Una vez más, nos adentramos en el apasionante mundo de la centenaria mitología gallega, y hoy lo hacemos acercándonos a una criatura con claras referencias similares en otras culturas, nos referimos al Urco.
¿Qué es el Urco?
Su nombre podría proceder de “Orcus”, que es el nombre latino dado también a Plutón o Dis Pater, dios de los muertos en la mitología greco-romana. Por ello, aparece escrito en la parte superior de numerosas inscripciones funerarias de los siglos II-IV.
El urco es un ser fantástico, figura mitológica del noroeste península, especialmente en Galicia, donde se le conoce como Can de Urco (perro de Urco). En algunos casos también se le denomina Can do Mar (perro del mar) o Can do Inferno (perro del infierno).
Se trata de un ser de aspecto terrorífico, una especie de perro enorme, del tamaño de un buey, de color negro, aunque en ocasiones también de color blanco, que está dotado con cuernos, que apenas sobresalen de su espeso y encrespado pelaje, y orejas grandes; que acostumbra a salir de noche arrastrando grandes cadenas y aullando furiosamente. También se suele describir como poseedor de ojos fosforescentes, atemorizantes e hipnóticos. Además, la tradición le dota de inmortalidad. Aterroriza a todo el que tenga la mala suerte de cruzarse en su camino u ponerse al alcance de sus terribles fauces, y su sola presencia se relaciona con los peores presagios, asociados al augurio de una muerte inminente.
Siguiendo con esa asimilación del Urco con el diablo cristiano y, por lo tanto, con sus atributos, funciones y prácticas asociadas, el Urco también experimenta alteraciones que van más allá de su morfología y que afectan a su función y significado. Así, en ciertas tradiciones, el Urco se caracteriza por desempeñar acciones inofensivas, aunque molestas, propias de figuras similares a los trasnos y en donde adquiere manifestaciones físicas aleatorias, al igual que estos últimos: “[…] El Urco hacía cabronadas, temblar la tierra y se transformaba en perro, vaca, cabra, y hacía malas pasadas” (Llinares, 1990: 109).
De igual modo, se constatan versiones que dotan al Urco de un componente violento y destructivo, al definirlo como una especie de monstruo que atacaría a barcos y personas, como resultado, tal vez, de una asociación exacta con la propia muerte o la desgracia, en general. Asimismo, se tiene señalado que las personas que se cruzan con el Urco pierden el habla y entran en un estado de apatía depresiva que únicamente se puede erradicar mediante exorcismos o plegarias a santos como san Lorenzo.
Los antiguos cronistas locales decían que: “El Urco era capaz de tragarse de un solo mordisco veinte sacos de calderilla con la misma facilidad con la que un burro se traga dos granos de cebada”, lo que da una idea del miedo que despertaba en las gentes.
Cuando el Urco decide salir de sus dominios lo hace con nocturnidad, en las medianoches de plenilunio, abandonando el agua del mar y haciéndose acompañar por sendas y caminos de los perros que duermen fuera de su hogar en la parroquia en la que decide hacer acto de presencia. Hay quien dice que su tamaño se va incrementando una vez abandona el agua, pero su apariencia es siempre temible.
Dicen que el aullido del Urco está relacionado con el presagio de un mal muy próximo, y de algún modo debe de ser así, pues siempre que el lamentoso aullido fue escuchado en alguna ciudad o pueblo, pronto ocurrió una desgracia en la zona, alguna o varias personas murieron sin saberse ni cómo ni por qué, pues aparentemente el suceso no tenía explicación posible…
Según la mitología, con su salida del mar, el Urco es capaz de anunciar la muerte de la persona que siente su presencia a través de ruidos, aullidos o lamentos propios de los perros, pero también de la forma en la que lo harían otros animales de mal agüero (lechuzas, urracas, cuervos, zorras, cabras, así como ovejas, gallinas, gallos o terneras, cuando lo hacen a deshora). La manera en la que señala la inminencia de la muerte en una determinada vivienda es haciéndose ver ante la persona que la va a sufrir o ante aquella otra que, de alguna manera, está relacionada con esta.
Normalmente, su recorrido se ciñe a los límites de una determinada parroquia y en el mismo cobran protagonismo elementos de especial relevancia en el imaginario de la muerte: las encrucijadas, los cruceiros, los petos de ánimas y los cementerios. Se trata, pues, de una lógica semejante a la presente, por ejemplo, en las procesiones protagonizadas por la Compaña y sus múltiples variantes.
Según se dice, el Urco todavía existe, y en la actualidad vive en las orillas de ríos y cerca del mar, siempre buscando lugares escondidos entre las rocas y desde donde poder lanzar un ataque prácticamente sin ser vistos. Su presencia sólo es delatada por lo inconfundible de su aullido. Un aullido fuerte y lastimoso qué, al ser escuchado, hiela la sangre y estremece el cuerpo de la más valiente y osada persona, contagiándola de un ataque de pavor sin precedentes, como si le atravesasen el pecho con un cuchillo de enormes dimensiones …
Según la leyenda popular los Urcos vivían en las orillas del río Lérez, procedentes de un lugar tenebroso desconocido e ilocalizable, llamado Borrón, un lugar del otro mundo que estaba debajo del mar, y estaba siempre lleno de niebla, y pertenecería al Alén (más allá), de ahí la comparación que algunas veces se hace entre él y el Cerbero, guardián del Tártaro.
Río Lérez
Algo parecido encontramos en otros países. Así, por ejemplo, en la mitología germánica aparece un gran perro que guarda las puertas del infierno. Su nombre es Gamr. En la India encontramos otro ser parecido, el dios de los muertos, Yama, que posee perros de cuatro ojos que guardan el acceso al otro mundo. En Inglaterra los perros negros son la forma que acostumbra a adoptar un fantasma humano. Uso esos perros es el Mauthe Dog o Moddey Dhoo de la Isla de Man, del que hay referencias desde el siglo XVII.
Significado e interpretación del Urco
De entre las interpretaciones que basan sus hipótesis en analogías con creencias constatadas en otras cronologías y espacios geográficos, la más extendida es aquella que sitúa al Urco como un recuerdo o evolución del can Cerbero grecorromano. Esta teoría se apoya en la comparación de los atributos y acciones del Urco con las propias de un perro mítico que habita en el inframundo con la función de proteger al mundo de los muertos de la entrada de cualquier ser vivo, así como de la salida de los muertos del mismo y de atemorizar a las sombras que veían en su ira la primera muestra de los múltiples castigos que recibirían en el Tártaro.
Cerbero
A partir de este posible origen y significado, autores como Filgueira Valverde argumentaron que el Urco podría constituir también una forma de denominar al mundo de los muertos y, por ello, todo lo relacionado o perteneciente con él, incluida la propia muerte o su premonición.
Otros análisis han ido encaminados al estudio de su etimología. En este sentido, se han apuntado hipótesis que establecen una vinculación del término Urco con el derivado del sánscrito “urka-s”, es decir, lobo, un animal estrechamente asociado con la muerte en las culturas indoeuropeas.
Por otro lado, a raíz de las investigaciones más recientes sobre religiosidad prerromana y romana del noroeste península, la analogía más próxima a la caracterización señalada para Urco se podría establecer con las divinidades prerromanas Reve y Nabia.
Testimonios sobre el Urco
En algunas narraciones el urco lanza fuego por la boca como tantas otras apariciones gallegas, como la raposiña de Morrás o la perra peregrina. El hecho de lanzar fuego por la boca suele ser signo de procedencia infernal o de condenación eterna.
En ciertas declaraciones recogidas en la parroquia pontevedresa de Lourizán, una informante procede a la sustitución de la Santa Compaña por el urco, al asegurar: “Le llaman la compaña, pero no es eso, es el urco, e debe de ser como una ternera y da tres voces y después lleva a los perros a ladrar tras la ternera, hechos estos que acontecían en torno a la media noche en lugares como encrucijadas”.
En un antiguo relato gallego, se cuenta la descripción que un viejo pescador hacía de un encuentro casual con un Urco. “El Urco tiene una boca de labios muy gruesos que forman, como en las lampreas, una especie de tubo que succiona la sangre con fuerza” preguntado el viejo pescador si se refería a algo similar al ataque de un vampiro, este dijo, “No, no se trata de eso, el Urco te absorbe el alma…” “Yo pienso que el Urco es un demonio del infierno que chupa las almas. ¿Usted sabe que hay personas envidiosas y ruines que fingen ser amigos de uno, y andan hablando mal de nosotros a nuestras espaldas y nos hacen todo el mal que pueden? Pues a esos es a los que el Urco les absorbe el alma. Como si no se entiende que algunas personas como yo hubiésemos salido indemnes tras estar en su presencia”
Xose Castro de Filgueira, apodado Peito Cheo, dice que lo vio una vez que fue al mar por arena de madrugada para que nadie se diese cuenta, y sostiene que es un animal con medio cuerpo de lobo y medio cuerpo de serpiente, con escamas y costras que brillan.
“Tenía garras largas y afiladas, y los dientes parecían navajas afiladas en plata pura. Debía tener mucha fuerza en el rabo porque, ante mis propios ojos, tiró al mar un peñasco del acantilado”.
Tonecho de Ferrín afirma que una noche al regresar de la verbena de Barrañán, se encontró con el Urco, pero más que un perro, era un pájaro, un buitre negro e inmenso que se movía por el suelo o que saltaba a las remas más robustas de los árboles.
Carmucha de Viñán, dueña del gran pazo de Baladouro, explicó alguna vez que Urco es una ternera negra, de fina pelambre, cardada y brillante, que lleva un esquilón de plata o de oro al cuello y va acompañado de una jauría de idéntico color. “La primera vez que los vi entrando por la cancela de la era me dieron miedo, mucho miedo. Ésa es la verdad. Pero después de que me acostumbré a su presencia inofensiva, noche tras noche, no he podido evitar arrojarles unos huesos a los perros y un haz de hierba fresca a la ternera”.
Bieito Bouzas de Caión fue una de sus víctimas. No podía salir de noche a la pesca porque cuando llevaba dos o tres horas faenando, se le encabritaban las aguas con insólita fiereza, percibía unos golpes por debajo de la lancha y al instante se le aparecía un perro grande y negro que le volteaba el bote, y con el bote los peces, y lo alejaba mar adentro. Algo de cierto hay en ello, porque hubo de ser recogido tres o cuatro veces en la misma semana por otros marineros, a punto de ahogarse, aterido e incapaz de articular palabra.
Otro caso que dio mucho que hablar, y que multiplicó la leyenda del animal, fue el de la niña Áurea Lorenzo. Desde que Urco se paró ante su domicilio y bebió agua turbia en las pozas de su corral, jamás tuvo sueño y pasó el resto de su existencia prácticamente de pie. No era sorprendente descubrirla, a media noche, jugando en la era, mientras su familia descansaba y se intensificaba el vendaval.
Cidre Oután, el ciego de Baladouro, tenía 19 años y veía perfectamente. Su padre se había hecho ilusiones con él: soñaba que se convirtiese en retratista al óleo y fotógrafo. Una noche que se acostaba muy tarde, se acercó a cerrar la contraventana. Casi sin querer miró afuera entre tinieblas y allí, en la encrucijada de caminos que se cruzaban ante su casa, vio a Urco, inmóvil, desafiante, rodeado de una manada de perros. Palideció de horror, tembló y cayó desplomado en el suelo. Por la mañana no veía nada, absolutamente nada, y sólo recordaba a un perro robusto, de mirada fulminante, frente a su puerta.
Lo que le ocurrió a Sebastián Gandumo, que vivía en el centro mismo de Baladouro, está recogido por varios autores como Vicente Risco, José Cornide, Taboada Chivite, José Miranda, etc. Sebastián Gandumo estaba de aniversario ese día con toda su familia. Él se acostó más pronto que nadie, rejuvenecido y contento. Apenas había logrado dar la primera cabezada cuando oyó unos ladridos suaves, lastimeros, que procedían del jardín. Pensó en todos sus perros de caza, tenía más de una docena, y cuando los perros presintieron la misteriosa fuerza del animal, ese aire endemoniado que le supone, empezaron a mostrar su agitación. A los pocos minutos se oyó un prolongado ladrido que rompió aquella paz de cementerio. El Urco hacía su llamada, y el inicial sosiego se tornó inquietud, rabia, atronadora desesperación. Los perros lucharon en vano contra su cautividad. Urco respondió con nuevos ladridos que acrecentaron su intensidad en medio de las tinieblas. Una fuerza quizá sobrehumana se adueñó de los animales atados y rompieron todas las cadenas, derribaron las vigas del techo y las columnas de las paredes. Habían enloquecido de repente. Se habría dicho que les habían crecido los dientes y las afiladas garras.
El pueblo entero despertó con un escalofrío. Los más atrevidos se levantaron a ver qué pasaba. Se interesaron por el vacuno y decidieron colocar las trancas. Otros no se atrevieron a erguirse y oyeron desde la cama el estruendo de aullidos que crecía a cada instante y parecía acercarse. Algunos murieron de miedo o por maleficio; otros fueron devorados por sus propios perros que volvían rabiosos a sus casetas, tras haber dejado a Urco en el mar.
En otras ocasiones, en lugar de un único perro, el relato muestra la aparición de un Urco doble, tal como se ha constatado en la localidad asturiana de Bermiegu (Quirós):
[…] Un día cuando fueron a trabajar de noche se presentaron dos perros muy grandes, con unas cadenas atadas a las patas, arrastro, perros como caballos de grandes, enormes. Eso era, a mi parecer, cosa del diablo. Y claro, los perros no les hicieron nada a los trabajadores, pero se pasearon por allí, dieron vueltas junto de la obra, junto de los que escarbaban y tal. Dos perros muy grandes, y aquellos perrones con unas cadenas muy gordas, grandes, atadas a las patas, arrastro. Y entonces los rapaces agarraron, marcharon, y que no volvieron más a trabajar. Y entonces habrían topáu ná si es que eso es cierto, porque si los perros los interrumpieron dejaron aquello allí y dijeron: —¡yo allí no vuelvo! —. Y yo no sé, esto viene a ser obra del diablo, porque decían que se metía en todas las cosas […]
En otros casos, su carácter marítimo se pierde, al igual que su denominación, pero su función y características se mantienen. Así, se puede englobar bajo el concepto de Urco seres como la Peregrina o Cadela das tetas largas, así como la Raposa do Morrazo y sus múltiples denominaciones: Raposa, Raposiña, Raposa facheira, Raposa do aire, Raposa de Morás, Raposa das mordazas, Raposa de morillas, Raposa dos morganzos o Zorra que canta como un gallo.
El Urco de Cortegada
Hay un punto en la zona de la ría de Arousa, donde al parecer el ser tenía su base principal y es en concreto el brazo de mar comprendido entre la isla de Cortegada y la población de Santiago de Carril, popularmente conocida como Carril, en tierra firme.
La isla fue desocupada tras decidirse que iba a ser regalada al rey, pero sin embargo el monarca nunca mostró un interés especial por ese regalo, por lo que la isla fue quedando salvaje, convirtiéndose en un hábitat ideal para tan siniestro cánido.
Isla de Cortegada
Dice la leyenda, qué en las noches de tormenta de hace muchos años, los vecinos de la localidad de Carril despertaban de madrugada con el aullido del Urco.
Era un temor más que padecían los niños de Carril y que se sumaba al hambre, la miseria y las penurias de aquellos años. El “que viene el coco” de otros territorios era, en la villa marinera, “¡mira que vai vir o Urco!”, y los niños se arrebujaban temblando bajo las raídas sábanas, de miedo y de frío, visualizando entre las sombras de la habitación la terrorífica figura del perro negro de dientes afilados, incapaces de dormir ante la amenaza pronunciada por el padre y por irse a la cama sin cenar tras haber rechazado el mendrugo reseso de días atrás.
Por ello en Carril, según cuentan las tradiciones, todavía a principios del siglo pasado en las largas y neblinosas noches de invierno y sobreponiéndose al rugir de las olas, los vecinos eran despertados de su sueño por los aullidos del Urco, que nadando desde la isla se acercaba a la población, en la que sus habitantes tan sólo podían encerrarse en sus casas esperando que pasara de largo.
No es, con todo, exclusiva de la ría de Arousa. El perro Urco no solo nadaba desde Cortegada en dirección a Carril, lo hacía también por el río Lérez, y cogió tal fama en la ciudad de Pontevedra que se convirtió en una figura tradicional del Entroido. Según Antón Fraguas, fue a partir de 1876 cuando se empezó a honrar a este monstruo que se presentaba ante la población bajo la forma de un perro enorme “capaz de tragarse de un solo mordisco veinte sacos de calderilla con la misma facilidad con la que un burro se traga dos granos de cebada”.
El Urco en Asturias
En las localidades situadas en las proximidades de las montañas que dividen las actuales provincias de León y Asturias existen tradiciones en las que, ya no se habla de Urco, sino de Urca y en donde su función se desvincula del ámbito de la muerte, presentándose únicamente como una especie de lobo que ataca a los rebaños de la región.
En Asturias, la figura del Urco se fusiona y se confunde con la del Huerco o Güercu. Este ser anuncia la muerte y puede adoptar la figura de un gran perro negro, pero no tiene por qué hacerlo necesariamente. También puede tener la forma del futuro muerto o la de cualquier otro animal de mal presagio. Puede ser una lechuza, un cuervo, un perro, un gato… Pero si finalmente es un perro, cómo es el caso en varias narraciones populares, su aullido cobra una gran importancia.
El mitólogo asturiano Cabal decía:”en tiempos antiguos se debió llamar herco todo lo que llegaba a nosotros como aviso de la tumba. Huerco la sombra del futuro muerto, el ataúd en que se metía; huerco, el perro que aullaba por la noche… y huerco, todo animal agorero de igual significado”.
Tiene dos formas de presentarse:
- Como una imagen de la persona que va a morir: puede ser vista por el destinatario del mortal presagio o por otra persona que lo conoce. Suele aparecer en el campo haciendo las labores como si tal cosa. Tanto en Asturias como en Galicia puede aparecer ligado a la Santa Compaña; en este caso aparece acompañando a la procesión de almas en pena.
- Como un animal anunciador de la muerte: lechuza, cuervo, perro, gato… En el caso del perro tiene especial importancia su aullido.
Conclusiones
El análisis del Urco gallego, como cualquier otra manifestación de la cultura popular de tradición oral, evidencia una riqueza cognitiva que, aunque pueda parecer extraña y lejana en la actualidad, resulta de gran ayuda para interpretar los mecanismos que integran el funcionamiento de nuestra sociedad a todos los niveles (social, económico, ideológico, religioso, cultural) y, por supuesto, la que un día dio sentido a su existencia y recreó sus relatos para comprender mejor el mundo en el que vivía.
De este modo, la figura del Urco nos ilumina sobre las creencias y las mentalidades que conformaban el concepto de muerte y la forma de afrontarla desde momentos anteriores a la cristianización de su territorio hasta épocas muy recientes en las que sus relatos se reproducían, precisamente, porque servían para explicar una determinada realidad que, en cierta medida, y a pesar de las modificaciones que se han vivido en las últimas décadas, continúa vigente: la idea de que la muerte es predecible, la relación de la muerte con la noche, la interacción entre el mundo de los muertos y el de los vivos, la relevancia de la parroquia para sancionar sus límites o la importancia del agua en el tránsito al más allá
El urco es una manifestación cultural popular, de tradición oral, que resulta de gran ayuda para interpretar los mecanismos que integran el funcionamiento de nuestra sociedad a todos los niveles (social, económico, ideológico, religioso, cultural) y recreó sus relatos para comprender mejor el mundo en el que vivía.
De este modo, la figura del Urco nos ilumina sobre las creencias y las mentalidades que conformaban el concepto de muerte y la forma de afrontarla desde momentos anteriores a la cristianización de su territorio hasta épocas muy recientes en las que sus relatos se reproducían, precisamente, porque servían para explicar una determinada realidad que, en cierta medida, y a pesar de las modificaciones que se han vivido en las últimas décadas, continúa vigente: la idea de que la muerte es predecible, la relación de la muerte con la noche, la interacción entre el mundo de los muertos y el de los vivos, la relevancia de la parroquia para sancionar sus límites o la importancia del agua en el tránsito al más allá.
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Referencias
El urco en Galicia. De Freán Campo, A. En Boletín de Literatura Oral, 10 (2020)
Mitología gallega. De Álvarez Peña, A.
Mitoloxía de Galiza. Lendas, tradición, maxias, santos e milagres. De Vaqueiro, V.
Mouras, ánimas, demonios. De Llinares García, M.M.
El Urco en Galicia y Asturias: análisis y caracterización. De Freán Campo, A.
https://leyendasdelmundoceniza.blogspot.com/2020/01/seres-mitologicos-gallegos-el-urco.html
https://mitologiaiberica.fandom.com/es/wiki/Urco
https://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/blo/article/download/4980/4968/24345?inline=1