Dedicamos hoy esta entrada a hacer un breve y rápido repaso por el fenómeno conocido como bandolerismo, una modalidad delictiva envuelta en un halo especial, popular y romántico, en el que sus protagonistas lo mismo se echaban al monte por una venganza personal que por pura hambre, robaban a los ricos para repartir el botín con el pueblo o se unían a la lucha contra los invasores franceses, esto último muy evidente en los casos napolitano y andaluz.
Aunque suele identificarse con Andalucía, como afirma el Catedrático en la Universidad Complutense de Madrid y dos veces Premio Nacional de Historia de España:
“El bandolerismo no fue un fenómeno específico del sur de España Con excepción del País Vasco, el fenómeno afectó a todo el territorio nacional, aunque con sus peculiaridades regionales. Galicia, sin ir más lejos, sufrió un bandolerismo muy violento, con asaltos por doquier. A diferencia de los andaluces, sin embargo, volvían a casa después de dar el golpe y allí preparaban el siguiente. Es una tradición que derivaría años después en contrabando y, finalmente, en narcotráfico”.
La figura del bandolero se ha ido transformando a lo largo de la historia pasando por ser cruel y violento, a convertirse en héroe en muchas ocasiones de las clases desfavorecidas, o hasta transformarlo en leyenda.
La actividad desarrollada por los bandoleros tenía lugar en todo el territorio español, ante la impotencia de las autoridades para ponerles freno.
De esta forma, en los relatos de viajes y en la prensa extranjera la figura del bandolero se hizo popular, reflejándose como un bandido español de aspecto huraño y apodo inquietante, con una vestimenta característica y armado con su trabuco y navaja.
Contexto socio-económico y político en el siglo XIX en España
Si bien la pillería, el ultraje, la violencia y el hurto estaban ya presentes en tierras hispanas desde épocas pasadas, lo cierto es que en el siglo XIX, España estaba pasando una gran crisis cuyo principal desencadenante era la mala relación que mantenía con Francia. Fruto de esa crisis, los ciudadanos españoles pasaron tiempos de gran carestía y austeridad.
La delincuencia fue uno de los grandes azotes nacionales de un siglo en el que confluyeron periodos de escasez, hambrunas -en 1812, 1817, 1834-1835, 1863, 1868, 1882…-, guerras, convulsión social y el creciente desprestigio de la monarquía, la nobleza y, tras la caída del Antiguo Régimen y su llegada al poder, también de la burguesía.
Ante esta situación, la estampa romántica del bandolero como un héroe generoso, valiente, orgulloso, galante y donjuán de trágico o heroico final que reacciona frente a la injusticia acabó remitiendo más a un revolucionario social que a un delincuente; más a un Robin Hood que a un simple asaltante de caminos.
En esta época, los bandoleros de renombre dejaron una enorme huella entre la población española, sirviendo a escritos, cronistas, poetas y demás artistas, como fuente de inspiración para sus escritos que han llegado hasta hoy día.
Origen del bandolerismo
Como decíamos en el punto anterior el bandolerismo se encuentra en tiempos anteriores a los que hoy nos ocupa. Así, tratadistas musulmanes como Ibn Abdun ya daban consejos para reprimir el bandolerismo localizado en territorio sevillano.
El bandolerismo era el resultado del empobrecimiento del medio rural a finales del siglo XVIII. Así se empezaron a formar cuadrillas, en gran parte procedentes de los jornaleros agrícolas, pero también artesanos, antiguos soldados, … Todos ellos unidos en pro de buscar sustento.
El problema de los bandoleros en España se remontaba a tiempos anteriores a la propia España. Al medievo, quizá antes. Se sabe que el propio Fernando el Católico lideró una serie de incursiones contra los bandoleros de Aragón en 1515, y en años anteriores se organizó en Toledo la Santa Hermandad de Toledo, con el fin de atrapar a estos indeseables.
Pero, el bandolerismo aparece sobre todo en España durante los siglos XVIII y XIX. Geográficamente se podría hablar de cuatro focos endémicos de bandolerismo: Andalucía, Cataluña, Galicia y los Montes de Toledo.
Primero fueron los románticos montes andaluces. Después llegaron los catalanes, culpables incluso del nombre que recibieron estos asaltos en las montañas. Del este se viajó hasta el oeste, donde la trayectoria bandolera gallega tuvo un recorrido más duradero en el tiempo, solo que reconvertida. Ahora la historia conduce hasta la Meseta Central. En los montes del interior del país hubo tantos crímenes y tantas leyendas como en toda la geografía española. Como sucedió en otros rincones, los siglos XVIII y XIX fueron momentos de gran actividad. Se dio en ese escenario idóneo que permitía convertir un crimen en leyenda, pero hay también diferencias en este aspecto. Los bandoleros españoles más famosos, al final, compartieron época y motivaciones, pero no hay una historia igual que otra.
En el siglo XIX tuvo lugar el apogeo de este tipo de delincuencia, surgida de las cuadrillas de guerrilleros o brigantes en la Guerra de la Independencia que, al terminar, se encontraron sin poderse asimilar al ejército regular. El reinado de Fernando VII fue especialmente proclive a ello, cuando el ejército regular fue sustituido por los “Cien mil hijos de San Luis”, pagados por el monarca, que no se fiaba de su propio ejército y lo sustituyó por la milicia de los Voluntarios realistas.
Es la época de bandoleros como Juan Delgado, los siete niños de Écija, especializados en asaltar cortijos; Diego Padilla, más conocido como Juan Palomo, Jaime el Barbudo, José María Hinojosa, más conocido como el Tempranillo.
En el caso de Andalucía, según Bernardo de Quirós en “El bandolerismo andaluz”, hubo dos causas principales para su aparición en estas tierras:
La primera, fue el reparto de tierras tras la Reconquista, puesto que al terminar ésta, las tierras pasan a manos de nobles y la iglesia, quedando por tanto repartidas entre unos pocos y los campesinos desamparados y en una situación de precariedad. Los campesinos se dedicaban al cultivo y siembra de las tierras, algunos buscaban otras salidas para salir de esta pobreza, echándose a los caminos asaltando a personas.
La segunda, fue el despoblamiento existente en algunas zonas de Andalucía, ya que las poblaciones se concentraban solamente en algunos núcleos. Este aspecto permitió que en algunas zonas desérticas fueran propicias para asaltar diligencias y viajeros.
En todo caso, en cuanto a las formas de iniciarse en el bandolerismo, encontramos una variada casuística: unos lo hicieron de forma ocasional, otros se iniciaron con el contrabando, tras cometer algún delito que le obligaba a huir de la justicia.
Y como señala el historiador Martínez Ruíz, había tres tipos de bandolerismo:
- El romántico, asociado a personajes que cometen un delito en su juventud, huyen y se unen a una cuadrilla, o la forman.
- El bandolerismo de retorno, nutrido de excombatientes que, tras una guerra -de la Independencia, carlistas…-, se entregan al bandidaje en lugar de regresar a la vida pacífica. En este caso, unos formaron sus propias partidas, otros fueron por libre
- El bandolerismo organiz De carácter mafioso, sus dirigentes mandaban en la sombra a una pléyade de informadores y ejecutores, encargados de atacar, secuestrar o asesinar a los objetivos. Estampa muy alejada del mito del bandolero.
¿Cómo actuaban los bandoleros?
Tenían diferentes formas de actuar, no solo por la orografía del terreno, sino también por la manera en que producían los asaltos. La manera más sencilla era la de salteador de caminos, puesta en práctica por pequeñas cuadrillas en torno a las rutas comerciales.
Los salteadores de caminos acechaban enmascarados el paso de carretas, diligencias o viajeros a los que sorprendían con el conocido grito de “la bolsa o la vida”.
En cuanto a las armas que utilizaban los bandoleros, según su mecanismo, solían ser de dos tipos: de percusión, como los revólveres, denominadas así porque el percutor golpeaba la bala; o de chispa. En éste tipo, un mecanismo con una piedra golpeaba al accionar el gatillo una pequeña carga de pólvora, que impulsaba la bala al explotar.
Las muertes a manos de los bandoleros no eran muy habituales, aunque la violencia y la intimidación eran parte inseparable de su oficio y las emplearon de múltiples formas durante sus asaltos.
Los asaltos se dirigieron también contra las casas de ricos y de curas, así como contra monasterios y oficinas de recaudación de impuestos.
Los asaltos en los pueblos solían hacerse de noche y a veces actuando conjuntamente varias cuadrillas.
Las cuadrillas que actuaban en territorio andaluz y extremeño tenían un tamaño considerable pues podían ser varias decenas e incluso centenares de miembros.
El final más habitual del bandolero era la muerte violenta. Cuando esto sucedía se solía arrastrar su cuerpo y descuartizarlo para luego fijar sus restos en estacas en los lugares donde había cometido sus principales fechorías.
De esta manera el bandolerismo fue durante décadas el principal problema de seguridad interior que había en tierras españolas. Las disposiciones y fuerzas desplegadas no eran capaces de erradicar las cuadrillas, que se regeneraban continuamente.
Bandoleros más conocidos
El bandolero andaluz, comienza a alcanzar su auge con Diego Corrientes y termina con “Pasos Largos”. El final de muchos de ellos fue trágico. Tal es el caso de Diego Corrientes, que fue ejecutado, sin haber cometido ningún crimen de sangre. Tanto en el caso de Diego Corrientes, como otros bandoleros fueron ejecutados a garrote vil, ahorcados o descuartizados.
El Tempranillo. Su nombre era José María Hinojosa y nació en la ciudad de Jauja, en Córdoba. Se pasó al otro lado de la ley, tras vengar, con 27 años de edad, la muerte de su padre asesinado.
En su corta pero intensa vida dejó como legado un recorrido por pueblos andaluces, en los que se mezclan leyendas y hechos verídicos.
Su apodo de “El Tempranillo” venía por su precocidad como bandolero, que sirvió para muchos textos de la época. Eran recordadas sus hazañas en los campos andaluces y su generosidad para con las mujeres a las que ayudaba a bajar de los caballos y cuidaba para que estuvieran cómodas mientras ellos arrasaban con todo.
Se dirigió a tierras de la Sierra de Cádiz donde comenzó a levantar su leyenda como un bandido valiente, activo, inteligente y generoso.
Alcanzó una gran fama, tanta que incluso llegaría a la Corte, donde el mismo Fernando VII vio imposible acabar con la fama de este mediante el uso de la fuerza. De esa manera, le ofreció al Tempranillo la opción de dejar el bandolerismo para convertirse en el Jefe del Escuadrón Franco y Protección de la Seguridad de Andalucía, siendo sus deberes el de acabar con los demás grupos de bandoleros. Éste encontró en dicha oferta una forma de cambiar de vida y aceptó.
Este cambio radical en su vida propició que le tendieran una emboscada y lo matara por la espalda El Barberillo en el cortijo de Buena Vista, situado en Alameda. Además de la que hoy es su tumba, en el patio de la iglesia de la Inmaculada, se puede visitar el hotel rural que lleva su nombre, donde se pueden encontrar algunos documentos relacionados con su vida.
El Bizco de El Borge. De nombre Luis García, se caracterizaba por su envergadura y fuerza. A pesar de que su apodo evidencia que tenía un claro defecto visual, se le atribuía una excelente puntería con el trabuco.
Hoy su casa natal se conserva como el hotel museo La Posada del Bandolero, en la que se conservan piezas etnográficas e históricas, muchas de ellas relacionadas con esta temática.
Luis Candelas. Natural de Lavapiés. Todo un personaje, al que hemos dedicado una entradas en exclusiva que podéis leer aquí: Luis Candelas, un bandido de leyenda.
Jaime, el barbudo, alicantino de nacimiento. Llegó al bandolerismo huyendo de la localidad en la que vivía, tras matar en defensa propia a un intruso.
Tuvo una importante presencia en la guerra de la Independencia contra los franceses y actuando en numerosas guerrillas. Fruto de las numerosas y provechosas acciones bélicas en las que participó contra los franceses, le fue conmutada la pena que tenía por el asesinato que le llevó al bandolerismo.
Pero su forma de vida no cambió y siguió, con su cuadrilla actuando en la región de Orihuela. Finalmente sería captura y sentenciado a muerte en la horca en junio de 1824, cuando contaba con 41 años de edad.
Curro Jiménez, de nombre Francisco Antonio Jiménez Ledesma, sevillano de origen.
Enemistado con el alcalde del pueblo en que vivía (Cantillana), terminaría matando a un hijo y dos sobrinos de éste (según algunos autores por un asunto de amores con la sobrina de un Teniente Alcalde), viéndose, en consecuencia, abocado a echarse al monte y crear un grupo de bandoleros que se cebó especialmente con los mercaderes.
Su vida estuvo marcada por la violencia, las venganzas y los ajustes de cuentas.
Falleció tiroteado, a los 29 años de edad en 1849.
Diego Corrientes. El bandolero generoso. Nació en Utrera, Sevilla en 1757. Se dedicó sobre todo al robo de caballos y yeguas, que luego vendía en Portugal.
La clave de su éxito se mantuvo, básicamente, en la habilidad para burlar a sus perseguidores. Decía a los más humildes que robaba a los ricos para después dar a ellos lo robado. De esta manera se ganaba su simpatía y así garantizaba el silencio y complicidad para no ser descubierto.
Zamarrilla. Nacido en el año 1796, Cristóbal Ruiz era su nombre, y pasaría a la historia como Zamarrilla por la famosa leyenda que lo vincula con un supuesto milagro con la Virgen de la Amargura en su ermita, situada entre los barrios malagueños de la Trinidad y El Perchel.
Tal y como narra el periodista y escritor Pedro Luis Gómez en su novela “La rosa del bandolero”, este forajido se escondió debajo el manto de la virgen huyendo de los guardias que lo buscaban. Casi acorralado por éstos, vio como debajo de la imagen no llegó a ser descubierto. Agradecido por este milagro cogió con su puñal una rosa blanca y se la puso en el pecho a la Virgen. Según la tradición popular, la flor se volvió roja.
Más allá de esa leyenda, este personaje histórico vivió hasta el año 1851 y dejó tras de sí numerosos crímenes cometidos en la Serranía de Ronda.
El Tragabuches. De nombre José Ulloa, nació en la localidad gaditana de Arcos de la Frontera. Es, posiblemente, con José María el Tempranillo, el más conocido de los bandidos malagueños.
Además de ser bandolero, fue torero e incluso cantaor. Su apodo lo heredó de su padre, del que se dice que se comió un burro recién nacido. De etnia gitana, fue discípulo taurino de Bartolomé Romero en Ronda, donde alternó las plazas de toros con el contrabando.
En 1814 se tuvo que echar al monte tras tirar por un balcón a su amada, cuando la sorprendió siéndole infiel con un sacristán, al que degolló. Poco después formó parte de la temida partida de “Los Siete Niños de Écija”. Eso sí, a diferencia del resto de integrantes de la banda, el Tragabuches no fue ni capturado ni ejecutado. De hecho, en el año 1817 se perdió su pista y no se volvió a saber nada más de él.
El Pernales. Francisco Rios González era natural de Estepa, una localidad sevillana.
Se inició en la delincuencia, siendo todavía muy joven, junto con su padre. Tras el fallecimiento de este se sumó al grupo de bandoleros comandado por su tío. Actuó preferentemente en la zona de la campiña cordobesa y sevillana, y sus felonías fueron fundamentalmente robos, secuestros y más de una muerte. Aún siendo un ser implacable, parece ser que tenía una pizca de caridad y así lo dejó ver en algunas ocasiones ya que ayudaría a los más desfavorecidos de la sociedad.
Falleció el 31 de agosto del año 1907, fue tiroteado por la Guardia Civil. Contaba 28 años de edad.
El Lero. Juan Caballero. Nació también en la ciudad de Estepa en Sevilla. Se desconoce el motivo que le llevó al bandolerismo, pues llevaba una vida familiar con su esposa hasta que se pasó al otro lado de la ley. Pese a ser un bandolero temido y respetado, sus fechorías habitualmente hacían honor a su apellido.
A diferencia de otros bandoleros, se reinsertó con el perdón concedido por el Rey.
Los siete niños de Écija. Iniciaron sus aventuras en 1808 como una guerrilla patriótica formada para luchar Napoleón, generando una cuadrilla de bandoleros. Bajo el mando del bravo capitán Luis de Vargas, se constituyó la primera banda de siete “niños”, que por diferentes motivos fueron muy perseguidos por la justicia. Eran Juan Palomo, Satanás, Malafacha, Cándido, El Cencerro y Tragabuches.
Se suponía que la integraban siempre siete bandidos, que se renovaban a medida que alguno de sus miembros moría o caía preso. Dominaron la carretera general de Andalucía, entre Sevilla y Córdoba. En julio de 1817 se inició una campaña contra ellos y, en un año y medio, fueron capturados y ejecutados la mayor parte de ellos.
Pasos Largos. De nombre Juan José Mingolla Gallardo, natural de la localidad malagueña de Ronda, suele ser considerado como uno de los últimos gran bandoleros andaluces de la historia.
Estuvo en la guerra de Cuba y cuando volvió se hizo un experto cazador furtivo.
Conocido como Pasos Largos por su esbeltez, tuvo fama de sanguinario y despiadado.
Fue un personaje frío y solitario que se sabía desenvolver perfectamente en la sierra. Aunque fue detenido y condenado en 1916, años después recibió el indulto, tras lo cual volvió a echarse al monte y volvió a la caza furtiva. Finalmente, murió a tiros de la Guardia en el año 1934.
En el caso de Galicia, en la primera mitad del siglo XIX, en las comarcas de Lemos y Chantada existieron dos de los focos de delincuencia organizada más importantes de Galicia, pero esa parcela de la historia local continúa siendo muy poco conocida hoy en día, lo mismo que sucede con la historia del bandolerismo gallego en general.
Algunos de los principales bandidos de este grupo eran conocidos como los Valentes, los Cucos, los Vacelares, los Majitos….
En todo caso, el historial criminal de algunos bandoleros podía ser muy largo. A Manuel Antonio Rodríguez, alias el rey de los hombres, y a su cuadrilla se le imputaron más de un centenar de asaltos que sumaron más de 500 víctimas en el entorno de Madrid.
Un caso especial es el de Pepa a Loba, personaje al que también dedicamos un post en exclusiva y que podéis leer aquí mismo: Pepa “la loba”. La bandolera gallega.
El fin de los bandoleros
Su final en el siglo XIX se debió a dos condicionantes. El primero fue la invención del telégrafo. Mientras años atrás los bandoleros podían atracar durante horas los convoyes reales y no reales, casi de manera impune, para luego marcharse por donde habían venido hasta el día siguiente, el telégrafo permitió conocer rápidamente dónde, cuándo y quiénes atacaban los caminos, provocando respuestas cada vez más rápidas de las autoridades que galopaban para apresarlos.
El segundo condicionante todavía podemos encontrarlo. El cuerpo de la Guardia Civil fue creado en 1844 por Francisco Javier Girón para salvaguardar los caminos y zonas rurales de todo España, un cuerpo conformado por la contrapartida de los bandoleros: hijos, padres y sobrinos de labradores y agricultores, igual de queridos por el pueblo llano, solo que, en esta ocasión, llevaban el pan a casa sin necesidad de robárselo a nadie. La simpatía que los pueblos del interior sentían por los bandoleros se vio rápidamente superado por la simpatía hacia la Guardia Civil, y su eficacia desbordada por la operatividad de los guardias en colaboración con el telégrafo.
La representación de los bandoleros
Se trata de una representación profundamente impresa en nuestra cultura popular, pero también en países como Francia o Inglaterra. Al fin y al cabo fueron escritores foráneos como Prosper Mérimée, Théophile Gautier, Richard Ford o Charles Davillier quienes amplificaron esta imagen idealizada.
Ninguna figura ha sido tan tergiversada, sin embargo, como la del Barquero de Cantillana. El hombre que inspiró al televisivo Curro Jiménez no fue, ni de lejos, un caballeroso patriota antifrancés que luchó contra Napoleón. Actuó, en realidad, durante el reinado de Isabel II, combatió del lado carlista, fue un perseguido ladrón y cometió numerosos asesinatos.
La mitificación desdibuja el perfil de muchos criminales. En el caso de los bandoleros, el mito del buen ladrón que roba a los ricos para dárselo a los pobres es una verdad a medias. Más que robar a los ricos, que lo hacían, asaltaban a todo el que podían. Y cuando repartían dinero entre los campesinos no era por filantropía, sino para garantizarse informadores, refugio.
Con la llegada de la Guardia Civil y el ferrocarril, los bandoleros abandonan los caminos y optan por nuevos métodos, como el secuestro. Asesinatos, violaciones, secuestros, extorsión y asaltos figuran en el currículo de muchos de estos personajes.
Conclusiones
Un lance amoroso o una disputa por la tierra eran los principales motivos por los que se echaban al monte. Moviéndose entre el crimen y la leyenda, los bandoleros españoles han sido siempre figuras que han arrastrado una gran popularidad. En parte por aquellos hechos que llevaron a cabo, pero también porque la literatura primero y el séptimo arte después se encargaron de encumbrar a estos personajes.
Habitaron los montes de Andalucía, de Cataluña, de Galicia y también la meseta central. En general, estuvieron presentes en toda la geografía española.
Los bandoleros, cuyas hazañas criminales fueron engrandecidas por los hispanistas románticos del siglo XIX, fueron descritos como generosos hombres que robaban a los ricos para entregar a los pobres, galantes y defensores de una tierra libre de terratenientes. También, asesinos despiadados, bravucones, y ladrones desalmados.
Héroes o villanos. Realidad o leyenda. Mucho se ha escrito sobre la figura de los bandoleros, personajes que buscaban refugio en las sierras para esconderse de la autoridad por algún crimen cometido. La mayoría de los delitos tenía su origen en una riña amorosa o por la tierra.
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Referencias
Bandoleros: historias y leyendas románticas españolas. De Adell Castán J.A. y García Rodríguez, C.
El bandolerismo español. De Martínez Ruiz, E.
Los últimos bandoleros: una historia del bandolerismo. Por De Mena, J.M.
El libro de los bandoleros. De Tavera, J.M.
National Geographic
https://bandoleroromantico.blogspot.com/
www.museobandolero.blogspot.com
Bandoleros, Asaltacaminos, Ladrones, fueras de la ley, etc. en todos los países ha habido. Sin embargo en el caso de España tenemos la mala actuación del gobierno de aquel entonces, en el mal reparto de las tierras de Andancia cuando la reconquista. Lo que se hizo en favor de la Nobleza y el Clero. Un asunto no resuelto con el paso del tiempo. Y que provocó que el pueblo llano viese con buenos ojos a estos bandoleros que robaban a los ricos. ¿Quien no?
Gracias por leernos y por tu comentario. En mi opinión el bandolerismo es un fenómeno que habría que enmarcarlo en la frontera entre la rebelión social y la delincuencia. Se consideraba a los bandoleros como gente del pueblo, y eran vistos por una amplia parte de la sociedad como “agentes” de protesta social organizada, de ahí que los portegieran y los idealizarán.