Aunque de manera esquemática, en esta entrada queremos centrarnos en el estudio de la esclavitud en Europa durante la Edad Media. Durante los mil años que transcurrieron desde la caída del Imperio romano hasta la desaparición del feudalismo, en muchas partes de Europa existió la esclavitud y otras formas de servidumbre. En el Imperio Bizantino, en Oriente y a lo largo de toda Europa occidental, la esclavitud era fundamental para el funcionamiento de numerosas sociedades. Existía en el corazón de la Europa cristiana, desde Islandia hasta Hispania, desde Irlanda hasta Bizancio y, por supuesto, también estaba extendida en el mundo islámico, incluido Al-Ándalus.
Empezaremos por definir qué se entiende por esclavitud: la esclavitud es un estado social definido por la ley y las costumbres como la forma más absolutamente involuntaria de servidumbre humana. Como norma general el esclavo se caracterizaba porque los trabajos o servicios que prestaba, no se hacían de manera voluntaria, sino en base a la voluntad del dueño de su persona física. Era tal el concepto de propiedad que el “dueño” del esclavo podía comerciar con él: comprarlo, venderlo, cambiarlo por otros o por bienes o satisfacción de deudas, siempre a su libre albedrío sin que el esclavo tuviese opción de ejercer ningún tipo de acción para evitarlo.
El origen de las prácticas esclavistas se hunde en lo más profundo de nuestra historia, encontrándose rastros ya en épocas prehistóricas si bien el mayor auge comenzó con los asentamientos de sociedades organizadas. Este fenómeno tuvo una enorme importancia a lo largo de la historia de una buena parte de la humanidad. Sus orígenes son remotísimos y las raíces en que se asienta la servidumbre o esclavitud están profundamente enraizadas en el derecho, tanto civil como canónico, en las culturas, en la ética, en la filosofía, en la literatura, en el Antiguo y el Nuevo Testamento, en la teología cristiana y en el ordenamiento social de las sociedades.
Hay que tener en cuenta una serie de elementos históricos:
- La esclavitud era una situación aceptada y a menudo esencial para la economía y la sociedad de las civilizaciones antiguas
- En la antigua Mesopotamia, India y China utilizaron esclavos en los hogares, en el comercio, en la construcción a gran escala y en la agricultura.
- Los antiguos egipcios los utilizaron para construir palacios reales y monumentos.
- Los antiguos hebreos también utilizaron esclavos, pero su religión les obligaba a liberar a los de su misma etnia en determinadas fechas.
- En las civilizaciones precolombinas (azteca, inca y maya) se utilizaban en la agricultura y en el ejército.
- La esclavitud romana difería de la griega en varios aspectos importantes. Los romanos tenían más derechos sobre sus esclavos, incluido el legal sobre la vida y la muerte.
Uno de los legados que enlaza la Antigüedad con la Edad Media es la esclavitud. La utilización de la mano de obra esclava aparecía como derecho natural, impuesto a los hombres por la estructura económica.
Durante la Edad Media, en Europa, no existía una sola forma de esclavitud, había una gran variedad de sistemas, desde el esclavismo de los piratas vikingos en el Norte de Europa hasta las antiguas y complejas rutas consolidadas en Asia Oriental.
En términos generales podemos decir que durante el Medievo, en Europa desaparece la esclavitud, siendo más bien una mutación formal, ya que es sustituida por la servidumbre. No está totalmente claro la cronología, ni las causas ni formas que provocaron este cambio. No obstante, los siervos, a diferencia de los esclavos, eran libres, aunque esto sea algo eufemístico, ya que en realidad gozaban de una serie de derechos, pero sin embargo estaban atados a sus compromisos para prestar sus servicios como mano de obra en las tierras de su amo, el señor feudal.
El desarrollo urbano y las obligaciones agrarias de la poco favorecida región mediterránea, unido a la falta de equipamiento técnico suficiente, hacía que el sistema productivo y económico solo funcionase con el aprovisionamiento de una gran fuerza de trabajadores poco cualificados, obtenidos históricamente a base de rehenes de guerra. Los primeros siglos del Medievo nos ofrecen una imagen de la esclavitud persistente. No solo las masas de esclavos de los grandes latifundios ibéricos o italianos quedaron indemnes, sino que también las desgracias climáticas compensaron sin duda el parón de las guerras de conquista y las fructíferas razzias.
El arraigo de la vida rural llevó a muchos habitantes de la ciudad a ponerse bajo la protección de grandes terratenientes. Esto, sumado a las nuevas funciones adquiridas por estos últimos, fue conformando la nueva estructura social que se generalizaría con el feudalismo. Surgió así una servidumbre campesina al servicio de la aristocracia terrateniente.
Debemos tener presente que con el tiempo, los esclavos asentados se irían fundiendo con los pequeños propietarios libres empobrecidos y convertidos en colonos, los cuales cedían la propiedad de sus tierras, que seguían cultivando, a cambio de la protección de un terrateniente poderoso. Aun así, pervivía un reducido número de siervos domésticos, normalmente extranjeros y no cristianos.
Existía es una sociedad de clases dividida de la siguiente forma:
- Los reyes, en el punto más alto, con todos los derechos y sin deberes
- A continuación e inmediatamente inferior, los señores feudales, normalmente con títulos nobiliarios conseguidos por méritos en las guerras, y tierras que gobernaban, cedidas por el rey
- Los siervos, llamados “siervos de la gleba”, en el punto más bajo de la escala social. Trabajaban las tierras de los señores feudales, y por tener derecho a cultivarlas debían pagar elevados impuestos a su señor, que a cambio, les defendía de posibles ataques de enemigos.
Durante la Edad Media al siervo se le requerían una serie de prestaciones:
- Pagos de derechos a su señor feudal: por pastar sus ganados en las dehesas del señor feudal, por obtener madera, caza o pesca en sus propiedades, por moler en su molino y por cocer en sus hornos.
- Estaban obligados a servicios corporales: unos militares, como la guardia y la ronda en el castillo. Otros agrícolas, como el carretear para el señor ciertos días de la semana, la mano de obra, las corveas y el trabajo en el monte.
Aunque parece ser que esas prestaciones no se imponían tan solo a los siervos, si no también a los villanos, había diferencias sustanciales:
- Las prestaciones de los siervos eran arbitrarias y más humillantes y opuestas a la dignidad humana.
- Las de los villanos eran más tolerables y fijas, por contratos que comúnmente se cumplían, más no pocas veces se quebrantaban.
En todo caso, libres y no libres no tenían libre propiedad de la tierra ni gozaban de ninguna clase de libertad política.
La religión no era un hecho diferencial, pues tras la adopción del cristianismo como religión por parte del Imperio romano y su posterior difusión durante la Edad Media por Europa y parte de Oriente Próximo, si bien supuso una mejora en las condiciones, no causó la desaparición de la práctica de la esclavitud. En religiones como el islam, a pesar de su prohibición, un gran número de países la aceptaba como una manera de tratar a los rebeldes y los malos musulmanes. El islam en el siglo VII reconoció desde sus orígenes la institución de la esclavitud, aunque el profeta Mahoma exhortaba a sus seguidores a que mantuvieran un trato correcto con ellos. En términos generales, los esclavos de los árabes, que en su mayoría realizaban trabajos domésticos, eran tratados con mayor respeto.
A simple vista, cabría pensar que la esclavitud europea debió de suscitar objeciones por parte de la Iglesia, pero lo cierto es que, ya desde los comienzo del cristianismo, los cristianos tendrían a aceptar la esclavitud como parte del orden natural de las cosas.
La actitud de la Iglesia frente al problema moral y económico de la esclavitud fue, en general, de inhibición, cuando no de complacencia. Es cierto que los sacerdotes reprobaban el comercio, y censuraban la servidumbre de un hombre por su prójimo, que es su hermano a los ojos de Dios. Pero no eran más que voces piadosas, tímidas proclamas sin convencimiento, ya que denunciar la desaparición de este elemento fundamental, que sustentaba la pirámide social desde sus bases, hubiera supuesto un altibajo al principio de autoridad y jerarquía, de la que la Iglesia era su mayor garante. Así, pues, había que representar la esclavitud como un castigo y, como San Pablo, predicar la resignación y la esperanza a los desfavorecidos: claramente, un esclavo no podía ser capellán. Los clérigos suavizaron como pudieron las miserias de la servidumbre, pero nunca se opusieron con contundencia. Para San Agustín, la esclavitud es justa: es la sanción de los pecados y, más exactamente, del pecado original. Está justificada y es normal que dicha sanción afecta algunos y no a todos. Isidoro de Sevilla, por su parte, ya observaba una depravación inherente en el esclavo, como que eran personas que por su naturaleza se lo merecían.
Con todo, aunque la esclavitud se vio revitalizada entre los siglos V y VII, el número de esclavos ya no era tan grande como lo fue en siglos anteriores. En el descenso del volumen de esclavos se combinan dos factores: uno militar, al rebajarse el aprovisionamiento de prisioneros de guerra dada la estabilidad de las monarquías germánicas; otro económico, derivado de la baja rentabilidad de la esclavitud en el contexto de un nuevo período. El derecho de guerra, efectivamente, convertía a cualquier cautivo, hasta incluso de alto rango, en un esclavo. Pero, con el advenimiento de los carolingios cesan las guerras locales y se interrumpe una parte del flujo de prisioneros o, puede ser, que cambiase su naturaleza.
La deportación masiva de sajones forma parte de este flujo y constituye, hasta incluso, el principal motivo. Como Occidente está a la defensiva, a partir del reinado de Luis el Piadoso, ya no es posible alimentar regularmente el stock de esclavos a través de nuevas conquistas.
A medida que se iba debilitando el comercio, este “ganado servil” comenzó a perder interés. Esta debilidad se frenó un poco entre los siglos V y VI. El comercio prosiguió y, hasta incluso, tuvo cierto auge en el siglo IX, a partir de las incursiones carolingias en Bohemia y la zona del Elba, donde fueron capturados algunos “eslavos”, el nombre que luego se extrapola a todo aquel sujeto a esta condición infame, y otro cuando las incursiones vikingas llenaron los mercados de prisioneros irlandeses, flamencos y polacos.
Entre los siglos VIII y IX se empieza a atisbar una formación progresiva en Occidente de una nueva categoría, que no se puede asimilar del todo con la esclavitud antigua. Ni las cargas individuales, ni el estatuto moral o jurídico, ni la parte numérica de este grupo social en la población no coinciden con la esclavitud romana.
Cuando se produjo el paso de la esclavitud a la servidumbre, esta floreció con la expansión de grandes haciendas y la necesidad de que estas explotaciones tenían de una forma de mano de obra diferente.
Para explicar la aparición de los siervos, se ha querido argumentar una gran cantidad de factores: una necesidad de protección, que aumenta por las dificultades económicas o por el peligro, lleva a la servidumbre a todos aquellos que no cuentan con recursos, los débiles, los arruinados, las viudas. Será este sentimiento generalizado de búsqueda de seguridad lo que conduzca, sin lugar a duda, a muchos campesinos libres, convertidos en propietarios o colonos, a aceptar las más pesadas cargas agrarias a cambio de la estabilidad en su propiedad hereditaria.
En el siglo IX, el siervo no tiene un estatus humillante hasta el punto de impedirle el acceso a la posesión de la tierra que trabaja y de la cual puede disponer, es decir, puede comprarla y venderla. Las transacciones que los siervos realizaron entre ellos tenían que ser confirmadas por el propietario. La transferencia de la tierra de un grupo de siervos a otro solo tenía efecto y validez si la tierra se consideraba como perteneciente a un propietario, en el sentido que pase de manos de un propietario a otro. Aunque el siervo era el propietario nominal o teórico del bien territorial, no ejercía el derecho práctico.
No obstante, los esclavos continuaron siendo un sector básico de la economía agraria de la Alta Edad Media. Pero, lo que cabe remarcar, como conclusión, es que las diferencias jurídicas entre hombres y esclavos ya no van a ser decisivas como lo fueron en época romana.
En Escandinavia, por ejemplo, la esclavitud desapareció bajo la presión de muchas de los cambios económicos que ya se habían producido con anterioridad en Inglaterra. En Islandia, Noruega y Dinamarca parece que la esclavitud desapareció a mediados del siglo XIII. En Suecia, posiblemente un siglo más tarde. En Rusia, sin embargo, la historia de la esclavitud era muy diferente. La expansión del pequeño estado moscovita hasta convertirse en un precursor de la Rusia actual, se produjo en paralelo a la expansión de la esclavitud rusa, aunque en época muy posterior. Lo que aconteció en la Europa meridional también fue muy diferente. Los musulmanes conquistaran casi toda Hispania a la altura del año 720 y lo único que impidió su expansión hacia el norte fue su derrota en Poitiers en el año 732. Este control, el Islam, lo mantuvo en buena parte de Hispania hasta finales del siglo XIII y no fueron expulsados de dicho territorio hasta la caída de Granada en el año 1492. La tradición esclavista musulmana explica que cuando la esclavitud ya estaba en claro retroceso en el resto de Europa, en las sociedades de la península ibérica todavía eran un elemento incuestionable. Los musulmanes tenían esclavos cristianos mientras que los territorios cristianos del norte tendían a explotar esclavos musulmanes. Así, en el siglo XII, se emplearon prisioneros de guerra musulmanes en la construcción de la Catedral de Santiago de Compostela, y cuando los aragoneses conquistaron Menorca, en 1287, esclavizaron a todos, excepto los ricos que pudieron comprar la libertad y huir al norte de África.
En los siglos XIV y XV el tráfico en el Mediterráneo prosperó gracias a los esclavos (musulmanes y paganos) que llegaron a la península ibérica desde la cuenca del Mediterráneo y el área del Mar Negro.
El aspecto más importante de la esclavitud en los reinos hispánicos quizás fuese la existencia de una legislación al respeto. Gracias al reinado de Alfonso X el Sabio, y su Código de las Siete Partidas, el derecho romano quedó incorporado a la legislación del reino de Castilla. Aunque la aplicación de las Siete Partidas fue muy desigual, sí que tuvo importantes consecuencias a largo plazo, dado que garantiza la existencia de un código legal regulador de la trata de esclavos, y fue precisamente ese código el que rigió las actuaciones de los reinos hispánicos en las colonias esclavistas americanas. Así los españoles no solo mantuvieron una participación activa en la esclavitud mucho después de que esta quedara abandonada de manera efectiva en otras parte del Europa, sino que con sus sistema legal, facilitó el traslado de la esclavitud a América.
En Italia, el movimiento de esclavos era un negocio fluctuante, sobre todo después de 1261 cuando los genoveses se hicieron de “facto” con el monopolio del comercio de esclavos en el Mar Negro.
Según Pierre Bonnassie (historiador y medievalista francés), el auge del esclavismo se daría en el siglo VII, en plena Alta Edad Media. Considera que el agotamiento del esclavismo no debe explicarse desde un punto de vista unilateral sino que hay que tener en cuenta varios factores causales, que incidieron en profundizar la crisis del régimen esclavista hasta llevarlo a su ruina. Sin embargo, nos indica que no es posible plantearse esto sin antes establecer una definición previa sobre a que nos referimos cuando hablamos de esclavo, donde nos dice que: “El esclavo aparece como un ser no socializado cuya producción y reproducción están completamente controladas por otros. Un ser: pero a ojos de los libres, nunca es un hombre o una mujer. No socializado, porque está situado al margen de la comunidad humana.[…].Cuya producción es enajenada.” Los factores que favorecerían la desaparición de la esclavitud en la Edad Media serían, en opinión de Bonnassie, fueron: en primer lugar el factor religioso. La Iglesia justificaba la esclavitud y se proveía de ella, siendo aquellos esclavos integrados en la comunidad cristiana y convirtiéndolo en un “cristiano a medias”, donde comienzan a recibir los sacramentos y encuentran en ellos la justificación de su aspiración a la condición humana y de alguna manera empieza un proceso donde se sociabiliza y va dejando de lado su carácter de “cosa”. También se recalca un acercamiento con los pobres libres en los trabajos de campo quienes dejan de ver al esclavo como ganado que aquellos más ricos decían que eran. En segundo lugar tenemos es factor de reclutamiento, donde en contrapartida con otras teorías que indican un descenso en el número de capturas de esclavos, el autor plantea que la sociedad encontró formas de proveerse de ellos, siendo la guerra su principal fuente.
Transcendental en el desarrollo económico medieval, se vio bastamente favorecida, e incluso legitimada por la Iglesia. No obstante con el siglo XIII llegó su declive. En esta centuria, ya solo permanecerían en la servidumbre quienes eran descendientes de siervos.
En todo caso, a finales del siglo XV la esclavitud en Europa era muy reducida, aunque ello más por razones de escasez que por desarrollo moral o filosófico, ya que la misma fue trasladada y sumamente extendida en el nuevo continente por las potencias europeas.
Nuestra Recomendación:
Nota:
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Bibliografía:
Breve historia da escravitude. De James Walvin
La esclavitud en la Baja Edad Media. De José Antonio Mingorance y otro.
Esclavos y sirvientes en las sociedades mediterráneas durante la Edad Media. Obra de Jacques Heers.
Del esclavismo al feudalismo en la Europa occidental. De Pierre Bonassie.
Manual de Historia Medieval. De José Ángel García de Cortázar y otro.