Tradicionalmente uno de los aspectos más desconocidos sobre el período histórico conocido como Al-Andalus (la zona de ocupación musulmana en la Península Ibérica, que abarcó desde el siglo VIII hasta finales del XV y llegó a ocupar gran parte del territorio español), es la situación en que vivieron los cristianos que hasta entonces habitaban dichas tierras.
Los mozárabes eran los cristianos que vivían bajo dominación musulmana en el Al-Andalus, desde el año 711 hasta finales del siglo XI, conservando su religión cristiana e incluso su organización política, eclesiástica y judicial. Estaríamos hablando de hispano-romanos y visigodos.
Aquellos habitantes contaban con el status de dhimmis (protegidos), y pudieron mantener la práctica mayoría de sus costumbres.
A partir del año mil, los viejos hispanos cristianos, ya habían absorbido la lengua y costumbres musulmanas.
Aquellas gentes estaban obligadas a pagar impuestos, de carácter personal y territorial, a los sarracenos.
Conviene recordar que durante la vigencia de Al-Andalus, hubo cristianos y visigodos que se convirtieron al Islam, por lo que tomaron nombres árabes, y son los llamados muladíes, término que procede el árabe mullawad y que significa: “no nacido de vientre árabe”.
Origen del término “mozárabe”
Etimológicamente, el término mozárabe procede del árabe musta‘rabí, gentilicio del árabe clás. musta‘rab, que significa arabizado.
Los mozárabes (del árabe “mustarab”, que significa “arabizados”) es un término que no lo utilizaron los árabes sino los cristianos de los reinos del norte para designar a los cristianos de Al-Ándalus que emigraban a sus territorios. El primer documento en el que se confirma el uso del término es del año 1024, en el Reino de León.
En los reinos cristianos, la primera vez que se usa el término mozárabe es en un documento del año 1024. Más adelante se empleará sobre todo para referirse a la comunidad mozárabe de Toledo, donde antes y después de su conquista por Alfonso VI de León en 1085 era bastante numerosa. Se repite bastante más el término hispani, dado que hasta finales del siglo XII es bastante habitual denominar Hispania a Al-Ándalus.
El redescubrimiento de los mozárabes se debe al arabista Francisco Javier Simonet con su obra póstuma «Historia de los mozárabes de España deducida de sus mejores y más auténticos testimonios de los escritores cristianos y árabes» (1897). Esta vuelta a las escenas tras un olvido de casi nueve siglos se debía a que, en el contexto de finales del siglo XIX, servía para justificar un carácter inmutable de la “nación española” basado en la religión católica y la lengua española. Esto ha creado en torno a los mozárabes una serie de mitos sobre su religión, su lengua o sus costumbres que distorsionan la realidad histórica.
La historia de los mozárabes
Los árabes iniciaron la invasión de la Península el año 711, encontrándose con el pueblo hispano-romano-visigótico, que había alcanzado una organización política y eclesial y un desenvolvimiento cultural y humano, muy notable. Con una civilización superior incluso al invasor, las gentes hispanorromanas e hispano-godas mantuvieron su personalidad como pueblo y como comunidad cristiana.
Desde el primer momento los musulmanes mostraron un gran respeto hacia los cristianos, que eran, como ellos mismos y como los judíos, “gentes del Libro”, que veneraban la revelación divina, pues consideraban que el Corán era equiparable a la Biblia y al Nuevo Testamento. Como protegidos del Islam, se les garantizó la conservación de sus bienes y de sus derechos privados, así como la libertad para practicar su religión.
A inicios del siglo VIII empezó un lento proceso de aculturación, es decir, que la población indígena adopta progresivamente la religión, las costumbres y la lengua de la nueva clase dirigente de origen árabe. En este último caso, la “arabización” lingüística es más rápida que la islamización, de ahí los judíos y musulmanes arabizados que aun hablando en árabe conservan su religión ancestral.
Los siglos VIII, IX y X fueron de una acusada intensidad histórica, dentro de una rápida evolución que va desde un estado en crisis, hasta el apogeo cultural de la califal Al-Andalus, ejemplar incluso ante el resto de los estados del occidente cristiano.
La conversión religiosa avanzó lentamente hasta la mitad del siglo IX. Entre otras cosas, porque no fue una prioridad para los emires, dado que los árabes, y aun bereberes musulmanes, eran muy inferiores numéricamente y los dhimnies eran útiles a las arcas del estado porque pagaban tributos especiales.
No obstante, poco a poco, las clases altas se fueron convirtiendo al islam o bien emigraron hacia las tierras cristianas del norte. Es el caso de las “élites intelectuales”, sobre todo eclesiásticos vinculados a las familias terratenientes, que se exiliaron en el reino de Asturias o el reino franco y desde allí dirigieron una “guerra cultural” contra el islam peninsular, como Beato de Liébana o Teodulfo de Orleans.
Los mozárabes debían, como dijimos en párrafos anteriores, satisfacer una serie de tributos, unos de carácter personal (yizya) al que estaban sujetos todos los varones con edades comprendidas entre los 20 y los 50 años y que indicaba la sujeción o humillación al Estado islámico y a sus leyes, recibiendo a cambio la posibilidad de practicar su religión sin ser molestados. El otro gran impuesto era de carácter territorial (yaray) y se pagaba por tener residencia en la tierra que pertenecía a los musulmanes.
El matrimonio entre musulmanes y cristianas y viceversa estaba totalmente prohibido. San Eulogio menciona la exclusión del matrimonio entre un cristiano y una musulmana, cuyo incumplimiento, amén de la apostasía de la madre, obligaba a educar a los hijos de padre musulmán y madre cristiana en la religión del padre.
A medida que la cultura islámico-oriental arraigó en los territorios peninsulares dominados por los musulmanes, los mozárabes perdieron importancia y se fueron arabizando. Además, el Estado musulmán se reservó el derecho a intervenir en el nombramiento de las autoridades civiles y eclesiásticas cristianas además de convocar sus concilios.
Hasta el siglo XI la comunidad mozárabe vivió un periodo de relativa tranquilidad, pero a partir de ese momento, con la llegada de los almorávides primero, y de los almohades después, su situación se deterioró y acabaron por ser masacrados, esclavizados y expulsados por estos últimos.
Los mozárabes más intransigentes dirigidos por Eulogio de Córdoba, entre los años 851 y 869, se levantaron contra los musulmanes. Buscaban de forma voluntaria el martirio, lo que se conseguía injuriando al islam en público, lo que estaba castigado con la pena de muerte. Este movimiento dañó la convivencia entre cristianos y musulmanes, por lo que muchos mozárabes emigraron a los reinos hispano-cristianos de norte y otros se hicieran musulmanes, con lo que a finales del siglo X apenas había mozárabes en Al-Andalus.
La llegada de los almorávides al poder —que practican un islam integrista y belicoso— en Al-Ándalus después de 1086 complicó las cosas para los mozárabes. Después de la expedición dirigida al corazón de tierras islámicas por Alfonso I de Aragón (1125-1126), los cristianos andalusíes desaparecen de las fuentes. Sin embargo, algunos indicios podrían indicar la presencia residual de pequeños grupos cristianos en la primera mitad del siglo XII.
Los mozárabes, como otros marginados, fueron devorados por una cultura dominante y su identidad ambigua —ni musulmanes ni cristianos del todo— impidió su arraigo en un mundo y otro. La historia se los tragó hasta que en el siglo XX se los reivindicó como representantes de una españolidad inamovible que se reía de la eternidad de los siglos.
La liturgia mozárabe
La liturgia hispánica o rito mozárabe es la liturgia de la Iglesia católica que se consolidó en torno al siglo VI en la Península Ibérica durante el reino visigodo de Toledo, y que fue practicada en los territorios hispánicos hasta el siglo XI, tanto en áreas bajo dominio cristiano como musulmán.
Se conoce la organización de la liturgia hispánica a partir de las fuentes literarias de los siglos VII y VIII, aunque la mayor parte del repertorio utilizado se ha transmitido en códices procedentes de los siglos VIII al XII, con un importante número de copias realizadas en los talleres toledanos ya en el siglo XIV.
La elaboración del rito se fue confeccionando a través de diversos Concilios Hispano-Romanos y Visigóticos, sobre todo en los Concilios III y IV de Toledo.
La liturgia mozárabe fue abolida por Roma, por Gregorio VII en el año 1080, pero la ciudad de Toledo, al ser reconquistada por Alfonso VI en mayo de 1085, se opuso enérgicamente al cambio al rito romano, y después de prolongada resistencia con detalles entre curiosos y dramáticos, el Monarca y Roma hubieron de acceder a que se conservara este rito por lo menos en las seis parroquias mozárabes, donde, con la anuencia de las autoridades musulmanas, los cristianos de la ciudad habían testimoniado y alimentado su fe, con esta misma Liturgia, desde el año 711 al 1085.
Los mozárabes y el Camino de Santiago
La peregrinación a Compostela tuvo su época de esplendor entre los siglos XI y XIII, especialmente la desarrollada por el conocido en la actualidad como Camino Francés, como recurso político-religioso y económico de los reinos hispánicos en unión del occidente y centro europeos. Sin embargo fue seguramente anterior el movimiento de cristianos de al-Andalus que provocó el eco del descubrimiento (inventio) de la tumba de Santiago en Compostela a partir de inicios del siglo IX. Resulta lógico pensar que los mozárabes fueran los primeros enterados e interesados (amén de los propios vasallos del rey Alfonso II de Asturias, que fue el primero en peregrinar) en establecer un itinerario devocional entre Galicia y al-Andalus. Pero lo cierto es que estas deducciones no están documentadas para considerar como una camino “histórico” el hoy denominado camino mozárabe.
El Camino mozárabe actual es claramente diferente de la Ruta de La Plata, con la cual se une en Mérida. Es frecuente llamar Camino mozárabe el que lleva hasta Santiago de Compostela, como aquel camino que recorrían los mozárabes en peregrinaje, pero se cree que son diferentes caminos, con múltiples variantes. Posiblemente su ruta principal era desde la Catedral de Granada hasta Mérida. Sus 396 kilómetros a través de las preciosas tierras de Granada, Jaén, Córdoba y Badajoz hacen que sea un recorrido histórico lleno de maravillas. Una variante que existe une Almería con Granada y otra Málaga con Córdoba.
Esta ruta fue utilizada por Almanzor en sus saqueos.
La lengua mozárabe
En los primeros años de la dominación musulmana se estaban generando las primeras lenguas romances, que venían del latín vulgar dejado por los romanos. Los mozárabes tenían su propio dialecto que era una mezcla del latín vulgar con el árabe, y lo podemos apreciar en las antiguas jarchas mozárabes que eran versos cortos que se escribían al final de las muassahas -largos poemas-. Las jarchas eran, generalmente, lamentos femeninos de amor y de nostalgia. Este dialecto mozárabe se extinguió cerca del siglo XIII.
El latín, aunque aún es la lengua escrita utilizada por los mozárabes para los textos religiosos y culturales, ya se ha ido descomponiendo dialectalmente, de forma que el habla mozárabe es ya muy parecida al castellano arcaico.
Respecto a la lengua mozárabe, también conocida como romandalusí o romance andalusí, era el conjunto de hablas romances que se hablaban en los territorios de la península Ibérica bajo dominio musulmán a partir de la invasión árabe (año 711) y posiblemente hasta el siglo XIII, tras la Reconquista, momento en el que fueron sustituidas o se fundieron con las lenguas de los reinos cristianos (galaico-portugués, asturleonés, castellano, navarro-aragonés, catalán).
En el ámbito literario destaca la parte referente a la literatura religiosa, esto es misales, antifonarios y libros de oraciones, creados todos ellos en los scriptoriuym de los monasterios. Ejemplos de calidad y originalidad de las miniaturas y manuscritos iluminados son los Comentarios al Apocalipsis de Beato de Liébana, el Beato de Facundus o el Beato de Tábara. O antifonarios como el Antifonario mozárabe de la Catedral de León.
Se denominan Beatos a los distintos códices manuscritos, copias de aquel Comentario al Libro del Apocalipsis (Explanatio in Apocalypsin) de San Juan que en el año 776 realizara Beato de Liébana, abad del monasterio de Santo Toribio, en el valle de Liébana (Cantabria). Es un género literario específicamente hispano.
El canto visigótico-mozárabe es la expresión musical asociada a la liturgia hispánica, propia de la Iglesia visigoda española y que pervive hasta nuestros días. Es un canto que se desarrolla en una sola línea melódica, no permite cromatismos en su constitución, y tiene un ritmo.
El Arte mozárabe
¿Existe realmente un arte mozárabe?.
En primer lugar hay que aclarar que el término arte mozárabe es muy reciente, pues no apareció hasta inicios del siglo XX, por parte del historiador Manuel Gómez Moreno.
El arte de los siglos X y comienzos del XI en los antiguos territorios de Castilla y León, algunos lugares de la Cataluña Condal y el norte de Aragón, emanó fundamentalmente del mundo islámico procedente de Córdoba, desarrollado por estos cristianos huidos desde Andalucía.
La característica más importante en el arte mozárabe es la introducción de formas constructivas y decorativas musulmanas en el arte cristiano; siendo los monjes su vehículo de transmisión evadidos de Córdoba por la represión califal, cuya intervención fue decisiva en la repoblación del valle del Duero.
Unas de las ciudades más importantes donde destacó más la cultura mozárabe y por ello el arte mozárabe fueron en Córdoba y en Toledo. En ambas ciudades se han encontrado, y hoy en día se pueden observar, miles de obras de artes tanto literarias como de otras disciplinas.
Existen cualidades importantes del arte mozárabe entre las que destacan la pintura, escultura y arquitectura. Igualmente, resulta atractivo conocer el contexto histórico en el que se desarrolló este arte, además identificar algunas de sus obras.
Hoy se tiende a calificar este estilo artístico como “arte de la repoblación” en lugar de “arte mozárabe”, pues muchos historiadores coinciden en señalar que sus construcciones tienen más que ver con lo visigodo y asturiano, que con los sistemas constructivos procedentes de la Península ibérica.
En el ámbito de la arquitectura se hace patente el dominio que tenían en la construcción de muros, pues dominaban la técnica de la sillería, con una gran sobriedad, esto es una total ausencia de objetos decorativos externos. También utilizaban una extensa variedad de plantas, que colocaban en espacios variables protegidos por cúpulas, arco de herradura, uso del alfiz (una moldura externa rectangular que abarca el arco), de la columna como soporte rematada por un capitel corintio, y con aleros sobresalientes asentados en modillones de lóbulos. Las cubiertas son variadas. Los materiales constructivos son pobres, aprovechados de otras construcciones anteriores y reutilizados.
Las plantas de las iglesias mozárabes son generalmente reticuladas, es decir, compuestas por varios cuadriláteros, herencia clara de las iglesias visigodas aunque también se advierta una inspiración en lo musulmán. La segmentación de la planta se hace extensiva a las alturas, dando como resultante una conformación de volúmenes, tanto interna como externa.
Las plantas de las iglesias mozárabes presentan variantes. Las hay basilicales, de tradición paleocristiana, como San Miguel de la Escalada (en la provincia de León); de nave única, de tradición hispanovisigoda, como Santiago de Peñalba (también en la provincia de León) y San Miguel de Celanova (en Ourense); cruciformes como Santa María de Melque (en Castilla-la Rioja); cuadriculadas como Santa María de Lebeña (en Cantabria) y, finalmente, las de tipo casi cuadrado, como San Baudelio de Berlanga (en la provincia de Soria)
En las iglesias mozárabes se advierte la ausencia de fachada principal con motivos decorativos, con una excepción: los modillones de rodillos escalonados que sirven de soporte a los aleros de los tejados. Es la forma de sustentar voladizos con una cierta gracia.
En cuanto a las cúpulas, son de dos tipos: de cascos o gallonadas. Los ábsides son rectangulares externamente, pero de planta circular interior, con el radio sobrepasado. El ábside se comunica con la nave central por un arco triunfal de herradura que suele ser algo angosto y no muy alto. Lo que siempre es común es el arco de herradura como arco toral.
En el caso de la escultura, los ejemplos que han llegado hasta nosotros se circunscriben a material mobiliar litúrgico. Encontramos muestras de talla a bisel, consistente en el vaciado de la superficie por medio de planos inclinados para dejar aristas vivas en las líneas fundamentales del dibujo, lo que provoca fuertes contrastes lumínicos. Ejemplos de esta técnica los encontramos en Santa Cristina de Lena.
En el caso de los capiteles, el arte mozárabe prefigura, en su organización arquitectónica, a lo que veremos posteriormente en el románico. Consisten, principalmente, en figuraciones consistentes en tallos que nacen del interior de las hojas de acanto y se vuelven en espiral, bajo el ábaco del capitel corintio.
Respecto a la pintura, en primer lugar hay que decir que evolucionó de manera original y magistral. En general podría afirmarse que carecía de valores espaciales o plásticos. Destacaba especialmente por su capacidad para generar efecto de profundidad, por un dibujo lineal y no prestar excesiva importancia a la anatomía. Por el contrario, destacaban los ojos logrando así el efecto de una mirada desorbitada. Usaban colores planos. Normalmente, las figuras que se representaban estaban colocadas sobre fajas de diferentes colores, y ordenadas según su simbología.
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Referencias
Los mozárabes. De Bueno García, F.
Manual de Historia Medieval. De García de Cortázar, J.A.
https://mozarabes.blogspot.com.es/