Rincón de la historiaEdad Media

Hoy vamos a adentrarnos en el estudio de cómo era la vida de aquellos hombres y mujeres que dedicaban, durante la Edad Media, su vida a la oración, el trabajo manual y el estudio. De ahí el título de esta publicación: La vida de los monjes en la Edad Media.

Durante la Edad Media, la Iglesia católica ejercía una gran influencia en todos los aspectos de la vida. Los monjes eran una parte integral de la Iglesia y desempeñaban un papel importante en la sociedad medieval. Ayudaron a preservar la cultura y el conocimiento al copiar y conservar manuscritos antiguos. También fueron importantes líderes religiosos y asesores de la realeza. Los monjes también desempeñaron un papel importante en la educación. Las escuelas monásticas eran comunes en toda Europa, y muchos monjes eran maestros y profesores.

Los monjes eran hombres que habían renunciado al mundo material y se habían consagrado a Dios. Vivían en comunidades en los monasterios y seguían normas estrictas de vida.

Los monjes eran considerados como hombres santos y su estilo de vida era austero y disciplinado. Los monjes seguían una serie de rituales y penitencias para buscar la salvación de sus almas y la comunión con Dios.

 

Contexto histórico

En la Edad Media, la religión desempeñó un papel central en la vida de las personas. La Iglesia Católica tenía un poder e influencia significativos sobre la sociedad, y la fe era una parte integral de la vida cotidiana de la mayoría de las personas. Las creencias y prácticas religiosas permeaban cada aspecto de la cultura medieval, desde la educación y la política hasta el arte y la arquitectura.

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Una de las características más destacadas de la fe medieval fue la creencia en la salvación y el temor al castigo divino. La Iglesia enseñaba que solo a través de la fe y las buenas obras se podía alcanzar la salvación eterna, mientras que aquellos que se desviaban de los mandamientos de Dios se condenarían al infierno. Esta creencia en la vida después de la muerte tenía un impacto significativo en la forma en que las personas vivían sus vidas y tomaban decisiones, ya que buscaban evitar el pecado y asegurar su lugar en el cielo.

Otra característica importante era la influencia de los sacramentos en la vida religiosa. Los sacramentos eran rituales sagrados que se creía que conferían la gracia divina y eran administrados por la Iglesia. Estos incluían el bautismo, la confirmación, la penitencia, la eucaristía, la unción de los enfermos, el matrimonio y el orden sacerdotal. Los sacramentos eran considerados esenciales para la salvación y eran una parte integral de la vida de un fiel medieval. Por ejemplo, el sacramento del matrimonio era visto como un compromiso sagrado y se creía que solo a través de él se podía formar una familia legítima y bendecida por Dios.

Además, la Iglesia Católica ejercía un gran poder y control sobre la sociedad medieval. Era la institución más poderosa y rica de la época y poseía propiedades extensas, así como influencia política. La Iglesia también tenía el monopolio de la educación y la traducción de textos, lo que le daba un papel central en la formación de la cultura y la transmisión del conocimiento.

 

Orígenes de la vida monástica

Tenemos que remontarnos allá por el siglo III, tiempos en los que se crearon las comunidades de ermitaños, personas que buscaban una vida espiritual, viviendo en la más absoluta soledad, en lugares alejados de las zonas pobladas.

A principios del siglo IV, San Antonio Abad creó la primera comunidad de monjes en Egipto, estableciendo así el modelo para la vida monástica que se extendería por toda Europa.

San Antonio Abad. Obra de Vicente Lopez Portana

San Antonio Abad. Obra de Vicente Lopez Portana

 

Las reglas monásticas más antiguas fueron redactadas por San Agustín (354-430); en ellas reguló las horas canónicas y dispuso las obligaciones de los monjes respecto al orden teológico y moral.

Aunque el monacato céltico tuvo gran importancia entre los siglos VI y VII, no cabe duda de que para la Europa medieval, fue la regla benedictina la que mayor transcendencia va a tener  la historia de Occidente.

San Benito de Nursia va a poner los pilares de un movimiento monástico esencial para la religiosidad, cultura y política de los largos siglos de la Alta y Plena Edad Media.

San Benito de Nursia

San Benito de Nursia

 

En la Edad Media, el monacato fue una institución central en la vida religiosa y social. Los monjes y las mojas tenían como objetivo alcanzar la salvación y la perfección espiritual a través de la renuncia a los placeres mundanos y la dedicación exclusiva a la vida religiosa.

Los monasterios eran dirigidos por un abad o abadesa, que era el líder espiritual y administrativo de la comunidad. Los monjes vivían en comunidad y seguían una estricta regla monástica, que incluía la oración, la meditación, el estudio y el trabajo manual.

En Occidente, resulta difícil hablar de una homogeneidad monástica, ya que cada centro era independiente de los demás, aunque los objetivos de la orden fuesen comunes.

Los monasterios fueron centros de la máxima influencia:

  • religiosa, incentivando la veneración de las imágenes y las reliquias. De hecho el Monasterio de Cluny impulsó las peregrinaciones a Santiago, durante el siglo XI. Otros miembros del clero que alcanzaron la santidad como Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega, además de fundar santuarios y hospitales se especializaron en la importantísima labor de mejorar las calzadas y, sobre todo, la construcción de puentes de piedra para el trasiego de peregrinos hacia Santiago de Compostela. Un monasterio aportaba la guía espiritual a las comunidades locales.

 

  • social, no en vano eran los principales valedores de los pobres, enfermos, cautivos y desheredados de la sociedad. Los benedictinos atendían con limosnas, comidas, ropas limpias y secas, descanso, etc. a pobres, necesitados, peregrinos, etc. como si se tratase del propio Cristo, como así estableció San Benito de Nursia. Los monjes consiguieron avances en áreas como la medicina, la agricultura y la arquitectura.

 

  • política, ejercieron su autoridad en las tierras que poseían, y asumieron roles como consejeros de reyes y miembros de las élites del poder.

 

  • cultural, los monasterios fueron los principales baluartes de la defensa de la cultura. En sus scriptoria se copiaron libros religiosos, filosóficos, históricos, científicos, etc. Los monasterios han desempeñado un papel fundamental a lo largo de la historia en la preservación y difusión del conocimiento. Los monjes también fueron importantes en el campo de la medicina. Muchos de ellos eran expertos en hierbas y remedios naturales, y la mayoría de los hospitales medievales eran administrados por órdenes religiosas. También desarrollaron la música y los cantos, y en ellos trabajaron los artistas más cualificados de cada época. Los monasterios patrocinaban las artes, especialmente la producción de frescos y mosaicos tanto dentro del monasterio como en el resto del mundo para poder propagar el mensaje cristiano. Los monasterios también eran protectores imprescindibles del arte y los documentos históricos (aunque no siempre lo conseguían), especialmente en tiempos revueltos tales como guerras, saqueos vikingos o herejías como la iconoclasia de los siglos VIII y IX, cuando se destruyó el arte religiosos sin miramientos y se veía como blasfemo.
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El monasterio medieval

Un monasterio medieval era una comunidad de monjes cerrada y a veces remota, liderada por un abad, que rechazaba los bienes terrenales para llevar una vida simple de oración y devoción.

Monasterio de Oseira. San Cristovo de Cea. Ourense

Monasterio de Oseira. San Cristovo de Cea. Ourense

 

Eran verdaderas sociedades ideales en miniatura, los monasterios quieren ser un ejemplo para toda la sociedad, y reproducen la división tradicional que se da en ésta entre los que oran, los que trabajan y los que combaten, sin dejar de aspirar por ello a la perfección divina.

En cualquier caso, pronto se distinguen dos corrientes: a la pompa de los servicios litúrgicos cluniacenses y a su, con frecuencia, ostentosa espiritualidad, los monasterios cistercienses oponen una vida de soledad y de ascesis.

A medida que el monacato florecía, surgieron diferentes órdenes que respondían a lo que consideraban las preocupaciones más apremiantes de su tiempo, a un determinado grupo demográfico al que se sentían llamados a servir, o a una forma diferente de honrar a Dios que no encajaba del todo con otras órdenes. Todas ellas veneraban a la Virgen María, Madre de Dios, en mayor o menor medida, pero cada una tenía su propio enfoque especial. Las órdenes cenobíticas más conocidas son:

  • Los benedictinos
  • Cluniacos
  • Cistercienses
  • Cartujos
  • Premonstratenses
  • Trinitarios

 

Los monasterios variaban de tamaño, por lo que no todos necesitaban los mismos edificios. De hecho, algunas veces la geografía dictaba la arquitectura. Sin embargo, muchos compartían las mismas características arquitectónicas básicas y los planos de cualquier monasterio de Europa eran sorprendentemente consistente a lo largo de toda la Edad Media. A menudo los monasterios contaban con murallas, pero no se puede decir si su propósito era mantener a la gente fuera o a los monjes dentro. El acceso desde fuera se realizaba mediante la puerta principal.

El monasterio era todo un complejo residencial con distintas dependencias que estaban en función del tipo de vida que se llevaba allí.

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El corazón del monasterio era el claustro; una arcada en torno a un espacio cuadrado abierto. El acceso a este claustro solía estar restringido, y nadie externo la comunidad monástica tenía permitido entrar sin permiso. El claustro era una de las pocas áreas en las que los monjes podían hablar libremente, y también era donde se enseñaba a los novicios y se realizaban tareas como afilar cuchillos en la piedra de afilar del monasterio o lavar ropa en grandes fuentes de piedra.

Junto al claustro estaba la iglesia con el campanario, importante para llamar a los monjes a misa. Había almacenes, bodegas para guardar vino y comida y puede que hasta establos. También había una casa para las reuniones generales diarias, una biblioteca y, mirando al sur para conseguir la mejor luz posible, un scriptorium.

Las comidas comunes se servían en el comedor con sus mesas corridas de madera. Junto al comedor estaban las cocinas, una panadería y un jardín de verduras y especias con un estanque de peces. Además, junto al comedor también estaba el calefactorio, la única habitación caliente del monasterio (aparte de las cocinas), adonde los monjes podían ir a calentarse a ratos durante el invierno. Había dormitorios separados para los monjes, los oblatos y los novicios.

Más allá del claustro estaban los edificios anexos que variaban dependiendo del tamaño del monasterio. Puede que hubiera una enfermería para los ancianos y los enfermos con su propia cocina. Los hermanos laicos tenían su propio edificio de habitaciones, normalmente en el patio exterior, que a menudo tenía también sus propias cocinas, ya que así podrían preparar comidas que los monjes no tenían permitido comer. Puede que también hubiera más habitaciones para hospedar a viajeros y talleres para ciertos artesanos, tales como sastres, orfebres o vidrieros. Puede que también hubiera un cementerio para los monjes y otro para las personas laicas ilustres de la zona.

 

Diferencia entre monjes y frailes

La figura del monje nació en el Occidente europeo en el ámbito de la temprana Edad Media. Sucedió cuando el colapso del Imperio Romano había arrojado al viejo continente a una era de incertidumbre y peligro constante.

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La furia de los bárbaros, la pérdida de los valores y las leyes que habían gobernado el Imperio más poderoso que jamás haya existido, hicieron dramáticas las vidas de hombres y mujeres. En este escenario, hombres y mujeres volvieron su mirada a Dios, encontrando inspiración en la forma de vida de los monjes de Oriente Medio. En el siglo IV, en Egipto, Palestina y Siria, siguiendo los pasos de Antonio el Grande y otros Padres del Desierto, un número creciente de personas ya habían abandonado el mundo por completo para vivir en soledad.

Vivían en un eremos (ermita), de ahí el término “ermitaño”, un lugar alejado, frecuentemente perdido en el desierto; en él, una o varias personas se aislaban para dedicar su vida únicamente al amor de Dios.

Precisamente de ahí viene  el término monje, que proviene del latín “monachus” y este del griego μοναχός (monachós), que quiere decir único, solo o solitario.

 

El término fraile también es de origen medieval, y está vinculado a la profunda transformación que sufrió la vida religiosa a finales de la Edad Media,  en particular con Francisco de Asís (1182-1226).

Los franciscanos trajeron una gran novedad con respecto a los monjes. Los seguidores de san Francisco ya no se dedicaban únicamente a orar y trabajar en lugares apartados, los monasterios.

Los nuevos religiosos se integraban en la vida de los pueblos y ciudades, tanto a nivel espiritual como a nivel material; mostrando su abandono total a Dios con un gesto muy elocuente: vivir de la limosna.

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Estos hombres se mezclaban con la gente de las ciudades, con los pobres, con los enfermos, para brindarles consuelo y ayuda. Estos monjes, en las ciudades y pueblos y no vivían en monasterios, sino en conventos.

Fraile viene de la palabra latina “frater”, hermano. Y es que el ideal de San Francisco era precisamente que sus seguidores vivieran como hermanos; no solo entre ellos, sino también  con las personas a las que ayudaban.

Los frailes se caracterizaban, entre otras cosas, por un estilo de vida muy pobre y humilde, y una vestimenta modesta; con ropa sencilla y solo sandalias para proteger los pies.

 

La vida diaria de un monje

En primer lugar decir que los monjes pertenecían a todas las clases sociales. Algunos provenían de medios aristocráticos, y se hacían monjes para huir de la corrupción y, sobre todo, de las violencias de un mundo dominado por la barbarie guerrera. Otros procedían del ámbito agrícola y, gracias a la vida monástica, encontraban el medio de acceder a la cultura.

En general, los monjes llevaban unas vidas sencillas.

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Los monjes vivían en monasterios, que eran comunidades cerradas y autosuficientes. Allí, seguían una rutina diaria estricta y se regían por una serie de reglas y rituales que estructuraban su vida cotidiana.

Los monasterios variaban mucho en cuanto al tamaño, y los más pequeños contaban con una docena de monjes y a lo mejor estaban liderados por un prior en vez de un abad. Los más grandes, tales como la abadía de Cluny en Francia (fundada en torno a 1910), podían presumir de 460 monjes en su punto álgido en el siglo XII, aunque unos 100 hermanos era el número normal en la mayoría de monasterios. El abad se elegía entre los monjes veteranos, y era un puesto vitalicio. A este lo asistía un prior y los monjes que tenían responsabilidades administrativas específicas, los obedienciarios que se encargaban de varios aspectos del monasterio tales como la iglesia, las misas, la biblioteca, los ingresos de las tierras, los almacenes de comida o la bodega. El abad representaba al monasterio de cara al exterior, por ejemplo, en reuniones de la orden o en los encuentros relacionados con la gestión de las tierras del monasterio.

El trabajo de los monjes del coro era la oración, el canto de las siete horas del Oficio divino y la celebración de la misa diaria, mientras que los hermanos legos proporcionaban las necesidades materiales de la comunidad mediante el cultivo de alimentos, preparación de las comidas y el mantenimiento del monasterio, etc.

En la mayoría de las órdenes religiosas, los monjes viven en habitaciones sencillas y austeras llamadas celdas y se juntan todos los días para celebrar la misa conventual y al rezo de la Liturgia de las Horas.

Siguiendo el ora et labora, el día estaba estrictamente organizado a partir de momentos de oración, de trabajo, de comida y de reposo. Acudían a rezar a maitines (de 1.00 a 2.00 h), a laudes (sobre las 4.00 h.), a la prima (de 6.00 a 7.00h.) a la tercia (de 9 a 9.30 h.), a la sexta (de 11.30 a 12.30), a la nona (de 15.00 a 15.30), a las vísperas (de 18.a 18.30) y a las completas (de 19.30 a 20.00). Trabajaban entre la prima y la sexta, entre la nona y las vísperas y después de la cena y las completas. Comían después de la sexta hasta las 13.00 y después de las vísperas hasta las 19.00. Dormían o descansaban entre las completas y la prima y desde después de comer hasta la nona. Además, siguiendo su estilo de vida, pasaban gran parte del día en silencio.

En general, podemos decir que las horas canónicas eran las siguientes:

  • Maitines: antes del amanecer.
  • Laudes: al amanecer.
  • Prima: primera hora después del amanecer, sobre las 6:00 de la mañana.
  • Tercia: tercera hora después de amanecer, sobre las 9:00.
  • Sexta: mediodía, a las 12:00 después del Ángelus en tiempo ordinario o el Regina Coeli en pascua.
Horas canónicas

Horas canónicas

En todo caso, la vida de los monjes en la Edad Media estaba estructurada por una estricta rutina diaria que combinaba la oración, el trabajo y el estudio. De manera genérica, podemos decir que la jornada se distribuía de la siguiente manera:

  • Oración matutina temprano en la mañana
  • Asistencia a la misa y rezos colectivos
  • Realización de tareas según las habilidades individuales
  • Cultivo de alimentos y cuidado de animales
  • Confección y reparación de vestimenta
  • Copia y estudio de libros
  • La importancia de la copia de manuscritos

 

Uno de los rituales más importantes en la vida monástica era la liturgia y la oración. Los monjes se reunían en la iglesia del monasterio varias veces al día para participar en los oficios religiosos. Estos oficios consistían en cantos, lecturas bíblicas y oraciones en latín. La liturgia seguía un calendario litúrgico que incluía celebraciones importantes como la Pascua, la Navidad y los santos patronos.

Las penitencias también eran una parte importante de la vida de un monje. Estos hombres se sometían a privaciones y disciplinas físicas como forma de purificar el alma y alcanzar una mayor cercanía con Dios. Algunas penitencias comunes incluían el ayuno, la flagelación y la privación del sueño.

Y recordemos que, al menos en teórica, los monjes no solo buscaban su propia salvación espiritual, sino que también se dedicaban al servicio de la comunidad. Muchos monasterios se convirtieron en centros de atención médica y educación, brindando cuidado a los enfermos y enseñanza a los niños.

Por otro lado, algunas ordenes órdenes religiosas cristianas que han adoptado un estilo de vida de pobreza, viajando y viviendo en zonas urbanas con fines de predicación, evangelización y ministerio, especialmente para los pobres; más generalmente un estilo de vida ascético que incluye la pobreza y la mendicidad.

En cuanto a las comidas, el menú era bastante monótono, aunque sano. En época medieval, la dieta benedictina, por ejemplo, estaba basada en la dieta mediterránea: pan, legumbres cocidas, fruta, hortalizas, y en menor medida, las carnes y pescados. Las carnes más populares eran la de cerdo y pollo, mientras que la ternera era muy poco común.

El almuerzo consistía en raciones abundantes de pan (de trigo y centeno), legumbres, verduras y fruta del tiempo, con vino. La cena incluía verduras y frutas, con el pan sobrante del almuerzo.

En cuanto al hábito de los monjes, utilizaban una “cogulla o colobio”, que era una túnica con capucha en la liturgia católica. Era habitualmente de lana, con el escapulario (capuchón para la cabeza) a modo de banda que cubre los hombros y pende por delante y por detrás, recuerdo del paño que antes solían ponerse sobre los hombros para llevarlas cargas.

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Los monjes copistas, y los monasterios como centros de enseñanza

En una época en la que no existían imprentas ni fotocopiadoras, la labor de los monjes escribas era fundamental para asegurar la preservación del conocimiento. Gracias a su dedicación y esfuerzo, muchas obras de la antigüedad clásica y de la Edad Media pudieron llegar hasta nuestros días.

En Europa y durante la Edad Media, los monjes copistas eran los encargados de mantener el legado escrito de la Antigüedad. La tarea de estos monjes era copiar los códices y manuscritos, convirtiéndose esta en su función principal.

El objetivo de su trabajo era disponer de copias duraderas para que se incluyeran en las bibliotecas de las abadías y conventos para así poder usarlas durante siglos.

Los monasterios poseían una sala dedicada para esta labor de copia llamada scriptorium. A esta sala solo tenían acceso los monjes copistas, así como el abad y el bibliotecario.

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De esta manera, los monasterios se convirtieron en verdaderas fábricas de conocimiento, donde se producían ejemplares de obras clásicas, religiosas y científicas. Los monjes también se encargaban de traducir textos del latín al vernáculo, permitiendo así que las obras llegaran a un público más amplio.

Los monjes copistas trabajaban varias horas al día en ello, siempre bajo unas estrictas condiciones y reglas.

Los monjes también desempeñaron un papel importante en la traducción de textos antiguos. Muchos de los textos clásicos de la antigüedad, como las obras de Aristóteles o los tratados médicos de Galeno, fueron traducidos por monjes en los monasterios. Estas traducciones permitieron que el conocimiento de la antigüedad clásica se mantuviera vivo y accesible en la Edad Media. Gracias a los esfuerzos de los monjes, se preservaron obras fundamentales que sentaron las bases de la ciencia, la filosofía y la medicina occidental.

 

Además de ser espacios de producción literaria, los monasterios también se dedicaban a la educación. Muchos monjes eran maestros y enseñaban a otros miembros de la comunidad monástica, así como a estudiantes externos que buscaban adquirir conocimientos.

Los monasterios se convirtieron en centros de enseñanza y aprendizaje, donde se impartían disciplinas como la teología, la filosofía y las artes liberales. Estos conocimientos eran fundamentales para el desarrollo intelectual y espiritual de la época.

En los monasterios se enseñaba a leer y a escribir, se impartían clases de música, se estudiaba latín y se enseñaban otras disciplinas como la aritmética o la astronomía..

 

Los monjes guerreros

Se trataba de hombres que combinaban sin problema una doble dedicación: devoción religiosa y sus habilidades militares.

Estos monjes guerreros gozaban de privilegios especiales, como exenciones fiscales y el derecho de llevar armas. Además, tenían acceso a la educación y la cultura, lo que les permitía tener una visión más amplia del mundo y ejercer influencia en la política y la economía.

El origen de los monjes guerreros lo encontramos en el siglo XI, con motivo de la primera Cruzada para recuperar Tierra Santa. Durante esta época, se formaron varias órdenes monásticas militares, como los Templarios y los Hospitalarios, cuyo propósito era proteger a los peregrinos y luchar contra los infieles.

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Los monjes guerreros tuvieron un impacto significativo en la política y la economía de la Edad Media. Su poder militar y su riqueza les permitieron ejercer influencia sobre los líderes políticos y participar en decisiones clave. Además, su presencia en diferentes regiones les brindaba una visión global de los acontecimientos, lo que les otorgaba un papel importante como asesores y mediadores.

En términos económicos, los monjes guerreros poseían grandes extensiones de tierra y eran propietarios de castillos y fortalezas. Esto les permitía controlar el comercio y cobrar impuestos a los habitantes locales. A su vez, utilizaban sus recursos para financiar la construcción de iglesias, monasterios y hospitales, contribuyendo así al desarrollo de la sociedad feudal.

Sin embargo, su influencia y riqueza despertaron los celos de los monarcas europeos y de la Iglesia, lo que finalmente llevó a su disolución en el siglo XIV.

Estos monjes guerreros eran reclutados entre la nobleza y la alta burguesía, y se sometían a votos religiosos de pobreza, castidad y obediencia. Combinaban la vida monástica con el entrenamiento militar, convirtiéndose en una fuerza temible en el campo de batalla.

A pesar de su poder e influencia, las órdenes de monjes guerreros comenzaron a enfrentar problemas a finales del siglo XIII. La corrupción interna, los conflictos con la Iglesia y la pérdida de Tierra Santa debilitaron su posición. Además, los monarcas europeos vieron en ellos una amenaza a su poder y comenzaron a perseguirlos, acusándolos de herejía y otros crímenes.

Finalmente, en el siglo XIV, las órdenes de monjes guerreros fueron disueltas y sus bienes confiscados. Muchos de sus miembros fueron arrestados y ejecutados, y su legado quedó manchado por las acusaciones y la persecución. Sin embargo, su espíritu de devoción y valentía ha perdurado a lo largo de los siglos, inspirando a generaciones futuras.

 

Conclusiones

En la Edad Media, los monjes desempeñaron un papel fundamental en la vida religiosa y espiritual de la sociedad. Renunciaban a los placeres mundanos y se comprometían a vivir en pobreza, castidad y obediencia. Esta renuncia a los bienes materiales y a las relaciones románticas les permitía centrarse por completo en su relación con Dios.

Estos centros religiosos no solo eran lugares de oración, sino también auténticas instituciones educativas. Su labor de preservación del conocimiento, su sistema de enseñanza y su impacto en la formación de los monjes tuvieron un impacto duradero en la educación de la época.

Su trabajo dejó una huella en la cultura europea y en la historia mundial.

 

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Referencias

La vida cotidiana de los monjes de la Edad Media. De Linage Conde, A.

Los monjes españoles en la Edad Media. De Pérez de Urbel, J.

Monjes y monasterios hispanos en la Ata Edad Media. DE VV.AA.

https://cultura-brillante.com/caracteristicas-religiosas-de-la-edad-media-una-mirada-a-la-fe-medieval/

https://historiageneral.com/2010/01/11/la-vida-de-los-monjes-en-la-edad-media/

https://historia.ovh/cual-fue-el-papel-de-los-monjes-en-la-edad-media/

https://historiaybiografias.com/monasterios/

https://historioteca.com/el-papel-de-los-monasterios-en-la-educacion-medieval/

https://www.worldhistory.org/trans/es/2-1293/la-vida-cotidiana-de-los-monjes-medievales/

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