En el Imperio Romano los espectáculos públicos formaban parte de la vida diaria de su población. Un emperador se valoraba por sus conquistas, por el reparto de trigo entre su población y por la celebración de espectáculos públicos.
En la Antigua Roma, los políticos ambiciosos competían entre ellos por el despliegue de los más extravagantes espectáculos para su población, de esta manera, alrededor del año 200 a.C. se empezó a edificar el circo romano, con la finalidad de deslumbrar a los ciudadanos, el cual se popularizó durante unos 400 años.
Así, estas estructuras de gran tamaño ofrecían distintitos tipos de competencias deportivas, siendo las más conocidas las carreras de bigas o cuadrigas, las cuales copiadas de los etruscos, se realizaban con un carruaje liviano de dos ruedas tirado hasta por dos, tres o cuatro caballos en línea.
Los edificios en los que se llevaban a cabo los espectáculos romanos tienen sus peculiaridades propias en función de su destino. Así podemos enumerar los siguientes:
- El Circo romano. Basado en el hipódromo griego, destinado al deporte más popular en Roma: las carreras de caballos.
- El Teatro. Adoptó los elementos del teatro griego, pero en lugar de excavarlo en las laderas de un monte, lo construyeron.
- El Anfiteatro. Lugar para exhibiciones y juegos de todo tipo, siendo las luchas de gladiadores las que más gustaban al público. Eran edificios de planta ovalada, que resultaban de unir dos teatros por la escena, estaban conformados por la arena y las gradas.
Dejaremos para post posteriores los contenidos sobre el teatro y el anfiteatro, y dedicaremos este post en exclusividad al circo romano.
El circo romano, junto al Coliseo, son los grandes símbolos de la grandeza de un Imperio para contentar a su plebe en Roma. Pero estos dos emblemas de la capital del Imperio no eran los únicos que existían, en muchas otras ciudades romanas a lo largo del mundo existían réplicas de ambos, que juntos a los teatros eran los centros lúdicos y culturales en todas las provincias del imperio.
El circo romano tiene sus orígenes en los antiguos hipódromos helénicos, de Grecia, cuyo modelo fue copiado por los reyes etruscos de Roma para proporcionar diversión al pueblo en los días sagrados. Consistía en un recinto, de forma elíptica. Obviamente su tamaño variaba en función de la localidad e importancia de la misma, pero en todo caso contaban con una gran capacidad. En su interior tenían lugar juegos públicos (los “ludi circenses”), aunque los más famosos eran las carreras de cuadrigas y carros.
Los circos romanos comenzaron a construirse a partir del año 200 a.C. Estructuralmente, el circo era un recinto alargado de forma ovalada de unos 440 metros de largo, compuesto por una pista elíptica llamada arena, donde podían correr unos doce carros a la vez, conjuntamente, estaba completamente rodeado por unas gradas de granito con algunas pilastras decorativas.
Igualmente, el circo de la cultura romana, poseía unas doce puertas de salida o carceres, las cuales midiendo unos 3,50 metros de ancho, donde se colocaban los carros antes de salir a pista, y servían para equiparar a los competidores al inicio de la competencia.
También, esta instalación contaba con la spina, la cual dividiendo la arena a lo largo, por donde corrían las cuadrigas, en dos vías, era decorada con tableros de mármol, además de candelabros que marcaban las vueltas de los carros, y columnas ornamentales en forma de obelisco usados como meta, en cada uno de sus extremos. Los contadores de vueltas solían ser huevos de piedra o estatuillas de delfines.
El lado sin gradas, era la entrada de los participantes, llamada porta pompae. Estaba ligeramente inclinado para así equilibrar la salida de los participantes y ajustar las distancias que cada uno recorre.
En una de las gradas longitudinales estaba el palco presidencial. En las gradas semicirculares, se encontraban los jueces o tribunal iudicium. Por último, en las fachadas laterales se abrían las puertas para el acceso del público a las gradas. Su estructura está compuesta de hormigón y mampostería.
Los circos acogían competiciones deportivas de distinta índole. Las más conocidas son las carreras de cuadrigas inmortalizadas en múltiples películas históricas como Ben-Hur. En estas carreras, los aurigas intentaban dar varias vueltas al estadio espoleados por miles de personas. Las carreras efectuadas en el circo romano, solían ser peligrosas tanto para los caballos como para los aurigas o conductores, quienes en muchas oportunidades fallecían en el intento de dar varias vueltas al recinto, mientras eran vitoreados por miles de personas.
Los Juegos Romanos eran organizados principalmente por el emperador y su objetivo principal era distraer a los ciudadanos más pobres del estado de su economía, haciendo que olvidasen la falta de dinero con entretenimiento. Esto hacía que las personas se mantuviesen felices, evitando revueltas contra el emperador (de ahí lo de “Panem et circenses”).
Los juegos solían inaugurarse con un desfile que recorrían las calles de la ciudad hasta el circo romano, adicionalmente, se realizaban exhibiciones ecuestres con acrobacias hechas por jinetes, y carreras de resistencia.
Aquí, se practicaban las carreras de carros de diferentes modalidades según el tiro. En primer lugar tenemos las bigas (dos caballos), trigas (tres caballos) o cuadrigas (cuatro caballos).
En la competición empezaba cuando el anfitrión arrojaba un pañuelo o mappa que daba inicio a la carrera. Esta tenía una duración de entre 7 y 5 vueltas y el que primero las completara se coronaría vencedor. La metae se componía de 3 pilares cónicos en cada extremo de la spina en el que se situaban 7 delfines que se abatían a fin de indicar las vueltas que faltaban para finalizar la carrera.
Los carros eran ligeros de madera y mantener el equilibrio sobre el eje para completar las siete vueltas requería de mucha habilidad. Los ganadores eran recompensados con una rama de palmera, una corona de laureles y considerable fama y fortuna: a pesar de que algunos comenzaban como esclavos, los mejores pronto ganaban suficiente dinero como para comprar su libertad.
Alrededor de estas carreras existía gran competitividad, estos eventos son comparables a los de hoy en día de automovilismo, como la Formula 1. Los corredores normalmente eran esclavos que podían conseguir su libertad si ganaban las suficientes carreras. En las carreras también eran muy comunes las apuestas.
Es importante destacar, que el circo romano generó un importante fenómeno social, como lo fueron las banderías, las cuales agrupaban a la población en torno a los colores de las banderas de los distintos equipos participantes en las competiciones. Esta división de colores dio lugar a una rivalidad desaforada y monopolizó las discusiones en espacios públicos, reuniones sociales y hasta en la escuela. Este furor trajo consiguió que los más fanáticos entre los verdes y azules, fundamentalmente, se organizaron para reafirmar su preeminencia en las gradas. No dudaban en imponerse a sus rivales mediante la violencia y pese a que no era raro que fueran castigados, no eran perseguidos, sino que se les toleraba por su destacado papel en el espectáculo.
Los aurigas eran las estrellas del espectáculo. Despertaban tanta pasión que cuando uno de ellos sucumbía en la pista, el pesar recorría las gradas. Aunque su origen solía ser servil –eran criados desde niños para la competición- podían acumular importantes riquezas.
Todo el mundo acudía a las carreras con sus mejores galas. Los más ricos se sentaban en sus gradas con ricas vestimentas a efectos de dejarse ver, mientras que la inmensa mayoría de la población iba ataviada más modestamente, en muchos casos con los colores que cada uno profesaba.
Las gradas se dividían en bloques formados por los aficionados de los cuatro colores. Los amatores entonaban cantos atronadores tanto favorables a su escuadra como hirientes e insultantes hacia sus rivales, ondeando pancartas y banderas. ¡La tensión llenaba el ambiente!
Existía, también, un submundo de apuestas en el que participaban desde los más humildes hasta los más poderosos. Se movía tanto dinero que había aurigas comprados, partícipes de redes fraudulentas, que se dejaban vencer en las carreras.
También se lucraban las tabernas cercanas y los comerciantes que vendían todo tipo de objetos relacionados con aquella diversión que paralizaba la vida de las urbes.
El Circo Máximo de Roma es el más conocido, con la pista de carreras más grande e impresionante que tuvo Roma, hoy cubierto de hierba, pero como institución del Imperio el esquema del circo se reprodujo por los múltiples enclaves que dominaba, incluyendo Hispania. Edificado en el periodo Imperial y remodelado por varios emperadores. Fue el circo romano más grande del imperio, el cual abarcando unos 621 metros de longitud, tenía una capacidad para alojar unos 300 mil espectadores, algo que no ha sido superado por ningún otro estadio en la historia. Su spina estaba decorada con las estatuas de varios dioses y un obelisco egipcio, mandados a levantar por el emperador César Augusto.
Si tenéis especial interés en este Circo, o pensáis visitarlo, aquí tenéis información complementaria: https://www.enroma.com/circo-maximo/
También hay que citar al estadio de Domiciano: a pesar de no poseer ni spina, ni carceres, fue un lugar usado para realizar competencias olímpicas en la Antigua Roma. Se encontraba en Roma y más que un circo es un estadio muy similar a los edificados por los griegos. En la actualidad el monumento ha quedado bajo el subsuelo de la actual Plaza Navona.
En España (Hispania) existieron numerosos circos, no tan grandes como el de Roma, pero también importantes. Cabe destacar el Circo de Mérida: ubicado en la antigua localidad Augusta Emerita en España, era un circo romano de 440 metros de longitud y 30 metros de anchura, que podía albergar hasta 30 mil personas, y su spina estaba decorada con monolitos. Debido a sus grandes dimensiones se encontraba fuera del recinto amurallado, al lado de la calzada que unía Emerita con Corduba (Córdoba) y Tolletum (Toledo). En la actualidad existe un centro de interpretación junto al monumento. La fecha de su construcción data de principios del siglo I d.C., posiblemente durante la época de Tiberio.
En cuanto al Circo de Tarraco: su espléndida conservación hasta los actuales momentos, hizo que fuese declarado un Patrimonio de la Humanidad. Construido a finales del siglo I después de Cristo, seguramente en tiempos del emperador Domiciano, tenía aforo para 25.000 personas y se mantuvo activo hasta el siglo V. El circo original tenía aproximadamente 117 m de ancho por 340 m de longitud; la arena o pista tenía 74 m de ancho. Se conservan restos de los asientos en dos escaleras; se ha identificado también una de las butacas de piedra reservadas a las autoridades de la ciudad y la provincia Tarraconense. Se han encontrado dos losas sepulcrales de aurigas del circo, las dos escritas en verso. En la actualidad es parcialmente avistable ya que parte ha quedado inmersa en la estructura urbana de Tarragona.
El Circo romano de Calahorra está fosilizado en el Paseo del Mercadal. Al final del mismo se encuentran algunos restos, pocos, de lo que fue el circo; un muro romano de mampostería y un canalillo de desagüe. Cerca, en los jardines de Era Alta encontramos un resto de conducción de agua del circo.
El Circo romano de Alhambra se descubrió y excavó en la ejecución de la variante de dicha población. Hoy día está sepultado bajo el actual trazado de la carretera N-430 sin que haya expectativas de una futura recuperación.
Como podemos ver, ¡¡¡el mundo no ha cambiado tanto como a veces pensamos!!!