Dedicamos nuestra publicación de hoy a indagar en el origen de los apellidos.
Desde hace muchos años se ha extendido, y cada vez en mayor medida, la iniciativa de indagar en el árbol genealógico, por lo que muchas personas dedican tiempo, y dinero, a recuperar el nombre e información sobre sus antepasados. Un poco en esa línea, nos surgió la idea de profundizar en la búsqueda de información sobre el origen de nuestros apellidos. Seguro que los apellidos tienen detrás una historia, la de nuestros antepasados.
Introducción
Si consultamos la Real Academia Española, vemos que define la onomástica, en una de sus acepciones, como la “ciencia que trata de la catalogación de los nombres propios”. Y la RAE define apellido en una primera acepción, como la señal de una familia con la cual se distinguen las personas. En una segunda acepción, como sobrenombre, alias o mote.
Normalmente, los españoles tienen dos apellidos. El primer apellido se adquiere de la figura paterna, mientras que el segundo es de la materna. Aunque desde hace algunos años, la verdad es que se pueden intercambiar.
¿Por qué en España tenemos dos apellidos? La verdad es que en España existen muchos apellidos que son bastante comunes y se repiten mucho, por ejemplo, Fernández, Jiménez, Martínez. Para evitar la confusión entre personas, se decidió adoptar un segundo apellido con el fin de distinguir a la población y facilitar la identificación de los individuos.
Un poco de historia sobre el uso de los apellidos
El origen de los apellidos es, como tantas otras cuestiones, incierto si lo que se pretende es identificar una fecha o período de inicio del uso de los mismos. Recurramos a la historia y los testimonios que llegaron hasta hoy para buscar su rastro.
Si nos retrotraemos a la Antigüedad, vemos que no existían los apellidos. Sirva como ejemplo Tomemos la Biblia, por ejemplo, vemos que los personajes referidos en el Antiguo y el Nuevo Testamento se les identifica únicamente por su nombre: Abraham, Moisés, Pedro, Juan, Mateo, Jesús, María y José.
Aunque o se les puede considerar como apellidos los griegos añadían apelativos, en algunos casos toponímicos, refiriéndose al lugar de nacimiento (Heráclito de Éfeso), gentilicios (Aristóteles el Estagirita) y patronímicos (París de Príamo, Ulises hijo de Laertes)
Entre los judías había toponímicos (José de Arimatea), personales (Herodes Antipas, Herodes Agripa) y el uso de un antepasado ilustre.
Además, algunos personajes históricos de la antigüedad recibieron apelativos póstumos, como reconocimiento de la posteridad a sus obras (Alejandro Magno)
En el imperio romano había tres apellidos, primero el praenomen (el actual nombre propio), el nomen (que indicaba la gens, el nombre del clan del que se procedía) y un cognomen (la familia dentro de la gens). Hay que determinar que los praenomen se abreviaban con letras o iniciales: por ejemplo L para Lucius. Entre los romanos habíta total libertad para usar los nombres que cada uno prefiriese.
La fijación de los apellidos comienza su difusión con el uso de la documentación notarial a partir de la Edad Media. Los escribanos medievales empezaron con la costumbre de hacer constar, junto al nombre de pila de los interesados, el nombre de su apodo o sobrenombre, profesión, procedencia, etc. En un principio sólo eran documentados los casos de cargo eclesiástico o de personajes de la alta sociedad, posteriormente, el uso de documentos se extiende al resto de la población, lo que terminará reforzando al distintivo que, añadido al nombre de pila, acabará por convertirse en lo que hoy es apellido hereditario.
Hasta bien entrada la Edad Media, raro era que alguien que no perteneciera a la realeza o a la nobleza tuviese en propiedad alguna vivienda o tierras. Desde el momento en el que la burguesía tuvo acceso a bienes inmuebles y por tanto tuvo que generar documentación que acreditase su propiedad, apareció la conveniencia de identificar a quién pertenecía cada cosa. De esta forma el nombre de pila comenzó a ser insuficiente, y comenzó a añadirse en la documentación, alguna “particularidad” que permitiera individualizar al propietario.
Hasta ese entonces solo los nobles tenían apellido, el nombre de la casa real de la cual formaban parte: Borbón, Tudor, Alba, etc. Todos los demás, el pueblo, eran María, José, William o Mohamed, y con ese dato era más que suficiente para identificarlos.
El uso de los apellidos se normalizó a partir de los siglos XI y XII, cuando se empezaron a registrar los documentos legales y notariales. Así, los escribanos comenzaron a utilizar el nombre de pila junto con el nombre de su padre, profesión, procedencia o mote. A lo largo de muchos siglos en los que el nombre de uno no estaba fijado a una serie de normas, había libertad absoluta para elegir un apellido. Esto produjo una variedad de formas y variantes, provenientes del acento, la ortografía del escribano e incluso de los gustos de una persona.
En el siglo XV ya se hallan más o menos consolidados los apellidos hereditarios, ello gracias, en parte por la obligatoriedad (por iniciativa del cardenal Cisneros) de hacer constar en los libros parroquiales los matrimonios, nacimientos y defunciones, lo que hizo que la herencia de los apellidos fuese consolidándose.
Hasta el siglo XIX lo más común era que españoles y españolas adoptasen un único apellido. Durante siglos primó la elección de los apellidos, siempre y cuando no fuese malintencionado, aunque lo más común era que el primogénito adoptase el nombre del padre y el resto de hermanos o hermanas otros apellidos de la familia. Los niños no poseían apellido y entre hermanos era común no tener el mismo apellido. Una elección voluntaria entre los apellidos de los miembros de la familia, marcada por un patrón de transmisión extendido en todo el país: los varones llevaban el apellido del padre y las mujeres el de su madre, abuela u otra mujer de la familia. Es más, habitualmente, el apellido que traspasaba generaciones era el del padre de familia.
Por lo tanto, desde el siglo XIX, el uso del doble apellido se fue extendiendo en todos los ámbitos hasta llegar a convertirse en una norma obligatoria. Y también muchos países de América Latina han adquirido esta costumbre.
Un ejemplo del uso del doble apellido de manera oficial tuvo lugar en 1857, con el primer censo de España, donde se incluían las casillas “apellido paterno” y “apellido materno”.
Más tarde, con la creación del Registro Civil, en 1871, se traspasó el uso de los apellidos del ámbito personal al público, pero no se reguló la utilización del doble apellido. No fue hasta 1889, de la mano del primer Código Civil español, cuando finalmente se recogió el uso del apellido materno y paterno. Concretamente, el artículo 114 detallaba el “derecho de los hijos legítimos a llevar los apellidos del padre y de la madre”.
Tipos de apellidos
Los apellidos pueden proceder de varios orígenes, ya que su forma derivaría de alguna cuestión o circunstancia con la que se intentaría identificar al titular del mismo.
Los apellidos toponímicos o solariegos
Los apellidos toponímicos son los que designan el lugar de nacimiento o residencia, comarca o paraje de una persona. Por tanto, podría referirse a una localidad, zona o región, un lugar o elemento geográfico, una construcción,… Serían los casos de, por ejemplo: Arroyo Cuenca, De la Vega, Manzano, Peña, Ribera, Serrano, etc. Además, originariamente, y en algunos casos aún llegó hasta hoy, estos apellidos se encontraban precedidos de la preposición “de”, “del” o “de la”.
Los apellidos patronímicos
Los apellidos patronímicos son los que designan o se refieren al nombre de pila del padre de la persona. Con estos apellidos por tanto se identificaba a la persona como “hijo de…”. En el caso de los reinos de Navarra, León y Castilla, en la actual España, el apellido se solía construir añadiendo el sufijo “ez”, y enotas ocasiones en “oz”. Así Álvarez derivaría de Álvaro, Fernández de Fernando, González vendría de Gonzalo, Hernández de Hernando, Muñoz de Muño, etc. Casos similares encontramos en algunos territorios españoles como en Valencia donde el sufijo utilizado era el “is” o en el País Vasco con “iz”.
También es cierto que en algunos casos los nombres no se transformaron y dieron lugar a un apellido usando la misma forma. Ejemplos: Alonso o García.
Fuera de España encontramos patrones de construcción de los apellidos con los sufijos “es” en Portugal, “ini” en Italia, “sen” en Noruega y Dinamarca, o “son” y “fiz” en los países anglosajones. En estos países (de ascendencia celta) podemos encontrar individuos que se apellidan Mac o Mc (McEnroe, Macbeth). Los irlandeses usan el característico O’‒ (O’Brien), y en Francia el prefijo De (Dejean).
Los sufijos patronímicos son a menudo una buena manera de saber de qué parte de Europa es alguien. El “ov” eslavo, como en Ivanov (“hijo de Ivan”), es común en Bielorrusia y Bulgaria.
Los apellidos procedentes de oficios o cargos
Esta categoría es muy importante, estos apellidos identificaban a la persona en función de su profesión, ocupación o condición social. En muchos casos se relacionaban con la nobleza, la Iglesia, el ejército, la artesanía, el comercio,… Claros ejemplos serían: Abad, Alcalde, Barbero, Carbonero, Cardenal, Cantero, Conde, Criado, Guerrero, Herrero, Rey, Sacristán, Sastre o Zapatero.
Los apellidos descriptivos o procedentes de apodos
En muchas ocasiones el origen de los apellidos españoles corresponde a características físicas y apodos. Esos motes solían heredarse y así fue como se crearon los apellidos que, tiempo después fueron anotados por los antiguos notarios. En este grupo cabrían: Alegre, Amor, Blanco, Bello, Calvo, Casado, Delgado, Moreno, Rubio, etc.
Los apellidos relativos a las circunstancias del nacimiento, onomásticas, bendiciones, augurios,…
En este caso la construcción del apellido se haría en función de las circunstancias del momento del nacimiento. Hasta cuando el Concilio de Trento, siglo XVI, determinó como obligatorio bautizar a los niños con nombres del santoral católico, las gentes del medioevo utilizaban aplicaciones onomásticas diversas de carácter elogioso. En este tipo de apellidos se encuadrarían: Bastardo, Bello, Bueno, De Dios, Expósito, Iglesias, Valiente, etc.
Los apellidos referidos a diferentes objetos animales o vegetales
Estos apellidos identificaban principalmente a las personas que se dedicaban a la fabricación de objetos, cría de animales o labores agrícolas. Hablamos de Águila, Cebolla, Cordero, Oliva, Maíz, Palomo, Pastor, Toro, etc
En Perú, el apellido más común tiene raíces indígenas. Se estima que uno de cada 55 peruanos comparte el apellido aymará Quispe, que deriva del aymará “qhispi”, que significa vidrio o piedra preciosa.
Los apellidos castellanizados, traducidos o transliterados
Los apellidos castellanizados son aquéllos que tienen origen en otros países y que, con el tiempo, fueron transformando su grafía, adaptándola a la fonética española. Lo más común es que se produjera debido a la presencia de algún individuo de un linaje extranjero radicado en España o sus antiguas colonias. También son castellanizados algunos apellidos de procedencia indígena, siendo común que algunos apellidos fueran adaptados a otros ya existentes debido a que tienen una fonética similar. Algunos ejemplos serían: Centurión que procede del apellido italiano Centurione, Antón que procede de Anthony y es de origen escocés.
Pero en este tipo de apellidos encontramos cuestiones muy curiosas. Así, por ejemplo, apellidos como Puch o Cavich son realmente apellidos mayas, pero llevan tanto tiempo entre nosotros que si buscásemos el origen y significado de Puch encontraríamos que Puch significa: “Dios de la Muerte.
Los apellidos de origen incierto o desconocido
De muchos apellidos no es fácil encontrar su origen o relación, por lo que habría que incluirlos en este apartado, aunque en algunos casos pudiesen proceder de época prerromana, o tratarse de algún nombre perteneciente al latín o las lenguas árabe o germánica.
De origen romano encontramos apellidos como Acosta (aunque pudiese proceder de un rey Godo llamado Acoista), Fontana, Marco, Romero, o Rossi (que se refiere a un rasgo físico como el cabello pelirrojo).
Si nos centramos un poco más en el origen de los apellidos españoles, podríamos decir que por circunstancias históricas, digámoslo así, aunque no es lo más correcto, surgieron otro tipo de apellidos, como ocurrió durante la época de la Inquisición, donde aparecieron apellidos como Sancristóbal, Santamaría, Santiago…
En consecuencia, todos esos apellidos que llevan como prefijo San, Santa o Santo tienen su origen principalmente aquí y éstos fueron adoptados básicamente por judíos, sefardíes, moriscos, gitanos, etc. para poder huir fácilmente hacia otro lugar o vivir lo más tranquilamente posible.
Apellidos en el mundo
Veamos algunas cuestiones de interés sobre los apellidos según la zona geográfica en que nos situemos…
Los apellidos en Europa
En Portugal, el Código Civil permite utilizar los dos apellidos, aunque suelen escribirse en orden inverso, primero el de la madre y después el del padre. Eso sí, el apellido que utilizan normalmente es el segundo, eludiendo el primero como si se tratase de un segundo nombre. Por ejemplo, el nombre de un hipotético portugués llamado Joao Dos Santos Moreira, quedaría reducido a Joao Moreira.
En Italia tradicionalmente se utilizaba únicamente el apellido del padre. No obstante, desde 2016 la ley permite poner los dos apellidos.
Los franceses, quienes obligatoriamente portaban el apellido del padre únicamente, pero desde el año 2015 pueden escoger entre utilizar ambos apellidos, en el orden que quieran, o uno de los dos.
En Alemania, al igual que en Reino Unido o Turquía, los matrimonios suelen adoptar el apellido del hombre para ambos.
En Rusia, y en otros países como Bulgaria, el apellido se configura añadiendo un sufijo al nombre del padre, variando en función del género del hijo o hija. Algo parecido sucede en Ucrania, Islandia y la República Checa.
Por otro lado, Suecia es un caso extraño en Europa, porque también suelen adoptar ambos apellidos, pero si la pareja no llega a un acuerdo, el apellido materno es el único que figurará en el registro.
Un dato curioso es que los miembros de la Familia Real Británica legalmente no tienen apellido. Actualmente, la nobleza inglesa proviene de la casa de Hamburgo, pero al ser una denominación muy alemana, cambiaron a Windsor.
Los apellidos en América del Sur
Solo en las culturas hispanohablantes, esto es España y todos los países de América del Sur utilizan los apellidos del padre y de la madre, por este orden, aunque como decíamos antes, en el caso de España se pueden, si se desea alterar.
En Brasil también utilizan los dos apellidos, pero aquí de siempre ha ido primero el de la madre y luego el del padre. En Brasil lideran los Da Silva
En el resto de países se podría generalizar que solo se utiliza el apellido del hombre, el cual “adopta” la mujer al casarse.
En Sudamérica, los González son los apellidos más habituales en Argentina, Chile y Venezuela, y los Rodríguez, en Colombia y Uruguay, y en Bolivia, los Mamani, término prehispánico que significa “halcón”, también común -aunque en menor medida- en otros países andinos. El Salvador, Honduras y México, antiguas colonias españolas, comparten el mismo apellido más común, Hernández, que significa “hijo de Hernán” o “hijo de Hernando”.
Los apellidos más comunes de Costa Rica también son de origen español: Rodríguez, Vargas, Jiménez, Mora, Rojas. También italianos, como Rivera, Granados, , Valerio, Román, y portugueses, como Sequeira y Pereira.
La gran mayoría de peruanos tiene apellidos de origen español, sin embargo los apellidos dominantes son apellidos quechuas: Quispe, Huamán, Mamani, Pizango, etc.
Los apellidos en otros lugares del mundo
La mayoría de los apellidos africanos están relacionados con la geografía, la ocupación, el linaje o las características físicas de las personas. Por ejemplo, Ilunga, el apellido más popular en la República Democrática del Congo, se traduce como “una persona que está dispuesta a perdonar cualquier abuso por primera vez, a tolerarlo por segunda vez, pero nunca por tercera vez”.
En algunos países como Eritrea, para denominar a las personas se utiliza el nombre de pila y los nombres de los padres, sin apellidos. En otros países, el día de la semana en que se nace forma parte del nombre, como en Costa de Marfil.
En Japón o China, no hay una regulación en materia de apellidos, pero los matrimonios suelen adoptar el apellido del hombre para ambos, aunque las mujeres no pierden el apellido de soltera.
En Estados Unidos, algunas mujeres al casarse optan por transformar el apellido de soltera en su segundo nombre.
Luego existen países, como el Tibet o Java, donde no se usan los apellidos.
Apellidos judíos
A lo largo de la historia los judíos se han visto perseguidos por unos y otros, hasta tal punto, por ejemplo se les llegó a culpabilizar de la aparición y propagación de la peste negra por Europa durante el siglo XIII. Así que no es de extrañar que en más de una ocasión hayan decidido cambiar de apellido y renegar de sus orígenes para poder pasar desapercibidos y poder vivir lo más tranquilos posible.
Normalmente en estos casos solían utilizar los apellidos más utilizados en el lugar. En el caso de España, por ejemplo, éstos habrían comenzado a llamarse: Pérez, Calderón, Méndez, Franco, Toledano… Pero también les ha sucedido que ha sido la propia administración la que les ha obligado a cambiar el apellido; como sucedió en la época de los Reyes Católicos en 1492; donde como sabes, todo aquel judío que se convirtiese al cristianismo sería rebautizado con apellidos también del lugar, es decir, serían apellidos toponímicos, o en algunos casos se los renombraría con los nombres de los colores.
En concreto, el apellido Lopes durante siglos fue el apellido judío más extendido en Portugal hasta que muchos de ellos emigraron en tiempos de la inquisición. Hoy, existen más de 2 millones con este apellido en el mundo de los cuales casi tres cuartas partes residen en Brasil.
Otro lugar significativo en el que se vieron perseguidos los judíos fue en Alemania, pero allí no se vieron con la obligación de cambiarse los apellidos hasta los siglos XVIII y XIX. En un primer momento fueron ellos mismos los que pudieron elegir el apellido, escogiendo combinaciones que eran bonitas, tanto en significado como en fonética, como por ejemplo: Schwarzschild, que significa escudo negro (de este apellido sacaron más variantes por los colores); Silberschatz, que significa tesoro de plata; o Rosenthal, que es valle de rosas, etc.
El problema ahí vino cuando fue la propia administración la que les decidió cambiar el apellido, que justo hicieron todo lo contrario y los rebautizaron con nombres mal sonantes y/o denigrantes.
Apellidos árabes
Los árabes fueron perseguidos en los reinos hispánicos durante la época de los Reyes Católicos. Con ellos sucedió lo mismo que con los judíos y se les dio la oportunidad de quedarse donde vivían siempre y cuando renunciasen a su religión y se convirtieran a la católica. En este caso todo aquel que lo hizo pasó a ser denominado morisco y su apellido fue cambiado principalmente por nombres de colores.
Apellidos celtas
Previo a la conquista de los romanos, la mayoría de la península Ibérica estuvo habitada por pueblos celtas que dejaron su huella, entre otros ejemplos, a través de los nombres propios.
En la Hispana prerromana hubo tres grandes culturas que dominaron la mayoría de la península: en el sur la tartésica; en el levante la ibera, y por el centro peninsular (principalmente), la celta. Hablamos, por lo tanto, de un territorio peninsular de influencia celta que llamamos “Céltica hispana”, que compartía muchos atributos de las culturas celtas del resto de Europa, y que dejó su legado en la historia hispana.
Cabe destacar que hoy en día el término “celta” se utiliza a menudo para describir a la gente, las culturas y lenguas de muchos grupos étnicos de las islas británicas, Francia, en la región de Bretaña; España, en Galicia, Asturias, Castilla y León y Cantabria; y Portugal, en la región de Minho.
Se suelen considerar como apellidos de origen celta: Arzúa, Estrada, Faras, Fraga, Freire, Lago, López (procedería del nombre propio Lope, y a su vez del latín “lupus”), Lugo, Mariño; Méndez, Mosquera, Paez, Quiroga, Ribeiro, Ulloa. La mayoría de ellos se vincula directamente con la toponimia.
Conclusiones
Y rematamos esta extensa publicación con algunos datos estadísticos.
En el caso de España los apellidos más comunes son: García, Rodríguez, González, Fernández, López… Más de 5 millones de personas en España comparten alguno de estos apellidos, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística.
En el caso de García, el más frecuente en España, con más de 1,5 millones de españoles que lo tienen como apellido, su origen viene del nombre germánico “García”, que a su vez derivó del nombre romano “Garcia”, que significa oso. Este es un ejemplo de la cadena etimológica que se repite también en otros apellidos que resultan menos frecuentes, pero que se siguen empleando.
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Referencias
Orígenes de los apellidos hispanoamericanos. De Bustos Argañaraz, P.
https://www.abueling.com/origen-apellidos-espanoles
https://www.elcastellano.org/el-origen-de-los-apellidos-espa%C3%B1oles
https://themalbecpost.com/cultura-general/breve-historia-sobre-el-origen-de-los-apellidos/