Con esta publicación pretendemos hacer una aproximación al estudio de la utilización de la escultura, por parte de los poderes civiles y religiosos, como un medio para ilustrar, formar y adoctrinar a los fieles, durante la Edad Media.
En primer lugar, recordemos que tras la devastación provocada por la peste negra, con la pérdida de un tercio de su población Europa entraba en una época oscura. Y el arte no fue una excepción.
Durante la Edad Media (desde el siglo V hasta el siglo XV), el arte europeo estuvo marcado por una fuerte influencia de la Iglesia católica. El arte se imbuía en aspectos sociales, económicos, políticos, religiosos y culturales de la sociedad. Pinturas, esculturas, literatura, construcciones civiles y otras manifestaciones artísticas fueron influenciadas y supervisadas por el clero católico. La Iglesia concebía, lo que hoy conceptuamos como arte, con un fin didáctico.
En una época en que la inmensa mayoría de la población carecía de la más básica formación, la única y mejor forma de comunicarse con ellos, e influir en sus creencias y comportamientos, era mediante el uso del arte como vehículo. Había que instruirles sobre lo que estaba permitido y lo que no, contarles lo que sucede en torno a la virtud, el pecado, Dios, el mal, las consecuencias de nuestros actos, etc. El uso del arte para este fin partía de la concepción del mismo, entendiéndolo como un oficio, y no como una bella arte, de tal manera que pretendía, por ejemplo, que las esculturas no tuviesen como objetivo principal mostrase como bellas (que lo eran en su inmensa mayoría), sino como entendibles.
Las manifestaciones artísticas, en esta ocasión nos centraremos en la escultura, eran controladas por parte de la Iglesia católica para que el pueblo evitase su “condenación”. El arte paleocristianao, desarrolló un código de comunicación que será desarrollado desde el arte prerrománico.
Antes de poder penetrar en los significados ocultos que la escultura románica pueda transmitir (lo que entenderíamos como simbolismo), hay que conocer qué quería representar el escultor. Es decir, debemos familiarizarnos con la iconografía.
La palabra “Iconografía” significa el estudio del origen y formación de las imágenes, así como su identificación por medio de los atributos que casi siempre les acompañan. De manera más resumida y sencilla, podemos decir que la iconografía se ocupa de la interpretación y descripción de las temáticas de las imágenes representadas en un arte.
Globalmente entendida, la función del arte religioso, directa o indirectamente, es ganar conversos. Por lo tanto, la arquitectura es la forma principal, ya que una catedral puede inspirar, enseñar y albergar una congregación. Así, durante al menos los nueve siglos entre 800 y 1700, la Iglesia de Roma fue, con mucho, el mayor mecenas de las artes.
Pero sobre la intencionalidad hay controversia. Para el gran estudioso Jaime Cobreros, ninguna manifestación artística del románico es casual. Siempre existe intención transcendentalizadora. En palabras textuales suyas: “Las formas y figuraciones que muestra el románico ni son caprichosas ni gratuitas…. El arte sagrado no puede permitir a sus constructores frivolidades de tipo profano ya que desvirtuarían totalmente aquél. Todo lo que construye o talla la civilización románica tiene una función transcendentalizadora”.
Sin embargo, otro especialista del románico y del arte medieval español, el catedrático Isidro Bango Torviso, niega que haya que buscar en toda figuración escultórica románica, mensajes simbólicos, sino con frecuencia, manifestaciones meramente decorativas, sobre todo en los elementos vegetales y animales: “Se insiste mucho por una parte de los especialistas en el mensaje puntual de todos estos temas secundarios (vegetales y animales)… Aunque en un momento determinado alguna mente culta de la época pudiera dar una interpretación puntual a estos temas, lo normal es que no haya en el deseo de los que han dispuesto su representación más que la simple intención de la decoración.”
En todo caso, la escultura románica estaba supeditada a la arquitectura, concebida como parte integrante del edificio. Su estilo es antinatural y simbólico, con clara tendencia a la abstracción, el horror vacuii (miedo al vacío), la frontalidad, la simetría, el equilibrio, la isocefalia (todas las cabezas colocadas a la misma altura) y las líneas curvas. Las figuras son hieráticas y severas, sin volumen. No tiene perspectiva ni profundidad, se rigen por la ley de adaptación al marco, lo que favorece las deformaciones. El escultor no busca la belleza sino la expresividad, por eso están desproporcionadas sus obras, y en muchos casos sus rasgos exagerados o deformados.
En cuanto a la temática, está inspirada y determinada por la Iglesia así como el conjunto de imágenes que articulan su expresión (iconografía). La jerarquización de los temas es una constante en cuanto a qué espacios ocupan y qué relevancia visual tienen. La temática se extrae principalmente del Antiguo y del Nuevo Testamento, o de las hagiografías (vidas de santos y mártires) más significativas.
Las escenas se desarrollan preferentemente en las portadas de los templos. En el tímpano aparece el Pantocrátor o Cristo en Majestad, bendiciendo con una mano y portando en la otra un libro sagrado o la bola del mundo, metido en la mandorla o almendra mística y rodeado del Tetramorfos -representación de los cuatro evangelistas o sus símbolos que aparecen en el Apocalipsis-. En el Juicio Final se le representa como Juez Supremo, con los bienaventurados a la derecha y los condenados a la izquierda. A fines del siglo XII, Cristo aparece más humano, mostrando las llagas de las manos y rodeado de santos y ángeles. En las arquivoltas se representan los veinticuatro ancianos del Apocalipsis y en las jambas los profetas, apóstoles…
Los capiteles se decoran con temas muy variados, geométricos y vegetales, de fauna fantástica de origen oriental (monstruos, arpías, dragones…), con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento o profanas (fiestas, trabajos cotidianos, fábulas, temas eróticos…). En cuanto a los frisos, se esculpen con escenas ordenadas, en horizontal o vertical, que cubren la pared total o parcialmente.
Pero, hagamos un análisis más detallado.
Para comenzar, si nos situamos en la escultura visigótica, encontramos fundamentalmente bajorrelieves cargados de simbolismo; hecho que provocaba que el pueblo no entendiese su significado. Las primeras manifestaciones dirigidas a ese pueblo “ignorante” se presentan en los capiteles.
Conviene recordar que las representaciones visigóticas son algo toscas y sencillas, pero incorporan un programa iconográfico muy complejo, de influencia bizantina.
Podemos ver un ejemplo muy claro en el templo de San Pedro de la Nave, en Zamora, donde uno de los mensajes recurrentes, la necesidad de unión entre la Iglesia y los fieles, se presenta en un relieve con la iconografía de una fíbula y un par de leones. Los leones tienen un simbolismo ligado a la protección que la Iglesia otorga a sus fieles.
En este mismo templo encontramos también relieves historiados, con una finalidad didáctica muy clara. Encontramos capiteles tallados con escenas bíblicas como el capitel de ”Daniel en el foso de los leones” y el capitel “del sacrificio de Isaac”. En los cimacios de los capiteles figuran rostros tonsurados que seguramente pretenden glorificar la vida monástica.
Tengamos presente que la primera escultura románica parte, durante el siglo XI, de la tradición prerrománica y de las experiencias en trabajos en marfil, orfebrería y madera. Los temas más representados en dinteles y capiteles suelen ser de carácter geométrico o vegetal fuertemente estilizados. Las representaciones figurativas apenas sobresalen de la superficie arquitectónica, son sobre todo, bajorrelieves.
La escultura románica plena (siglo XII), se concibe para un marco arquitectónico y se produce cuando las iglesias románicas alcanzan, a su vez, su plenitud. Se trata de una escultura subordinada al espacio arquitectónico y con un fin decorativo. Las figuras escultóricas se ajustan y deforman según las formas del capitel, según el semicírculo del tímpano, según las alargadas formas de las jambas. Para conseguir esto, el escultor románico no halla impedimentos en variar los cánones o imprimir movimiento a las figuras. Es una escultura monumental, opuesta al naturalismo clásico.
En el románico de última época, hay una mayor profusión escultórica, más riqueza en los ropajes con múltiples plegados y en movimiento. Se olvida, incluso, la función arquitectónica y se buscan ya efectos pintorescos o anecdóticos. Esta etapa final de la escultura románica ha sido llamada por los historiadores del arte: etapa de transición al Gótico. Así, en el último tercio del siglo XII, hay varias obras que apuntan una evolución dentro del románico, en lo que se podría denominar la fase barroca del románico: mayor tendencia al movimiento, se humanizan los tipos, con gracia en los rostros, expresión abierta y sincera, y los ropajes se abultan, revolotean sin ceñirse al cuerpo, con más pliegues, con mayor profusión.
Como enunciamiento general podemos decir que las principales características de la escultura románica son las siguientes:
- Su finalidad es principalmente didáctica y no artística. Las obras se hacen por encargo, siempre con la función de narrar o educar sobre temas religiosos
- Búsqueda de la divinización de las figuras representadas. Para ello, el escultor recurre a su estilización y desproporción
- Una actitud agitada y casi danzante de los personajes
- Manifestación jerarquizada de los personajes. Se conseguía asignando tamaños diferentes según la importancia de la figura representada
- Las figuras tienden a ser rígidas, carecen de movimiento alguno
- Ausencia de volumen, las obras son planas y simétricas, predominio de la frontalidad
- Relleno del cuadro arquitectónico que constreñía y deformaba a los personajes para adaptarlos al espacio.
- Una clara manifestación de una perspectiva inco Vemos que hay una clara desproporción entre el tamaño de una figura y el fondo
- Composición simétrica
- En los tímpanos, la composición tiene siempre la figura de Cristo como el eje de la representación
- La expresión de las figuras es en ocasiones muy exagerada y otras muy plana
- Habitual repetición de los mismos motivos y temáticas
- El resultado final de la obra es muy tosco y rígido
- En esculturas untos donde aparecen varios personajes, todas las figuras se muestran a la misma altura para representar la igualdad ante Dios
- Esquematización antinaturalista de los pliegues
- En las esculturas pintadas se utilizan colores vivos y brillantes
En cuanto a la técnica, lo más claro es su antinaturalismo, una desconexión de la realidad como probable herencia del arte bizantino. Encontramos figuras hechas con arreglo a fórmulas ideales, geométricas; modelos estilizados, rígidos, incluso deformados; no hay culto a la belleza formal porque no hay deseo de representar temas cristianos conforme a la naturaleza y la religión se ofrece abstracta e intocable.
El objetivo es que la escultura hable al fiel indocto, analfabeto, en su lenguaje plástico, son verdaderos Evangelios de piedra e informan al creyente de: los peligros del mundo; las luchas del Bien y el Mal; el Juicio Final, cuya visión apocalíptica se representa en el tímpano de la portada principal del templo; el pecado, que adopta formas repelentes a través de la estética de lo feo y obsceno. Son formas monstruosas, como el demonio en forma de animal, cuya repetición obsesiva parece haber sido estimulada por las fantasías del mundo oriental conocido en Occidente a través de las Cruzadas.
Como decíamos antes, donde mayor relieve alcanza la escultura monumental es en la decoración de las Portadas románicas. Tanto por su forma como por su función prefigura ya, en la entrada, la totalidad del edificio. La portada, tanto arquitectónica como iconográficamente, explica una de las características fundamentales del arte románico: la perfecta articulación y correspondencia entre el interior y el exterior. La portada representa la puerta del Cielo y de la Casa de Dios y advierte al fiel de lo trascendente que es el paso que va a dar al franquear el umbral: el mismo Cristo se compara a la puerta “Yo soy la puerta, el que por mí entre, se salvará”. Éste es, en realidad, el primer mensaje de la puerta: el lugar por el que se abandona el mundo profano y se penetra en el más allá.
Las grandes portadas desarrollan, por lo general, una serie de elementos constantes:
- Tímpano: recoge la escena principal con el Pantocrator o Cristo en majestad con mandorla, símbolo de su dominio celestial. Puede representarse el Juicio Final, el Apocalipsis, incluso Pentecostés. Los elementos o personajes más habituales son: el Tetramorfos: (representación de los cuatro evangelistas en forma simbólica:(Juan como un águila, Marcos como un león, Lucas como un toro y Mateo como un hombre), San Juan Evangelista, San Juan Bautista, San Miguel, las vírgenes, etc
- Dintel: friso para elementos geométricos o vegetales o para figuras de menor tamaño y resalte
- Parteluz o mainel: utilizado sobre todo para algún santo de relevancia en el templo o figuras de animales
- Arquivoltas: habitualmente con motivos geométricos y vegetales. En ocasiones con los signos del zodíaco y los trabajos correspondientes a los meses del año, a través de los cuales se manifiesta como Señor del Tiempo (Cronocrator)
- Jambas y capiteles: Suelen decorarse con figuras de santos o motivos vegetales y geométricos. O se dejan simples columnas de fuste liso
Si nos centramos en las obras de estilo románico vemos cómo se va desarrollando el carácter didáctico-religioso. Como ya dijimos, en un momento cuando pocos sabían leer, la Iglesia utilizó las esculturas, vitrales y pinturas, principalmente dentro de los templos y catedrales, para enseñar los principios de la religión católica. Los temas más abordados fueron: la vida de Jesús y los Santos, pasajes de la Biblia y otros temas cristianos.
Veamos con detalle las temáticas más habituales:
Respecto al Génesis, la creación de Adán y Eva, a través de la escultura la Iglesia cuenta a sus fieles que han sido concebidos por Dios a su imagen y semejanza y que nos inserta en la naturaleza, el Paraíso Terrenal.
Encontramos un magnífico ejemplo en varios capiteles en la iglesia de Santo Domingo de Soria.
En el caso del Crismón, que simboliza el nombre de Cristo en lengua griega, hay que decir que desde principios del cristianismo, las letras XPS son el anagrama del nombre de Cristo en griego. Sin embargo, la Santísima Trinidad puede verse reflejada de varias formas. Hay quienes han visto la explicación básica de lectura señalando que la P es el Padre, la X el Hijo y la S el Espíritu Santo; otros, siendo más fieles a la inscripción original, proponen que la P es el Padre, la A el Hijo y la X el Espíritu Santo formando la palabra PAX que hace referencia a la Paz de la Iglesia. Igualmente fieles a la inscripción son aquellos que proponen la P del Padre, la A del Hijo y la W el Espíritu Santo, interpretando que la “doble letra” en lugar de ser la X (C+S) fuese la Omega griega (doble ómicron). La última interpretación que se ofrece es aquella que defiende que la P es el Padre, la A-W (juntas) son el Hijo y la S el Espíritu Santo.
Un ejemplo de magnífico Crismón lo podemos ver en la Catedral de Jaca, donde vemos que el tímpano se organiza en base a una aparentemente sencilla decoración, con un Crismón central flanqueado por dos leones. El león de la izquierda está tranquilo, protegiendo a un personaje que va vestido con una túnica corta, descalzo y que porta en su mano una serpiente –símbolo de su pecado-. Por su parte, el león de la derecha es mucho más agresivo y muestra su enfado aplastando al oso y a un basilisco. Los dos leones nos muestran que Cristo tiene dominio sobre la muerte física, y autoridad sobre la “segunda muerte” producida por el pecado.
La representación del Pantocrator tiene un protagonismo principal, en tanto que se trata de la figura central del cristianismo medieval. Ya en Bizancio se planteó una imagen distante, una figura en gloria, hierática, frontal, en un trono, en definitiva es Cristo en Majestad, es la “Maiestas Domini”.
Dos son los lugares habituales para exhibir el Pantocrátor en las iglesias: en el exterior, en los tímpanos de las portadas, esculpido en piedra; o en el interior, pintado en las bóvedas de horno de los ábsides. En todo caso, se suele enmarcar en un cerco oval conocido como mandorla (del italiano mandorla, almendra) y ocupan el espacio adyacente las cuatro figuras del Tetramorfos, es decir, alegorías de los cuatro evangelistas.
Para ilustrar esta entrada hemos elegido el Pantocrator de la iglesia de San Juan Bautista, en Moarves de Ojeda, en la provincia de Palencia, construida entre los siglos XII al XV, es uno de los monumentos románicos más impresionantes de Castilla y León. Presenta en su portada un friso con el Cristo en Majestad, sedente, en el centro de la composición, dentro de la Mandorla Mística. Muestra una mano alzada en actitud de juzgar, mientras sostiene en la otra mano el Libro de la Sagrada Escritura. Aparece rodeado por los símbolos de los Evangelistas; a ambos lados, los Apóstoles, bajo unas arquerías lobuladas. Además encontramos una serie de esculturas dispuestas horizontalmente a cada lado, que representan a los doce apóstoles. Como es habitual, portan diversos atributos iconográficos que los identifican, como libros, filacterias o cruces. Todas estas figuras son de menor tamaño que la del Cristo central con la intención de expresar una relación de jerarquía que se da no sólo en la historia evangélica sino también en la misma estructura de la Iglesia. No se conoce la identidad del escultor pero su estilo sigue con claridad el del artista coetáneo que realizó el grandioso friso y portada de la iglesia de Carrión de los Condes, también en Palencia.
En el caso de María, nos encontramos con una iconografía paleocristiana y bizantina, que se iría incorporando a las representaciones en Occidente, sobre todo a partir de que fuese declarada como Madre de Dios en el Concilio de Éfeso, en el año 431 y su virginidad en el Concilio de Letrán del año 649.
La primera cuestión consistía en determinar el lugar que ocupa María en la teofanía o iconografía del Cristianismo. Así, podemos encontrar a María debajo de Cristo en el Árbol de Jesé (ejemplos: machón en el claustro del Monasterio de Santo Domingo de Silos, el parteluz del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela,…)
Ilustramos este apartado con una imagen de la Virgen Theotokos que encontramos en la Portada del Obispo de la Catedral de Zamora. En el tímpano de la derecha vemos a María, entronizada, con el Niño en los brazos, ambos de frente, con posición hierática, y dos ángeles turiferarios (portadores de incienso, elemento propio de la divinidad) a ambos lados.
En todo caso, las formas de presentación de María, a lo largo del tiempo, son variadas. Cabe citar:
- La Virgen Blachernitissa, se trata de un modelo de virgen con el Niño en su seno, dentro de una aureola
- La Virgen Galactotrofusa, o Virgen de la Leche. Consistente en María amamantando al Niño Jesús
- La Virgen Glicofilusa, o dulce amante, es un tipo iconográfico que se remonta a la mitad del siglo XIV, y es una variación de la Virgen Hodigitria. Muestra a María con una actitud de ternura hacia su hijo. Suele aparecer acariciando a Jesús niño, o dándole un regalo
- La Virgen Hodigitria, la Virgen que muestra el camino. Lo habitual es que aparezca María con el Niño en brazos, generalmente el izquierdo, mientras su mano derecha le señala (mostrándolo al espectador).El Niño suele bendecir con su mano derecha, mientras en la mano izquierda sostiene un pergamino o un libro. Suele presentar uno de los pies adelantado en actitud de empezar a caminar
- La Virgen Theotokos. Término griego que significa “madre de Dios”. Hace referencia a dicha condición de la Virgen.
Vinculado a esta línea temática, encontramos la Anunciación a María, que representa el momento en que el Arcángel San Gabriel a María comunica a María su concepción por el Espíritu Santo, lo que significa que ha sido elegida por Dios para ser la madre de Cristo. Desde el punto de vista de la iconografía románica, se representa normalmente al ángel señalando a la Virgen María con la mano derecha y sosteniendo una filacteria en su mano izquierda en señal de anuncio de la profecía mesiánica cumplida. La Virgen María acepta la voluntad de Dios, el mensaje anunciado por el ángel, expresándolo con un gesto, el de su mano derecha con la palma abierta. Esta iconografía presenta numerosas variaciones que pueden encontrarse en otros templos. En Saint Pierre de Moissac, Francia, se representa a San Gabriel en actitud de bendecir con su mano derecha y con un lirio en su mano izquierda. El ángel porta un lirio como señal de la virginidad de María. En la Edad Media, el símbolo del lirio pasa a significar de forma clara y unívoca la virginidad de María.
Podemos ver esta escena en numerosos templos. Hoy os traemos una que podéis encontrar en el claustro del Monasterio de Silos, en Burgos, donde mientras el ángel San Gabriel, siguiendo el relato bíblico de San Lucas, realiza La Anunciación, dos ángeles pequeños coronan a la Virgen María.
Otra escena muy representada es la de la Natividad, punto álgido en la historia del cristianismo pues se corresponde con el inicio del mismo. Hay múltiples representaciones. Sirva como ejemplo la imagen representada en varios capiteles en el, anteriormente citado, Monasterio de Silos. La escena de la Natividad aparece partida entre las cestas de dos capiteles. Vemos a San José, representado con la cabeza cubierta por un gorro orlado con una especie de gajos de naranja, dormitando, mientras un ángel toca su cabeza, quizá tranquilizándole ante los hechos que le acontecen. A su lado, en una deliciosa escena, la Virgen en el lecho confortada por la matrona amamanta al recién nacido que dispone de una cunita con detalles bien trabajados. En la cara que mira al interior del claustro, de nuevo el Niño en la cuna enmarcado por columnillas con sus capiteles y arco de medio punto y confortado por la mula y el buey, mientras dos ángeles turiferarios sobrevuelan la escena.
Si nos centramos ahora en la Adoración de los Reyes Magos, os remitimos a nuestra entrada del pasado 17 de diciembre de 2020, donde presentamos un exhaustivo estudio sobre la representación de esta escena. Podéis acceder directamente pinchando en este enlace La Adoración de los Reyes Magos en el arte románico hispano – Recreación de la historia (recreacionhistoria.com)
Uno de los pasajes de la vida de Jesús más representado es el de la Matanza o Degollación de los Santos Inocentes. Esta escena se corresponde con la formalización en imágenes de la orden de Herodes el Grande, rey de Judea, contra todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores. Se trata de una escena muy habitual en el románico. Habitualmente esta escena suele aparecer ligada con la Huida a Egipto. En la matanza de los inocentes se representa con una doble imagen: el rey Herodes con un sicario, o simplemente los soldados cumpliendo la orden recibida.
En la ermita de Santa Cecilia de Aguilar de Campoo podemos encontrar un hermoso capitel con esta escena. Se encuentra en el lado izquierdo del arco triunfal. Tiene una talla tan perfecta que ha llevado a muchos especialistas a hablar del maestro de la “matanza de los inocentes”. Los protagonistas son los soldados, representados como soldados medievales, con finura en la talla de las mallas y un gran verismo. Los soldados son los protagonistas de la escena, como arma solo llevan una espada. Sus cuerpos aparecen cubiertos por una cota de malla que deja únicamente visibles sus ojos. Cinco son los soldados que aparecen representados en el capitel. En la esquina derecha del capitel encontramos la figura de Herodes, de pie, barbado y con corona, que apunta con el dedo índice de su mano izquierda hacia los soldados mientras que con la derecha sujeta una espada. Con este gesto parece ordenar la matanza de los niños. La cara serena de Herodes contrasta con las caras aterrorizadas de unas madres que ven como sus hijos mueren bajo las espadas de los soldados. En el capitel aparecen siete madres, una de ellas aparece representada de cuerpo entero, dos solo se muestran de cintura para arriba, y el resto solo son caras. Pero sin duda, la cara más dramática es la que aparece situada en la parte central, la mujer aparece con el pelo cubierto, los ojos desorbitados y llevándose las manos a la cara, mientras observa aterrorizada la escena. Por su parte, podemos observar que son cinco los niños que aparecen representados, todos ellos se encuentran en manos de los soldados los cuales acercan las espadas a sus cuellos. Aunque solo aparece una única espada, la escena es de un gran dramatismo y verismo. Y ese dramatismo es una muestra más de la forma en que la escultura “enseña” a los fieles de la época.
Hay también otras escenas que se relacionan con la vida de Jesús como son el baño del Niño Jesús, en las que la representación del baño del Niño Jesús, se suele escenificar con el protagonista dentro de una pila (Jesús se identificar por el nimbo de santidad), dos mujeres, una con una coleta, mira hacia atrás y la coleta se mueve, San José mira la escena (se identifica con él pues se representa como un anciano y está meditando – representación de la sabiduría). También encontramos representaciones alusivas al bautizo de Cristo, la entrada en Jerusalén.
La Pasión de Cristo, piedra angular de las creencias del cristianismo, adquiere vital importancia en las representaciones escultóricas, ya que recuerda el sacrificio de Jesús, al dar su vida por todos los fieles. Se trataría de numerosos pasajes, pero centrémonos, a continuación, tan sólo en los más relevantes. Encontramos numerosas representaciones que cuentan los episodios de La última cena (por ejemplo en la Catedral de Lugo, donde vemos como Cristo sentado en medio de los apóstoles, que muestra sobre su regazo durmiendo a San Juan), El prendimiento, representando, habitualmente a Cristo que está siendo besado por Judas; también El ahorcamiento de Judas Iscariote, ya que es la escenificación clara de que nadie escapa al castigo de Dios. En este caso, este castigo se presenta en forma de suicidio, muerte ignominiosa, cobarde y por ende inaceptable, con esto Judas queda expulsado del paraíso, es decir de la Iglesia. Colgando de una rama, dos demonios representan el espíritu interior de Judas, tiran de la cuerda para consumar el acto.
Resulta singular también la representación de apresamiento, juicio y castigo de Jesús. Una excelente representación la podemos encontrar en el tímpano de una de las Puertas de Platerías, en la Catedral Santiago de Compostela.
Ya lo contaba el Codice Calixtino (en el capítulo IX del Libro V): “En la puerta meridional de la basílica apostólica hay, como dijimos, dos entradas y cuatro hojas. en la entrada de la derecha, por la parte de fuera, en primer término sobre las puertas, está admirablemente esculpido el prendimiento del Señor, allí por manos de los judíos el Señor es atado de las manos a la columna, allí es azotado con correas, allí está sentado en su silla Pilatos como juzgándole. Arriba en cambio en otra línea está esculpida santa María, madre del Señor, con su hijo en Belén, y los tres reyes que vienen a visitar al niño con su madre, ofreciéndole el triple regalo, y la estrella y el ángel que les advierte que no vuelvan junto a Herodes”.
La Flagelación de Jesús donde se muestra a Jesús atado a la columna y a varios sicarios azotando, con látigos, la espalda de Cristo. A veces en la escena se incorpora también a Poncio Pilatos contempla la flagelación. La Crucifixión y muerte de Cristo es una de las escenas cumbre por tanto representa uno de los principios de fe en que la Iglesia basa su propia existencia. Un buen ejemplo lo encontramos en un capitel de la Catedral de Pamplona, pero también es habitual en algunas pilas bautismales, ya que se está enseñando, ya desde el momento del bautismo, que la vida cristiana no tiene sentido si Cristo no muere en la cruz. El Descendimiento de la cruz es una escena de gran dramatismo con un mensaje de gran potencia emocional para los fieles que la contemplaban.
Otras escenas evangélicas habituales las podemos encontrar juntas en el claustro del Monasterio de Silos: el Descendimiento, la Resurrección, pudiera ser Entierro de Jesús, la Peregrinación a Emaús y la Incredulidad de Tomás vencida por la constatación de que estaba ante el Maestro.
La Ascensión de Jesús es habitualmente representada como el ascenso a los cielos de Jesús, acompañado, que no ayudado (sería herético) por dos ángeles, ante la atónita mirada de los Apóstoles. Hay que recalcar que la composición siempre procura una composición piramidal para que el movimiento sea de subida y no de bajada.
En el Pentecostés es al contrario, el movimiento debe ser de bajada y no de subida, esto lo apreciamos porque el movimiento está en sentido contrario. Los ángeles bajan y Jesús no está presente, es la Dextra Dei, la Mano de Dios, que señala a los apóstoles insuflándoles el Espíritu Santo o lo que es lo mismo el mismo Espíritu en forma de Dextra Dei.
La Parusía supone la segunda venida de Cristo, que viene para el Juicio Final. Para su representación se va más allá se crea la Maiestas Domini, el Pantocrátor, como visión apocalíptica, acompañado siempre por el Tetramorfos: ángel, león, toro y águila, los cuatro evangelistas, normalmente aparecen los apóstoles y los veinticuatro ancianos del apocalipsis, a veces tocando instrumentos musicales.
Encontramos un espectacular ejemplo en la escena del Juicio Final de Santa Foy de Conques, en Francia, donde un escultor desconocido plasmó con maestría un fantástico tímpano que preside la portada de la citada iglesia. Es de unas enormes dimensiones y está esculpido con gran esmero con un impactante repertorio de figuras policromadas, con un enorme impacto, sin duda, en cuantos fieles lo observaban. Destaca la figura central de Cristo en Majestad, dentro de una mandorla. Aparece como un juez severo, portando desafiante el libro e la Ley e indicando el camino de la salvación con la mano derecha, levantada hacia el signo de la cruz que portan dos ángeles. La majestad de Cristo queda reforzada por la presencia de dos ángeles con candelabros en la base, alusión a la luz que representa Cristo, y otros dos con cartelas. Vemos que los ángeles portan en sus manos un clavo y la punta de la lanza que atravesó a Cristo, símbolos alusivos a la Pasión, que están acompañados por medallones en los que se personifican de forma simbólica el Sol y la Luna, que representan el día y la noche, la nueva ley y la ley hebraica. A los lados todo un repertorio de los efecto del Juicio Final. También encontramos referencias a santos, a diferentes personajes, a la Gloria y al Infierno, etc.
Nuevamente la intención es plasmar las intenciones atemorizadoras y catequéticas en todas las portadas de los tempos más importantes, incluidas las Catedrales.
La Psicostasis supone la lucha por el alma, lucha que libran el Arcángel San Miguel y el demonio a través del pesaje, en una balanza de dos platillos, del alma del difunto. En uno de los platillos puede aparecer una cabeza, un pájaro u otro elemento, que sería la representación simbólica del alma del muerto. En el otro platillo, como contrapuesto al anterior, se pondrían en valor sus acciones. La psicostasis en el mundo cristiano es la expresión del convencimiento de que el hombre sobrevive en sustancia después de la muerte. Era fundamento principal de los escritos bíblicos y motivo de la Redención.
En este pasaje del apocalipsis, Jesús vuelve a juzgar a las almas, parusía, unas serán puras y salvadas, otras impuras y pecadoras y se condenarán, quien determina esta salvación o esta condenación es el pesaje por el Arcángel San Miguel.
Recordemos que el pesaje de las almas de los difuntos ya era tradición egipcia, escena que sería una reinterpretación del juicio de Osiris. Anubis conducía al difunto ante el tribunal de Osiris, le extraía de forma mágica su corazón y lo pesaba en una balanza contraponiéndolo en el peso a la pluma de Maat, símbolo de la verdad, como contrapeso.
En la Iglesia parroquial de San Martín de Tours de Artaiz, un bello templo del románico rural en Navarra, vemos una representación, de talla algo tosca, de la psicostasis en una de las metopas situadas entre los canecillos. La escena muestra a San Miguel sosteniendo la balanza, mientras el demonio trata de llevarse el alma del difunto.
Es evidente que por su carga pedagógica y didáctica, estas imágenes no se sitúan en un lugar secundario u oscuro dentro de la iglesia, sino en el exterior y en el lugar principal, en el tímpano, entrada a la Iglesia de Cristo, quien allí se cobije será amparado, y esto en la sociedad altomedieval, que vive con una fe sin resquicio alguno y un temor al fin del mundo primero y agradecimiento total por que éste no se produce después del año mil, lleva a la reafirmación, sin solución de continuidad, del poder de Dios, es decir del poder de quien lo gestiona, en definitiva es la reafirmación del poder eclesial.
Hasta ahora nos hemos centrado en la escultura en relieve, la más abundante y rica en temática, pero también hay escultura exenta. La escultura exenta está más concebida como objeto de culto que como expresión de un contenido que tenía que ser aprendido y retenido por los fieles. Este tipo de esculturas suelen representar a María y a Jesús:
- Cristo crucificado: plasma la concepción de un Dios triunfante ante la muerte, en el que no se reflejan los sufrimientos de su pasión. Son esculturas hechas en madera o marfil que responden a una serie de características fijas: sujeto a la cruz con 4 clavos; hermético, rígido, con los ojos saltones, muy abiertos, sin expresión de dolor, sin sentir el peso físico; vestido con larga túnica o faldón de cintura a rodilla (a veces policromados. A veces aparece con corona de rey (Majestas domini) o desnudo con faldellín hasta las rodillas
- Virgen con el Niño: la Virgen aparece siempre con el Niño en brazos, como Virgen-trono de influencia bizantina sin naturalismo, de frente y rígida, en actitud sedente con corona, como si fuera una Reina
En oposición a la escultura de temática religiosa, en la escultura románica de índole profana, encontramos imágenes de difícil explicación desde el punto de vista actual, herederos directos de la contrarreforma trentina. Arpías, centauros, aves de interpretaciones diversas, cabezas devoradoras y cabezas que expulsan hombres, excrementos o tallos de vegetales y sexo.
Temática escultura profana:
- Motivos vegetales, de raíz clásica; florecen fundamentalmente con el Cister, San Bernardo no admite los monstruos y seres irreales en el ámbito de sus monasterios.
- Representaciones de oficios, vida diaria, desde el escultor, músicos y escenas de la vida diaria junto con representaciones fantásticas
- Otros temas profanos como lo que se ha dado por llamar románico erótico, representación de relieves de contenido sexual.
La Iglesia se insertaba en el orden natural y lo comprendía y aceptaba, aunque con posterioridad evoluciona hacia una mayor rigidez en estos temas, hasta el punto que lo esculpido está mal visto.
Se dejan para enseñar lo negativo, la lujuria, es típica la mujer mordida en los pechos por sendas serpientes, figura de la lujuria, no hay inconveniente en tenerla dentro del recinto sagrado, aunque en muy mal estado ahí la tenemos en la Pila Bautismal de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Osorno, Palencia.
Tenemos que tener presente que prácticamente hasta el Concilio de Trento, 1545, el cristianismo partía de la inserción del ser humano en la naturaleza, no se consagra una idea, se consagra pan ácimo y vino, los dos alimentos primordiales del hebreo, y se exalta la figura del cordero, no se condena la relación sexual como impura.
La escultura profana tiene varias visiones: por ubicación (dentro y fuera de la iglesia) por contenido, elementos vegetales, ensoñaciones, vivencias sexuales, divertimentos, oficios, etc.
La maldición del sexo en la representación de los órganos sexuales se presenta desde plásticamente ruda hasta grotescamente distorsionada. Así en la cara norte de la torre de San Martín de Frómista, provincia de Palencia, un hombre desnudo enseña su miembro. Sin embargo, el hecho de que este motivo aparezca en lugares prominentes de la arquitectura evidencia que era algo más que un simple tema remoto conservado en nichos arquitectónicos.
Traemos hoy la imagen de uno de los canecillos de la Iglesia de San Pedro de Cervatos, en el Campóo, en Cantabria. Esculpidos en el siglo XII por monjes canteros, los canecillos que coronan su exterior forman un muestrario de figuras eróticas del que no se sabe muy bien la explicación. Hay varias hipótesis, una de ellas es que se trata de una invitación a procrear dirigida a los fieles.
Para no extendernos en exceso, finalizamos esta publicación con una afirmación sumamente obvia: con el paso del tiempo se percibe un de evolución y decaimiento del simbolismo románico al pasar de unos maestros a otros. Fruto de ello se producen modificaciones, alteraciones y también errores.
Un conmovedor ejemplo es el Crismón de la portada la Virgen de la Peña de Sepúlveda, provincia de Segovia, donde el autor talló ingenuamente esta figura sin conocer su significado preciso, pues en lugar de letra griega “omega” talló un extraño símbolo indescifrable, además de invertir la “S” del Espíritu Santo.
Lo que no cabe duda, es que para los amantes del arte en general, y del románico en particular, estas manifestaciones artísticas, con errores y/o dificultades de interpretación, o no, nos generan tanto interés que nos obliga a seguir buscando, leyendo y aprendiendo. Y… como convendréis, compartiendo es la mejor manera de aprender.
Nuestra Recomendación:
Bibliografía:
“Historia del Arte”. Bango Torviso, Isidro G. Historia 16, volumen 13, Arte Románico.
“Tratado de Iconografía”. Estaban Lorente, Juan F.
“Románico, La escultura románica”. Geese, U. Editorial H.F.Ullmann.
“La Iglesia visigótica de San Pedro de la Nave”. Illana Gutiérrez, L y Fernández Ferrero, A. Eitorial Junta de Castilla y León.
“Lo visible y lo invisible en el románico: Fuentes y simbología de lo profano, El futuro del pasado”. Ledesma González, A.
“Stupor et mirabilia: el imaginario escatológico del maestro Mateo en el Pórtico de la Gloria”. Prado-Vilar, F.
“Enciclopedia del Románico”. Rodríguez Montañez, J.M. Tomo I, Burgos. Editorial Fundación Santa María la Real, Centro de Estudios del Románico.
“Románico, Introducción”. Tolman, R.
El Románico y sus mundos imaginados, Editorial Fundación Santa María la Real, Centro de Estudios del Románico.
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