Encontramos en la leyenda de Don Pelayo un paralelismo con la del rey Arturo para los ingleses. Supone la consolidación del concepto de nación, apelando a un origen mítico, elogiado en el romanticismo
Hablamos de un personaje que entremezcla realidad y ficción.
Fuentes de información histórica sobre Don Pelayo
La figura de Don Pelayo, el primer rey de Asturias, ha sido envuelta en un halo de leyenda a lo largo de la historia. Su nombre se asocia con la resistencia cristiana contra la invasión musulmana en la Península Ibérica, y su victoria en la Batalla de Covadonga se considera el punto de partida de la Reconquista.
La cronística más inmediata a los sucesos de su vida y que aporta algo de información más allá de su nombre –las Crónicas asturianas, unos textos escritos a los ciento cincuenta años de su fallecimiento al calor de la entonces triunfante monarquía– dedican casi la mitad de su extensión a relatar con detalles y diálogos el desarrollo de la batalla, pero una vez lograda la victoria se limitan a decir que Pelayo reinó diecinueve años en Cangas de Onís y allí murió.
Lo cierto es que no hay una fuente primaria que narre con exactitud su vida.
Las fuentes más antiguas que lo mencionan son: la crónica Albeldense, texto escrito alrededor del año 880, en la corte de Alfonso III. Coetánea de la anterior (posterior en todo caso a 887) y nacida en el mismo medio, es la denominada comúnmente como Crónica de Alfonso III, en sus dos versiones, la Rotense o vulgar y la Sebastianense o culta. Los historiadores que se han ocupado de ellas están de acuerdo en que el propósito general de estos relatos era asentar una idea de continuidad entre el reino visigodo de Toledo y el primitivo reino astur: las Crónicas declaran que los reyes astures son sucesores de Leovigildo y Recaredo. Todas están llenas de elementos legendarios.
En la Crónica Albeldense (año 881), Pelayo, un noble godo expulsado de Toledo por Witiza, se refugia en Asturias. Cuando se produce la invasión musulmana, es elegido en concilium princeps de los astures.
En la Crónica Rotense, Pelayo aparece como un antiguo espatario de Witiza y Rodrigo que huye con su hermana de la dominación musulmana. Pese a su huida, Pelayo, ya en Asturias, entra en estrecho contacto con Munuza, el gobernador musulmán de Gijón. Este, enamorado de la hermana de Pelayo, manda al noble godo a Córdoba, de donde Pelayo conseguirá escapar en 717 y, tras un dramático regreso, logra ponerse a salvo entre los astures, a los que poco más tarde conseguirá sublevar tras hacerse nombrar su príncipe.
En la Crónica Sebastianense, reconfigurada sobre la Rotense por el obispo Sebastián, sobrino del propio Alfonso III, se prescinde del trasfondo novelesco, aunque por primera vez se atribuyen orígenes nobles a Pelayo al hacerlo hijo de un supuesto duque llamado Fáfila o Favila (nombre de su propio hijo).
Los tres textos coinciden en dibujar un personaje legendario que responde a los ideales de los miembros de la comunidad mozárabe refugiados en la corte de Alfonso III, a saber: ser godo (no-musulmán), haber emigrado (no-colaboracionista) y practicar un cristianismo sin concesiones (no-renegado). Estas descripciones tan aparentemente idealizadas y acordes a los intereses del régimen asturiano, harían sospechar que son en su mayor parte creaciones literarias; se trataría pues de la creación de un «arquetipo político neogoticista» que aportaría muy poco o nada al estudio del personaje histórico. A favor de esta teoría, de que los orígenes godos de Pelayo son una invención, está además el hecho de que en la llamada Crónica mozárabe -escrita en el 754 (y por tanto muy cercana temporalmente a los hechos) y que pretende ser una continuación de la Historia de los Godos (Historia de regibus Gothorum, Vandalorum et Suevorum) de Isidoro de Sevilla- el personaje de Pelayo no aparece ni siquiera mencionado, lo cual da a entender que para el autor de la crónica la formación del nuevo reino de los astures y su Prínceps Pelayo tenían muy poca o ninguna relevancia para la historia de la monarquía visigoda.
Por otro lado, el testamento de Alfonso III, del año 869, en que el rey Magno dona al presbítero Sisnando la iglesia de Santa María de Tenciana (Tiñana, Siero) que su tío Alfonso el Casto había ganado de las propiedades pertenecientes a su bisabuelo Pelayo, vincula territorialmente a Pelayo con el área central de Asturias, aunque sin aportar datos sobre su lugar de origen.
Contexto histórico de Pelayo
A raíz de la derrota y muerte del rey Rodrigo frente a los invasores árabes, en la batalla del Guadalete (711), se produjo el súbito colapso del reino visigótico y la caída de la península Ibérica en poder de los musulmanes.
El último rey visigodo de la península ibérica fue don Rodrigo, que alcanzó el poder en el año 710 a la muerte de Witiza, a pesar de haber nombrado éste a su hijo Akhila. Esto dio lugar a una guerra civil. Mientras Rodrigo y Akhila peleaban en el norte de la península para defender sus derechos, el conde Julián, gobernador de Ceuta, y el obispo Oppas, pactaron con Musa ibn Nusayr una alianza para deponer a Rodrigo. Tariq desembarcó en Gibraltar con un importante ejército. Rodrigo dirigió a su ejército a plantarles batalla, la batalla de Guadalete tuvo lugar entre el 19 y el 26 de julio del 711, siendo Rodrigo derrotado.
Aquí es donde aparece Pelayo, que se había refugiado en el norte de la cordillera Cantábrica y de los Pirineos, sectores que apenas habían sufrido la influencia de romanos y visigodos.
Lo que está fuera de toda duda es que la totalidad de la Península Ibérica cayó en manos de los musulmanes.
Y según la mayoría de los historiadores, Pelayo se establecería en Asturias, pero, al igual que el resto de la nobleza visigoda, pagaba los impuestos correspondientes a los musulmanes.
Biografía de Pelayo
Como decíamos anteriormente, no hay documentación suficiente en relación con el protagonista de este artículo, lo que hace que se haya “rellenado” su vida e historia con ciertas leyendas
No se conoce con exactitud su origen, existiendo controversia entre los propios investigadores, defendiendo unos que pudo haber ser visigodo, otros autores consideran que era astur, e incluso que pudo ser un hispanorromano. Aunque de manera general se solía decantar por su origen visigodo, hoy en día se le considera de origen astur-romano.
La tesis de que Pelayo era de origen astur es la opción seguida por una parte de la historiografía moderna. El antropónimo Pelayo no es germánico, como lo son los nombres de todos los reyes visigodos, sino que deriva del latín Pelagius, marino, lo que nos llevaría a un origen hispanorromano de nuestro protagonista. Además, algunas crónicas árabes se refieren a Pelayo como Belay al-Rumi, esto es Pelayo el romano.
Al Maqqari (1578-1632) habla de un infiel llamado Pelayo, natural de Asturias y añade que con él comienza una nueva dinastía que reina sobre un pueblo nuevo.
Pero según la tradición, Don Pelayo era un noble visigodo que se había refugiado en las montañas de Asturias tras la caída del reino visigodo.
Se cree que era miembro de la familia real visigoda, aunque su parentesco exacto con el último rey visigodo, Rodrigo, es incierto.
Las crónicas lo describen como un hombre valiente y carismático, capaz de unir a los cristianos del norte de la Península Ibérica para resistir la expansión musulmana. Su figura se convirtió en un símbolo de esperanza para los cristianos, que veían en él al líder que los liberaría del dominio musulmán.
Nació en el siglo VIII y según la leyenda se convirtió en el líder de los astures en la resistencia contra la invasión musulmana en la Península Ibérica.
Su grandeza proviene de su intervención en la batalla de Covadonga, donde supuestamente derrotó a un ejército mucho más numeroso que el suyo. Si bien no resulta tarea fácil separar realidad y mito y leyenda, si está comprobado que la batalla de Covadonga tuvo lugar en el año 722 y terminó con la victoria de los asturianos.
Su papel en la historia debe considerarse más simbólico que político.
Tras diecinueve años de reinado, en el 737 muere Pelayo en Cangas de Onís, donde tenía su corte. Sería enterrado en la iglesia de Santa Eulalia de Abamia, en Cangas de Onís, donde ya había sido sepultada su esposa, la reina Gaudiosa. En el lado del Evangelio de dicha iglesia se conserva en la actualidad el sepulcro, vacío, que contuvo los restos del rey y enfrente, colocado en el lado de la Epístola, se encuentra el que contuvo los restos de la esposa de don Pelayo. El cronista Ambrosio de Morales dejó constancia en su obra de que Alfonso X el Sabio, rey de Castilla y de León, ordenó trasladar los restos del rey don Pelayo y los de su esposa a la Santa Cueva de Covadonga.
En una cavidad natural de la Santa Cueva de Covadonga, e introducidos en un túmulo de piedra, reposan en la actualidad los restos del rey don Pelayo, los de su esposa y los de Ermesinda, hermana del rey. En el sepulcro se encuentra esculpida la siguiente inscripción:
AQVI YACE EL S REY DON PELAIO ELLETO EL AÑO DE 716 QUE EN ESTA MILAGROSA CUEBA COMENZO LA RESTAVRACION DO ESPAÑA BENCIDOS LOS MOROS FALLECIO AÑO 737 Y ACOMPAÑA SS M/gEr Y ErMANA
No obstante, lo anterior, numerosos historiadores han cuestionado la autenticidad del traslado de los restos del rey don Pelayo y de su esposa a Covadonga.
Tras su fallecimiento quedaron sus dos hijos: Favila, que le sucedería en el trono, y Ermesinda, quien terminaría casándose con Alfonso I, quien sería el tercer rey de Asturias.
La Batalla de Covadonga
La batalla de Covadonga, en especial su envergadura y su datación, han sido hasta nuestros días tema controvertido. Las más antiguas crónicas, tanto musulmanas como cristianas, no la mencionan, lo que ha llegado a hacer dudar de su realidad histórica.
Este sería el escenario en el que Don Pelayo se enfrentaría a las tropas musulmanas, obteniendo una importante victoria que permitiría que el reino de Asturias se mantuviese ajeno al dominio musulmán.
Según Sánchez Albornoz, la batalla tuvo lugar el 28 de mayo del año 722. Sin embargo, tampoco existe consenso en este asunto, pues otros autores la sitúan en el período comprendido entre los años 721 y 726.
Según la crónica alfonsina, el ejército musulmán estaría formado por unos 187.000 hombres, algo realmente difícil de creer. Los astures, en mucho menor número, atacarían a los invasores por sorpresa, aprovechando el dominio que tenían del terreno montañoso, y provocando una derrota sin paliativos, pues si seguimos a la crónica alfonsina, caerían abatidos unos 124.000 musulmanes, y provocando la huida de los supervivientes. La victoria fue posible gracias a los expertos honderos y arqueros godos, así como el conocimiento del suelo y geología de la zona, lo que facilitaba que los astures pudiesen provocar emboscadas con excelentes resultados.
Según algunas fuentes los hombres de Pelayo no superarían los 300, mientras que los musulmanes serían unos 20.000.
Además de la evidente exageración de esta información, también nace la leyenda pues se considera que en su huida los musulmanes caen abatidos por un alud, fruto de la intervención divina. Además, se afirma que a Pelayo se le apareció una Santa Cruz, actual símbolo de la Comunidad Autónoma de Asturias, que ahuyentó a los musulmanes, y que la propia Virgen intervino en ayuda de las tropas cristianas para alzarse con una indiscutible victoria.
Muchos autores afirman que la batalla no habría sido más que una escaramuza, de otras tantas, que habría en todo el territorio ocupado.
Poor ejemplo, Lévi-Provencal, nos expone lo que para él era la interpretación islámica de la revuelta de Pelayo: “La versión árabe habla sólo de un número pequeñísimo de sublevados, aislados por completo y desprovistos de toda manera de procurarse víveres, hasta el punto de tener que alimentarse solamente con la miel de las abejas silvestres. Los musulmanes desdeñan incluso el atacarles, esperando verles morir de hambre” (Historia de la España musulmana IV).
L. de Valdellano afirma que el “fracaso de Covadonga no representó para los musulmanes sino un simple revés de la guerra de montaña, ocurrido en una comarca lejana y al que no concedieron ninguna importancia”; pero, a la vez, dice: “Los montañeses del Norte vieron asegurado en Covadonga su movimiento de resistencia, y Pelayo pudo considerarse el caudillo victorioso de unos astures independientes, establecerse en Cangas de Onís y poner los cimientos de un pequeño reino, reservado por el destino para iniciar la Reconquista” (Historia de España I).
Covadonga, la cueva sagrada
A parte de la situación estratégica se dice que Covadonga era un lugar mágico. La leyenda cuenta que un ermitaño había revelado a Don Pelayo los secretos de la cueva y la salida secreta por la gruta de Orandi. Antiguamente se asociaba a la cueva propiedades mágicas y se rendía culto a la Virgen en ella. El nombre de Covadonga (Cueva de la Señora o Cueva Honda) hace referencia a este culto.
Pero el culto no tiene su origen en el cristianismo, sino que se ancla en la cultura celta. Según estas creencias la cueva estaba asociaba a divinidades femeninas de la naturaleza.
La leyenda de la Cruz de la Victoria
Según cuenta la leyenda, Pelayo se vio fortalecido con la visión del mensaje de la Virgen María que decía que obtendría la victoria. Además, y de nuevo según el mito, sostuvo durante la batalla una rama de roble, de la cual dijo que era la cruz de la victoria, entregada por la propia Virgen.
La Cruz de la Victoria, revestida de oro y piedras preciosas por Alfonso III el Magno, fue enviada a la Santa Catedral Basílica de Oviedo, donde se resguarda y con la orla, alrededor del escudo, con las palabras: “Hoc signo teutur pius” a la diestra, y “Hoc signo vincitur inimicus” a la siniestra de oro”. En principio esa cruz tendría una finalidad litúrgica, pero con el paso del tiempo, a medida que los reyes y la iglesia asturiana lo necesitaron, nació la leyenda de que el rey Pelayo la enarboló en la batalla de Covadonga. Así se desprende de una investigación de la Universidad de Oviedo, publicada en la revista Journal of Medieval Iberian Studies.
Raquel Alonso, profesora titular del Departamento de Historia del Arte y Musicología de la Universidad de Oviedo, ha localizado una representación de la Cruz de la Victoria enarbolada por Pelayo en un manuscrito del siglo XIV, copia de un códice del siglo XII, que forma parte del llamado Corpus pelagianum y se conserva en la Biblioteca Nacional de España (manuscrito 2805). Este se incluye en un conjunto de códices encargados por el obispo Pelayo de Oviedo en el siglo XII. No se conservan los originales, pero sí algunas copias medievales, como esta.
“La leyenda reactualizó el objeto al insertarlo en un contexto nuevo”, explica Raquel Alonso. Asturias se convirtió en sede episcopal en época de la monarquía asturiana -no lo había sido en las épocas romana y visigoda-, de ahí la necesidad de potenciar su prestigio. Además, la Cruz de la Victoria se convierte en un objeto vinculado a la lucha contra el islam: un objeto con una significación religiosa y política que ha persistido hasta nuestros días.
Conclusiones
Lo cierto es que la figura de Pelayo, como caudillo astur, se ha ido construyendo a lo largo de los tiempos, dotándole una personalidad y un aura heroico, casi sobrehumano.
Sobre Pelayo hay muchas incógnitas y pocas certezas.
Según algunos autores, existirían manuscritos que recogerían que Don Pelayo no fue siempre un defensor de la cristiandad, pues había hecho un pacto con los musulmanes a cambio de poder y riquezas, manteniendo ese estatus, hasta que decidió rebelarse ante la opresión de los invasores sobre el pueblo astur.
Incluso se afirma por varios investigadores que la batalla de Covadonga no fue tan heroica como se hico trascender a lo largo de la historia. Lo cierto sería que los musulmanes no tendrían interés en conquistar Asturias, y la batalla sería provocada y promovida por Pelayo para obtener prestigio y poder.
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Referencias
Don Pelayo. El rey de las montañas. De Gracia Noriega, J.I.
El origen de Pelayo y la batalla de Covadonga. De Álvarez, P.C.
La conquista islámica de la Península Ibérica y la tergiversación del pasado: del catastrofismo al negacionismo. De García Sanjuan, A.
La invención de España: leyendas e ilusiones que han construido la realidad española. De Carmen, H.
https://www.lne.es/sociedad/2017/03/24/surgio-leyenda-pelayo-cruz-victoria-19357770.html
https://muchahistoria.com/don-pelayo/