Entre los temores más comunes en nuestra sociedad, se encuentra el miedo a los dentistas, un miedo irracional que llega a provocar incluso que muchos pacientes sufran de dolores innecesarios antes de asistir a su consulta.
Este oficio, el de especialista en el tratamiento profesional de las enfermedades de los dientes, no es un oficio nuevo. Hoy vamos a intentar hacer un viaje hasta el medievo y conocer cómo eran las prácticas “médicas” de esta disciplina por entonces. Por tanto en nuestro recorrido, hoy nos detenemos para ver a los dentistas en la Edad Media.
¿Dentista u odontólogo?
Realmente son lo mismo, lo que sucede es que ambas palabras que se refieren al mismo oficio, proceden de raíces diferentes pero idéntico significado.
El término odontología procede etimológicamente del griego “odonto”, que significa “diente”. Y en una simplificación podríamos decir que el termino odontólogo es el que se refiere desde el punto de vista médico a la persona que desempeña esta profesión.
Dentista, por su parte, proviene de los términos “dents” o “dentis”, cuyo significado es “diente”. Sería la forma más popular para referirse a la persona que se ocupa de nuestra salud bucal.
Aunque en la actualidad ambas definiciones se utilizan y son correctas para el mismo fin, que no es otro que referirse a un médico que se encarga de la salud bucal, esto es el diagnóstico tratamiento y prevención de enfermedades o condiciones en el sistema estomatognático esto es: dientes, encías, tejido periodontal, maxilar superior, maxilar inferior y articulación temporomandibular.
La odontología tiene una larga y dilatada historia, ya que los males que trata, como es lógico de entender han afectado a los seres humanos desde el principio de su aparición sobre la faz de la Tierra. Así encontramos testimonios arqueológicos, en yacimientos de épocas remotas que atestiguan dichos males.
Breve historia de la odontología a través de los tiempos
Ante ese problema sanitario, las civilizaciones antiguas intentaron solventarlo con prácticas médicas ayudados por varios instrumentos que suponen el origen de los que actualmente son utilizados por nuestro dentista.
Se han encontrado restos que atestiguan que hace más de 10.000 años, hubo curanderos que hicieron los primeros intentos para tratar los problemas dentales.
Parece ser que hay un texto sumerio, datado en torno al 5.000 a.C. en el que se describe “los gusanos dentales” como causa de la caries dental.
Habría que esperar a la civilización Egipcia y sobre todo a la Grecia clásica para encontrar las primeras escuelas en esta materia. En concreto se suele hablar del médico y dentista egipcio Hesy-ra, como el primer odontólogo de la historia, y que allá por el 3000 a.C. se ocupaba de las dolencias bucodentales de los faraones egipcios. Parece ser que practicaba extracciones e incluso drenaba los abscesos bucales. En el museo egipcio de El Cairo se conserva la tablilla hallada en su tumba que lo distinguía como “Jefe de Médicos y Dentista”. Años más tarde en torno al siglo XVII a.C. aparece el papiro Ebers, que refiere, entre otras recomendaciones médicas, las enfermedades dentales y varios remedios para el dolor de muelas.
Parece ser que fueron los etruscos, el pueblo que se ubicaba en tierras italianas, antes del surgimiento del Imperio Romano, los primeros que comenzaron a eliminar las caries y a colocar prótesis de oro y puentes dentales que fijaban con alambres de oro elaborado los implantes dentales realizados con marfil o conchas marinas.
Roma, como en todos los demás ámbitos, tomó el revelo y evolucionó los procedimientos. Así, encontramos referencias a instrumental y prácticas en textos de autores como Hipócrates, Celso o Galeno de Pérgamo.
Hipócrates había promulgado la llamada teoría de los humores que se transformó en el principio básico de la medicina medieval. Según esta teoría el cuerpo se componía de cuatro sustancias básicas o “humores”, que tendrían directa influencia en nuestra salud y temperamento: bilis negra, bilis amarilla, sangre y flema. Las enfermedades eran consecuencia de un desequilibrio de estas sustancias, por lo que los doctores debían volver a balancearlos. Así, la mayor parte de los tratamientos consistían en preparaciones a base de hierbas, aplicaciones de calor y frío y realización de sangrías (extracción de un volumen de sangre para curar enfermedades).
Pero como sucede en todos los ámbitos y más concretamente en el médico, al inicio de la Edad Media, el oficio todavía se ejercía conforme a los textos y praxis relatados en los manuscritos de la Antigua Grecia. Apenas se aprecian variaciones en los instrumentos utilizados, que no alcanzarían un nuevo progreso hasta la Edad Moderna, dando lugar a lo que hoy en día conocemos como Odontología.
En América, los mayas parece ser que se preocupaban por la estética dental, pues hay constancia del uso, muy limitado y exclusivo, de incrustaciones de oro y piedras preciosas en la reconstrucción de piezas dentales. Además, y para retirar restos de comida, utilizaban, a modo de goma de mascar, una sustancia pegajosa que extraían de algunos árboles.
En la india la odontología era según se creía de origen divino. La mayor parte de los conocimientos sobre los primeros tratamientos dentarios indios provienen del “Sushruta Sambita”, que contiene184 capítulos y la descripción de 1.120 enfermedades, 700 plantas medicinales, un estudio detallado de Anatomía, 64 preparaciones que provienen de fuentes minerales y 57 preparados a partir de fuentes animales. Prescribe la escisión de crecimientos carnosos en el paladar… tumores rojizos del paladar… y tumores sobre la muela del juicio. Las creencias tanto religiosas como médicas han contribuido mucho a que los indios prestaran atención a sus dientes. No hay ningún hindú devoto que desayune sin haberse lavado primero sus dientes, lengua y boca pues cree que muchas dolencias son causadas por los dientes en malas condiciones. Sus cepillos de dientes son tallos frescos con las fibras de una punta deshilachadas.
En el caso de la China de la Edad Media, vivía una época de esplendor científico, y por ello no es de extrañar que practicasen un tipo de odontología en la que se utilizaban remedios vegetales y minerales, el uso de la aleación de plata para obturar las caries, y que ya en el siglo XIII hacía las primeras fabricaciones de dentaduras completas. Además utilizaban la acupuntura (medicina alternativa) para el alivio del dolor asociado con las caries.
En Japón, la odontología empezó a practicarse con la llegada de misioneros budistas en el siglo VI, que llegaron con sus libros médicos, el cepillo de dientes e incluso un código legal con las prácticas médicas.
Para finalizar el período abarcado en esta publicación, recogemos como evento de importancia, la publicación en Alemania, en torno al año 1500, de un libro dedicado a la odontología “Pequeño libro medicinal para todo tipo de enfermedades de los dientes”, por Artzney Buchlein. Cubre distintos temas relacionados con esta, como la higiene oral, extracción de dientes, perforación y colocación de rellenos de oro.
El ejercicio de la odontología en la Edad Media
El miedo y la superstición desempeñaron un papel importante en la medicina medieval. Mucha gente creía que las enfermedades eran un castigo de Dios, y la curación sólo podía venir de la ayuda divina. Los pacientes buscaban la sanación sólo a través de la oración o bien peregrinando a algún lugar santo, en vez de acudir al médico o al curandero.
De manera general podemos decir que el ejercicio de la odontología durante el Medievo corría a cargo de curanderos y charlatanes, que normalmente habrían adquirido sus rudimentarios conocimientos y habilidades en los monasterios.
La práctica de la odontología era una intrigante mezcla de tradiciones, plantas medicinales y conocimientos recabados de textos antiguos.
Hay que tener presente que en la Baja Edad Media, las órdenes monásticas recogen y transmiten los conocimientos antiguos, básicamente de textos de autores árabes. De hecho esa labor realizada por estos religiosos permitió mantener un cuerpo doctrinal en el Occidente europeo.
Un elemento, el cristianismo, imperante por entonces, otorgó a la medicina un importante componente de misticismo religioso. La creación benéfica de los primeros hospitales cristianos y sus órdenes monásticas permitió asumir parte de la asistencia médica de occidente.
Hasta el siglo XII Europa inició gradualmente la fundación de universidades y hospitales. Se origina en Bolonia en el siglo XIII una escuela quirúrgica de gran prestigio, basada no sólo en el conocimiento de los textos antiguos sino en la experiencia personal demostrada en numerosos textos de cirugía.
Hay una gran diferencia con los estudios de medicina que se hacen en el mundo islámico donde por ejemplo, los hospitales funcionaban como verdaderos centros docentes que contaban con biblioteca y salas de estudio para los estudiantes, y en el mundo cristiano en el que los hospitales tenían un fin benéfico para atender a los necesitados. En el mundo islámico se da gran importancia a la higiene oral porque ya es recogida en el Corán como ”agradable a Dios” y se recomienda cepillarse los dientes cinco veces al día coincidiendo con los rezos.
Entre las aportaciones que se identifican en este período se encuentra la limpieza de las heridas con vino y la anestesia mediante una esponja somnífera empapada en una mezcla de extracto de opio, beleño, mandrágora y otras drogas como anestesia.
Teodorico desarrollo la sutura de heridas por primera intención con hilos preparados con intestinos de animales tras limpieza cuidadosa, en vez de aplicar elementos que favorecieran la formación de pus.
Durante la Edad Media, la mayoría de las operaciones quirúrgicas eran realizadas por los clérigos, con la ayuda de los barberos, quienes ya venían teniendo como práctica habitual la extracción de piezas dentales.
Esta situación cambió a partir del siglo XII, pues en los concilios de Letrán, en el año 1123 y en Tours, en 1163, prohibían el ejercicio de la medicina y las operaciones quirúrgicas por parte de monjes y sacerdotes, ya que se consideraba que extraer sangre del cuerpo humano era un sacrilegio para los ministros de Dios. A partir de ese momento, sus funciones pasan a manos de los barberos.
Hasta la primera mitad del siglo XV los barberos siguieron realizando cirugías y sacando muelas sin casi ningún problema. En Inglaterra, en 1450, por una decisión del Parlamento, los barberos sólo podrían realizar sangrías, extracciones dentales y cuidar y cortar cabello.
En cuanto a las prácticas más habituales, resulta fácil entender que lo que más se hacía por los dientes era extraerlos cuando el dolor era demasiado intenso. Todavía no se habían inventado los empastes y la gente no pedía ayuda hasta que no aguantaban el dolor. Generalmente, el paciente mordía un trozo de madera y el galeno, con un punzón, e incluso con las manos, extraía la pieza dental.
Por otro lado, el gusano dental, conocido desde el Antiguo Egipto, todavía se le consideraba como el causante de la caries dental y del dolor de muelas.
Para tener una visión más global, y de manera abreviada podríamos decir que la praxis odontológica pasó durante la Edad Media por dos etapas:
- La medicina monástica, practicada como decíamos antes, en los monasterios, donde se tradujeron numerosos libros del mundo árabe. Existe constancia de un verdadero auge en la cirugía, tarea que fue puesta en manos de barberos, ya que como se sabe, los monjes tenían prohibido realizar operaciones. Hay que tener presente que los barberos acudían con frecuencia a los monasterios y con el tiempo ampliaron su oficio realizando varios tipos de cirugías como batir cataratas, extraer piedras de la vejiga, abrir abscesos y extraer muelas. Con la habilidad con la que afilaban sus cuchillas y hojas de afeitar, mostraron su gran destreza y sabiduría.
- La medicina universitaria. Encontramos la Escuela Médica de Salermo, fundada en el siglo X, y se le considera el primer centro de enseñanza de medicina en Europa Occidental. Las escuelas de medicina en la Edad Media estaban íntimamente relacionadas con los hospitales, de modo que las prácticas podían realizarse frecuente y variadamente.
Por último señalar que a finales del siglo X, con los Reyes Católicos en tierras hispanas, procedieron a dictar la ley conocido como “Pragmática de Segovia”, que exigía a los barberos una capacitación y examen para poder ejercer como cirujano dentista, y por el contrario, los no autorizados, eran perseguidos y castigados.
El papel de los barberos – cirujanos
Los oficios de barbero y de cirujano fueron siempre muy diferentes. Aunque en la época medieval coincidieron en algunos intereses y, en ocasiones, se asociaron.
El cirujano de entonces, era un hombre de estudios universitarios, de menor categoría que los médicos; eran sujetos que aprendían más técnica que ciencia: hacían sangrías, curaban heridas, evacuaban abscesos de pus, arreglaban fracturas, amputaban piernas. Había tres escalas en la carrera de cirujano: mancebo, romancista y maestro.
El oficio de cortar el pelo y cuidar la barba, era un servicio poco demandado. Los barberos fueron también ayudas de cámara de señores importantes, a los que además de cortar pelo y arreglar barba, cuidaban la ropa y enseres; los reyes solían tener barberos en su corte, que también les ayudaban a lavarse y bañarse. Más tarde derivaron hacia la cirugía menor y recibieron una titulación que les autorizaba a hacer: sangrías (sangradores), colocar sanguijuelas (sanguijuelistas), poner emplastos (medicamentos sobre tela aplicados al cuerpo).
Esta deriva de los barberos hacia la cirugía estuvo facilitada o promovida por culpa de las luchas profesionales entre médicos y cirujanos. Los médicos del Renacimiento, especialmente en Inglaterra, no admitían asociarse con cirujanos, por considerarlos de menor categoría y fundaron el Real Colegio de Médicos en donde solo podían entrar internistas.
Los cirujanos se vieron en la necesidad de buscar otras asociaciones para defender sus intereses y se juntaron a los barberos; se fundaron compañías mixtas de barberos-cirujanos-, a las que se unieron pasteleros y cerveceros y tuvieron una serie de estatutos en común. De esta unión coyuntural y antinatural nació la aproximación y el interés de los barberos a las técnicas llamadas de cirugía menor.
En Paris, en 1210, se organizó el primer gremio de barberos, formado por algunos que ampliaron sus conocimientos (cirujanos de bata larga) ante otros (barberos llanos). Los barberos llanos no podían practicar cirugía sin examinarse de antemano ante los miembros del primer grupo.
Los primeros barberos cirujanos famosos dejaron constancia en manuscritos textos que sirvieron de guía para las generaciones posteriores. Algunos de estos famosos cirujanos posteriores fueron Roger de Salemo y Rolando de Parma. En sus escritos se recomienda evitar las extracciones de muelas salvo como último recurso, debido al peligro que esto conllevaba, ellos establecían que era mejor la fumigación, con semillas de puerros y beleño; y cauterización de la pieza dental. En sus tratados podemos encontrar polémicas sobre el tratamiento de fracturas y luxaciones mandibulares, sangrado de las venas debajo de la lengua y los remedios para el dolor de muelas.
Instrumentos utilizados en la práctica de la odontología en la Edad Media
Entre los principales instrumentos odontológicos de aquella época, muy numerosos, cabe destacar los estiletes, de forma alargada, cilíndrica y terminada en punta. Aunque eran utilizados para múltiples funciones, como por ejemplo escribir sobre cera en las tablillas, algunos autores describen cómo también eran utilizados para múltiples usos dentales como en los traumatismos de los alveolos.
Para eliminar el sarro, uno de los métodos preferidos por los dentistas griegos y romanos era el empleo de los raspadores o legras. Junto con las limas, eran los instrumentos más utilizados por los odontólogos de aquella época.
Otro de los métodos médicos más utilizados en épocas antiguas fue la cauterización, bien de heridas abiertas o de lesiones. En este caso, en los tratamientos dentales sobre los alveolos también se utilizaban los denominados cauterios.
A la hora de abordar intervenciones dentales más complejas, en donde el acceso al área operada era más complicado, los dentistas de la antigüedad recurrían a los escalpelos, o bisturíes, de diversas formas y tamaños. Incluso se han encontrado modelos en los que el mango podía separarse del escalpelo en sí y utilizar diversos cabezales para diferentes usos.
La fuerza bruta también tenía su lugar entre el instrumental odontológico antiguo. Así, se han encontrado referencias a pequeños martillos para ayudar en la extracción de dientes, pero su utilización era complicada y delicada, pudiendo llegar incluso a producir luxaciones de mandíbula en los pacientes. Para ayudar en esas extracciones se utilizaban también pinzas que sujetaban los dientes.
Otra forma invasiva de tratar afecciones dentales, sobre todo abscesos, eran los taladros manuales.
El número de herramientas conservadas es extenso (cyathiscomele, dentiscalpium, etc.), siendo sus formas primitivas el origen del actual instrumental que cualquier odontólogo moderno tiene a su disposición
Los grandes médicos dentistas de la Edad Media
Muchos de los dentistas más reconocidos son árabes, no en vano el propio Mahoma, fundador del Islam, fue el encargado de introducir los rudimentos de la higiene oral en el mundo árabe. Y es que El Corán dispone, entre otras obligaciones, las abluciones rituales 5 veces al día antes de las plegarias; estas consistían en enjuagarse la boca 3 o 15 veces al día. Además, el profeta recomendaba limpiarse los dientes con un siwak que era una rama del árbol salvadora pérsica cuya madera contiene bicarbonato sódico y otros astringentes que producen efectos beneficiosos en las encías. El siwak debía utilizarse cuando los dientes se ponen amarillentos, cuando cambia el sabor de la boca, en cualquier momento al levantarse de la cama antes de rezar y antes de las abluciones.
Otra de las tradiciones atribuidas a Mahoma es el uso del palillo para quitar restos de comida entre los dientes y el masaje de las encías con los dientes.
Veamos algunos de los dentistas que pasaron a la historia:
Abulcasis, nacido en la ciudad española de Córdoba, vivió durante los últimos años del siglo X, y es considerado como uno de los padres de la cirugía moderna. Fue uno de los más renombrados médicos de la era musulmana en España. Fue el primero en vincular el sarro con los problemas en las encías y describir la forma correcta de eliminarlo utilizando herramientas inventadas por él mismo. Aconsejaba extremar la prudencia cuando en el caso de extracciones, y contribuyó considerablemente a la metodología de la extracción. Recomendaba también ligar los dientes flojos a las piezas vecinas para estabilizarlos y sustituirlos por otros por ejemplo de hueso de animales en caso de perderlos.
Ali Abbas, iraní, publicó un libro reconocido en el mundo occidental como “libro real”, en el que hace exposición sobre la medicina árabe, dedicando un apartado importante a las enfermedades dentales.
Ali Abbas apoyaba la cauterización con agujas al rojo vivo, aconsejaba que si este tratamiento no conseguía aliviar el dolor, se usara la extracción.
Avicena, natural de Irán, también en el siglo X, era un filósofo y médico persa, y al que muchos consideran el médico más importante de la historia de la medicina antigua. Destacó la importancia de cepillarse los dientes y describe la eliminación de la pigmentación de los dientes con sal y polvos de cuernos de alce. Para rellenar las cavidades en los dientes utiliza muchos materiales tales como el ciprés o la goma arábiga, nuez moscada, azufre, alcanfor… Para el tratamiento de los problemas de fístulas y ulceras fétidas en las encías, lo que hace es verter un destilado de arsénico en el interior del diente.
Mezné “el joven”, en el siglo XI recomendaba no realizar la extracción de los dientes en su período más doloroso; fue un gran técnico en el tratamiento de las fracturas maxilares y las fístulas con botones de fuego hasta el hueso.
En el siglo XIV, Guy de Chuliac, un médico y cirujano. En su obra Magna Cirugía hace numerosas referencias a la extracción dentaria, además de estimular la higiene dental con normas muy precisas. También señaló que la caries dental tenías tres fases: la producción de dolor, la producción de dolor sin estimulo externo y flemón. Por otro lado, gracias a Chuliac, podemos saber que los cirujanos durante la Edad Media utilizaban fármacos, tales como el opio, la hiosciamina, raíz de la mandrágora, la hiedra, etc, para tratar y evitar el dolor en sus pacientes durante las operaciones.
Chuliac en su obra “Inventorium … Chirurgicalis Medicinae”, analiza la anatomía de los dientes y su erupción, y deja reglas de higiene bucal:
Evitar la comida que se pudre con rapidez.
- Evitar la comida o bebida demasiado caliente o fría, evitando especialmente ingerir comida extremadamente fría después de otra demasiado caliente y/o viceversa.
- No morder cosas demasiado duras.
- Evitar comidas pegajosas, como higos y dulces a base de miel.
- Evitar ciertas comidas conocidas por ser malas para los dientes (ejemplo eran los puerros)
- Limpiar los dientes con suavidad con una mezcla de miel y sal quemada a la cual se le han añadido un poco de vinagre.
Además, recomienda el lavado de los dientes careados con vino y menta, pimienta u otros agentes, y el empaste posterior de las cavidades con polvo de agalla, alfóncigo, mirra, alcanfor o cualquier otra sustancia de una lista extremadamente larga. Señalaba el uso de astringentes y otros agentes para fortalecer los dientes con movilidad, sugiriendo que si se caían podían ser substituidos por otros dientes humanos o dientes artificiales, construidos como en eras anteriores, de huesos de ganado y sujetados por alambre de oro.
Cuidados dentales durante la Edad Media
Es evidente que esta cuestión no tenía la presencia, ni consideración que goza hoy en día. En aquella sociedad, los pocos que procuraban el aseo de su dentadura, utilizaban pastas hechas con hierbas y agua, trituradas en un montero. Para su aplicación se utilizaban un paño.
Las clases bajas usaban manzanilla y la lavanda, mientras que la nobleza usaba pastas refinadas y se atendía con dentistas. Pero las caries y otros problemas dentales eran muy frecuentes. Cuando los dientes se pudrían y era necesario extraerlos, sin anestesia, se recurría al barbero o sacamuelas.
También y para protegerse del “gusano dental”, del que hablábamos en párrafos anteriores, se seguían las pautas de autores árabes: los especialistas aplicaban ácidos duros como el agua fuerte o líquidos cáusticos, protegiendo cuidadosamente el resto de la boca de posibles quemaduras con diques aislantes realizados con cera. Con este método, se conseguía destruir los nervios de la pulpa dentaria sin dañar las piezas adyacentes.
Por último, indicar que en el caso de las prácticas de higiene bucal, aunque ahora parezca revulsivo, en la época medieval, utilizaban un dentífrico poco agradable, la orina. La recogían en vasijas para su uso en el blanqueo de ropa, por su alto contenido de amoníaco, pero también lo almacenaban y hacían gárgaras con él antes de acostarse. La razón de ello radica en sus valiosas propiedades para la cura de heridas.
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Referencias
Historia ilustrada de la odontología. De Mosby-Doyma Libros
https://historia.nationalgeographic.com