El color negro en el vestir ha pasado por asociarse a la muerte, después a la austeridad y al poder y, finalmente, a la elegancia.
En el arte, el color negro se identifica con el tenebrismo de Caravaggio, Zurbarán, Ribera… o con las pinturas de la última etapa de Goya conocidas como las pinturas negras.
Lo cierto es que la connotación negativa del color negro se lo debemos al cristianismo. A partir del año 1000 la simbología cristiana empieza a identificar el color negro con el color del mal en general y del maligno en particular. Así queda reflejado en la iconografía del románico y del gótico donde el diablo y los seres diabólicos aparecen representados en negro. Los monjes benedictinos conservaron su hábito negro en contraste con los monjes blancos del Císter. Estos últimos veían en los hábitos benedictinos el símbolo del diablo y del pecado, mientras los primeros lo usaban como símbolo de humildad.
Tampoco los animales negros salen muy bien parados en esta época. Los gatos negros y los cuervos serán vistos como animales violentos, poco fiables y cercanos al maligno.
En la Castilla medieval podemos identificar el color negro con cuatro significados básicos:
- Su asociación con la oscuridad y las tinieblas
- Instrumento para la exteriorización del dolor y de la tristeza (el luto)
- Medio de expresión de la penitencia y la humildad (hábito de diversas órdenes monásticas como la Orden de Santo Domingo)
- Manifestación de la honestidad (color propio del estamento eclesiástico)
Son muchas las obras pictóricas en las que se representa a la virgen: La virgen con el niño de Tiziano; La Inmaculada Concepción de Murillo; La Virgen María con el niño de Leonardo Da Vinci; La Coronación de la Virgen de Velázquez… pero en ninguna de ellas se representa a la virgen con vestimenta de color negro (generalmente se utiliza el blanco, el rojo y el azul). Solamente aparece la virgen con manto negro en las obras de representación de la crucifixión o muerte de cristo. De esta manera en obras como La Crucifixión de Juan de Flandes o La Dolorosa de Murillo; el color negro se utiliza como simbología de duelo. Por el contrario, el color blanco del sudario representa la resurrección.
Pero no debemos olvidar que el color negro también se identifica con una parte de la historia de España que ha llegado hasta nosotros a través de la pintura, concretamente de los retratos de corte. Cuando pensamos en los distintos reyes de la dinastía de los Austrias, pensamos en negro. La identificación de este color con una dinastía que reinó en España entre los siglos XVI a XVIII, nos ha llevado a identificar esa época de la historia de España -de forma errónea y por lo anteriormente relatado en relación con la simbología del negro-, como una época oscura, melancólica, sobria y triste, pero… nada más lejos de la realidad.
La llegada del negro a España en el atuendo, fue debido al descubrimiento del Nuevo Mundo y a la influencia borgoñona en el vestir que acompañó a Carlos I a España.
El color negro puro era imposible de mantener en los tejidos de manera permanente hasta el descubrimiento de América. Con la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, se descubre el palo de Campeche, un árbol originario de México que consigue un negro intenso, llamado ala de cuervo, que se fijaba a la ropa de forma permanente. Al ser un producto importado, este tinte tenía un coste elevado, por lo que quedó como un producto de lujo, que se convirtió en símbolo de estatus.
Estamos en pleno Renacimiento, donde el individualismo adquiere un gran protagonismo. Este cambio de mentalidad llevará consigo, entre las partes dirigentes, el gusto por la vestimenta, desatando una pasión por el lujo en el vestir. En este momento es cuando empieza a imponerse el negro en la corte española.
Carlos de Habsburgo llegó a España en 1517. Era un joven que había crecido en el extranjero, del que trajo sus costumbres, su idioma y su manera de vestir. El primero de los Austrias sembró a su paso influencias flamencas, francesas, y alemanas. Estableció la etiqueta borgoñona en la corte española del que formaba parte el uso del color negro.
Pero no será hasta la llegada de Felipe II (1556-1598) cuando el negro se convirtió en una seña de identidad y en un signo de autoridad y poder, no sólo para el rey, sino para los consejeros y en general para todos los cortesanos. Se aplica el término vestir a la española que marcará estilo en toda Europa hasta el siglo XVII en el que se impone la moda versallesca.
Pero no solamente el uso del color negro será copiado por el resto de cortes europeas. Los españoles son los amos del mundo, y como tales aparecen retratados para la posteridad: con gestos de altivez y autoridad reforzada por su vestimenta y adornos. Así podemos observar que el traje ocultaba su piel a excepción del rostro y las manos. La vestimenta consistía, en el caso del hombre, en una camisa sobre la que se superponía un jubón y calzas cortas que dejaban a la vista las piernas que se cubrían con medias Sobre el jubón se superponía un coleto o ropilla. El calzado era plano y apenas decorado, usándose también botas altas y estrechas que llegaban al muslo y que se ataban las calzas.
El color negro contrastaba con el blanco de los cuellos de encaje que recibían el nombre de lechuguillas, porque su forma rizada recordaba a las hojas de la lechuga. El fondo negro en el vestir, realzaba las joyas entre las que destacaba el toisón de oro colgado en una cinta, en el caso de la realeza, y las perlas en el caso de los demás miembros de la Corte, sobre todo entre las damas.
Pero esta moda del negro no fue sólo una cuestión estética y de transmisión de autoridad y riqueza, sino que influyó también en la religión, concretamente en la Reforma protestantes y en la Contrarreforma católica.
Los grandes pensadores y defensores del protestantismo rechazaron el lujo en el ornato en general, pero también en el vestir, abogando por la sencillez y austeridad. Por su parte, el mundo católico de la contrarreforma reclamaba a sus fieles discreción y sobriedad, aunque la Iglesia no lo practicara.
Así, de ser un color demoníaco y del pecado, el negro se convirtió en el más utilizado en la vestimenta europea hasta el siglo XVII.
A lo largo del silo XVIII el negro se destinará al luto y a determinados oficios. Los jueces y los académicos usan la toga negra como símbolo de cierta autoridad o distinción social, como saber y poder intelectual.
A partir del siglo XIX el negro es utilizado por los hombres de negocios, determinados oficios e incluso el servicio doméstico. El abaratamiento de los tintes artificiales, a raíz de la Revolución Industrial, lo convierten en un color más accesible y práctico.
No será hasta la irrupción de Coco Chanel en el 1920 cuando el negro en el vestir se convierte en símbolo de elegancia. Grabrielle Chanel fue contemporánea y amiga de las grandes figuras del arte de la época: Picasso, Duchamp, Renoir…). A ella le debemos el ensalzamiento del negro como señal inequívoca de elegancia atemporal, en su momento custodiado por los sirvientes y usado sólo para los momentos de luto.
A partir del momento Chanel, muchos modistos y modistas han abanderado el uso del color negro en sus creaciones. Hoy hablar de color negro en moda, es hablar de alta costura.
Actualmente, como dijo Gianni Versace: «El negro es la quintaesencia de la simplicidad y la elegancia».
En conclusión, la simbología del color negro en el vestir, nace con un significado negativo relacionado con la muerte, la oscuridad, lo demoníaco, la tristeza… heredados del mundo antiguo. Sin embargo a lo largo de la historia este significado va cambiando empezando a relacionarse con los valores de honestidad y humildad hasta llegar a ser un color representativo de poder y autoridad en la época de Felipe II hasta la época actual en el que se identifica con la elegancia.
Bibliografía:
“El color negro: luto y magnificencia en la corona de Castilla”. David Nogales Rincón, D. Universidad Complutense de Madrid.
“El negro español”, de Bárbara Rosillo.
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