Una parte de los elementos etnográficos y religiosos más importantes de la tierra gallega son los cruceiros.
Los cruceiros son una expresión de la devoción popular está en el origen de su presencia en los cruces de caminos, en la proximidad de las iglesias, ermitas o cementerios.
Por definición los cruceiros gallegos es una cruz situada encima de una columna de piedra el cual constituye un monumento muy popular que conforma casi la totalidad del hermoso y mágico paisaje de Galicia.
La palabra cruceiro traducido al castellano es crucero y siempre las veras construidas al aire libre.
No solo los puedes encontrar por Galicia pero principalmente sus orígenes son más arraigados en el norte de la península.
Se trata de verdaderas obras de arte labradas en piedra, principalmente granito, labrada y esculpida, y a los que el paso del tiempo les ha otorgado numerosas virtudes. Así, el gran Castelao afirmaba que los cruceros son “un perdón de Dios”, afirmación que asentaba sobre la creencia de que estas estructuras eran erigidas para hacerse perdonar algún pecado, y muchos pecados había que perdonar pues se estima que en tierras gallegas hay unos 12.000 cruceiros.
“Onde hai un cruceiro houbo sempre un pecado, e cada cruceiro é unha oración de pedra que fixo baixar un perdón do Ceo. Reparade nos cruceiros e descubriredes moitos tesouros”.
Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao
Lo cierto es que hay cruceiros muy modestos, pero otros son auténticas obras de arte por su impecable trabajo escultórico. Si se hace cualquier ruta senderista por el paisaje de Galicia, tarde o temprano, más o menos apartados de una población, es muy fácil que pasemos junto a un cruceiro.
Los investigadores consideran que la función inicial de los cruceiros fue la de cristianizar lugares de culto paganos. A ella habría que sumarle muchas otras: guías para los peregrinos, anunciadores de la proximidad de santuarios o sepulturas, conmemoración de hechos históricos, protección frente a siniestros…
Los más ilustres canteros, de cada época, han plasmado sus mejores oficios, en este singular monumento que habla por sí solo de la religiosidad de un pueblo que ha sabido expresar en el cruceiro su: Fe, amor y temor. Pero también se levantaban los cruceiros en acción de gracias o para pedir una sanación, un milagro, o para saldar con el Todopoderoso una deuda o un ofrecimiento no cumplido. Otros se levantaron para recordar hechos luctuosos, una muerte, un crimen… Pero también recordando acontecimientos históricos o la supuesta aparición de la Santa Compaña. Como sagrado que era, convertía en sagrado, el lugar donde se colocaba. Rezando ante él se ganaban indulgencias, cuando la Iglesia así lo disponía. En las plazas del ganado, el cruceiro protegía a los animales, próximo a los campos auspiciaba buenas cosechas; en los caminos señalaba el camino a los peregrinos, los arrieros u otros caminantes.
Se empleaba igualmente, para marcar los límites jurisdiccionales, civiles o eclesiásticos… Y en un sin fin de aplicaciones donde intervenía la fe de un pueblo que encontró en el cruceiro su mejor aliado para protegerse y ganar el Cielo, o al menos para recordar que existía. Esta misma fe provocó que muchos creyentes destinaran auténticas fortunas a levantar cruceiros y de esta forma ganar indulgencias, para ellos o alguno de sus seres queridos. Y en la actualidad, como decíamos, se estima que en las casi 4.000 parroquias de Galicia, existen más de 12.000 cruceiros.
Los más antiguos que se conservan datan del siglo XIV y son una fiel imitación de las cruces procesionales góticas.
Los lugares en los que están más presentes son Galicia y Portugal, pero también existen en otras zonas de España. Cantabria y Castilla y León albergan varios construidos allí in situ. Asimismo, Galicia donó ejemplares a otras comunidades, tal y como sucedió con el de la plaza Jacinto Benavente de Madrid.
El culto a las piedras se pierde en los inicios de la humanidad, seguramente mucho antes de los que podemos imaginar. Sus formas, su abrigo, su dureza y su materia prima provocaron que pronto el hombre se fijara en ellas. En Galicia encontramos manifestaciones megalíticas presentes desde hace miles de años, piedras que fueron lugares de cultos paganos hasta no hace mucho. Muchos de estos se ubicaban en lugares especiales, como en encrucijadas y por ello abundan en Galicia las leyendas relacionadas con ellos y con el culto a los caminos, como el caso de los menhires que seguramente marcaran el principio de un camino iniciático o a un lugar de reunión o que marcaran diferentes límites.
La época medieval y el cristianismo provocaron que estos lugares fueran repudiados por ser paganos y por ello fueron alejados de la doctrina cristiana. La mayor parte fueron destrozados y marcados con cruces con el fin de cristianizar los restos de estos cultos megalíticos. Otros fueron reconvertidos y quizás muchos de ellos acabaran siendo cruceiros. Otros monumentos de piedras reconvertidos fueron los miliarios romanos que marcaban los caminos del imperio. Simplemente con una cruz encima crearían las primeras manifestaciones de cruceiros. Otros ven su origen en las mismas aras romanas dedicadas a los dioses de la antigüedad.
Los caminos romanos pronto serían utilizados por miles de peregrinos cuyo objetivo era alcanzar el sepulcro de Santiago y por ello estos miliarios con cruces pasaron a señalizar el itinerario jacobeo y a ser lugares espirituales y de descanso. Sabemos de sobra que eran innumerables los caminos que cruzaban Galicia con dirección a Santiago. Esa necesidad de culto cristiano y descanso provocaría la colocación de escalones dando origen a los cruceiros actuales.
El origen de los cruceiros gallegos está íntimamente relacionado con la celebración por parte de la Iglesia del Concilio de Trento (1545-1563), según el estudio “Ecce lignum crucis Origen de los cruceros gallegos” del historiador Salvador Fernández de la Cigoña Fraga. En dicho Concilio se establecieron las nuevas normas dogmáticas y éticas de la Iglesia, destacando la presencia de Cristo en la Eucaristía, la conservación de los siete sacramentos y la veneración de santos y de la Virgen María.
Este último punto es clave para entender la proliferación de los cruceiros desde entonces, ya que se hizo hincapié en el importante rol de imágenes y obras sagradas para recordar la fe y los beneficios de la religión católica a los fieles. No hay ningún cruceiro anterior al Concilio. Estos comenzaron a multiplicarse a partir de su celebración.
Por otro lado, Fernández de la Cigoña Fraga señala que el asentamiento de la Santa Inquisición en Galicia en 1562 pudo ser determinante para el incremento de la construcción de estas obras religiosas. Esta institución era la encargada de luchar contra la herejía y contra aquellas doctrinas y actitudes contrarias a la Iglesias. Sus líderes no mandaron construir los cruceiros, pero la presencia de la Inquisición en tierras gallegas dejó el camino libre a los artistas y escultores católicos para su creación.
En cuanto a las partes de un cruceiro, hay que distinguir en el cruceiro “tipo”, las siguientes:
- La cruz. Es la parte más alta del cruceiro. Con el anverso dedicado a Jesús crucificado, normalmente con un pie sobre el otro y la cabeza inclinada. En el reverso puede aparecer la figura de la Virgen (Dolorosa, Virgen con el Niño, Virgen María en actitud de orar, la Virgen del Socorro. Aunque en ocasiones puede aparecer carente de figuras (los conocidos como cruceiros “de Cruz”). La cruz puede tener diversas secciones: cuadrangular, rectangular, cilíndrica, con nudos, y rematada en diversas formas florenzada, biselada… crucificado,
- El capitel. En él predomina la forma troncopiramidal invertida, y su función es sostener la cruz. Puede ser sencillo, o con decoración a base de volutas, hojas de acanto, calaveras, ángeles, querubines… En los cruceiros de “Capeliña” el capitel se substituye por una pequeña capilla.
- El fuste. También denominado varal, vara, esteo, mastro o piar. Es el pilar del cruceiro. Suele ser de sección cuadrangular en los extremos y con las aristas rebajadas en el centro del varal. También puede ser de forma cilíndrica (lisos o estriados) u octogonal. Al igual que la base puede contener motivos decorativos relativos a la pasión de Cristo, la serpiente, Adán y Eva, u otras figuras (Santiños).
- El pedestal o basa. También denominado dado. Es la base en la que se inserta el fuste. Suele ser una pieza cúbica, en muchas ocasiones con las aristas superiores (y a veces las laterales) rebajadas en chaflán. Puede llevar epígrafes (inscripciones) indicando la fecha de construcción, el autor, motivo de la construcción, indulgencias que se otorgan a quienes recen una oración ante el cruceiro… Igualmente puede tener otro tipo de motivos decorativos: los instrumentos de la pasión de Cristo, calaveras, tibias, serpientes, motivos geométricos…
- La plataforma, la parte inferior del cruceiro. No todos los cruceiros la tienen. Compuesta de varias gradas o escalones para que la escultura gane más altura.
- A veces aparece acompañado de un peto dás ánimas.
Incluso se puede hacer una lectura ideológica de las piezas figuradas según los elementos que contengan, así podríamos decir que:
- Si las manos de Jesús permanecen cerradas es señal de omnipotencia.
- Si se representan abiertas muestran misericordia.
- Si los dedos índice y corazón están extendidos muestran bendición
- La calavera, que cuando aparece suele hacerlo al pie de la cruz, simboliza el triunfo de la vida sobre la muerte.
En cuanto a su la función de los cruceiros, si seguimos lo afirmado por Ramiro González Cougil, sacerdote de la diócesis de Ourense, en su libro “Galicia, la religiosidad gallega ordenada a una liturgia inculturada”, las siguientes funciones de los cruceiros:
- Santificadora de caminos, encrucijadas, plazas y veredas. Dicho de otra forma, hacer presente el cristianismo en las rutas.
- Protectora frente a influjos siniestros, hechizos y otros males de origen místico. Por ejemplo, en algunas zonas del rural gallego se creía que los cruceros eran lugares en los que ponerse a salvo de la Santa Compaña si algún vecino se topaba con ella por la noche.
- Conductora de peregrinos. Guía hacia Santiago de Compostela e indicando los caminos más importantes a través de la orientación del Cristo crucificado.
- Reconfortadora y de descanso para los caminantes: su plataforma sirve para descansar.
- Anticipativo-anunciadora de la proximidad de santuarios, sepulturas, muertes por accidente y de los límites jurisdiccionales: un lugar de culto religioso está siempre cerca de ellos.
- Testificadora de las promesas que se realizan.
- Conmemorativa de acontecimientos históricos y legendarios: algunos marcados en el pedestal.
- Impetratoria con motivo de alguna calamidad pública o de algún favor celeste: podían funcionar como herramienta contra la herejía y como altavoz de milagros.
- De acción de gracias por algún beneficio otorgado por Dios.
- Satisfactoria, como penitencia por los pecados cometidos.
- Piadoso-oracional, en orden a la realización del viacrucis.
- Como los niños que morían antes de ser bautizados no podían recibir sepultura en el cementerio, en muchas ocasiones eran enterrados a escondidas al pie de los cruceiros, porque se consideraban los más próximos espiritualmente a los lugares sagrados.
- Algunos cruceros también servían para delimitar los límites geográficos de municipios y otros términos territoriales.
También menciona Ramiro González, en el citado libro, las creencias y prácticas religiosas sobre los cruceiros:
Por lo que respecta a las prácticas religioso-sacrales y creencias en torno a los “cruceiros” hemos de afirmar que son numerosas. Hay variedad de leyendas, hechos históricos significativos y comentarios populares curiosos en torno a los mismos. Al pie de los cruceiros se han dado prácticas de tipo supersticioso como la del Bautismo profiláctico o prenatal, cuando se sospecha que la madre no va a lograr dar a luz vivo a su hijo. El acto tiene lugar en un puente antiguo poniendo por “testigo” a un “cruceiro” cercano. De esta índole son también las prácticas que se refieren a la “Santa Compaña” en conexión con el “cruceiro”. Otras prácticas comportan una mezcla de superstición y fe cristiana, como la de los niños que comienzan a dar los primeros pasos y el sonar de las campanas el Sábado de Gloria. Otras que pueden tener sentido y explicación a partir de una visión de fe, como la de enterrar junto al cruceiro a los niños que morían sin Bautismo y otras personas. Hay otras prácticas de índole cristiano que se explicitan como devocionales de tipo oracional. Nos referimos al “Via crucis” siguiendo el itinerario marcado por un cruceiro en cada estación. No faltan prácticas ofertoriales que se explicitan en los ex-votos: elementos simbólicos personales, como trenzas de pelo, frutos de la tierra, coronas de flores y luces; prácticas de tipo gestual-significativo hechas con la cruz e imágenes móviles del “cruceiro”; de índole exequial-de sufragio, como la de llevar el féretro al “pousadoiro” del “cruceiro”; de índole anual para venerar un “cruceiro” y finalmente prácticas de tipo folklórico ligadas a los “cruceiros”.
De los cruceiros que se conservan actualmente el de Melide se conoce como el más antiguo, del siglo XIV. Del siglo XV tenemos el Cruceiro do Home Santo de Bonaval (situado actualmente muy cerca de la Iglesia de Bonaval, en la calle San Pedro de Santiago de Compostela), el de San Bartolomé el Viejo en Pontevedra…
Pero veamos algunos de ellos…
Si hablamos de los cruceiros de Galicia es imprescindible mencionar al Viacrucis de Beade, próximo a la iglesia parroquial de Santa María, en el entorno de la Capilla de San Roque, a menos de media hora del balneario de Arnoia, en la provincia de Ourense.
Está formado por tres cruceiros que reposan sobre basas graníticas. La central acoge a Cristo crucificado y tienen un fuste de sección poligonal. A los laterales se encuentran otras dos cruces que representa al Buen Ladrón y al Mal Ladrón, con fustes circulares y que terminan en capiteles corintios.
Un buen número de Cruceiros los podemos encontrar en las diferentes rutas del Camino de Santiago. Así, en tierras lucenses de Pedrafita, encontramos el Cruceiro de O Cebreiro, marcando de alguna forma la entrada a Galicia del Camino de Santiago francés. En él encontramos la representación de un Santiago peregrino y cuatro vieiras en las cuatro esquinas del capitel cuadrangular. Está construido en granito y las figuras que lo complementan son un Cristo y una Virgen con el Niño.
El monumento resulta evocador, en medio de un territorio húmedo, en el que son frecuentes las lluvias y nieblas. El viajero lo encuentra a la entrada del lugar, al lado del cercado del pequeño y recio monasterio.
Otros cruceiros que puede encontrar el peregrino en el Camino de Santiago son:
El Cruceiro de Horta, a medio camino de Becerrea y As Nogais, en medio del paisaje montuoso que abraza a la sinuosa corriente del río Navia.
Al lado de la antigua carretera a Lugo, aparece un conjunto lleno de encanto en el que está la iglesia de San Benito, ante la cual se alza el crucero. El pequeño templo es la capilla de un antiguo pazo, destruido en el siglo XIX por un incendio; su construcción data de 1710. El sencillo, pero esbelto, cruceiro es del siglo XX.
También en pleno Camino francés, en la provincia de A Coruña, el primer crucero que halla el peregrino es el Cruceiro de Leboreiro, el Campus Levurarius, del Código Calixtino. El monumento refleja antigüedad y sencillez. Tiene un fuste acanalado, recompuesto con unas grapas metálicas que no impiden su torsión, y se remata con una sencilla cruz.
Poco más adelante está un ejemplar excepcional: el Cruceiro de Melide, que cuenta con el calificativo de cruceiro más antiguo de Galicia. Sito en esta localidad coruñesa, junto a la Iglesia de San Roque, está datado en el siglo XIV. Es un cruceiro gótico
Realizado en granito, presenta una cruz de sección cuadrangular con una flor de lis en el medio. En el anverso aparece Cristo Majestad sediente, que muestra las llagas de las manos de la crucifixión, y con un paño que le cubre las piernas. En el reverso representa un Calvario.
Otro de los famosos Cruceiros del Camino está en la propia ciudad de Santiago de Compostela. Es el Home Santo, situado junto al convento de Santo Domingo de Bonaval. No fue esta su primera ubicación, pues antes estuvo en la Porta do Camiño, de donde se llevó a Lavacolla, para retornar a Santiago hace algo más de medio siglo.
Pero los cruceiros se extienden por toda la geografía gallega…
En la costa coruñesa, concretamente en Noia, encontramos el Cruceiro de Eiroa, que representa el desenclavo de Jesús por parte de José de Arimatea y Nicodemo para entregárselo a la Virgen, que también aparece en la imagen. Se trata de un monumento único esculpido en 1879 en una sola pieza. A su lado encontramos un peto dás ánimas.
Un caso curioso es el conjunto de cruceiros, hasta siete, que se encuentran dentro del casco histórico de Combarro, Poio, localidad pontevedresa, considerada como uno de los pueblos más bonitos de España, por el encanto de sus números hórreos y cruceiros.
En todos los cruceiros se escenifica la crucifixión de Cristo y la imagen de la Virgen, siempre mirando al mar para cuidar de los marineros. En la plaza de San Roque se ubica uno de los cruceiros más destacados. Data de 1802 y en su cruz octogonal se representa a Jesús, la Virgen del Socorro y el demonio.
El cruceiro de la fuente de Combarro tiene una imagen de la Piedad, su origen se remonta a principios del siglo XVIII.
En el mismo Monte Seoane de Sardiñeiro al Noroeste de la playa Langosteira, nos encontramos con el Cruceiro da Rapadoira, que es uno de los que tiene más historia. Este cruceiro marcaba la entrada del antiguo Camino Real por el Valle de Duio y paso obligado de los peregrinos que venían desde Santiago de Compostela. Los cuales dejaban muescas en su pedestal de granito. Posee la imagen de cristo crucificado en el anverso y la Virgen de la Quinta Angustia o Finisterre en el reverso.
Situado al lado de la carretera AC-552, en la pendiente a la playa de San Roque en el arenal Langosteira, se encuentra el conocido como Cruz de Baixar del siglo XVI.
Es de granito con la imagen de cristo crucificado en el anverso y la virgen con niño sobre una medialuna y rosario en el reverso. El pedestal esta incrustado en una gran roca, a modo de plataforma para ser divisado a la distancia. El lugar tiene una vista panorámica de la bahía que lo hace un mirador turístico por excelencia. Antiguamente el trasiego de pequeñas cantidades de mercancías se hacía mayoritariamente a pie. Las mujeres llevaban un cesto en la cabeza para la venta o trueque de pescados, huevos, verduras, etc, y que al llegar a este punto sea a la ida o a la vuelta, hacían un descanso posando los canastos al pie del cruceiro; es decir, bajándolos de la cabeza al suelo. De ahí el nombre de esta cruz.+
En las tierras coruñesas de Fisterra, encontramos el Cruceiro da Plaza. Es de granito con la imagen de cristo crucificado en el anverso y la virgen en actitud orante en el reverso. El pedestal está sobre una fuente pero originalmente no era así. Parece ser que en el lugar hubo una necrópolis y esta cruz presidía el campo santo. Con el tiempo un temporal derribó el cruceiro y se acordó su reparación pero agregándole una buena base de cantería en la que se instalaría una fuente para dar servicio al pueblo.
En Fisterra también, encontramos el Cruceiro da Iglesia. Se trata de una magnífica obra de granito con la imagen de Jesús crucificado, San Juan y la Virgen María. Datado en el siglo XV.
Entre los cruceiros más espectaculares y populares, cabe citar al Cruceiro de O Hío, en el municipio pontevedrés de Cangas, situado junto a la iglesia de San Andrés.
Se trata de una verdadera joya del barroco que recorre el ciclo humano, desde Adán y Eva hasta la Redención, pasando por la Virgen Inmaculada, el Arcángel Rafael, el Arcángel Miguel, el Diablo, José de Arimatea, Nicodemo y San Juan (estos bajando a Cristo de la Cruz). Asimismo la Magdalena y la Virgen María aparecen representadas en el momento del desenclavo.
No se conoce con exactitud su autor, aunque se especula que pudo haber sido hecho por el maestro Ignacio Cerviño Quinteiro. Es del año 1872 y presenta más de 30 personajes representan la historia de la humanidad desde un punto de vista cristiano. La mayor parte está tallada en un único bloque. El cruceiro de O Hío se levanta sobre una escalinata de tres andares de base octogonal redondeada en el que se asienta una mesa que sostiene el hermoso fuste y se caracteriza por una exquisita ornamentación. Un espectáculo para los sentidos realizado por el escultor José Cerviño García.
En conclusión, y tras comentar algunos de los numerosos cruceiros que se distribuyen por estas tierras, hay que recordar que, como sucede con la mayoría de las creaciones humanas, no están totalmente claras, ni son únicas, las motivaciones para su creación e instalación en determinados lugares. Según el director de difusión del Museo Provincial de Lugo (La Voz de Galicia 11/07/2008), los cruceiros suelen estar ligados a la memoria de alguien. Puede ser alguien que muriera en el lugar por causas naturales o de manera violenta. Otras veces se colocan para santificar lugares donde se personaba el demonio para las fechorías propias del cargo.
En ocasiones señalan lugares en los que murió una persona de forma violenta e incluso por causas naturales. En otras santifican lugares a los que acudía el demonio. Así, la Cruz do Guillermo, en Abadín, marca el punto en el que murió una persona. Pero el caso más singular en el capítulo trágico está en la parroquia xermadina de Lousada. Allí, una cruz de piedra incluye una breve y sugerente leyenda: “Aquí uno mató a Vicenta Balsa”. Esta mujer no solamente fue asesinada, sino que también fue violada. El suceso ocurrió en el año 1901 en un lugar que ahora está junto a un camino asfaltado, pero en aquella época era de difícil acceso. El «uno» era un vecino identificado y que cumplió condena.
También en Abadín, el Cruceiro do Rego Cavado fue construido e instalado “para escorrentar o trasno e santificar aquel lugar”, según señala Fernando Arribas.
En Vilalba, en la parroquia de Corbelle está el Cruceiro de A Rula do Foxo, que fue colocado porque allí se había aparecido el diablo.
En A Pastoriza, el Cruceiro del Cristo de Alfoz era una especie de pequeño santuario al que la gente acudía a realizar ofrendas y a depositar exvotos para curar dolencias.
En todo caso, los poetas primero, luego los artistas, los arqueólogos y folkloristas después, han apreciado siempre los cruceiros no solo como una manifestación artística genuinamente gallega, sino aun así como un elemento esencial de nuestro paisaje.
Además la Ley de Patrimonio Cultural de Galicia reconoce como BIC a todos los cruceiros anteriores a 1901.
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