Nos desplazamos hasta la Roma antigua para conocer algunos aspectos de la cosmética en la antigüedad. Concretamente hoy dedicamos este trabajo a indagar en torno a un elemento de uso personal: el perfume en la Roma antigua.
Un olor corporal desagradable se consideraba rústico y poco sofisticado. La limpieza y el uso de productos de belleza como aceites aromatizados y polvos desodorantes eran elementos que formaban parte de una cultura, la romana, en la que la visita diaria a los baños era casi una obligación.
El uso de diferentes materias, polvos, cremas, lociones y fluidos era el medio para mejorar el olor, y en algunos casos en la búsqueda de soluciones para otras cuestiones como la calvicie o las arrugas.
Historia del perfume
Resulta harto complicado localizar el origen exacto en que nace la perfumería.
Parece ser que ya en la Edad de Piedra nuestros antepasados efectuaban ofrendas a las divinidades mediante los aromas obtenidos de la quema de maderas y resinas. De hecho, de esta actividad primigenia, con el humo como principal vehículo de los aromas, nace el nombre que usamos hasta nuestros días. El latín “per fumum” (producir humo) se transformará posteriormente en el término “perfume”.
Los perfumes más antiguos conocidos fueron descubiertos en la isla de Chipre.
Quemar mirra, casia o nardo suponía obediencia y respeto, con lo que el perfume, que al principio funcionó también como desodorante, era un elemento de lujo.
Los pueblos de Mesopotamia, en torno al año 3.500 a.C., también utilizarían los perfumes para usos rituales. Según unas inscripciones en una tabilla cuneiforme, los primeros perfumistas serían mujeres.
En Egipto, el perfume alcanza un papel protagónico en las ceremonias religiosas, tal y como atestiguan los relieves y papiros localizados. Hay que tener presente que los egipcios otorgaban suma importancia a la limpieza y la apariencia física. Se utilizaban perfumes diferentes, según el momento del día, e incluso en los procesos de momificación. Durante los rituales religiosos, los sacerdotes esparcían aceites perfumadas por las estatuas de los dioses, e incluso les aplicaban maquillaje.
En la India y en la propia China, entre el tercer y el primer milenio a.C., se utilizan también los perfumes.
En Grecia, encontramos el origen de la palabra cosmética, pues deriva de la griega “kosmetica”, aunque se referían a algo diferente al uso actual de este término, y es que para los griegos la cosmética se relacionaba con diferentes preparados y ungüentos para luchar contra la calvicie, y utilizarlos para mejorar el aspecto de su cara y dientes.
En cuanto a la perfumería en sí, los griegos utilizaban diferentes especias, plantas y flores para obtener fragancias, la mayoría de los casos en forma de una espesa pasta.
Los etruscos sirvieron de puente, en tantas cosas no solo en esta, entre el mundo griego y el romano. En el caso de los perfumes, además de importar cosméticos desde tierras griegas, también adquirían ingredientes procedentes del comercio con Asia. Producían fragancias y aceites, tal y como queda constatado en los recipientes encontrados en diferentes tumbas.
Perfumes en Roma
Como en tantas otras cuestiones, en la Roma Antigua se recurrió a la copia o imitación de muchas de las costumbres conocidas en Grecia. El perfume no iba a ser una excepción, pues los romanos tomaron buena nota de la afición de los griegos por los perfumes llegando no ya a usar, sino a abusar del uso de las fragancias.
Hoy sabemos por medio de Plinio que existía un alto gasto en especias y perfumes. Incluso se llega a hablar de una especie de lujo corruptor. Para él, el perfume era el más superfluo de los lujos, dado su carácter efímero, y que sólo servía al placer del que se ha perfumado.
Plinio también menciona a los elementos utilizados en la elaboración de perfumes en la antigua Roma. Se trata de los siguientes:
- El elemento oleoso.
- Las sustancias que brindan el olor o cuerpo.
- Los fijadores que prolongan la evaporación.
- El colorante, usado para mantener mejor el perfume frente a la acción de la luz.
- La sal, para que el aceite pueda conservarse mejor.
En Roma, el cuidado de la imagen era muy importante ya que era un reflejo del estatus social, por ello el uso de perfumes era algo muy popular.
Estos perfumes no solo se utilizaban a efectos de mejorar la imagen o presencia, sino también se llegaban a añadir al vino, aromatizar los baños públicos, etc.
Entre los ingredientes más populares para elaborar estos preparados, se encontraban: la canela, el narciso, el jazmín, la palmera datilera, el membrillo, la albahaca, el ajenjo, la azucena, la violeta, etc.
La pasión por los aromas llegó a tal extremo, que tanto hombres como mujeres tomaban baños de perfume, metían en sus camas pétalos de rosas, aplicaban perfumes de diferentes aromas a cada parte del cuerpo, empapaban en fragancias las ropas y los muebles, e incluso llegaban a perfumar a los caballos y las mascotas tres veces al día. Perfumaban la vestimenta y llenaban de aromas las saldas de los palacios, teatros y espectáculos públicos, a fin, seguramente, de enmascarar el olor de las masas de gente.
Los elixires aromáticos eran considerados regalos de lo dioses, y con el tiempo pasaron a ser un símbolo más de estatus y poder.
Por otro lado, y como es obvio, no todos los habitantes y clases sociales podrían utilizar el mismo perfume.
En la antigua Roma donde se creó el primer grupo de perfumistas conocidos como los ürguentari, que eran artesanos que transmitían sus recetas secretas a sus descendientes de manera que protegían sus creaciones y negocio. También eran conocidos por seplasiarii, por el nombre de una plaza situada en Capua: la plaza Seplasia en donde se concentraban los perfumeros de esta ciudad.
Estos eran muy influyentes y creaban perfumes en tres formatos:
- Sólido, a partir de un solo ingrediente. Se presentaban en polvo o en pastillas. El aroma estaba formado por un solo ingrediente cada vez, como la almendra o el membrillo.
- Líquido, a base de especias y flores, trituradas en un soporte aceitoso, normalmente aceite de oliva.
- En polvo, obtenido de triturar y pulverizar pétalos que luego aromatizaban con especias.
El vicus thuriarius era el barrio de los perfumes en Roma.
La materia más buscada en Roma es el bálsamo de Judea. Se trata de una resina oleosa, escasa y muy codiciada. Con el aumento y difusión de los baños públicos, unciones y masajes, el perfume obtiene un nuevo impulso.
Lamentablemente, la llegada del cristianismo redujo el uso del perfume, ya que lo consideraban como algo lujurioso y seductor. Esto generó un gran impacto en la cultura perfumera y en el uso que se le daba.
¿Cómo se elaboraban los perfumes?
De nuevo debemos recurrir a Plinio, quien nos dice:
“Los componentes básicos para la elaboración de un perfume son dos: el líquido (sucus) y la parte sólida (corpus): al primero pertenecen diferentes tipos de aceite, (stymmata) y al segundo, las esencias (hedysmata). Entre estos dos componentes existe un tercero, despreciado por muchos, que es el colorante. Para dar color se emplean el cinabrio y la ancusa. La sal añadida mantiene las propiedades del aceite. Pero cuando se añade ancusa, no se añade sal. La resina o las gomorresinas se añaden para mantener el aroma en el cuerpo; pues éste se evapora rápidamente y desaparece, si no están presentes estos conservantes.” (Plinio, Historia Natural XIII, 2, 7).
Para elaborar un perfume hacían falta dos elementos:
- Una base de carácter líquido y composición grasa, que se encargaba de facilitar la conservación de los aromas. La mayor duración del aroma se conseguía utilizando aceite de almendras.
- Una vez se disponía de esa base líquida, se le añadían conservantes y colorantes, y luego los elementos encargados de aportar la fragancia, como las flores, raíces o resinas.
Para obtener el aroma a partir de las materias vegetales, podía usarse:
- el prensado, consistente en aplastar las materias olorosas, así como las aceitunas para el aceite.
- la maceración en frío. Se colocaban el aceite y los pétalos en capas alternas. Éstos se iban sustituyendo periódicamente para impregnar más y mejor la grasa, llegando a realizarse varios enflorados. Cuantas más veces se añadieran y removieran las flores, más intenso era el aroma.
- la maceración en caliente. El método más empleado, se efectuaba de la misma manera, que el de maceración en frío, pero calentando la mezcla en un caldero o en un horno.
En Pompeya, un equipo de arqueólogos españoles, localizó una de las perfumerías mejor conservados de la época romana. Estos investigados han concluido que la explotación de este negocio se hacía mediante una organización gremial. En cuanto a materiales, utilizaban aceitunas y flores para obtener la base aceitosa y para el aroma utilizaban variantes de flores, especialmente rosas de la Campania, de gran olor. Estas sustancias se mezclaban en unas piletas con revestimiento hidráulico, y utilizaban un aglutinante de origen animal.
Por otro lado, entre los perfumes más famosos destacan:
- El Megalium, creado por perfumista romano Megallus, sus ingredientes eran bálsamo, junco, cálamo, aceite de bálano.
- El crocimus, compuesto de azafrán
- El de canela, según Plinio uno de los más caros y espesos.
- El de rosas, el más popular por la facilidad de encontrar su ingrediente principal.
- El Telinum se hace con aceite de oliva, miel, mejorana
Recipientes para los perfumes
Mientras en Grecia lo habitual era guardar los perfumes en envases cerámicos, en Roma lo hacían en recipientes de cristal.
Para la comercialización los perfumes se guardaban en una especie de pequeñas botellas, pero los creadores de las esencias los guardaban en frascos de plomo, alabrastro, ónice e incluso arcilla, a fin de evitar la evaporación de los aromas.
Pero con la invención del vidrio soplado en Siria en el siglo I d.C., las ampullae (botellitas para aceites o perfumes) comenzaron a elaborarse con ese material, ya que eran envases que reunían cualidades para preservar el aroma de los perfumes durante años. Además de poder ofrecer una gran variación decorativa, la reducción del precio de estos recipientes favoreció la ampliación de su uso debido también al abaratamiento del precio final del perfume o ungüento.
Los típicos alabastrones eran recipientes más o menos cilíndricos con la parte inferior redondeada, y un cuello más estrecho con una boca que permitiera dispensar el líquido en pequeñas cantidades o incluso gota a gota.
Los anforiscos (amphoriskoi) son ánforas en miniatura con dos asas, cuerpo ancho y un cuello más estrecho.
Los aríbalos (aryballoi) tenían un cuerpo redondeado u ovalado, con cuello y, a veces, con una base.
La ampulla tenía un cuerpo redondo y plano con un cuello estrecho y más largo.
El tipo askos solía tener un cuerpo más abultado, y un asa para su transporte.
El uso del perfume en la Roma antigua
En Roma el perfume era utilizado tanto por hombres como por mujeres.
Variaba el tipo de aroma en función de las clases sociales, así los plebeyos utilizando perfumes más baratos, obviamente más adulterados, que habrían sido fabricados con materiales más sencillos: aceites de menor calidad y plantas con menor interés para los usuarios.
Los perfumes para las clases más poderosas, eran diametralmente diferentes, pues tenían aromas más exóticos, y alcanzaban precios muy elevados.
El uso de los perfumes era criticado por los moralistas e, incluso en la Roma republicana, se emitieron leyes para prohibirlos. Para la mayoría de los filósofos latinos y para ciertos emperadores, el uso del perfume era una frivolidad imperdonable.
Suetonio, en la vida de Vespasiano, cuenta cómo el emperador “habiéndose presentado muy cargado de perfumes un joven a darle gracias por la concesión de una prefectura, se volvió disgustado y le dijo con severidad: “Preferiría que olieses a ajos”, y revocó el nombramiento”.
Sin embargo, los perfumes se aceptaban plenamente en ciertos contextos. Por ejemplo, el uso de aceites perfumados en el mundo del deporte aparece desde tiempos de Homero. En Roma, los atletas que acudían a practicar deporte a las termas solían llevar consigo un “kit de belleza”, con ungüentarios que contenían el preciado aceite con el que se ungían antes del ejercicio y que retiraban después con el estrígilo, una pieza curva de bronce.
Perfumar el ambiente para sacralizar los ritos y las ceremonias, tanto en los templos como en el ámbito doméstico, era asimismo algo habitual en la Antigüedad. Los aceites olorosos podían entregarse como ofrendas en los altares familiares a los dioses o a los antepasados, y también se perfumaban las estatuas de culto y los animales para el sacrificio. “El efecto placentero de los perfumes ha sido admitido […] entre las cosas agradables de la vida más exquisitas e incluso más nobles, y su consideración ha comenzado a extenderse hasta para las honras fúnebres”, cuenta Plinio.
Se cuenta que, en el siglo I d.C., Nerón gastaba grandes fortunas en aceites perfumados para los invitados de las fiestas que organizaba. También hacía caer del techo miles de pétalos de flores. Incluso llegaba a perfumar a sus animales, desde mulas a pájaros.
La esposa de Nerón, llamada Popea, se bañaba en leche de burra a la que agregaba sal, aceite de oliva, bicarbonato y pétalos de rosa. Debido a sus viajes, había que desplazar unas trescientas burras para ser ordeñadas para estos baños.
Además, los perfumes también tenían un uso importante en los ritos funerarios, así en las necrópolis romanas, los ungüentarios de vidrio eran uno de los elementos funerarios más comunes.
En este sentido, una investigación científica realizada en un mausoleo en la ciudad de Carmona, en tierras de Andalucía, en España, como resultado del análisis de los restos de perfume hallados en el mismo, encontraron que el perfume contenido en una pequeño frasco de cristal de roca, tallado en forma de ánfora, estaba compuesto por dos componente: una base o aglutinante vegetal, posiblemente de aceite de oliva, y la esencia, que en este caso procedería del pachuli, que se obtenía a partir de una planta de origen indio.
Por si fuese poco, los perfumes también tendrían una función terapéutica, como así lo definirían muchos autores grecorramos al otorgarles efectos medicinales a estos productos, que de alguna manera servirían para paliar enfermedades y malestares.
Los perfumes en la Mitología
Los perfumes y aromas tienen una presencia destacada en la mitología romana, donde a menudo se asocia con los dioses y sus poderes divinos.
Se creía que ciertos aromas podían dotar de coraje y fuerza a los combatientes, protegiéndolos en la batalla. Los gladiadores y soldados a menudo llevaban amuletos perfumados para invocar la protección de Marte, el dios de la guerra. Estos relatos mitológicos destacan la profunda conexión entre los perfumes y las cualidades heroicas, mostrando cómo los aromas eran percibidos como fuentes de poder y bendición divina.
Desde los templos sagrados hasta los campos de batalla, los perfumes jugaron un papel multifacético y esencial en la vida de la Antigua Roma.
Estos elixires aromáticos, nacidos de una cuidadosa alquimia de ingredientes exóticos, no solo embellecían y curaban, sino que también conectaban a los mortales con los dioses y sus poderes divinos.
Conclusión
En la Antigua Roma, las fragancias eran mucho más que simples aromas agradables; eran portadoras de magia y misticismo. Los perfumes tenían el poder de transformar el ambiente y de transportar a las personas a un estado de éxtasis espiritual. Considerados como puentes entre lo humano y lo divino, estos elixires aromáticos eran utilizados en ceremonias religiosas para invocar a los dioses y pedir su favor.
La magia de las fragancias también radicaba en su capacidad para evocar emociones y recuerdos. Para los romanos, el olor tenía un profundo impacto en el estado de ánimo y en la percepción del entorno. Los perfumes eran utilizados para calmar la mente, elevar el espíritu y hasta inducir el sueño. En los banquetes y festividades, se esparcían pétalos de flores y se quemaban resinas aromáticas para crear una atmósfera de lujo y opulencia.
Esta relación mágica con las fragancias se extendía también al ámbito medicinal. Los antiguos romanos creían que ciertos aromas podían curar enfermedades y aliviar dolencias. Los aceites esenciales extraídos de plantas y flores eran utilizados en ungüentos y bálsamos para tratar heridas, infecciones y malestares. Así, los perfumes no solo embellecían el cuerpo, sino que también restauraban la salud y la vitalidad.
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Referencias
El Perfume en Roma. De Gescós, V.
Historia del Perfume. De Buedo, C.
https://aromaseden.com/perfumes-en-la-antigua-grecia-y-roma-fragancias-de-dioses-y-guerreros/
https://curiosfera-historia.com/historia-del-perfume/
https://lacasadelrecreador.com/es/blog/138-el-perfume-en-roma
https://www.lacasamundo.com/2013/03/aromas-y-perfumes-en-la-antigua-roma.html