El origen de la pólvora
El contenido de esta entrada cuya lectura estás comenzando, versa sobre el origen o invención de la pólvora. Sin negar las indudables “buenas aplicaciones” de la misma que han facilitado parte del progreso, sin duda es mucho más reconocido por la historia escrita al son de utilización: muertes, guerras, destrucción,… En todo caso, podemos afirmar que la pólvora es uno de los inventos más Importantes de la historia de la humanidad.
Como definición podríamos decir que la pólvora es una mezcla de sustancias con propiedades deflagrantes. La deflagración es un tipo de combustión rápida que produce llama, que se propaga lentamente por difusión.
Aunque generalmente ha venido aplicándose con finalidades destructivas, sus usos industriales y comerciales han surtido efectos importantes y de gran trascendencia, permitiendo una explotación más económica de recursos naturales que, de otro modo, hubieran debido obtenerse empleando la maquinaria relativamente rudimentaria de la que se disponía antes del siglo XIX.
Fue la China antigua quien notó que la pólvora podía ser utilizada en armas, en el siglo XI. Sin embargo, se cree que los alquimistas ya habían tropezado con los componentes de la pólvora y supieron de sus propiedades combustibles mucho antes de que los chinos la usaran para librar batallas.
Un poco de historia
La pólvora fue el primer explosivo conocido; su fórmula aparece ya en el siglo XIII, en los escritos del monje inglés Roger Bacon, aunque parece haber sido descubierta por los chinos, que la utilizaron con anterioridad en la fabricación de fuegos artificiales. Parece ser que la pólvora fue inventada como consecuencia accidental de la búsqueda de los taoístas por una pócima de la inmortalidad, pero encontraron una receta mortal. De hecho las primeras referencias a la pólvora las encontramos en textos herméticos advirtiendo de los peligros de mezclar determinadas sustancias.
Joseph Needham estudioso de la literatura e instituciones Chinas, intentó explicar quién inventó la pólvora. En este sentido, destaca que la misma surgió como resultado de una mezcla con sustancias explosivas utilizadas en una investigación sobre las propiedades químicas y farmacéuticas de diferentes sustancias.
Aunque el salitre, el cual es el principal compuesto de la pólvora era ampliamente conocido por boticarios y alquimistas de la China antigua. Este compuesto, fue investigado a tal punto, que lograron purificar y hasta recuperar su composición.
Estas evidencias datan desde el siglo VI d.C, es decir aproximadamente setecientos años previos a que fuera conocida esta sal en Europa y el mundo musulmán.
Hay pruebas concluyentes de que los alquimistas chinos sabían de salitre alrededor de la primera mitad del siglo I. El salitre y el azufre se utilizaban ampliamente en la medicina china.
La primera mención de la pólvora data de 142 d.C, durante el reinado de la dinastía Han. Un alquimista chino llamado Wei Boyang fue el primero en dejar información escrita de la pólvora. Sólo mencionó una mezcla de tres polvos que “volaban y bailaban violentamente” cuando se encendían. No hay más información acerca de este polvo disponible en sus escritos. Sin embargo, suponemos que se refería a la pólvora, ya que ningún otro explosivo a partir de tres polvos era conocido en el mundo en ese momento. Pero hay algunos que sostienen que Wei Boyang fue probablemente un taoísta que estaba buscando una poción mágica que otorgaría inmortalidad, que era algo en lo que muchos alquimistas chinos estaban trabajando en aquellos días.
La evolución de la pólvora para armas fue gradual. Un texto escrito en el año 300 d.C por un erudito chino con el nombre de Ge Hong hace una clara mención de la pólvora y lo más importante, de su carácter explosivo. Perteneció a la época de la dinastía Chin. Sin embargo, en sus escritos, también mencionó que los alquimistas de la época no pudieron frenar la combustión de la mezcla explosiva, algo que algunos investigadores tuvieron que pagar con sus vidas.
Diversas teorías sobre la quema del salitre y nitrato de sodio y sobre el sulfuro en textos alquímicos chinos de 492 d.C los proponían como eventuales sustancias purificadoras (de allí su nombre: pinyin, “medicina de fuego”), aunque fueron sus propiedades incendiarias las que realmente marcaron una diferencia.
No fue sino hasta el siglo séptimo d.C, durante el reinado de la dinastía Tang, cuando la naturaleza explosiva de la pólvora pudo ser regulada y puesta en uso. Sus virtudes curativas fueron pronto superadas por sus utilidades bélicas. Algunos registros sobre el descubrimiento de la pólvora indican que la dinastía Tang utilizó la mezcla en antiguos fuegos artificiales chinos. Sin embargo, desde el fin de la dinastía Tang, hasta principios del siglo 10, los chinos hicieron rifles rudimentarios rellenando palos huecos de bambú con pólvora.
En el siglo X ya se utilizaba con propósitos militares en forma de cohetes y bombas explosivas lanzadas desde catapultas. Los chinos adaptaron caños de bambú reforzados con hierro para disparar piezas metálicas a los invasores mongoles. Antes habían desarrollado ya una importante cantidad de armas similares, como bombas, cohetes y lanzallamas.
El Wu jing zong yao (El libro del dragón de fuego), un tratado militar de 1044, contiene una receta que aún funciona. Además de nitrato, sulfuro y carbón –componentes esenciales–, incorpora también albayalde (carbonato de plomo), cera amarilla, resina de pino y arsénico. Explota, pero prende mal. En un recipiente cerrado, arde de forma lenta e incompleta por su baja proporción de nitrato. Imposible fabricar con ella un sencillo petardo.
Esta primera pólvora militar –fruto, sin embargo, de décadas de experimentación– no se usaba para matar al enemigo o destruir sus fortificaciones, sino para quemarlo. “Las primeras armas de fuego no son como las concebimos hoy: cañones, mosquetes, morteros y granadas. Eran raras, de uso torpe e incluso ridículas”.
Algunos sostienen que los chinos ya usaban la pólvora durante los años 904 a 906 en proyectiles incendiarios llamados fei-ho (fuego volador). Sin embargo, algunos no creen en esta afirmación. Dicen que fue utilizada por primera vez por los chinos en batallas en 919 dC para encender otro incendiario llamado el “fuego griego”.
Fueron los emperadores de la dinastía Song (960-1270) los que incorporaron las armas de fuego a la guerra para defenderse de los ejércitos de los Jin (1115-1234). De hecho comenzaron a utilizar rifles de pólvora y cañones hechos de hierro. Antepasados de los manchúes, atacaron Kaifeng, la capital Song, en 1126. En el asedio de la ciudad, de más de un millón de habitantes, atacantes y defensores usaron “bombas de trueno”: desde antepasados de las granadas de mano a grandes proyectiles lanzados por catapultas.
“Por la noche se utilizaban bombas de trueno, que alcanzaban bien las líneas del enemigo y lo sumían en una gran confusión”, cuenta una crónica del asedio. Vencieron los Jin, que un siglo más tarde defendieron Kaifeng del asedio mongol. Esta vez, sus “bombas de trueno que hacen temblar el cielo” no impidieron su derrota.
La primera batalla en la que los pueblos occidentales se enfrentaron a un ejército mongol que llevaba armas de fuego fue la batalla de Mohi (1241) en que el Reino de Hungría fue derrotado por los invasores tártaros y mongoles.
Las armas de fuego llegaron a Occidente a lo largo de los siglos siguientes y le brindaron a las naciones europeas la ventaja frente a otros pueblos enemigos.
Se cree ampliamente que el mundo islámico adquirió el conocimiento de la mezcla explosiva en algún momento entre 1240 y 1280. A partir de aquí, las recetas de la pólvora se distribuyeron por todo el mundo. En general se cree que la tecnología de la pólvora fue llevada a la India a mediados del siglo XII por los mongoles que habían conquistado la India y China. Sin embargo, otros sostienen que llegó a la India sólo unos cien años más tarde.
El cañón de Xanadú, construido en 1298, mientras los mongoles de la dinastía Yuan (1279-1368) dominaban China, es el más antiguo del mundo. Pesa seis kilos y mide solo 35 centímetros de longitud.
El conocimiento de la pólvora se extendió rápidamente a Europa, probablemente a través de la Tercera Cruzada o a través de la Ruta de la Seda. Roger Bacon de Inglaterra fue uno de los primeros europeos que mencionaron la pólvora. El primer cañón europeo data de 1326. O, al menos, su representación. En Acerca del esplendor, la sabiduría y la prudencia de los reyes, Walter de Milemete incluye una miniatura de un artillero prendiendo la mecha de un cañón.
Durante el siglo XIV el uso de cañones se generalizó tanto en China como en Europa, pero el problema seguía residiendo en crear tubos de metal capaces de contener las tremendas explosiones que se producían en su interior.
“En China –escribe Andrade– había más artilleros que caballeros, soldados y pajes en Francia, Inglaterra y Borgoña juntas”. Y, lo más importante, sabían mantener un fuego continuo, una habilidad que los europeos tardaron siglos en adquirir. Sin embargo, Occidente había empezado a superar a China en una cuestión que acabaría siendo esencial: el tamaño de los cañones.
La pólvora se fabricaba en Inglaterra en 1334, y en 1340 Alemania contaba con instalaciones para su fabricación.
Un ejemplar, muy similar al cañón de Milemete, fue encontrado en 1861 en Loshult (Suecia). Probada en un campo de tiro, una réplica disparó tanto flechas como bolas de plomo y metralla, capaces de atravesar las armaduras del siglo XIV. Esa fue la función que los ingleses dieron a los cañones en la batalla de Crécy (1346), una de las más importantes de la guerra de los Cien Años. Protegidos por un pequeño contingente de artilleros, los arqueros del monarca inglés Eduardo III derrotaron a los caballeros franceses de Felipe VI. Los proyectiles artilleros tenían menos alcance que las flechas, pero podían penetrar las armaduras. Probados con éxito en el campo de batalla, los cañones europeos tuvieron muy pronto una finalidad muy distinta a la de los chinos: destruir las murallas de las ciudades enemigas.
Parece ser que el primer intento de utilización de la pólvora para minar los muros de una fortificación, tuvo lugar durante el sitio de Pisa en el año 1403.
En la segunda mitad del siglo XVI, la fabricación de pólvora en la mayoría de los países era un monopolio del Estado, que reglamentó su uso a comienzos del siglo XVII.
Por otro lado, algunos historiadores dan el crédito de la invención de la pólvora a los árabes, Roger Bacon y también a Berthold Schwarz, un monje franciscano de Alemania.
Sin duda, la invención de la pólvora revolucionó el mundo, cambiando las artes militares, impulsando una nueva era bélica de armas de fuego, cambiando el modo en que se entendía la guerra y otorgando al mundo un nuevo balance de poder, pues las tropas armadas con pólvora eran mucho más eficaces que aquellas provistas de armas cuerpo a cuerpo, y poseían mucha más capacidad de daño que las flechas, lanzas y otras armas arrojadizas. El uso de la pólvora y los explosivos permitió la aparición de toda una nueva gama de herramientas de guerra, como cañones, escuadras de demolición, bombas, minas y un gigantesco y diverso arsenal de rifles y pistolas.
En cuanto a la pirotecnia, fue inventada por los chinos y era el primer uso al que estaba destinada la pólvora. Los dispositivos pirotécnicos están compuestos generalmente por una mezcla de pólvora y otras sustancias que son las responsables de producir ciertos colores, ruido y humos. Sin embargo, también existen formas de pirotecnia especializadas, como las bengalas empleadas en las misiones de rescate o de señalamiento, así como en la lucha antigranizo o en la iluminación de ciertos espacios.
Tipos de pólvora:
Existen distintos tipos de pólvora, pero generalmente con ese nombre nos referimos a la “pólvora negra”, el primer explosivo conocido en la historia. Sin embargo debemos hablar de:
- Pólvora negra. Es la más antigua, la primera en inventarse. Tiene una reacción rápida, potente y que produce mucho humo. Luego de reaccionar dejaba muchos residuos en los conductos de las armas de fuego, lo que producía un deterioro.
- Pólvora marrón. Inventada en 1880 a partir del uso de carbón rojo y una mayor cantidad de salitre, lograba una combustión más lenta y con menos residuos corrosivos. Sin embargo, nunca se usó demasiado porque la pólvora blanca surgió al poco tiempo.
- Pólvora blanca. También llamada pólvora sin humo o pólvora piroxilada, tiene componentes mayormente gaseosos como resultado de la combustión, por lo que no deja la misma cantidad de residuos que la pólvora negra. Por esa razón, la fue sustituyendo en las armas de fuego.
- Pólvora flash. De reciente invención, fue creada para generar la luz necesaria para la fotografía primitiva (de ahí su nombre), ya que posee aditivos de aluminio que, al producirse la combustión, se oxidan y generan mayor cantidad de luz.
Para fabricar la pólvora se requiere de la trituración y mezcla uniforme de los ingredientes (salitre, carbón y azufre), en un procedimiento que antiguamente se hacía a mano, pero que se pudo luego mecanizar usando prensas movidas por agua, por ejemplo. Los ingredientes deben ser molidos en un polvo más o menos fino, ya que su combustión depende directamente del tamaño de su granulación. No obstante, los métodos de fabricación y manipulación de la pólvora fueron cambiando a medida que se iban adquiriendo más conocimientos sobre esta mezcla. Así, inicialmente se transportaba la mezcla desde el lugar donde se fabricaba hasta el lugar donde se iba a utilizar, lo que era muy peligroso debido al riesgo de explosión por golpes o cambios de temperatura. Pero después, comenzaron a transportar los componentes por separado y se mezclaban en el lugar donde se iba a utilizar la mezcla.
La pólvora se emplea actualmente para:
- Fabricar municiones de armas de fuego, de artillería, bombas, minas y otros instrumentos de naturaleza bélica.
- Fabricar juegos pirotécnicos (fuegos artificiales) para celebraciones y fines decorativos.
- Fabricar detonadores y otros instrumentos para la demolición controlada de edificaciones y estructuras.
Es indudable que la invención de la pólvora permitió el nacimiento del estudio de los explosivos, que más allá de sus fines armamentísticos inmediatos, sirvió, por ejemplo, para nutrir a la industria aeronáutica.
No obstante, podría afirmarse que no debe haber en la historia humana una invención tan mortífera como las armas de fuego.