Si alguna vez os coincide ir bordeando la ría de Vigo en un día despejado de verano, podéis observar un conjunto de dos islas unidas por un puente que os llamará la atención: es el archipiélago de San Simón.
El archipiélago de San Simón, pese a ser diminuto, cuenta con dos islas: la de San Simón y la de San Antón unidas por un puente, así como con dos islotes menores: San Bartalomé y San Norberto. San Simón cuenta con un territorio de 85 metros de largo y 250 de ancho.
El archipiélago pertenece a la parroquia de Cesantes en el municipio de Redondela y se encuentra deshabitado. Su encanto no radica en sus playas, sino en su naturaleza y en su legado histórico-cultural.
Entre los siglos XII y XIII fueron habitadas por caballeros templarios y después por franciscanos. Este últimos abandonaron el lugar tras la excomunión sufrida en el siglo XIV. La diócesis de Tui entrega las islas a Isabel La Católica como reconocimiento a su fidelidad cristiana.
En el siglo XVI tuvo lugar un acontecimiento histórico en el que estás islas desempeñaron un gran protagonismo: la Batalla de Rande. En esta batalla comanda por la flota conjunta de ingleses y holandeses con Sir Francis Drake a la cabezal se hundieron los navíos de La Corona de Castillas procedentes de América y cargados de todo tipo de Tesoros. Esta batalla ha dado lugar a una de las leyendas más famosas de Galicia e hicieron llegar hasta aquí al capitán Nemo con su Nautilius para conseguir la descomunal riqueza de la ría de Rande. Existe una placa conmemorativa y una escultura de Julio Verne sentado sobre un pulpo.
Posteriormente, diferentes órdenes monásticas ocupan de nuevo San Simón hasta que en 1838 se dicta una Real Ordenanza por la que se procede al acondicionamiento de las dos islas mayores como Lazareto o leprosería. Es en esa época en la que se construye el puente que une las dos islas. San Lorenzo será el punto de cuarentena obligatorio para los navíos que entran en la ría. Por su parte, San Antón será el lazareto “sucio”, lugar de enfermos terminales de lepra y cólera. El lazareto se clausuró en 1927.
En la época de la Guerra Civil española, la isla de San Simón se utilizó como campo de concentración y exterminio para presos políticos republicanos. Con este uso se mantuvo funcionando hasta 1943. Fusilamientos, confinamiento de seres humanos en pequeños edificios y brutal represión era el pan de cada día de estas islas. Se convirtió en el centro penitenciario más terrible del franquismo. Personajes como “el carnicero de San Simón”, el director de prisión Fernando Lago Búa, cuyo apodo le define, o el padre Nieto, jesuíta vigués que oficiaba la misa con el pistolón al cinto como encargado del tiro de gracia son claro ejemplo de las vivencias en la denominada “isla de la muerte”. Sus moradores eran los vencidos, los derrotados, los que no tenían derecho. Allí fueron tratados como animales, rodeados de alambradas y maltratados por unos guardianes ebrios de venganza y odio.
Tras el cierre de la cárcel, el lugar se convirtió en centro de educación y descanso para la guardia de franco, pero la desdicha cae de nuevo sobre esta isla cuando cincuenta integrantes de la guardia que regresaban a la isla mueren ahogados en las aguas dela ría tras el hundimiento de la barca “A Monchiña”. A raíz del acontecimiento la isla se cierra hasta el año 1955 en que funciona como orfanato hasta 1963.
Tras caer de nuevo en el olvido, en 1999 los trabajos de recuperación de la memoria histórica dan lugar a que se presente un proyecto encabezado por el arquitecto César Portela. El proyecto para la conservación natural, cultura e histórica es conocido como Isla del pensamiento, centro de reflexión y creación cultural.
Hoy en día la Isla de San Simón forma parte de un itinerario turístico en la que abundan los paneles informativos y un centro de interpretación.
Cuenta, asimismo, con un cementerio en la isla de San Antón, donde las ánimas vagan en las noches de tormenta. No sé a vosotros, pero a mí…¡no me gustaría pasar una noche en la isla!