Siguiendo con las pandemias…. no debemos olvidar la pandemia de cólera que tuvo lugar en la ciudad de A Coruña allá por el año 1854. Esta pandemia llegó a diezmar la población de la ciudad con más de 300 muertos al día. Pese a ello, se trata de un acontecimiento histórico escasamente documentado y al que apenas hacen referencia los libros de historia de la ciudad.
Al igual que en la actual, se llevaron a cabo medidas preventivas y curativas. Pero empecemos por el principio.
El cólera es una enfermedad infecciosa que se produce por la ingestión de alimentos o agua contaminados por la bacteria Vibrio Cholerae. Tras un breve período de incubación, dicha bacteria produce una enterexotina en el ser humano que le provoca una diarrea severa acompañada de náuseas y vómitos, lo que induce a una deshidratación extrema que desemboca en la muerte.
El origen de la llegada del cólera se sitúa en Vigo. En el mes de noviembre de 1853 llegaron 3 tripulantes del buque de guerra Isabel la Católica procedente de La Habana que, aunque fueron internados en el lazareto de la isla de San Simón, no evitó que la enfermedad se propagara.
Aunque inicialmente se negó el origen colérico por las autoridades para evitar una crisis comercial provocada por el boicot a los productos procedentes de los puertos gallegos, finalmente la evidencia de la cantidad de fallecimientos diarios no pudo ocultar el desarrollo y propagación de la enfermedad.
Ante el creciente número de difuntos, las autoridades decidieron actuar publicando el Boletín del Cólera, gaceta publicada en Santiago de Compostela para informar sobre las medidas de prevención y de los datos de su evolución.
Era tal el pánico creado por la enfermedad que se prohibió que las iglesias tocaran difuntos y se ordenó que se quitaran las campanillas que llevaban los carros que transportaban a los muertos al cementerio. Acompañando a estas medidas se llevaron a cabo medidas preventivas como la prohibición de romerías y ferias intentado establecer un cordón sanitario que no funcionó.
Documentado tenemos la historia de un marinero de un buque procedente de Vigo que se saltó la cuarentena y nadó hacia la costa para ver a su familia que vivía en lo que hoy es el barrio de Vioño. Esta imprudencia se tradujo en 300 muertes de vecinos de la calle donde residía además de la propagación de la enfermedad por el resto de la ciudad. En Vioño vivían muchas lavanderas que venían a la ciudad para entregar las prendas limpias. Una de ellas se puso en contacto con unos vecinos de la calle Alameda y de allí se propagó al centro de la ciudad.
La llegada de esta temible enfermedad a Galicia vino precedida por un año de hambrunas donde los campesinos se comían las semillas de la cosecha del año para sobrevivir.
El desconocimiento del origen de la enfermedad cuyo bacilo no será descubierto hasta 1883 por Robert Koch, dio lugar a que los tratamientos llevados a cabo por los médicos no contribuyeran a mejorar la situación. El recurso a la sangría se impuso como remedio a la enfermedad. Así a las víctimas del cólera se sumaron los enfermos que morían desangrados. A la población debilitada por la hambruna y por las atroces diarreas del cólera se le aplica sanguijuelas o se les administra brebajes para vomitar, lo que acelera el irremediable final.
Las condiciones de los enfermos eran lamentables. La mayoría apenas tenía un par de sábanas para su cama y carecían de agua corriente para lavar a los enfermos que morían en el medio de sus propias inmundicias.
En A Coruña se buscaron recintos para usar como hospital, montándose en las escuelas de Riazor, San Agustín y el Camino Nuevo en Santa Lucía. Su dotación es mínima: las camas consistían en caballetes de madera, una tabla y un jergón de paja. Los 16 médicos que atendían en estos hospitalillos no daban abasto para atender a los pacientes desangrados por la sanguijuelas que agonizaban entre alaridos.
En plena pandemia los coruñeses apelaron a la Virgen de los Dolores organizando una procesión para encomendarse a los cielos. La noticia de la procesión corrió extramuros y fue acompañada de 10.000 personas. Partió de la iglesia de San Nicolás seguida de devotos con velas, algunos de ellos descalzos y de rodillas. La casualidad ha querido que la víspera de la procesión la epidemia alcanzase el pico de fallecidos empezando a bajar al día siguiente de la misma. Desde ese día la virgen de los Dolores se ganó la fama de milagreira, conociéndose también esta imagen del siglo XVII como la virgen del cólera.
El elevado número de muertes en A Coruña colapsó el cementerio de San Amaro dando lugar a la práctica de entierros con los ataúdes en vertical, actualmente en la zona infantil, o a la práctica de entierros en fosas comunes donde los cadáveres eran cubiertos con cal viva a fin de evitar los contagios. Algunos investigadores sostienen que bajo la capilla del cementerio se oculta una gran fosa común con centenares de víctimas.
Las consecuencias de esta pandemia fueron social y económicamente desastrosas. Muchas mujeres se quedaron viudas teniendo que afrontar el mantenimiento de la familia. Además cientos de huérfanos se vieron obligados a mendigar para poder subsistir y las autoridades locales tuvieron que afrontar unos gastos difíciles de asumir en una zona de débil economía.
Bibliografía
El dantesco secreto de San Amaro. La opinión A Coruña 1/11/2012
El horror que asoló A Coruña. La opinión 3/12/2014
Una tragedia inevitable. La voz de Galicia 30/10/2004
La virgen del cólera necesita porteadores para salir 15/01/2008