Bella, seductora, tenaz, fuerte, con cierto grado de arrogancia, así podríamos definir a María Casares, la gallega olvidada. El próximo año será el aniversario de su nacimiento. Cien años después, esta gran diva del teatro, idolatrada en el país vecino y olvidada en la tierra que la vio nacer, merece ser recordada.
Era hija de Santiago Casares Quiroga y de Gloria Pérez Corrales, María Victoria Casares Pérez, Vitola como la llamaba su padre, nació en A Coruña en 1922 y falleció en Alloue, Francia, en 1996. La tierra con la que fue hecha, tal y como menciona ella en sus memorias, es Galicia; su patria, el teatro y su país de origen, la España refugiada.
Hija de la cultura popular gallega representada por su madre y de la cultura intelectual representada por su padre, María Casares, forja un carácter férreo que le ayudará a superar los avatares que el destino le tiene preparado.
Su padre, presidente del Consejo de Ministros en el gobierno de la II República española, ha quedado vinculado al golpe de estado de 1936. Terminó sus estudios de derecho en Madrid, donde fue padre de una niña en 1910, Esther Casares Quiroga, a la que reconoció y llevó con él a su ciudad de origen. Llama la atención que Esther Casares lleve los dos apellidos de su padre como hija de soltero, al revés de lo que habitualmente venía sucediendo en la época; lo que evidencia su ideología liberal poco afectada por los convencionalismos sociales de la época.
Su madre, mujer de origen popular y fuerte carácter, se convierte en el apoyo de María a lo largo de su vida, de la que nunca se separa. Es su madre quién empuja a María al teatro. Gloria Pérez, costurera en una sombrerería e hija de una cigarrera, dinamitó las barreras de clase al casarse con Santiago Casares, eminente protagonista de la burguesía coruñesa.
Los primeros años de María transcurren entre A Coruña y una finca en Oleiros, ayuntamiento limítrofe con el coruñés. Con la instauración de la República en 1931 y debido a la trayectoria política de su padre, la familia se traslada a vivir a Madrid. María se siente por primera vez exiliada, palabra que le va a acompañar a lo largo de su vida, en la que sería conocida como la “actriz del exilio”.
María siente más el exilio de Galicia a Madrid que el de España a Francia, pese a que todos los veranos regresa a Montrove (Oleiros). Su vida cambia en Madrid, dónde pierde la libertad a la que estaba acostumbrada. Lejos quedan sus paseos por los arenales de la playa de Bastiagueiro, sus juegos y sus amistades.
Poca huella ha dejado María Casares en Galicia. Su casa, expoliada por los vencedores, convertida en la actualidad en un museo-homenaje; y algunas cartas y fotografías que conserva la familia de su amiga de la infancia Pilar López Novoa.
En Madrid se convierte en la hija de un personaje público. Se matricula en un instituto dónde recibe una formación de vanguardia dirigida a las élites de la República. De este instituto María guardará un hermoso recuerdo a lo largo de su vida por la libertad que en el mismo se respiraba en contraste con el Liceo de París que la aguardaría años después.
Es en Madrid donde María descubre el cine y el teatro; pero también vive en primera línea el golpe de estado y el inicio de la guerra civil española.
A los 14 años, y debido a los acontecimientos políticos de España, María y sus padres se exilian en Paris. En noviembre de 1936, abandona Madrid junto con su madre. Se instalan en París donde económicamente son ayudadas por una pareja de actores, ambos simpatizantes de la República, quienes verán las grandes capacidades que tenía María para la interpretación.
Pese a su pobre nivel de francés, María accede al conservatorio de París después de su tercer intento en 1940. Durante ese tiempo asistió a clases de teatro. A los 19 años actúa por primera vez ante el público. María tiene que aprender a interpretar y vivir en otro idioma.
Después de esta primera interpretación teatral, comenzó su ascenso como actriz, se había ganado un nombre y dio comienzo a un imparable ascenso en su carrera artística hasta el final de sus días. Su tenacidad irrefrenable impulso su actividad que fluyó a una velocidad extraordinaria.
Pero, en estos inicios, los acontecimientos históricos todavía le deparaban momentos inolvidables.
Una vez finalizada la guerra civil española, su padre se reúne con María y su madre en París. En A Coruña, bajo un estrecho control policial, quedan su hija Esther y su nieta. Su yerno, combatiente en el bando republicano, logró exiliarse en Méjico al inicio de la sublevación militar. La casa de la coruñesa calle Panaderas es requisada por el régimen. Esther acaba en la cárcel, separada de su hija y sin que pueda abandonar España hasta 1954, año en el que tras una visita a María, se va a vivir a Méjico.
Pero la tranquilidad el exilio se ve empañada por la ocupación nazi de Francia por los alemanes en 1940. Santiago Casares huye a Inglaterra en compañía de Juan Negrín, presidente de la República en el exilio, donde residirá hasta el final de la II Guerra Mundial.
Mientras tanto María se consolida como una gran actriz de teatro. Al final de la II Guerra Mundial, Santiago regresa a Paris, tras su doble exilio.
En París, residían en la Rue de Vaugirard, dónde siempre se acogía no sólo a los españoles que necesitaban un refugio temporal, sino también a familias judías con dificultades con el régimen instaurado.
En febrero de 1950 María sufre un duro golpe con la muerte de su padre, inmóvil en la cama desde hacía tiempo y concentrado casi en exclusiva en sus lecturas y apartado voluntariamente de los círculos republicanos en el exilio.
Anteriormente, el año 1944, María conoce a Albert Camus, su gran amor, premio nobel de literatura, con quién vive un romance durante 16 años, aunque este nunca se separará de su esposa. Camus vive en París, en donde colabora con la resistencia. María define a Camus como el continuador de su padre, como el apoyo necesario para continuar su vida. Siempre, según sus palabras, necesitó y tuvo ese bastón primero con su padre, después con Camus y, finalmente, con el que fue su amigo y marido.
El 4 de enero de 1960, a los 46 años, Albert Camus perdió la vida en un accidente de tráfico. «No hay nada más absurdo que morir en un accidente de tráfico», declaraba Albert Camus el 3 de enero de aquel año. Justo al día siguiente, el cadáver del Premio Nobel yacía entre un amasijo de hierros, a orillas de una carretera a 100 kilómetros de París, enclaustrado junto a su editor Michel Gallimard en un deportivo Facel Vega FV3B. Gallimard había perdido el control del vehículo en una recta, bajo la llovizna y a 180 kilómetros por hora, hasta dar con un árbol.
María se siente nuevamente exiliada, pero esta vez ¡de la vida!
Tras la muerte de su gran amor, el actor alsaciano André Schelesser entra en la vida de María desde su más íntima amistad consolidada a lo largo de los años. Ambos adquieren su casa en la Vergne (Alloue) y contraen matrimonio el 27 de junio de 1978.
Al finales de los años cincuenta acepta una invitación para desplazarse a Argentina y hacer teatro en su lengua materna. Allí tomará contacto con la Galicia del exilio, con esos textos imposibles de hacer en su país de nacimiento. Es recibida con gran honor y homenajeada por los grandes intelectuales Luis Seoane, Rafael Dieste, Eduardo Blanco Amor… María, tímida por naturaleza, incapaz de soportar reuniones de muchas personas, vive con gran intensidad este encuentro con su pasado, con su lengua y acento, con su nombre pronunciado de otra manera, como ella misma relata; y se deja arropar por el calor humano del centro gallego.
El éxito alcanzado en Argentina, conllevará nuevas giras por América Latina: Uruguay, Chile, Brasil, Cuba, México, Paraguay… pero sin duda es en Buenos Aires donde María se siente más cómoda.
A la muerte de Franco, en 1975, cuando ya puede regresar a España y pierde su condición de refugiada, adquiere la nacionalidad francesa en agradecimiento a este país su acogida. Regresa a España para representar la obra El Adefesio. Pero no consiguió ser un éxito. El público no estaba acostumbrado a ese tipo de voz, a esa manera de actuar del gran teatro francés; y en castellano tenía acento gallego. Se le reprocha en España lo que se le había alabado en Francia. Pero María defiende con firmeza el orgullo de su nacimiento sin renunciar a esa parte de sí misma. Pese a todo, el homenaje a su regreso fue absoluto: pero ella supo que éste no era su sitio. ¡Se lo habían quitado!
Pese a que realizó, al menos, cinco viajes a España por motivos laborales, no se acercó a Galicia por entender que esta tierra no había rehabilitado la figura de su padre. Consideraba que todavía no se había corregido la impunidad de los responsables, con el silencio cómplice, de la muerte en el exilio de su padre.
María, insensible a los homenajes oficiales tardíos, muy alejados de la cultura, regresa a su país de acogida para no volver. Ella refiere su estancia como una experiencia llena de atención y, a la vez, de retracción. A pesar de la calurosa acogida, María se siente sola. Ha regresado a un país en el que no ha vivido durante 40 años, bañado en la euforia de la naciente libertad en lo que para ella ha sido una normalidad en los últimos años.
Fallece en su casa en Alloue el 22 de noviembre de 1996, donde es enterrada junto a su marido.
En agradecimiento al país que la acogió, María Casares, sin descendientes, donó la casa de La Vergne al municipio. Allí había creado su propia Galicia, a la que siempre recordó como el paraíso de su infancia. En la actualidad su mansión se ha convertido en un lugar de encuentros y conferencias bajo el nombre de La Maison du comédien – María Casares. El edificio y su biblioteca fueron declarados monumento histórico de Francia en 2002.
En España toda la prensa dio noticia de su muerte, pero para la mayoría de la población de este país María Casares era y es una perfecta desconocida. ¡Una desconocida en su tierra!
Lectura recomendada
Referencias
El país: Una exiliada en Paris
RTVE: Mujeres malditas
Una residente privilegiada. María Casares
O tempo das Mareas. De María Lopo00