Retomamos hoy la senda en busca del análisis de los principales castros que podemos encontrar en tierras gallegas. En esta ocasión, dedicamos esta entrada al Castro de Troña.
Uno de los símbolos de Galicia son los castros, pequeños poblados anteriores a la llegada de los romanos, que se conservan en buenas condiciones y nos permiten realizar un viaje en el tiempo para descubrir cómo vivían nuestros antepasados en estas tierras. Eran unos pequeños asentamientos, estratégicamente ubicados en las zonas más altas del territorio y que solían estar fortificados para protegerse de posibles invasores. Se estima que en tierras gallegas existen unos 3.000 castros. De su trascendencia encontramos referencias incluso en Herodoto o Estrabón, quienes dejaron constancia, entre otras cosas, de que la vida de estos poblados giraba en torno a las batallas, la pesca y la agricultura.
Los primeros castros estaban ubicados cerca del mar. Sin embargo, cuando comenzaron a recibir ataques de pueblos foráneos que venían en barcos, buscaron nuevos lugares que estuvieran más alejados de la costa. Es por eso que hoy en día podrás encontrar castros en diferentes zonas de Galicia, y de las Rías Baixas en particular. Muchos de ellos excelentemente conservados a pesar del paso del tiempo y que hoy en día puedes visitar sin ningún problema.
Localización del castro de Troña
El castro de Troña está localizado, a más de 200 metros de altitud, en la parroquia de Santa María de Pías, a corta distancia del Ayuntamiento de Ponteareas, en la provincia de Pontevedra. Está pues muy cerca del Balneario de Mondariz, apenas cuatro kilómetros y del centro de Ponteareas, del que dista 8 kilómetros.
Es uno de los castros más importantes de Galicia. Se trata de un gran poblado que se encuentra, como la práctica totalidad de los castros, en una posición estratégica, sobre el valle del Tea. Concretamente en el monte conocido como Doce Nome de Xesús, por encontrase en su cima una ermita dedicada a esta advocación.
Desde este lugar se percibe visualmente todo el Valle del Tea y se encuentra, además, en una posición que podemos considerar como dominante con respecto a otros castros como el de Vilar, el de Fozara o el de Prado, hoy desaparecido. Posee, pues, una localización estratégica que le proporciona una óptima defensa además de perfectas condiciones para el abastecimiento dada su proximidad al río.
Aunque se calcula que los restos datan del 600 a.C, los años de esplendor de este poblado fueron durante los siglos I a.C y II d.C La llegada de los romanos hace que este castro sea despoblado en busca de otras tierras más próximas al río Tea, donde el alimento se hace más fácil y más abundante.
Características del castro de Troña
El castro de Troña tiene forma elíptica u oval. Tiene unas dimensiones de 150 metros de norte a sur y 200 de este a oeste.
Se trata de un poblado fortificado. Consta de dos recintos principales, claramente identificados por la muralla. El primero con unas dimensiones de 160 x70 metros, y el segundo se encuentra en u plano más bajo. Cuenta con un complejo sistema defensivo formado por dos lienzos de murallas que cierran completamente el recinto castreño, foso y parapeto, que nos señala la extraordinaria envergadura de este castro en su época. El grosor de las murallas oscila entre 5,5 m y 1,5, y su altura varía de 2 a 5 metros. A destacar es el torreón que posee la primera muralla en la este, una de las pocas muestras que se conocen de este tipo en el Noroeste peninsular.
En el nacimiento del castro existe un hondo foso de 18 m de altura y 10 m de ancho en su fondo. Está escavado en roca y actualmente pasa por él la pista que conduce al castro. Completa este sistema defensivo dos pequeños parapetos formados de piedra y tierra, que protegen el castro por su lado noreste; tienen unas medidas reducidas: 6 m de longitud y 3 m de altura.
En su interior se identifican unas treinta construcciones, entre viviendas y anexos, con formas diferentes pues unas son circulares, las más antiguas, pero otras cuadradas, rectangulares y elípticas. En una primera época serían fabricadas con materiales perecederos. Transcurrido el tiempo, estas construcciones se realizarían de piedra y, con posterioridad, a causa del influjo romano, muchas de ellas serían de forma rectangular, fruto de la asimilación de las costumbres y manera de hacer de los romanos. Hay que tener presente que las construcciones de planta cuadra y rectangular se suelen relacionar con los poblamientos romanizados, pues los pobladores indígenas no solían hacer esquinas en sus viviendas, debido a la creencia de que en ellas permanecían escondidos los espíritus malignos. La planta circular evitaba estas y además hacía que el espacio habitable fuera igual en todo el habitáculo y además que mantuviera mejor el calor.
Las construcciones muestran varios tipos, posiblemente relacionados con las clases sociales de entonces, pues unas son simples, pero otras, sin embargo, cuentan con dos estancias separadas, a modo de vestíbulo y habitáculo. Se pueden ver restos de enlosados, hogares, canalizaciones, muros de contención, terrazas, escaleras, almacenes y vestíbulos. Notables son las escaleras que permiten salvarla pendiente en algunos tramos.
En el recinto podemos ver otras construcciones para uso común, como aljibes, habitáculos para depósito de grano, así como una gran abundancia de molinos de mano para moler el cereal.
Han quedado también documentados intercambios con otros poblados, ya que la actividad metalúrgica implica la disposición de materias primas procedentes de otros lugares muy alejados. Se han encontrado restos de cerámicas de importación, objetos de bronce o joyas, así como monedas, acuñadas por cecas de la Galia y de otras ciudades del Imperio Romano.
En la parte más elevada se erigieron varias construcciones contemporáneas que conforman un pequeño conjunto histórico: una iglesia dedicada al Doce Nome de Xesús (Dulce Nombre de Jesús), tres cruceiros, uno de ellos de exquisita factura, una fuente de 1906 y un lavadero.
La capilla, construida en el siglo XVIII, es de estilo barroco, tiene planta rectangular de una sola nave, bóveda de cañón y arco de medio punto rebajado. En la fachada, que sigue un esquema pentagonal con un eje vertical de gran sencillez, encontramos la puerta de arco de medio punto que es el acceso principal, y además podemos ver una torre con espadaña, y en el interior encontramos una doble sacristía, así como un atrio con pilares monolíticos.
En cuanto a los cruceiros, declarados Bienes de Interés Cultural, cabe reseñar que el primero, tiene una plataforma cuadrangular con un escalón y pedestal cuadrangular. El capitel presenta forma tronco-piramidal invertida y cuatro ángeles con alas, uno en cada esquina. Su cruz es circular, leñosa y con nudos. Presenta por su anverso a Cristo Crucificado con tres clavos, la cabeza erguida con una corona de espinas y una cartela con las siglas INRI. Le falta el brazo derecho por rotura. A los pies de Cristo lo ciñe un grupo figurativo de naturaleza humana y animal, guerreros portando lanzas, ganado ecuestre y una mujer llorando a los pies de Cristo. Lleva una cartela de mármol que dice: “A LA DEBO / CION DE DON / FRANCISCO / CARRERA / EN 1907”. El Crucero es todo de granito, hecho en el año 1907 siendo obra del Maestro Cerviño.
Del otro lado de la ermita observamos el segundo cruceiro, con plataforma cuadrangular de dos escalones y pedestal cuadrangular achaflanado. El varal empieza cuadrangular hasta un tercio del varal, para luego seguir octogonal hasta el segundo tercio y luego finalizar en circular en el último tercio. El capitel lleva volutas, hojas y querubines. Su cruz es circular y leñosa. Por el anverso presenta a Cristo Crucificado con tres clavos y la cabeza inclinada hacia la derecha sin corona de espinas. La mano izquierda le falta por rotura de esta, se nota cómo la parte izquierda de la cruz y el brazo fueron reparados. Tiene un pergamino con las siglas INRI. Por el reverso de la cruz no tiene ninguna imagen. El crucero es todo de granito presentando un mal estado de conservación. Este crucero es del año 1906 en el que podemos leer la siguiente inscripción: “A LA DEBOCION DE D. MANUEL —– CARRERA AÑO DE 1906?.
El último cruceiro es el más modesto, presenta plataforma cuadrangular con un escalón y pedestal cuadrangular achaflanado. El varal es circular con moldurados. El capitel circular y moldurado. Su cruz es circular, leñosa con nudos. Del año 1900, posee la siguiente inscripción en una de las caras del pedestal: ”AÑO DE 1900 / CRUCIFIJO Y ESTRADA / A LA DEBOCION DE DON / FRANCISCO CARRERA PINO”. Según la gente del lugar, el crucero formaba parte del Viacrucis que subía hacia la cumbre.
Excavaciones arqueológicas en el castro
Ya en los años 1927-1928 tuvieron lugar las primeras excavaciones, centradas en la parte sureste del castro, encabezadas por Luis Pericot y Florentino López. En esta campaña se desenterraron varias construcciones y se encontraron numerosos objetos arqueológicos como ánforas romanas, cerámica pintada, un hacha de filo curvo… pero lo más destacado fue el descubrimiento de dos petroglifos: uno soliforme (hoy menos conocido) y la famosa forma serpentiforme en lo que se llamó “posición heráldica”. Sobre este petroglifo nos extenderemos algo más adelante.
Los siguientes años fueron huérfanos en cuanto a excavaciones, pues hubo que esperar hasta el inicio de la década de los 80 para que se retomasen estos trabajos, y sería bajo la dirección de Hidalgo Cuñarro, cuando se recuperaría lo excavado en las campañas anteriores, limpiando y consolidando parte de las estructuras desenterradas al tiempo que se realizaron cortes estratigráficos. El resultado fue la localización de 12 estructuras más, de parte de la muralla y del torreón. Además, se encontraron varias construcciones pétreas que en ocasiones se superponían y por debajo de algunos pavimentos de muros de piedra se hallaron restos de pisos y hogares pertenecientes a niveles de ocupación de diferentes cronologías.
Los trabajos continuarían en los siguiente años, hasta 1992, gracias a los cuales se descubrió u conjunto de estructuras que indican un cierto proto-urbanismo con enlosados, canales para las aguas o viviendas con vestíbulo.
Fruto de todas estas excavaciones, se han encontrado restos de cerámicas de importación, objetos de bronce o joyas, así como monedas acuñadas por cecas de la Galia y de otras ciudades del Imperio Romano. Todos los materiales encontrados: cerámica, alfileres, hebillas, hachas de hierro, colgantes, monedas romanas,…, útiles que hoy en día se conservan distribuidos entre los Museos Arqueológico de Vigo y el Municipal de Ponteareas.
El castro de Troña fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de monumento, en el año 2009.
Al interés arqueológico, histórico y artístico, debemos añadir que en el lugar en que se encuentra el Castro de Troña hay elementos de gran valor etnográfico tales como el viacrucis que lleva a la capilla del Dulce Nombre de Jesús, donde se realizan dos romerías al año, o un camino real que lleva hasta el Castillo de Vilasobroso.
El petroglifo serpentiforme del Castro de Troña
Los expertos en prehistoria no son capaces de explicar claramente el significado de los petroglifos, aunque siempre los relacionan con un simbolismo vinculado a alguna concepción espiritual. Algún estudioso le añade un carácter geográfico, tanto relacionado con los astros como con los territorios donde se encuentran.
Aunque en el período megalítico (hace unos seis mil años) ya se pueden localizar petroglifos en paredes interiores de algunos dólmenes, no será hasta la Edad de Bronce (hace aproximadamente, cuatro mil años) cuando se multiplica al aire libre este tipo de manifestaciones, ya sean artísticas, espirituales, de orientación geográfica o que obedezcan a cualquier otro motivo.
Pues un magnífico ejemplar de petroglifo lo encontramos en el castro de Troña, es el conocido como la “Serpe de Troña” (serpiente de Troña), un petroglifo grabado en la cara horizontal de una piedra, con forma de serpiente. Este símbolo se vincula con la protección del poblado, dada la absoluta relación de estos pueblos con la naturaleza.
Este petroglifo fue descubierto en los años 30 del siglo XX, pero no fue catalogado, por lo que se perdió su memoria y rastro, hasta que reapareció ya en los primeros años del siglo XXI.
Si bien existen varios artículos, de 1945 y 1957, en los que se menciona este grabado y que lo definen como “inédito” y una “nueva escultura serpentiforme“, sitúan esta “doble serpe” (sería la silueta de dos serpientes, una mayor y otra más pequeña) en el siglo I, apuntando como fecha más antigua el año del abandono del castro, “algo que resulta evidente por la profundidad del surco”, y se indica la técnica: “grabada a pico, metálico muy probablemente”.
El petroglifo muestra una serpiente en posición heráldica, y parece que estaría representada sobre una piedra de sacrificios, con un canal central para recoger la sangre del sacrificado y la llevase hasta el grabado de la serpiente.
Se dice que la serpiente representa la fertilidad tan apreciada por aquellos pueblos para la supervivencia de la estirpe y de los clanes. Otras teorías afirman que no es más que un símbolo que ofrecía la paz y la tranquilidad en el poblado.
Leyenda en torno al petroglifo de la Serpe de Troña
Según la leyenda, en Troña vivió una serpiente que de vez en cuando bajaba para alimentarse con ovejas y otros animales. Era una especie de vasallaje que exigía a los moradores. Se dice que hablaba con las cabras a las se dirigía así:
-¡Dáme do teu leite que eu che darei o meu peite!
(“Dame tu leche que yo te daré mi peine”)
Es una fórmula que recuerda de alguna manera la que se empleaba para ciertos desencantamientos, en ocasiones en la presencia de gigantes, cuando los humanos debían decir: “Dáme da túa riqueza e eu dareiche da miña pobreza”(“Dame tu riqueza y yo te daré mi pobreza”)
Los vecinos, para evitar que bajase todos los días y causase males mayores, le entregaban cada día un animal. Pero hartos de esta situación, un día decidieron mata la serpiente de la siguiente manera: recolectaron mucha lana nueva, hicieron una buena cuerda e hicieron la punta más gruesa, de tal forma que cuando la serpiente picó y la tragó, no tuvieron más que tirar de la cuerda para matarla. La enterraron en el patio de la ermita y le pusieron un cruceiro encima. Sería un método, que en palabras de Víctor Vaqueiro, en su obra Mitoloxía de Galiza, es semejante al que en la Biblia emplea el profeta Daniel para matar el dragón que adoran los babilonios.
Según este mismo autor, se tiene interpretado esta leyenda en función de la posible existencia en la zona de un lugar sometido a un culto de la serpiente, desplazado por las creencias cristianas. Simbólicamente se aseguraría la victoria del cristianismo sobre el paganismo con la puesta del cruceiro sobre la tumba de la serpiente.
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Referencias
Mitoloxía de Galiza. Lendas, tradición, maxias, santos e milagres. De Vaqueiro, V.
Castro de Troña. De Hidalgo Cuñarro, H.M.
A Galicia castrexa. De Rodríguez Corra, J.
Grabados rupestres de la provincia de Pontevedra. De García Alén, A. y Peña Santos, A.
https://galiciapuebloapueblo.blogspot.com/2018/01/castro-de-trona-ponteareas.html
http://onosopatrimonio.blogspot.com.es/2011/07/petroglifos-de-galizagalicia-provincia_9.html
http://patrimoniogalego.net/index.php/14019/2012/02/castro-de-trona/
https://ponteareas.gal/castrotronha/esp-3escavacions.html