Por tratarse de un pueblo que dejó una importante huella en estas tierras, hoy vamos a recordar a los visigodos en la Península Ibérica.
Como consecuencia de las invasiones bárbaras del Imperio romano, durante el siglo IV, surgió el reino visigodo que fue el primero de los reinos hispano-germánicos.
En primer lugar hay que decir que sobre los visigodos no se conoce demasiado, ya que lo que hoy se conoce procede de, entre otros, los católicos que sufrieron su llegada a la Península, por ejemplo, el arzobispo de Sevilla San Isidoro, o el lusitano Juan de Biclaro. Otros coetáneos que nos narraron su historia fueron extranjeros como el franco Gregorio de Tours, o el bizantino Procopio de Cesarea.
Y es que está asumido que los visigodos fueron más legisladores que historiadores, pues los principales escritos que nos han llegado de este periodo son las actas de los Concilios celebrados por reyes, nobles, y clérigos, que se convirtieron en verdaderos órganos de gobierno del estado visigodo.
Lo cierto es que el período comprendido entre la llegada a tierras hispanas del pueblo visigodo y la desaparición de su reino, no es precisamente de los que más centro de atención han provocado. Puede que el motivo sea que su vigencia se enmarca entre dos grandes momentos: la Hispania romana y Al-Ándalus.
El término “visigodo” procede del latín Visigŏthus, y se refiere a una rama del pueblo godo, establecida durante algún tiempo al oeste del río Dniéper y que posteriormente fundó un reino en tierras españolas. Se trataba de un pueblo de origen indoeuropeo, guerrero, seminómada.
La palabra visigodo, esta no era empleada durante las invasiones realizadas al Imperio romano, sino que fue una invención introducida en el siglo VI por Casiodoro, un romano que le servía a Teodorico el grande. Casiodoro inventó la palabra visigothi con la intención de hacer una correspondencia con el término ostrogothi (ostrogodos).
¿Quiénes eran los visigodos?
Los godos eran un pueblo germánico oriental, que formó parte de las invasiones bárbaras del imperio romano, a partir del año 376 d.C. Se conoce como visigodos a los godos del oeste y como ostrogodos a los godos del este.
Los visigodos eran una rama de los godos, que llegarían a la península ibérica a partir del año 415, apenas seis años después de que lo hicieran los alanos, vándalos y suevos, que serían expulsados por los visigodos.
Los visigodos permanecerían en territorio peninsular durante tres siglos. Podemos diferenciar varias etapas diferentes:
Un primer momento asentamiento en tierras de Hispania y Galia, estableciendo su capital en Toulouse. Tras ser derrotados por los francos en la batalla e Vouillé, se trasladaron a Hispania, consolidando su poder y asentándose en numerosas ciudades como Barcelona, Mérida, Sevilla, o Toledo, donde fijarían su capital.
A partir del año 507 los visigodos ocuparon toda Hispania, excepto las tierras de la actual Galicia, en el noroeste peninsular, que quedarían en manos de los suevos hasta que fueron derrotados en el año 585.
El segundo período, comprendido entre los años 507 y 569, sería el protagonizado fundamentalmente por Leovigildo, quien formó un reino hispano-godo, renunciando a muchas de las tradiciones bárbaras. Eligen la ciudad de Toledo como capital, dada su posición estratégica.
La tercera etapa, entre los años 569 y 711, se caracterizó por la constitución política del territorio español. El precursor principal de dicha consolidación fue Leovigildo, quien sometió tanto a los suevos como a los wascones en el 585. Con el reinado de Suintila se logra la unión territorial. Con este hecho la Península quedo sometida a los visigodos.
Se trata de un período en el que se mezclaron las costumbres germánicas y las heredadas del catolicismo y el Imperio Romano.
Una última etapa, en la que tras la muerte del rey Witiza se produjo un enfrentamiento interno en relación con el heredero al trono, compitiendo Agila II, hijo del fallecido rey, y Rodrigo. Dada la menor fortaleza del primero, pidió ayuda a los musulmanes que gobernaban en territorios africanos. De esta forma los musulmanes entraron en tierras hispanas y al comprobar la facilidad con la que hacían, aprovecharon la oportunidad para su conquista, sin alianzas. Alcanzarían la ocupación del territorio peninsular en apenas ocho años, con la excepción de la franja norte, que no lograron someter.
La organización del reino visigodo
En los momentos iniciales, tras su llegada a tierras peninsulares, los visigodos mantuvieron las estructuras vigentes del Imperio romano. Pero gradualmente pusieron en marcha un proceso de transformación en todos los órdenes: político, cultural, social, religioso, etc. Como los demás reinos romano-germánico se constituyó sobre la base de una superposición cultural germana, romana, cristiana y bizantina.
El poder político del reino se organizaba como una monarquía, pues su objetivo era instaurar un estado centralizado. Sin embargo, los reyes tenían un poder limitado aunque con importantes atribuciones como juez supremos, jefe del ejército o legislador. El cargo no era hereditario, sino que el rey se elegía entre los miembros de la aristocracia guerrera.
El rey gobernaba con la administración palatina, que estaba constituida por varios órganos de gobierno. Los principales eran:
- El Officium palatino. Formado por los nobles que gozaban de la máxima confianza del rey.
- El Aula Regia, un consejo de altos funcionarios poderosos, los comités, que colaboraban con el rey y con quienes se controlaban mutuamente.
- El Concilio de Toledo, un grupo de consejeros con funciones religiosas y legislativas, que se reunía con cierta periodicidad, presididos por el rey.
- El Comes civitatis. Era el noble responsable de la administración y defensa de una ciudad.
- Los Duces provinciales. Delegados del rey.
- Comites civitates. Jueces de las ciudades.
- Los Gardingos. Jefes militares.
Para reforzar su prestigio, los reyes visigodos adoptaron los atributos y el ceremonial de los emperadores. El rito de la unción regia, que recibían de los obispos, les confería cierto carácter sagrado. Tradicionalmente se accedía al trono por elección dentro de un linaje.
Los miembros de la aristocracia tenían competencias fiscales, militares, judiciales sobre los miembros de la población que dependían directamente de ellos.
Para su gestión administrativa, el reino visigodo se dividía en ducados (provincias), estando cada uno de ellos a cargo de un duque y gobernando por un rey.
La Hacienda visigoda se basaba en la separación de los bienes pertenecientes al Estado como patrimonio inherente a la corona de los bienes propios de cada corona. En el octavo Concilio de Toledo (652) se distingue entre bienes públicos, el de la corona los bienes particulares del rey. Distinguiéndose además entre los bienes del rey antes de ser elegido rey (los puede transmitir, dejar en herencia) y los bienes adquiridos durante su reinado que se consideran adquiridos en razón de su carga y por lo tanto no forma parte del patrimonio suyo privado sino del patrimonio de la corona.
Para la administración financiera de la Hacienda, el rey contaba con la ayuda del conde del patrimonio y el conde de los tesoreros. Además, los gobernadores provinciales vigilaban el cobro de los impuestos al igual que los condes y duques. La creación de nuevos impuestos era competencia del rey y había también otras formas de recaudar bienes que eran las penas pecuniarias, los derechos exclusivos del rey, la acuñación de monedas y las confiscaciones de bienes.
Había también impuestos indirectos que grababan el tránsito de mercancías y también todo lo referente al impuesto de aduana. Además los impuestos se satisfacían en dinero o en especie. Solían cobrarse los impuestos territoriales y personales a primeros de cada año.
Las personas sujetas a tributación eran los pequeños propietarios libres, los habitantes de las ciudades dedicadas al comercio, la artesanía,… Los judíos estaban sujetos a un impuesto especial de cuantía desconocida pero que se fijaba de modo global a cada comunidad judía. Ellos mismos distribuían entre sus miembros las cantidades que cada uno tenía que pagar. Esto afectaba únicamente a los judíos que mantenían su religión, los convertidos no pagaban este impuesto. El XVII Concilio de Toledo estableció que los bienes pertenecientes a la comunidad judía pasaran a propiedad de sus siervos cristianos (si tenían) pero éstos esclavos que pasaron a ser propietarios debían pagar los impuestos que correspondían a su anterior amo.
Respecto a los eclesiásticos no se sabe de manera determinante, pero se cree que tras la conversión de los visigodos al catolicismo la Iglesia católica y el clero no tendrían que pagar impuestos ni territorial ni personal, y es posible también que la iglesia arriana y su clero estuvieran exentos de pagar impuestos.
La población exenta de pagar impuestos territoriales y personales eran los nobles.
Respecto a la administración de justicia visigoda hay que decir que los visigodos carecían de leyes escritas al principio. El primer legislador fue Eurico, quien codificó las costumbres germanas convirtiéndolas en leyes. La obra legislativa más importante de la época visigoda es el Fuero Juzgo, redactada en tiempos de Recesvinto y Chindasvinto.
El rey es el juez supremo puede juzgar rodeado de los componentes el Aula Regia. El monarca además tiene conocimiento en primera instancia de cualquier asunto que se le presentase.
El Aula Regia en cuanto a la administración de justicia no era una organización estática sino que el monarca y su asamblea podían trasladarse y juzgar en distintos territorios.
Los duques también tendrían funciones judiciales generalmente de apelación de aquellas sentencias que fueron dadas por lo condes de los territorios o de las ciudades.
Los condes tendrían jurisdicción civil y penal. El conde de la ciudad actúa judicialmente acompañado de su vicario.
El defensor de la ciudad y el numerarius serían cargos que ayudarían al conde a la hora de juzgar. Al defensor de la ciudad le tocaría ocuparse de los asuntos penales menores, es decir, aquellos asuntos que no conllevan pena de muerte ni cadena perpetua. El numerarius es competente en los pleitos relacionados con la recaudación de los tributos.
La jurisdicción militar era ejercida por el quingentenarius y el centenarius. Estos cargos desempeñan funciones no sólo en asuntos de naturaleza militar, sino también lo pueden hacer en asuntos civiles entre militares o en asuntos civiles en los que una de las partes fuera militar.
Contaban con sus propios jefes militares. No existía un ejército profesional y regular, sino que el rey solicitaba a los nobles que colaborasen a la hora de formarlo cuando fuese necesario. Algunos monarcas realizaban levas cada primavera, y los señores estaban obligados a contribuir a estos reclutamientos. Para ello tenían que enviar a hombres que vivían en sus dominios y trabajaban sus tierras. Y es que el rey tenía un poder absoluto, existiendo un séquito de aristócratas a los que les obsequiaba con tierras y de entre los que se elegía a su consejo real.
La sociedad hispanovisigoda
La sociedad visigoda estaba formada por una aristocracia guerrera y eclesiástica y una población de campesinos que trabajaban las tierras a cambio de comida, debiendo pagar impuestos a los nobles.
La riqueza era una potestad exclusiva de la Iglesia y los nobles.
En el seno de la sociedad hispanogoda, la división que de forma más clara y trascendente dividía a las personas, es la que lo hacía en nobles, libres, semilibres y esclavos. En los nobles, se integraba tanto la antigua nobleza goda, perteneciente a los linajes de más tradición, como aquellos que se habían ennoblecido por su vinculación, mediante un juramento de fidelidad, al rey o a algún noble muy importante, es decir, los fideles o gardingos (los miembros del comitatus) del rey o de los nobles más importantes; en general todos ellos recibían la denominación de seniores. A su lado, la antigua nobleza hispanorromana se había integrado perfectamente en el seno de la nobleza de la sociedad hispanogoda. Estaba constituida, esencialmente, por grandes terratenientes que pertenecían a la clase de los senatores que, en ocasiones, descendían de antiguos comerciantes enriquecidos, transformados en propietarios agrícolas ante el cariz que empezó a tomar la vida comercial a partir de la crisis del siglo III. La mayor parte estaban vinculados —o lo habían estado— a las curias municipales y al gobierno provincial.
Por lo que respecta a las clases o estamentos sociales que sin ser esclavos tampoco eran libres, parece que fueron muy abundantes en la España visigoda las personas, que, siendo en principio libres, veían limitada esa libertad por el hecho de no poder abandonar la tierra que trabajaban o al señor al que estaban encomendados. Así, los bucellarii hispanorromanos del bajo imperio, en virtud de su encomendatio a un latifundista, del que recibían protección, se veías obligados a permanecer junto a éste para prestarle ciertos servicios al margen de que le cediesen o no su tierra (para volver a recibirla luego de él); en virtud de la obligatoriedad de la prestación de estos servicios, los bucellarii, a pesar de ser en principio libres, veían su libertad limitada de hecho por la precisión de permanecer junto a su patrono para prestarle aquéllos.
En el escalón más bajo de la sociedad hispanogoda estaban los siervos o esclavos, caracterizados por carecer, al menos en principio, de personalidad jurídica, siendo considerados como cosas.
En cuanto a los asentamientos poblacionales, en un principio eran inestables por las frecuentes migraciones que se producían para huir de las amenazas de invasión o de las epidemias.
El pueblo vivía en casas muy rudimentarias agrupadas en pequeñas aldeas. Sus casas eran de madera y paja. Su labor económica fundamental era la agricultura, ganadería y pastoreo. Criaban caballos, vacas, ovejas, entre otros, y producían lana, y pieles.
En las escasas ciudades existentes por entonces, se construían murallas para su protección. La actividad comercial era escasa. Consistía especialmente en pequeños productos de lujo procedentes del Imperio bizantino para consumo de la aristocracia. Los visigodos importaban, principalmente, vidrios, especies, algodón, lino, joyas y papiros. Equilibraban su economía exportando vinos, caballos, plata y oro.
Por otro lado, se crearon numerosos complejos monásticos de carácter rural que se hicieron autosuficientes y que, por tanto, vivían de la agricultura y de la ganadería. Además, se convirtieron en relevantes centros culturales. En dichos lugares se solían cultivar cereales, legumbres, olivos y vides. Aunque no aportaron grandes novedades agrícolas, sí introdujeron desde Europa los manzanos, las alcachofas y las espinacas.
La forma de economía básica era la agricultura. La actividad agrícola se basaba sobre todo en la explotación de las tierras, de grandes propiedades divisibles (o divididas) de los aristócratas propietarios (domini), que eran trabajadas en parte por esclavos (serui, ancillae, mancipia) que cultivaban las zonas reservadas del señor, en parte por diversas clases de campesinos (rustici), que, posiblemente con diferentes grados de dependencia con respecto a los propietarios, explotarían autónomamente parcelas de esas tierras a cambio de prestaciones en especie y de trabajos personales.
La gran propiedad se basaba no solo en la magnitud del terreno sino también en la fuerza humana con que contaba para su explotación.
A nivel jurídico, si bien durante más de un siglo convivieron los códigos romano y visigodo, en el año 654 el rey Recesvinto procedió a la unificación de la legislación, estableciendo un código territorial.
En el ámbito religioso, la religión se acomodó desde el arrianismo inicial al catolicismo (tras la conversión del rey Recaredo en el III Concilio de Toledo del año 589). La iglesia desempeñó un activo papel de gobierno en colaboración con la monarquía visigoda.
En cuanto a sus hábitos alimenticios, los que se consumía en la Hispania visigótica eran los mismos que en la época romana, constituyendo los cereales una de las bases de la alimentación. Se cultivaban el trigo, el mijo, y otras variedades que eran molidos toscamente para preparar papillas con la harina. También se hacían distintos tipos de pan y diversas labores pasteleras todas a base de miel que era el único edulcorante conocido. Como cazadores y ganaderos tenían predilección por la carne, tanto de aves como de los animales salvajes. La de cerdo era la más estimada pero también comían la de oveja y vaca. Los visigodos aprendieron de los hortelanos hispano-romanos el cultivo de las legumbres que adaptaron a su dieta rápidamente y en toda su diversidad. Lo mismo ocurrió con las hortalizas y las frutas. Parece que puede apuntarse la posibilidad de que fueran ellos los que introdujeron en la Península el cultivo de las alcachofas, las espinacas y también el lúpulo, con el que perfeccionaron la elaboración de la cerveza. También fomentaron, mediante ciertas disposiciones oficiales, el cultivo del manzano para la fabricación de sidra. Sin duda fueron grandes bebedores de vino y sidra.
Respecto a la vestimenta, tanto hombres como mujeres utilizaban ropa interior, prendas que envolvían los muslos, de lana o lino, pudiendo llevarse debajo otros interiores, de lienzo. De calzado usaban unos zapatos, los pedules, generalmente a modo de botines abrochados con cuerdas o cintas.
La vestimenta maslculina más utilizada era el sayo o la túnica, de las que había varios modelos. Las más comunes eran la túnica con manas, la túnica talar (que llegaba hasta los talones), y las decoradas con listas o franjas verticales (clavi). Isidoro de Sevilla menciona: la túnica pectoralis, una túnica corta mencionada por San Isidoro que era más utilizada en el siglo VII que en la antigüedad; la túnica escarlata o coccina, teñida de color rojo; y la túnica armilausa, que no parece de tradición romana era partida y abierta por delante y por detrás.
Sobre la túnica llevaban un cíngulum o cinturón con gruesa hebilla, de las cuales se han encontrado numerosos ejemplos en las necrópolis excavadas. Otros adornos eran los broches de cinturón circulares, hebillas con placas muy ornamentadas, fíbulas para sostener la túnica, una a cada lado, de tipo pinza u otras a modo de alfiler o imperdible. Muchas se elaboran en oro, plata o bronce y con incrustaciones de pedrería, esmalte y repujado. Sobre la túnica, como prenda de abrigo, se llevaban varios tipos de manto.
Respecto a la vestimenta visigoda femenina. Para las mujeres nobles había vestidos magníficos y lujosos de tradición romana: el regillum; el peplum, manto de las matronas bordado en púrpura; la palla; la estola. Un caso curioso es el manto llamado amiculum, propio de las meretrices romanas, aunque en la Hispania del siglo VII constituía un distintivo de honestidad. De procedencia oriental son el theristrum y el sindon o anaboladium, un manto realizado en lino que protegía los hombros de las mujeres.
Las mujeres casadas llevaban un tocado que se conocía como capitulare y, entre las solteras, lo habitual fue el pelo suelto, costumbre que perduró durante casi toda la Edad Media, apareciendo en la documentación la expresión “manceba en cabello” para referirse a la mujer soltera.
El ejército visigodo
El ejército visigodo ha sido considerado tradicionalmente como un ejemplo de pueblo reunido en armas, formado por el conjunto de hombres libres que tenían el derecho y el deber de prestar el servicio de armas.
De la misma manera ha acontecido con la monarquía visigoda, habitualmente considerada como una monarquía militar, en la que el rey es el caudillo militar que suelo marchar al frente de sus ejércitos, o delegando en uno o varios dux/duques.
Pero estas consideraciones no son unánimemente aceptadas.
Como suele acontecer no sería correcto conceptuar y describir de una forma homogénea y única ningún aspecto organizativo de un pueblo a lo largo de su historia, esta consideración debe hacerse diferenciando los diferentes momentos de su acontecer a lo largo de los años.
En cuanto al ejército visigodo, hay que decir que se organizaba conforme a un sistema, seguramente de inspiración romana, de base decimal, y lo hacía en unidades crecientes: decania, centenas y millenas, mandadas por decanus, centenarius y millenarius, respectivamente.
Lo que si parece más claro es que la historia del reino visigodo español estaría marcado por dos batallas, o mejor dicho, por dos derrotas:
- La batalla de Vouille, en el año 507, donde los francos de Clodoveo I derrotaron a Alarico II, quien encontrará la muerte en esta batalla. Para García Moreno, la derrota frente a Clodoveo en 507, supone que la península se convierta en el escenario principal de la historia goda, centrándose desde este momento su dominación en el asentamiento de guarniciones militares que se establecieron fundamentalmente en ejes estratégicos y en núcleos urbanos. Para Luis Suárez, cuando los visigodos consiguen extender su autoridad a cuatro de las cinco provincias de la diócesis hispana, lo harán sin modificar las fuentes de su poder; la consecuencia fue que los habitantes de Hispania que, desde un siglo y medio antes, estaban acostumbrados a constituir una diócesis, acentuaron el carácter individual y diferenciado de su territorio. Hispania pasó a ser una especie de entidad política en la que el poder militar y ejecutivo era detentado por reyes germánicos; la población hispana admitía que la soberanía fuese ejercida por un extranjero.
- La batalla de Guadalete,en 711, donde Don Rodrigo es derrotado por los musulmanes de Tarik, encontrando también la muerte el rey visigodo
El ejército del reino visigodo de Toledo al igual que como sucedía con anterioridad en el reino tolosano, estaba formado por dos tipos de tropas, unas permanentes y otras convocadas para acciones bélicas determinadas. Para Gárate Córdoba el ejército visigodo tuvo dos ramas:
- Una fija, el “exercitus”, núcleo permanente de magnates y hombres de armas, que formaba la oligarquía militar del reino visigodo, y otra ocasional
- El “hostis”, reclutado de forma forzosa, que incorporaba tropas reclutadas para el servicio militar según un plan previsto, siendo en esta “hueste”en la que se incorporaban los nobles con sus clientelas armadas
La religión de los visigodos
Durante el periodo visigodo la religión se convirtió en el principal eje de la sociedad. La iglesia ejercía un control político, social, judicial y económico, fue la verdadera compañera de los reyes visigodos.
Como apuntábamos en párrafos anteriores, la religión de los visigodos se basó en dos tendencias:
- El arrianismo, practicado por los visigodos, y que era una ”herejía” de la religión católica, la cual provenía de un misionero que se llamaba Arrio, quien no compartía ciertas doctrinas de la iglesia.
- El catolicismo, practicado por el resto de habitantes de la Península Ibérica.
Leovigildo durante su gobierno intentó a través de escritos que los romanos cambiaran de religión, al arrianismo. Sin embargo, no tuvo éxito y creó un conflicto importante. Lo que sí logró fue llegar a un acuerdo en donde se permitían los matrimonios entre bárbaros y romanos.
En los Concilios de Toledo los visigodos decidieron solventar la división que existía entre el arrianismo y el catolicismo. Este proceso tuvo sus dificultades pero se pudo llevar a cabo, lo que permitió la unión de ambas corrientes religiosas.
Los visigodos enterraban a sus muertos fuera de las ciudades, costumbre romana. En torno a las iglesias antes señaladas hay numerosas tumbas. La mayoría de ellas adosadas a los muros por el exterior de la iglesia, ya que con mucha probabilidad los enterramientos en el interior de la misma estarían prohibidos. A pesar de eso, se han localizado algunas en el interior de las mismas, y ya más extraño, es la localización de algunas tumbas en los mismísimos ábsides de las iglesias. Es evidente que los allí enterrados debían ser destacados personajes, los obispos es una buena opción, la otra opción daría respuesta a otro de los grandes interrogantes, ¿dónde se enterraban los reyes visigodos?. La respuesta a esa pregunta es muy compleja. Según fuentes medievales posteriores, algunos reyes visigodos fueron enterrados en un panteón real situado en vieja iglesia visigoda (no localizada) de Santa Leocadia. Otros eligieron sus retiros espirituales para ser inhumados.
El final del reino visigodo
El final del reino visigodo fue el resultado de una profunda crisis demográfica, económica y sobre todo política por el endémico enfrentamiento entre los diferentes bandos para hacerse con el poder. A ello hay que añadir la presión por la expansión del Islam.
La batalla de Guadalete, que tuvo lugar entre los días 19 y 26 de junio del año 711, supuso el inicio del fin del reino visigodo, siendo el último rey don Rodrigo. Daba comienzo en la península el Al-Ándalus.
Vinieron los sarracenos
y nos molieron a palos,
que Dios ayuda a los malos
cuando son más que los buenos
Figuras destacadas del período visigodo
- Alarico I. (395 a 410). Fue uno de los reyes visigodos más importantes debido a sus aclamadas hazañas bélicas y a sus invasiones al Imperio romano. Creador de la monarquía visigoda, aunque no fue proclamado rey.
- Ataúlfo: Reinó desde el 410 hasta el 415. Fue el primer rey visigodo en gobernar dentro de la península. Murió asesinado en Barcelona.
- Walia (415-418). Trasladó la capital del reino de Barcelona a Tolosa (Toulouse).
- Teodoredo (418-451). Su reinado fue el más largo de toda la monarquía visigoda. Consiguió la independencia del reino visigodo liberándose de su situación de federado de Roma.
- Alarico II: Reinó desde el 484 hasta el 507. Elaboró un código de leyes, el cual fue conocido como “Breviario de Alarico”, es una de las más importantes obras recopilatorias del reino germánico. Murió en la batalla de Vouillé ante los francos, el año 507, en la que acabó el reino visigodo de Tolosa.
- Atanagildo: Reinó desde 555 a 567. Desde su corte ubicada en Toledo pretendió devolverle a los visigodos un tiempo de paz, y empezó con la expulsión de los otros aliados bizantinos. Soportó una gran crisis económica.
- Leovigildo: Reinó desde 572 a 586. Su objetivo principal era la unificación de toda la península. Por sus reformas y reorganización territorial, se le considera a Leovigildo como el rey visigodo más en la historia de España. Invade Galicia el 585 y se anexiona el reino suevo. Conquistó Córdoba. Fundó Recópolis y Victoriaco, las dos únicas ciudades creadas en el occidente europeo en esa época. Es el primer rey visigodo que se preocupa del protocolo, comenzando a utilizar manto, corona y trono. Entre sus obras se destaca el “Código de Leovigildo”, el cual era un cuerpo legal. Lo que no consiguió fue la unidad religiosa alrededor del arrianismo. Aunque era tolerante con los católicos, intentó hacer todo lo posible para que estos se convirtieran a su religión (tarea en la que fracasó).
- Recaredo I: Desde el 586 a 601. Un hecho destacado durante su reinado fue cuando convocó el III Concilio de Toledo, en donde quedó sellada tanto la unidad espiritual como territorial del pueblo visigodo de España.
- Sisebuto (612-621). Fue un rey muy culto y magnífico estratega, creando la primera escuadra naval visigoda. En muy buenas relaciones con San Isidoro, influyó en la iglesia y desarrolló leyes contra los judíos, excediéndose en su persecución. Promovió la cultura y escribió en latín textos literarios y sobre astronomía.
- Suintila: Gobernó en los años 621 a 631. Logró la culminación de la unificación de territorios hispánicos, expulsando definitivamente a los bizantinos.
- Chindasvinto (642-653). Llegó al trono con 79 años. Mejoró la Hacienda Pública y desarrolló una gran actividad legislativa, tanto en tres Concilios, como preparando un nuevo código legislativo para todos sus súbditos, que terminaría Recesvinto. Influyó en la elección de los obispos y favoreció a la Iglesia Católica a la vez que fue muy duro con los clérigos rebeldes.
- Recesvinto (653-672). Endureció la legislación contra los judíos. Promulgó el Liber Iudiciorum o código de Recesvinto que, traducido a lengua romance por Fernando III como Fuero Juzgo, se mantendría vigente en España hasta el Código Civil de finales del siglo XIX. Se establecía el mismo derecho para todos los súbditos del reino y, tras la unidad territorial y la unidad religiosa, se alcanzaba la unidad jurídica. Construyó la iglesia de San Juan de Baños de Cerrato, uno de los mejores exponentes que nos han llegado de la arquitectura visigoda del siglo VII.
- Wamba (672-680). Magnífico militar, hay noticias de que su armada destruyó una expedición sarracena de 270 naves que pretendía acceder al litoral español. Proclamó una nueva ley militar obligando a nobles y obispos a acudir con sus huestes a la llamada del rey.
Durante la historia de los visigodos se fueron sucediendo al trono un total de 35 reyes.
El arte y la cultura de los visigodos
Los visigodos fueron una cultura germánica muy vasta dado que se mezclaron con varios grupos y civilizaciones occidentales, lo que permitió que este pueblo se nutriera de diferentes costumbres, tradiciones y leyes. La cultura que más llamaba la atención de los visigodos era la romana, debido a sus avances tecnológicos, económicos y sociales.
La irrupción de las oleadas sucesivas de pueblos bárbaros provoca una época de luchas y de incultura en la Península. Solo la Iglesia mantiene vivo en la paz de sus monasterios el recuerdo y la influencia de las letras clásicas. El pueblo visigodo fue el más romanizado y culto de los invasores. Su arte se inspira en modelos hispano- romano y bizantino, aportando como originalidad el estilo decorativo. El arte visigodo o hispanovisigodo es un arte cristiano de carácter religioso que se desarrolló principalmente en el siglo VII, ya que no se puede considerar perteneciente a la arquitectura y arte visigodo las manifestaciones anteriores (siglo VI) por ser de clara tradición tardorromana paleocristiana.
La figura más destacada de la cultura visigoda fue San Isidoro de Sevilla en su obra rescató el legado romano para la cultura visigoda y occidental. Sus “Etimologías” y su “Historia de los godos, vándalos y suevos” fueron los primeros intentos historiográficos de legitimación de la monarquía visigoda.
De manera general podemos decir que el arte visigodo está marcado por la tradición hispanorromana y paleocristiana, con influencias del Oriente cristiano y del norte de África.
En el mundo de la arquitectura, destacan los edificios religiosos. Encontramos escasos ejemplos en la península ibérica, aunque abundan restos arquitectónicos u piezas que testimonian el desarrollo de una liturgia propia, la llamada liturgia hispana o rito mozárabe, que pervivió hasta el siglo XI.
Se pueden distinguir dos etapas en el arte visigodo relacionadas con la evolución política del reinado: La primera etapa abarca los siglos V y VI, hasta la conversión al catolicismo de Recaredo en el año 587 (antes eran arrianos). Hasta entonces la falta de unidad política y religiosa impiden hablar de un estilo definido. Se trata más bien de una continuidad del arte hispanorromano y de esta etapa sólo quedan algunas ruinas en Segóbriga (Cuenca) y en Toledo.
La segunda etapa se extiende desde la unificación religiosa de Recaredo hasta la invasión árabe en el 711. A esta etapa pertenecen la mayor parte de los monumentos conservados. Los más destacados se sitúan en la mitad norte de la península. San Juan de Baños en la provincia de Palencia se construyó en el 661.
Introdujeron los arcos de herradura (que era más abiertos que el empleado posteriormente por los musulmanes) y que inspiró el arte prerrománico peninsular. La línea del trasdós cae verticalmente sobre la imposta, no es paralelo al intradós. En muchos casos no tiene una dovela clave.
Muros muy gruesos y con estrechas ventanas para soportar las pesadas bóvedas. Las ventanas en la arquitectura visigoda presentan dos arcos; es decir, son ventanas geminadas.
Respecto a la cubierta, de madera o abovedada, bien fuera de cañón o de arista. También fue frecuente el uso de columnas, siendo los capiteles del orden corintio, aunque tampoco faltaban el capitel bizantino y troncocónico invertido. Sobre el capitel se situaba el cimacio, que, más que un elemento de la columna, era una ménsula o saledizo del muro.
Además, se usó la piedra en sillares dispuestos a soga y tizón. Probablemente con el propósito de restar sobriedad a los muros, se introdujeron en ellos, a distintas alturas, cenefas o frisos realizados en sillares.
La distribución del templo visigodo se asemeja a la de la basílica cristiana, con una planta de cruz latina basilical y de cruz griega simple, o inscrita en un rectángulo. En algunos casos se utiliza el ábside cuadrado en lugar del semicircular.
Ejemplos de sus construcciones son las siguientes:
- Iglesia de Santa Lucía del Trampal de Alcuéscar (Cáceres)
- Iglesia de San Juan de Baños de Cerrato (Palencia)
- Iglesia de Santa Comba de Bande (Ourense)
- Iglesia de Santa María de Melque (Toledo)
- Iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora)
- Iglesia de São Gião de Nazaré (Portugal)
- Basílica de Santa María de Batres (Toledo)
- Capilla de San Xes de Francelos de Ribadavia (Orense);
- Capilla de San Fructuoso de Montelius de Braga (Portugal)
- Ermita de Santa María de Quintanilla de las Viñas (Burgos)
- Cabecero de la Iglesia de San Miguel de los Fresnos de Fregenal de la Sierra (Badajoz)
- Cripta de San Antolín en la Catedral de Palencia
La escultura visigoda es escasa y, de hecho, no se conserva ninguna obra de bulto redondo, puesto que la decoración se centró principalmente en relieves. Éstos adornaron pilastras, pilares, impostas, capiteles, cimacios y frisos, es decir, era una escultura muy ligada a la arquitectura.
La decoración escultórica de los capiteles o frisos se basa en la repetición elementos geométricos, florales, animales y, en ocasiones, representaciones humanas. La talla es a bisel.
En la orfebrería encontramos más testimonios, pues les gustaba utilizar los metales preciosos, como el oro, para elaborar joyas, coronas y otro tipo de ornamentos. Elaboraban diferentes piezas en oro y plata. Es el caso del tesoro de Guarrazar, que se puede ver en el Museo Arqueológico Nacional, y que contenía seis coronas y cinco cruces de oro macizo, además de piedras preciosas. Con un estilo de influencia bizantino pero también germánico. Se trataba de un tesoro escondido por algunos clérigos durante la ocupación musulmana, en el monasterio de Santa María de Sorbaces, en la Huerta de Guarrazar, cerca de Guadamur (Toledo). Era un conjunto donado por los reyes como ofrenda votiva. También destacan el tesoro de Torredonjimeno y la corona de oro de Recesvinto.
Dentro de la sociedad visigoda era fundamental el desarrollo de la artesanía, por lo que destacaron de manera notoria en la fabricación de broches, objetos de adorno y hebillas.
La huella lingüística dejada por los visigodos
De todas las lenguas germánicas, la que más influencia tiene en las zonas ibérica y romana, es el gótico. El gótico, a su vez, puede dividirse en varias ramas: fundamentalmente, se distingue el ostrogótico, que se localizó en la actual Italia; y el visigótico, que fue el que más influencia tuvo en la Península Ibérica.
La lengua gótica dejó una escasa herencia directa en las lenguas romances peninsulares. En el caso del español, en concreto, su influencia más notable se reduce al léxico, la mayoría de las voces entran de manera indirecta.
Si hay algo que caracteriza a la época visigoda es la falta de testimonios escritos en su propia lengua, debido en gran parte a la rápida romanización de este pueblo. En España no se han conservado documentos visigóticos, como sucedió en Italia o Francia, donde la presencia germánica tuvo un mayor impacto.
La huella lingüística que dejaron los visigodos fue escasa. Puede observase fundamentalmente en el léxico, en topónimos y antropónimos, y en algún rasgo morfológico. En el léxico se registra la raíz de origen germánico “burg” que significa ciudad, y está presente tanto en Burgos como en Friburgo o Gotemburgo. Los onomásticos Alfonso, Ramiro, Gonzalo y Elvira también son de la misma procedencia.
Encontramos que la mayor parte del léxico que entra en el español es por vía indirecta. Así encontramos voces germanas que entran al latín:
- sapône > xabón > jabón
- burgs > Burgus > Burgos
- werra > guerra
- helm > yelmo
- haribairgo > albergue
- ban > bannum > bando
- fëhu > fevum, feudo > feudo
- hariwald > heraldo
- andbahti > embajada
- triggwa > tregua
- falda > falda
- orgôli > orgullo
- riks > rico
- frisk > fresco
- blank > blanco
Otras palabras son préstamos directos, es decir, aquellos que proceden del visigodo y pasa directamente al español. Son muy pocos casos. Citamos algunos:
- sakan > sacar
- wardja > guardia
- spaiha > espía
- raupa > ropa
- brŭt > brote, brotar
- parra > parra
- kast > casta
- tappa > tapa
- spitus > espeto
- haspa > aspa
- rukka > rueca
- alms > álamo
- gans > ganso
- gabila > gavilán
- grimus > grima
Ciudades fundadas por los visigodos en la Península Ibérica
Veamos algunas de las ciudades, de las que hay constancia, fundadas por los visigodos en la Península Ibérica, las únicas de nueva planta en Europa Occidental entre los siglos V y VIII:
- Reccopolis. Creada por impulso e Leovigildo, se encuentra en el Cerro de la Oliva (a 1,5 kilómetros de Zorita de los Canes en Guadalajara), dominando una amplia vega agrícola junto al curso del río Tajo y la sierra de Altomira. En ella intenta imitar el trazado urbanístico de Constantinopla, dotándola de murallas con puertas monumentales, acueductos, iglesias y su propio palacio real, que se extienden a lo largo de sus 33 hectáreas de superficie.
- Victoriacum. Mandada fundar también por Leovigildo tras su victoria sobre los vascones. El problema es que los investigadores no se ponen de acuerdo en la localización de esa ciudad. Algunos opinan que, dadas las similitudes del nombre, podría ser la capital alavesa de Vitoria. Otros la identifican con el yacimiento de Iruña-Veleia, a 10 kilómetros al oeste de Vitoria, y de origen romano. No han aparecido restos visigodos en la provincia de Álava que se hayan podido asociar a esta ciudad de Victoriacum, por lo que el debate continúa solo en términos etimológicos.
- Oligicus / Ologite. Cuando Suintila derrotó a los vascones, que amezaban la Tarraconense, e hizo entre ellos numerosos prisioneros y rehenes, los destinó como mano de obra para la fundación y construcción de una nueva ciudad, tal y como cuenta Isidoro de Sevilla era Oligicus u Ologite (el actual Olite en Navarra, situado a 42 kilómetros al sur de Pamplona). El objetivo era establecer una línea de posiciones fortificadas, junto a Vitoria, frente a los vascones.
- Baiyara. Fundada por Recaredo, se desconoce la localización de esta ciudad porque no hay evidencias arqueológicas, aunque se la suele asociar con la actual villa cordobesa de Montoro.
Conclusiones
El pueblo visigodo desde sus posibles orígenes en la fría Escandinavia, emprendieron un largo viaje por Europa durante siglos, llegando a los limes del Imperio Romano y llevando a cabo incluso el saqueo de la Ciudad Eterna. Más tarde llegarían a la península ibérica, donde fundaron el reino más poderoso de su momento en el occidente cristiano, el reino de Toledo, con Roma en el recuerdo y la intención.
Pero su historia solo llegó hasta el año 711, desapareciendo fruto de sus contiendas internas, de las crisis económicas, sociales y demográficas y de la presión del Islam. Pero no todo fue pérdida también hubo continuidad y recuperación. La unidad política y religiosa, la unidad territorial peninsular, la igualdad jurídica y el esplendor cultural forjado por ellos durante tres siglos serían núcleo de resistencia, semilla de nuevos reinos e impulso restaurador. Son los visigodos, los grandes protagonistas del tránsito de la Antigüedad a la Edad Media. Sin ellos, la historia de Europa y, sobre todo, la de España sería otra historia.
Los visigodos tuvieron una influencia fundamental en el derecho y en algunas costumbres. No obstante, aceptaron la lengua latina (renunciando a la suya) y la cultura romana, como prueba el hecho de que mantuvieran los centros culturales de la Península que se habían establecido en el Imperio Romano; aunque añaden uno, Toledo, que se instaura como capital del reino (en un principio había sido Barcelona, pero tienen que trasladarla a causa de la presión de los francos en el noreste)
Y todo ello teniendo presente que el número de visigodos que llegaron a tierras peninsulares no fueron tantos como pudiera parecer, pues por parte de los estudiosos se habla de una cifra entre los 80.000 y los 200.000, esto es un volumen que apenas representaría el 5% de la población que se estima habría en ese tiempo.
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Nuestras lecturas recomendadas
Referencias
Manual de historia medieval. De García de Cortázar, J.A. y Sesma, J.A.
Historia antigua de la Península Ibérica, época tardoimperial y visigoda. De Sayas Abengochea , J.J. y Abad Valera, M.
Introducción a la historia de la indumentaria en España. De Sousa Congosto, F. de.
https://historia.nationalgeographic.com