En el marco de las entradas que estamos dedicando periódicamente al origen de ciertas costumbres, tradiciones, o bien de la generalización del uso de ciertos bienes o servicios, hoy, dada la proximidad de las fiestas, vamos a centrarnos en buscar el origen de la representación del Belén de Navidad, también conocido como pesebre, en muchos de los hogares.
Antes de nada, y por si resulta de vuestro interés, deciros que en este mismo Blog podéis encontrar una entrada sobre “El origen medieval de los villancicos”, publicada el día 5 de diciembre de 2019.
Cabe decir en primer lugar que la palabra “tradición” viene del latín “traditio” que se refiere al verbo “tradere”, que significa entregar. En consecuencia, podríamos afirmar que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado.
Es comúnmente sabido que el 25 de diciembre se conmemora el nacimiento de Jesús de Nazaret, pero la verdad es que se desconoce la fecha exacta de este hecho histórico. El análisis de ciertos fragmentos de los evangelios, así como de otros documentos de aquella época, han permitido a los historiadores realizar diferentes hipótesis sobre el nacimiento de Jesucristo. Algunos hablan de abril o mayo, mientras que otros concluyen que fue en Septiembre u Octubre.
Cuando nos referimos al Belén de Navidad, también conocido como Pesebre, hablamos de una de las tradiciones navideñas con más arraigo, al menos, en España. La representación del nacimiento de Cristo forma parte de una tradición cristiana que se remonta a más de ocho siglos. Lo que mucha gente desconoce es el motivo que impulsa a la población a decorar la casa en Navidad con el Belén.
El término pesebre proviene del latín “praesēpe” y su significado original (y que también se utiliza hoy en día en el mundo de la ganadería) es el de “recipiente o cajón destinado a la comida de los animales” (ganado).
La escena que muestra el Belén, presenta a Jesús, María y José en un pesebre, o según otras tradiciones, en un establo, granero o cueva, donde, según el evangelio de Lucas 2,7, nació el niño. La tradición acompaña el pesebre de una mula y un buey, según el relato de los Evangelios apócrifos y del texto del libro del profeta Isaías y del Habacuc.
Lo que se conoce como el Misterio: el Niño Jesús, María y José que son el motivo central y motivo central del Belén, cuya representación nos mueve a la contemplación del gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.
Además de estas representaciones, muchos belenes actuales incluyen también representaciones de los pastores reunidos para adorar al recién nacido, de los tres Reyes Magos con sus ofrendas, de ángeles, de la estrella de Belén, el castillo de Herodes, la posada en la que San José y María buscaron refugio para alojarse, o los romanos. Incluso otras escenas como La Anunciación del ángel Gabriel a la Virgen.
Hagamos un repaso de la evolución de los belenes a lo largo de la historia:
Excavaciones arqueológicas han descubierto representaciones belenísticas en catacumbas de época romana así como en iglesias anteriores al siglo XIII. Así, se han encontrado pinturas, como un fresco de las catacumbas de Priscila, en Roma (hacia el siglo III). Fue entonces cuando comenzó a generalizarse la instalación del pesebre.
El Papa San Sixto III, en el siglo V d.C. ya celebraba la Navidad con algunas representaciones del Nacimiento de Cristo realizados en una gruta semejante a la de Belén que él mismo había mandado construir en una Iglesia.
Habitualmente se suele afirmar que el Pesebre tiene su origen en la Edad Media. La primera celebración navideña en la que se montaría un Belén para la conmemoración del nacimiento de Jesucristo tendría lugar en la Nochebuena de 1223, cuando San Francisco de Asís decidió reproducir la tradición cristiana en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia). Éste en colaboración de Juan de Grecio, comenzó los preparativos y nueve días antes del 25 de diciembre convocó a todo el pueblo para celebrar una misa en presencia de la representación del nacimiento.
San Francisco de Asís utilizó personas y animales vivo, pero no había figuritas, es decir, no estaba el niño Jesús, pero sí el buey y la mula. Debido al frío reinante, para sustituir al niño se puso un muñeco y una hermosa leyenda cuenta que, en la hora del nacimiento, la figura comenzó a llorar. Este primer pesebre o belén se basó en lo que dictaban los Evangelios apócrifos, en el que el buey y la mula ya aparecen en el siglo IV.
Esta actividad gustó mucho a las personas que asistieron y se empezó a popularizar. Con el paso del tiempo, la falta de espacio obligó a sustituir a las personas y animales con figuras de piedra, terracota, madera o de barro.
La siguiente referencia que encontramos acerca de los belenes data de 1289, cuando se nos dice que el tallador Arnolfo di Cambio esculpió un nacimiento de mármol blanco para la catedral de Florencia. Algunas de estas figuras aún se encuentran en la basílica romana de Santa María la Mayor.
En poco tiempo, esta tradición se comenzó a popularizar. En Italia, durante los siglos XIV y XV, va asentándose la costumbre de decorar las iglesias con belenes en las fechas navideñas. Cabe citar en estos años el de Andrea della Robbia para el Duomo de Valterra. Y, con el Barroco, comienzan a introducirse también en las casas señoriales, pronto imitadas por el pueblo. Así, en el siglo XVII, la tradición belenística se halla plenamente asentada en el país transalpino.
Según la tradición, la primera forma moderna de Belén se debe a San Cayetano de Thiene, que en 1534 ideó un pesebre con figuras de madera cubiertas con vestidos típicos de la época. Más tarde se irían incorporando figuras articuladas y reduciendo gradualmente su tamaño, llegando en torno al año 1700 a un tamaño de unos 33 cms de altura, que se convirtió en un estándar. Las figuras del Belén tenían la cabeza hecha de terracota, cartón piedra o madera, al igual que sus brazos y piernas, estaban coloreadas. Los ojos se hacían con vidrio. Habitualmente incorporaban en su interior alambres que permitían, de alguna manera, que fuesen figuras articuladas. Sin embargo, la principal novedad de los belenes napolitanos consistió en incorporar la ambientación del conjunto, llegando incluso a reflejar el entorno del Nápoles de la época, mezclando lo sagrado y lo profano. Habitualmente se incluían también personajes populares de la ciudad.
Desde allí, se irradiaría a toda Europa y, a partir de ella, al resto del mundo. En España, por ejemplo, esta tradición fue introducida por el Rey Carlos III –que lo había sido primero de Nápoles-, gran entusiasta de los belenes. Él y su esposa, María Amalia, trajeron a España esta tradición de Italia, promoviendo fuertemente la difusión de los nacimientos entre la aristocracia y nobleza en un primer momento, y entre el pueblo más tarde. Aunque ya se conocían anteriormente (todavía se conserva un belén de coral en el monasterio de las Descalzas Reales que data del siglo XVI), pero fue este monarca quien dio el impulso al desarrollo de la tradición belenística. Estos pesebres luego pasarían también a América, en su difusión de evangelización (América, Filipinas, Islas en el Pacífico,…)
En 1465, se fundó en París la primera empresa fabricante de figuras del belén, y en 1471 se creó el primer taller belenista en Alcorcón.
En los siglos XVI y XVII, el modelo de pesebre monumental sufrió nuevos cambios que darían lugar al pesebre tal y como se conoce hoy en día.
Afirman algunos autores, que fue en San Cristóbal de La Laguna, Tenerife, en el siglo XVII, donde se expuso el primer Belén en nuestro país. Era un nacimiento de forma pública en una casa particular, concretamente en casa de la familia Lercaro. Hoy este lugar es el Museo de Historia tinerfeño y en el que se conserva un belén procedente de Génova.
Hasta el siglo XVIII los belenes solían mostrarse exclusivamente en las Iglesias, pasando entonces a instalarse en las viviendas particulares.
El belén cuenta con una figura que tiene mucha tradición en algunas zonas de España. El caganer es típico de Cataluña y la Comunidad Valenciana y representa a un hombre agachado que se esconde para satisfacer sus necesidades fisiológicas. La tradición indica que no ponerlo trae mala suerte.
¿Por qué se suele poner en los nacimientos la estrella de Belén?. El origen de la estrella de Belén lo encontramos en la Biblia, tal como dice el Evangelio, una estrella guió a los magos de Oriente hasta Belén. En la Antigüedad, se asociaban los fenómenos extraños de la naturaleza con grandes acontecimientos de la historia como el final de una era o el nacimiento de un rey. Estos Magos de Oriente, sabios que adivinaban el futuro en aquella época, creían que esa estrella anunciaba el nacimiento del rey de los judíos.
En cuanto a la fecha “oficial” para el montaje del Belén de Navidad, hay que decir que el 8 de diciembre de 1854 Pío IX estableció que María “por privilegio único, fue preservada de la mancha original desde el primer instante de su concepción”. Por ese motivo, la fecha fue declarada como el Día de la Virgen Inmaculada Concepción, pero es común ver a las familias organizando navidad desde las últimas semanas de noviembre.
Se retiraría, teóricamente, el 2 de febrero, con motivo de la Candelaria, pues constituye, dicen, una fecha idónea, porque se cierra el ciclo de la Navidad. Tras el nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, su bautismo el 8 enero, tras la epifanía y, finalmente, su presentación en el templo.
Entre los belenes más conocidos de España encontramos el Belén Bíblico de Jerez de los Caballeros, en Badajoz (el belén monumental más grande de Europa); el Belén viviente de Buitrago del Lozoya (Madrid); el Belén de la época mudéjar de Sevilla que cuenta con edificios emblemáticos de la ciudad; el Belén de Salzillo instalado en el Palacio de Cibeles de Madrid, declarado como Patrimonio Cultural Nacional; el Belén de Ocaña, en Toledo, que relata la Historia de la Salvación desde la creación del hombre hasta la resurrección de Jesús; el Belén con luz y sonido de la Concatedral de Guadalaja y el Belén de la Catedral de la Almudena, por citar algunos de lo miles que se instalan en tierras españolas. Además, por curioso y original el Belén de Rute (Córdoba) al estar hecho con chocolate.
En Galicia hay muchos, y hermosos belenes, entre los que podríamos destacar: el Belén de la Catedral de Santiago de Compostela, el de San Fiz de Solovio, también en Santiago, el de la Orden Tercera, en Ferrol, el Belén artesanal en movimiento de Valga, en Pontevedra, el Belén de la Catedral de Tui (Pontevedra), el llamado “Belén gigante” de Viveiro, en Lugo, el Belén eléctrico de Begonte (Lugo) y el de Baltar en Ourense.
Otra cuestión es el origen de la Navidad. Aunque normalmente asociamos el origen de la Navidad a los mitos cristianos y al catolicismo, puesto que representa el nacimiento del niño Jesús, en realidad, esto es un error, al menos tal y como tenemos hoy en día aceptada la Navidad.
El origen de la Navidad, no es para nada cristiano, tiene origen pagano. La primera vez que podemos oír hablar de las Navidades celebradas el 25 de diciembre (tal y como lo conocemos hoy) surgió casi dos siglos después del nacimiento de Cristo por lo que, tanto antes como después del nacimiento del niño Jesús, existía una celebración a final de año, en torno a la figura de Saturno que los romanos implantaron.
El 25 de diciembre no fue elegido para la Navidad porque fuese el nacimiento de Cristo, si no que era la mejor formar de sustituir la Saturnalia, una celebración pagana que, cuando el mundo eclesiástico se impuso, debía ser totalmente exterminada. De hecho el Papa Julio I, en el año 350, establece la Navidad el 25 de diciembre. Esto fue decretado 4 años después por el Papa Liberio. La iglesia cristiana eligió entonces el 25 de diciembre como día del nacimiento de Jesús como estrategia en su proceso de expansión, en el que sistemáticamente buscó absorber y fusionar sus celebraciones con los ritos paganos de los diversos pueblos convertidos.
Los romanos celebraban la Saturnalia romana que no era más que un festival que representaba el solsticio de invierno (entre el 20 y 23 de diciembre) donde se honraban al dios Saturno. Durante esta fiesta, los romanos se alborotaban y por ello, los pocos cristianos que existían en aquella época, se oponían a estas celebraciones tan descontroladas. La Saturnalia se celebraba cuando el sol estaba más bajo en el cielo y, así, los días se hacían más largos. Eso simbolizaba el crecimiento.
De esta manera se dice que la Navidad surgió para sustituir la celebración de Saturno, rey del Sol, en inglés “sun”, por lo que se tomó como el nacimiento del hijo de Dios, que en inglés es “son». Más tarde, cuando la religión cristiana se impuso en todo el Imperio Romano, el rey Justiniano declaró la Navidad como unas fiestas cívicas, aunque poco duró esta compostura, pues en la Edad Media las fiestas navideñas se convirtieron en días para beber y estar de juerga de la mañana a la noche.
En el resto de las civilizaciones y culturas, también existía este dios del fuego y del sol. En Egipto lo llamaban Vulcano, los griegos le llamaban Cronos, los babilonios Tamuz (o Nimrod cuando resucita en su hijo) y Moloc o Baal para los canaanitas. Para ellos, todos estos dioses eran Nimrod, considerado el padre de los dioses babilonios. Nimrod, además de ser uno de los dioses originales de la historia, también fue una figura bíblica. En el Génesis se explica que Nimrod trató de reemplazar a Dios. Según él, si Dios intentase ahogar al mundo de nuevo, construiría una torre muy alta que nadie pudiese alcanzar.
De hecho, si miramos costumbres antiguas, puede parecer muy raro celebrar el nacimiento de alguien ya que en los primeros siglos de Iglesia Cristiana, se solía celebrar la muerte de las personas que eran importantes y no sus nacimientos.
Y con esto finalizamos por hoy.