Si nuestros queridos lectores pasan en alguna ocasión por el Concello de Carral, sito a unos 20 kilómetros de A Coruña, dirección Santiago, se encontrarán con un monumento singular que hace referencia a los Mártires de Carral. Con esta entrada vamos a intentar hacer una breve exposición sobre los hechos que dieron lugar a que en esta villa fuesen ejecutados en el mes de Abril del año 1846 unos cuantos militares sublevados contra el presidente Narváez.
En primer lugar vamos a revisar…
El contexto socio-político
En la denominada Década moderada, comprendida entre los años 1844 y 1854, y reinando en España Isabel II, el poder era ostentando por el Partido Moderado, cuyo líder y cabeza de gobierno era, principalmente, el general Narváez. Durante este período se produce una fuerte centralización de la administración y se efectuaron determinados recortes en las libertades y derechos ciudadanos que encontraron resistencia en algunas partes del territorio español.
Desde 1843, con la mayoría de edad de Isabel II, los liberales moderados se habían hecho con las riendas del poder. Dirigidos principalmente por el general Narváez y apoyados por la reina, la alta burguesía y la aristocracia, los moderados reformaron el sistema imponiendo un nuevo régimen en su exclusivo beneficio.
En el año 1846, reinaba Isabel II, bajo el yugo de la tiranía y el absolutismo del general Ramón María Narváez quien sería presidente del Consejo de Ministros entre el 16 de marzo y el 5 de abril de 1846, aunque esta no fue la primera vez que Narváez ejercía (o dejaba de hacerlo) la presidencia, y no sería la última: en total formó 7 gobiernos entre los años 1844 y 1868. Francisco Javier de Istúriz, desde el 6 de abril de 1846 hasta el 28 de enero de 1847
Por otro lado, en el siglo XIX el ejército español era una institución que posibilitaba la movilidad y ascenso social por la vía del mérito y contaba con gran número de liberales entre sus miembros. De modo que, en el caso gallego, eran precisamente las ciudades con importantes guarniciones militares, las liberales por antonomasia, ideológicamente opuestas a las episcopales, más simpatizantes del absolutismo.
En Galicia eran años convulsos, extremadamente críticos. Se escuchaban protestas y reproches sobre el gobierno que con su administración centralista y elevados impuestos no solo no ayudaba a despegar a los ciudadanos gallegos sino que condenaba toda la región a la más absoluta ruina.
La ciudad de A Coruña acogía, desde el año 1844, el acuartelamiento del Regimiento Zamora, regimiento en el que sus mandos eran partidarios del general Espartero. Esta situación era vista con el lógico recelo por parte del Gobierno, en el que estaba al mando el general Nárvaez. Para intentar paliar posibles riesgos de sublevación, se decide el trasladado a Valladolid del citado Regimiento.
Desarrollo de los acontecimientos
El caso es que el levantamiento se inicia el día 2 de abril de 1846, como una revuelta de ideología liberal, aunque para algunos historiadores era un intento de reivindicar la libertad de Galicia. El encabezamiento de la rebelión lo ocupa el comandante Miguel Solís y Cuetos. Esta revuelta se inicia pues por el segundo batallón del Zamora, establecido en Lugo.
Solís era gaditano de nacimiento, concretamente del Puerto de Santa María, aunque en ese momento se encontraba destinado en Galicia. Había nacido el 27 de marzo de 1816. Tenía pues 30 años en el momento de la sublevación. En 1829 ingresó en la marina ocupando una plaza de guarda en la real Armada, tras superar con brillantez todos los exámenes de ingreso, permaneciendo en ella hasta 1836. Participó en las guerras Carlistas en Aragón, donde alcanzó el grado de capitán y teniente coronel, por su actuación en Molina de Aragón en 1840. También participó en los levantamientos esparteristas de 1840 y 1842. En 1842 ingresó en el cuerpo del Estado Mayor siendo destinado a San Sebastián. En 1845 es destinado a A Coruña como primer comandante y accediendo al Estado Mayor de la Capitanía General de Galicia.
Según algunos biógrafos, Solís luchaba por la Constitución y por “liberar” a la reina Isabel, una mujer que había sido educada para ser un títere de los políticos y generales de la época.
Los sublevados disuelven el Consello Provincial y la Diputación, y proceden a la proclamación de una Junta de Gobierno de Galicia.
Con motivo de la sublevación el Comandante Solís pronunció una emotiva arenga a sus soldados en la Plaza Mayor de Lugo:
“Españoles: El honor, la gloria, la salvación de una reina inocente, el afianzamiento de las instituciones, la paz y ventura del país os llaman. Los momentos son preciosos, la menor dilación os sume en el oprobio.
Treinta y ocho años ha que disteis a la Europa el ejemplo de vuestra heroicidad. Continuamente habéis derramado la sangre de tantos hijos por conservar los laureles del Dos de Mayo; pero todo sería perdido si hoy no corréis presurosos a salvar aquellos mismos objetos.
La reina y la patria esperan su libertad de vosotros. Unidos bajo una bandera, huyan para siempre los hijos espúreos que con mengua de la nación os humillan y venden a vuestros enemigos.
Viva la reina libre. Esclava de un poder que atrincherado en el mismo alcázar dicta por ella leyes a la sombra de una pandilla tan cobarde como ominosa, llevando con la adulación, la hipocresía y la vileza tan pérfidos amaños al punto de disponer de la mano de su reina como de su voluntad. Salvarla, y se arrojará en vuestros brazos.
Fuera extranjeros: El tálamo regio no debe consentirse sea profanado. Hable la reina libre y su elección será tan digna como a su decoro y orgullo español conviene.
Rodeado el trono de españoles puros no sujetarán su cerviz; y para labrar su estabilidad y asegurar la felicidad de la patria, sus talentos y abundantes medios de buen gobierno harán ver a la Europa que, sin despreciar las buenas relaciones con los demás estados, no sufrirá ya la España por más tiempo la política trazada hasta en lo más interior por gabinetes extraños.
Fuera dictaduras. El trono y la patria, los poderes únicos marcados en la Constitución de la monarquía bastan para salvarlos; entre el trono y la patria no cabe poder alguno extraño que amenace hora esta, luego a aquel.
La observancia fiel de la Constitución de la monarquía, el cumplimiento exacto de la ley, su aplicación con dignidad, la responsabilidad más severa, os darán la garantía necesaria y se conseguirá la paz.
¡Españoles todos! Bajo tan noble enseña conseguiréis el fruto de tantos sacrificios; haced este último esfuerzo y basta.
No haya banderías, no haya división, ábranse las puertas de la patria a tantos hijo que como vosotros derramaron su sangre en la defensa de su reina y de las instituciones, y fuera hoy de ella lloran su emigración. Acójanse a esta bandera, concurran a la grande obra de nuestra salvación para siempre. Olvido de lo pasado. Entusiasmo en el aplazamiento tan digno como grande que se presenta, esperanza de reconciliación, paz, felicidad y ventura.
Para llevar a cabo cumplidamente tan noble objeto oíd sumisos los consejos de la Junta Central, que en tanto pueda verificarse la reunión de Cortes constituyentes, os dirigirá su voz en nombre de Isabel II constitucional, hasta que tan luego llegue el día, que no está lejos, en que S.M. libre pueda, en unión con las mismas Cortes, consolidar de una vez su trono y los derechos e independencia de la nación”
Esta arenga finalizó con las siguientes proclamas:
Gallegos, españoles todos. ¡Viva la Constitución!¡Viva la Reina libre! ¡Fuera extranjeros!¡Abajo el dictador Narváez!¡ Abajo el sistema tributario!
Se iniciaba así un auténtico pronunciamiento de índole liberal y constitucionalista.
El día 7 de abril, la Junta de Santiago nombra a Miguel Solís como mariscal de campo
El día 9 de abril el comandante Manuel Buceta proclamó el pronunciamiento en Pontevedra, el 10 se pronunció en Vigo el Brigadier Leoncio Rubín. El levantamiento se extendió a Muros, Noia, Pobra do Caramiñal, Ortigueira, Riveira, Rianxo, Padrón, Caldas de Reis, A Guardia, Tui y Betanzos.
Después de la batalla de Sigüeiro, que tuvo lugar el 13 de abril, las tropas de Solís se quedaron en Santiago. Las tropas se insuflaban ánimos cantando el himno de Riego y una “Letanía liberal”.
Al poco se unieron a la sublevación las plazas de Santiago, Pontevedra y Vigo, estas dos últimas ciudades al mando de Leoncio Rubín de Celis y Oroña. En esas fechas solo A Coruña, Ourense y Ferrol se encontraban bajo la autoridad del Gobierno de Narváez, faltando de una manera inexplicable, según juicio de los directores del alzamiento, a sagrados e imprescindibles compromisos.
El 15 de abril se constituye en Santiago de Compostela la Junta Superior del Reino de Galicia que reclamó las libertades que había abolido Narváez y un trato más justo para Galicia. Ese día se publica el manifiesto de la Junta y que puede dividirse en dos partes: la primera era un conjunto de reivindicaciones propias del liberalismo más progresista, que podríamos resumir como la petición de un mayor aperturismo político; y una segunda parte que tenía un componente más propia de Galicia, y en la que se afirma que Galicia debía recuperar su antiguo esplendor y superar la situación de abatimiento en que se encontraba.
Ese mismo día, en Lugo, Solís arenga de nuevo a sus partidarios antes de tomar rumbo a Santiago:
¡Soldados, tres años han pasado por nosotros del mas inicuo despotismo; y en estos tres años un poder bastardo quiso nivelarnos con los genizares de Constantinopla, quiso aislaros del pueblo de que sois hijos; quiso aún más, pues intentó rasgar las entrañas de la querida patria con vuestras bayonetas, afiladas ahora para defender la nación y sus sagrados derechos… Sólo para guiaros a la victoria, he aceptado el nombramiento de mariscal de campo con que se ha dignado a honrarme la benemérita Junta de Santiago… Sólo para defender el pueblo y las leyes, me he puesto a vuestro frente; solo por mandar soldados como vosotros, he jurado a la faz de la Europa entera restaurar la nacionalidad de España y la independencia de sus hijos. ¿No es verdad que en vuestro corazón no hay más que un pensamiento solo? ¿No es verdad que en vuestros labios no hay más que un solo grito? ¡¡Sí, el de la libertad o muerte. Compañeros!!
El intento inicial de Solís de que se sumasen otras unidades a la sublevación no tuvo lugar, hecho que provocaría su posterior fracaso. Solís aguardaba en A Coruña un levantamiento general por lo que el capitán general de la plaza, Juan de Villalonga, tomó medidas contra los sublevados, cerrando los caminos que daban acceso a A Coruña, procurando así el que se sumasen adeptos a los rebeldes. Al mismo tiempo, el capitán general ordenó la captura y encarcelamiento de los progresistas radicales de la ciudad.
Miguel Solís y Leoncio Rubín, conocedores de que el general Narváez envió tropas represoras bajo el mando del general Manuel Gutiérrez de la Concha para sofocar la rebelión, decidieron dividir las fuerzas. De esta forma, Solís debía aproximarse A Coruña y Ferrol, mientras que Rubín debía ocupar Lugo y Ourense. La intención era dominar las cuatro provincias gallegas y ocupar sus fronteras posicionando soldados para su defensa. Sin embargo, la división de tropas fue un error y no consiguieron extender la insurrección. Rubín se desplazó de una forma imprecisa, fracasando en la toma de Ourense y en la retirada terminó exiliándose a Portugal, por lo que fue tachado de traidor por los suyos. Por su parte, el comandante de la Guardia Civil, Manuel Buceta, también logró huir a Portugal disfrazado de mujer.
Ante esta situación, el comandante Solís decide acampar en el lugar del Alto de Eirís (a escasos 2 kilómetros de la ciudad), confiando en la sublevación de la población coruñesa. Pasados unos días, y al comprobar que no se produce la situación esperada, emprende, con el mismo objetivo, rumbo con sus tropas hacia las ciudades de Ferrol y Betanzos. El resultado es el mismo, por lo que se dirige ya hacia la ciudad de Santiago.
Mientras tanto el general José Gutiérrez de La Concha, enviado por el gobierno de Narváez, entraba el día 22 de abril en el Concello de Teo y pasando la noche en la casa rectoral de Baamonde. A las cinco de la mañana del día siguiente, se dirigió a Pontevea para observar los movimientos de los insurrectos.
El día 23 de Abril se produce el enfrentamiento bélico entre las tropas de Miguel Solís y las del general de La Concha. Las exiguas tropas de Solís estaban formadas por el batallón de Zamora y los provinciales de Gijón y Segovia, así como guardias civiles enviados por don Ángel Ruíz Pons, dos compañías de milicias, unos 60 licenciados del ejército y otros 25 voluntarios.
Las tropas de La Concha entraron en combato al grito de ¡Viva la Reina!, ¡Mueran los traidores!, en frente los recibieron los guardias civiles apostados en las ventanas de las casas, disparando sin cesar con gritos de “¡Viva la Reina libre!, ¡Abajo el dictador!.
Este enfrentamiento en el que las tropas de Miguel Solís contaron con el refuerzo del “Batallón literario”, al mando de Antolín Faraldo, y formado por jóvenes universitarios de la ciudad compostelana, se conoce como la batalla de Cacheiras y terminó con la victoria de General Concha, poniendo en fuga a las tropas rebeldes, y con las tropas “leales” al gobierno central, saqueando y efectuando pillaje en la ciudad de Santiago.
Las tropas de Solís se dirigen hacia el monasterio de San Martín Pinario, próximo a la Catedral de Santiago, por considerar que era el reducto con mayores posibilidades de refugio y defensa.
Ante la falta de apoyos, el Comandante Solís se entrega junto con sus oficiales. La condición que pone Solís es que se entregaría si le garantizaban que ninguno de sus hombres sería ejecutado. Pero esta propuesta no encajaba con la idea del capitán general Juan de Villalonga, quien siguiendo órdenes expresas del general Narváez, deseaba un castigo ejemplar que ahuyentase posibles intentonas futuras, reclamando, en consecuencia, que se procediese a la ejecución, tras el correspondiente juicio, de todos los implicados.
El día 25 de abril se inicia el traslado de Solís y sus oficiales hacia A Coruña, a fin de ser sometidos a juicio, pero el hecho del gran número de adeptos a la causa rebelde que se concentraban en dicha ciudad, se decidió que el juicio tuviese lugar en el camino entre Santiago y A Coruña. En un principio se intentó celebrar en la villa de Ordes, pero ante la ausencia de una autoridad civil que pudiese refrendar la condena (según la leyenda local: el alcalde Domingo Moar se negó a firmar la orden de ejecución), continuaron dirección A Coruña, y ya próximos a ella, en la villa de Carral tuvo lugar un juicio rápido, llevado a cabo por un tribunal militar especial. En Carral tuvo lugar el juicio y ejecución merced a la autorización concedida por el segundo alcalde Fernando Insua.
Al comparecer ante el Consejo de guerra que se le formó Solís manifestó: “Que sus principios eran de firme adhesión a la reina, y sólo la gestión perniciosa del Gobierno era lo que trataba de combatir, por infracción a las leyes, vejámenes de los pueblos y más atropellos, que se desprendían de la historia de los últimos años”.
Y aún añadió: “No soy traidor a mis juramentos ni jamás claudicaré de ellos; antes al contrario, los acato con aquel respeto en que se cimenta el honor del caballero; por eso no quise pronunciarme en 1843, valiéndome de esta actitud sufrir tal cúmulo de persecuciones que hasta se me postergó en mi carrera. Si, a pesar de todo, se me reputa traidor, con doble carácter lo son todos los militares de España, desde el primer general hasta el último corneta, pues muy pocos de ellos podrán contarse que no hubiesen servido a todos los Gobiernos , defendiendo todas las banderas y quebrantando todos sus compromisos”.
A otra pregunta del presidente repuso: “Sé la suerte que me espera, más moriré como un caballero y militar leal, llevando al sepulcro la consoladora idea de perecer por la causa de los pueblos víctimas del encono y desencadenamiento de un Poder feroz y reaccionario”.
El resultado del juicio fue la condena a lo muerde de los acusados. No hubo clemencia. A pesar de las súplicas de diversas personas y autoridades, entre las que destacaba el arzobispo de Santiago, el capitán general Juan de Villalonga fue implacable: “todos los oficiales sublevados debían ser pasados por las armas sin dilación”.
El gobierno, presidido en esos momentos por Istúriz, quería dar un castigo ejemplar. Estaba en juego el modelo político que debía prevalecer en España.
El Comandante Solís sería el primer ejecutado, según nos cuenta Tettamancy en su libro sobre La Revolución de 1846, a las once y media de la mañana del 26 de abril se le comunicó la sentencia en la capilla del Socorro de Carral y a las dos de la tarde se encaminó hacia el lugar de la ejecución, el atrio de la iglesia de San Estevo de Paleo, donde sería fusilado Cabe resaltar que, según las crónicas, en el momento del fusilamiento del Comandante Solís, este solicitó permiso para dirigirse al pelotón, rechazando dar la espalda al pelotón de ejecución y a que se le vendasen los ojos.
Algo más tarde, a las cuatro, se notificó la sentencia a once de sus oficiales: los comandantes Víctor Velasco y los capitanes Fermín Mariné, Juan Sánchez, Manuel Ferrer, Jacinto Dabán, Francisco Márquez, José Martínez, Felipe Valero, Ramón José Llorens, Ignacio de la Infanta y Santiago Lallave. Serían fusilados en tandas en la Fraga do Rei a las siete y cuarto de la tarde. Todos fueron enterrados en el cementerio de Paleo, donde aún se conservan varias de sus lápidas. También sería fusilado en Betanzos, el día cuatro de mayo, el sargento mayor Antonio Samitier. Todos ellos son los Mártires de Carral.
De los martirios a que se le sometió da cuenta el siguiente párrafo, que leemos en el acta de defunción levantada por el párroco de Paleo: “…y fueron sacrificados inhumanamente a la voluntad sangrienta de sus verdugos, especialmente del coronel Cachafeiro, que más inhumanidades hubiera cometido después de muertos a no presentarme yo mismo representando la justicia divina”. “Espectáculo horroroso. Triste Memoria”.
La leyenda de los “Mártires de Carral”
A partir de ese momento nace la leyenda de los Mártires de Carral. La reina Isabel II declararía, diez años después, a todos aquellos oficiales (12) como “beneméritos de la patria” y ordenando que se levantase un monumento en su memoria, cuyo presupuesto ascendía a los 120.000 reales de vellón. Las Cortes les concedieron la “Cruz de valor y constancia” y decretaron la erección de un monumento.
Aunque desde un principio eran remotas las posibilidades de éxito el levantamiento de Solís y sus seguidores, lo cierto es que su acción supuso un punto de inflexión que se concretaría en su asunción como mártires e la nación gallega, años después, pese a que ninguno de ellos era gallego. Pero la mitificación del alzamiento fue casi inmediato, ya que permitió unir el galleguismo con el progresismo desde su nacimiento, a diferencia de otros movimientos similares en otras zonas de España
El monumento dedicado a los Mártires de Carral
Aunque, en nuestra opinión, sin demasiado interés desde el punto de vista artístico, como para justificar un desplazamiento para su visión “artística”, si hay que reconocerle un gran valor simbólico.
El proyecto de construcción del monumento a los mártires de Carral no se llegaría a realizar hasta que en 1898 el destacado galleguista Francisco Suárez Delgado, recién llegado de Buenos Aires, da los primeros pasos para dar sentido a aquella perdida memoria de levantar el monumento que recuerde la gesta de los Mártires de Carral. Fue costeada por suscripción popular e impulsada por la Liga Gallega da Cruña, vinculada a la tertulia que albergaba la librería de Carré Aldao, más conocida en la ciudad coruñesa como “A Cova Céltica”. La primera piedra se colocó el 23 de abril de 1899. Finalmente, el monumento se inauguraría el 22 de mayo de 1904.
El monumento se encuentra en el centro de Carral y está hecho con granito de las canteras do Illó (Barro) y fue diseñado por el arquitecto Juan Álvarez Mendoza. El monumento aunque no se puede considerar en si un crucero, si reúne sus formas en cruz.
En el monumento vemos el escudo de Galicia y una inscripción con el siguiente lema: “A los mártires de la libertad muertos el 26 de abril de 1846. Liga Gallega na Cruña”. Además, una placa recuerda los nombres de los oficiales ejecutados.
Según cuenta Manuel Murguía, en esa corta primavera del año 1846 solo afloró durante 24 días de ilusión y progresismo contra el gobierno de Narváez, que a pesar de decirse liberal y moderado, tenía en su contra a la mediana y pequeña burguesía, a muchos universitarios y bastantes profesionales próximos al republicanismo.
Años después, el pleno municipal del 29 de abril de 1931 aprobó la determinación de dar el nombre de “Avenida de los Mártires de Carral” a la carretera comprendida entre el Puente de Monelos y el Alto de Eirís, en virtud de una propuesta formulada por Julio Paradela, concejal electo en las elecciones del 14 de abril.
Desde 1936 los habitantes de Carral llevan a cabo una representación teatral al aire libre en la que se reviven estos hechos. La obra se titula “Abril de lume e ferro” (Abril de fuego y hierro), escrita por Manuel María y publicada por el Concello de Carral en el año 1989. Además este monumento ha sido escenario de importantes homenajes y actos como el organizado por la Real Academia Gallega para conmemorar su centenario en 2006.
Dado que este acontecimiento fue y es conocido a nivel nacional, se creó un proyecto turístico alrededor del mismo, la Ruta de los Mártires. Esta ruta tiene una extensión de 3km aproximadamente y comienza en el centro de Carral, en el monumento de los mártires, pasando por las tres sepulturas de los oficiales ajusticiados y terminando en la Fraga do Rei, donde fueron fusilados los Mártires.
Y para finalizar, seguidamente os dejamos un fragmento de la constitución de la Xunta de Goberno de Galicia formada durante el levantamiento:
“Galicia, arrastrando hasta aquí una existencia oprobiosa, convertida en una verdadera colonia de la corte, va á levantarse de su humillación y abatimiento. Esta Junta, amiga sincera del país, se consagrará constantemente á engrandecer el antiguo reino de Galicia, dando provechosa dirección á los numerosos elementos que atesora en su seno, levantando los cimientos de un porvenir de glora. Para conseguirlo se esforzará constantemente en fomentar intereses materiales, crear costumbres públicas, abrir las fuentes naturales de su riqueza, decrépita fundada sobre la ignorancia. Despertando el poderoso sentimiento de provincialismo, y encaminando á un solo fin todos los talentos y todos los esfuerzos, llegará á conquistar Galicia la influencia de que es merecedora, colocándose en el alto lugar á que está llamado el antiguo reino de los suevos.”
Confiamos en que esta publicación haya resultado de vuestro interés. ¡¡Gracias por leernos!!
Referencias
“A gran historia de Galicia. Historia política da Galicia contemporánea”. Tomo XI. La Voz de
“Idade contemporánea (século XIX)”. Historia xeral de Galicia. De Obelleiro Piñón, L.
“Los Mártires de Carral”. De Villares, R.
Los mártires de la libertad Gallega. Revista Mundo Grafico. De Conde de Rivera, L.
http://culturagalega.gal/noticia.php?id=14621&soportal=ningun
Los Mártires de Carral, 167 años después (www.laopinioncoruna.es)
La batalla de Cacheiras (http://www.concellodeteo.com)
Creo que el levantamiento de los progresistas de 1842 fue contra Espartero, que ya había cosechado opositores dentro del partido que le apoyaba.
Hola,
En primer lugar gracias por leernos. El post en el que nos has dejado tu atento comentario se centraen los llamados “Mártires de Carral”, que se corresponden con el caso del levantamiento que se inicia el día 2 de abril de 1846, como una revuelta de ideología liberal, aunque para algunos historiadores era un intento de reivindicar la libertad de Galicia.
En un párrafo de nuestra publicación, titulado “Desrrollo de los acontecimientos”, citamos las revueltas contra Espartero durante su regencia.
Respecto alperíodo de Espartero, de manera resumida, podemos decir que, una vez terminada la guerra carlista, comienza en la vida política que abarca el reinado efectivo de Isabel II y el gobierno provisional del sexenio en el que varios destacados generales continuarán ejerciendo el liderato desde el poder político: Espartero, Narváez, O’Donnell, Prim y Serrano. La llegada al poder de Espartero fue el resultado del deseo de la corriente progresista por ejercerlo amparada en el prestigio de este general.
Espartero sería nombrado presidente del Consejo de Ministros en 1840, pero al no contar con suficientes apoyos, terminaría dimitiendo. Con posterioridad, y ante la resistencia de la regente al programa liberal avanzado que defendía, exigió a María Cristina que abdicara e hizo que las Cortes le nombraran regente a él mismo, cargo en el que permanecería entre los años 1841 y 1843).
Espartero gobernó de un modo personalista lo que le granjeo enemistades entre sus propios partidarios.Durante su regencia se produjeron los levantamientos de O’Donnell, Diego de León y Nárvaez, en 1841 y que fracasaría; y el alzamiento de Barcelona en noviembre de 1842, provocado por la crisis del sector algodonero fundamentalmente, y que terminó con una dura represión. Con los pronunciamientos producidos en Andalucía, que culminaron con la rebelión de Sevilla en julio de 1842.