Hace apenas unos días, he tenido la oportunidad de realizar una visita al Monasterio de San Pedro de las Rocas, en la provincia de Ourense. Para llegar al monasterio he ido andando por el Camino Real desde el pueblo de Esgos. Mientras disfrutaba del maravilloso bosque autóctono que rodea al Monasterio, era inevitable no pensar que estaba pisando el camino que recorrió Romasanta, conocido como el hombre lobo gallego, y que en ese mismo camino posiblemente engatusaba a sus víctimas para después hacerlas desaparecer.
A caballo entre la leyenda y la realidad, Romasanta pasó a la historia también con otros apodos: Hombre del unto, Lobishmome, Lobo de la gente o Sacamantecas.
Pero ¿quién era Romasanta?
Romasanta fue el primer asesino en serie del que se tienen pruebas documentales en España… y era gallego.
Su nombre completo era Manuel Blanco Romasanta, nacido en 1809 en el lugar de Regueiro, en la feligresía de Santa Baía, en el municipio de Esgos (Ourense), conocido por ello como el hombre lobo de Esgos. Murió en el penal de Ceuta en 1863, asegurando que una maldición (la fada) lo había convertido en licántropo, situación que le impedía reprimir sus instintos. Se le atribuyen, al menos, 13 asesinatos, aunque él sólo reconoció 9.
Pero Romasanta ha sido y es objeto de estudio no sólo por ser uno de los primeros asesinos en serie documentados a nivel nacional, ni por ser el único caso de licantropía clínica registrado, sino por su peculiar desarrollo que, posiblemente, influyó en el devenir de su historia.
Está constatado, por su partida de nacimiento, que Romasanta nació aparentemente como una niña rubia a la que llamarían Manuela y como tal fue tratada hasta cumplir los ocho años. Manuel tenía órganos sexuales femeninos, pero generaba gran cantidad de hormonas masculinas. Los estudios forenses llevados a cabo en la actualidad, coinciden en que Manuel sufría hermafroditismo. Las historias cuentan, además, que Romasanta no alcanzó el metro cuarenta de altura.
Otra versión nos habla de que con fecha posterior a su nacimiento se le añadiera una a a su nombre (Manuel) para así enmascarar el origen de un ser repudiado por sus vecinos.
Parémonos un momento y hagamos un esfuerzo imaginando la vida de Manuel siendo un niño, en lo más profundo de la tierra Gallega, a principios del siglo XIX, donde la persistente presencia de la niebla, los frondosos bosques y las creencias, posiblemente invitaban a buscar explicaciones celestiales o infernales. Cuesta creer que Manuel no fuese condenado por brujería, acusado por la Iglesia, o encerrado a cal y canto en cualquier cuchitril. Evidentemente no existen documentos de la época que atestigüen la infancia de Manuel. Es posible que la enfermedad antes comentada fuera la causante de los horribles hechos que marcaron su vida.
Pese a las circunstancias que rodearon su nacimiento y el desarrollo de su niñez, Manuel sabía leer y escribir, algo inédito en una época en la que el analfabetismo era predominante, y más en estas tierras. Este hecho en el contexto de la época solo puede ser debido a tres circunstancias: o Manuel desarrolló una inteligencia elevada que le facilitó el autoaprendizaje, o era fruto de una familia desahogada que no dudó en aunar esfuerzos para proteger a un niño diferente, o bien la Iglesia lo había acogido y lo había formado.
Fuese lo que fuese lo sucedido, de las actas judiciales se desprende que Manuel era una persona que no sólo sabía leer y escribir, sino que cuidaba su léxico a la hora de expresarse, lo que también le dotaba de un cierto poder de seducción y de credibilidad ante el pueblo, algo, que sin duda, le ayudaría a la hora de captar a sus víctimas.
A los 22 años Manuel contrae matrimonio con Francisca Gómez, y ejerce como sastre, pero tres años después su mujer fallece y cambia su oficio por el de buhonero (vendedor ambulante), recorriendo el noroeste de la península ibérica, lo que facilitará su modus operandi.
Los crímenes
Podemos situar el primer crimen de Romasanta en León, en torno al año 1844. Se le atribuye el asesinato de un alguacil –Vicente Fernández- que lo perseguía para embargarle una deuda contraída con un tendero. A raíz del ese asesinato, Romasanta se enfrenta por primera vez con la Justicia, siendo condenado a 10 años de prisión. Pero Romasanta se dio a la fuga. Fue declarado en rebeldía pero logró esconderse y vivir durante meses criando ganado en la frontera galaico-portuguesa.
Es por entonces cuando Romasanta prueba la sangre e inicia el camino hacia el asesinato en serie que ya no finalizará hasta su apresamiento.
Romasanta reaparece en el pueblo de Allariz, en Ourense, en el que se asienta como un vecino más, y entabla una gran relación con el párroco. Con su apariencia de hombre piadoso, amable y culto –recordemos que sabía leer y escribir-, se convierte en un vecino ejemplar dispuesto a ayudar a los demás.
En un mundo rural castigado por el hambre y la falta de porvenir, era habitual que se intentase buscar un futuro mejor fuera de Galicia. En este contexto conoce Manuel a Manuela García Blanco y su hija, a las que no duda en ofrecerles una buena casa en la que trabajar en Cantabria. Se brinda a acompañarlas, reapareciendo en el pueblo semanas después contando la historia de la fabulosa casa que les había encontrado, acompañándola de una carta que entregó a los familiares de sus víctimas para no levantar sospechas. Evidentemente la carta había sido redactada por él, pero no al dictado de Manuela y su hija.
Alentadas por este futuro prometedor, el camino de Manuela fue seguido por Benita García, Josefa García y Antonia Rúa, acompañadas en muchos casos por sus hijos e hijas de corta edad. Todas ellas emprendieron un camino sin retorno, agradecidas por la escolta voluntariosa de Manuel Romasanta para surcar las muchas veces tenebrosas sendas de la Galicia del siglo XIX. ¡Ninguna de ellas llegaría a su supuesto destino!.
Sus víctimas eran mujeres, en ocasiones acompañadas por sus hijos o hijas, que pertenecían a los municipios de Laza, Montederramo y Vilar e Barrio. Se calculas 9 víctimas, y varones y dos mujeres, con edades comprendidas entre los tres años, de Peregrina Rúa, y los 50 años, de Josefa García.
Pero, pasado el tiempo y ante la falta de noticias de las desaparecidas, los vecinos comienzan a sospechar del tendero. Los rumores de que vendía grasa y jabón en el vecino Portugal, extraídos de la grasa humana, y el hallazgo de varias pertenencias de las víctimas que habían sido vendidas, se extendieron rápidamente por el pueblo. Alertado por el párroco, Romasanta huye a Castilla. Al llegar allí intenta hacerse pasar por un jornalero gallego más de los que habitualmente se desplazaban para la siega, aportando una documentación falsa que le identifica como Antonio Gómez.
En el camino de su huida, Romasanta deja un reguero de desapariciones hasta que, finalmente, es apresado en Toledo en el año 1852 y trasladado a Allariz para ser juzgado. Romasanta tiene 43 años.
En el momento de su apresamiento, Romasanta no cuenta con identificación, pero si lleva consigo un calendario lunar, documento curioso en relación con su declaración posterior en la que justifica sus crímenes en el embrujamiento sufrido (por causa de una fada) que hacía que se convirtiese en hombre lobo en contra de su voluntad.
El juicio: la leyenda del hombre lobo
Se inicia así un proceso judicial, que durará 2 años, cuyo testimonio documental se haya en el archivo del Reino de Galicia, iniciándose su sumario con la frase “Va de oficio la causa 1778 contra el hombre lobo Manuel Blanco, por varios asesinatos. Allariz, Abril de 1853”. El sumario judicial consta de 7 tomos que suman más de 2.000 páginas y se convierte en el primer caso de un asesino múltiple, conocido e investigado por el sistema judicial español, del que se tiene constancia, y en la única causa contra un hombre lobo.
Romasanta confiesa haber matado a 9 de las 17 víctimas que se le atribuían y justifica su proceder en una maldición realizada por una fada en la noche de San Pedro, maldición que provocaba que se transformase, las noches de luna llena, en un lobo, y cuyos instintos le llevaban a matar y devorar a sus víctimas. Señala en su declaración, que tras recuperar su forma humana, cinco días después, y con ello el uso de la razón perdida, recordaba lo que había hecho y, en consecuencia lloraba sin consuelo. Concluía afirmando que la maldición duraba unos años, y que estos ya se habían cumplido.
Nace así la leyenda del hombre lobo, derivada de unos asesinatos en serie en los que nunca fueron hallados los cadáveres.
Ante esta aterradora confesión, su abogado, Manuel Rúa Figueroa, inicia una tenaz defensa fundamentada en 2 pilares: el valor de la confesión y su (in) capacidad mental.
El presunto asesino es examinado por 6 facultativos de Allariz, 4 médicos y 2 cirujanos, que concluyen afirmando que no ven causa mental alguna que le llevase a cometer esos asesinatos. El acto procesal concluye que no hay el más mínimo vestigio de haber perdido la razón. Se trataría, en consecuencia, de un malvado de claro entendimiento.
Ante la conclusión unánime de los facultativos, Romasanta es sentenciado a muerte por garrote vil.
Pero… llegados a este punto, y ante la solicitud de un hipnotizador de teatro conocido como Doctor Philips -posiblemente a instancia del abogado del propio Romasanta-, la reina Isabel II conmutó la pena de muerte por la de cadena perpetua, atendiendo la petición fundamentada en el argumento de que Romosanta podría ser objeto de estudio por parte de la comunidad científica, algo que nunca sucedió.
Su fallecimiento tuvo lugar en el penal de Ceuta en 1863, aunque se desconoce dónde están enterrados sus restos, pero su leyenda perdura a través de los años y su espíritu, todavía hoy, ronda los caminos gallegos.
Si paseas por el Camino Real de Esgos posiblemente un escalofrío recorra tú espina dorsal y apurarás el paso para llegar hasta o Peto das ánimas que te transmitirá una cierta tranquilidad.
Las teorías de su comportamiento
Muchos son los estudios que se han realizado sobre la persona de Romasanta, llegando a formularse distintas teorías en relación con las causas que le llevaron al asesinato de sus víctimas:
- Por un lado se han señalado causas económicas. La ambición de Romasanta le llevaría a acometer una serie de asesinatos que le proveían de materia prima para fabricar y vender sus productos (grasa y jabón), además de todas las pertenencias que estas personas portaban en su camino hacia una supuesta vida mejor.
- La enfermedad mental ha sido otra de las teorías barajadas. Su alteración genética, conocida como pseudohermafroditismo femenino, por la cual tenía órganos sexuales femeninos, pero generaba tal cantidad de testosterona que le hacía parecer un varón, podría haber sido el origen del trastorno mental y de conducta.
- Una tercera teoría defiende que la ingesta en mal estado del centeno con el que hacían el pan causado por el cornezuelo (toxina producida por hongos parásitos), conocido coloquialmente como el fuego de San Antonio, fue el origen de las alucinaciones que sufrió Romasanta, creyéndose su historia de que se convertía en hombre lobo en las noches de luna llena.
Lejos todavía de una teoría unánime, lo cierto es que en los días de luna llena en los montes de Ourense cuando se escucha el aullido del lobo, es inevitable no pensar en Manuel Blanco Romasanta, el licántropo de Esgos.
Nuestra Recomendación:
Referencias documentales:
Romasanta, el hombre lobo gallego. En National Gheograpic
Historias de la Historia. De Fernández Amil, I.
Mitoloxía de Galiza. Lendas, tradicións, maxias, santos e milagres. De Vaqueiro, V.
En https://www.youtube.com/watch?v=BACtnVcS8Vk
Imágenes:
Imagen principal en maxresdefault.jpg (1280×720) (ytimg.com)
- Imagen de la partida de bautismo de Romasanta
- Imagen de la portada del juicio contra el «hombre lobo» de Allariz
- Imagen de la reseña de la causa contra el «hombre lobo» de Allariz
en https://criminalia.
Vuestro trabajo (éste) y el del escritor/ufólogo/criminólogo Manuel Carballal, es lo mejor que he leído hasta el día de hoy. Enhorabuena!
Muchas gracias por leernos.