La cultura romana rendía culto al cuerpo, y por tanto, a la higiene del mismo. Las termas o baños públicos se convirtieron en lugares de reunión de personas de todas las clases, y su uso era fomentado por las autoridades, que en ocasiones cubrieron sus gastos haciendo el acceso a ellas gratuito para la población. Aunque hombres y mujeres compartían en ocasiones los mismos espacios, las horas de baño eran diferentes para unos y otros: las mujeres acudían por la mañana mientras los hombres lo hacían al atardecer. En las antiguas villas romanas los baños se llamaban balmes o balneum y si eran públicos thermae o therma.
Las termas eran baños públicos con estancias reservadas para actividades gimnásticas y lúdicas. También eran consideradas lugares de reunión y a ellos acudía la gente que no podía permitirse tener uno en su casa, como los plebeyos o los esclavos. A veces los emperadores o los patricios concedían baños gratis para el resto de la población. Podían considerarse como complejos sanitarios, lúdicos y deportivos que representaban una de las más sorprendentes y admirables construcciones de la civilización romana.
A finales del siglo V aC. las antiguas estancias de baño asociadas a los gimnasios griegos se perfeccionaron y crecieron en complejidad, convirtiéndose en estancias independientes destinadas sólo al baño. Estas estancias ofrecían baños de vapor y piscinas frías, templadas y calientes.
En Roma, siguiendo el ejemplo griego, se construyeron estancias similares que pronto fueron del gusto de la ciudadanía. Ya no solo se realizaban los actos de limpieza y relajación, así como aquellos medicinales cuando las aguas tenían propiedades curativas, sino que se añadía un cuidado del cuerpo que incluía prácticas deportivas y un ritual de masajes con diferentes sustancias como esencias y aceites especiales.
El nombre de termas se aplica por primera vez a unos baño construidos por Agripina en el año 25 dC. Nerón construyó unas termas en el campo de Marte: Termas de Nerón, las cuales se encuentran prácticamente desaparecidas.
El uso de las termas se generalizó en el mundo romano a partir del siglo I aC, cuando se descubrió un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente. Su uso se difundió por el Imperio romano a toda Europa.
Rápidamente empezó una competición entre los emperadores para ofrecer a sus ciudadanos unas termas cada vez más grandes. Así, los 3.000 metros cuadrados de las termas de Nerón quedaron rápidamente superados por los 110.000 metros cuadrados de Trajano y éstos, a su vez, lo fueron por los 140.000 de Caracalla. El récord lo marcan los 150.000 metros cuadrados de las termas de Diocleciano, que eran visitados por a 3.000 bañistas al día.
Hacia las cinco de la tarde los romanos, sin importar la clase o el estatus abandonaban aquello que les estuviera ocupando y se dirigían a las termas. Hombres y mujeres por igual, muchas veces entremezclados utilizaban las distintas opciones de ocio que ofrecían las termas. Unos se ejercitaban en la palestra, otros en los juegos de pelota, los menos activos se dedicaban a disfrutar del masaje o de una dolorosa depilación. También se podía disfrutar de la conversación con los amigos o disfrutar de la lectura en algunas salas especiales para tal actividad. Los más atrevidos elegían provocar algún encuentro erótico.
Aunque la asistencia a los baños estaba al alcance de todos hay que señalar que, una vez en el interior, sólo los privilegiados podían disfrutar de determinados servicios (masajes, ungüentos de perfumes y aceites, etc.), bien porque sólo ellos los podían permitir o porque era necesario disponer de esclavos para su disfrute. A veces, incluso el emperador hacía acto de presencia, aclamado por la multitud a la que saludaba acompañado de todo su lujo.
Algunos emperadores intentaron (sin mucho éxito) imponer horarios diferentes para hombres y mujeres ya que se les acusaba a estas últimas de ser una constante provocación erótica. Sólo con el triunfo del cristianismo (sobre el año 320) se consiguió la prohibición definitiva a las mujeres de disfrutar del baño en las termas.
En general, las termas se rodeaban de jardines y otros edificios con servicios para los visitantes como gimnasios, bibliotecas u otros lugares de reunión, “laconium” todo esto con el propósito de proporcionar a los clientes un ambiente agradable. Estas termas disponían de gran cantidad de personal para su funcionamiento, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad de grandes cantidades de agua caliente y para atender adecuadamente a los clientes.
Las actividades posteriores, eran muy numerosas, tanto dentro como fuera de las termas a cuyo alrededor se encontraba todo tipo de personajes que vendían al mejor postor sus productos y habilidades: desde vendedores de perfumes, salchichas o pastelillos hasta quienes alquilaban toallas o sandalias, pasando por muchos adivinadores, astrólogos, filósofos o comediantes. Un mundo en miniatura donde Roma reflejaba la imagen ideal del esplendor y el lujo.
Otro uso predominante y que suele aparecer en todo lugar donde acudían las entidades de la ciudad (al igual que el teatro por ejemplo), en las termas también se solía acudir para “socializarse”. Los hombres charlaban sobre política, sobre sus planes de futuro y de cómo veían el panorama de Roma. Por su parte las mujeres hablaban de los chismes y rumores de los entresijos patricios del palatino. Era en muchas ocasiones un centro de reuniones informales, perfecto por su relajante aire vaporado y las calientes aguas termales.
La propiedad de las termas romanas correspondía al Estado y éste las arrendaba a alguien que cobraba una entrada por acceder a ellas. En ocasiones, este dinero no se pagaba; esto sucedía cuando alguien con mucho dinero pagaba al arrendado todo el dinero de las entradas correspondiente a un largo periodo de tiempo y, por eso, los baños podían ser gratuitos. Así también
se ganaban el favor de todo el mundo.
Las estancias termales eran, dentro de la diversidad, similares en todo el Imperio. Normalmente constaban de las siguientes estancias:
- Palestra: patio central al que se abrían todas las demás estancias y se podía practicar ejercicios físicos.
- Tabernae: tiendas adosadas a las salas de baños donde se vendían bebidas y comida, que los vendedores pregonaban a grandes voces entre los bañistas.
- Caldarium: baño de agua caliente, el alveus. Era la habitación más luminosa y adornada. En las grandes termas había incluso piscinas donde se podía nadar. En las más pequeñas, el baño se tomaba en bañera o depósitos de agua caliente llamados labra.
- Frigidarium: sala destinada a los baños de agua fría. En las grandes termas el frigidarium estaba descubierto e incluía entre sus instalaciones una gran piscina donde poder practicar la natación (Natatio).
- Tepidarium: habitación de temperatura tibia que preparaba al bañista para la de agua caliente.
- Apodyterium: vestuarios. Habitación próxima al pórtico de la entrada donde los bañistas dejaban sus ropas. Había un banco corrido y en la pared unas hornacinas sin puertas, donde se depositaban las ropas y los objetos personales, que quedaban vigilados por un esclavo.
- Laconicum: baño de vapor.
Y como es lógico, en toda la Península ibérica quedan vestigios de aquellas termas, incluso algunas de ellas se han reacondicionado y prestan servicios en la actualidad. Si nos centramos en el Noroeste de la Península Ibérica, podríamos hablar de:
- Las termas romanas de Lugo, que se encuentran a unos 900 m del centro de la ciudad, en el margen izquierdo del río Miño. Están situados en la planta baja del Balneario, y probablemente daten de época altoimperial (siglos I-II dC.). Este conjunto, único en toda Galicia, fue declarado Munumento histórico-artístico de carácter Nacional en 1931.
- En Bande, en la provincia de Ourense, nos encontramos con un lugar especial, uno de esos sitios que parecen sacados de la imaginación. Se trata de unas termas romanas que quedan al descubierto cuando el embalse de As Conchas, que represa el río Limia, baja lo suficiente. En un lateral del embalse hay un manantial de aguas termales usado por los romanos para construir unos baños y cerca de allí una mansión que se cree era una especie de posada para viajeros. A pocos metros podemos ver también los restos del Aquis Querquennis, un campamento romano.
- En Astorga se han descubierto dos espacios termales, las llamadas Termas Mayores y las Menores. Las primeras, ocupan toda una manzana, y en ellas se han identificado las salas de agua fría (frigidarium), tepidarium (sala templada), dos sudatorios circulares y el vestuario (apodyterium); su construcción inicial se realizó a mediados del siglo I d.C. Las Termas Menores se edificaron en torno al 75 dC., y estuvieron en funcionamiento hasta el siglo III dC.
- En el Concejo asturiano de Las Regueras encontramos unos baños romanos situados junto a la iglesia parroquial de Valduno. Se trata de unos baños de época romana en los que además de poder observarse la zona de arcos de paso de calor, se puede ver una bañera semicirular con banco corrido.
- Las termas romanas de Campo Valdés son un museo in situ sobre unas termas romanas de época altoimperial, consideradas como uno de los yacimientos más importantes del Norte de España. Se localizan delante de la iglesia de San Pedro en el subsuelo del Campo Valdés, a nivel del mar.
- Las termas romanas de Gijón están un poco escondidas. Están situadas por debajo de la placita que está en frente de la iglesia de San Pedro, en uno de los extremos de la playa de San Lorenzo.
- En tierras portuguesas: las Termas Romanas do Alto da Cividade se encuentran emplazadas cerca del museo arqueológico Dom Diogo de Sousa, en la bella localidad de Braga. Se trata de un gran complejo de baños compuesta por unas valiosas ruinas, que cuentan con un teatro anexo que data del siglo II dC.
- Las termas romanas de Maximinos, en la zona alta de Braga no fue aún puesto totalmente a descubierto. Construidos en el siglo I dC., integrados en la flamante renovación urbanística de Brácara Augusta, estos baños públicos o termas parece ser que funcionaron hasta el s. V, siendo objeto de amplias obras en los siglos III y IV, quizá cuando la ciudad fue elevada a capital de la provincia de Galaecia por Diocleciano.
Y eso es todo por hoy. Hasta la próxima.