Sin duda, la procura del cuidado personal y la búsqueda de la belleza, han sido unas constantes en las diferentes culturas, a lo largo del tiempo. Hoy, vamos a viajar hasta el antiguo Egipto para conocer algo sobre estas cuestiones.
En el mundo egipcio la cosmética cumplía un importante papel para la sociedad, pues servía no sólo para la conservación de la belleza, si no también para la distinción de las clases sociales y económicas dentro del Imperio egipcio. Desde el uso de aceites esenciales hasta los intrincados rituales de maquillaje, la antigua cultura egipcia nos ofrece un sorprendente panorama de prácticas y estándares de belleza únicos en su época.
Y es que los antiguos egipcios utilizaban muchos cosméticos, por razones medicinales, terapéuticas y estéticas, pero también para mantener, conservar y cuidar su cuerpo con el fin de reunirse en la casa de la eternidad.
El Libro de los Muertos, el manual de instrucciones para acceder a la vida del más allá, es también explicito respecto al decoro con el que el difunto se debe enfrentar a las pruebas, y recuerda la limpieza y la pulcritud como un diezmo para la inmortalidad, por eso, no descuida la limpieza en el vestido, la pintura de los ojos, la unción con el más adecuado aceite de mirra, y las sandalias blancas.
Higiene, medicina y magia estaban íntimamente relacionadas.
Introducción
Los antiguos egipcios admiraban la belleza, cuestión a la que dedicaban mucho tiempo. Incluso después de la muerte, los sacerdotes ungían los cuerpos con aceites esenciales y ricos perfumes, para que el difunto pudiese disfrutar de ello en la otra vida.
Además, la belleza no era algo exclusivo de las mujeres, pues los hombres también se engalanaban. Hay que tener presente que los egipcios se referían a la belleza como “Nefer”, cuyo significado se refiere a varias cuestiones: lo completo, lo armónico, lo perfecto y lo bueno.
Los egipcios fueron los primeros en entender que ola limpieza personal podía afectar a la salud, de ahí que, hombres y mujeres procuraran mantener un buen nivel de higiene y cuidados personales.
Herodoto de Halicarnaso, el historiador y geógrafo griego del siglo V a.C., se sorprendía del extremo afán por acicalarse de los sacerdotes egipcios, que llegaban a bañarse dos veces durante el día en agua fría, y otras dos durante la noche.
La higiene corporal en el Antiguo Egipto
En Egipto se daba mucha importancia a la higiene personal, pues temían identificado que era de suma importancia para prevenir plagas y enfermedades.
Si a ello añadimos, que consideraban que la limpieza era fundamental para la salud espiritual, nos encontramos que para los egipcios el hecho de bañarse era a la vez necesario para eliminar la suciedad del cuerpo, pero también para purificar el alma.
Lo egipcios, debido al calor que hacía en sus tierras, realizaban baños casi a diario en el rio Nilo en unas sencillas bañeras de arcilla, y untaban su cuerpo con diferentes aceites perfumados. Los más adinerados disfrutaban de la ducha con todo y sus sirvientes para que les ayudaran a pasar el agua a través de un cestillo en los grandes cuartos de baño. Utilizaban la saponaria, una hierba con aceites perfumados y grasas animales utilizado como jabón.
Las abluciones, o baños rituales, eran comunes antes de cualquier acto religioso, demostrando que la higiene y la espiritualidad estaban intrínsecamente unidas.
Además del baño, también afeitaban sus cuerpos pues asociaban el bello a suciedad y enfermedad.
En su aseo utilizaban sales y perfumes, y en el caso de algunas mujeres utilizaban leche para la limpieza facial. Los perfumes se elaboraban a base de aceites esenciales de plantas y flores, como el lirio, la rosa y la mirra, y se aplicaban, además de en el cuerpo, en la ropa.
También inventaron el desodorante, que fabricaban a partir de trementina e incienso en polvo.
También utilizaban ungüentos para hidratar la piel. Los fabricaban a b ase de polvo de alabastro, natrón rojo, sal del Bajo Egipto y miel.
También cuidaban su piel, aunque solamente las mujeres de clase alta, pues hacían un tipo de exfoliación. Así aparece una receta en el Papiro de Ebhers (1150 a.C. aproximadamente). Hacían una mezcla de alabastro, natrón rojo, sal del bajo Egipto y miel, a veces se le agregaba mostaza, fango y azufre. Con esto lograban una sustancia exfoliante, la cual se la untaban en el rostro y el cuerpo; luego la retiraban con agua. En el Papiro de Ebers también se podía encontrar tratamientos para eliminar imperfecciones en la piel, curar heridas, tumores, úlceras y abscesos con ingredientes naturales como la miel, carne fresca, vendajes, tejidos absorbentes y aloe vera, el cual entre las reinas egipcias era un factor sumamente importante para el cuidado de la piel, la cicatrización de heridas y quemaduras leves.
Por otro lado, las mujeres egipcias cuidaban la piel de su rostro, tratando de no exponerse a los fueres rayos solares de la zona. Utilizaban aceites hechos a partir de semillas de alholva.
En cuanto a los útiles para mantener una adecuada higiene, utilizaban palillos de madera o marfil para limpiar los dientes, esponjas naturales y diversas vasijas o cuencos para lavarse las manos y la cara.
El cabello también era centro de atención. El hombre llevó casi siempre el cabello más o menos corto, salvo durante el Imperio Nuevo donde el gusto por las pelucas hizo furor. Los sacerdotes tomaron la costumbre de afeitarse la cabeza, así como todo el cuerpo, en señal de pureza, a partir de la dinastía XIX fue obligatorio. El uso de la barba no era muy habitual En el caso de las mujeres, el gusto por la utilización de las pelucas se remonta a las primeras dinastías. Durante el Imperio Antiguo, estas son de melena corta. Las sirvientas, no utilizaban pelucas, y el pelo de estas es largo. A partir del Imperio Medio el gusto por el peinado cambia. Se siguen utilizando las pelucas, pero ahora la forma de estas es de rollo, imitando la iconografía de la diosa Hat-Hor.
La utilización de las pelucas era un signo de distinción, pero al mismo tiempo, protegía a sus portadoras, de los fuertes rayos solares. En su mayor parte eran de pelo humano, pero también se han localizado de fibra vegetal. Se guardaban en cajas y se han localizado tenacillas con las que ondulaba el pelo y también en alguna de ellas, han sido localizados restos de cera de abeja que se empleaban para fijar las ondas.
En todo caso, se sabe del uso de peines, de hueso o madera.
También hay constancia, que desde la dinastía XII, tanto los hombres como las mujeres se hacían la manicura y la pedicura y que también utilizaban barniz o laca blanca para decorarlas.
Había fórmulas para casi todo, desde prevenir las arrugas hasta curar la calvicie. Incluso existía una receta para lograr que a una rival se le cayera el pelo (literalmente), maldición que, por fortuna, contaba con un antídoto.
Por último, no hay que olvidar la importancia que le daban al perfume. De hecho, la verdadera cuna del perfume fue Egipto, que se convirtió en uno de los más grandes vendedores de perfumes de la Edad Antigua. Y no es sólo una leyenda, pues en algún bajorrelieve se han encontrado detalles de lo que pudo ser una destilería y en un manuscrito de la época se describe cómo Ramsés III ofreció 52 ánforas de perfume a la diosa Osiris.
Pero, la preocupación por la limpieza no se limitaba exclusivamente al cuerpo, sino también que lo hacían extensivo a las viviendas y las ciudades, de ahí que procurarse barrer las calles, recoger la basura, etc.
Las viviendas se construían con ladrillos de barro, y los suelos se cubrían con esteras de junco, que se barrían regularmente. En general se utilizaba vinagre y natrón para limpiar y desinfectar. En las casas de los más pudientes se utilizaban esponjas naturales para limpiar las paredes y el suelo. Además, colocaban jarrones de agua perfumada en las habitaciones para mantener el aire fresco y agradable. El alcanfor servía para ahuyentar a los insectos.
Con la mentalidad y creencias egipcias, es fácil entender que los templos, lugares de culto y aprendizaje, también debían estar impecables. Igualmente se limpiaban la estatuas y altares. En los templos los egipcios realizaban rituales de purificación, y en ellos se encontraban piscinas y fuentes de agua sagrada, donde los fieles podían purificarse al tiempo que tenían contacto con los dioses.
También había baños públicos, espacios comunitarios donde las personas acudían para bañarse y socializar.
La limpieza de la ropa también era importante, puesto que su ausencia merece un espacio en el conocido como papiro de Leyden (siglo XIII a. C), en el que el Príncipe Ipu se queja de la decadencia de Egipto, puesta de manifiesto, entre otras muchas evidencias, en la falta de diligencia en el cuidado de la ropa.
Un caso singular era el faraón, y es que los faraones dedicaban mucho tiempo a cuidarse. El aseo del cuerpo empezaba con un baño perfumado en el que frotan con natrón (limo del Nilo). Después se exfoliaban con suabu (pasta de ceniza y batán) para seguir con un masaje con aceites perfumados.
Seguidamente se daban brillo al cuerpo con pintura color ocre. Las venas de las sienes y el busto se las realzaban con pintura color azul. Se delineaban los ojos con Kohol negro, haciéndose una línea en el párpado superior e inferior, uniendo ambas líneas en el extremo exterior del ojo.
Se pintaban los párpados con colores fuertes, que obtenían con minerales molidos. Alargaban sus cejas pintándolas de negro. Oscurecían sus pestañas y en ocasiones se las . Depilaban. Coloreaban sus mejillas de color rosa. Las uñas de los pies y las manos se llevaban cuidadas y teñidas con alheña, esto les ayudaba a protegerlas del polvo del desierto.
El maquillaje en el Antiguo Egipto
Maquillase en egipcio se traduce como “dar vida a los ojos”
Para el uso del maquillaje existía un mito que lo explicaba: Horus, durante su combate con su tío Seth perdió un ojo. Por lo tanto, inventó el maquillaje para restaurar la perfección de su belleza. La utilización de productos cosméticos para reparar los estragos del tiempo o conforman los accidentes de la vida era tan legítima y no condenados por razones morales.
Después de la muerte, los cosméticos debían crear una apariencia juvenil y fértil, considerada esencial para renacer en el más allá. Las diferentes sombras de ojos verdes (ouadjou) tal vez invocaran la protección de Hathor.
El kohl, una mezcla de polvo de galena y otros minerales, era utilizado tanto por hombres como por mujeres para delinear los ojos. Este ritual no solo realzaba la belleza facial, sino que también se creía que protegía los ojos del “mal de ojo” y de los efectos dañinos del sol.
Desde el Periodo Predinástico, tenemos que los egipcios, tanto para ellas como para ellos, por belleza e higiene, se protegían los ojos con mesdemet (el khol), que como ya he mencionado anteriormente era un polvo negro que se obtenía de la galena y que se empleaba como antideslumbrante del sol, como protector de enfermedades oculares y como repelente de las moscas.
Las pestañas las pintaban de negro con un polvo de sulfuro de plomo obtenido de la galena.
Las sombras para los ojos eran polvos naturales molidos con antimonio, malaquita, azurita y lapislázuli mezclados homogéneamente con grasas naturales para tener una consistencia cremosa y aplicarlas fácilmente a los párpados. Los colores más utilizados eran los tonos azules y verdes.
Los maquillajes blancos (hechos con albayalde) se utilizaron para blanquear la piel de la cara.
Los pigmentos rojos, extraídos de minerales como la hematita, se aplicaban en los labios y las mejillas para realzar el tono de la piel.
El maquillaje verde se hacía esencialmente a base de malaquita molida de Siria. Utilizado en los periodos predinásticos y abandonado durante la IV Dinastía, este maquillaje era llamado ouadjou, «polvo verde». Tonos adicionales se obtuvieron de diferentes pigmentos minerales: arcillas rojas, óxidos de cobre o de hierro, ocre, lapislázuli) o plantas (por ejemplo: lacado rosa, pigmento obtenido de las moléculas de colorante de rubia roja u otros de plantas análogas como la urzela, la orcaneta, el jugo de moras, el acanto) precipitados sobre alumbre.
El maquillaje negro, uno de los más populares en el pueblo egipcio, estaba hecho predominantemente de galena. Era común ofrecer como regalo funerario pequeños tarros con dicho maquillaje.
Los frescos de las tumbas representan los ungüentos que las mujeres egipcias se ponían en el pelo con una representación simbólica en forma de cono fragante de sebo (grasa animal mezclada con mirra) en la parte superior de la cabeza.
Para maquillarse utilizaban objetos como espejos, cuencos donde contener los líquidos y paletas de pintura, una de las más famosas, y el testimonio más antiguo del uso de cosméticos en el Antiguo Egipto es la famosa Paleta de Narmer.
Las aplicaciones de los accesorios de maquillaje aparecerán al final del período predinástico transformados por la invención de la escritura, momento en el que desaparecieron varias pinturas corporales.
Esto explica la gran diversidad de productos: gomas, resinas, ungüentos, aceites, aceites perfumados, kohl, colirios, carmín para los labios y las mejillas (amapola), concebidos por los antiguos egipcios y utilizados muy temprano. Nos encontramos con varias copias de paletas que datan del cuarto milenio a. C.: no eran solo para el maquillaje, sino que también podían tener un uso votivo (para una deidad o una persona fallecida) o conmemorativo (paleta de Narmer).
La obsesión por la belleza
Era tal el interés que tenían los egipcios por la belleza, que no solamente se limitaba al cuidado del cuerpo, el maquillaje, el uso de perfumes, etc, si no que también, tenían muy interiorizado la forma de vestirse.
En primer lugar, hay que decir que vestirse no era imprescindible para los antiguos egipcios. Vivían en un clima cálido y bastante húmedo, que raramente les obligaba a abrigarse durante el día. Además, como carecían por completo de sentido del pudo, no era nada inusual que se mostrasen desnudos.
Los niños no necesitan ropa. Campesinos, albañiles, pescadores y artesanos de baja categoría ejercen su oficio en cueros o cubiertos con un simple taparrabos. Sus esposas llevan vestidos amplios y más bien escasos, que les permiten ayudar en el campo o realizar cómodamente las tareas domésticas, como amasar el pan y preparar la cerveza, sustento diario de las familias corrientes.
El Reino Nuevo pone fin a la desnudez del torso, que se cubre con túnicas ceñidas o anchas
La ropa es un extra, un signo de distinción. No se viste igual un día laborable que uno festivo. La prenda masculina por excelencia es el shanti, una falda confeccionada a partir de una tela corta, cuyos extremos cruzados se meten en el cinturón y se atan con un nudo delantero. Durante el Reino Antiguo, los nobles lo lucen todos los días, pero los hombres de clase baja lo reservan para ocasiones especiales, como acudir al templo, visitar a parientes lejanos o celebrar el final de la cosecha.
El vestuario se complica a medida que se asciende en la escala social. Se le añade una pieza que sobresale por delante o se redondea el borde. En eventos que requieran extrema elegancia, el shanti se adorna con un broche o una pieza de tejido dorado.
A finales del Reino Antiguo y principios del Reino Medio (dinastías VI y VII, ss. XXIV-XX a. C.), el shanti se alarga hasta las pantorrillas, y a veces se le añade un delantal decorado con franjas horizontales o verticales. Aparecen, además, las primeras túnicas.
En el Reino Medio se añade un fino faldellín largo sobre la falda y se populariza un manto corto plisado. El Reino Nuevo (c. 1500 a. C.) pone fin definitivamente a la desnudez del torso, que se cubre con túnicas ceñidas o anchas, a las que progresivamente se van añadiendo mangas y plisados.
El shanti también evoluciona. El faldellín se acorta por delante y se alarga por detrás. Existen incluso modelos abullonados. Y ni siquiera el faraón se libra de estas nuevas sofisticaciones. Como personaje sagrado, el rey suele vestir únicamente la falda clásica, adornada con un rabo de toro que recalca su poderío, y un nemes (pañuelo rayado) sobre la cabeza. Esta sobriedad ceremonial quedará adulterada a partir de la dinastía XVIII, en la que los pliegues, las transparencias, las mangas y otras fruslerías se cuelan también en la iconografía real.
Sería a partir de las últimas dinastías cuando el vestido se convierte en un elemento importante. Las telas no se utilizaban únicamente para cubrirse, sino también como moneda de cambio, y su valor dependía de la calidad del lino con que se tejían. Existían cuatro categorías: tela lisa o basta, tela sutil, tela sutil fina y lino real, que como su nombre indica era el más delicado, casi transparente.
Solían vestir prendas blancas o escasamente decoradas porque el lino resultaba muy difícil de teñir.
La inmensa mayoría de los egipcios iban descalzos, pero los nobles podían calzarse con sandalias, elaboradas con cuero trenzado o fibras de papiro.
Conclusión
En egipcio antiguo existen tantos términos relacionados con el concepto de la belleza como, probablemente, no haya en otras lenguas antiguas. Men-Nefer, “la que es estable de belleza”, era uno de los nombres de la mítica ciudad de Menfis. Bau-Nefer “perfecto de poderes mágicos”, Nefer-Renpet, “el buen o bello año”, Nefer-Hotep “la buena ofrenda (a los dioses)”, Nefertary, “la que ha sido hecha bella” y así un infinito catálogo del término Nefer, vinculado con lo bello, y todo lo que a ello se refiere. De tal modo el concepto de lo bello, lo armónico, lo perfecto, estaba presente en la cosmovisión egipcia antigua.
Lo bello era el fruto de la creación divina, que podría ser destruido si no se preservaba la Justicia Universal, la Maat, representada por esa mujer, divina Señora de la liviana pluma de avestruz, también infinitamente bella.
Encontramos varios arquetipos de belleza en el mundo egipcio, así nos encontramos con Nefertiti, su hermoso rostro lo podemos ver idealizado en la Cabeza de Berlín. También Cleopotra VII, que aunque seguramente tampoco fuese tan bella como se ha idealizado en el mundo de la literatura y el cine, si debía ser una mujer sumamente si debía de ser una mujer muy atractiva.
Pero, en sentido propio, el concepto de belleza en la civilización faraónica no implicaba únicamente el sesgo sexista que hoy esperaríamos: la belleza como atributo exclusivo de la feminidad, la belleza como patrimonio propio de la mujer egipcia.
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Referencias
La vida en el antiguo Egipto. De Strouhal, E
https://historiageneral.com/2011/08/17/los-cosmeticos-en-el-antiguo-egipto/
https://www.institutoestudiosantiguoegipto.com/la_belleza_y_la_higiene_en_el_an.html