En nuestro recorrido para conocer y luego divulgar parte del rico patrimonio histórico artístico que encontramos en tierras gallegas, hoy nos vamos a centraren la singular Iglesia de Santa María la Nueva y su museo de laudas gremiales.
Esta iglesia se encuentra en la hermosa villa costera de Noia, en la desembocadura del río Tambre, en la provincia de A Coruña, muy próxima a la ciudad de Santiago de Compostela, a unos 40 kilómetros de distancia.
La hermosa iglesia gótica de Santa María A Nova despierta gran curiosidad entre los visitantes porque contiene un original y único Museo: se puede ver una amplia exposición de lápidas sepulcrales o laudas que datan desde la época medieval a la época moderna.
En el cementerio que rodea la iglesia hay también interesantes piezas artísticas: crucero gótico, baldaquinos y más de 400 laudas cuyos grabados hacen referencia a la condición social y económica de los difuntos.
Historia de la Iglesia de Santa María la Nueva
Esta iglesia fue construida por el arzobispo de Santiago, Berenguel Landoira (1262-1330), quien concedió a la cofradía de los Clérigos de la Concepción, el privilegio de construir esta iglesia, a donde debió huir el mentado arzobispo huyendo de los disturbios surgidos contra él en Santiago.
Esta cofradía estaba constituida por tres capellanes, incluido el Rector de la parroquia, y contaba con Procurador y Vicarios. Sus integrantes tenían que ser naturales de la villa y bautizados en la iglesia parroquial. En el año 1364 cambió su nombre por el de “Cofradía de Santa María a Nova”. Sus integrantes cobraban al año cien ferrados de centeno, treinta de trigo y otras rentas, y entre todos, tenían la obligación de celebrar alrededor de tres mil misas y ocho aniversarios. Aparte de esta, las cofradías que se constatan en Noia en el año 1573 son las de la Misericordia, compuesta primero por lo por hijosdalgo, y luego por todo el vecindario, y de Nuestra Señora del Rosario, en la que participaba todo el pueblo.
El arzobispo Berenguel Landoira era de origen francés, y sería quién procedería a la consagración de la iglesia, en el año 1327, según inscripción en gallego que aparece en el dintel de la puerta sur y que reza así:
“Esta igrexa edificou e sagrou dono Frei Berenguel, arcebispo de Santiago en XVIII días de xaneiro, era MCCCLXV (año 1327) e foí procurador Pedro Bochón desta obra”.
La iglesia, también llamada Don, es uno de los monumentos históricos y religiosos más representativos de la localidad de Noia.
La iglesia fue construida en el centro del cementerio histórico de la villa, la Quintana dos mortos, bajo estilo gótico marinero e influencia del románico de una construcción anterior, del siglo XII (de ahí posiblemente provenga la denominación de Santa María “la Nueva”, que daría testimonio de otra más antigua).
La imagen actual del templo es el resultado de sus añadidos y modificaciones con el paso de los años. Los accesos laterales de la capilla mayor o la sacristía norte fueron construidos en el XVII y la sacristía sur un siglo antes.
Hoy la iglesia ya no es un espacio de culto, pues no se imparte misa en ella. El edificio está dedicado hoy en día a ser un Museo en el que podemos ver varias laudas sepulcrales de entre los siglos XIV y XIX. Está considerada como la muestra de laudas medievales de mayor importancia en todo el mundo.
Veamos algo más sobre la Iglesia de Santa María la Nueva
Es uno de los ejemplos más representativos de Galicia de estilo gótico marinero.
La iglesia tiene una nave de planta única, dividida por tres arcos apuntados y cubierta de madera a dos aguas, que descansa en cuatro arcos fajones apuntados, que dividen el templo en dos tramos.
En la fachada encontramos un excelente tímpano policromado en la puerta principal en el que se representa la Adoración de los Reyes Magos, escena en la que vemos a la Virgen con el Niño en el regazo, los tres Reyes Magos y al arzobispo Berenguel, de rodillas a la izquierda de la Virgen, y San José. En la parte superior y a ambos lados de la cabeza de la Virgen, hay sendos ángeles turiferarios. Este tímpano está situado debajo de un pórtico neoclásico (1817), que lo protege, y conserva aún su policromía original. La escena de la Adoración de los Reyes Magos se repite en otros templos del Camino de Santiago por ser considerados por muchos como los primeros “peregrinos” que van a un lugar santo después del nacimiento de Cristo.
El pórtico tiene cuatro pilares, bóveda de crucería y un rosetón con arquivoltas. En puertas, ventanas y muros aparecen arcos apuntados, su función era la de acoger sepulcros. En el muro norte hay hornacinas enmarcadas por arcos de medio punto y ojivales.
Merced a la espadaña y al rosetón de la fachada, se ilumina la iglesia.
Pasada la reja del atrio, en el muro de la derecha se halla un curioso escudo muy desgastado; representa a un guerrero empuñando una espada contra una bestia informe. Una leyenda dice que representa al caballero Armero, que mató a la misteriosa bestia que moraba en el cementerio y devoraba todo cuanto ser viviente entraba en él.
Adosados al muro tabernero noiés que hizo una importante donación a la cofradía de clérigos en el año 1397; este sepulcro fue traído de la iglesia de San Martiño en el año 1930.
En el centro de la fachada encontramos un rosetón gótico, y sobre este un pequeño campanario.
Su interior cuenta con varias e interesantes capillas. La Capilla Mayor está cubierta por una bóveda de cañón y la de San Pedro, o de los Carneiro, renacentista, se cubre con cascos en forma de concha de vieiras. En esta última veremos varias inscripciones y dos sepulcros pertenecientes a Pero Carneiro, miembro de la familia que construyó la capilla y otro de Joam das Estivadas, un tabernero noiés.
La capilla de los Carneiro, banqueros de los obispos de Compostela en el siglo XIV, está hoy convertida en un pequeño museo con piedras de armas, sepulturas y otros restos arqueológicos de la villa.
En los lados de la capilla mayor se abren accesos que dan a la sacristía norte, construida en el siglo XVII, hoy destinada a almacén-archivo de laudas sepulcrales, y a la sacristía sur, siglo XVI, que alberga un espacio expositivo con laudas.
En la decoración interior destacan las pinturas que representan la lucha entre San Miguel y Satanás.
Encontramos también los retablos, uno del siglo XVIII con paneles escultóricos, e imágenes. El retablo del altar mayor, buen ejemplar de barroco compostelano, policromado, y datado en el año 1760, muestra la imagen de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros, sacando las ánimas del purgatorio.
Al lado del altar se abre un pequeño espacio, antigua sacristía, donde se exponen varias lápidas y la parte superior de un crucero.
El cementerio y la iglesia de Santa María A Nova de Noia componen un conjunto que fue declarado como Monumento Histórico en el año 1973.
Antes de hablar del Museo de la laudas gremiales, repasemos algo sobe los gremios…
Los gremios
Si bien no es materia que vayamos a abordar en este pequeña publicación, recordemos que los gremios son el resultado de la necesidad que en aquellos tiempos existía en aras de organizar y regular laboralmente las tareas que se realizaban, así como encontrar una vía para la defensa de los intereses de unos grupos sociales nuevos, los artesanos, que habían aparecido a la par del desarrollo de las ciudades.
En la villa de Noia los gremios más poderosos eran los mareantes, los zapateros, los carpinteros, los canteros, los marineros, herreros, tejedores y carniceros.
Estos gremios surgidos durante la época medieval, empezarían su desaparición progresiva partir de los siglos XVII y SVIII.
En Noia, se contabilizaban al menos veintinueve gremios profesionales, entre los más abundantes destacan los marineros, canteros, carpinteros, curtidores, herreros, zapateros, mercaderes, carniceros o sastres.
Museo de laudas
Una “lauda” es en castellano una tapa de sepulcro con figuras grabadas en ella. En gallego oficial esta palabra parece no existir. En la RAE afirman que la forma correcta sería ”laude”. Para la RAG no existe “lauda” ni “laude”, aunque sí encontraremos “laude” en la recopilación de diccionarios de gallego de la USC.
Las lápidas o laudas tenemos que entenderlas como parte del rito funerario, como lápidas funerarias, hay que saber que en los siglos indicados la mayor parte de la población no sabía ni leer ni escribir, a excepción de nobles, burgueses y el clero, pero en cambio sí conocían la marca o el símbolo propios de su familia, la que la identifica.
La iglesia de Santa María A Nova se ha convertido en un auténtico museo de las laudas gremiales que atesora; el templo está además rodeado de simbología y misterio. Sirva como ejemplo la tumba de Xan de Estivadas (que se puede ver en el interior, a la izquierda de la entrada principal), en la que el nombre de este importante mercader está esculpido al revés, dando pie a todo tipo de teorías conspiranoicas.
Estamos hablando de un gran número de ellas, en torno a quinientas, aunque es bien cierto que tan solo hay una pequeña parque que hayan sido recuperadas y se encuentren expuestas al público.
En el interior del templo encontramos las mejores lápidas gremiales y nobiliarias de la Edad Media y Edad Moderna, haciendo un total de unas 200. Las más antiguas son del siglo X. Los relieves de las losas representan motivos alusivos al difunto, por lo que son de gran valor histórico. Algunas fueron reutilizadas en enterramientos más o menos modernos. De muchas de ellas se desconoce su antigüedad y algunas tienen grabados unos extraños símbolos.
Las laudas más antiguas son las gremiales, de los siglos XIV a XVI, en las que podemos observar en su superficie relieves con signos o herramientas que identificaban la profesión del fallecido. Muchas de ellas representan anclas y otros signos marineros y se considera que alguna vez guardaron el sueño eterno de navegantes y pescadores. Otras representan tijeras, hachas y herramientas o elementos que hacen referencia a oficios concretos y que podrían haber servido para identificar a los gremios de los fallecidos.
Otro tipo de laudas, también antiguas, muestran signos familiares, grabados que representan simbólicamente el nombre de la familia a la que pertenecían.
Encontramos también lápidas con escudos heráldicos tallados, representando el blasón familiar, y por último, también lápidas con figuras humanas talladas.
También podemos ver abundantes muestras de sarcófagos adosados a los muros, que solían pertenecer a nobles, sacerdotes y ricos burgueses.
En el interior del templo podemos destacar el sepulcro con estatua yacente de Juan de Estivada, rico tabernero noiés del siglo XIV, traído no hace muchos años de la vecina iglesia de San Martiño.
También resulta de sumo interés una lápida que podría datarse en el último tercio del siglo XV, y que tiene esculpida una figura identificada, a primera vista como un peregrino, ya que lleva un sombrero de ala ancha que apenas tapa una larga melena que le llega hasta los hombros, el bordón en su mano derecha y el Libro de los Apóstoles en la izquierda, además la túnica cubre su cuerpo hasta los pies y está adornada con conchas de vieira; aunque los instrumentos de trabajo de la parte inferior, un hacha, una azuela, una escuadra y un compás, indican que se trataría de un maestro del gremio de carpinteros, probablemente de ribera, vestido con ropas solemnes.
Si nos situamos en la capilla plateresca de los Carnero (o de San Pedro), veremos dos sepulcros, cada uno bajo un arco, uno del fundador Pedro Carneiro, mercader que llegó a ser alcalde de la Villa de Noia, y otro de Álvaro Paz Carneiro. En el primero, la figura tallada del personaje, una inscripción recuerda:
ACI:GAZ:PO:CARNEIRO: FILLO: D Pº Aº: DA CORREDOIRA (Aquí yace Pedro Carneiro hijo de Pedro Alonso de la Corredoira).
El sepulcro de Álvaro Paz, finado por la peste en 1348, carece de figura, y su epitafio dice:
“AQUI IAZ ALVARO PAZ CARNEIRO QUE SE FINOU ENA MORTALDA XV DIAS D’AGOSTO ERA MCCCLXXXVI ANOS”.
En el suelo de la capilla tres laudas con escudos heráldicos tallados, muy desgastadas.
La fachada de esta capilla están tallados los bustos de San Pedro y San Pablo. Una inscripción da cuenta de la construcción:
“ESTA CAPILLA MANDO HAZER PRO CARNERO I LA DEXO DOTADA CON DOS MISAS CADA DIA VNA EN S MARTIN AL ALBA I LA OTRA A AS ONZE”.
Dentro del museo podemos observar además una pila bautismal, del siglo XV, adornada con varias figuras humanas que representan una escena de difícil interpretación.
Enigmas sobre las lápidas
En torno a las lápidas se plantean numerosos enigmas: ¿Por qué las lápidas no tienen inscritos el nombre y la fecha de defunción del finado? ¿Qué motivo tuvieron los antiguos moradores de esta ciudad para realizar enterramientos con tan particulares marcas en sus lápidas?,…
Los arqueólogos las sitúan en torno al siglo XIV. Las más modernas datan del siglo XIX y tienen representadas figuras humanas y extraños símbolos.
El conjunto de lápidas con inscripciones aún no descifradas es uno de los enigmas más desconcertantes de este cementerio. Se barajan varias hipótesis sobre su significado. La explicación más aceptada es la que sugiere que las marcas pertenecen al gremio de antiguos canteros, puesto que dichas inscripciones podrían haber servido además para identificarlos en su último descanso.
El antiguo oficio de la cantería fue quizás el más hermético que existió en aquella época y se preservaba a través del secreto arte de tratar la piedra. Sus miembros poseían conocimientos que guardaban celosamente y solamente eran transmitidos de maestros a discípulos. Era tal el hermetismo en este gremio, que en ocasiones estos saberes se transmitían a través de medios crípticos y en ocasiones esotéricos. Este gremio era una sociedad hermética que tenía incluso un lenguaje y códigos propios, desconocidos para el resto de las personas. Incluso tenían su propia y particular manera de interpretar el mundo y la vida.
Otra hipótesis plantea que aunque las losas con signos indescifrables hayan podido pertenecer a miembros del gremio de los canteros, también estos hombres pudieron formar parte de algún tipo de orden iniciática o sociedad secreta que hubiese florecido en el seno e algún antiguo camino de Santiago. Sin embargo, hay investigadores que creen que estas misteriosas lápidas, en algún momento, pudieron albergar el sueño eterno de Caballeros de la Orden del Temple.
Otra teoría apuntan al Temple. ¿Fueron los caballeros templarios los autores de las inscripciones de esas lápidas? ¿Formaban parte de sus supuestos conocimientos crípticos? Hay elementos que alimentan esta hipótesis. Para desentrañarlos nos detendremos en un pequeño templete rectangular situado en la parte norte del cementerio.
También hay autores que defienden que las lápidas podrían haber pertenecido a alguna orden iniciática que se instaló en el ámbito del antiguo Camino de Santiago, una ruta clásica de peregrinación cristiana.
El Cementerio de Quintana dos Mortos
Rodeando el templo encontramos un cementerio, el cementerio de Quintana dos Mortos, que según la leyenda, fue hecho con tierra de Palestina traída por los templarios.
Tomé Martínez, en su libro «El secreto de Compostela» habla de este lugar en estos términos: “
“Tras los muros y la iglesia de Santa María a Nova encontramos el rastro de una extraña liturgia inscultórica con apenas analogías (…) Parece que nos encontramos ante un cementerio que no tiene muertos a los que orar (…) Muchos de esos signos rememoran ese estilo petroglífico de las lajas prehistóricas y medievales de Galicia y, por supuesto, el lenguaje secreto de los gremios albañiles-constructores que se han sucedido desde los tiempos prerrománicos hasta el gótico. Todo esto debió responder a motivaciones ocultas quizás relacionadas con algún tipo de transformación espiritual que será plasmada a modo de código inscultórico y cuya interpretación adecuada debió estar reservada en exclusiva a algunos antepasados herederos de la vieja tradición, los únicos capaces de acceder a su sentido más profundo: significados que nosotros sólo podemos intuir superficialmente. Por ello, la intuición es la única esperanza interpretativa que nos dibuja difuminadamente el auténtico contenido de una simbología claramente ocultista a los ojos del siglo XXI”.
Alguien ha apuntado en alguna ocasión que sí pudo tratarse de un cementerio real, cuyas lápidas guardaban el secreto de los caballeros que hasta allí se trasladaron.
Las palabras de este periodista e investigador de los misterios de Galicia sirven perfectamente para contextualizar el impresionante documento de piedra que es la colección de lápidas de Santa María a Nova. Desde lo profano, la sola visualización de cada losa y sus dibujos produce una sensación extraña. Estamos terminando la Edad Media, época de escritura escasa –cómo ha dicho algún historiador, por ejemplo, la pintura mudéjar era el lenguaje de los analfabetos–, el pueblo no sabe apenas leer y escribir y los dibujos son una forma de comunicarse. La teoría de un templo dedicado a divinizar, si se quiere, las distintas profesiones gremiales puede ser válida, por qué no; pero parece que hay algo más. Simbología universal, astrológica, tenazas, personajes que parecen venidos del más allá. Alguien ha apuntado en alguna ocasión que sí pudo tratarse de un cementerio real, cuyas lápidas guardaban el secreto de los caballeros que hasta allí se trasladaron.
En todo caso, este cementerio siempre tuvo un algo especial que lo diferenció de los demás, por ejemplo, el que se administrase justicia en él hasta 1517, fecha en que fue prohibido por la autoridad eclesiástica; o que en su solar se celebrasen hasta mediados del siglo pasado fiestas campestres, comiendo en algunos casos los asistentes sobre “sus losas”, las mismas que pertenecían a su familia desde muchos siglos antes y bajo las que ya reposaban el sueño eterno sus lejanos y cercanos antepasados y por supuesto, también lo harían ellos.
Dos centenares de lápidas sepulcrales se han ido colocando a lo largo de los muros, y constituyen de los más interesantes atractivos del lugar. Las más antiguas son las gremiales.
Sin embargo, en este cementerio existe un buen número de losas sepulcrales cuya simbología no puede ser atribuida a gremios u oficios conocidos. Estos símbolos, a veces mezcla de cruces y flechas y otras de círculos y líneas amorfas, desconciertan a los investigadores, que alcanzan a comprender el lenguaje críptico que encierran.
Actualmente ya son muy pocas las que permanecen en su lugar de origen, pudiendo observar en las paredes exteriores de la iglesia, sillares con herramientas que identifican laudas gremiales, posiblemente como resultado de la reutilización de los materiales para la reconstrucción de la iglesia.
En el cementerio también encontramos dos importantes elementos: el Cristo do Humilladoiro y un crucero ojival.
Presidiendo la zona norte el baldaquino del Cristo do Humilladoiro, un elemento cargado de simbolismo, y que se conforma como una especie de templete de piedra, que data del siglo XVI, formado por cuatro columnas que sostienen un techo piramidal de piedra, que acoge a un sencillo cruceiro con un Cristo Crucificado. Una metáfora de la humanidad, representada en la pirámide (sabiduría y ascenso a la divinidad) en un camino con retorno, con esa luz moradora, ese Dios que es quien mora en la pirámide. Anteriormente a la presencia de este cruceiro, el lugar estaba ocupado por una cruz de bronce que, lamentablemente tras llevarla a la Exposición Regional de Arte Retrospectiva de 1909, no regresaría jamás. En el cruceiro destacan los frisos, como por ejemplo uno de ellos que representa las cuatro fases de la luna. En otro, podemos observar una escena de caza, con un animal herido (un jabalí) huyendo de los perros y del cazador. Esta escena alude al pecado y a la necesidad del hombre de vencerlo para morir pacíficamente.
Según los últimos estudios se cree que en este lugar se depositaba al difunto para rezar ante él el último responso. La leyenda dice que el templete fue donación de un soldado del Temple que regresó de las cruzadas y trajo tierra de los Santos Lugares y quería agradecer a la Virgen haberle salvado la vida durante las batallas contra los musulmanes. Otros autores consultados creen que en este lugar pudo haber también alguna intervención de la Inquisición y que el propio templete pudo ser usado como sitio de castigo para los infieles. Por último, una leyenda cuenta que el monumento fue donación de dos hermanos inseparables, “monjes del Templo del Señor de Jerusalén”, que estaban combatiendo contra el infiel y quedaron separados en medio de una batalla. No volvieron a encontrarse más, a pesar de que el mayor estuvo buscando a su hermano durante siete años por tierras de moros. Al fin regresó a su tierra natal de Noia y mandó levantar el cruceiro en memoria del joven desaparecido, al que creía muerto. Pero éste, al cabo de siete años, tras muchas peripecias, consiguió escapar y llegó al mismo sitio. Mandó también levantar el templete sobre el cruceiro como acción de gracias y en perpetua memoria del cariño manifestado por su hermano.
El otro cruceiro, ojival, de los siglos XIII o XIV, lo localizamos en la zona meridional.
Y rematamos esta publicación, confiando en que, pese a su larga extensión, haya resultado de vuestro interés, y en ese caso nos gustaría que nos lo hicieseis saber pulsando en el botón “Me gusta”. Además, te animamos a aportar algún comentario, y si tienes interés, suscribirte gratuitamente a la Newsletter del Blog para mantenerte siempre informado sobre las nuevas publicaciones del Blog.
Por último, si os ha gustado lo suficiente como para compartirlo en vuestras redes sociales, estaríamos realmente encantados de que así lo hicieseis.
Referencias
Noia y su historia. De Nogueira Santiago, P.
http://www.viajesalpasado.com/santa-maria-a-nova-la-iglesia-de-las-lapidas-que-hablan/
www.baulitodelrte.blogspot.com