Hoy toca hablar de algo muy grande y hermoso.
El principal conjunto escultórico del románico está conformado por la majestuosa composición creada por el genio del Maestro Mateo para el Pórtico de la Gloria, en la Catedral de Santiago de Compostela. Es, sin duda, una obra cumbre del arte universal.
Entre los eruditos compostelanos es bien sabido que el nombre “Pórtico de la Gloria” es una denominación contemporánea derivada de las lecturas iconográfricas del siglo XIX, ya que hasta entonces se conocía más bien como el “Pórtico de la Trinidad”.
Dicho nombre, documentado al menos desde época moderna, se explica por el hecho de que dicho acceso a la catedral se encontraba prácticamente enfrente de la puerta medieval de la ciudad dedicada a la Santísima Trinidad, también llamada puerta del Sancto Peregrino, que se situaba entre la actual rúa das Hortas y el Obradoiro, y que conducía a los peregrinos hacia Finisterre.
El Pórtico de la Gloria se encuentra en la entrada occidental de la Catedral. Recordemos que el templo románico, iniciado hacia el año 1075, se remataría con la obra del Maestro Mateo, entre los años 1168 y 1211.
El documento de concesión de una pensión vitalicia por parte de Fernando II de Galicia y León, fechado el 23 de febrero de 1168 y la inscripción de los dinteles del Pórtico de la Gloria, de 1 de abril de 1188, donde se deja constancia que Mateo dirigió la obra “desde los cimientos”, son las dos únicas referencias contemporáneas que existen sobre un personaje clave en la historia del arte que, sin embargo, mantiene un halo enigmático. Pero sobre la figura del Maestro Mateo, ya desarrollaremos, más adelante, una entrada en este mismo Blog.
Como decíamos antes, el Pórtico de la Gloria es una creación artística y monumental del arte románico, una corriente que se desarrolla entre el siglo XI y el XIII. La obra estuvo destinada a “elevar el espíritu a través de los sentidos, desde el mundo terrenal hacia la gloria del final de los tiempos”.
En todo caso, el visitante actual, seguramente, no sea capaz de alcanzar a comprender la interpretación completa de este colosal conjunto escultórico, pero tan solo con encontrarse frente al Pórtico de la Gloria, la experiencia resulta, de todo punto, abrumadora.
Hay que tener presente que, en aquellos tiempos, nos encontramos con una sociedad en la que prácticamente nadie sabía leer, y en la que la inmensa mayoría de los asistentes a los oficios religiosos que tenían lugar en las iglesias, no alcanzaban a entender lo que se decía, pues se oficiaban en latín, por lo que la única manera de ilustrar y “adoctrinar” al pueblo, era mediante esta especie de “cómic escultórico”. Así es el caso del Pórtico de la Gloria, donde encontramos numerosos símbolos, figuras religiosas, seres y animales fantásticos, todos ellos relacionados, claro está, con la idiosincrasia cristiana, y que iremos desgranando más adelante.
Los devotos peregrinos que llegaban a Santiago de Compostela, a finales del siglo XII se quedaban boquiabiertos al encontrarse frente al Apocalipsis; se les mostraba grabado en granito en propia entrada de la Catedral. Para la inmensa mayoría de aquellos piadosos caminantes, la visión de ese pórtico colosal, presidido por un enorme Pantocrátor, y acompañado por más de cien figuras policromadas con pan de oro y lapislázuli, de expresiones tan vivas, era la primera ocasión en que podían leer por sí mismos una buena parte del Antiguo y el Nuevo Testamento.
Se trata de una obra, artísticamente abrumadora, frente a la cual numerosos peregrinos dan por concluido el Camino de Santiago y dejan sentir toda la emoción religiosa por sus fatigados cuerpos.
Rápido repaso a la historia de la construcción del Pórtico de la Gloria
Las obras del Pórtico de la Gloria se iniciaron en el año 1075, bajo el reinado de Alfonso VI y la dirección y patronazgo del obispo Diego Peláez. Un hecho que llegaba décadas después de que Almanzaro arrasara la ciudad.
Las obras avanzaron bastante rápido hasta 1110, con un nuevo impulso del arzobispo de Compostela Diego Xelmírez (de quien podéis encontrar más información en nuestro post: Diego Xelmírez, primer arzobispo de Compostela)
El Maestro Mateo, en 1168, dirigió el proyecto de remodelado y finalización del templo, “a fundamentis”, es decir, desde los cimientos. Lo primero que hace es rematar la arquitectura del final de las naves y empezar la cripta o piso inferior del pórtico occidental. Veinte años más tarde, el 1 de abril de 1188, se colocan los dinteles sobre los que se monta el tímpano, continuando en años siguientes, ya en inicios del siglo XIII, con el resto de las obras de escultura y arquitectura hasta completar el nartex, la tribuna, la fachada y las torres. Este frontis occidental está compuesto por una estructura arquitectónica de tres plantas, en las que por primera vez en España se emplean como cubiertas bóvedas de crucería, por influencia del primer gótico, como la abadía de Saint-Denis, construida en las afueras de la capital francesa, la catedral de Nôtre-Dame de París y otros edificios franceses realizados entre 1135-1170.
El declive hacia el oeste del terreno en que levante la catedral, alcanza al final de las naves la altura suficiente para hacer posible y necesaria una cripta. La cripta del pórtico, una sólida arquitectura creada entre los años 1170 y 1175, para salvar el desnivel de terreno que hay entre las naves de la catedral y la futura plaza de O Obradoiro. Este piso bajo cuenta con planta de cruz latina, se comunica con el exterior por medio de dos puertas de arco de medio punto, y con la catedral por unas escaleras interiores que conducen a las naves laterales.
El segundo piso, el Pórtico de la Gloria propiamente dicho, estaba originalmente unido -sin hojas de madera que cerrasen las entradas- a una terraza abierta a la plaza; se descendía desde dicha terraza por medio de dos escaleras laterales de tres tramos. Es importante decir que la segunda planta funcionaba como entrada principal de la gran iglesia de peregrinación, y siempre estaba abierta al exterior. Su composición se formalizó con un amplio nártex de tres arcos, decorado con estatuas-columnas y relieves de granito y mármol, en su origen, policromados. Este segundo piso se cubre con bóvedas nervadas sobre las que se eleva la tribuna, una alta superestructura que es continuación del piso de tribunas de la catedral, cubierta por una gran bóveda de crucería cuya clave está decorada con el Cordero místico.
La estructura arquitectónica del Pórtico de la Gloria asume las características generales del proyecto catedralicio iniciado en 1075, dando las soluciones definitivas para su conclusión.
Originalmente, el Pórtico se abría por una fachada exterior, que continuaba el programa iconográfico del conjunto y que fue modificada en el siglo XVI para colocar unas puertas que cerrasen el templo, que hasta entonces estaba abierto permanentemente; por fin, en a mediados del siglo XVIII, esta fachada se sustituyó por la actual, barroca, quedando el Pórtico mutilado y encajonado tras ella.
El proyecto mateano también incluyó la construcción de un coro de piedra, que ocupó los primeros tramos de la nave central y en el que se daba continuidad al programa iconográfico del Pórtico. Este coro fue derribado en 1604 y sustituido por otro de madera, hoy también retirado de su ubicación original. Así mismo, el taller dirigido por Mateo realizó la escultura de Santiago del altar mayor –hoy muy modificada— marcando con ella un eje longitudinal oeste – este en el templo, con dos esculturas sedentes de Santiago el Mayor en cada uno de sus extremos.
Todo estaría concluido el 21 de abril de 1211, en que tuvo lugar la solemne consagración de la catedral de Santiago.
El mensaje del Pórtico de la Gloria
Hay que recordar que el mensaje del Pórtico de la Gloria llevaba cientos de años en el olvido. Dato en 1870 D. Bernardo Fernández intenta explicar el Pórtico de la Gloria, diciendo textualmente: “Me obligó a tomar la pluma el dicho de un platero, de que era vergonzoso, el no haber en esta Ciudad Santa un hombre que explicara este monumento cristiano, y tener que andar mendigando de los reformadores del siglo XVI, para saber lo que tenemos en nuestra casa”, y con una cierta ironía continúa: “No es mi ánimo enmendar a los sabios españoles, que hablaron de este pórtico; sino copiar lo bueno que ellos nos dejaron, y aumentar lo que omitieron por estar ocupados en asuntos de más interés”.
En el Pórtico de la Gloria, el Maestro Mateo desarrolló un complejo programa iconográfico de contenido apocalíptico y salvífico centrado en la visión de la Jerusalén celeste, completando la historia de la salvación del hombre iniciada en las portadas laterales de la catedral románica.
La decoración escultórica de este pórtico monumental presenta, a través de su abundante figuración, un sentido simbólico en relación con el programa iconológico general de la basílica jacobea. El estilo de esta humanidad esculpida es ecléctico, fruto de las múltiples influencias que asume el taller mateano para crear un arte original y único, con señas de identidad profundamente europeas, cuyas fuentes se encuentran en los principales focos culturales de los caminos de peregrinación.
En la cripta conviven una corriente tardorrománica de evocaciones helenísticas, y otra protogótica, más naturalista y moderna. El escultor tardorrománico, conocido como “maestro de los paños mojados”, es capaz de elevar hasta altas cotas de refinamiento la imaginería pétrea del último románico; pero cuenta con seguidores menos dotados, cuyo estilo se pierde en la planta superior. El otro estilo, tradicionalmente identificado con el joven Mateo, es más naturalista, busca un verismo que logrará su punto veinte años más tarde, en el piso noble del pórtico, al que ya no llegó la tendencia helenística del artista que trabajó en la cripta.
El Pórtico de la Gloria representa la segunda venida de Jesucristo a la tierra para juzgar a los hombres. El tratamiento del tema está basado en el Apocalipsis y en los libros proféticos de Isaías, Daniel, Ezequiel y Esdrás. Siguiendo la lectura iconográfica del pórtico de abajo arriba, se halla el árbol genealógico de Jesucristo en la base del parteluz, seguido por la figura de Santiago vestido de peregrino, situado a los pies de la figura de Cristo, que ocupa la zona central del tímpano. En la parte posterior del parteluz, es decir, de cara al altar, se distingue la efigie del Maestro Mateo, autor del conjunto. Visualmente, siguiendo la composición iconográfica desde la base del parteluz hacia el tímpano, el espectador va pasando de la representación del ámbito terrenal a la representación del ámbito celestial. En el centro del tímpano se halla la figura de Cristo rodeado de los cuatro evangelistas, que al mismo tiempo, éstos se encuentran acompañados de ángeles. En las arquivoltas se esculpieron veinticuatro ancianos del Apocalipsis celebrando la gloria celestial. En la puerta lateral izquierda, se representa a Cristo con Adán y Eva, Noé, Moisés, Abraham y algunos profetas del antiguo testamento. En la puerta derecha, se describle el Juicio Final, Cristo y el arcángel San Miguel nos indican que a su derecha se situarán los elegidos, y a su izquierda, los condenados al infierno.
Veamos con más detalle…
El material en que están talladas las diferentes figuras que conforman el Pórtico de la Gloria es el granito. Las figuras se encuentran idealizadas, con un canon bastante esbelto, son estáticas, expresivas, están individualizadas y tienen relación entre ellas. Los paños están realizando de forma más naturalista aunque todavía aparecen fórmulas anteriores (como los pies danzantes de las figuras de las jambas)
En cuanto a su composición es cerrada y tiene una acusada frontalidad (pensada para su visión desde un único punto de vista). Presenta simetría y estatismo, colocando a los personajes según la “ley de adecuación al marco” (tratar de introducir las figuras ocupando todo el espacio o “marco” disponible) y utiliza la perspectiva jerárquica.
El Pórtico originalmente estaba pintado con policromías que el tiempo fue cubriendo de mugre. Con la reciente restauración finalizada en el 2018, se descubrió gran parte de este policromado. Con las tareas de restauración se ha comprobado que bajo la pátina se ha preservado por completo el azul lapislázuli, un pigmento que junto con el oro deslumbraba a los peregrinos que pisaban el nártex románico. Pero, además, se han podido identificar como correspondientes a aquella etapa otros colores, siempre aglutinados con aceite de lino, como el cardenillo, el resinato de cobre, el bermellón, los pigmentos de tierras o el albayalde. Las vestiduras se decoraban con medias lunas, cuadrados, círculos y formas polilobuladas mediante estampillado sin relieve. Las encarnaduras con las que se dio vida a los rostros en el siglo XII se aplicaban en capas muy finas y eran de un rosado claro.
El uso de lapislázuli y las láminas de oro puro se utilizaban casi exclusivamente para iluminar códices y escritos. Por lo que su uso en las esculturas del Pórtico fue una práctica no habitual en aquellos tiempos. En el caso de Lapislázuli, según algunos autores, se habrían utilizado unos 100 kgs traídos desde Pakistán, acción que de ser cierta, su coste debió de ser verdaderamente “astronómico”.
El mensaje se inicia en la cripta del Pórtico, donde se representa el mundo terrenal, que necesita de los astros para iluminarse –en las claves de las bóvedas—, al contrario que la nueva Jerusalén, cuya luz es el Cordero –en la clave de la tribuna—.
El Pórtico se asienta directamente sobre una serie de animales, reales y fantásticos, procedentes del bestiario medieval, cada uno de ellos con su propio significado; serían los símbolos del mal oprimidos por la Gloria de Dios.
En el parteluz, columna que se pone justo en medio de la portada central, encontramos a Santiago el Mayor, patrón de la Catedral. Sobre el capitel de la Trinidad se encuentra el santo titular del templo, el apóstol Santiago el Mayor sentado en su cátedra, resaltando su papel de intercesor de los fieles ante el Salvador que preside el tímpano de la Gloria. El Apóstol se presenta mayestático, sentado en una silla apoyada sobre leones, vestido como Apóstol evangelizador, con túnica y manto, pies desnudos, portando un báculo en forma de tau en su mano izquierda y un rollo de pergamino en la derecha, con un pequeño texto que alude a su misión: Misit me Dominus [Me envió el Señor]. Sobre la imagen del Apóstol se sitúa el capitel de las tentaciones de Jesús en el desierto, que soporta el dintel sobre el que se monta el colosal tímpano del arco central.
En el basamento del parteluz hay un hombre robusto, melenudo y barbado, que obliga con sus manos a que dos leones abran sus fauces. Esta representación ha sido interpretada con el triunfo del profeta Daniel, victorioso tras pasar la terrible prueba del foso de los leones, y que se presenta en el conjunto como prefiguración de la Resurrección de Cristo. En el lado opuesto al profeta y los leones se encuentra una figura orante, tocando su pecho con la mano derecha para exteriorizar la sinceridad de su fe. Se trata del popular Santo dos Croques, identificado por muchos con el maestro Mateo.
A ambos lados del parteluz se despliegan, a izquierda y derecha, y a espaldas del espectador, una serie de estatuas-columnas que inaugura este tipo de soporte en la Península Ibérica. A la derecha del parteluz se encuentran los apóstoles de Cristo, Todos ellos animados en una suerte de conversación discreta mantenida por parejas, un sutil diálogo entre imágenes que rompe con el tradicional hieratismo románico. Reconocemos a Pedro, con las llaves, Pablo con un libro y Santiago y Juan, joven y sonriente. Y a la izquierda del parteluz encontramos la serie de profetas -destacan Moisés, Isaías, Daniel y Jeremías-, anunciadores de la llegada del Mesías. De esta forma en las jambas se unen el Viejo (profetas) y el Nuevo Testamento (apóstoles).
Los arcos laterales carecen de tímpano; en el izquierdo, de compleja interpretación. En la arquivolta superior, sujeto a la ley mosaica, vemos la representación de las tribus de Israel; y, en la inferior, el descenso de Cristo al limbo.
Vemos la representación del descenso de Jesús al Limbo, en los días que permanece en el seno de la tierra, antes de la Resurrección. En este viaje de ultratumba el Salvador libera a los justos del seno de Abraham, entre ellos Adán, Eva, y ocho personajes, siete de ellos coronados, que representan a los patriarcas veterotestamentarios y a las tribus de Judá y Benjamín. Las otras diez tribus de Israel también están representadas en esta parte del pórtico, oprimidas por la moldura tórica de la arquivolta externa del arco izquierdo, simbolizando así el cautiverio de Babilonia.
En el arco de la derecha, se representa el Juicio Final Universal, el Apocalipsis, con la resurrección de los muertos, representada en el fuste marmóreo situado bajo la imagen de San Pablo, el paso de los justos desde las arquivoltas al tímpano, acompañados de ángeles que los arropan, y el triste final de los pecadores que son llevados y devorados por demonios. En las claves del arco encontramos las cabezas de Cristo y San Miguel en la clave, separando los bienaventurados, que son conducidos a la contemplación de la Gloria y los condenados, merecedores de toda suerte de suplicios, que sufren tormento. La representación de personajes desnudos simbolizaría las almas de los difuntos.
La unidad conceptual del Pórtico, como místico espacio continuo en el que todo está relacionado, se refuerza con este movimiento de figuras entre las arquivoltas laterales y el tímpano, y con la posición en los cuatro ángulos del nártex -las cuatro esquinas del universo- de los ángeles trompeteros enviados por el Redentor para reunir a los elegidos en el último día.
La Gloria del tímpano central está presidida por una imagen de Cristo en Majestad, que muestra las llagas de la Pasión en el torso, manos y pies. Sobre esta escena hay diversidad de opiniones, por una parte, algunos expertos dicen que en la escena central del tímpano se representa a Cristo ejerciendo de Juez, encargándose de decir quien obtendrá la salvación, y quien el dolor eterno. Por otra parte, otros expertos defienden que el hijo de Dios no está en posición de juzgar, sostienen que está esperando al peregrino en la catedral invitándole amablemente a entrar.
Como anticipábamos en párrafos anteriores, Cristo se encuentra rodeado por los cuatro evangelistas, identificables por las representaciones de los atributos habituales: San Marcos (León), San Mateo (Caja de impuestos), San Lucas (Toro) y San Juan (Águila) escribiendo el evangelio. Y al otro lado, a la izquierda se ubican profetas destacados del Antiguo Testamento. En la parte inferior, se representan ángeles con los diferentes instrumentos de la Pasión: la columna, la cruz, la corona de espinas, la jarra de agua con la que Pilatos se lavó las manos, la esponja, los clavos, la lanza, el azote y el martillo.
En la arquivolta que enmarca el tímpano, encontramos veinticuatro ancianos que afinan sus instrumentos para tocar música celestial, pero que también conversan en parejas, al tiempo que preparan el nuevo cántico que le ofrecerán al Cordero. Algunos de ellos portan redomas de vidrio, evocación de las copas de oro llenas de perfumes, metáfora que alude a las oraciones de los santos, según la visión de San Juan.
El tímpano se sustenta sobre los dinteles, con la inscripción conmemorativa de su colocación en 1188 y un parteluz presidido por una imagen sedente de Santiago el mayor coronando la columna con el árbol de Jesé. En lo alto del fuste aparece la Virgen María ataviada con fina túnica y velo ceñido por una diadema, componiendo con las manos un gesto de humildad que evoca el momento de la Anunciación. El capitel de esta columna presenta la genealogía divina de Cristo, la Santísima Trinidad en su versión de paternitas: Dios Padre, coronado, sosteniendo en su regazo al Hijo, que adopta la premonitoria pose de la Crucifixión, y sobre ellos el Espíritu Santo en forma de paloma.
En todo caso, el Pórtico de la Gloria actual no es del todo el original, ya que algunas de sus figuras originales fueron retiradas al construirse la actual fachada del Obradoiro, pudiendo visitarse en el Museo Catedralicio.
Analizando el estilo escultórico vemos un antecedente del gótico, pues la figura empieza a independizarse del marco arquitectónico en las jambas y parteluz donde adquieren un volumen o cuerpo que antes no tenían (ejemplo apóstol Santiago); la representación anatómica es más realista, natural, de canon más estilizado. y los pliegues son más voluminosos, se dinamizan caen elegantemente; los rostros son más naturales, se expresan, sonríen, dialogan, otorgando a las figuras una humanidad y una sensibilidad, y los personajes empiezan a individualizarse, no todos los rostros son iguales, cada uno muestra su personalidad.
Encontramos además una humanización en la figura de Cristo, hecho que está en sintonía con la nueva sensibilidad desarrollada en Occidente a lo largo del siglo XII. Una espiritualidad que busca un acercamiento del fiel a la figura de la divinidad, a través de la representación sufriente y humana de Jesús, motivando una contemplación emotiva y piadosa.
El pórtico constituye una visión humana, creyente y optimista del triunfo de la fe sobre el dolor y la muerte. La individualización de los rostros y la complicidad, casi representaciones de supuestos diálogos, entre los personajes del Pórtico de la Gloria, constituye una de las principales aportaciones del Maestro Mateo a la historia del arte.
El aparente murmullo mantenido entre apóstoles y profetas consigue un efecto de vida poéticamente expresado por Rosalía de Castro (podéis ver más sobre esta escritora gallega en nuestro post: Rosalía de Castro. Símbolo de la cultura gallega), además de potenciar el efecto envolvente de un espacio no compartimentado, en el que debían integrarse fieles y peregrinos. Aprovechamos para reproducir los enigmáticos versos que dedicó a este lugar la gran Rosalía de Castro:
Santos y apóstoles, ¡míralos !, parece / que los labios se mueven, que todavía hablan / entre ellos […] / ¿Estarán vivos ?, ¿serán de piedra / los que siembran tan cierto, / esos mantos maravillosos, / esos ojos llenos de vida
Algunos de los “secretos” del Pórtico de la Gloria
- La plaza del Obradoiro. Se dice que en 1521 se modificó esta fachada haciendo desaparecer una antesala, que incluía un gran arco central, custodiada por dos puertas laterales menores, además de diversas esculturas de profetas. Estas se desperdigaron. De hecho, de todas las figuras originales solo se conservan nueve: cuatro en el museo de la catedral, dos en el Museo Provincial de Pontevedra, otra en una colección particular y las de Abraham e Isaac, acabaron en manos de la familia del dictador Francisco Franco.
- Hay un cabeza que podemos calificar de intrusa. Para algunos autores podría representar a san Andrés. Pero hay algo raro, la cabeza es de mármol, en contraste con el resto del Pórtico, íntegramente tallado sobre granito. Se descubrió al desaparecer la policromía.
- Los instrumentos que sustentan los veinticuatro ancianos, es un testimonio único que ha permitido, merced a su excelente reproducción en tres dimensiones hecha por el Maestro Mateo, la recuperación y reproducción de los mismos, y que tras un laborioso trabajo de luthiers y otros especialistas, hace posible que en la actualidad, con carácter periódico se programen conciertos para disfrutar de los sonidos habituales en el medievo. Como nota curiosa decir que al hacer estas reproducciones se descubrió que una de las arpas está invertida, de modo que solo la podía tocar un zurdo.
- La sonrisa del profeta Daniel es seguramente la primera sonrisa del románico. Vemos una expresión de animados sentimientos, que según cuentan los guías y algunos autores podría deberse a la presencia en frente de él, de la reproducción de una hermosa mujer, que podría ser la reina de Saba, Esthér o Salomé. Sea la mujer que sea representada, parece ser que el maestro Mateo la esculpió voluptuosa y provocativo, vistiendo un ceñido vestido, mejillas ruborizadas y unos senos voluptuosos. Pero un arzobispo frustado, mandó rebajar varias tallas sus bonitos pechos. Tal atrocidad se puede descubrir viendo detenidamente la figura, ya que se nota el cambio del color de la piedra en esa zona del torso. Se dice que el queso de “tetilla”, de los más representativos de la gastronomía gallega, lleva el nombre por los pechos de la reina de Saba.
- Cada pecado con su penitencia. Vemos como los demonios se comen la cabeza de quienes pecaron con ella; el glotón debe morder una empanada, pero no la puede tragar porque tiene el cuello estrangulado; las serpientes muerden el pecho de los lujuriosos y los avaros aparecen maniatados…Vemos que la “supuesta” reina de Saba aparece coronada y llevado una lujosa indumentaria regia. El rubor que se supondría tendría que tener como consecuencia de la emocionada mirada de Daniel, pareciese cobrar vida con las tareas de restauración, que han dejado sonrosadas sus mejillas.
- La gastronomía gallega también aparece representada. La empanada gallega es un producto típico de Galicia. Se conocen referencias desde la época de los godos en el siglo VII, aunque otros dicen que la introdujeron los árabes en el siglo VIII. Este alimento aparece en el pórtico en la zona donde se representan los pecados capitales. Como decíamos en el párrafo anterior, una figura intenta comerla pero le es imposible porque tiene una cuerda atada al cuello. Representa la gula.
- El Pórtico de la Gloria tiene presencia hasta en Londres. Con motivo de los trabajos de restauración recientemente finalizados, aparecieron en una junta del tímpano del arco central dos objetos curiosos: una caja de cerillas del siglo XIX y un cuchillo que tenía restos de escayola. Estos objetos pertenecían a un trabajador que participó en la realización de un vaciado en yeso para fabricar unos moldes. Estos se hicieron para construir una réplica del pórtico, que actualmente está en el museo “Victoria and Albert Museum” de Londres.
- El maestro Mateo aparece representado a los pies del Pórtico de la Gloria, a la espalda del parteluz. . Se conoce como el “santo dos croques” (santo de los cabezazos). Está de rodillas mirando hacia el altar mayor con un cartel que dice “architectvs”. La leyenda cuenta que el maestro había esculpido una figura que lo representaba en el tímpano central, pero el arzobispo le recriminó su falta de humildad. Debido a esta bronca, Mateo la destruyó y esculpió otra arrodillada y sin luz para representar su humildad y arrepentimiento. Se convirtió en objeto de veneración de los peregrinos y de los estudiantes, que hacían chocar la cabeza con la estatua, como propiciador del desarrollo del buen entendimiento y la sabiduría.
Es dudoso que represente al maestro Mateo. En su tiempo debió de identificarse perfectamente porque su nombre figuraría en la cartela que lleva en la mano izquierda, pero el tiempo lo ha borrado Probablemente fue una adición tardía, incluso decimonónica, porque en tiempos del maestro Mateo su oficio más bien se describía como magister operis (maestro de obras) o caementarius (masón). Según una nota al margen del Codex Calixtinus, guardado en la catedral, esta figura no representa a Mateo, sino a una mujer llamada Compostela.
Incluso para algunos autores, el portador de la columna, primer personaje de la secuencia de los personajes portadores de los instrumentos de la Pasión que vemos en el Pórtico, podría ser la representación del Maestro Mateo, en su condición de constructor.
Y para finalizar os contamos algunas cosas sobre…
La reciente restauración del Pórtico de la Gloria
El maestro Mateo construyó el Pórtico de la Gloria para la eternidad, pero el tiempo y la lluvia no perdonan. La humedad es uno de los principales enemigos del Pórtico, pues se lleva la pintura y erosiona las figuras. No en vano, el Pórtico se aproxima a los 850 años de antigüedad.
Por ello, entre los años 2008 y 2018, el Pórtico de la Gloria se sometió a una profunda y compleja restauración, gracias al mecenazgo de la Fundación Barrié. Tras una fase de estudios previos sobre el estado de conservación y causas del deterioro de la obra, se procedió a las intervenciones sobre el conjunto, centradas, principalmente, en dos aspectos: corregir las filtraciones de humedad y la condensación en el Pórtico de la Gloria y recuperar la policromía original que se conservaba bajo el polvo y la suciedad. De este modo, se ha recuperado una obra cumbre del arte medieval, que ha recuperado parte de su esplendor, apreciándose restos de hasta tres capas de policromía completa y otros repintes parciales, desde la pintura original aplicada por el taller del Maestro Mateo hasta el barroco.
Lo delicado de la obra exige la aplicación de medidas de conservación preventiva que eviten un nuevo deterioro del Pórtico de la Gloria, motivo por el cual es preciso mantener unas condiciones estables de humedad y temperatura, así como limitar el número de personas que pueden estar, al mismo tiempo, en el entorno del conjunto.
La magnífica obra que el maestro Mateo tardó veinte años en esculpir, precisó en la actualidad de diez años para ser restaurada con los colores originales.
En las tareas han colaborado universidades de varios países, químicos, arquitectos, arqueólogos, físicos, informáticos y geólogos bajo la dirección de Concha Cirujano y Ana Laborde, del Instituto de Patrimonio Cultural de España. Pero ni ellas ni el equipo de 12 restauradores que ha permanecido en los andamios 50.000 horas podían imaginar el cromatismo intenso que perduraba bajo esa gruesa capa de deterioro y mugre que ocultaba este tesoro de la Catedral de Santiago.
El proyecto, costeado de principio a fin con 6,2 millones de la Fundación Barrié, no ha añadido nada nuevo a lo que había. Se ha limitado a hacer aflorar y consolidar la belleza oculta: tres policromías al óleo diferenciadas, que se superponen y dan testimonio de los pigmentos y técnicas empleados en la Edad Media, el siglo XVI y el XVII; es decir, el plan original y las posteriores restauraciones al gusto del momento.
Con esta labor, además de devolver el brillo a la Puerta de la Gloria, para seguir deslumbrando a los peregrinos, también, de alguna manera, se ha colaborado a lograr que el maestro Mateo lograse la eternidad.
Finalizamos con la recomendación de que en cuanto podáis os acerquéis a ver, o volver a ver, el Pórtico una vez restaurado. En la actualidad es posible visitarlo, tal y como ya hemos hecho nosotros (motivo inspirador de esta publicación) con reserva previa. ¡Una iniciativa irrenunciable!.
Lectura recomendada
Referencias
La Catedral de Santiago. De González Vázquez, M.
El Pórtico de la Gloria. Autor e interpretación. De Silva Costoyas, R.
El Maestro Mateo y el Pórtico de la Gloria en la Catedral de Santiago. De Yzquierdo Perrín, R.
Maestro Mateo en el Museo del Prado. Edición a cargo de Yzquierdo Peiró R., textos de Castiñeias González, M.A.; Valle Pérez, J.A., Yzquierdo Perrín, R.
http://catedraldesantiago.es/portico-de-la-gloria/
https://porticodelagloria.fundacionbarrie.org/
https://xacopedia.com/P%C3%B3rtico_de_la_Gloria