Cuando parece que comenzamos a ver la luz para salir de esta fatídica etapa de pandemia que nos ha tocado vivir, cuando parece que el inicio de la vacunación nos va a ayudar a recuperar nuestras vidas, creo que es llegado el momento de reflexionar e intentar aprender algo del desolador tiempo vivido en estos últimos meses.
Necesitaremos perspectiva temporal para valorar el impacto que ha supuesto el COVID-19 en nuestra vida, en el trabajo, en la formación, en los viajes, en nuestras relaciones sociales y familiares… , pero esperemos que haya servido para cambiar nuestros valores, que haya servido para apreciar lo cercano y lo cotidiano, aquello que parecía que nada ni nadie nos podía arrebatar; que haya servido para confirmar nuestra fragilidad.
A lo largo de la historia las enfermedades que surgían, y en escaso tiempo atacaban a la población superando fronteras, han revolucionado la sociedad, la economía, la investigación y la medicina.
Las grandes pandemias mundiales han contribuido a derrocar imperios, cambiar las costumbres sociales, alterar el comercio, modificar el transporte e interpretar la religión. En definitiva, han cambiado la historia.
Hagamos un repaso de la influencia que las grandes pandemias y epidemias han tenido en el discurrir de la historia de la humanidad.
La llamada Plaga de Justiniano es la primera pandemia de la que se tiene constancia. Aconteció entre los años 541-549 y afectó a todo el imperio romano de oriente (parte de Europa, Asia y África).
Se inició en la ciudad de Constantinopla, capital de imperio, que contaba con casi 800.000 habitantes, extendiéndose a todo el imperio. El propio Justiniano fue víctima de esta peste, aunque logró recuperarse.
Tuvo su origen en Etiopía, extendiéndose por Egipto hasta alcanzar Constantinopla, epicentro del Imperio Romano de Oriente gobernado, en esos momentos, por el emperador Justiniano, al que debemos la codificación del derecho romano.
El número de fallecidos diarios por la peste ocasionó un grave problema de enterramiento para el imperio. Los romanos daban una gran importancia al suministro de agua fresca. A ellos les debemos los acueductos. Por ello, se había fijado la ubicación de los enterramientos lejos del casco urbano, pero la gran avalancha de muertes diarias, originó un descontrol en la retirada de cadáveres y una histeria colectiva a la hora de deshacerse de los mismos para evitar los contagios. Justiniano requisó tumbas privadas para acumular los cadáveres amontonados en fosas comunes, pero esa medida no fue suficiente. Se empezó entonces a excavar en todos los lugares disponibles, llegando a utilizarse las torres de las murallas para lanzar a los muertos a los acantilados esperando que la marea se los llevara.
No faltaron lecturas espirituales y apocalípticas de lo que estaba sucediendo, atribuyendo esta “enfermedad diabólica” a una venganza de Dios originada por los pecados de la población. Desde el punto de vista pagano, también se recurrió a la oniromancia y a los ungüentos preparados por supuestos magos.
Después de cuatro meses demoledores, en el otoño del año 542 la peste perdió vigor y abandonó Constantinopla propagándose por otros territorios, a lo que ayudaron los desplazamientos del ejército y los movimientos comerciales a través de los puertos marítimos y fluviales.
El índice de fallecimientos se cuentan por millones y sus consecuencias fueron catastróficas para el Imperio. Los problemas económicos que arrastraba el imperio se vieron agravados, incrementándose la desigualdad social, la corrupción y los conflictos internos.
En un rebrote de esta misma plaga en Roma, allá por el año 590, el papa Gregorio Magno organizó una procesión para pedir ayuda a Dios. Esta aglomeración de miles de personas no logro más que favorecer el contagio. Según la leyenda cuando la procesión llegó ante el mausoleo de emperador Adriano, apareció el arcángel San Miguel quien con una espada llameante detuvo la epidemia. A raíz de esa leyenda el mausoleo se conoce con el nombre de castillo de Sant´Angelo y está coronado por una estatua del arcángel en bronce.
Cuando hablamos de la Peste Negra a la que hemos dedicado una entrada en este Blog “La peste en la Edad Media”, pensamos en la Edad Media. Sin embargo, aunque el peor de sus brotes se vivió a mediados del siglo XIV, siguieron existiendo brotes hasta el siglo XVIII, aunque de menor virulencia.
Está considerada como una de las mayores pandemias de la humanidad por el número de fallecimientos, la gran velocidad con la que se propagó y el tiempo que se tardó en descubrir su origen y tratamiento.
Otra de los virus que afectaron a la humanidad fue el de la Viruela. El virus variola provocaba pústulas que aparecían en la piel y dejaban unas feas marcas a quien lo sufría, ¡si sobrevivía al mismo!. Provocaba una enfermedad grave y muy contagiosa que alcanzaban unas altas tasas de mortalidad (más del 30% de los infectados).
Las pruebas más tempranas de esta enfermedad se encuentran en la momia del faraón egipcio Ramsés V (1157 a.C), que presenta lo que parecen marcas de viruela en su piel.
La enfermedad se fue extendiendo paulatinamente y a paso lento a través de las rutas comerciales, pero donde realmente resultó devastadora fue en el nuevo mundo. Los conquistadores y viajeros fueron portadores de una enfermedad para la que los habitantes de las nuevas tierras no tenían defensas, ocasionando la muerte de miles de personas. La contribución española para la erradicación de la enfermedad en América con la expedición Balmis en el año 1803 es origen de una interesante entrada en este Blog “Expedición Balmís, los niños de la vacuna contra la viruela”.
La mayor expansión de la viruela por Europa se produjo en el siglo XVIII, infectando y desfigurando a millones de personas. Famoso es el maquillaje de la reina Isabel I de Inglaterra quien usaba el maquillaje de plomo para cubrir sus cicatrices de viruela.
El descubrimiento de la vacuna, lo que se conoce como variolización, basada en infectar al paciente con el virus de forma controlada logró erradicar esta enfermedad. En 1977 se registró el último caso del contagio del virus en Somalia. Tres años después la enfermedad se declaró erradicada.
La viruela junto con la peste bovina han sido las únicas dos enfermedades erradicadas por el ser humano.
Otro de las grandes pandemias de la historia es la mal llamada Gripe Española, en la que no me voy a extender por haber sido origen de una entrada en este blog “La Gripe española”. Sólo recordar que a ella le debemos más de 40 millones de muertes en 1918. Fue la causante del cambio de la estrategia de la salud pública en muchos países que optaron por adoptar el concepto de medicina socializada, reforzándose la vigilancia y la atención médica de las enfermedades infecciosas. Además, como en la actualidad, en contra de las medidas que se tomaron para paliar la pandemia surgieron movimientos como “la liga anti-máscaras”, a la que también dedicamos la entrada: “Gripe del 18. La liga anti-máscaras”.
La primera gran pandemia mediática fue el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), más conocida como Sida. Su impacto a finales del siglo XX fue demoledor en el ámbito social, económico y sanitario en todo el mundo. Fue la primera pandemia a la que se enfrentó una sociedad tecnológicamente avanzada.
Presumiblemente su origen fue animal y sus efectos consisten en el agotamiento del sistema inmunológico. El virus en sí mismo no es letal, pero sí lo son sus consecuencias que dejan al organismo desprotegido frente a otras enfermedades que, finalmente, desembocan en la muerte.
Posiblemente no seamos conscientes de que este virus ha ocasionado más de 25 millones de muertes. Personajes públicos mundialmente famosos fueron devorados por esta enfermedad de la talla de Freddy Mercury, Rod Hudson o Anthony Perkins.
La presencia de este virus identificado en 1983, cambió los comportamientos, los hábitos sanitarios, el consumo de dogas, los métodos de prevención y las relaciones sexuales.
Otras epidemias no han contado con la repercusión de las señaladas, bien por haber sido territoriales, no afectando a todo el mundo o bien porque, pese a haber contribuido a cambiar la economía o la sociedad, hemos aprendido a vivir con ellas o a vacunarnos para que su avance no derive en pandemia. Dentro de estas a título de ejemplo, se pueden señalar:
- La poliomelitis. El siglo XX fue atacado por la epidemia del virus de la polio. Se trata de una enfermedad infecciosa que ataca al sistema nervioso, pudiendo desembocar en parálisis y atrófica muscular. Suele afectar a los niños.
Esta enfermedad afectó al presidente de Estados Unidos Franklin Roosevelt quién la contrajo en 1921, y le postró en una silla de ruedas el resto de su vida. En su papel de presidente en 1933 inicia una campaña para combatir a la polio.
Afectada por esta enfermedad también fue la pintora mexicana Frida Kahlo, quien la contrajo en 1913 con tan solo 6 años de edad. Como consecuencia de la enfermedad la pierna derecha le quedó más delgada que la izquierda. La soledad de su infancia derivada de esta enfermedad, que la mantuvo 9 meses encamada, se refleja en alguna de sus obras como Ella juega sola (1938).
- El sarampión. Virus contagioso que puede derivar en enfermedades graves como la ceguera, neumonía o encefalitis, entre otras. En 2018 más de 140.000 personas fallecieron de sarampión en todo el mundo.
Este virus acompañó a los españoles que conquistaron América en el siglo XV. Los indígenas desconocían esta enfermedad y no estaban inmunizados contra la misma, lo que facilitó que los conquistadores como Cortés y Pizarro pudieran doblegar a los ejércitos diezmados de los aztecas e incas.
- La fiebre amarilla. Enfermedad vírica aguda transmitida por un determinado genero de mosquito infectado. A finales del siglo XIX la enfermedad se expandió entre los trabajadores del canal de Panamá, lo que ocasionó un retraso en las obras de 33 años y el final de la obra por parte de Francia. El proyecto finalmente fue retomado por Estados Unidos quien ostenta los derechos de explotación. Fue inaugurado en 1914 siendo a día de hoy una de las obras de ingeniería más importantes de la historia.
- La malaria o paludismo. Enfermedad producida por un parásito del género plasmodium y transmitida por los mosquitos, ocasiona la muerte de más de 400.000 personas al año. En África es la principal causa de muerte, afectando especialmente a los niños y a las mujeres embarazadas. Al ser una enfermedad focalizada en los países africanos subdesarrollados sin capacidad económica para cubrir el tratamiento, las compañías farmacéuticas carecen de interés en investigar sobre una posible vacuna. Actualmente sólo la OMS destina recursos para investigar un tratamiento aunque son insuficientes.
La lista sería muy larga y no aportaría nada novedoso. Se trata de ser conscientes de que en el día a día convivimos con múltiples virus y que históricamente aparece un nuevo virus que se propaga por el mundo y que acaba convirtiéndose en pandemia.
Los hados del destino han querido que sea en este momento histórico, en el inicio del siglo XXI, el elegido para la aparición de esta pandemia que viene a recordarnos que los humanos, pese a los avances científicos y tecnológicos, no somos infalibles.