Hoy, vamos a dedicar esta entrada a saber algo más sobre unos personajes fantásticos: los mouros y mouras, seres mitológicos gallegos.
En ambos casos son personajes que forman parte del imaginario popular y de la tradición oral gallega. Son parte del patrimonio inmaterial de la cultura de estas tierras.
Es sabido el gran número de leyendas que surgieron a lo largo de los siglos en Galicia, seguramente en un intento de explicar el origen de ciertas creencias, costumbres, objetos o construcciones que todavía hoy en día perviven al paso de los tiempos. Leyendas que nos hablan de tesoros ocultos, personajes y seres con poderes sobrenaturales, leyendas en las que encontramos historias de ánimas, fuentes milagreiras (la Fonte da Virtude de Culleredo cura ese mal llamado sombra), gallinas de huevos de oro (como la del encanto de Lañas, Arteixo), manos con poderes sobrenaturales (como el caso de la mano blanca que pedía por los vivos en Almeiras, Culleredo), además del sempiterno culto a los muertos, un gran respeto por las fuerzas de la naturaleza y numerosas manifestaciones del poder mágico de penedos y castros. En el de Meirás se dice que hay un tesoro enterrado bajo una piedra y hay una parte hueca de la que sale una música en las noches de luna llena.
En todo caso las leyendas de mouros y mouras nada tienen que ver con los moros que conquistaron todo menos el reino gallego, pervivieron durante siglos, hasta que no hace tanto tiempo, cosa de dos siglos o poco más, algunos eruditos, muchos de ellos hombres de Iglesia y otros estudiosos del pasado, empezaron a arrojar algo de luz y de sentido común sobre la época anterior a la romanización de nuestra tierra.
¿Quiénes eran los mouros?
El origen etimológico del término “mouro”, tiene su origen e palabras celtas y latinas, creado a partir de los términos Mrvos (celta) y Maurus (latín). Sin embargo, el significado más antiguo de la palabra Mouro parece tener más relación con su raíz céltica. Para otros, sin embargo, el nombre podría estar relacionado con el gallego “ouro” (oro).
Hablamos pues de dos tipos de seres mitológicos que aunque compartan nombre, son criaturas bien diferentes.
Según algunas de las leyendas populares, los mouros y mouras eran unos espíritus que habitaban hace muchos milenios en tierras gallegas, asturianas y en el Norte de Portugal. Los numerosos relatos que podemos encontrar sobre ellos podrían tener su origen en leyendas celtas, obviamente de la época prerromana, en un tiempo en que la vida y creencias sigue siendo todavía, en su mayor parte, un gran misterio.
Los mouros nadie sabe de dónde llegaron, pero son famosos por su cautivadora artesanía del oro, la plata y las piedras preciosas. Eran de piel oscura se les presenta como paganos y no bautizados.
Son conocidos también como “encantadores”, “gentes” y “gentiles”, e incluso como franceses, vikingos, celtas. También se cuenta de ellos que poseen poderes sobrenaturales. No son visibles a menos que ellos decidan dejarse ver. Controlan la magia, son paganos, duermen durante el día y pueden llegar a comer seres humanos. Son hábiles constructores de túneles y palacios subterráneos. Tienen grandes cantidades de oro. Hasta sus bueyes y carros son de oro.
Pertenecientes a una raza mítica, se les considera responsables de la construcción, en muy poco tiempo, a veces solo unas horas, de los castros, puentes, castillos, mámoas, excavación de cuevas, grabados rupestres, etc.
Tenían poderes especiales que les permitían vivir bajo algún encantamiento, normalmente bajo tierra, y gustaban de aparecerse a los humanos para proponerles pruebas de valor o intercambios comerciales a cambio del oro que los mouros atesoraban, y de los que eran rudos guardianes. Los mouros serían muy difíciles de ver, pues vivían alejados de los asentamientos humanos, en lugares desiertos y en mundos inhabitables, como las formaciones rocosas. Solamente saldrían de sus refugios para proveerse de alimentos, y en ocasiones especiales, como es el caso de la Noche de San Juan.
Por otro lado, también se consideraba que los mouros habían vivido en tiempos pasados en tierras gallegas, luchando constantemente contra los diferentes pueblos que llegaron a estas tierras: romanos, visigodos, etc. Esta leyenda trataría de explicar el aspecto de fortaleza militar de los castros galaicos.
Desde el punto de vista de la antropología cultural, los mouros han sido siempre considerados como la imagen inversa del campesino; el paradigma del Otro (el no-humano) o simplemente la reminiscencia de antiguos habitantes de Galicia o de dioses y creencias previos a la llegada del cristianismo. Tienen paralelos en otras tradiciones, como los korrigans bretones, los pictos escoceses, los follets de las cuevas catalanas, etc. En realidad los mouros se identifican con unos personajes extendidos por toda Europa y que reciben distintos nombres.
Por otro lado, se cree que los mouros y mouras serían la materialización de las creencias que a lo largo de siglos, los habitantes del lugar le permitían centrar y explicar el origen de los castros las mámoas o túmulos y otras estructuras megalíticas.
Las mouras
Las mouras serían criaturas fantásticas, de enorme belleza, fundamentalmente asociadas con las construcciones megalíticas. Tenían la piel blanca (fruto de vivían bajo tierra o bajo el agua) y vivían bajo tierra o bajo el agua. Tenían los ojos azules y según las zonas, tendrían el cabello rubio, negro, blanco o pellirrojo. Les gustaba utilizar lujosos vestidos y maravillosas joyas, y caminar descalzas, con su largo cabello suelto.
En la mitología gallega, las mouras también eran conocidas como madamas, donas, encantos, hadas…, mujeres bellísimas, seductoras y encantadoras aunque tienen la capacidad de adoptar formas diversas, pero suelen preferir la forma de serpiente o culebra. De costumbres predominantemente nocturnas, en su comportamiento muestra trazas de su vinculación con el agua, la Luna y las serpientes.
Las personas que se encuentran con una moura la verán o bien hilando con el uso y una rueca, o bien a las orillas de un río, fuente o manantial lavando sus cabellos y peinándose con peines de oro, mientras se contemplan en un espejo también de oro. En este sentido las mouras serían el eco de las Matres celtas que buscan dignos maridos, merecedores de gobernar el reino y compartir con ellas sus riquezas. A este fin somete al extraño a diferentes pruebas para demostrar su valor. Las mouras ofrecerían amores a los jóvenes que se encontraban, y lo hacían mediante unos rituales con diversas variantes. En unos casos toman la forma de un dragón que se enrosca en torno del pretendiente y le solicita que la bese nueve veces en la boca, en otros le pide que retire un clavel que lleva en la boca, o bien, dar nueve vueltas en torno al castro más cercano.
La persistencia del número nueve en todos los rituales indica claramente su origen celta.
Otro tipo de mouras, que representarían a la madre Naturaleza, tenían el poder de volar y transportar así enormes piedras con las que hacer las majestuosas construcciones megalíticas (mámoas, dólmenes, etc).
Por lo general, los relatos de las mouras son muy similares a los de las legendarias ninfas: bellas mujeres que al parecer podían ser vistas en cuevas, ríos, pozos y otros lugares en los que había tesoros ocultos. Se han observado también similitudes entre las mouras y los “mairu”, elemento importante de la mitología vasca. También encontramos paralelismos en las “xanas de la mitología asturiana, y las “anjanas” cántabras.
Lo que conecta todos estos relatos es que en todos los casos se describe a una bella mujer con cabellos largos y sueltos. Aun así, existen variaciones dentro de esta historia. Las más populares entre ellas son la de la leyenda de Pedra-Moura, que vive entre las piedras, la de la Princesa Moura, una hermosa rubia que pasa mucho tiempo con su mascota –una serpiente, y la de la Moura fiandeira, conocida por ser una excelente constructora de castros.
Leyendas en torno a los mouros y mouras
Una de las características que se les suele asignar a las mouras es, además de su belleza y gran estatura, que tienen una notable fuerza.
En algunas leyendas se habla de amores entre humanos y mouras, y en general, la imposibilidad de los mismos. Una de esas historia narra que en una ocasión llegan a Domaio, en la zona pontevedresa del Morrazo, un mouro y su hija de gran belleza. Un mozo del lugar queda prendado de ella, con el añadido de ser correspondido; pero el padre mouro se entera y asesina al joven y mata a todo su ganado. Al enterarse su hija, enloquecida se tira a las aguas de la ría hundiéndose en las mismas. Pero se piensa que sigue viva pues se escuchan a veces lloros procedentes del lugar.
La leyenda de la Casa Moura
En una ocasión, un labriego se dirigía una mañana a la feria y, al pasar por la Casa de la Moura se encontró con un mouro que le preguntó a dónde iba. El hombre le contó entonces que se dirigía a la feria con la intención de comprar unos cerdos. Aprovechando la situación el mouro le hizo un encargo: que comprase para él dos de los mejores cerdos, y que se los trajese y procurase le acompañasen también los vendedores de los gorrinos.
Al regresar el labriego con los animales y sus dueños el mouro pagó a ambos, quedándose él uno de los cochinos y el campesino el otro.
El mouro también le pidió que todas las mañanas le trajera una medida de leche, pero que no se lo contará a nadie. El hombre así lo hizo. Todas las mañanas se acercaba allí con la leche, no veía al mouro ni nadie, sólo encontraba una moneda. Al poco tiempo el labriego empezó a tener bastante dinero y su mujer, que nada sabía, andaba preguntándole todo el día de donde venía esa riqueza. Tan pesada se puso su esposa que el hombre terminó por contárselo. A la siguiente mañana cuando el hombre fue con la leche a la casa de la moura no encontró ninguna moneda, sólo un letrero que decía: “Hablaste. Corneaste.”
La moura de Pena Molexa
En el municipio coruñés de Narón, en la parroquia de San María Maior do Val, en Vilasuso, encontramos la Pena Molexa, a unos doscientos metros del castro de Monte do Castro. Se trata de una lugar lleno de creencias mágicas. Las leyendas en torno a este lugar dicen que hay un tesoro que en el día de San Juan toma la forma de una gallina y sus crías de oro. Otra creencia es que hay un tesoro escondido vigilado por una serpiente. También se dice que en realidad la Pena Molexa es una moura petrificada como resultado de un hechizo, encantamiento que solo se rompe durante un tiempo determinado en la Noche de San Juan, de tal forma que la roca torna en una hermosa mujer que ofrecerá a aquellos que se topen con ella la posibilidad de escoger entre ella misma y sus tesoros. Como el hombre, avaricioso por naturaleza, eligiese los tesoros, la mujer volvería a convertirse en roca hasta la siguiente Noche de San Juan.
En torno a Pena Molexa existen otras leyendas como la que cuenta que un día llegó junto a ella un hombre con un libro mágico, y sentado sobre la roca leyó el libro de manera normal, y luego lo leyó al revés (de la última palabra a la primera). Al finalizar la lectura de la roca salieron tres mulas de oro, cargadas con alforjas llenas de oro y sin saber que aconteció, lo cierto es que las mulas, su tesoro y el lector desaparecieron.
Para celebrar estas creencias, todavía hoy en día, el Ayuntamiento de Narón y la Asociación de Vecinos de Os Irmandiños organizan una romería en la Noche de San Juan.
Las mouras del Treboal
En Covelas, municipio de Os Blancos, Ourense, vivían una mouras y una joven, de nombre María, que un día mientras paseaba por el monte, oyó como la llamaban a gritos. Se acercó a las rocas de donde procedían las llamadas y se encontró con unas mouras que le dijeron que le daban una cesta de habas que se convertirían en oro si no se lo contaba a nadie. Por el contrario, si llegaba a decirlo, la matarían. La joven María prometió no decir nada, y se dirigió hacia su casa con una cesta de habas. Al llegar a su casa, su madre le inquirió por lo que llevaba allí. María respondió que no podía decírselo, por lo que su madre la amenazó con darle una paliza si no se lo contaba. Como no tenía alternativa, María le dio el cesto, y la madre al abrirlo se encontró las habas, y no el oro. Al día siguiente la chica volvió al monte y las mouras la mataron.
Historia en el Castro de Lañas
Historias parecidas encontramos en otras localidades, como es en el caso del Castro de Lañas, en Arteixo (A Coruña), donde se dice que desde hace mucho tiempo vive una gallina y con sus polluelos, todos de oro, que salen tranquilamente a pasear de madrugada, pues a los hombres les resulta imposible, por el encanto que pesa sobre ellos, hacerse con ninguno.
Se dice que la gallina es una mujer, un hada, que sale antes de que ampute el sol en las mañanas de primavera al castro. La joven, que es de gran belleza, se sienta en el Castro a peinarse su cabellera rubia con un peine de oro.
Cuenta la leyenda que una mañana dos niñas estaban cuidando el ganado cerca del Castro, cuando vieron aparecer un caballo de color castaño claro, casi dorado, del tamaño de un hórreo, y encima de él un gigante. Asustadas, las niñas corrieron a su casa para contárselo a su madre. Al escuchar lo acontecido, la madre pensó en el tesoro que podrían haber obtenido si las niñas no hubiesen huido, por eso les dio unas sencillas instrucciones: si volvían a encontrarse con la misma escena, debían extender su pañoleta delante del hombre, agarrando una de las puntas y le dijeran: “Dame de tu riqueza y yo te daré de mi pobreza”. Entonces el caballo se habría convertido en oro y sería suyo. Pero, esta historia no tuvo el final esperado, pues las niñas nunca más volvieron a ver ni al caballo ni al gigante.
La moura-serpiente del Castro de Negros
En el Castro de Neros, en el municipio de Redondela, Pontevedra, encontramos una moura que vive dentro de la montaña, bajo una aldea castrexa, en el interior de una cavidad llamada la “iglesia da Preta” (preta en portugués, significa: negra). Aunque hay diferentes versiones, hay referencias de que la moura era la reina de la fortaleza de la montaña, y que allí hacía grandes banquetes con caballeros que venían a visitarla. En otras versiones sale por las mañanas a recibir al sol naciente y hace rezos para invocar al astro solar. Por las noches, sale de su cavidad, ya en forma de serpiente y sube hasta el castro, donde se sentaría en la “Cadeira da moura” (silla da moura), una roca al bordo del precipicio, de cara a la ría, en la que se sentaría de nuevo pero conforma de nuevo de hermosa mujer, peinando su cabello. Hasta ella llegarían jóvenes que la pretenden, debiendo romper el hechizo que les impide casar con ella y acceder a sus tesoros. Para ello encontramos la repetida historia de la serpiente con un clavel en la boca.
La Peña de la Moura, de San Xulián de Tor
Esta historia acontece en esta parroquia del municipio lucense de Monforte de Lemos. Encontramos en las proximidades del castro del Eivedo, la Peña Moura, también conocida como la Peña de las Cruces. Se cuenta que ahí vivía una moura que un día se encontró con una joven del pueblo que le ofreció leche de las cabras. La moura para recompensarla le llenó el mandilón de piedras y le dijo que se convertirían en oro si no las miraba hasta llegar a casa. Pero la impaciencia pudo con la joven, echó un vistazo antes de tiempo, por lo que al llegar a su casa se dio cuenta de que todas seguían siendo piedras, salvo una, que había quedado oculta en los pliegues de su mandil, que era de oro.
La fuente de Pormás
Corría por tierras hispanas una historia que contaba las maravillosas cualidades de la Fuente de Pormás, que se encuentra en la parroquia de Castañeda, en el municipio coruñés de Arzúa. Estas nuevas llegaron a oídos de una mujer castellana, mujer que deseaba deshacerse de sus tres hijas, por lo que al saber que la citada fuente encantaba a las jóvenes doncellas, las envió a esas tierras. Pero al transcurrir los años, la mujer, seguramente por encontrarse en el ocaso de su vida, sintió añoranza de sus hijas. Decidida a recuperarlas encargó a un hombre de Arzúa, que fuese a recuperarlas, a cambio de decirle como hacerse con un gran tesoro. Para ello el paisano debía llevar tres bollos de pan, y al llegar a la fuente y arrojar allí los tres bollos diciendo: “Aureíña, aureana, toma este bollito que te manda tu ama.”
Antes de partir para la misión encomendada, el paisano guardó los panes en un arcón y se dedicó a realizar las labores propias de su trabajo. Entretanto, la esposa del hombre, movida por la curiosidad miró por el ojo de la cerradura del arcón.
Al amanecer, cuándo el joven fue a la fuente a cumplir con el encargo recibido, arrojó el primer bollo de pan y, como consecuencia, salió de la fuente una joven que huyó corriendo del lugar. Lo mismo sucedió con la segunda. No así con la tercera, pues con ella, las aguas empezaron a agitarse y se oyó una voz de mujer diciendo: “Íbamos a ser felices, pero por culpa de tu mujer se dobló mi encanto. Toma este ceñidor y pónselo a tu mujer.”
El hombre cogió la prenda que le había dado el encanto y regresó a su casa. Pero antes de llegar se detuvo a descansar en un castañar. Colgó el ceñidor de una rama de un castaño y al punto éste empezó a arder no dejando nada del árbol. La moza encantada quedó allí durante mucho tiempo, hasta que hubo una tormenta y la muchacha salió de la fuente en la figura de un fúsil.
La historia de los Castros de Neirón
Se dice que en los Castros de Neixón, concretamente debajo del Castro Grande, existe un laberinto de túneles y minas excavadas por los propios mouros donde estos guardan gran cantidad de tesoros y riquezas. Y en una de esas galerías hay una especie de viga de oro, pero también otra de alquitrán; de modo que, si alguien tuviese la intención de encontrar los tesoros ocultos bajo tierra, tendría que tener mucho cuidado de no golpear la viga de alquitrán, ya que podría prender fuego a la “Punta de Neixón” o, incluso, quedar atrapado.
Otras historias nos hablan de que en estos castros habitaba una moura; una joven de incomparable belleza que, atardecer tras atardecer, salía al encuentro de jóvenes, en forma de serpiente, llevando una flor en la boca. Para desencantarla, era necesario quitarle con los labios esa flor y el que lo consiguiese podría pedirle a la moura aquello que desease.
La leyenda del Castro das Croas
Se trata de la leyenda de mouras más conocida. Fue publicada por José Casal y Lois en el año 1866 aproximadamente e incluida en la obra Galicia de Manuel Murguía.
En esta leyenda se cuenta que en el monte das Croas vivía una moura que escondía tesoros. Esta moura se aparecía en la Croa del Castro, la piedra que tiene petroglifos, encontrándose a veces con habitantes de la zona que subían con su ganado. En sus encuentros la moura y los paisanos hacían tratos comerciales, cambiando comida a cambio de riqueza. Pero la moura, exigía siempre el máximo sigilo, un pacto de silencio, que en el caso de que no se cumpliese se encontraría con el castigo impuesto por la moura.
El antropólogo Buenaventura Aparicio destaca que el pensamiento tras estas leyendas “no era neutro ni inocente, se corresponde con el pensamiento de la sociedad tradicional gallega”. Incide en que en todas las leyendas está representada la sociedad patriarcal en la que el hombre tiene que demostrar su autoridad ante la sociedad, y la mujer se presenta como la que echa a perder todos los negocios. De hecho, añade que en las leyendas cuando las mujeres consiguen lo que quieren de los hombres siempre va hacia ellas algo negativo, si bien nunca llega porque ellas no son las culpables, los culpables son los hombres porque no las tienen controladas.
La moura del Dolmen de Cabaleiros, en Tordoia
Historia que tiene que ver con la manera en que los habitantes de la zona justificaban la existencia de este espectacular dolmen. Así, los vecinos transmitieron de generación en generación la historia de una moura que había sido vista tejiendo en el interior de esta estructura formada por siete piedras cubiertas por una gran losa de más de 12 metros cuadrados, de ahí que fuese conocida popularmente como la Casa da Moura.
La leyenda del monte Parlaia, en O Morrazo
Dicen que en la zona de O Morrazo, en el Monte Paralaia, hay una cueva repleta de tesoros y de pasadizos secretos que desembocan en el mar, y que sólo en la noche de San Juan se puede acceder a ella para intentar rescatar el oro allí escondido, puesto que sólo en la medianoche del 24 de junio saldrán las mouras que allí viven para lavar y peinar sus cabellos, dejando el acceso libre.
El tesoro de la Cántara da Moura
Cántara da Moura es una peña erosionada que hay en el río Corzos, afluente del Xares, en el municipio ourensano de A Veiga, donde encontramos una hermosa leyenda que os cuenta que en el interior de una cueva vivía una moura muy hermosa. Al salir el sol sale a sentarse junto al río. Allí peina sus cabellos rubios con su peine dorado, mientras aguarda que las jóvenes pastoras de corzos pasen a su lado. Es entonces cuando deja caer su peine. Si la chica se detiene, su deferencia es premiada con unas monedas de oro; si por el contrario no se detiene, la moura castiga su desdén convirtiéndola en una roca más de las muchas que salpican el lugar.
Pedra da moura
En este caso, se cuenta que en Pedra da moura vivían dos hermosas mouras que se convertían en serpientes. Así, cuando ambas volvían de fiesta y regresaban de nuevo hacia el monte, acompañadas por algún joven, solo les permitían llegar hasta un cierto punto. Pero un día, uno de esos jóvenes pretendientes no hizo caso a las indicaciones de las mouras y las siguió hasta la piedra, donde fue testigo de cómo se convertían en serpientes.
En una variante de esta historia el joven acompaña a la moura pues esta pretende romper el encantamiento, diciéndole que no debe asustarse verlo que vea, pues si no el hechizo no se desharía. El joven llega con ella hasta la “Piedra”, y cuando la moura se transforma en serpiente y se le acerca con un clavel en los labios, el chico huye aterrorizado, impidiendo así el desencantamiento.
La moura de Francelos, en Ribadavia
También en tierras ourensanas, en esta ocasión en la aldea de Francelos, perteneciente al municipio de Ribadavia encontramos una nueva historia en torno a las mouras.
En una pila megalítica solía apostarse una moura para peinar, con un peine de oro sus rubios cabellos. La moura era vista desde lejos, pero nadie se atrevía a acercarse, hasta que un día uno si lo hizo, entablando conversación con la moura. Ésta le contó al mozo que ella y su gran tesoro eran presas de un encantamiento, y que si quería ayudarla, debía acudir a junto ella una noche que concretasen, presentándose ella como una serpiente con un clavel en la boca, y debiendo él únicamente dejarse abrazar por el reptil y retirar con sus labios el clavel que llevaba la serpiente en los suyos. Llegado el momento, el joven cumplió la primera parte pero cuando la serpiente acercó sus labios a los suyos para que pudiese retirar el clavel, el mozo sintió miedo y asco, por lo que se soltó violentamente de la serpiente, que cayó muerta, y se escuchó un fuerte ruido en el monte.
De todos modos, no existe leyenda específica alguna sobre el origen de las mouras. Toda región tiene sus propias versiones de estas historias. De hecho pueden variar incluso de una población a otra población vecina.
La mouras en Portugal
El folclore lusitano, al igual que el del resto de Europa y Asia, está plagado de referencias a seres sobrenaturales que viven o se ocultan bajo el subsuelo. A veces estos lugares imaginarios tienen una puerta que conecta con el mundo de los vivos, y esa entrada suele estar en lugares remotos o inaccesibles.
Los europeos prehistóricos transmitieron leyendas sobre poderosas y misteriosas mujeres constructoras de los megalitos europeos. Según relataban, estas mujeres podían conceder riqueza, fertilidad en los campos y fantásticos regalos como la agricultura y la elaboración de la cerveza a quienes ellas quisieran, a cambio de solo un poco de leche. Pero por otro lado también fueron descritas como enojadas serpientes, protegidas por toros, capaces de maldecir a la gente y de acumular hasta el oro del mismo sol. Las imaginaban como hermosas serpientes de hendida pezuña o como mujeres-toro, que guardaban los dólmenes y podían hablar con los muertos, hacer girar los rayos del sol e, incluso, crear el mundo.
En su tesis doctoral, Henna Lindström de la Universidad de Helsinki ,en Finlandia, escribió sobre los cuentos tradicionales y las leyendas de antaño que giran en torno a los poderes sobrenaturales de las constructoras y guardianas de los dólmenes portugueses.
La datación por carbono 14 demuestra que los europeos comenzaron a construir tumbas megalíticas entre el año 4800 a. C. y el 3800 a. C., época correspondiente a los comienzos de la Nueva Edad de Piedra o Neolítico. Al principio los megalitos eran menhires, simples piedras verticales, aisladas; pero luego comenzaron a crear cromlechs o círculos de piedra. Los habitantes de Portugal fueron de los primeros en construir megalitos, allá por el 4800 a. C. Sólo en Iberia hay más de 60 megalitos conocidos.
En cuanto a las mujeres que los construyeron, “El folklore deja bien claro que estas mujeres estaban cerca de ser omnipotentes: poseen vida eterna, juventud, belleza, riquezas, sabiduría y habilidades y conocimientos, que transmitieron a la humanidad. La mayor parte de estas habilidades conecta a las mouras … con la revolución Neolítica—las mouras enseñan a los humanos a hilar, tejer, a elaborar queso y cerveza, y a arar y además les entregan la oveja, el cerdo y la vaca como regalos”, explica Lindström.
Las leyendas varían con el paso del tiempo. Relatos más recientes nos hablan de las mouras como mujeres moras víctimas de un encantamiento eterno, obra de sus padres, para que guarden tesoros ocultándolos bajo tierra o en los dólmenes.
Otras historias cuentan que viven en palacios de oro y plata, esperando el día en que las liberen. Día que llegará cuando un hombre bese a la moura estando ésta bajo la forma de una gran serpiente. En otras versiones el hombre debe aceptar ser devorado para, luego, ser defecado nuevamente como humano.
Las apariciones de mouras y su interacción con el mundo real están relacionadas con los momentos de solsticios, equinoccios y plenilunio (casualmente, justo cuando los megalitos son utilizados de forma ritual). Es entonces cuando transmiten su conocimiento ancestral y destreza a las personas que se acercan a visitarlas con la actitud adecuada. Las manifestaciones de mouras en las leyendas pueden darse en forma de animales, como toros, vacas, cabras o serpientes. En este último caso, tal como se recoge en los estudios etnográficos de autores portugueses, son representadas cantando y peinándose largas cabelleras rubias o pelirrojas, lo cual dispara la imaginación del oyente y le crea una contradicción, ya que se mezclan las sensaciones de terror y respeto que infunden las serpientes en las zonas agrícolas con la sensualidad y la sabiduría, al dotar a estos seres de voz embaucadora y atributos femeninos. La figura de la serpiente está también asociada a las pinturas rupestres, cercanas a yacimientos megalíticos en el suelo lusitano, cuyo apogeo tuvo lugar bien entrada la Edad del Bronce. Estos se vinculan además con divinidades femeninas europeas de la fertilidad, como la minoica Rea, la fenicia Astarté y las griegas Artemis, Atenea, Hécate, Deméter y Perséfone. Por otro lado, son conocidas las representaciones de serpientes devorando el sol; alegorías del ciclo de la vida y muerte o de las estaciones, ya que los ofidios hibernan en madrigueras en el subsuelo (el Mourama o inframundo de la mitología portuguesa) y mudan la piel, así que resultan perfectas para explicar los ciclos de muerte y nacimiento.
Conclusiones
En numerosas ciudades y aldeas de la costa atlántica, tanto en España como en Portugal, pervive, de alguna forma, la creencia en las hadas y la existencia en mouros y mouras.
En el origen de estas leyendas en torno a los mouros y mouras, subyace la necesidad de fundamentar la creencia en algo que explicase la existencia de las obras grandiosas en piedra. Una sociedad por entonces totalmente aislada, sin ningún tipo de conocimiento al respecto, incapaces de imaginar cómo se podría haber construido un castro celta, un dolmen o un túmulo funerario, con piedras tan grandes, imposibles de mover o transportar con la “tecnología” entonces conocida. La respuesta en muchas civilizaciones y culturas la asociaron a la creencia en “gigantes”.
Y es que las enormes piedras de los dólmenes y de los menhires sólo podían ser obra de seres con gran fuerza física, personajes sobrenaturales. Y así es como debieron de nacer las leyendas que atribuyen a las mouras y a otras figuras míticas el origen de dichos monumentos. Ahora bien, ¿por qué precisamente a esos seres imaginarios? Es evidente que las leyendas no fueron creadas de la nada, nacieron a partir de viejas creencias que se conservaban en la tradición oral de los campesinos. Esas creencias venían de muy atrás, eran parte de la visión del mundo que tenían los antepasados, que se fue transformando en relatos folclóricos con el paso del tiempo y, sobre todo, con la aceptación de las doctrinas cristianas; produciéndose así un fenómeno de aculturación que ha llegado hasta nuestros días. Es difícil averiguar sus orígenes, pero debieron de nacer en una época en la que tanto las Islas Británicas, como Bretaña y el noroeste de España, pertenecían a un mismo tronco cultural, que podría ser anterior a la civilización céltica, pero no posterior a ese pueblo, puesto que la impronta romana en los países nórdicos, en los que se conservan esas leyendas, fue prácticamente nula.
Por otro lado, hay que tener en consideración que muchos monumentos megalíticos están relacionados con tradiciones paganas que el cristianismo intentó suprimir: como determinados ritos de fertilidad y prácticas de curación, algunas de las cuales aún se continúan efectuando. Uno de los procedimientos que utilizó la Iglesia para acabar con esas prácticas fue cristianizar las leyendas, atribuyendo al Diablo o a las brujas la construcción de determinados megalitos y también las formaciones natura[1]les de rocas a las que se rendía algún tipo de culto pagano. Las divinidades femeninas, que advertimos tras esos personajes de Viejas, de mouras y de hadas, se convirtieron, en muchos casos, bajo la influencia del Cristianismo, en brujas repulsivas; con el fin de que el pueblo rechazara así cualquier lugar u objeto relacionado con ellas. Pero también, cuando el arraigo de las creencias paganas era muy fuerte, lo que intentó la Iglesia fue adaptarlas a su credo; y donde antes había una moura, se situó a una Santa o a una Virgen. Hasta incluso algunas imágenes de la Virgen muestran la influencia de esa antigua divinidad femenina. Así, en Póvoa de Varzim (Portugal) se sacaba en la procesión de Semana Santa una imagen de la Virgen que llevaba en la mano una rueca e iba hilando.
En estas tierras los mouros serían un pueblo pagano de criaturas de gran tamaño, de pies oscura y con una tipología física con ciertas deformidades. Atesoraban oro y habrían construido aquellos lugares.
En cambio las mouras, eran seres hermosos, de piel pálida, cautivadoras, también constructoras, pero mágicas, no precisado la envergadura física de los mouros, y que custodiarían grandes tesoros.
La noche de San Juan es especialmente importante para encontrarse o tratar con una moura, ya que es una noche mágica, en la que puedes conseguir sus riquezas, o quizás algo más, a cambio de un trato.
Es importante también tener en cuenta la íntima relación, tal y como hemos visto en las leyendas antes expuestas, entre las serpientes y las mouras. Y sobre las serpientes hay mucho que contar (seguramente en otro post), pero podemos decir que uno de los antecedentes remotos del pueblo gallego son los “saefes” o raza de serpientes, identificada por algunos historiadores como el pueblo celta. En toda Galicia se rindió culto a la serpiente, que fue símbolo de la tierra. De hecho, numerosos restos arqueológicos y objetos da época castrexa confirman a presencia significativa de la serpiente en la cultura del nororeste peninsular.
Se creía que las serpientes no morían de muerta natural, sino que volaban, de viejas, al río Jordán, y después al mar. En este vuelo podían echar la sombra (hechizo) sobre las personas. Además, al ver una serpiente había que matarla porque cuando volaban al Jordán decían: “Maldito el que me vio y no me mató”.
Son muy frecuentes en la literatura popular gallega as leyendas sobre serpientes y mouras.
Por otro lado, reseñar que la intercesión de las mouras está presente en numerosas leyendas tradicionales de la zona. Incluso hay una canción popular gallega que tiene que ver con ello: Unha vella no tempo dos mouros/ fixo da cona unha praza de touros/ E fixo ben, e fixo ben / na súa cona non manda ninguén.
Según el historiador Andrés Pena Graña, “la moura buscaba un marido para casarse con él y hacerlo rey. Cuando moría el rey, buscaba otro. Por eso, la iglesia católica la convirtió en una especie de prostituta, que se acostaba con todos, pero el pueblo gallego la absolvió”, como dice la letra de la canción.
A pesar de que la iglesia optó por representar a estas mujeres con los genitales expuestos en los canzorros de las iglesias, los gallegos siempre miraron con simpatía las historias de mouras: “La iglesia no pudo convertirlas, como pretendía, en una especie de malas mujeres. A día de hoy, son los seres mitológicos más importantes de la historia de Galicia”.
Por último, la presencia de esos seres fue tan importante que todavía encontramos en Galicia multitud de sitios con el topónimo de mouro o moura, casi siempre cerca de lugares con vestigios de construcciones u ocupaciones antiguas. Así encontramos lugares con nombres como: Cova dos Mouros, Eira dos Mouros, Pena dos Mouros, Ponte dos Mouros, Porta do Mouro, Portedemouros, Poromouro, Mourosca, Mouriscados, Mouriscal o Vila de Mouros, entre otros. Lo mismo acontece en tierras portuguesas donde encontramos la Feira dos Mouros, Toural dos Mouros, Chao dos Mouros, Couto dos Mouros o Castelo dos Mouros.
La misma difusión encontramos en localidades relacionadas con las mouras: Casa da Mora, Penedos da Moura, Cuna da Moura, Chan da Moura, Pía da Moura, Fonte da Moura, Poza da Moura, Fraga da Moura o Penamoura. Y en Portugal encontramos: Casa da Moura o la Cova da Moura.
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Nuestra lectura recomendada
Referencias
Guía de campo de Galicia encantada. De Reigosa, A. Edic. Xerais
Mitoloxía de Galiza. Lendas, tradicións, maxias, santos e milagres. De Vaqueiro, V. Edit. Galaxia
Mouros, ánimas, demonios: el imaginario popular gallego. De Llinares García, M. Edit Akal
Lasmouras constructoras de megalitos. Estudio comprativo. De Alonso Romero, F. Anuario Brigantino