Continuando con la serie dedicada a los Faros de Galicia, iniciada con la publicación de la entrada dedicada al Faro de Vilán, hoy vamos a centrarnos en otro de los excelentes Faros que podemos encontrar en esta tierra, concretamente el Faro de Touriñán.
Este Faro se encuentra en el cabo del mismo nombre, un cabo con un gran protagonismo en la historia de las navegaciones por la Costa de la Muerte. Se trata de una agreste e inhóspita península de unos 2 kms de largo y 250 metros de ancho.
La denominación del cabo con el nombre Touriñán, proviene en opinión de algunos expertos de la raíz orográfica prerromana Tor, que alude a una altura, monte o roca, prominente, utilizada en su momento como baliza para navegantes.
Este cabo está situado más al Oeste que el propio Finisterre, siendo por tanto el punto más occidental de Galicia y de la España peninsular, la zona de la Illa do Castelo es punto más occidental de la España peninsular.
La situación de cabo Touriñán, sobre un brazo de tierra que se adentra en el Atlántico hacia el fin del mundo, orientado a 9 grados, 17 minutos y 53 segundos de longitud oeste, le otorga este privilegio natural.
Se localiza en el municipio de Muxia, en la provincia de A Coruña. El cabo es una pequeña península que se adentra en el mar cerca de 1 km, teniendo en su parte más estrecha un istmo de 150 metros de ancho, entre los coídos de Balal y de Cuño. Su altitud máxima es de 93 metros sobre el nivel del mar. La estructura geológica es granítica. La erosión de la roca propició a la formación de depósitos de cantos rodados, conocidos como coídos y formaciones de penedías que forman barras pétreas que la marea cubre o deja al descubierto, formándose algún islote como el denominado A Ínsua, en el lado oeste del cabo. La punta occidental del cabo, denominada Os Buxeirados, ofrece una serie de peñas que penetran en el mar unos 300 o 400 metros, conocidas como A Laxe de Buxeirados o Bajos de Buxeirados, peligrosa para la navegación, donde se tienen registrados algunos graves naufragios de los que hay constatación documental.
Los constantes vientos de Touriñán convierten a esta ya de por sí salvaje costa, en un paraje áspero e inhóspito, silencioso testigo de incontables y trágicos naufragios. Sin duda uno de los aspectos que más impresiona del lugar es su altura así como la fiereza con la que el mar bate contra el acantilado. Esta localización se corresponde también con uno de los puntos donde los percebeiros suelen ir en busca de los tan valorados percebes de la Costa da Morte.
Frente al cabo asoma la Illa do Castelo (o Herbosa), punto más extremo al oeste de la España peninsular. En la cumbre de esta se aprecia mucha piedra desplomada que podría pertenecer a una construcción tipo torre o faro, de ahí vendría el nombre de Castelo. La Illa do Castelo, según dicen los carteles explicativos del Faro Touriñán : “es una enigmática isla donde se encontraron restos arqueológicos”. Algunos autores quieren señalar aquí la torre de Augusto, haciendo la hipótesis sobre un escrito del historiador romano Pomponio Mela (I d. C.) que describía las costas donde habitaban los Nerios, y ponía esta torre como el hito en el que la costa dejaba de ir cara el norte y giraba cara el este y miraba al norte: “Deinde ad septentriones toto latere terra convertitur a Celtico promunturio ad Pyrenaeum usque”.(Desde aquí todas las tierras miran al norte, desde el Promontorio Céltico hasta los Pirineos). Pero siempre que en los escritos, con cierta lógica topográfica, el río Sars sea identificado cómo el Xallas.
La construcción del Faro (el primitivo) inició a finales del siglo XIX y su ubicación aparecía ya recogida en el Plan General de Alumbrado Marítimo de 1847, si bien la idea inicial de construir un faro de primer orden en este lugar, fue desechada en favor de la construcción de otro en Finisterre. Pero con el paso del tiempo y el aumento de tráfico marítimo, los numerosos islotes y bajos próximos al cabo de Touriñán comenzaron a ser escenario de continuos naufragios, lo que hizo que se reconsiderase la decisión tomada en primera instancia.
En un principio el faro, diseñado por el ingeniero Adolfo Pequeño en el año 1833, se concebía como una luz de cuarto orden, y era un sencillo edificio cuadrangular de una sola altura, con 14 metros de lado, con los vanos recercados de sillería y pintado de blanco. El foco luminoso se elevaba unos 8 metros sobre el terreno y 58 sobre el mar. El encendido del faro se produjo el 15 de diciembre de 1898, con una luz blanca, producida por una lámpara de parafina, con un alcance de unas 10 millas. Se había aprovechado la óptica del Faro de Vilán.
Este faro no era capaz de eliminar por completo el riesgo de naufragio en las condiciones meteorológicas más adversas, tal y como acredita, entre otros, el naufragio del vapor español Rivera, que procedente de Lisboa, en ruta hacia Liverpool embarrancó cerca del cabo a causa de la espesa niebla reinante.
En el año 1918 se procedió a la reforma de la óptica del faro con una nueva instalación, permitiendo que la luz fuera visible a 20 millas de la costa.
Aunque hubo alguna pequeña reforma posterior, la más importante tuvo lugar ya en el año 1981 con una intervención que potenció el alcance y las prestaciones de este faro de acuerdo con la peligrosidad del paraje. Se construyó una segunda torre, cilíndrica y ubicada en un terreno próximo y algo adelantado con respecto al primer edificio. Esta torre tiene un diámetro de 3 metros y alcanza una altura de 14 metros. Se cambió la lámpara por una de vapor de petróleo a presión, lo que permitió incrementar el alcance que paso a ser de 24 millas.
Si uno se sienta en el césped que hay delante del edificio puedo contemplarse una privilegiada vista del Océano Atlántico. A la derecha se puede contemplar la imponente Laxe dos Buxeirados, de la que hablábamos unos párrafos más arriba. Es una restinga que se adentra en el mar y que supone un peligro para la navegación marítima. Como en 1935, cuando el choque entre el barco alemán Madeleine Reig y el pesquero gallego Ocho Hermanos hizo que éste se partiese en dos, salvándose toda la tripulación. Otro naufragio más si no fuese porque el destino es muy caprichoso y, 22 años después, en 1957, el Madeleine Reig se hundía en el mismo lugar. Además, en las cercanías de Touriñán, en tiempos de la primera guerra mundial, los submarinos alemanes mandaron al fondo del mar a un buen número de barcos aliados.
Durante un mes al año, desde el equinoccio de la primavera alrededor del 22 de marzo hasta el 25 de abril, en Touriñán se pone el último sol de la Europa continental (el finis solis). Además, aquí finaliza la antigua ruta del “Callis Ianus” “Sendero de Jano” (que siglos más tarde fue sustituida por el “Camino francés a Santiago”).
Una interesante historia conocida merced una carta del marqués de Cerralbo, capitán general de Galicia, al rey Felipe II, nos cuenta que, durante la guerra no declarada entre España e Inglaterra, el año anterior a la Armada de 1588, mal conocida como Armada Invencible -gracias a la propaganda protestante-, los ingleses efectuaron varios ataques y escaramuzas en diversos puertos peninsulares. Las acciones de los piratas ingleses, entre los que destacaron Drake y Norrys, pretendían sacar beneficios económicos para sus inversores, entre los que estaba la propia reina inglesa. En uno de estos ataques, en las proximidades del cabo Touriñán, en Muxía, unos pescadores de la Costa de la Morte consiguieron hundir con una añagaza nada menos que una de estas naos piratas. Este buque, del que desconocemos su nombre, provenía de Corcubión y Fisterra, en donde había sido rechazado, tras un combate, junto a otras dos naos y dos lanchas de la misma nacionalidad. En las proximidades del cabo, capturaron tres pinazas cargadas de madera provenientes de Asturias. Desde allí arribaron al cabo Touriñán. Al advertir a unas embarcaciones de pescadores, comenzaron a darles caza intentando su captura. Los barcos de pesca, indefensos, hicieron uso de su única ventaja, el conocimiento de la costa. Los ingleses se acercaron en la caza hasta corta distancia de la costa. Los pescadores, conociendo las piedras sumergidas y el superior calado de los ingleses, consiguieron atraerlos hacia unos bajos donde la mayor de las naos embarrancó. El buque pirata se hundió rápidamente sin que se salvaran más de ocho o diez hombres de una tripulación aproximada de más de 60.
Este cabo tuvo y tiene presencia en la vida de los gallegos, y así lo recoge en unos versos el poeta muxián Gonzalo López Abente:
Da terra vixiante
centinela, desperto
de cote para ollar cara o deserto
líquido e pavoroso que ten diante;
índice oucidental forte e barudo,
dedo o mais longo da galega man;
soberbo promontorio, monte rudo:
Cabo Touriñán
Un tierra, Galicia, que como siempre nos sorprende, nos emociona y enseña, muchas veces no valorada ni por sus propios habitantes, por ello quisiera recordar las palabras del escritor ourensano Vicente Risco en su ensayo Leria:
“Ti dis Galicia é ben pequena. Eu dígoche: Galicia é un mundo. Cada terra é coma se fose un mundo enteiro. Poderala andar en pouco tempo do norte para o sur, do leste para u oeste noutro tanto; poderala andar outra vez, mais non a has dar andado. E de cada vez que a andes, has atopar cousas novas e outras has botar de menos. “
Nuestra Recomendación:
Bibliografía:
Faros de Galicia, J.A. Sánchez García
http://www.caminodosfaros.com/faro-tourinan/
http://www.manuelgago.org/blog/2012/10/11/republicas-de-homes-libres-o-castelo-da-fin-da-terra/
https://galiciapuebloapueblo.blogspot.com/2018/04/faro-tourinan-muxia.html