El Condado de Lemos se corresponde con un título de una familia de la nobleza gallega, vinculado a la ciudad lucense de Monforte de Lemos.
Fueron primero señores y luego condes de Lemos. Adquirieron importancia política a finales del s. XVI y la mantuvieron hasta finales del s. XVII. Ampliaron sus dominios con diversos territorios en España y en Italia.
Tradicionalmente el Condado de Lemos ha estado ligado a la familia Castro, según Manuel Murguía, una estirpe «casi real» y según Hermida Balado, el único linaje gallego que pudo haber dado lugar a una saga real. Es uno de los títulos nobiliarios más importantes de España, y se le concedió la grandeza de primera clase en 1520, por el Emperador Carlos V.
El escudo de la rama gallega de los Castro eran seis roeles de azur en campo de plata, los cuales a lo largo de la evolución de la familia se fueron complementando con otros, como los lobos desollados de la familia Osorio.
De vital importancia es el papel de los Castro, ya que fueron señores de Lemos desde el siglo XII, consiguiendo más adelante el Condado de Lemos a perpetuidad, alcanzaron su máximo esplendor entre los siglos XVI y XVII, con el séptimo conde, que llega a ser Presidente del Consejo de Indias, Virrey de Nápoles y mecenas de Góngora, Quevedo, Cervantes y Lope de Vega. Decayeron por la falta de descendientes directos, pasando el Condado a engrosar los títulos de la casa de Alba por imperativo real.
Cronológicamente, el primer conde fue Álvar Nuñez Osorio, merced al título concedido por el rey Alfonso XI de Castilla en 1327. En un inicio el condado de Lemos estaba ligado al de Trastámara y al de Sarria y no tenía carácter hereditario. Las familias Osorio y Castro, familias emparentadas con las realezas, dieron al condado sus más reconocidos representantes.
El segundo conde de Lemos, Trastámara y Sarria, fue Enrique II de Trástámara, designado por su padre el rey Alfonso XI de Castilla. En 1366, éste llegó a ser rey de Castilla, sucediendo a su hermano Pedro I (el cruel) haciéndose llamar Enrique II de Castilla.
El tercer conde de Lemos fue Fernán (o Fernando) Ruiz de Castro, Trastámara y Sarria; el primero de la familia Castro.
En 1456 el Condado de Lemos se separa al de Trastámara y al de Sarria, y se vuelve hereditario y perpetuo, cuando el rey Enrique IV de Castilla concede el título de Conde de Lemos a Pedro Álvarez Osorio.
Merece la pena hablar del VII conde de Lemos, Pedro Fernández de Castro y Andrade, llamado el ‘Gran Conde de Lemos’, que fue un mecenas de muchos artistas como Lope de Vega, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes Saavedra. Justamente Cervantes le dedica al conde obras como: Novelas ejemplares, Los trabajos de Persíles y Sigismunda, y la segunda parte de Don Quijote de La Mancha.
En la actualidad lo ostenta Carlos Fitz-James Stuart Y Martínez de Irujo, hijo mayor de la ya fallecida Cayetana de Alba.
En una visita a la siempre atractiva ciudad de Monforte, se puede conocer el Palacio de los Condes de Lemos, que fue su residencia, y que tras ser arrasado por un gran incendio, fue reconstruido en el siglo XVIII. El único elemento que se conserva original es la portada, con el portalón lateral del siglo XVI, sobre ella se puede ver el escudo de los Condes de Lemos, formado por el blasón de la Casa de los Osorio y la Casa de los Castro, sujetados por unos ángeles. Actualmente forma parte de las instalaciones del Parador Nacional de Turismo de Monforte de Lemos.
En cuanto a la Torre del homenaje y la muralla hay que comentar que fueron derruidas durante la Revuelta Irmandiña que enfrentó el pueblo con la nobleza, una vez sofocada la rebelión fueron forzados a reconstruir lo derruido. Cabe reseñar que el Conde de Lemos se abstuvo de ejecutar a los rebeldes.
En la misma localidad, en el Convento de las madres Clarisas, fundado en el siglo XVII y que alberga el Museo de Arte Sacro, se pueden admirar un conjunto de obras donadas por los séptimos Condes de Lemos.
Para finalizar queremos reseñar una leyenda en la que los Condes de Lemos tienen cierto protagonismo, y que tiene lugar en Monforte de Lemos, que no sólo puede presumir de un rico patrimonio arquitectónico y cultural, sino también de una de las historias de amor, traición y venganza más apasionantes de la tradición popular gallega, la leyenda de la corona de fuego. Monforte de Lemos tiene su origen en el monte de San Vicente, y allí se encuentra el conjunto monumental de San Vicente do Pino que acoge: el antiguo Monasterio benedictino, el Palacio Condal de Monforte de Lemos y la majestuosa Torre del Homenaje.
La leyenda, de la que existen diferentes versiones, tiene como protagonistas al abad Don Diego García III, el VII Conde de Lemos y su hija. Cuenta la leyenda que el Palacio Condal de Monforte y el Monasterio de San Vicente do Pino estaban comunicados mediante un pasadizo subterráneo, pasadizo que aprovechaba el clérigo durante los viajes del conde Don Pedro Fernández de Castro para acceder a palacio y cortejar a su hermosa hija. La relación amorosa se trunca cuando, a la vuelta de una de sus salidas de la ciudad, el Conde de Lemos descubre la traición. Tras lo ocurrido, decide mantener la calma y urdir una cruel venganza. Todavía enfurecido, cita al abad en una gran comida y, a la hora del postre, manda traer una corona calentada al rojo vivo con la que realiza la coronación causándole la muerte inmediata.