Los romanos eran muy esmerados en el aseo de sus cuerpos. Aunque algunas costumbres nos sorprenden hoy en día (se duerme con la túnica) en casi todas las casas había una pequeña habitación cercana a la cocina que suministraba agua caliente, la “lauatrina”; también había (en las casas más nobles) habitaciones más completas llamadas “balnea” que disponían de bañera.
Todos los días se lavaban la cara, los brazos y las piernas. Hacían cada nueve días un baño completo en las termas o ríos. También empleaban tiempo en acicalarse y embellecerse, para lo cuál disponían de espejos metálicos, peines de madera, pinzas y agujas para recogerse el pelo el vestido.
Los productos de belleza, especialmente ungüentos y perfumes eran muy variados. Utilizaban desodorantes contra el olor de axilas y pies, aceites perfumados para después de los baños, perfumes para el cabello y cuerpo. También existían una gran cantidad de cosméticos. La mayoría de las mujeres se pintaban antes de salir de casa, también los hombres lo hacían pero en minoría. También tenían un producto para disimular las arrugas que servía para ambos sexos. A las romanas le gustaba ser rubias por eso estaban acostumbradas a teñirse.
Además de los baños privados había baños públicos construidos por empresas privadas, por ciudadanos ricos o por los emperadores: son las “thermae”. Las partes principales de las termas eran:
• El “apodyterium”: eran los vestuarios, que disponían de bancos y armarios
• El “caldarium”: es un recinto a gran temperatura ambiente con bañeras de agua caliente, muy luminoso y adornado. Era el primer paso en el baño romano.
• El “tepidarium”: es una habitación a temperatura tibia que servía de transición entre el “caldarium” y el “frigidarium”
• El “frigidarium”: es una habitación pequeña, alta y oscura que tenía varias pilas redondas y grandes (“baptisteria”).
Los baños públicos se completaban con diversas habitaciones como la “palaestra” (dedicada a los ejercicios gimnásticos), las “tabernae” (tiendas de comidas y bebidas) y el “unctorium” (habitación para los masajes y las unciones).
Hombres y mujeres solían bañarse en recintos separados; el baño de las mujeres tenía lugar por la mañana y el de los hombres en las últimas horas del día.
Con el tiempo las termas se hicieron monumentales. Quizá las más famosas sean las de Caracalla en Roma (inauguradas en 216 d.C.): medían 182 000 m2 y tenían una capacidad para 3.000 bañistas. Disponían de salones de baño, lectura, charla, jardines, y estaban decoradas fastuosamente.