En unos tiempos, como los actuales, en los que la crisis económica alimenta el debate sobre los impuestos, su cuantía y desigual distribución, es un buen momento para hacer un repaso a la situación que les tocó vivir, en este asunto, a nuestros ancestros allá por el medievo.
En la Edad Media, los impuestos eran cuantiosos y diversos, constituían una obligación que los vasallos debían satisfacer al Rey, a la Iglesia y a su Señor. Hay que tener presente que la Monarquía, para cubrir sus cuantiosos gastos, desarrolló un modelo tributario que le permitía obtener de sus súbditos rentas cada vez más cuantiosas. Hasta mediados del siglo XIII, dichos gravámenes se reducían a prestaciones personales que se pagaban en especie. Conforme pasó el tiempo estas prestaciones se diversificaron y algunas se convirtieron en económicas y otras se podían redimir una pena mediante el pago de una determinada cantidad monetaria estipulada previamente.
La hacienda regia obtenía los fondos principalmente de tributos directos: rentas sobre las personas, sobre las propiedades reales, las regalías y los monopolios.
Los vasallos y siervos tenían que cumplir con dos tipos de contribuciones: las prestaciones de servicios personales y las prestaciones de tipo económico, que podían abonarse en dinero o especie.
Entre las prestaciones de servicios personales, cabe citar fundamentalmente cuatro: la prestación del servicio militar (acompañar al señor feudal a la guerra); prestar servicios de guardia en el castillo del señor feudal y dar alojamiento en su propia casa a los visitantes del mismo; asistir a las audiencias para asesorar al señor feudal, y por último, cultivar las tierras de sus señores durante algunos días a la semana (corvea).
En cuanto a las prestaciones de índole económica, había los impuestos en especie consistentes en la participación de los productos de la tierra, la obligación de cocer pan moler el trigo y pisar las uvas en el horno, molino y lagar del señor feudal, respectivamente. Al clero se le pagaba en forma de vino.
Había también el Impuesto de la talla o pecho, que era pagado por cada familia de campesinos en forma de dinero o especie; se le llamaba de tal forma porque al pagarlo se hacía una talla con cuchillo en un pedazo de madera.
La mano muerta consistía en que si un siervo moría, la mayor parte de sus bienes pasaban al señor feudal.
Seguidamente detallamos algunos de los impuestos habituales en diferentes territorios de los antiguas Cortes de Castilla y la Corona de Aragón, fundamentalmente. De una simple y rápida lectura es fácil hacerse a la idea de la de la tremenda presión con que los vasallos tenían que contribuir al sostenimiento de las clases privilegiadas.
- Abadía o Luctuosa que era el derecho que tenían los curas a percibir a la muerte de sus feligreses cierto tributo de sus bienes que dejaba.
- Acémilas: eran aportaciones de mulas o animales de carga para el acarreo de víveres y cargas en campañas militares.
- Alcabala: impuesto que gravaba el comercio de mercancías. De uso en la Cortes de Castilla.
- Alfarda era el pago por el aprovechamiento del agua (acequias, canalizaciones…)
- Alhondigaje: impuesto por el depósito de mercancías.
- Almojarifazgo, que era un impuesto aduanero que se pagaba por el traslado de mercaderías que ingresaban o salían del reino de España o que transitaban entre los diversos puertos (peninsulares o americanos), equivalente a los actuales aranceles.
- Axadero era el tributo que debía pagar cada persona que trabajaba con una “axada” (azada)
- Banalidades: pago en especie por el uso de “instalaciones” del señor, como el molino o el horno.
- Caballerías era el pago que se hacía anualmente para mantener todo lo relacionado con las mismas (guerreros con su montura, equipo de armamento y manutención de los animales)
- Calumnias o Calonias eran las multas que imponía la justicia en el ejercicio de sus funciones.
- Carneraje que se aplicaba sobre los ganados trashumantes que atravesaban las tierras del reino.
- Cena era un tributo fijo que se pagaba para sufragar los gastos de una corte real itinerante.
- Chapín de la reina o servicio de casamiento, que se recaudaba ocasionalmente entre el pueblo para sufragar los gastos de las bodas reales.
- Cuatropea: impuesto sobre la venta de ganado.
- Diezmo: gravamen correspondiente a la décima parte de las cosechas que recaudaba la Iglesia y servía para el mantenimiento del culto y del clero.
- Excusado, que gravaba a una casa/hacienda elegida por la Corona entre las de una determinada parroquia. La obligación consistía en que los diezmos que a dicha hacienda le correspondería ceder a la Iglesia eran pagados al Rey, con lo cual el hacendado quedaba excusado de hacerlo a la Iglesia.
- Fonssadera era el tributo que debían pagar los hombres libres y vasallos en concepto de contribución a la defensa del territorio.
- Fossatera era el impuesto que debían satisfacer los que debían ir a la guerra pero no concurrían a ella.
- General o Generalidades eran los impuestos que gravaban e la importación y exportación de mercancías y el consumo en la Corona de Aragón.
- Herbaticum o Herbaje eran los pagos que se aplicaban sobre los ganados trashumantes que atravesaban tierras, y bosques estacionalmente, para el aprovechamiento de los pastos.
- Infurción, que era un tributo que se pagaba al señor de un lugar por razón del solar de las casas.
- Lezdas eran los peajes que gravaban el tránsito de personas y mercancías por las tierras del reino.
- Millones era un impuesto extraordinario fijado por las Cortes de Castilla, que se reservaban el control de su administración a través de una Comisión de Millones y comprometían a la Corona a dedicar lo recaudado a un gasto.
- Monedaje, Monetaticum o Maravedí es un tributo que se pagaba al soberano por la fabricación de moneda.
- Montazgo, impuesto sobre los ganados y adeudado por el tránsito que hacen por cualquier territorio en favor del Rey.
- Pecha que gravaba los bienes muebles e inmuebles de los pecheros.
- Pontaticum o Pontazgo es el peaje que se cobra por usar un puente.
- Portazgo. Este tributo se solicitaba en las puertas de las ciudades y villas principales del reino, por la entrada de productos que traían los forasteros, para su venta, con motivo de la celebración de ferias y mercados.
- Primicia, consistente en la obligación de entregar a la Iglesia la cuadragésima y la sexagésima parte de los primeros frutos de la tierra y el ganado.
- Sacas o Passagios eran los aranceles aduaneros que pagaban las poblaciones que por su proximidad con la frontera Navarra tenían puestos aduaneros.
- Sextaferia consistía en una prestación vecinal para la reparación de caminos. Era un impuesto en forma de trabajo.
- Sisa que consistía en descontar en el momento de la compra una determinada cantidad en el peso o volumen de ciertos productos; la diferencia entre el precio pagado y el de lo recibido era la sisa. Como gravaba bienes de primera necesidad (pan, carne, vino, harina…) era un impuesto muy impopular.
- Tercias reales, un ingreso concedido por la Iglesia a la Corona consistente en dos novenos de los diezmos eclesiásticos recaudados.
- Terrazgo, que era la renta que se pagaba al señor de una tierra, quien la trabaja.
- Yugada, que vino a sustituir al la Pecha, consistía en un tributo fijo calculado sobre el número de animales de labor o yugos que el pechero poseía.
Como decía Jean Baptiste Colbert: “el arte de los impuestos consiste en desplumar al ganso de forma tal que se obtenga la mayor cantidad de plumas con el menos ruido”.
Menos mal que el pensamiento y el conocimiento, al menos por ahora, están libres de gravamen tributario, pues en el camino en pos de la libertad de pensamiento, conocimiento y expresión todavía hay mucho que avanzar.
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