De alguna manera, podríamos decir que lo que entendemos hoy por turismo, tiene su origen en la Roma Antigua.
La palabra turismo procede del verbo tornare que significa volver o hacer girar, lo que implica un viaje de ida y vuelta.
Los romanos fueron incansables viajeros. Fruto de ello es el eclecticismo de su cultura que, entre otras manifestaciones, produjo un buen número de novelas de aventuras exóticas y obras con descripciones de países lejanos (Tacio, Plinio,…).
En primer lugar, obviamente por su cercanía, historias y testimonios recibidos, los viajeros romanos se sentían atraídos por las tierras de Grecia, visitando sobre todo las ciudades de Olimpia, Delfos, Rodas y, por supuesto, Atenas.
En la Antigua Roma, viajar no significaba necesariamente pasarlo mal. De hecho, muchos viajeros romanos lo hacían con tal lujo que, en ocasiones, parecía que se llevaban la casa a cuesta, como los caracoles. Como Nerón, que nunca salía de viaje sin un séquito de mil carruajes como mínimo tirados por mulas con herraduras de plata, tal y como escribe Suetonio en Vida de Nerón.
También era muy típico viajar tumbado en una litera, mientras los siervos tiraban de ti. Las literas estaban formadas por un armazón compuesto por correas que sujetaban un colchón sobre el que se repartían mullidos cojines. Es el caso de Augusto, que siempre viajaba despacio en litera y en jornadas breves, de manera que invertía dos días en llegar a Tívoli, que no estaba ni a 35 kilómetros de distancia de Roma.
Los romanos sentían pasión, asimismo, por Egipto, tierra en la que el turista se sentía maravillado. La extrañeza de sus ritos religiosos, su escritura jeroglífica y sus monumentos fascinaban, como aún sucede hoy en día, al visitante. El paso de los romanos por los parajes egipcios ha dejado su huella en múltiples grafitos que grabaron en los monumentos, donde podemos encontrar nombres, fechas, pequeñas notas biográficas, opiniones o poemas.
También debemos a los romanos la costumbre de construir y viajar a las llamada “villas de recreo”. Desde la época republicana, los patricios romanos poseían una o varias villas de recreo en la costa o en el campo, a donde se retiraban con la intención de descansar y consagrarse al ocio. Especialmente famosa fue la residencia de recreo del emperador Tiberio en la isla de Capri (cerca de Nápoles).
En Italia, el área favorita para las segundas viviendas era la Campania donde se localizaba Pompeya, Herculano y otras localidades de clima benigno y paisaje atrayente.
La arqueología ha descubierto y preservado muchas de estas segundas viviendas embellecidas con amplios jardines, fuentes y estanques y coloridas pinturas y esculturas de inspiración helena.
Como nota curiosa, indicar queinvestigadores de la Universidad de Stanford han desarrollado una especie de Google Maps en el que se puede buscar, por ejemplo, recorridos entre Alejandría y Jerusalén, como si vivieras en la época.