Una nueva publicación dentro de la línea temática que dedicamos al ingente patrimonio artístico y cultural de Galicia. En concreto, de los monasterios, por eso hoy dedicamos esta entrada al Monasterio de Oseira, el Escorial gallego.
El Monasterio cisterciense de Santa María la Real de Oseira es un monasterio, de fundación real, que cuenta con más de ochocientos años de historia y que a lo largo de su existencia ha ejercido una gran influencia en los ámbitos económico y social de su comarca, la zona del municipio de San Cristovo de Cea, en el partido judicial de O Carballiño, en la provincia de Ourense. Una zona abrupta en la Sierra Martiñá, conocida como “Ursuaria” debido a la abundancia de osos. El Monasterio se asienta sobre un valle, a la margen derecha del rio Oseira, contando con un paisaje de gran belleza, en un lugar resguardado de los fríos vientos del norte por las montañas, y abierto al sol del mediodía. El Monasterio se localiza a apenas 30 kilómetros de la ciudad de Ourense, y en un ramal de la Ruta Mozárabe a Santiago.
Los monjes cistercienses eran muy estrictos cumpliendo los preceptos de la orden por lo que buscaban siempre emplazamientos solitarios, tranquilos y aislados para fundar los monasterios. Así podían alejarse de los pueblos y concentrarse en la oración.
En un principio comenzaron con edificios muy modestos que fueron ampliándose a medida que fue desplegando el potencial económico de la casa, merced a las continuas donaciones que se les hizo, y a las compras efectuadas por los propios monjes.
Fue uno de los monasterios cistercienses más importantes de España, llegando a tener propiedades en la lejana Alcobaça en Portugal, o la villa y puerto de Marín (Pontevedra), donde ejerció una justicia social admirable, promoviendo la pesca entre sus colones y defendiendo la entrada de la ría mediante un fuerte.
Es uno de los templos más emblemáticos de Galicia en cuanto a su riqueza artística, su importancia histórica y su estado actual de conservación. Estamos hablando de un edificio impresionante, ubicado en la Ribeira Sacra y no muy lejos de Santiago de Compostela, por lo que cualquier persona que se acerque a estas tierras encontrará una enorme satisfacción si se acerca a conocerlo de primera mano.
Historia del Monasterio de Oseira
El origen de este monasterio lo encontramos en el año 1137, momento en el que el rey Alfonso VII realiza una donación a cuatro monjes, mediante el otorgamiento de un diploma con el que les otorgaba la propiedad de aquellos parajes, que años más tarde se convertirían en el primer monasterio dependiente de la Orden del Císter en Galicia.
En ese Diploma el citado rey, entre otras cosas dice:
” Yo, Alfonso, por la gracia de Dios emperador de España juntamente con mi esposa doña Berenguela, con ánimo generoso, voluntad sincera y sin coacción alguna, por amor de Dios y en remisión de los pecados de mis padres y míos, hago carta de donación a Dios nuestro Señor, a la Iglesia de Santa María de Ursaria y a don García, electo abad de aquel lugar y a los demás monjes presentes y venideros que construyen el monasterio y viven en él observando la religión y regla de san Benito, toda aquella heredad mía y monte donde ahora se está construyendo el mencionado monasterio junto al río Ursaria…”
En el año 1141 llegan a lo que hoy es el Monasterio de Oseira un grupo de monjes franceses, enviados por San Bernardo de Claraval (conocido así, pues era el titular de la abadía de esta localidad francesa). El primer abad sería Don García, quien recibió ayuda de San Famiano, un eremita alemán, cuyo cuerpo incorrupto se encuentra en la basílica italiana de Galesse. Nacía así un Monasterio que se convertiría en el emblema del Císter en Galicia, siendo una semilla de establecimientos que se propagarían por todo este territorio.
El templo monástico, construido en las últimas décadas del siglo XII y en las primeras del XIII, de amplias proporciones, está concebido para una comunidad respetable, lo que delata un número considerable de monjes. La iglesia se inició un siglo más tarde, siendo consagrada en el año 1239.
Oseira atravesó por un período crucial en el siglo XV, época difícil en la historia de la Iglesia, a la que sucedió otra peor en 1513, con la llegada de los abades comendatarios, personas extrañas a la abadía que la llevaron al borde de la desaparición.
Años más tarde, aún en el siglo XVI, el Monasterio de Oseira entra en la Congregación Cisterciense de Castilla, comenzando un nuevo período de florecimiento que trajo la renovación artística, impulsora de las obras llevadas a cabo durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
En el año 1552, Oseira sufrió un terrible incendio, que redujo a cenizas todos los edificios, fuera del templo. Quedó destruida casi toda la obra románica y ojival, salvándose la cabecera y la nave de la iglesia. Eran unas circunstancias críticas en que se planeaba en Valladolid una nueva casa, y como ninguna abadía se comprometía a enviar monjes, creyeron muchos que era buena ocasión trasladar la comunidad de Oseira a ocupar la nueva casa proyectada, dejando en el monasterio sólo un pequeño contingente de monjes para atender a los colonos y cuidar de la hacienda. Pero se desistió del traslado, y se inició la reconstrucción del monasterio en el mismo sitio que tuvo siempre con la grandiosidad que hoy todos pueden admirar.
A principios del siglo XIX, la invasión napoleónica no dejó sentir en Oseira su peso demoledor, como en otros monasterio -aunque si en alguno de los prioratos que sufrieron saqueos- quizá por su situación alejada de las principales vías de comunicación y por ser difícil el acceso en aquellos tiempos.
Con la exclaustración provocada por la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, el conjunto monástico es abandonado y con ello comienza una progresiva ruina de su arquitectura y el expolio de sus obras de arte muebles. Cerca de un siglo estuvo abandonado el monasterio, llegando los edificios al borde la ruina, pero en la primera mitad del siglo XX, en octubre de 1929 se instaló un grupo de monjes cistercienses, y se inicia una titánica y exitosa labor de restauración y recuperación de este complejo monacal. Esta recuperación y restauración se inició con el impulso procurado por Florencio Cerviño González, obispo de Ourense entre 1922 y 1941.
Al par que la obra restauradora, se ha enriquecido el monasterio con una notable biblioteca y un pequeño archivo, que están prestando señalados servicios a la cultura, volviendo a recuperar el monasterio el distintivo característico de los monjes antiguos, que fueron los mejores transmisores de la cultura.
¿Cómo es el Monasterio de Oseira?
Cuando nace la vida monástica en Oseira las limitaciones eran máximas por lo que no es fácil describir el aquel primer cenobio. Nada se conserva que nos permita al menos aventurar un plano. La historia arquitectónica de Oseira comienza en el estudio de su iglesia, la obra cronológicamente más antigua que pervive.
El exterior del conjunto monástico es impresionante. Un arco de triunfo clásico de acceso, con un medio punto enmarcado por dobles pilastras toscanas, sobre el que aparece un escudo real, cornisa y remates con la Virgen de la Asunción en el eje blanqueada por dos ángeles músicos (del siglo XVII), da paso a una amplia explanada. Allí encontramos la fachada de la iglesia y la monumental fachada del monasterio formando un ángulo recto, dejando a la izquierda el cementerio parroquial y monástico, con una portada del siglo XIX y en torno a la fachada norte del templo y con el edificio de las escuelas a la derecha, construido a fines del siglo XVIII.
El monasterio se nos muestra con toda su espectacularidad. El conjunto monumental, en el que se aúnan elementos románicos, góticos, renacentistas y barrocos, responde a la profunda remodelación que el monasterio experimentó a partir del siglo XVI tras su incorporación a la Congregación Cisterciense de Castilla
Recordemos que la Observancia de la Regla de San Bernardo generó una tipología arquitectónica común acorde con un nuevo modo de vida, una vuelta a la observancia que precisó que las fábricas se ajustaran a las nuevas necesidades, entre las que destacó la aparición de celdas individuales que sustituyeron al dormitorio común, un cambio que surge por la importancia que se dio a la oración y la meditación individual a partir del espacio concreto de la celda, el que las sacristías, los refectorios y las habitaciones destinadas al abad se hicieran más grandes, la ampliación de las hospederías, que duplicaron su capacidad, e instalaciones necesarias para la función docente.
Tiene este monasterio, entre otras muchas dependencias, una extraordinaria iglesia románica de transición, tres claustros de distinta época y estilo y una sala capitular de gran vistosidad.
Así, Oseira se compone de seis grandes cuerpos: la iglesia, románica de transición pero con fachada occidental barroca; el Claustro de los Caballeros, de la primera mitad del siglo XVIII, con la hospedería y las estancias del abad; el Claustro Reglar, de las Procesiones o de los Medallones, adosado a la nave de la Epístola de la iglesia, del siglo XVI, y en el que se ubican la sacristía y la sala capitular medievales; el Claustro de los Pináculos, de la segunda mitad del siglo XVI, donde se ubicaron las celdas individuales; un saliente hacia el norte prolongación de la crujía este del Claustro de los pináculos que alberga la biblioteca; y un saliente hacia el sur prolongación de la crujía este del Claustro Reglar que fue destinado a dormitorio de ancianos y que en la actualidad está ocupado por la comunidad. En total son unos 40.000 metros cuadrados.
A la derecha se encuentra el edificio de las escuelas, de estilo neoclásico, construido en 1785 y prácticamente sin decoración.
Atravesando la portada se accede a un vestíbulo con bóveda casetonada que comunica con el espacio de recepción de visitantes y con el Claustro de los Caballeros.
La iglesia románica
El Monasterio de Oseira cuenta con una iglesia de estilo románico, con planta de cruz latina, con tres naves y crucero. Aunque románica en origen posee elementos góticos y barrocos.
Tiene una impresionante cúpula interior apoyada sobre nervios y tres grandes claustros. Las naves están separadas por pilares con columnas embebidas. Tanto la bóveda de la nave central como las de las colaterales son de cañón apuntado con fajones. Los ventanales de medio punto se abren en el arranque de la bóveda. La cabecera imitaba a la de Santiago con girola y capillas aunque hoy están muy alteradas las originales.
En el siglo XIII se construyó un cimborrio con cúpula sobre pechinas en el crucero.
No encontramos apenas decoración escultórica, recordemos que es algo preceptivo en las iglesias cistercienses. De todas formas esa sobriedad se pierde en su pasado barroco: las tallas y esculturas en granito policromado son realmente espectaculares.
En el siglo XVI se transformó la fachada principal y se replanteó en estilo renacentista, con sillería almohadillada y frontispicio, amén de otros ornatos y esculturas clasicistas.
La girola es la parte más bella y artística del templo. Circunda la capilla mayor y en ella se abren cinco capillas absidales, cuatro de ellas rehechas en época muy moderna, estando presidida la capilla mayor por la Virgen de la leche, en una imagen pétrea del siglo XIII en la que se puede ver a la virgen María amamantando al niño, una talla policromada del siglo XIII.
El coro está sustentado por una prodigiosa bóveda plana de puro granito. No se las toneladas que pesa esa bóveda pero realmente es meritoria y digno de admirar que se sostenga desafiando la gravedad y el paso del tiempo.
Fachadas
La fachada del monasterio se empezó a levantar en ángulo recto respecto de la iglesia repitiendo su composición de sillares almohadillados en los primeros años del siglo XVIII. Francisco Castro y Canseco dio la traza y dirigió la obra en una primera fase en los primeros años del siglo XVIII en la que se construyeron dos cuerpos, y entre 1775 y 1779 el arquitecto fray Plácido Iglesias construyó el tercero.
Así, presenta tres cuerpos separados por entablamentos, el primero con vanos rectangulares, el segundo con balcones y el tercero otra vez con vanos rectangulares. Los balcones del segundo cuerpo están sostenidos por ménsulas decoradas con ángeles, figuras grotescas, frutos… y sobre los vanos aparecen los escudos de las órdenes militares peninsulares de origen cisterciense.
La fachada de la zona conventual se remata con pináculos con cuatro estatuas de otros tantos santos: Benito, Roberto, Alberico y Esteban.
La portada tiene tres cuerpos de tres calles y frontispicio. El primer cuerpo presenta arco de medio punto sobre el que se sitúa el escudo de Oseira, dos osos encaramados a un pino entre dos ángeles que portan símbolos pasionales, como el azote, la corona, la lanza, el hisopo… sobre sendas máscaras que simbolizan la tentación y el pecado, una alegoría del triunfo de la penitencia sobre el pecado y la muerte. El arco está flanqueado por columnas salomónicas con capiteles corintios.
Las columnas sustentan un entablamento sobre el que se levanta el segundo cuerpo, organizado mediante un balcón corrido con tres vanos rectangulares y sobre el central se ubica un gran escudo de la Casa de Borbón con corona volada que abarca hasta el tercer cuerpo y sobre el que aparece una hornacina con la Lactación de San Bernardo, una escena que relata un episodio de la vida del santo cuando todavía era niño en el que, cuando estaba orando ante la Virgen en la iglesia de Chatillón, al recitar el “Ave maris Stella” recalcando las palabras “muéstrate que eres mi madre”, la estatua respondió a su plegaria depositando tres gotas de su leche en sus labios. El frontispicio está rematado por una estatua de la Esperanza con un ancla.
Los Claustros
- El Claustro de la Hospedería o de los Caballeros, situado tras la fachada principal tiene una cronología larga de 1713 a 1759, y una mesurada composición de arcos de medio punto y ventanas rectas. Aquí era donde llegaban los caballeros y dejaban su caballo al llegar al monasterio, por eso dispone de caballerizas cubiertas con bóveda de cañón y pesebres incrustados en el muro. Hay otras tres salas del siglo XIII con bóveda de sencilla crucería.
- El Claustro de los Medallones o procesional, se encuentra junto a la Iglesia. Es barroco y fue construido en el año 1760, no siendo por tanto el original. En este claustro se localiza una fuente de hierro, copia de la original del siglo XVI, actualmente en la Plaza del Hierro de Ourense, realizada por el escultor Nicanor Carballo en 1997. Encontramos también los medallones (en número de cuarenta) que representan personajes de la Orden, héroes de la antigüedad y bufones.
Tiene cinco huecos por planta en cada lado, y los de la planta baja se tapiaron a finales del siglo XVIII, y en 1995 se volvieron abrir.
En uno de los ángulos de este claustro se abre una puerta tardo renacentista decorada con cabezas de querubines, que permite el acceso a la llamada escalera de los Obispos.
- El Claustro de los Pináculos, iniciado a finales del siglo XVI, sus obras terminaron en el año 1629. Su destino inicial era acoger las celdas individuales. Solo tiene tres alas, estrechas y elevadas, cubiertas con bóvedas de crucería sin más decoración que los pináculos en la parte alta. En el centro hay una fuente añadida en 1991 copia de la que se encuentra en la alameda del Orense que se encontraba en este lugar.
La Escalera de Honor
La escalera de honor se encuentra situada entre el Patio de Caballeros y el claustro procesional.
Presidida por San Benito con varias figuras de diferentes santos, se trata de una impresionante escalera, de estilo herreriano, construida a mediados del siglo XVII, con 24 escalones, decorados frontalmente con puntas de diamante.
Antiguamente, estaba todo cubierto por arena, haciendo así una rampa por donde subían con los carros de los bueyes, de ahí, su buen estado de conservación, puesto que al estar cubierto de arena, ha evitado la erosión con el paso de los años.
La escalera se cubre con un gran arco con bóveda de arista, dividida en tres tramos por arcos de medio punto.
La Sala capitular
Conocida como la “sala de las palmeras”, es magnífica. Presenta una distribución típica de los monasterios cistercienses medievales. De planta cuadrada, tiene su espacio dividido por cuatro columnas torsionadas, decoradas con flores y basas cilíndricas. La antigua sala capitular es obra del siglo XV y es el elemento más pintoresco del monasterio. Construida sobre planteamientos tardo-góticos, es un espacio abovedado por complicadas bóvedas estrelladas. Las claves presentan decoración en relieve policromada con motivos vegetales y caricaturescos.
La Sacristía
Tiene su origen en el primer tercio del siglo XVI. Fue construida en 1652-1653, tiene una bóveda de crucería, notablemente plana en sus tres tramos, lleva algunas claves ornamentadas con escudos diversos.
A la derecha, abajo, se puede ver una mesa de altar de los primeros tiempos, de un sólo bloque de piedra, sostenida por un sencillo pedestal a manera de repisa.
Al fondo se puede observar un armario donde antiguamente se custodiaban los cálices sagrados, con las puertas policromadas y ornamentadas, consideradas por los más entendidos, como muy afín al mudéjar.
El Refectorio
Construido hacia 1572, el refectorio está cubierto por una bellísima bóveda nervada, de cuatro tramos, y soportaba un trenzado gótico de nervios de granito con pesadas claves.
Con los años, todo se vino abajo y gracias a la solidez de la bóveda de cañón de la planta baja, pudo aguantar el impacto y ha podido ser reconstruido en 1978.
Biblioteca
Lamentablemente no es visitable. De planta rectangular, de tres tramos cubiertos con bóvedas de arista y grandes ventanales. Es del siglo XVII, y en ella destacan los escudos y pináculos en los remates, diversos asuntos en relieve, como la Lactación de San Bernardo, y las dos puertas de los extremos, donde se representa al Salvador y a Nuestra Señora.
En su interior, la biblioteca acoge una ingente colección de más de 30.000 volúmenes, la mayoría recientes, pues los ejemplares más interesantes se perdieron tras la desamortización del siglo XIX.
Museo de la Piedra
Posiblemente en su momento sería la sede de una bodega, hoy en día acoge diferentes piezas, de diferentes períodos, encontrados en las obras de restauración del monasterio, tratándose por tanto de restos pétreos de interés arqueológico
Hay claves de bóveda, restos de laudas sepulcrales, y sobre todo piezas de cañerías que se utilizaron para la conducción de aguas.
Antigua botica
Estuvo activa en el monasterio de Oseira desde el siglo XVII, cuenta con piezas originales como morteros, balanzas, matraces… Entre ellos destaca el conjunto de 37 botes de las Reales fábricas de Sargadelos, de principios del siglo XIX con restos de sustancias medicinales.
La leyenda del nigromante y Oseira
Esta leyenda trata sobre el nigromante que acabó siendo abad en Oseira tras jugar con los muertos.
Sobre esta historia hay pocas certezas y muchas interrogantes. La leyenda nos cuenta que en Toledo, sede de la Escuela de Nigromancia, había dos jóvenes, muy amigos siguiendo dichos estudios, consistentes en aprender las formas de invocar los espíritus de los muertos. El objetivo de este hobby tan particular era adivinar el futuro por boca de los difuntos.
Uno de esos jóvenes terminaría por ser el prior, y llevar una vida recta y religiosa, en el monasterio de Oseira, del otro se desconoce su nombre. Pues parece ser que ambos amigos tenían entre sus prácticas “nigromantes”, la de esconderse en cámaras profundas de piedra fría, buscando la manera de arrancar a los muertos de su sueño y traerlos al mundo de los vivos. Un día, sin embargo, el amigo de Lorenzo cayó gravemente enfermo, y en medio de las fiebres repasó su vida y -cristiano, pese a todo- se dio cuenta de que no iba a tocar las puertas del Cielo. Ante esta situación Lorenzo, viendo la gravedad de la situación, le pidió a su amigo que en caso de que falleciese, se le apareciese pasados treinta días para contarle que había tras la muerte. El moribundo le respondió que así lo haría siempre y cuando le fuese permitido.
El amigo falleció, por lo que Lorenzo vivió esos treinta días lleno de angustia y procurando rezos por la salvación del difunto. Pasado el plazo de los treinta días, y estando dentro de una iglesia, Lorenzo mientras contemplaba la imagen de la Virgen, sintió un gemido. Se le apareció el difunto, con una apariencia pálida y descompuesta, gimiendo, con los pies y manos atados con cadenas incandescente, y vistiendo un traje negro recubierto de palabras que nombraban sus pecados. Atemorizado, el joven se dispuso a salir corriendo de la iglesia, pero el espectro alzó un brazo, invitándole a acercarse. “Ven, Lorenzo, extiende tu mano”, creyó escuchar. Al hacerlo, una gota de sudor resbaló por la piel del fantasma y cayó sobre la palma abierta de Lorenzo., perforado la carne y terminando en el suelo. Hubo gritos, chirridos y aleteos. Un penetrante olor a azufre y carroña, y una sensación de inmensa soledad. Una puerta que se cerraba a toda velocidad: el golpe contra el quicio le hizo volver a la realidad, al suelo de piedra, a la tenue luz de la capilla.
“Lo que tú has sentido durante un instante, yo lo sufro por toda la eternidad, Lorenzo”. El espectro no había movido la boca, pero las palabras llegaron al joven aterrorizado.
Dolorido por la quemadura Lorenzo le preguntó el motivo de su desgraciado estado, a lo que el difunto le respondió:
¡Ay!, pobre de mí, así arderé eternamente en el infierno por culpa de esa arte diabólica que estudiamos. La nigromancia mata el alma, es mejor que renuncias a esta ciencia y que sirvas a Dios para buscar la expiación de tus pecados por medio de la vida religiosa.
Asustado y ansioso por obtener respuestas, Lorenzo le inquirió: “Dime amigo, ¿cómo tengo que hacer para salvar mi alma?”.
“El único camino para salvar tu alma es la Orden del Císter. De todo el género humano, son ellos los que menos se condenan”.
Finalizado el rencuentro, Lorenzo no dudó en cuanto lo que debía hacer, por lo que abandonó los estudios de nigromancia e ingresó como novicio en la Orden del Císter. Llegaría a ser elegido abad del Monasterio de Oseira en el año 1201, y sería nombrado superior de la abadía de Clairvaux en el 1223.
Visitar el Monasterio y sus alrededores
El monasterio de Oseira puede ser visitado, siendo conveniente que los interesados comprueben en la web oficial del Monasterio de Oseira los horarios, por si hubiese cambios:
Visitas guiadas: 10:30, 12:00, 15:30, 17:00 y 18:30 horas.
Los domingos y festivos por la mañana solo hay pase turístico después de la misa monástica, aproximadamente a las 12:45 horas, por la tarde mantiene el horario habitual de la semana.
Todas las visitas son guiadas, no se puede recorrer por libre. La visita guiada dura aproximadamente unos cuarenta y cinco minutos. No se permite realizar fotos ni grabar vídeos.
No cuenta con rampas de acceso para minusválidos.
El precio de la entrada es de 3,50 euros con visita individual y 2 euros para visita en grupo (cuando son colectivos de más de 25 personas que concierten la visita con antelación). Los menores de 9 años tienen entrada gratuita
Desde Oseira hay 78 kilómetros hasta Santiago de Compostela y 40 kilómetros a Ourense. Si vienes desde cualquiera de estas ciudades por la carretera N525 solo tendrás que desviarte unos pocos kilómetros para llegar al monasterio.
Si vienes desde el norte, de la zona de Ribeira Sacra de Lugo tendrás la suerte de recorrer serpenteantes carreteras que pasan por pequeños pueblo y bosques. Por ello, tan interesante es la visita del monasterio en sí como el camino para llegar hasta él.
Y aprovechando la visita al Monasterio, el viajero no puede perderse la visita a la ciudad de las termas, Ourense. También Carballiño, Ribadavia, Allariz, son destinos que satisfarán a los más exigentes.
Y además, muy próximos se pueden encontrar otros grandes Monasterios, como por ejemplo:
Santa Cristina de Ribas de Sil
Santa María de Xunqueira de Espadanedo
Conclusiones
Oseira y todo lo que el Císter es se resume en esa constante cisterciense, que no es otra que el esfuerzo de la voluntad. En Oseira encontramos un universo de piedras nobles, piedras con historia, piedras sagradas de Cea, es el resultado del esfuerzo de la voluntad de los monjes cistercienses.
La Orden del Císter compaginó la vida espiritual con el trabajo manual y así desarrollaron la agricultura, la ganadería, las manufacturas que les permitiesen ingresar dinero suficiente para mantenerse intramuros en su vida contemplativa, dedicándose a la oración sin tener que depender de nadie para subsistir. El Císter es también sinónimo de humanización, de desarrollo de las zonas donde se asentaban sus monjes. Fue una Orden de emprendedores, que hicieron Europa y que a mediados del siglo X y del XI, comenzó a expandirse por las regiones del norte y centro de Francia.
Es España quizás el país más rico en abadías cistercienses bien conservadas. Pensemos en Galicia y lleguemos a tierras ourensanas: Osera, Leiro, Montederramo, parte de la iglesia y claustros de Melón, Espadañedo. La Orden se fue adaptando a los estilos según el momento, así desde mediados del XVII hasta el remate del XVIII adoptó el barroco, que tanto impera en Oseira, lo que implicó destrucciones como la de la fachada original de la iglesia y del cenobio. Con el barroco se fue borrando la sencillez armoniosa del Císter primitivo. Pero ya antes, en el gótico, hubo señales de enriquecimiento y ostentación. Oseira no fue ajena a ello, quedando, entre otras muestras, la girola de la iglesia, tan impregnada de las técnicas practicadas en la de la catedral de Santiago y causante de la de Melón. Algo inconcebible en la arquitectura primitiva del Císter.
El monasterio vive hoy de la hospedería, del albergue de peregrinos, de la tienda (iconos, chocolates, cosmética, libros, postales, etc.), del turismo, de las pastas, de la carne y, por supuesto, del licor Eucaliptine, en sus dos variedades. El monasterio tiene la medalla del premio Europa Nostra dada la brillante restauración por los monjes realizada.
El monasterio de Santa María la Real de Oseira es un elemento significativo del patrimonio cultural gallego y español, situado en una zona rural del interior atravesada en las cercanías por la Vía de la Plata, una de las rutas de peregrinación a Santiago de Compostela. Este monasterio está declarado Bien de Interés Cultural.
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Referencias
“El Monasterio de Oseira, Ourense”. De Yañez Neira, F.D. y González García, M.A.
“Crónica y guía del Monasterio de Oseira”. De Cid Rumbao, A.
“Desde la salida del sol. Vida cotidiana en imágenes. Abadía de Oseira, Ourense”. De Vega Pato, T.
“Monasterios cistercienses de Galicia”. De Torres Balbas, L.
http://www.mosteirodeoseira.org/
http://www.romanicodigital.com/
https://viajarconelarte.blogspot.com/