En tiempos de pandemia, encontramos una magnífica oportunidad para recordar hazañas que la historia ha evitado que se perdieran y que nos cuentan el valor, la iniciativa y generosidad y solidaridad con las que, siempre, resulta más fácil superar las situaciones de crisis de gravedad. Hoy nos centraremos en recordar la Expedición Balmis, los niños de la vacuna contra la viruela.
En una época en la que la medicina estaba en un estadio mucho menos avanzado que en la actualidad, el ingenio y el arrojo de unos cuantos permitió que el remedio para la temida viruela, llegase a tierras americanas allá por los inicios del siglo XIX.
Corrían los últimos años del siglo XVIII y la enfermedad de la viruela era un auténtico enemigo a combatir entre los habitantes de las colonias españolas americanas. Como suele ser habitual, los más castigados fueron los más menesterosos, en este caso los indígenas. Y también como suele ser habitual, eran necesarios para mantener la actividad económica del Imperio español.
Unos años antes, en el año 1796, el inglés Edward Jenner se percata de que las campesinas que trabajan con ganado vacuno no enferman con la viruela humana, una enfermedad que desde siglos atrás causaba verdaderos estragos entre la población europea, especialmente con los niños. Descubre que el pus de la viruela de las vacas (viruela vacuna o cowpox) es benigno para el humano, pues las pústulas que forma en las manos de los humanos son parecidas a las que provoca la viruela humana, pero en aquellas son mucho más benignas. Decide entonces Jenner mezclar los fluidos de las dos especies en un niño. Los experimentos de Jenner y la comunicación de su hallazgo se produciría a lo largo del año 1798.
En el caso de España la vacuna empezó a utilizarse a finales del año 1800, ya que esta enfermedad era una permanente amenaza para los españoles, y además esta enfermedad se llevó a los nuevos territorios americanos de la Corona española.
Por lo tanto Jenner descubrió la vacuna (palabra que proviene de vaca), pero el éxito de la extensión de la vacunación le pertenece a Francisco Javier Balmis, que capitaneó la primera gran operación de salud pública como ningún otro país lo había hecho hasta la época. No sólo consiguió transportar el suero vacunífero, además enseñó a inocular y declaró la guerra a la enfermedad. Logró que en todas las iglesias del Nuevo Mundo y de Filipinas los sacerdotes vacunaran y llevaran ese registro en paralelo al del bautismo.
En este post vamos a intentar resumir lo acontecido.
Origen de la expedición Balmis
Nos encontramos con la sensibilización de la Casa Real, que dentro del Palacio ha sufrido pérdidas entre sus miembros a causa de las viruelas a los largo del siglo XVIII, sintiendo el miedo hacia la enfermedad con la misma intensidad que el pueblo. También las noticias procedentes de Ultramar, que informaban de los dramáticos efectos que causaban las epidemias de viruelas que asolaban desde 1802 los territorios del Virreinato de Santa Fe y del Perú. La población mermaba, al igual que disminuía la fuerza de trabajo y la recaudación de impuestos.
La viruela era un enfermedad que causaba enormes estragos entre la población, no en vano en la época se le conocía como el Ministro de la muerte.
La expedición tiene como único objetivo propagar y perpetuar la vacuna contra la viruela.
La decisión de enviar la expedición fue tomada por el monarca tras haber oído el Dictamen del Consejo de Indias y también del Consejo de Hacienda y sus médicos de Cámara.
La expedición contó con fondos públicos, con el apoyo del Rey Carlos IV, cuya hija, María Luisa, había sufrido la viruela. La actuación por parte de la Corte Española consistió en encargar al médico militar alicantino, Francisco Javier Balmis y Berenguer, que por entonces era un médico de reconocido prestigio y atesoraba una dilatada experiencia en misiones exteriores, la dirección de una misión filantrópica que tendría como objetivo llevar el remedio preventivo a la terrible enfermedad que azotaba a millones de personas en todo el mundo. Balmis era un especialista en vacunación y además había ejercido durante unos años la función de médico militar en tierras americanas.
Corría el día 4 de agosto de 1803. Por su liderazgo en esta misión dicha hazaña ha pasado a la historia con el nombre de la “Expedición Balmis”, si bien su denominación correcta sería: la “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna contra la viruela”.
Los preparativos de la expedición tuvieron lugar en la primavera y verano del año 1803, centrándose fundamentalmente en localizar un barco apropiado, reclutar el personal necesario y determinar y elegir los criterios de conservación de la vacuna en su óptima naturaleza para la propagación.
El día 8 de octubre de 1803 se formalizó la contratación de la corbeta “María Pita”, y el período de contratación se fijó en apenas 4 meses, pues se pensaba que la travesía no sería demasiado larga, por ello se fijó en el contrato que la duración sería hasta el día 27 de enero de 1804. La realidad fue bien distinta, pues al finalizar el período de contratación la corbeta todavía estaba en tierras americanas, más concretamente en el puerto de la Habana, por lo que se procedió a prorrogar el contrato con las mismas condiciones iniciales, esto es sufragando un coste de 1400 pesos fuertes mensuales por el fletamiento.
El primer problema era un problema de financiación. Si bien se pretendía que el personal a bordo fuese voluntario lo cierto es que había que hacer un fuerte aprovisionamiento de material, y de esta forma el presupuesto estimado inicialmente de 200 doblones, terminaría convirtiéndose realmente en un gasto de 90.000 reales de vellón.
El Estado siempre intenta gastar a la baja, tanto en el flete del barco como en la alimentación de los expedicionarios. Los criterios que prevalecieron fueron el ahorro frente al gasto y la velocidad de propagación frente a la comodidad de los expedicionarios. Todos los gastos corrían a cargo de la Real Hacienda. De este modo el poder público hispano controlaba la principal hazaña sanitaria del mundo ilustrado. Una vez llegados a los territorios ultramarinos, los expedicionarios pasaban a depender de las autoridades locales. Los poderes públicos coloniales podían financiar los gastos de los expedicionarios desde el Ramo de Tributos de Indios, los Censos de Indios, el Ramo de Propios o los Diezmos eclesiásticos. Saliese de donde fuese el dinero siempre bajo condiciones equitativas y ventajosas para la hacienda.
La expedición Balmis
Esta operación tuvo como punto de partida el puerto de la ciudad de A Coruña el último día del mes de noviembre del año 1803.
El hecho de que la expedición parta desde A Coruña es posible porque ya Carlos III había otorgado a la ciudad el privilegio de considerarlo puerto autorizado para enviar barcos a ultramar.
Antes de partir, Balmis pide al médico del Hospital de la Caridad de A Coruña, Antonio Posse Roybanes, quien ya en el año 1801 había vacunado contra la viruela a su propio nieto, que mantenga el cultivo que se utilizará como vacuna custodiado en algún lugar seguro, pues debía tenerlo como repositorio en el caso de que alfo fallase durante la expedición. Posse Roybanes la mantiene activa vacunando a pobladores de la ciudad, convirtiéndose así en el primer centro de vacunación.
Acompañaba a Balmis, el doctor catalán, de 26 años de edad, José Salvany y Lleopart, en calidad de Subdirector de la Expedición, y completaban el equipo: Isabel Zendal y Gómez, coruñesa y directora de la Casa de Expósitos, de A Coruña, los enfermeros Basilio Bolaños, Pedro Ortega y Antonio Pastor; dos practicantes: Francisco Pastor Balmis y Rafael Lozano Pérez y dos ayudantes: Antonio Gutiérrez Robredo y Manuel Julián Grajales. En total la tripulación estaba compuesta por 57 tripulantes, con Pedro el Barco como capitán de la corbeta María Pita.
La expedición partió a bordo de la corbeta “María Pita”, un barco con 150 toneladas y que era propiedad de Tavera y Sobrinos. El barco estaba bajo la dirección naval del capitán Pedro del Barco y España, natural de Somorrostro, Vizcaya. El destino era Puerto Rico, que alcanzaría el día 12 de marzo del año 1804.
Los niños que partieron del puerto coruñés fueron 22, con edades comprendidas entre los 3 y 9 años, huérfanos procedentes, una buena parte de la Casa de Expósitos de Santiago. Estos niños procedían del orfanato, del que serían expulsados al cumplir 15 años de edad, y tendrían, sin duda, un futuro poco halagüeño, sin acceso a la educación o el aprendizaje de un oficio. Se trataba de 22 niños “voluntarios”, no habiendo ninguna niña. Se les ofreció alimentación, vestido y educación.
- Con 3 años de edad había siete niños: José Jorge Nicolás de los Dolores, Vicente María Sale y Belido, Tomás Melitón, Pascual Aniceto, José Manuel María, Martín, y José.
- Iban también dos niños de 5 años: Francisco Florencio y Juan Antonio.
- Otros cuatro niños de 6 años: Domingo Naya, José Manuel María, Clemente de la Caridad y Jacinto.
- De 7 años encontramos cuatro niños: Vicente Ferrer, Antonio Veredia, Gerónimo María y Cándido de la Caridad
- Tan sólo un niño de 8 años: Andrés Naya
- Y dos niños de 9 años: Juan Francisco y Francisco Antonio.
- El último niño era Benito Vélez, hijo de Isabel Zendal.
Estos niños eran originarios mayoritariamente de Galicia, pues si bien 10 de ellos habían llegado desde Madrid, el resto fueron elegidos por las autoridades eclesiásticas y el cirujano de mayor categoría y experiencia del Hospital Real de Santiago en la casa de Expósitos de esta ciudad. La condición primordial es que los menores no hubieran pasado ya la viruela.
Para la travesía Balmis estableció que se le debía proveer a cada niño con “un fardo con dos pares de zapatos, seis camisas, un sombrero, tres pantalones y tres chaquetas de lienzo, un pantalón y chaqueta de paño para los días fríos, tres pañuelos de cuello y otros tantos de nariz, y un peine”. Para comer: un vaso, un plato y un juego completo de cubiertos.
El proyecto requería la presencia de una docena de niños, más o menos cada 25 o 30 días. Y como decíamos antes, lo cierto es que a lo largo de la travesía el número de niños fue variando, pues hubo un buen número de menores que se fueron incorporando a lo largo del proyecto, en los puertos en los que la corbeta hacía escala. Así aparece recogido que en el trayecto más largo, el que unía las ciudades mejicanas de Acapulco y las Filipinas, iban a bordo un total de veintiséis niños. Muchos de esos niños que se iban incorporando eran cedidos por sus familias, recibiendo a cambio una indemnización. Cabe reseñar también que en un tramo de la expedición, el comprendido entre la ciudad cubana de La Habana y la mejicana de Puerto de Sisal, no iban niños, sino esclavos para el transporte de la vacuna.
Las normas de la expedición indicaban claramente el cuidado que los niños debían recibir. Ninguno de ellos regresó a Galicia.
“…serán bien tratados, mantenidos y educados, hasta que tengan ocupación o destino con que vivir, conforme a su clase y devueltos a los pueblos de su naturaleza, los que se hubiesen sacado con esa condición”.
¿Quién era Isabel Zendal?
Mujer desconocida hasta no hace mucho tiempo, Isabel Zendal Gómez (o Cendala, o Sendales, según las fuentes) fue la primera mujer que participó de manera oficial en una expedición marítima española.
Se trataba de una mujer que nació, en torno al año 1773, en una pequeña parroquia, Santa María de Parada, en el municipio coruñés de Ordes. Era hija de campesinos pobres gallegos que vivía en un estado de pobreza, junto con sus 8 hermanos y hermanas.
Tras fallecer su madre, y teniendo ella 13 años de edad, decide abandonar su casa y buscar una forma de vida en la ciudad de A Coruña, donde empezó a trabajar en casa del adinerado comerciante Gerónimo Hijosa, prior de la Congregación de los Dolores, con sede en la iglesia coruñesa de San Nicolás. Como era especialmente inquieta y lista, en tiempos en que la mujer tenía muy difícil salir de una situación de origen como la suya, lograría en marzo de 1800 empezar a trabajar en la Casa de Expósitos de A Coruña, sita dentro del complejo del Hospital de la Caridad, fundado por la coruñesa Teresa Herrera, donde si bien llegó a ejercer el cargo de rectora, lo cierto es que las condiciones retributivas no iban parejas al nombre del cargo, pues su retribución mensual, según indican los libros de contabilidad que se guardan en el Archivo Municipal coruñés, ascendía a unos 50 reales al mes, además de una libra diaria de pan. Escasa retribución si la comparamos con los 100 reales mensuales que cobraba la lavandera o los 150 reales mensuales que cobraba el Capellán del Hospital.
Cuando el responsable de la expedición de la viruela, José Balmis, consciente de la dificultad de lidiar con más una veintena de niños en una larga travesía por mar, recurre a ella a fin de que haga las labores de cuidado de los mismo, le ofrece una compensación de 10.000 reales anuales, a la que habría que añadir una pensión vitalicia, a partir del año 1811 pasaría a cobrar una pensión de 5.000 reales anuales.
El 14 de octubre de 1803 se publicó el decreto en el que se incorporaba a Isabel Zendal en la Expedición Filantrópica de la Vacuna:
“Conformándose el Rey con la propuesta de V.M. y del Director de la expedición destinada a propagar en Indias la inoculación de la vacuna, permite S.M. que la Rectora de la Casa de Expósitos de esa ciudad sea incorporada en la misma expedición en clase de Enfermera, con el sueldo y ayuda de costa señalada a los Enfermeros, para que cuide durante la navegación de la asistencia y aseo de los Niños que hayan de embarcarse y cese la repugnancia que se experimenta en algunos Padres de fiar sus hijos al cuidado de aquellos, sin el alivio de una Mujer de providad. Con esta fecha, paso el aviso correspondiente al Ministerio de hacienda para que la Rectora reciba en esa Ciudad la ayuda de costa de tres mil reales con destino a su habilitación y para el abono en Indias del sueldo de quinientos pesos fuertes anuales, contados desde el día que se embarque y la mitad a su regreso, que deberá ser de cuenta del Erario; y a V.M. lo participo de Real orden para la inteligencia de la Junta de caridad, de que es Presidente, y noticia de la interesada. Dios guíe a V.M. muchos años. San Lorenzo y Octubre, 14 de 1803.
Josef Antonio Caballero.
Don Ygnacio Carrillo y Niebla”.
La labor de Isabel Zendal tuvo tal relevancia que el propio Balmis dejó por escrito lo siguiente: “infatigable, noche y día, ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre sobre los 26 angelitos que tiene a su cuidado, del mismo modo que lo hizo desde La Coruña y en todos los viajes, y los ha asistido enteramente en sus continuadas enfermedades”.
En cuanto a su vida personal hay que decir que Isabel tuvo un hijo al que llamó Benito, nacido en 1796.
Se quedaría a residir en Puebla de los Ángeles, México, donde fallecería, y donde en su memoria da nombre a la Escuela de enfermería de dicha localidad. Además, en México se decidió otorgarle el premio nacional de enfermería desde 1974, estableciendo además unos premios de enfermería que llevan su nombre.
La propia Organización Mundial de la Salud (OMS), en el año 1950, la ha reconocido como la primera enfermera en misión internacional.
En su memoria en la ciudad de A Coruña encontramos varios testimonios, como que ha dado nombre a una calle en la ciudad vieja coruñesa, tiene una escultura, de Francisco Escudero, en la plaza de Zalaeta, también aparece en el Balcón de Balmis, en la Domus (Museo del hombre, en A Coruña) donde hay una columna por cada niño participante en la expedición, de Balmis y de la propia Isabel Zendal, con una placa con recordando a cada uno de ellos.
Tras recuperarla del olvido, su vida, al menos su participación en la expedición aparece reflejada, a partir de comienzos del siglo XXI, en diferentes obras literarias, alguna película y serie de televisión, e incluso en un comic.
¿Cómo se transportaba la vacuna?
Para poder llevar el remedio, el doctor Balmis inyectaba la vacuna en los niños que harían de portadores de la misma y con la intención de que a su llegada a destino, se pudiese extraer de ellos la cepa. El método consistía en que cada semana se inoculaban dos de los niños con el material obtenido de las pústulas de los vacunados la semana anterior, guardando una muestra, la más fresca, en un envase espacial que quedaba protegido al vacío. Hay que recordar que en aquellos tiempos no existían sistemas de refrigeración.
Esta idea de ir inoculando a los niños sucesivamente, cada nueve o diez días, para que la vacuna no llegase a perderse podría hoy en día ser considerada de dudosa ética, pero en aquella época era urgente encontrar un remedio para paliar los estragos que estaba causando la viruela.
Resulta fácil imaginar las dificultades de la expedición, tanto por la distancia, como por el medio de transporte (un barco de unos treinta metros de eslora) duración (varios meses), el medio (el turbulento Océano Atlántico) y el hecho de que viajasen durante tan larga travesía marítima tantos niños (no había ninguna niña), debiendo la tripulación estar vigilante para evitar que los niños se rascasen el grano de la vacuna para que no se contagiasen, así como procurar que no hubiese disputas y peleas entre ellos. Soportaron temporales y condiciones de viaje muy duras.
Terminarían falleciendo dos de los niños, camino de Puerto Rico: Tomás Melitón y Juan Antonio, de 3 y 5 años respectivamente. Parece ser que antes de llegar a Venezuela, fallecería otro niño más.
Ruta recorrida por la Expedición Filantrópica de la Vacuna
La ruta recorrida por la expedición, tras haber partido del puerto de A Coruña en el año 1803, hace las primeras escales en Tenerife y luego en Puerto Rico en febrero de 1804 (según algunos autores lo haría un mes antes, el día de Reyes), siguiendo luego hasta Venezuela, país en el que una vez llegado a Caracas, se procedió a vacunar a más de 2.000 personas.
Desde Puerto Rico se produce una división en la ruta, así un grupo de niños al mando de Balmis siguió la ruta hacia el norte, por Cuba y México, llegando hasta Filipinas, donde estarían vacunando hasta 1807.
Mientras tanto, en otro grupo, dirigido por el doctor Salvany recorrió Sudamérica, dirigiéndose en primer lugar a Cartagena de Indias, y continuando a partir de ahí por el curso del Magdalena y vacunando en todas la poblaciones ribereñas hasta llega a la capital de Nueva Granada (actual ciudad de Bogotá). Partiría luego hacia el Virreinato del Perú. Pasaría por Ecuador y Bolivia.
Durante la expedición Salvany padeció un grave mal de pecho, a causa de la altura, se quedó con un brazo impedido y perdió la vista de un ojo.
El resultado de esta intrépida y novedosa iniciativa fue que cientos de miles de personas quedaron protegidas ante la viruela.
Tres años después de haber partido de La Coruña y después de circunnavegar el globo, el doctor Balmis atracaba en Lisboa. Había vacunado a 250.000 personas, en su mayoría niños. Otras tantas serían vacunadas en los años posteriores a su llegada gracias a los conocimientos que él dejó.
Balmis regresaría a España en el año 1806, tomando tierra en Lisboa y desplazándose posteriormente en carruaje hasta Madrid, donde fallecería en el año 1819.
No tuvo la misma suerte José Salvany, ya que falleció durante la expedición, en el año 1810, si bien parece ser que ya había iniciado la expedición enfermo de tifus.
La corona española se comprometió a hacerse cargo de los niños que partieron de A Coruña hasta que fueran mayores de edad o pudieran valerse por sí mismos. Los 21 que llegaron a México, explicó Ramírez, ingresaron en el hospicio y luego, algunos, fueron adoptados, del resto se desconoce su destino.
También cabe citar que en algunos casos, durante el trayecto de la expedición, no fue posible disponer de niños suficientes para que ejercieran de portadores de la vacuna, por lo que Balmis decidió comprar tres niñas y un niño esclavos.
Para finalizar
Francisco Javier Balmis era una persona singular, pues en su labor era sumamente estricto, y su trato no era fácil, además era celoso de su poder, pero estaba altamente capacitado, con un don especial para encargarse de una organización tan compleja como resultó ser la expedición.
En cuanto a la forma en que se organizaban los procesos de vacunación, hay que decir que en cuanto llegaban a una nueva localidad, cuando esta tenía cierta envergadura, procedía a entrar en contacto con los poderes y nobleza local: virrey, obispos, alcaldes,… Se procedía a vacunar primero a los niños y niñas hijos de los estamentos antes citados, seguramente como manera de transmitir confianza y animar al resto de la población. El efecto llamada funcionó de manera importante, pero a donde no llegaron a los poblados indios.
Para movilizar los progenitores de los niños destinatarios de las vacunas el propio Balmis hizo un llamameniento a superar los prejuicios que pudiesen albergar respecto a la vacuna: “Madres sensibles, no os dejéis llevar de los rodeos que ha inventado la ignorancia; aprovechaos de este beneficio que nos ha concedido el cielo para liberar a nuestros hijos de tan devoradora plaga”.
La labor de Balmis consistió además de transportar e inocular las vacunas, en formar a los médicos locales en la práctica de la vacunación, y dejar organizado un sistema para que la labor continuara tras su partida. A estos efectos promovió la creación de las Juntas de Vacunación en todas las capitales de los virreinatos americanos.
Esta Expedición se enmarca dentro del conjunto de las expediciones ilustradas realizadas por la Corona hispana en los territorios americanos. La expedición resultó un éxito médico, y no sólo logró llevar la vacuna a amplios territorios, sino que desarrolló las estructuras organizativas necesarias para conservarla y administrarla, lo que constituyó un hito de la medicina.
Su expedición debe ser recordada no solo por la aventura, sino porque consiguió llevar el tratamiento de la vacuna de brazo a brazo, es decir, la vacunación. Gracias a esta proeza, la viruela es la primera y única enfermedad humana erradicada. El último caso se dio en 1978.
De la dimensión de esta hazaña, cabe resaltar las palabras de Edward Jenner, el descubridor de la vacuna, quien dijo acerca de la expedición de Balmis: “No me imagino que en los anales de la historia haya un ejemplo de filantropía tan noble y extenso como éste”.
Sobre el mismo hecho, Alexander von Humboldt escribía en 1825: “Este viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”.
La hazaña que supuso esta expedición motivó también numerosas publicaciones,entre las que recogemos las que le dedicó el poeta Manuel José Quintana, al regreso de la expedición:
El don de la invención es de Fortuna,
gócele allá un inglés (Jenner); España ostente
su corazón espléndido y sublime,
y dé a su majestad mayor decoro,
llevando este tesoro
donde con más violencia el mal oprime.
o volaré; que un Numen me lo manda,
yo volaré: del férvido Océano
arrostraré la furia embravecida,
y en medio de la América infestada
sabré plantar el árbol de la vida.
Y en estos momentos tan difíciles que estamos pasando, no es casualidad que el Ministerio de Defensa denomine a su operación contra el coronavirus con el apellido del médico alicantino Francisco Javier Balmis (1753-1819).
Reconocimiento patente en la denominación de varias entidades dedicadas al mundo de la salud, como es el caso del Grupo farmacéutico gallego Zendal, dedicado a la investigación, desarrollo y fabricación de medicamentos, o el Hospital Isabel Zendal, inaugurado durante el año 2020 en Madrid.
El definitiva una hazaña que de no ser cierta, solamente cabría imaginarla como un guión de una novela o de una película. Si dicha iniciativa fuese llevada a cabo por un ciudadano de una gran potencia seguramente hoy en día, Balmis sería mundialmente conocido, protagonizando obras literarias, cinematográficas, etc.
Referencias
Isabel Zendal, la madre de todas las vacunas. De López Marino, A.
A cidade das mulleres. Ayuntamiento de A Courña.
La expedición Balmis. De AA.VV. Edit. Planeta
La expedición del Doctor Balmís. De Solar M.
En el nombre de los niños. De Balaguer Perigüell y Ballester Añón, R.
National Geographic Historia.
La expedición de Balmis – España en la historia (espanaenlahistoria.org)
Expedición Balmis (Mancomunidad Hispánica) | Historia Alternativa | Fandom
España vacuna a su imperio: la expedición de Balmis (nationalgeographic.com.es)