreación, ya que considera el cuerpo como algo malo y las relaciones sexuales como impuras. En cuanto a las mujeres embarazadas, se considera que sus almas no pueden salvarse si mueren durante el embarazo.
Los cátaros acusan a la iglesia romana de no ser la legítima iglesia o comunidad de cristianos descrita en el Nuevo Testamento. Afirman que Pedro jamás estuvo en Roma de forma que no pudo fundar el Papado. Asimismo, sostienen que a partir de los privilegios otorgados por el emperador romano Constantino al papa Silvestre se consuma la decadencia de la Iglesia. La jerarquía eclesiástica se arroga los títulos de doctores y maestros en contra de la humildad que predicaba Jesucristo, llevando vestidos inmaculados de púrpura y anillos de oro con piedras preciosas. La iglesia romana no obtiene sus frutos del trabajo sino de los diezmos, siendo las indulgencias y las bulas la moneda de cambio. La iglesia enseña la idolatría haciendo adorar a sus creyentes la cruz y los iconos o imágenes de sus santos. Los sacramentos instituidos por la iglesia romana son considerados falsos. Así, consideran que la ceremonia litúrgica de la misa es una invención ya que ni Jesucristo ni sus apóstoles instituyeron dicho rito. Igual ocurre con el matrimonio entre hombre y mujer que la convierte en proxeneta y cortesana de la Babilonia descrita en el Apocalipsis, ya que para los cátaros el acto carnal es pecado. Las fiestas canónicas son consideradas también como demostraciones injustificadas de piedad. También niegan ningún valor a la ordenación de sacerdotes realizada por la iglesia romana. Es una iglesia que miente, no perdona, persigue y mata, violando de tal manera los preceptos de caridad cristiana. Con la ayuda del brazo secular suscita las guerras y cruzadas abusando de su poder sobre sus pobres fieles.
El catarismo contradecía al catolicismo en varios conceptos como no considerar a Dios como creador del mundo material que envolvía toda la maldad y sufrimiento posible. Para ellos se debía separar la parte espiritual, la única para llegar a Dios, de la material, obra del Demiurgo o Demonio. El alma versus La Carne. Logrando separar la materialidad del Ser Humano se llegaría a ser “Perfecto”, y por tanto preparado para estar en contacto con Dios. Creían además en la reencarnación, a no ser que se llegara a este estado espiritual, que rompería este ciclo. Esto sólo se conseguiría eliminando la conexión material de las personas por medio de una vida ascética y cargada de autoconocimiento.
Los Perfectos o Buenos Hombres asumían su obligación era hacer y predicar el bien además de cumplir algunas reglas importantes como no matar animales (debido a sus creencias reencarnacionistas), no practicar sexo, nunca jurar fidelidad ante nadie (ligazón con el mundo material), trabajar sin importar la clase social a la que se pertenezca. Rechazaban absolutamente la violencia y las armas, impropias de la naturaleza humana.
La oposición doctrinal es de tal magnitud que ataca en su base la ideología cristiano-romana.
Hay que decir que el Papa Inocencio III, tan pronto como subió al solio pontificio, en 1198, decidió emprender la conversión de los herejes, pero los misioneros enviados para predicar no tuvieron el éxito devastador que buscaron.
La Iglesia se veía amenazada por el radical enfoque de retorno a las fuentes primigenias que propugna la doctrina cátara sobre el mensaje cristiano. Obviamente todo esto fue considerado como una Herejía por la Iglesia, que junto a importantes miembros de la nobleza francesa, llevaron a cabo una Cruzada consistente en eliminar todo atisbo de catarismo en esas tierras del Languedoc, cuyo corazón era la ciudad fortificada de Carcassonne.
La Iglesia católica echó mano de cuantos medios estaban a su disposición para extirpar esa herejía. Le ayudaron a ello los reyes de Francia, que vieron en ello la ocasión de extender su territorio en dirección sur.
El asesinato de Pierre de Castelnau, el 15 de febrero de 1208, del que fue culpado de ordenarlo el Conde Raimundo VI de Toulouse, sirvió de pretexto para que los responsables de la Iglesia organizaran la lucha armada contra los cátaros. El Papa Inocencio III inició una Cruzada para acabar con los “albigenses”, enviando un ejército de 200.000 soldados de infantería y 20.000 caballeros para perseguirlos por todo el Languedoc.
Tratando de beneficiarse de las ventajas materiales y espirituales que se reconocían a los cruzados, pequeños señores y aventureros venidos del norte, entre los cuales figuraba Simón de Montfort, partieron hacía el Languedoc en una cruzada contra los albigenses que pronto se transformó en una guerra entre el norte de Francia y las regiones del sur. El mismo Simón de Montfort murió en 1218 durante el duro asedio al que estaba sometiendo a la ciudad de Toulouse. Fue alcanzado por una piedra que le lanzaron un grupo de mujeres desde lo alto de la muralla.
Los condados del sur fueron saqueados, y sus poblaciones asesinadas por esta “cruzada” que contaba con la bendición del Papa. Tras una férrea resistencia, el Languedoc tuvo que someterse a la autoridad real y papal en 1226.
El final de catarismo
El final del catarismo, viene dado por diversas causas, unas de índole externa, como la debida a la muerte de Montfort, que contribuyó a que la pequeña nobleza atenuara el apoyo prestado a los herejes. Los cátaros ya no eran tan necesarios y, seguir apoyándoles, podía sumir Languedoc en una nueva tormenta. Otras causas eran de índole interna, ya que se produjeron disensiones doctrinales derivadas de sus propias incoherencias: dudas, desconfianza y desazón entre los fieles.
Uno de los aspectos más problemáticos, y que generó gran inquietud y desafecciones entre los cátaros era, por ejemplo, la doctrina relativa al estado del perfecto: así, si un perfecto pecaba, todos los que hubieran recibido el consolamentum de sus manos, lo perdían, de manera que se condenaban irremediablemente. Muchos comenzaron a temer si se salvarían, al no saber si el perfecto que les había impuesto las manos había pecado, generando dudas, desconfianza y una insoportable desazón entre los seguidores de la herejía, que les acabó por apartar del movimiento.
Como punto de inflexión de gran relevancia, hay que hablar de lo acontecido en Montségur, ya que ante la persecución de los cátaros, el sur de Francia volvió a agitarse en 1242, siendo asesinados algunos eclesiásticos, y en la citada ciudad de Montségur habrían refugiado obispos y gran número de perfectos, por lo que el ejército al servicio de la Iglesia Católica, resolvió acabar con el mismo, sometiendo a sitio la ciudad entre el verano de 1243 y marzo 1244. Su caída supuso un duro golpe para el movimiento, esta localidad vio prender en la hoguera a centenares de líderes y seguidores de esta fe, dejando en cenizas una nueva religión, una nueva filosofía de vida, haciendo desaparecer el grueso de aquellos que, mediante imposición de manos, podían ordenar a nuevos perfectos.
La Cruzada Albigense terminó en 1244, aunque en 1229 ya se había firmado el Tratado de Meaux-Paris, entre el Conde de Toulouse y el Rey de Francia; poniendo a la región de Toulouse, el Languedoc, bajo el dominio francés.
Posteriormente, los cátaros tuvieron tímidos resurgimientos, hasta que en 1321 fue quemado en la hoguera Belivasto, el último perfecto cátaro. Con él se apagó para siempre la palabra cátara.
El tesoro de los cátaros
Con motivo de la toma del castillo de Montségur en 1244 y la quema de los cátaros allí refugiados, surge una de las leyendas más famosas en torno a los cátaros: la del tesoro de los cátaros.
La leyenda nace al amparo de las declaraciones inquisitoriales realizadas tras la caída del castillo. En una de ellas, el hereje Arnaut Rotger de Mirepoix afirmaba que “cuando los perfectos salían del castillo de Montségur para ser entregados a la Iglesia y al rey, Pèire Rotger de Mirepoix retuvo en el castillo a Amiel Aicart y su compañero Hug, y de noche, después de que el resto de perfectos hubieran sido quemados en masa, Pèire Rotger los escondió y se evadieron; y esto se hizo para que la Iglesia de los herejes no perdiera su tesoro que había sido escondido en los bosques”. Otra declaración, de Imbert de Salles, afirmaba que “sacaron el oro y la plata e infinidad de monedas”.
Estas palabras ponen de relieve que existía un tesoro cátaro y que fue evacuado del castillo antes de la conquista cruzada. Posiblemente debió de estar formado por el dinero con el que se sufragaban los gastos del castillo y los objetos de valor que conservaban los asediados. Por otras declaraciones sabemos que los perfectos lo pusieron a salvo dos veces: la primera, durante la Navidad de 1243, en pleno asedio y para esconderlo en los alrededores; la segunda, durante la noche anterior a la rendición, para llevarlo a otro escondite.
Como los relatos no ofrecen más información, se han planteado muchas hipótesis sobre el posible emplazamiento del tesoro cátaro.
Por otro lado, la naturaleza del tesoro también sería objeto de numerosas especulaciones. En el siglo XIX, el escritor Joséphin Péladan fue el primero que impulsó el vínculo entre el Grial y los cátaros, al relacionar Montsegur con Montsalvat, la montaña mágica que albergaba el Grial en una ópera de Wagner: Parsifal. Ésta, a su vez, se basaba en el Parzival de Wolfram von Eschenbach, una novela alemana sobre el Grial compuesta hacia 1240. A partir de esta teoría, varios autores desarrollaron la idea de que el tesoro de los cátaros era el famoso Grial de las novelas de caballería.
La leyenda que unía el Grial y los cátaros culminó después de la Primera Guerra Mundial con la aportación de algunos intelectuales del nazismo. Su principal artífice fue Otto Rahn, autor de una teoría sobre el Grial que motivó la visita de Heinrich Himmler al monasterio de la montaña de Montserrat el 23 de octubre de 1940, en busca de su posible emplazamiento. Otto Rahn había cursado filología y se convirtió en un estudioso de las leyendas literarias de la Edad Media, entre ellas, la del Grial.
Los países cátaros
Los países cátaros, al igual que la acepción a castillos cátaros, son términos puramente turísticos, pues no tienen base alguna histórica.
Al hablar de países cátaros hay que concretar que nos estamos refiriendo a una zona en territorio francés, comprendido entre el Languedoc-Roussillon, situada en el Sur, y la zona del Midi-Pyrenées, flanqueada al Este por la Provenza, en el mar Mediterráneo y al Oeste por Aquitania, en el Océano Atlántico.
Esta denominación, países cátaros, ha sido acuñada a partir de la Cruzada contra los cátaros o albigenses (por la ciudad de Albí), llevada a cabo en la Edad Media (1209-1229) y posteriormente hasta su total aniquilación como comunidad religiosa en el 1255 con la capitulación del castillo de Quéribus, si bien siguieron existiendo cátaros hasta el 1321, fecha en que fue ejecutado a morir quemado vivo en la hoguera el último perfecto cátaro: Guillaume Bélibaste.
Las localidades y ciudades consideradas cátaras sobrepasaban el centenar.
El estilo gótico meridional y su relación con los cátaros
El estilo arquitectónico conocido como gótico meridional fue característico durante la Edad Media en el Sur de Francia; sobre todo en las zonas donde se había desarrollado con fuerza el catarismo y que tuvieron que someterse a la represión religiosa y militar llegada del Norte.
El gótico meridional se caracterizó por la austeridad de las edificaciones, por el uso de contrafuertes macizos sin esos vistosos arbotantes, típicos del gótico, y por las escasas y estrechas aberturas en los muros.
Muchos de los edificios religiosos que adoptaron este estilo se construyeron con una única nave con la finalidad de mejorar su acústica para favorecer la labor del predicador. También estaban colocados en el centro de las ciudades para facilitar la afluencia de los fieles con la intención de ser adoctrinados o advertidos de los peligros de la herejía cátara. En Toulouse tenemos varios ejemplos de este estilo arquitectónico típicamente occitano, destacando la Iglesia-Convento de los Jacobinos y la Iglesia de Notre-Dame de la Dalbade.
Las iglesias de predicación, como la de los Jacobinos de Toulouse, tenían como misión combatir a los cátaros con la palabra.
La Catedral de Santa Cecilia en la vecina ciudad de Albi, se puede considerar como la obra maestra del gótico meridional. Fue construida después de finalizar la Cruzada Albigense, como símbolo de la victoria de la ortodoxia católica contra la “desviación” cátara a finales del siglo.
Los cátaros en España
Tras la batalla de Navas de Tolosa en la que el rey aragonés Pedro II había luchado contra los musulmanes, el rey apoyaba a sus vasallos y siervos occitanos lo único que suponía era que el monarca apoyaba la causa de herejía cátara que se había extendido por sus dominios. Lo que se pretendía principalmente era la defensa de los territorios ubicados más allá de los Pirineos, ante la insaciable sed de conquista del monarca francés y los nobles que proliferaban por el norte.
En enero de 1213, el monarca aragonés había captado el juramento de fidelidad que le rindieron diferentes condes, como el de Foix, Cominges, Tolosa y el Bearn. Ellos acudieron a él en busca de auxilio ante la inminente amenaza del avance de las tropas cruzadas, que estaban organizadas por el Papa y apoyadas por las fuerzas francesas del Rey Felipe II.
En el mes de septiembre de ese mismo año, las tierras del Languedoc estaban inmersas en una frenética actividad. Estas tierras están situadas al sur del país galo, que se encuentra a unos veinte kilómetros de Tolosa, estaban siendo azotadas por las tropas eclesiásticas para la erradicación de los cátaros, por lo que fueron congregando por la causa diferentes caballeros pertenecientes a la hueste del Rey aragonés.
La muerte de Pedro II, y la derrota de sus ejércitos, ante las tropas cruzadas, produjo un gran despojo de la corona aragonesa de una buena parte de sus dominios al sur de Francia. Pero esta no fue la única consecuencia de esta derrota: una de las consecuencias es que se generó un delicado problema de sucesión en la Corona, con el heredero, el futuro Jaime I el Conquistador, en manos de Simón de Montfort. Y otro aspecto es el punto de inflexión que genero esa batalla, ya que supuso el acelerador de la cruzada anti-cátara, que hasta ese momento solo se había manifestado tímidamente.
El flujo migratorio en éxodo hacia la península Ibérica de cátaros se hizo especialmente notable tras el inicio de la cruzada y en especial en los años que siguieron al establecimiento de la sagrada Inquisición.
Según algunas fuentes halladas, parece ser que durante esa asamblea, un grupo de individuos que habitaban el valle de Arán decidieron escoger para su comarca un obispo cátaro, pero muchos historiadores dudan de la autenticidad de la esta identificación con el valle de Arán y señalan que en realidad, debía de estar haciendo referencia a gentes de un punto situado en el suelo occitano, pero sí que es posible que ya por esas fechas hubiese grupos de cátaros, aunque no muy numerosos en ese territorio.
Junto con los que huyen de sus hogares, se encuentra un grupo de comerciantes occitanos que cruzan la barrera de los Pirineos, con el objetivo de desarrollar sus negocios. La gran mayoría utilizaron dos caminos para entrar en la península, o el valle de Arán o siguiendo una ruta establecida entre el condado de Foix, en el Languedoc, y el condado de Castellbó, ya en Cataluña.
En Cataluña, los herejes se dejaron ver muy fácilmente, principalmente en el condado de Castellbó, y en Josa del Cadí, aunque también en ciudades como Lleida o Tarragona.
Esta proliferación de cátaros en suelo catalán se hizo especialmente patente durante los años de minoría de edad de Jaime I el Conquistador, un monarca que procuró mostrarse siempre bastante condescendiente y amable con los herejes, a pesar de las constantes presiones que recibió de Roma para su aniquilación.
En estos primeros años del joven monarca, la Iglesia catalana intentó erradicar a los Bons Homes, especialmente con los actos del arzobispo Aspargo de la Barca. En 1226, cuando Jaime I ya es adulto, el monarca aragonés se vio obligado a ceder a las presiones de Roma con respecto a los herejes, por lo que ordenó que se impidiera a los herejes buscar asilo en su reino, y prohibió que se le diera cualquier tipo de ayuda.
Pero a pesar de las insistencias eclesiásticas, Jaime I siguió mostrando misericordia con ellos, siempre que las circunstancias se lo permitieran, pero encontró en estos herejes un poder sin igual. Él los utilizó con un objetivo muy claro, como arma para su reconquista. Era algo lógico, le resultaba mucho más valioso y beneficioso aprovechar la participación de hereje occitano en la conquista y su posterior repoblación, que estar persiguiéndolos y malgastando esfuerzos en ello.
Por desgracia para los cátaros, su refugio hispano no duro por mucho tiempo. En 1232, el Papa Gregorio IX hace llegar al arzobispado de Tarragona la bula Declinante, en la que se muestra el profundo malestar por la existencia consentida de herejes en tierras del dominio del rey Jaime I.
Dos años después, en 1234, aparece la temible Santa Inquisición, que se establece en la Corona de Aragón bajo el mando de Ramón de Peñafort, quien redacta unas Constituciones en las que se establecen las actuaciones a seguir contra los herejes. En esta situación, Jaime I está cada vez más obligado a endurecer las persecuciones, aunque no debió mostrar mucho empeño en la tarea por las numerosas quejas que recibió desde el vaticano de Roma. Pese al rechazo público del monarca, no pudo evitar que comenzaran a producirse las primeras ejecuciones.
En 1237, los inquisidores acuden a Castellbó, uno de los principales núcleos de la herejía y toman presos a 45 herejes. Además, derriban varias casas y queman en la hoguera a quince personas como demostración para el pueblo. No contentos con el castigo, desentierran los cadáveres de algunos sospechosos de herejía ya fallecidos y queman sus restos en las plazas públicas. Así, fueron poco a poco eliminando la presencia de los herejes en el territorio de Jaime I.
Pero no fueron los únicos sitios de la península donde había registros de presencia de herejes. También en el reino de Navarra se tiene constancia de su presencia, pero como en el caso de Aragón, estos terminaron siendo exterminados o expulsados.
Los cátaros en el imaginario actual
Tanto la religión cátara como sus seguidores, han pasado la Historia con bastantes elementos místicos y esotéricos.
En el imaginario actual, y de manera casi idéntica a los templarios, los cátaros están rodeados de un halo esotérico, que no hace más que desvirtuar este movimiento heterodoxo, aparte de engrandecer un misticismo ya de por sí bastante agrandado.
Y es que como pasa con todos los elementos de la Historia con un final repentino, o falto de documentación, es aprovechado para buscar otros fines. Esto, sin ir más lejos, es lo que pasó con los cátaros. En el siglo XIX, la asociación lingüística Félibrige, para proteger la lengua occitana, tomaron el catarismo como elemento identificativo de los occitanos.
A raíz de esto, escribieron e inventaron leyendas y misterios alrededor de los seguidores de esta religión. Estas leyendas han perdurado hasta nuestros días, adquiriendo una imagen que nada tenía que ver con la religión albigense.
La realidad, por muy poco romántica que suene, no es otra que, los cátaros vieron su final en el siglo XIII (siglo XV en Italia).
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Un buen libro sobre los cátaros
Referencias
El secreto de los cátaros. De Agatón, C.
Los cátaros: herejía y crisis social. De Labal, P.
La sociedad medieval. De Fossier, R.
Los cristianos perseguidos. La Iglesia de los cátaro». De Dalmau, A. En National Geographic Historia, núm. 58, 2008, pp. 78 – 89.
https://www.arteguias.com/cataros.htm
https://www.eltambor.es/los-cataros-su-origen-y-su-entorno-geopolitico-e-historico/
https://historiaeweb.com/2020/08/01/cataros-catarismo/
https://historia.nationalgeographic.com.es/