La celebración de la Navidad es una tradición que durante la Edad Media se convirtió en uno de los más importantes del calendario cristiano.
Con esta publicación vamos a procurar facilitar unas pinceladas sobre la manera en que se producía la celebración de la Navidad en la Edad Media.
La mayor parte de tradiciones religiosas que llegan hasta nuestros días nacieron o se desarrollaron en este larguísimo período que se extendió entre la caída del Imperio romano de Occidente en el 476 y el siglo XV, con el descubrimiento de América y la caída del Imperio bizantino.
La crucifixión de Jesucristo hacia el año 33 de nuestra está recogida en las fuentes cristianas, que son los cuatro evangelios de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan. El tema central de todos ellos es el juicio y ejecución de Jesucristo, conocido como la Pasión. Para los cristianos, Jesucristo es Dios en forma de hombre y murió en la cruz por la redención del alma.
La Navidad se basa en una historia/leyenda que cuenta que Jesucristo nació en Belén, en invierno, en un pesebre entre animales, que le ofrecían calor, adorado por tres reyes de Oriente que le llevaron de regalo oro, incienso y mirra. Su familia huye a Egipto ya que el Herodes, rey de Judea y vasallo de Roma, quería matar al niño porque fue informado de que el recién nacido era el señalado como el nuevo rey de los judíos. Como no consiguió encontrarlo, ordenó asesinar a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores.
En primer lugar cabe significar que la forma en que hoy en día celebramos la Navidad dista mucho de cómo se celebraba en la Antigüedad Tardía y la Alta Edad Media. La decoración actual con belenes o árboles navideños no existía; la costumbre de viajar en Navidad obviamente no estaba extendida; tampoco el dar y recibir regalos en la Nochebuena o en Reyes. Era, sobre todo, el aspecto religioso el que predominaba en la celebración. Y este aspecto se mezclaba con reminiscencias paganas relacionadas con el solsticio de invierno y el fin del año.
La Nochebuena no sólo era oración y solemnidad, sino también alegría entre el pueblo, entonando cantos y tocando instrumentos. La festividad alcanzó tal aceptación que incluso se extendió a otras religiones, como la musulmana. Carlomagno escogió el día de Navidad para su coronación, una decisión imitada por otros gobernantes. Guillermo el Conquistador es otro notable ejemplo. Elegían tal día por su simbolismo religioso, pues siendo una época en la que se consideraba que el derecho a gobernar provenía de un mandato divino, era relevante que la coronación fuera en Navidad.
La Navidad no empezó a celebrarse tras la muerte de Cristo. Los primeros siglos de la era cristiana se caracterizaron por la lucha de esta doctrina por posicionarse, que terminaría siendo aceptada en el siglo IV. En el Edicto de Milán de 313, el monoteísmo empieza a igualarse con el paganismo tradicional.
Esta festividad tiene, como tantas de las tradiciones actuales, su base en las tradiciones y fiestas paganas de determinadas culturas y religiones antiguas que tenían por costumbre celebrar el solsticio de invierno alrededor del 25 de diciembre, momento en el que la luz del día se encuentra en su fase de menor duración, mientras que la oscuridad de la noche tiene su máximo esplendor.
Se trataba de las fechas del año en las que los romanos celebraban la mitad del invierno, una celebración conocida como “Saturnalia”, en honor de Saturno, dios de las cosechas y la agricultura. La celebración consistía en grandes fiestas con abundante comida y bebida, se encendían luces, se invertían los papeles: los amos servían a los esclavos y los esclavos a los amos, y era habitual la entrega de muñecos de cera como regalo a los niños. Se basaba en celebraciones previas similares durante las mismas fechas y fue convertida en oficial por el emperador Aureliano en el año 274. Las Saturnales culminaban el 25 de diciembre con la celebración del Sol Invictus, el astro invencible, cuando los días, de nuevo, comenzaban a alargarse y la luz vencía a la oscuridad.
En la antigüedad tardía, la Navidad era una ocasión tranquila y solemne, marcada por una misa especial y un llamado a la oración y la reflexión. Hasta el siglo IV, la Iglesia no había fijado formalmente una fecha fija; en algunos lugares se observaba en abril o mayo, en otros en enero e incluso en noviembre. Por tanto, el origen hay que situarlo en el siglo IV d.C. cuando Julio I decide recoger todas estas tradiciones paganas creando su propia festividad, la Navidad cristiana, con motivo de la celebración del nacimiento de Jesucristo. En el calendario Juliano, esta fecha cayó originalmente en el 25 de Diciembre.
En aquellos tiempos la nueva religión cristiana empezaba a desarrollar sus propias festividades y entonces se empezó a crear una festividad en torno y en honor al nacimiento de Cristo. No se conoce la fecha exacta del nacimiento de Jesús, por lo que de forma arbitraria, se decidió que fuera el 25 de Diciembre. La base teológica para esta fecha es que cae exactamente nueve meses después del 25 de Marzo, fecha en la que se considera que el mundo fue creado, además de la fecha de concepción de Jesús.
Sobre todo a partir del siglo V, esta fiesta se había expandido con celebraciones en honor a san Esteban, Juan Evangelista o los Santos Inocentes, durante tres días después de Navidad.
Antes del siglo IV no hay ninguna referencia a la fiesta de Navidad. Su origen se remonta, como decíamos en párrafos anteriores, al año 350 y fue fijada por el Papa Julio I. Encontramos una base en la celebración, entre los meses de mayo y junio, del año 325 del Concilio de Nicea, que estableció el 25 de diciembre como Dies Nativitatis. La inmediata consecuencia fue que comenzó a extenderse por las diversas comunidades cristianas.
Posteriormente, entre los siglos IV y VI se estableció que la Navidad duraba entre los días 24 de diciembre, la Nochebuena, y el 6 de enero, la Epifanía, un período al que en ocasiones se refiere como los Doce Días Mágicos.
Fue el concilio de Tours en 567 el que decretó el periodo festivo entre el 25 de diciembre y el 6 de enero.
Durante la Edad Media, las tradiciones cristianas adquirieron mayor sentido espiritual. Las fiestas navideñas fueron enriquecidas por una gran cantidad de manifestaciones sociales, artísticas y gastronómicas.
La Navidad en la España musulmana se celebraba por la influencia y convivencia con los cristianos, además que según el Corán, Jesús era un profeta que anunció la llegada de Mahoma.
En la Edad Media, la Navidad estaba precedida por el ayuno del Adviento, que tenía una duración de un mes. Durante este período, los cristianos evitaban excesos a la hora de comer. Sería a partir del día 25 de diciembre cuando podían comer, beber, disfrazarse, jugar, bailar y divertirse por todo el vecindario. Este período festivo solía durar unos 12 días.
Entre los siglos IV y VI se estableció el período de Adviento (en latín, adventus, venida), una fase de preparación espiritual para el nacimiento de Jesús, en la que se practicaban oraciones y penitencias, al tiempo que se realizaban determinados ayunos. La duración variaba, entre tres y seis semanas, según los países. El tiempo de Adviento no sólo se enfocaba en su nacimiento, sino también en la inminencia de la Segunda Venida de Jesús, dándole a la temporada navideña también una dimensión escatológica.
Del adviento encontramos un buen ejemplo en el Concilio de Zaragoza del año 380, que decía: “durante veintiún días, a partir de las XVI calendas de enero (17 de diciembre), no está permitido a nadie ausentarse de la iglesia, sino que debe acudir a ella cotidianamente”.
La festividad daba comienzo antes del amanecer de la mañana del día de Navidad, momento en el que se celebraba una misa especial que marcaba el final oficial del Adviento. Se iniciaba entonces el período de fiestas que duraría hasta el día 5 de enero.
Por lo tanto, transcurrido el período de Adviento, llegaban las primeras fiestas de la época navideña: Nochebuena y Navidad. Tras el banquete del 24, se acudía a la Iglesia a medianoche para celebrar la Misa del Gallo, que en España comenzó a darse a partir de los siglos V y VI , y que se popularizaría en toda Europa hasta el siglo VIII d.C. Su nombre se debe a una leyenda acerca de un ave que pasaba la noche en la gruta de la Natividad, siendo la primera en contemplar el nacimiento de Jesús y la primera también en anunciarlo. El ave anunciaba con su canto el nacimiento del Mesías. En la misa, su canto solía ser imitado por un niño del coro o se traía un ave. El gallo es el símbolo de la fecundidad en las culturas paganas y anunciador de la salida del Sol, de ahí que dé el nombre a la primera misa de la Navidad. Tras la solemnidad de la misa, de la cual conocemos su liturgia mozárabe, se esparcía la algarabía por el pueblo con cantos, música y otros rituales.
La mayoría de las personas, independientemente de su estatus social, sacrificaban al menos un cerdo en noviembre, y lo salaban y ahumaban. Las bebidas preferidas eran, entre los plebeyos, la sidra y la cerveza; y entre la realeza primaba el vino.
Respecto a las misas, en la Alta Edad Media ese día se celebraban tres misas. En ellas se proclamaban con solemnidad las profecías de Isaías, los textos de León Magno, el Prólogo del Evangelio de San Juan, la genealogía de Cristo, etc.
Ya en el siglo X se representaban episodios bíblicos del Nacimiento de Jesús, pero con el tiempo fueron adquiriendo complejidad. En el siglo XII, nació en Toledo el Auto de los Reyes Magos, una obra que incluye tres monólogos de los Reyes Magos en los que se habla de la aparición de la estrella. La obra concluye con la adoración de los Reyes en el portal de Belén. Tales representaciones se montaban en diferentes parroquias, con una alegría que en ocasiones daba lugar a abusos, pues algunas solían terminar en mofas. El papa Inocencio III prohibió en 1207 las escenificaciones dentro de los recintos sagrados. A partir de ese momento, los actores fueron sustituidos por figuras que representaran las escenas.
Una tradición escandinava medieval, consistía en que adultos, habitualmente ebrios, se ponían máscaras y disfraces e iban de casa en casa, pidiendo comida.
A efectos ilustrativos, recogemos como se celebraba en el año 1471 en Jaén, la Nochebuena y la Navidad, según la crónica de Miguel Lucas de Iranzo:
“El día 24 de diciembre, a primeras horas de la noche, juego de dados en el palacio del condestable, donde éste muestra su generosidad pues juega «mas por eccelencia e fin de franquear que por cobdiçia de ganar». Misa de maitines. Representación por la noche en la catedral de la Historia del nacimiento de nuestro señor y salvador Jesucristo y de los pastores. Consumo en las fiestas del 24 de diciembre al 6 de enero de «muchos manjares e vinos e confites e conservas». A veces, de pescados frescos, «empanados y en pipotes». El día 25 «Estrenas, mercedes e limosnas» como aguinaldo a los que acuden al palacio del condestable. Alborada en palacio. Misa. Comida y colación. Cena y colación. Danza y baile después de la comida y la cena. Empleo de trompetas, atabales, chirimías y cantores en los actos principales”.
Sabemos que los preparativos para el invierno daban comienzo a finales de otoño. Humanos y animales se alimentaban básicamente de lo mismo: cereales. Los más pobres no tenían suficientes cereales para alimentar a sus animales a lo largo de todo el invierno, por lo que la mayoría de sus cerdos y ganado se engordaban a base de bellotas y se sacrificaban en esta época del año para el consumo de su carne. Los calendarios conmemoran esta decisión estratégica para los meses de noviembre y diciembre con imágenes como las que podemos ver a continuación, acompañadas de los signos del zodíaco correspondientes (Sagitario y Capricornio).
En la cena del día 24 o en la comida del día 25, la base alimentaria era, como siempre, cuestión de clases, por lo que la mayor parte de europeos se alimentaban de pan, hortalizas, verduras, legumbres secas, carne de cerdo, queso, leche, cerveza y vino mientras que los nobles probablemente sí podían acceder a miel, caza, cordero y, de vez en cuando, pescado. En realidad en esas fechas, como el resto del año, la mayoría de la población comía cereales, y a veces salchichas, bacon y embutidos en genera, también pescado salado, si podían conseguirlo, manzanas secas o en conserva, guisantes y alubias y quizás algo de miel. Más difícil les resultaba aderezar los alimentos con cebollas, ajos o puerro, e incluso la sal, muy cara en aquellos tiempos. Pero los más pudientes podían permitirse no sacrificar a sus animales y seguirlos alimentando para tener carne fresca durante todo el invierno, podía comer lo que gustasen. La carne se consumía aderezada con especias: clavo, nuez moscada, pimienta y canela. La carne solía ser ganado caprino, ovino o porcino, que se engordaba durante todo el otoño a base de bellotas para sacrificarse en esta época del año. Desde el siglo VI también era común el capón, mientras que a partir del siglo XIII lo común entre la nobleza era comer gallo. Los verdaderamente muy ricos, como la realeza, tenía en sus banquetes navideños, pavo real y jabalí. Los más ricos también podían permitirse el consumo de dulces: fruta escarchada, almendras garrapiñadas y dulces de todo tipo siempre han sido manjares navideños muy populares.
En cuanto a los dulces navideños, el mazapán es de origen incierto, pues muchos lo sitúan en el mundo árabe, pero otros los sitúan en Venecia o en Alemania. Otros estudios sin embargo, indican que nació en España, concretamente en Toledo, en el convento de San Clemente el Real. En uno de los asedios de la ciudad, en 1214, cuando la comida escaseaban, las religiosas guardaban en sus despensas gran cantidad de almendras, que machacaron y mezclaron con azúcar hasta formar una pasta que fueron repartiendo entre la población.
En época medieval, la Navidad finalizaba con la celebración de la noche de Reyes tras el consumo del denominado “pastel de Reyes” (nuestro roscón de Reyes actual). Este pastel tiene también su origen en las Saturnales romanas, donde se comía una torta redonda en cuyo interior se escondía un haba. Quien encontraba el haba era designado el rey de la fiesta y se le obedecía en todo. Esta tradición se cristianizó en el año mil y servía para clausurar la Navidad.
Ver origen de este dulce en: El origen del Roscón de Reyes.
La primera referencia que existe del turrón se encuentra en una carta del año 1453 de María de Trastámara a las monjas del Convento de Santa Clara barcelonés.
Los juegos y los disfraces y cambios de roles eran una parte importante de las celebraciones navideñas durante la Edad Media. De alguna manera eran vestigios de costumbres paganas anteriores relacionadas con el solsticio de invierno. Así encontramos, por ejemplo, que un pasatiempo navideño popular en los pueblos ingleses era la denominada “momia”. Algunos mimos lo hacían por diversión, otros en cambio lo hacían esperando recibir a cambio unas monedas o pequeños obsequios.
En cuanto a la decoración navideña, en la Edad Media ya era habitual adornar las casas con ramas de acebo, hiedra y velas.
En el siglo XIII, San Francisco de Asís fue quien inició la tradición del Belén reproduciendo en la Navidad del año 1223 el primer pesebre viviente de la Historia en la ermita de Greccio (Italia). Podéis encontrar más información en nuestro post: Origen del Belén de Navidad.
Hoy en día, posiblemente el elemento decorativo más importante de esta festividad sea el árbol de Navidad. Pero es un elemento que no existía en la Edad Media, se trata de un elemento pagano adoptado sobre todo a partir del siglo XVI, que ha llegado hasta la actualidad. En todas las culturas de la antigüedad, los árboles de hoja perenne poseían ciertas propiedades mágicas y curativas. Para los vikingos, era común colgar abetos junto a los trofeos de guerra como reclamo de buena suerte y para los celtas eran elementos sagrados. Será San Bonifacio en el siglo VIII quien lo introduzca en la Navidad, sin embargo, no se generalizará hasta el siglo XIX. San Bonifacio lo definió como símbolo perenne de la paz y del amor de Dios y lo adornó con manzanas (símbolo de las tentaciones) y velas (luz para iluminar el mundo). Además, su forma piramidal y apuntada hacia arriba simboliza el cielo, la morada de Dios.
Durante la Edad Media, la propia iglesia decoraba árboles con manzanas la víspera de Navidad, a la que llamaban “día de Adán y Eva”. Durante el siglo XVI, en Alemania, en la víspera de Navidad, era costumbre decorar un abeto con flores de papel y llevarlo en procesión por las calles hasta la plaza de la ciudad, donde se celebraba un banquete que incluía una danza alrededor del árbol, que finalmente era quemado en una solemne ceremonia.
Otra de las tradiciones vinculadas a la navidad es la relacionada con los villancicos. Para conocer su origen debemos mirar al siglo XIII. Originalmente era un tipo de canción con danza, y en los primeros villancicos una persona cantaba mientras que el resto bailaba en círculo. De todas formas, la mayoría de villancicos actuales son de tiempos posteriores a la Edad Media. Sobre el origen de los villancicos podéis encontrar más información en nuestro post: El origen medieval de los villancicos.
España ha realizado una gran aportación a los villancicos, que obtienen su nombre de los villanos –pueblo llano– que los cantaban durante los siglos XVI y XVI. Góngora o Lope de Vega realizaron su contribución a este género, como muestra este ejemplo del dramaturgo:
Pues andáis en las palmas,
ángeles santos,
que se duerme mi Niño,
tened los ramos. Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto;
no le hagáis ruido,
corred más paso.
Que se duerme mi Niño,
tened los ramos.
El Niño divino
que está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso,
sosegaros quiere un poco
del tierno llanto.
Que se duerme mi Niño,
tened los ramos.
Más comúnmente (y con entusiasmo) celebrada fue la Epifanía, o Noche de Reyes, celebrada el 6 de enero. Esta es otra festividad se cree que la Epifanía marcó la visita de los magos y su otorgamiento de regalos al niño Jesús, pero es más probable que la festividad originalmente celebrara el bautismo de Cristo.
En la Edad Media, los reyes y las reinas de toda Europa, inspirado en la historia bíblica de los tres reyes magos llevaron regalos al niño Jesús, exigieron tributo de sus temas para Navidad. Tras ellos, los propietarios comenzaron regalos de los campesinos, que durante las vacaciones no se suponía que exigir, a pesar del hecho de que eran los más pobres en el reino. Según la leyenda, el príncipe Checa de Wenceslao del siglo X que fue uno de los primeros gobernantes que cambiaron la situación y comenzó a distribuir alimentos, ropa y leña a los pobres en Navidad.
Por último, desearos, queridos lectores felices fiestas.
Lectura recomendada
Referencias
La Navidad en el Arte Medieval. Pérez Higuera, T.
La Navidad a través del tiempo. La Natividad: arte, religiosidad y tradiciones populares. De Rodríguez Gallar, E. Obra coord. por Campos y Fernández de Sevilla, F. J.
https://culturaenblog.wordpress.com/2013/12/23/la-navidad-durante-la-edad-media/
https://www.eldiariodeanabolena.com/2016/12/navidad-en-la-edad-media.html
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