Recordemos que los mudéjares eran los musulmanes que permanecieron en los territorios ocupados por los cristianos durante el periodo de la reconquista. Aunque Granada se conquistó en 1492 poniendo fin a 800 años de Al-Ándalus, la presencia musulmana en España como religión prosiguió unos cuantos años más en los distintos reinos peninsulares cristianos.
En Castilla, el término “mudéjar”, proviene del árabe “mudayyan, domesticado” por ser personas sometidas a la ley y la autoridad cristiana. En Aragón fueron los “sarraïns” o sarracenos. También se les llamó “moros de paz” y tras la conquista de Granada se distinguió entre los “mudéjares viejos”, musulmanes radicados en los reino cristianos que venían de siglos atrás y vivían en ciudades reconquistadas por capitulación, especialmente desde los siglos XII y XIII, y los “mudéjares nuevos”, como ocurrió con los musulmanes nazaríes de Granada que por medio de las Capitulaciones pasaron a tener el mismo estatus socio-religioso que sus hermanos del resto de la Península.
En la Castilla de Isabel la Católica, había ya pocos mudéjares en Andalucía y en el resto del reino, estaban desigualmente repartidos, sobre todo en tierras de Castilla. Solo en Granada eran mayoría (se calcula entre 200.000 y 300.000 habitantes según algunos historiadores).
Aunque en siglos anteriores la minoría mudéjar coexistió en barrios separados (morerías), pueblos o incluso hubieron vecinos que vivieron casa con casa al lado de cristianos y entre las comunidades había bastante libertad de movimientos y e intercambios, llegando incluso a finales del siglo XV a consolidar la morería como una especie de barrio o ghetto, similar al de las juderías con una intención claramente segregadora y a efectos jurídicos-fiscales, como una manera de censar e identificar a esta población.
Como las juderías, las morerías en las ciudades de esta época formaban “aljamas” o comunidades. Estas comunidades se regían en algunos aspectos por las leyes propias islámicas y pagaban impuestos a la Corona por mantener su estatus religioso y social. Las morerías contaban una mezquita aljama en ciudades grandes o mezquitas pequeñas de barrio, una carnicería donde se sacrificaban las reses al estilo musulmán (halal), horno e incluso baños. En torno a ellas había una bulliciosa vida comercial y cultural. El representante en Castilla de todas estas comunidades mudéjares era el “Cadí de cadíes” o el “Alcalde Mayor de todas las Aljamas de Castilla”.
En cuanto a la lengua, se produjo una aculturación, pues si bien una parte de los mudéjares siguieron utilizando la lengua árabe, en su variante dialectal andalusí, en la mayor parte de Castilla se fue sustituyendo gradualmente por el aljamiado, un castellano muy arabizado que se escribía en caracteres árabes.
En cuanto a sus funciones económicas y productivas, los mudéjares, tanto en Castilla como en Granada, desempeñaban oficios manuales como albañilería, repujado del cuero, artillería, forja del hierro y fabricación de armaduras y armas, fabricación y procesado de alimentos, pesca, arrieros, caldereros etc… mientras que en el campo se ganaban la vida con la ganadería y especialmente, en la agricultura donde en realidad eran trabajadores para los señores a los que servían. Por ello en esta época aparece el dicho de “quien tiene moro, tiene oro”, porque esta laboriosidad mudéjar hacía ricos a quien les tuviera como trabajadores.
La construcción fue el oficio por excelencia donde destacaron los mudéjares ya desde la plena Edad Media en oficios como la construcción y manutención de acequias y alcantarillado, la albañilería, la alfarería y la yesería donde dieron paso al conocidísimo “arte mudéjar”, arte árabe mezclado con elementos cristianos. Aunque también destacaron con sus trabajos en el ámbito textil, la ebanistería o la alfarería. Sin olvidarnos de los servicios, que algunos de ellos prestaron en el ejército real o de los grandes señores territoriales, como escuderos, soldados, ballesteros, y artilleros, participando incluso en las guerras de Granada. Estas eran las ocupaciones de la mayoría de la población mudéjar, no obstante, hubo también una minoría, formada por ricos comerciantes, descendientes de nobles, y profesionales liberales y funcionarios tales como traductores o “lenguas”, escribanos, funcionarios, almojarifes y médicos.
Cabe resaltar que en realidad no se puede hablar de que existiese una convivencia real entre cristianos y mudéjares, sino que lo que había era una coexistencia en base a la “tolerancia” de los gobernantes cristianos. Este trato hacia esta minoría social se fue mermando paulatinamente. Se castiga por ejemplo con dureza las parejas entre mudéjares y cristianos o se prohíbe a unos y otros ir a los respectivos rituales religiosos islámicos y cristianos, aunque fuera de amigos. Además, en los siglos XIII y XIV en todos los reinos cristianos peninsulares, estas disposiciones contra los mudéjares fueron ampliándose hasta hacerse más duras y discriminatorias: incremento en los impuestos, prohibición de ciertos usos y privilegios (como montar a caballo o llevar sedas y tejidos hechos
en oropel), e incluso comienza a obligarse a los mudéjares a llevar ciertos distintivos por fuera pero esto apenas se cumplió en la práctica. Siglos más tarde, a principios del siglo XV, anticipando la denostada práctica de la Alemania nazi en el siglo XX, Catalina de Lancaster impone severas normas de vestimenta a los mudéjares como llevar una media luna azul en el pecho o los hombres vestir un capuz amarillo verdoso.
Y será a finales del siglo XV, cuando se inicie la separación “de facto” de la comunidad mudéjar con la creación de la morería, que ya no es un barrio o elemento cultural de la típica ciudad medieval española de la Reconquista, sino un espacio físico que delimitaba social y étnicamente a las comunidades mudéjar y cristiana.
Por último queremos hacer una breve reseña al arte mudéjar, que es un arte de frontera entre lo musulmán y lo cristiano, pero sobre todo de encuentro y confluencia entre ambas tradiciones artísticas y culturales. Y dentro de las manifestaciones materiales, la arquitectura es, sin duda, una de las artes en la que puede rastrearse mejor esa mezcla de influencias. Será, por tanto, un elemento híbrido, producto de la fascinación que los nuevos dirigentes cristianos sintieron por la forma de construir de los mudéjares.