Para hablar de las características, tipologías y demás elementos que conforman la vivienda durante la época de la antigua Roma, tenemos que tener presente que, como sucede en todos los períodos de la historia, la vivienda era un reflejo del estatus social y económico alcanzado por la sociedad. Para los romanos el hogar era algo muy importante. Así lo demuestra el término domus, utilizado para designar la casa o vivienda y que deriva de la palabra dominium, propiedad. Poseer una propiedad, ya fuera una vivienda o un terreno, era un símbolo de éxito social en aquella época.
Para conocer el tipo de edificios y viviendas, disponemos además de las fuentes escritas y arqueológicas, de un elemento esencial, la Forma Urbis Marmórea, conocida simplemente como la Forma Urbis, que se encontraba expuesta en la Biblioteca del Foro de la Paz, y que no es más que la plasmación sobre una inmensa placa de mármol de un plano detallado de la ciudad de Roma, mandado levantar por Septimio Severo en el siglo III d.C. (hacia el año 200), en el que se recogieron los diferentes edificios singulares (templos, termas, mercados, edificios lúdicos, etc) así como las diferentes tipologías de domicilios de los romanos, es decir domus e insulae, sabiendo que el número de las primeras era de 1.797 y que las segundas alcanzaban la cifra de 46.602.
En el imperio romano la propiedad y posesión de una domus, y/o una villa, era el reflejo simbólico de una riqueza fundiaria, riqueza tradicional basada en la tenencia y explotación de la tierra. En cambio, la posesión de las viviendas de una insula estaba temporalmente en manos de los inquilinos, ya que la mayor parte de las veces la propiedad de esos edificios inseguros e incómodos la ostentaba la gente que vivía en el reducto seguro y cómodo de una domus.
Las casas romanas tienen su origen primitivo en las antiguas casas o cabañas de origen etrusco del mundo rural (casae o tuguria), allá por el siglo VIII a.C. Eran casas de planta circular, según el terreno, con un techo cónico, con la urdimbre de troncos y recubierta de cañas y de paja. La cobertura del techo es de tal disposición que dejaba fácilmente salir el humo. Ésta sería la típica casa guardiana de los terrenos y campos cultivados.
Si damos un salto en el tiempo hasta el siglo II a.C., encontramos ya entre las clases pudientes de Roma, un modelo vivienda que sigue al griego. Hablaríamos ya de las domus romanas, viviendas unifamiliares que se empiezan a asemejar, tanto en su estructura como en sus comodidades a las viviendas actuales.
Luego fueron sustituidas por las cabañas etruscas, de planta rectangular con una entrada (fauces) que daba al atrium, un vestíbulo central con patio de luces y que más adelante sería un atrio con fuente. Presenta en lo alto del techo una abertura, también rectangular, que da paso al humo y deja penetrar la luz y colarse el agua de la lluvia.
Posteriormente surgieron más tipos de vivienda más parecidas a la casa moderna y que se pueden diferenciar en: domus, insulae y villas.
En todo caso, para estudiar el desarrollo de los tipos domésticos en la cultura romana hay que referirse incuestionablemente a Pompeya, y las demás ciudades sepultadas, en el caso de las domus y las villae, y a Ostia, en el caso de las insulae, o casa de alquiler, ya que Roma conserva muy pocos restos de estas unidades de habitación debido al desarrollo que como núcleo urbano ha tenido.
La domus
La casa romana era la domus. Este tipo de vivienda estaba más relacionado con la vivienda etrusca. La vivienda de índole etrusco ya de planta rectangular, presentaba -igual que la anterior micénica- una abertura en el techo de formato rectangular para permitir la salida de humos (a modo de chimenea) como la iluminación del sol y el agua de lluvia. Era el denominado compluvium e impluvium, en el que alrededor del mismo se situaba el atrio y se hacía vida allí.
Las características comunes a las casas romanas eran las siguientes:
- estaba orientada hacia el interior, la luz penetra por dos áreas centrales (atrio y peristilo) en torno a las cuales se distribuyen las demás habitaciones.
- carecía de vista exterior. Las ventanas eran raras, pequeñas e irregulares.
- tenían una sola planta, aunque en algunas zonas se elevaba en dos plantas.
- los diferentes espacios estaban destinados a un solo uso.
Este tipo de vivienda se levantaba sobre una superficie media de 800 – 900 metros cuadrados, teniendo un desarrollo fundamentalmente en horizontal.
La domus romana tiene generalmente dos puertas: una principal a la calle y otra lateral que da a algún patio trasero o callejón. El término para la puerta es “ianua” o bien “ostium” (el término Porta se reserva para las puertas de las murallas de las ciudades). La puerta propiamente dicha (fores), acostumbraba a estar formada por dos o más hojas (valvae), que giraban sobre goznes de madera forrados de hierro o bronce, lo que la hacía muy pesada y además producía ruido al abrirla.
Eran unas casas elegantes, amplias, cómodas, bien ventiladas y luminosas. a continuación les mencionamos las principales estancias de la casa romana. No todas las casas presentan un plano uniforme. El solar de que se dispone, el gusto del dueño y las necesidades de la familia dan como resultado gran diversidad en la ordenación y en los detalles. Pero las partes comunes de la casa son estas:
Era frecuente que sobre la fachada que daba a la calle se abrieran locales comerciales, generalmente de comida y bebida (tabernae) que los dueños de la domus alquilaban a comerciantes para su explotación. Estas tabernae solían tener techos altos que permitían contar con un entresuelo que hacía las veces de dormitorio para el que regentaba el local. Disponían de un mostrador de albañilería para exponer las mercancías.
La primera estancia que se encuentra al traspasar el umbral de la puerta es el vestibulum. El tamaño y la decoración del vestibulum da idea del rango y la riqueza de los dueños de la domus. Los nobles romanos tenían grandes vestíbulos profusamente decorados con títulos e insignias de poder que servían de propaganda de su grandeza para impresionar a los clientes que aguardaban en él para el ritual de la “salutatio matutina”. Fauces llamaban al trocito de corredor que había entre las puertas y el atrio.
Del vestibulum se accede al atrium, que constituye el centro de la casa romana. Es un gran espacio cuadrangular, rodeado de un pórtico, alrededor del cual se disponen las habitaciones. Tiene una abertura en el techo (compluvium) para dejar entrar la luz, el aire y el agua de la lluvia. El agua se recoge en un pequeño estanque situado debajo (impluvium), que estaba conectado a una cisterna subterránea. El agua era sacada del depósito subterráneo a través de un brocal de pozo, el puteal; este sistema fue utilizado hasta la generalización de las fuentes públicas, y hasta que las conexiones privadas a los canales de distribución de los acueductos se hicieron comunes. Una vez el agua se pudo obtener del servicio general hidráulico, la mayoría de los impluvia se convirtieron en un elemento puramente decorativo, adornándose con surtidores y estatuas. El atrium era el primitivo centro de la casa, donde se concentraba la vida de la familia y ardía el hogar doméstico. Allí se guardaban las imágenes de los dioses protectores del hogar (dioses lares) en una pequeña capilla u hornacina, llamada lararium, destinada al culto familiar con imagines maiorum que eran retratos de los ancestros más ilustres. Con el desarrollo que fue adquiriendo la parte posterior de la casa, el centro de la vida familiar se retiró al peristilo.
El peristilo es un gran espacio descubierto, rodeado de un pórtico columnado, como el atrio pero mucho más grande, con un jardín y una fuente en medio. Al pórtico del peristilo se abren las habitaciones de la familia, por lo general mucho más amplias y lujosas que las del atrio, que ahora quedarán para el servicio.
Las alae eran dos recintos gemelos que se abrían a una y otra parte del atrio, de ordinario en su extremidad y cerca del tablinum. Seguramente estos recintos se conservan por tradición de la casa antigua, cuando el atrio era pequeño y cubierto, se dejaban estas dependencias que comunicaban con la calle por medio de ventanas para darle luz y ventilación.
Alrededor del atrio se disponen los cubicula. Los dormitorios eran altos y estrechos y estaban decorados con pinturas y mosaicos. La cama solía estar en un lugar destacado y abovedado. Era muy alta por lo que debían servirse de un pequeño escabel para subir a ella.
También se abre al atrio el tablinum. Constituía esta una estancia principal ya que en su origen era el dormitorio del pater familiae y posteriormente su despacho, donde recibía a sus clientes. No tenía puertas, sino que se abría hacia el atrio en toda su amplitud, sostenido por lujosas pilastras. Podía cerrarse con ricas cortinas cuando se quería aislarlo del atrio. Está en el paso hacia la parte posterior de la casa, al peristilo.
El peristilo era un jardín íntimo rodeado de un pórtico de columnas y decorado con estatuas, mesas y obras de arte. A su alrededor se disponían otras estancias cuyo número y función varían considerablemente según la época y la riqueza de los dueños de la casa.
Una estancia que no puede faltar es el triclinium o comedor para las cenas, ya que los romanos toman el almuerzo fuera de casa. Dispone de tres lechos (triclinios) situados en forma de U en cuyo interior se colocan las mesas con los alimentos. Los romanos comían recostados, apoyándose sobre el codo izquierdo y tomando los alimentos con la mano derecha, ya que no usaban cubiertos.
Cerca del triclinium estaba la culina o cocina. Las cocinas de las casas romanas son pequeñas y tienen un fogón de mampostería donde se colocan las brasas sobre las que se situarán las ollas para cocinar los alimentos. Los romanos conocen ya la calefacción. El calor se producía en una especie de caldera (praefurnus) y de allí se conducía por cámaras de aire bajo el enlosado, creadas mediante pequeños pilares de ladrillo, y por amplias tuberías empotradas en las paredes.
Otras dependencias dentro de la domus serían:
- Habitaciones de descanso (cubicula aut conclavia).
- Habitación privada (oecus)..
- Biblioteca bien orientada para aprovechar bien la iluminación y las primeras horas del sol por la mañana para su eficacia.
- Baño (balnea o lavatrina). Aparte de los baños públicos (letrinas) que se situarían en el foro; las domuso casas privadas tenían también sus baños privados para el aseo personal.
- Despensa o almacén de provisiones de alimentos (cella penuaria).
En algunas Domus al lado de la entrada podían encontrarse dos habitaciones con puerta a la calle. A veces eran utilizadas como locales comerciales donde se vendían productos cosechados en la casa.
La insulae (insula romana)
La mayoría de los romanos vivían en departamentos llamados cenácula dentro de bloques llamados insula que eran residencias de las clases populares.
En su origen la insula es una vivienda completamente aislada y rodeada por todas partes de un jardín o una calle. Con el crecimiento de Roma, fue necesario multiplicar las viviendas, pero como el suelo resulta escaso, fue necesario dar a las casas mayor altura.
Los insulae eran bloques de 300 o 400 metros cuadrados construidos en varios pisos de altura. Algunos llegaron a tener 6 o 7 pisos. Estaban construidos con materiales baratos y de mala calidad.
Eran casas de alquiler, o en propiedad, para gente con pocos recursos económicos. Las habitaciones son de tamaño muy reducido y los materiales de obra de muy baja calidad, por lo que había un gran peligro de derrumbamiento o incendio. La insula solía pertenecer a un solo propietario, pero entre los pobres y los ricos había una clase media, que teniendo como deshonra el vivir en casa alquilada, compraban la casa entre unos cuantos y luego se la distribuían en propiedades privadas. Los que no podían hacer ni eso, se contentaban con alquilar un piso, una habitación o parte de una habitación.
Estas casas tenían numerosos balcones y ventanas al exterior para aprovechar al máximo el interior de las mismas. Cuando eran muy grandes, tenían un patio interior de luces, aunque lo más reducido posible, para que no quedaran habitaciones totalmente ciegas. Hay una o varias escaleras para uso común de los vecinos.
No contaban con agua corriente, cocina ni baño. Tenían ventanas y pequeños balcones y en la parte inferior solía haber tiendas que daban a la calle. Las heces las depositaban al pie de la escalera (dolium) en un recipiente común o simplemente eran arrojadas por la ventana. Los materiales de construcción eran muy pobres por lo que en muchas ocasiones no se han llegado a conservar en el tiempo. Todavía se pueden apreciar algunos restos de comer eran estas insulae, en el puerto de Ostia Antica en Roma.
Las piezas de la vivienda no tienen de ordinario destino fijo. Todas las habitaciones sirven para todo, según las necesidades de la familia. Estas casas se construían demasiado aprisa y con entablados de madera en las paredes, para que permitieran ser más delgadas. Por su inmensa altura, por la estrechez de las calles, porque estaban privadas de agua corriente y, sobre todo, por su mala construcción, estas casas estaban expuestas a incendios y hundimientos.
La villa romana
Las villas de la antigua Roma estaban situadas en las afueras de las ciudades y a veces estaban relacionadas con la explotación agrícola.
Esta tipología eran las casas de campo en zonas rústicas (villae rusticae), dedicadas a granero, bodega o granja de animales. Luego ya estarían las denominadas villae urbanae, que eran las que estaban dedicadas al disfrute del propietario y de su familia.
- Villae Suburbane: Situadas en las afueras de la ciudad, eran residencias suntuosas, adornadas lujosamente y destinadas al ocio de la familia, que utilizaban esta villa para descansas de las actividades de la urbe. Servían lo que hoy conocemos como segunda residencia o casa de campo.
La Villa Adriana, en Tivoli, construida entre el 118 y 134 constituye la villa romana más grande jamás edificada. Estuvo rodeada por un gran jardín con un estanque denominado Canope en honor al canal que conectaba Alejandria con la ciudad egipcia de Canope. El estanque estaba rodeado por columnas clásicas y arcos con copias de esculturas griegas.
- Villae Rusticae: Situadas en el campo se dedicaban a la explotación económica. Es una finca o estancia moderna.
La Villa romana de Casale (Piazza Armerina, Sicilia) fue la lujosa residencia de Maximiliano que gobernó el imperio del 286 al 305 en un contexto de fragmentación del imperio en 2 partes: Oriente y Occidente.
En la península ibérica encontramos muchas villas romanas como Villa Romana de la Olmeda, Villa Romana de Almenara-Puras, Villa Quintanilla de La Cueza en Castilla y León, Villa de Carrenque en Castilla-La Mancha, las villas romanas de Toralla en Vigo, las de Buñuel en Jaén, las de Rótova en Valencia, la Villa de Centelles y la Villa de Munts en Tarragona, la Villa Fortunatus en Fraga (Huesca).
En cuanto al mobiliario:
Si algo caracteriza a las viviendas y al sentido de vida del romano en general es su simplicidad y sobre todo, practicidad. Los ciudadanos romanos en sus casas eran muy prácticos, sus casas bastante austeras, sin embargo en el caso de las “domus” y de las “villae suburbanae”, los restos arqueológicos de Pompeya y Herculano y las referencias de los autores latinos confirman que los romanos, a pesar de sus sentido minimalista y práctico, se esmeraron en la decoración de interiores con la incorporación de estatuas, bustos, pinturas, mosaicos, telas, tapices y muebles exquisitos elaborados en madera, marfil o bronce, y embellecidos con cincelados o incrustaciones de plata o metales preciosos.
Sus casas al exterior contaban así mismo de toldos (uela cilicia). Lo que recibía el nombre de instrumenta, y era todo aquello destinado a conservar la casa: contando además de los toldos y cortinas, las reservas de vigas, tejas, escaleras, mangueras para el riego… etc.
Junto a estos instrumenta estaban también los supellex, que era todo ese mobiliario del interior de la vivienda destinado a ornamentarla: tales como cuadros, estatuas, doseletes, cortinajes, alfombras, adornos de columnas, láminas de talco y yeso para proteger las ventanas del viento y filtrar la luz (lapis specularis). Y es que, los romanos, ya inventaron las dobles ventanas para proteger y salvaguardar el calor del interior.
El lecti. Era nuestro actual escritorio. Al romano le servía para sentarse a trabajar y, como bien su nombre indica, para leer las cartas, libros… etc.
Asientos (sedes). Existía también una gran variedad de asientos o sillas (sella): taburetes o asientos bajos y pequeños (sediculum); sillitas pequeñitas (sedecula); sillones con brazos y respaldar (solium), similar a la forma del trono, en donde se sentaba el “dominus”; bancos (sedile); banquillos o asientos poco elevados (subsellium); asientos alargados y de lujo en forma de banco para dos personas (bisellium); y lechos de mesa con capacidad para tres y cinco personas en donde los romanos se recostaban para comer (triclinium).
En la esfera pública, existía la“silla curul”(sella curulis), destinada a los ediles romanos y en general a las personas que ejercían una elevada magistratura o dignidad; la “cathedra” o silla de brazos que más tarde sería la silla episcopal; y los bancos o escaños denominados “scamna” (scamnum) que había por ejemplo en los teatros y anfiteatros.
El cubicularis. Era el lecho sobre el que dormían y descansaban. Solía tener cuatro o seis patas. Los más lujosos tenían cabecero o respaldo (fulcrum). A diferenciar esta con el famoso diván (lucubratorius) que utilizaban para comer mientras charlaban. Los triclinares eran más bajos que el cubicularis, que las camas normales, y algo más lujosos que aquéllas. Solían estar realizados de mampostería, un material mucho más barato.
En cualquier caso, el ciudadano romano de a pie dormía en modestas camas y comía en sobrios taburetes o incluso en el mismo suelo.
Dentro del mobiliario de la casa también se contaba con sillas (sedes o sedilia), de las que se distinguen el taburete (scamnum o subsellum). Muy similares a los nuestros actuales.
También las mesas. Los diferentes tipos de mesas (rectangulares, cuadradas o redondas con una, dos, tres o cuatro patas) que tenían los romanos eran de origen griego. Había distinción entre las de un solo pie (monopodia), introducidas en Roma tras la conquista asiática y fueron altamente valoradas, realizadas de madera de acebo procedente de Mauritania; las mesas de tres pies, denominadas tripes o comúnmente Delphica (en alusión al trípode de Delfos. Siendo las de cuatro patas las más abundantes. Dentro de las mesas, una de las más características era el “cartibulum”, la cual tenía un soporte de mármol y patas con forma de animales que terminaban con garras y entrelazados de hojas y volutas.
Dentro de los asientos, ocupaba también un importante papel en la vida de los romanos, los asientos transportables, en los que los ocupantes podían ir sentados (basterna) o recostados en literas grandes (lectica) o pequeñas (lecticula). El uso de este tipo de transporte se generalizó tanto entre los romanos que se crearon paradas de literas (castra lecticariorum), como hoy en día existen las paradas de taxis, en donde esperaban los mozos de literas (lecticarius).
Y si las mesas y asientos eran y son fundamentales en la vida doméstica, obviamente lo eran las camas (lectulus o cubile), las cuales estaban formadas por una estructura rectangular sobre cuatro pies que servían de soporte para un entramado de tiras de cuero que hacía las veces del somier actual y sobre el que reposaba el colchón de lona (culcita) relleno de paja, plumas o lana de Mileto, y por supuesto las almohadas (cervical-cervicalis o pulvinus). El lecho romano se podía utilizar como sofá o bien para descansar, estaba ricamente adornado, sobre todo a partir de la época imperial, y constituido por dos cabeceras levantadas (flucra) y por altas patas, por lo que se hacía necesario un escabel o reposapiés para subir y bajar.
No podemos cerrar este apartado dedicado al descanso sin hacer referencia a las cunas, que como podréis observar con la siguiente ilustración tenían ya una estructura que se ha mantenido durante siglos:
Para completar este mobiliario básico, los romanos disponían de armarios (armarium), de arcones o arcas (arca), de aparadores para guardar el servicio de mesa (abacus).
Y el ya citado “lararium”, que era un pequeño altar –destinado a los dioses domésticos- que se ubicaba en el atrio o entrada de la casa.
Vajilla para comer (mensae apparatus). Los romanos sentían una gran predilección por la vajilla fina. Las más exóticas estarían realizadas en ágata, ónice o sardónica; aunque también las hubo de cristal, probablemente éstas fueron las más comunes. En el Museo de Arte Romano de Mérida se pueden contemplar.
Estas vajillas eran albergadas en un armario denominado mensae, el cual se situaba por lo general en el atrio de la casa y servía para tanto para guardar estas vajillas como hacer ostentación y mostrarlas a modo de vitrina.
Otro tema importante es la cuestión de cómo se alumbraban los romanos. El alumbrado lo lograron por medio de antorchas (taeda, faces), candelabros (candelae) y lámparas de aceite (lucernae).
Las antorchas eran sacadas de madera resinosa. Las candelas (candelae), funcionaban envolviendo en capas de cera o sebo un papel vegetal (ya se tratara de papiro, esparto, cáñamo, cuerda con pez, o bien cera) retorcido en ellas para formar un material grueso con resistencia (funalia o funales cerei o cerei).Pero con la generalización del aceite, las lámparas de aceite (lucernae) resultaron ser las más cómodas y comunes maneras de alumbrarse en casa.
Y un tema de gran actualidad en nuestra sociedad actual, los desahucios, los encontramos también en la sociedad romana. Hay que recordar que la sociedad romana estaba fuertemente jerarquizada. Los más ricos vivían en la planta baja, en pisos amplios y bien decorados; a medida que se subía por la escalera, el hacinamiento aumentaba y menguaban las comodidades. Los esclavos urbanos carecían de espacio propio; dormían en los pasillos, directamente en el suelo. Cada seis meses se renovaban los alquileres y durante esos días era habitual ver familias desahuciadas durmiendo en la calle.
Y para finalizar, en cuanto a la red de salud pública, en Roma, la higiene era un asunto de Estado. El agua, omnipresente en las ciudades, corría en fuentes públicas, en los atrios de los potentados, en el fregadero de algunas tabernas y casas de comidas y, por supuesto, en las termas. La orina (en la imagen, unas letrinas públicas) se recogía organizadamente para reutilizarla en tareas de tintorería y curtido. Las letrinas desembocaban en alcantarillas. Además, estaban expresamente prohibidos los entierros dentro de las ciudades. Todas estas medidas intuitivas ofrecían a la población una protección contra las epidemias excepcional para la Antigüedad, muy superior a la de muchas ciudades medievales.