Próximas las fechas de los más afamados sorteos de la Lotería Nacional, consideramos interesante indagar en los orígenes de este tipo de juego del azar.
El rey Carlos III promulgó el 30 de setiembre de 1763 un Decreto en el que declaraba su firme propósito de controlar la práctica de los juegos de azar en España: “Prohíbo que las personas estantes en estos reinos, de cualquier calidad y condición que sean, jueguen, tengan o permitan en sus casas los juegos de banca o faraón, baceta, carteta, banca fallida, sacanete, parar, treinta y cuarenta, cacho, flor, quince, treinta y una envidiada, ni otros cualesquiera de naipes que sean de suerte y azar”. Sólo un juego gozaba del beneplácito del monarca, el que había decidido introducir en España en ese mismo Decreto: la lotería.
El primer nombre que tuvo fue el de “Lotería de Madrid”, y enseguida alcanzó un enorme éxito. Desde mediados del siglo XVII ya se había desarrollado en diversas ciudades italianas, y allí la conoció Carlos III y copió el modelo para establecerlo en España, cuando regresó en 1759 para ocupar el trono, tras el fallecimiento de su hermano Fernando VI. Y es que la lotería constituyó una preciada fuente de ingresos para la monarquía y encajaba a la perfección en la política de incremento de tasas e impuestos y de establecimiento de monopolios que Carlos III aplicó al subir al trono.
Para anticiparse a las críticas que la Iglesia, por medio del papa Benedicto XIII había manifestado respecto a la lotería italiana, Carlos III anunció en el decreto fundacional que la nueva lotería tenía una finalidad puramente benéfica, pues debía servir para sufragar hospitales, hospicios y obras pías y públicas.
En cuanto al funcionamiento de esta primera lotería, hay que resaltar su parecido con la actual lotería primitiva. El juego resultaba complicado, lo que explica que se publicaran manuales para los jugadores. Había un total de 90 números posibles, de los que salían cinco premiados. Los jugadores podían hacer combinaciones de apuestas, escogiendo varios números y la cantidad que quería apostar. En cuanto a los premios, la cuantía era fija y no consistía en una proporción de la cantidad recaudada en cada sorteo, a repartir entre los acertantes, sino que dependía de la suma apostada y se calculaba a partir del inverso de la probabilidad de acertar en cada modalidad de apuesta.
Hay muchos testimonios de que la lotería alcanzó gran popularidad, pues así aparece recogido en numerosos sainetes.
No obstante, parece ser que la incertidumbre en la administración estatal de lotería fue, además de las estrecheces fiscales, uno de los factores que llevaron a las Cortes gaditanas de 1812 a aprobar una nueva modalidad de lotería, más previsible y de grandes posibilidades recaudatorias: la lotería de billetes fragmentados en décimos, conocida como “holandesa”, “moderna” o simplemente “lotería nacional”.
Juguéis o no a la lotería, suerte, salud y felices fiestas.
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