En Galicia el culto a la muerte es una tradición de fuerte arraigo que se ha conservado a lo largo de los años. Desde los augurios de la muerte, pasando por el velatorio y finalizando con el luto o recuerdo de los fallecidos, existe todo un conjunto de leyendas que acompañan a la parca. De todas ellas, la más conocida es la Santa Compaña, posiblemente con un ancestral origen cuya versión ha sido cristianizada y cuya tradición cultural se vive de un modo diferente en cada parroquia.
Pero centrémonos en una de las fases de este camino a la muerte, que todavía seguimos realizando a pesar de que ya no cumple su objetivo original: el velatorio.
En la Edad Media las casas ricas poseían platos y vajilla de estaño, material oxidable con ciertos alimentos, lo que originaba envenenamientos. Concretamente el contacto del estaño con la cerveza producía efectos narcolépticos que por su sintomatología producían un letargo similar a la muerte, que inducían a considerar fallecida a la persona teniendo en cuenta los conocimientos médicos de la época.
No es extraño, por tanto, el despertar del letargo del presunto finado en medio de entierros y funerales, que era atribuido a un milagro o a una obra del diablo, dependiendo de quién se tratara y a quién se preguntara.
Para evitar el susto ocasionado por el despertar del fallecido, se inició la práctica del velatorio que consistía en el hecho de velar un cadáver durante un buen puñado de horas (normalmente toda una noche). Esta práctica no comenzó a realizarse para llorar al difunto o acompañar a sus familiares sino que el objetivo principal era comprobar que el finado había realmente fallecido.
La etimología de velatorio o velorio proviene de velar y este del latín ‘vigilare’, cuyo significado literal es ‘vigilar’, que era lo que realmente se realizaba y se realiza hasta nuestros días.
Todavía hoy, aunque cada vez menos, se pone al difunto sobre la mesa de la cocina durante un tiempo antes de enterrarlo.
La práctica del velatorio ha permanecido a través de la historia en las distintas religiones, transformándose en rituales funerarios específicos en cada una de ellas. De esta manera:
- Los judíos lavan el cadáver para su purificación y lo envuelven en un sudario blanco. La sepultura debe realizarse en tierra directamente. Las leyes sanitarias han impuesto el uso del féretro. No se ponen flores, pero se pueden colocar pequeñas piedras en señal de que un ser querido ha estado presente en la despedida. En el entierro los familiares directos se desgarran una prenda.
- Los seguidores de Buda preparan el cadáver con formol para que permanezca en casa siete días antes de la cremación, tiempo en el que los monjes van a rezarle.
- En la religión católica, como ya señalamos, entre el fallecimiento y el entierro tiene lugar el velatorio que en la actualidad cuenta con un componente psicológico que es reconocer que la persona ha muerto y que no está sola en su dolor. El ritual nada dice a la hora de vestir el cadáver, o sobre la preferencia del entierro del cuerpo o sobre su incineración. El ataúd, de haberlo, se suele adornar con flores.
- Los testigos de Jehová realizan un velatorio en un sitio sobrio, sin símbolos religiosos. Optan por la cremación y destacan por el gran apoyo de la Comunidad.
- Los musulmanes creen en la resurrección, no en la reencarnación. Tras el fallecimiento, al difunto se le coloca sobre el costado derecho. El cadáver se lava por las mujeres, y se le cubre con tela blanca de algodón. La incineración está prohibida. El cuerpo se entierra orientado hacia la Meca.
- Con los evangelistas impera un tono sobrio y prima la sencillez, donde lo importante es el sentir personal. Evitan lo superfluo: ni velas, ni flores ni crucifijos. Se vela el cuerpo y antes del entierro hay un servicio religioso con cánticos y lecturas de la Biblia.
Los velatorios en Galicia estaban acompasados con los sonidos de las plañideras. Las plañideras tienen su origen en el Antiguo Egipto. Su función era manifestar el dolor por la pérdida del difunto a través de gritos y llantos, invocando el nombre del finado. Sus lágrimas se derramaban en un jarrón que era enterrado junto con el fallecido como muestra del dolor causado con su defunción.
La tradición de las plañideras arraigó en muchas culturas y países, quedando en desuso a partir del siglo XVIII, pero no por su sinsentido, sino porque la Iglesia no aprobada esta práctica por considerarla poco respetuosa. Sin embargo, el oficio de plañidera siguió ejerciéndose en algunas zonas rurales de Extremadura, Canarias y Galicia. La categoría social y económica del difunto estaba en función del número de sacerdotes y de plañideras que acuden al entierro.
En Cangas de Morrazo, un pueblo pesquero situado frente a la ría de Vigo, las plañideras ejercieron su trabajo hasta principios del siglo pasado. Cangas era un pueblo pesquero donde el mar se llevaba a muchos de sus hombres y estas profesionales del lloro ejercían su oficio al amparo de las desgracias ocurridas. Aún hoy es común la expresión en la zona de la ría de Vigo de “ir a chorar a Cangas”, cuando se llora sin motivo.
Las señales premonitorias previas a la muerte cuentan con una larga tradición en la cultura gallega. Se han venido considerando como señales de muerte el canto del búho, los ruidos extraños, las lucecitas que se dejan ver en la noche, el canto de la curuxa, el canto del cuervo, los aullidos de los perros, ventanas que se abren y cierran solas de golpe…existe también la creencia de que a los velatorios no deben de ir ni los niños ni las mujeres embarazadas para que los aires malos que se desprenden del finado no entren en sus cuerpos.
Pero quizás la creencia más arraigada en Galicia en relación con la muerte es la Santa Compaña. Todas las noches una procesión de ánimas en pena con luces encendidas en sus manos, vestidos de blanco en dos filas, descalzos y con capucha salen del templo parroquial y van hasta otra parroquia o capilla para después regresar. Unas veces van sin hacer ruido y otras veces van tocando campanillas, cantando salmos, responsos u oraciones. El que se encuentra con esta procesión de ánimas en pena tiene que hacer un círculo en el suelo y meterse dentro o coger una rama de olivo bendita el día de ramos, de lo contrario quedará obligado a levantarse de la cama todas las noches y llevar la cruz de la procesión hasta que le venga la muerte.
Aunque el aspecto varía según la tradición de las diferentes zonas, todas coinciden en que cada ánima lleva una vela encendida y su paso deja un olor a cera o incienso en el aire, además de dejar un frio intenso a su alrededor. La procesión va encabezada por un vivo que no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche y únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su extremada palidez y delgadez. Cada noche su luz irá en aumento y cada día su palidez será más intensa. Son condenados a vagar noche tras noche hasta su muerte o hasta que otro incauto sea sorprendido y pase a sustituirle portando la cruz en la procesión.
Al paso de la procesión cesan todos los ruidos del bosque, los perros aúllan y los gatos huyen despavoridos. No todos los mortales tienen la facultad de ver a la Santa Compaña, por lo que la mayoría de los mortales sólo puede intuirla por el olor, el silencio y una corriente de aire frio.
Las numerosas leyendas sobre esta compañía de difuntos en pena cuentan que se aparecen en los caminos cercanos a los camposantos o en los cruces de caminos en busca de algo o de alguien, y que siempre auguran un desastre o maldición. De ahí el dicho de: andad de día que la noche es mía.
Mito o realidad, lo cierto es que pasear en una noche de niebla en torno a un cementerio rural gallego hace que se nos erice la piel y agudiza todos nuestros sentidos en señal de alerta, ¡por si acaso!.
Por otro lado, podemos encontrar en la actualidad alguna romería gallega ancestral, como la que anualmente se celebra en Santa José de Ribarteme, término del municipio pontevedrés de As Neves, y cuyos orígenes parece ser se remontan a la Edad Media, aunque las primeras referencias escritas sobre ella están datadas en torno al año 1700. Esta romería tiene lugar el día de Santa Marta, el 29 de julio, y ha alcanzado tal repercusión que hasta un diario británico, The Guardian, en el año 2008, la haya calificado como una de las festividades más raras del mundo.
¿En qué consiste? Los penitentes se someten, en vida, al trance de ir en féretros y amortajados para agradecerle a la Santa su intercesión para que ellos, sus familiares, o allegados se recuperasen de graves enfermedades. En el caso de los niños, los féretros, de color blanco, suelen ir vacíos. Los romeros se reúnen junto a la imagen de Santa Marta para participar en el llamado “romaxe dos cadaleitos” (romería de los ataúdes). En ella, aquellos que han estado al borde de la muerte e invocaron la intercesión de la santa salen en procesión dentro de sus propios ataúdes vestidos con sus mortajas, las que habrían vestido eternamente si no hubiese intercedido la patrona.
El sonido de las campanas, acompasadas con las bombas de palenque y un cántico repetitivo, “Virgen de Santa Marta, reina de la gloria, todo el que se te ofrece sale con victoria”, y “Virgen de Santa Marta, estrella del norte, te traemos a los que vieron la muerte”, dan mayor solemnidad a la comitiva.
Algunos de sus integrantes visten una especie de mortaja hecha de tul y portan un bastón y una vela.
Hay que decir que esta romería no es la única celebración religiosa de Galicia donde la muerte, o más bien la resurrección, es la protagonista. Así, en Moraña, a la romería de los Milagros de Amil acuden devotos de rodillas, con cadenas e incluso en ataúdes, y en A Pobra do Caramiñal, en la provincia de A Coruña, los fieles que han hecho sus promesas cargan sus propios féretros en la procesión de las mortajas, en el marco de las fiestas del Nazareno.
Si tenéis curiosidad por las leyendas en Galicia, os animamos a leer nuestra serie Leyendas gallegas, publicada en este Blog:
Leyendas gallegas. Criaturas presentes en la mitología gallega
Leyendas gallegas III. Las piedras y las rocas en la mitología gallega
Leyendas gallegas IV. San Andrés de Teixido
Leyendas gallegas. El panteón galaico
Las meigas gallegas. Habelas, hainas
Bibliografía:
- Los ritos funerarios según la religión ( El mundo 06/04/2016)
- Religiosidad, creencias y prácticas vitales del campesinado gallego.- Enrique Bande Rodríguez